Pasar al contenido principal

Iglesia

Vie 16 Abr 2021

La voz del Pastor | 18 de abril de 2021

Reflexión de monseñor Luis José Rueda Aparicio, Arzobispo de Bogotá y primado de Colombia Lectura del Santo Evangelio según San Lucas 24,35-48

Vie 16 Abr 2021

Mirar con atención para tomar conciencia

Por: Omar de Jesús Mejía Giraldo - En nombre de la Iglesia, “pueblo de Dios”, doy un saludo cordial y fraterno a ustedes estimados sacerdotes. Gracias por su entrega generosa en bien de los fieles de esta cada Iglesia particular. Gracias por su amor y servicio a Dios y a la Iglesia. Dios recompense sus esfuerzos, fatigas y desgaste cotidiano en bien del Reino de Dios. Permítanme, estimados padres, comenzar mi reflexión haciendo referencia a San Ignacio de Loyola, quien sintetiza la vida del cristiano en dos palabras: Amar y servir. Esta, por antonomasia, es la vida de un sacerdote: amar y servir. Esta es nuestra tarea, nuestra misión, nuestro énfasis: amar y servir. Cuando a un sacerdote le dan un cargo “importante”, según el mundo, nos preguntan, ¿y cuáles son sus pergaminos?, nuestra única respuesta es: “Mis pergaminos son: amar y servir”. Estimados padres, nuestra tarea no es fácil, pero tampoco es tarea del otro mundo. Para cumplir con decisión y fidelidad nuestra bonita misión, necesitamos sí, del poder y de la gracia de Dios. Si no es de la mano de Dios, nuestro “oficio”, se vuelve tedioso, aburrido y aburridor. Recordemos aquella bonita sentencia que el arcángel le dice a María: “Porque para Dios nada es imposible” (Lc 1, 37). Mis queridos sacerdotes, con Dios todo ha sido posible. Con Dios todo podrá seguir siendo posible. Eso sí, por favor, les pido que no aflojemos, que estemos pegados de la mano de Él. “Creamos en la gracia de estado”. Todos por el bautismo, la confirmación y el Sacramento del Orden hemos recibido la luz y el poder del Espíritu Santo. En este saludo y encuentro de Pascua sacerdotal, estimados padres, permítanme compartir con ustedes una bonita frase que me encontré de San Agustín en el Oficio de lectura del miércoles Santo y que me ha servido como punto de partida en mi oración personal y para la siguiente reflexión, dice el santo: “Mirar con atención lo que nos ponen delate, equivale a tomar conciencia de la grandeza de este don”. Mis queridos padres, seguramente que todos hemos predicado muchísimo diciendo que “todo es un don”, ¿creemos de verdad esta preciosa sentencia? La vida es precisamente un don, el don por excelencia, la vida nos es dada. La vida es un regalo. Es pura misericordia divina. ¿Qué es aquello que tenemos qué no hayamos recibido? Todo nos ha sido dado. Dios, la vida, la naturaleza, los amigos, los maestros…, todo nos ha sido dado. Todos los días, si los vivimos anclados en el presente, descubrimos que somos sorprendidos por regalos maravillosos que se dan en cada instante vital de nuestro ser sacerdotal. Uno de los grandes pecados de la modernidad es la falta de atención. Hoy somos muy desatentos, descuidados y despreocupados… Mirar la vida con atención es descubrir que todo es un don, aun el mismo sufrimiento; pensemos por ejemplo en la pandemia. Esta nos ha enseñado que debemos mirar con mayor atención la vida, la salud, la familia, los amigos, la muerte, todo… La pandemia nos ha servido como una gran pedagoga que nos grita a los oídos: “Miren con mayor atención su propia grandeza, la grandeza del otro y la grandeza de la creación”. Y cómo me estoy dirigiendo a sacerdotes, estimados padres, los invito a mirar con atención la grandeza de nuestro sacerdocio. ¿Quién de nosotros se inventó a sí mismo como sacerdote? Somos lo que somos por gracia de Dios y por confianza de la Iglesia. Soy lo que soy, sacerdote, por pura y absoluta gratuidad divina. El sacerdocio se me ha dado por mediación de la Iglesia. Soy lo que soy, por la oración de mi familia y la intercesión de mi comunidad. Mi estimado sacerdote, cuando tengo delante de mí una hostia y un poco de vino para ser consagrados, y por gracia, convertirlos en cuerpo y sangre de Cristo, debo admirar el don que Dios me ha regalado. Cuando absuelvo a un penitente o soy absuelto de mis pecados, debo mirar con atención lo que hago, para caer de rodillas admirado por el don que Dios me ha concedido. Hago lo que hago con su poder y en su nombre… Mirar con atención crea gratitud, admiración, luminosidad… Mirar con atención crea respeto y responsabilidad. Otro de los pecados graves de la modernidad es la superficialidad y nosotros no somos inmunes a este flagelo. Este pecado nos hace ser rutinarios y autómatas; además, nos pone en el mundo de la velocidad vertiginosa y desesperada por adquirir cosas y esto no nos permite mirar con atención los detalles más simples y sencillos de la vida. La plenitud del amor está en saber poner atención. Mirar con atención lo que nos ponen frente es un gran gesto de amor. Sin amor no hay atención, sin atención no hay amor. “Quien vive movido por la fuerza interior del amor, atiende a todo el mundo, pero también, atiende a cada uno según sus necesidades y posibilidades” (Frances Torralba). Quien vive movido por el amor, mira con atención lo que hace en el momento que lo hace. El amor centra. Como sacerdotes, debemos mirar con atención lo que somos y hacemos. Mirar con atención nuestra parroquia, nuestros fieles, la familia, la comida, el espacio en el cual vivimos… Padres, para mirar con atención debemos ser más reflexivos y para ser más reflexivos, es urgente incrementar la cultura del silencio. Si no hay silencio no hay atención, y si no hay atención, no hay contemplación del don. Sin atención no se toma conciencia del don que somos para sí mismos y para los demás. La cultura del silencio es un gran antídoto contra la superficialidad. Otra de las grandes fragilidades del momento histórico que vivimos es el de la velocidad. La prisa, los afanes por producir y dar resultados no nos permiten tener tiempo para la meditación y el silencio. Démonos como tarea, entre nosotros como presbiterio, incrementar la cultura del silencio e impulsarla en nuestros fieles. Esto nos ayudará a mirar con mayor atención nuestra fe y tomar conciencia de la grandeza de este gran don. Señor, ¡Tú en mí y yo en ti, somos una sola cosa! + Omar de Jesús Mejía Giraldo Arzobispo de Florencia

Vie 16 Abr 2021

Cursos de comunicación digital y tradicional para evangelizar

La pandemia nos ha llevado a buscar nuevas formas de comunicación para seguir anunciando el Evangelio. Por ello, la Arquidiócesis de Bogotá en alianza con Unimonserrate, ofrecen los cursos certificados con opción de Diplomado en Comunicación para Evangelizar. Estos cursos iniciarán el 20 de abril y pretenden brindar herramientas para fortalecer la comunicación en las parroquias, comunidades y demás ambientes eclesiales, presentando estrategias para la comunicación en redes sociales, páginas web, plataformas digitales y en el ámbito tradicional u offline, logrando así una mayor incidencia a través de las TIC´S. Completando cuatro cursos se podrá obtener la certificación de Diplomado por la Unimonserrate. Los cursos sugeridos son: * Fundamentos de la comunicación para la evangelización. * Evangelización online y offline. * De la evangelización tradicional a la evangelización digital. * Estrategias 360° para la Evangelización. * Redes sociales para evangelizar. Cada uno de estos módulos, se cursará en cinco semanas, se tendrá comunicación virtual con el tutor dos veces por semana y se recibirá la certificación en habilidades comunicativas para la evangelización. Cada curso tiene un costo de $75.000 pesos, en caso de tomar todo el diplomado el costo es de $280.000 pesos. La inscripción podrá realizarse en el siguiente ENLACE:

Vie 16 Abr 2021

"Así está escrito: el Mesías padecerá y resucitará de entre los muertos al tercer día"

TERCER DOMINGO DE PASCUA Abril 18 de 2021 Primera Lectura: Hch 3,13-15.17-19 Salmo: 4,2.4.7.9(R. cf. 7b) Segunda Lectura: 1Jn 2,1-5a Evangelio: Lc 24,35-48 I. Orientaciones para la Predicación Introducción La Palabra de este domingo nos, presenta, entre otros, tres temas para orientar nuestra reflexión: • Identificación del Dios de Israel, como el Dios de nuestros padres, quien es el mismo Dios de Jesús, a quien resucito: “El Dios de Abraham, y de Isaac, y de Jacob, el Dios de nuestros padres” (Hch 3,13). • El testimonio de quienes fueron testigos de la pasión, muerte y resurrección del Santo y del Justo, el autor de la vida, quien murió por nuestros pecados y los del mundo entero; a quien Dios resucitó de entre los muertos y quien es el Mesías, que está presente en nuestro caminar y nos invita a creer y a trabajar con amor y esperanza en la construcción de caminos de conversión y perdón, de esperanza y encuentro, de convivencia humana y caridad. • San Lucas identifica al discípulo misionero quien reconoce a Jesús y tiene un estilo de vida: de paz y alegría, de conversión y perdón, de encuentro y testimonio; cree que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios venido en cuerpo humano; obedece la Palabra de Dios; y vive la paz y ama, perdona y sirve a los hermanos. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? En los Hechos, escuchamos que Pedro inicia su mensaje identificando al Dios de Israel, como el Dios de nuestros padres, quien es el mismo Dios de Jesús, a quien resucito: “El Dios de Abraham, y de Isaac, y de Jacob, el Dios de nuestros padres” (griego: patearon). E identifica a Dios con estos patriarcas para recordarnos que Abraham, Isaac, y Jacob son los progenitores, “padres”, la fuente originaria, la semilla fundante, del pueblo de Israel. Su siervo Jesús, Cristo, a quien el Dios de Israel “ha glorificado, como lo había prometido a su Hijo amado, Jesús”. Gloria que se refiere al señorío y la majestad de Dios. Gloria de Dios, revelada a la humanidad, principalmente de tres formas: En el tabernáculo y en el templo, a través de la presencia Divina; en obras mesiánicas de Salvación; y en el juicio. Gloria que Dios comparte con Jesús. Gloria de Dios y gloria de Cristo quien revela su presencia en nosotros y en la comunidad, en su obra salvadora y en el juicio. Pedro le habla al pueblo de Jesús de forma categórica: “Dios… ha glorificado a su siervo Jesús, al que ustedes entregaron y de quien renegaron ante Pilato, cuando había decidido soltarlo”, para mostrar que Jesús ha sido traicionado, entregado en manos de pecadores y matado como un criminal. Así deja claro ante la multitud que ellos fueron los responsables de la muerte de Jesús, el Mesías, al exigir que Pilato soltara a un asesino, Barrabás, y condenara a Jesús. Pero Pedro abre la puerta del perdón y advierte “más ahora, hermanos, sé que por ignorancia lo hicieron, igual que sus autoridades”, con lo que pasa del juicio a la gracia. Por lo que se concluye: Juicio sin gracia destruye, y, a la vez, gracia sin juicio es ‘gracia barata’, “el enemigo asesino de nuestra iglesia” (Dietrich Bonhoeffer, The Cost of Discipleship). Necesitamos el perdón de Dios y nuestro arrepentimiento. El Salmo 4, es una oración de la tarde, con invocación al “Dios de mi justicia” por quien “en paz me acuesto”, con la insistencia en que "Dios es el único necesario". La "confianza" en Dios está en abandonarse en el sueño, en el silencio de esta muerte aparente con la seguridad que vamos a despertar. San Juan, en su primera carta, nos presenta a Jesucristo, sacrificado por nuestros pecados, quien había advertido su muerte para “que se cumpliera todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas y Salmos…”, había invitado a guardar sus mandamientos, a ser fieles, como signo de que lo conocemos, y a amar y alabar a Dios con sentimientos de gratitud. San Lucas identifica al discípulo misionero, quien reconoce a Jesús y tiene un estilo de vida: de paz y alegría, de conversión y perdón, de encuentro y testimonio; diferente al mundo, que sigue el sistema anti-Dios, por lo que rechaza permanecer en Él y vivir como Él, como señales del auténtico cristiano, que cree que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios venido en cuerpo humano; obedece la Palabra de Dios; y que vive la paz y ama, perdona y sirve a los hermanos. Hasta a los mismos discípulos se les dificulta aceptar los acontecimientos de la pasión y muerte, creen que todo había terminado con la muerte del Señor; pero se encuentran con la sorpresa de Dios, al resucitar a Jesús, quien se les manifiesta en el camino de Emaús, en el cenáculo y otros lugares donde irrumpe para quitar el miedo y la pesadumbre e impulsarlos a ser testigos y anunciadores de la nueva verdad: ¡el Señor resucitó! Él quiere reconfortar a los suyos en la fe y que se tome conciencia de su presencia, de su compañía, por eso los invita a que lo toquen, a que le palpen sus heridas y le den comida. Come con ellos y les recuerda los momentos vividos para que se cumpliesen las Escrituras. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? El Señor Jesús ayuda a los discípulos a superar el miedo y terror, el espanto y la incredulidad. Les muestra las manos y los pies, diciendo: “¡Soy yo!”, y manda palpar el cuerpo, diciendo: “Porque un espíritu no tiene carne y huesos como veis que yo tengo.” Muestra sus manos y sus pies, porque en ellos están las marcas de los clavos. Cristo resucitado es Jesús de Nazaret, el mismo que fue muerto en la Cruz, y no un Cristo fantasma como imaginaban los discípulos viéndolo. Les pide palpar su cuerpo, porque la resurrección es resurrección de la persona toda, cuerpo y alma. Nada que ver con los griegos y la teoría de inmortalidad del alma o con la reencarnación. Dios, de forma maravillosa, cumplió en Jesús, su designio. Jesús, el enviado, desarrolló la mayor parte de su vida pública en la tierra, con sus discípulos, y les había anunciado todo lo relacionado con Él en las Escrituras, por eso ahora al hablarles les abrió el entendimiento y comprendieron lo sucedido. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? El Señor Jesús está presente entre nosotros, pero hoy encontramos opiniones diversas y contradictorias acerca del testimonio que damos los cristianos. Están los que dicen que estamos lejos de ser testigos, que nuestro comportamiento en lugar de ser buena noticia, por ser portadores de la Palabra de Dios, es muy dudoso, temeroso y tímido. Otros opinan que necesitamos experimentar su presencia resucitada para convertirnos y renovarnos, porque nos falta fe. Y están los que afirman que en la medida que reconocemos que su amor actúa en nuestras vidas y nos dejamos llenar de su Espíritu, podemos caminar día a día siendo testimonios vivos para otros hermanos. Este reconocer en nuestro camino al Resucitado, experimentarlo en nuestra vida, nos da el poder ser testigos, ser lámparas y senderos para anunciarlo, como el Mesías. Se trata, por tanto, de invitar a reconocerlo y confiar en su misericordia de Hijo de Dios; dejar las dudas y terror y, por el contrario, verlo y escucharlo en quienes esperan compasión; comprender las Escrituras y tener actitudes de misericordia en la oración y la acción, en la palabra y la vida y en la acogida y el trato; convertirnos y a agradecer el regalo de la salvación con una vida fraterna y solidaria, de perdón y paz; ser apóstoles de misericordia y hacer de los mandamientos vida que nos lleve a amar y servir a los otros y nos prepare para el encuentro definitivo con el Señor, y a vivir de fe y amor para tener fortaleza en la lucha y consuelo en las dificultades. Como la incredulidad y la duda se anidan en nuestro corazón, nos debilitan espiritualmente y nos confunden en las certezas de la fe, necesitamos colocar nuestra vida ante la presencia de Dios y su Hijo Resucitado, que es quien nos ayuda a superar todas las sombras, los vacíos y las fragilidades humanas, nos renueva con su poder y nos impulsa a ser testigos del amor revelado y a asumir nuestra misión como discípulos misioneros suyos. Uno de los modos de encuentro con Jesucristo, y que la celebración Eucarística debe fortalecer en nosotros, son los pobres. El Papa Francisco, en su visita a Colombia y concretamente en su intervención en el ángelus, en Cartagena, nos anima a descubrir cómo el Señor nos enseña y nos habla a través del ejemplo de los sencillos y de los que menos cuentan: “Son los pobres, los humildes, los que contemplan la presencia de Dios, a quienes se revela el misterio del amor de Dios con mayor nitidez”. (Ángelus y visita a la casa santuario de san Pedro Claver, Cartagena, 10 de septiembre 2017). II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Hermanos, nos disponemos a celebrar la Eucaristía en la que el Señor Jesús, que ha resucitado, se hace presente entre nosotros y nos invita a escuchar su Palabra, a compartir el pan y el vino, símbolos de unidad, para disfrutar de su paz y ser testigos de su resurrección, que nos motiva a vivir la vida nueva en Él y con Él. Participemos con fe y alegría. Monición a la Liturgia de la Palabra La Palabra de este domingo nos presenta el testimonio de quienes fueron testigos de la pasión, muerte y resurrección del Santo y del Justo, el autor de la vida, quien murió por nuestros pecados y los del mundo entero; a quien Dios resucitó de entre los muertos y quien es el Mesías, que está presente en nuestro caminar y nos invita a trabajar con amor y esperanza en la construcción de caminos de conversión y perdón, de esperanza y encuentro. Escuchemos con fe Oración Universal o de los Fieles Presidente: confiados en la presencia del Señor Resucitado y en su amor generoso, oremos a nuestro Padre, diciendo: R. Padre, hazme testigo fiel de fe y amor 1. Dios Padre, que, por medio de tu Hijo Jesucristo, nos llamaste a ser una sola familia, superando toda duda y división, bendice al Santo Padre Francisco y con él a toda la Iglesia, para que unidos sirvamos a los que nos envías. Oremos. 2. Bendice, Padre, a las autoridades, para que sepan solucionar los conflictos, no con la fuerza de las armas, sino con el diálogo constructivo: Oremos 3. Acompaña con tu misericordia, Padre, a los desplazados, los migrantes, los perseguidos a causa de la justicia, para que todos logren el respeto de sus vidas y sus derechos. Oremos 4. Padre, bendice las familias, presencia de tu amor y signo de la unidad en Iglesia, para que tengan espacios de oración común y, unidas en la fe y la caridad, hagan de sus hogares ambientes de acogida fraterna. Oremos. 5. Señor, bendícenos a nosotros, aquí presentes, que hemos escuchado: “Mujer, qué grande es tu fe, que se cumpla lo que deseas”, para que seamos solidarios con los excluidos y los discriminados. Oremos En un momento de silencio presentemos nuestras intenciones personales Oración conclusiva Señor, tu nos dijiste “pedid y se os dará”, Escucha, pues, las súplicas de tu pueblo y fortalécelo con tus bendiciones. Por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén.

Jue 15 Abr 2021

Papa Francisco: La tarea esencial de la Iglesia es rezar y educar a rezar

Durante la audiencia general de este miércoles 14 de abril, el Papa Francisco destacó que la tarea esencial de la Iglesia es “rezar y educar a rezar” y advirtió que cuando el demonio “quiere combatir la Iglesia, lo hace primero tratando de secar sus fuentes, impidiéndoles rezar”. “La tarea esencial de la Iglesia: rezar y educar a rezar. Transmitir de generación en generación la lámpara de la fe con el aceite de la oración. Lámpara de la fe que ilumina… pero que solo puede ir hacia adelante con el aceite de la fe, por el contrario, se apaga. Sin la luz de esta lámpara, no podremos ver el camino para evangelizar; no podremos ver el camino para creer bien; no podremos ver los rostros de los hermanos a los que acercarse y servir; no podremos iluminar la habitación donde encontrarnos en comunidad... Sin la fe, todo cae; y sin la oración, la fe se apaga. Fe y oración juntos, no hay otro camino. Por esto la Iglesia, que es casa y escuela de comunión, es casa y escuela de fe y de oración”, explicó el Papa. En su catequesis dedicada al tema de “la Iglesia maestra de oración” el Santo Padre reconoció que “el hábito de la fe no es inmediato, se desarrolla con nosotros, no es rígido, crece, también a través de momentos de crisis y resurrecciones” y añadió que “de hecho, no se puede crecer sin momentos de crisis, porque la crisis te hace crecer. Es un modo necesario para crecer, entrar en crisis”. El Papa alentó a recordar las oraciones aprendidas durante la infancia en familia y, posteriormente, los encuentros con otros testigos y maestros de oración. Luego, el Santo Padre señaló que “la respiración de la fe es la oración: crecemos en la fe tanto como aprendemos a orar'' y agregó que “después de ciertos pasajes de la vida, nos damos cuenta de que sin la fe no hubiéramos podido lograrlo y que la oración ha sido nuestra fuerza. No solo la oración personal, sino también la de los hermanos y de las hermanas, y de la comunidad que nos ha acompañado y sostenido, de la gente que nos conoce y de la gente a la que le pedimos rezar por nosotros”. En esta línea, el Pontífice subrayó que en la Iglesia “florecen continuamente comunidades y grupos dedicados a la oración” y recordó a las personas que sienten “la llamada a hacer de la oración la acción principal de sus jornadas”. “En la Iglesia hay monasterios, conventos, ermitas, donde viven personas consagradas a Dios y que a menudo se convierten en centros de irradiación espiritual. Son centros de comunidad de oración que irradian espiritualidad. Son pequeños oasis en los que se comparte una oración intensa y se construye día a día la comunión fraterna. Son células vitales, no solo para el tejido eclesial sino para la sociedad misma... Rezar y trabajar en comunidad lleva adelante el mundo, es un motor”, afirmó. En este sentido, el Papa explicó que “todo en la Iglesia nace en la oración, y todo crece gracias a la oración” y alertó que “cuando el Enemigo, el Maligno, quiere combatir la Iglesia, lo hace primero tratando de secar sus fuentes, impidiéndoles rezar”. “Por ejemplo, lo vemos, en ciertos grupos que se ponen de acuerdo para llevar hacia adelante cambios en la vida de la Iglesia, todo es organización, los medios que informan, pero la oración no se ve, no se reza: ‘debemos cambiar esto, debemos tomar esta decisión que es un poco fuerte’. Es interesante la propuesta, es interesante, solo con discusiones, solo con los medios, pero ¿dónde está la oración?”, advirtió el Papa. De este modo, el Santo Padre resaltó que “la oración es la que abre la puerta al Espíritu Santo quien es quien lleva hacia adelante. Los cambios en la Iglesia sin oración no son cambios de Iglesia, son cambios de grupo” y añadió que “si cesa la oración, por un momento parece que todo pueda ir adelante como siempre, por inercia, pero poco después la Iglesia se da cuenta de haberse convertido en un envoltorio vacío, de haber perdido el eje de apoyo, de no poseer más la fuente del calor y del amor”. Fuerza de los santos Por otro lado, el Papa destacó que la fuerza de los santos es la oración quienes “sacan siempre del ‘pozo’ inagotable de la madre Iglesia. Con la oración alimentan la llama de su fe, como se hacía con el aceite de las lámparas. Y así van adelante caminando en la fe y en la esperanza”. “Los santos, que a menudo a los ojos del mundo cuentan poco, en realidad son los que lo sostienen, no con las armas del dinero, del poder, de los medios de comunicación, sino con las armas de la oración”, dijo el Papa. En esta línea, el Santo Padre reconoció que “las mujeres y los hombres santos no tienen una vida más fácil que los otros, es más, ellos también tienen sus problemas que afrontar y, además, a menudo son objeto de oposiciones”. Finalmente, el Papa indicó la importancia de rezar con perseverancia, sin cansarse, pues “la lámpara de la fe estará siempre encendida sobre la tierra mientras esté el aceite de la oración. La lámpara de la verdadera fe de la Iglesia estará siempre encendida sobre la tierra mientras esté el aceite de la oración. Es lo que lleva hacia adelante la fe, lo que lleva hacia adelante nuestra pobre vida, débil, pecadora”. Por ello, el Santo Padre invitó a preguntarnos: “¿rezo? ¿rezamos? ¿cómo rezo? ¿rezo como los loros o rezo con el corazón? ¿cómo rezo? ¿rezo seguro que estoy en la Iglesia y rezo con la Iglesia o rezo según mis ideas y hago que mis ideas sean ‘oración’? Esa es una oración pagana, no cristiana”. Audiencia general del Papa Francisco [icon class='fa fa-download fa-2x'] DESCARGAR AQUÍ[/icon] Tomado de: Agencia católica ACIPRENSA

Jue 15 Abr 2021

Inicia el proceso de escucha de la Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe

La Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe ha iniciado el proceso de escucha a todo el Pueblo de Dios con el objetivo de generar diversos diálogos y actividades que “serán el hilo conductor de todo el proceso de discernimiento hacia y durante la Asamblea” y se extenderá hasta la mitad del mes de julio. De hecho, el Papa Francisco expresó en su saludo inicial a la 1era. Asamblea Eclesial que “la Iglesia se da al partir el pan, la Iglesia se da con todos sin exclusión y una asamblea eclesial es signo de esto de una Iglesia sin exclusión”. Esta escucha, como parte del proceso de la Asamblea, es esencial para animar lo expresado por el Santo Padre, y por ello pedimos intensamente el apoyo de todos y todas. Mauricio López, coordinador del Comité de Escucha, aseguró que “aspiramos a tener una plena y amplia participación de todo el pueblo de Dios que peregrina en América Latina y el Caribe, para que esta Asamblea sea una verdadera celebración de nuestra identidad eclesial al servicio de la vida”. López añade que “este evento quiere ser una expresión genuina de una presencia que acoja las esperanzas y anhelos de todas las personas que conforman la Iglesia, Pueblo de Dios, especialmente en este tiempo de profunda crisis”. Podrán participar todos los hombres y mujeres de la Iglesia. Frente a ello “la coherencia con el anuncio del Evangelio de Jesús será el gesto vivo que dará relevancia a nuestro proceso, y debemos escuchar atentamente los gritos de los empobrecidos y de la hermana madre tierra en este tiempo de Pandemia por el Covid-19 y de todas las demás pandemias de inequidad y exclusión que este momento revela”. ¿Cómo participar en el Proceso de Escucha? El proceso de escucha se desarrollará a través de actividades comunitarias y contribuciones individuales, con registros realizados mediante el uso de una plataforma de colaboración en línea, en el sitio web de la Asamblea Eclesial, en su sección “ESCUCHA” en el siguiente enlace (https://asambleaeclesial.lat/escucha/). Es muy importante, por motivos de identificación de la diversidad de los y las participantes y por seguridad en el registro, que todas las personas se inscriban en el enlace antes mencionado, y para ello un equipo está disponible para asistir en todo lo que se necesite a través del correo escucha@asambleaeclesial.lat Podrán participan todas las mujeres y hombres que conforman la Iglesia en América Latina y el Caribe que quieran aportar su palabra y testimonio por medio de tres modalidades, todos disponibles en el enlace ofrecido anteriormente: 1. Las comunidades o grupos que se organizan para responder a las preguntas que propone el cuestionario de participación grupal. 2. Una persona también puede subir su aporte en el módulo de participación personal.En estas dos formas de participación existe la posibilidad de avanzar poco a poco en su aporte (es decir, ingresar en diversas ocasiones hasta culminar su aporte), por lo que tienen la opción de grabar parcialmente sus aportes, y al terminar enviarlos según las funciones de la plataforma. 3. Una tercera forma de participación es la organización y participación en foros temáticos (pueden ser sincrónicos o asincrónicos, es decir, en tiempo real de manera virtual o a lo largo de un periodo específico a través de una plataforma digital) en los que se promueve la reflexión más profunda sobre temas de especial preocupación e importancia para nuestro caminar como iglesia latinoamericana y caribeña. Si el tema que se quiera reflexionar no se encuentra en el listado ofrecido por la propia Asamblea, podrán también comunicarse a escucha@asambleaeclesial.lat, para proponerlo y organizarlo conjuntamente. Consideraciones para este tiempo de participación Animamos mucho a que las comunidades y grupos eclesiales diversos organicen espacios de escucha comunitarios de forma sincrónica (en tiempo real mediante plataformas virtuales o presenciales con todos los cuidados requeridos en estos tiempos de Pandemia) y asincrónica (con un periodo para añadir aportaciones). Además, en cada Conferencia Episcopal existe una comisión organizadora nacional que promoverá la participación de todo el pueblo de Dios que peregrina en su territorio particular. También participarán en la animación de este proceso las diferentes redes e Instituciones pastorales latinoamericanas (CLAR, Cáritas, redes eclesiales territoriales y temáticas, entre otras). Insistimos en que el registro necesario de las personas será confidencial y solo con fines estadísticos. No se publicará la autoría de las personas o grupos, a menos que lo autoricen de manera directa y explícita. Insumos para la Escucha Se ha puesto a disposición dos valiosos insumos para profundizar en el Proceso de Escucha, los cuales están ya disponibles en la sección ESCUCHA del sitio web de la Asamblea que ya se ha compartido. En primer lugar, el Documento para el Camino, donde se profundiza en algunos aspectos de la realidad que “nos interpelan como discípulos misioneros en esta hora de la historia”, a la luz del documento y la experiencia de Aparecida. En este Documento para el Camino podrán encontrar de manera más ampliada los fundamentos teológicos, históricos, bíblicos a la luz de diversos documentos de la Iglesia Universal como de las Conferencias de Obispos de América Latina y el Caribe. “Será una ayuda para el diálogo y el discernimiento personal y comunitario, suscitando muchas contribuciones del Pueblo de Dios en la escucha recíproca y las deliberaciones comunes. Es un documento para animar y abrir los diálogos”, acotó López. También está disponible la Guía Metodológica en la que podrán encontrar toda la información necesaria para participar en la escucha, y lo concerniente a las actividades comunitarias, grupales y foros temáticos, y las individuales. Recordemos la importancia de la escucha al Pueblo de Dios en lo que el propio Papa Francisco nos expresa en su Constitución Apostólica Episcopalis Communio (No. 7): “el proceso sinodal tiene su punto de partida y también su punto de llegada en el Pueblo de Dios, sobre el que deben derramarse los dones de gracia derramados por el Espíritu Santo”. Para acceder a los boletines de prensa de la Asamblea Eclesial [icon class='fa fa-download fa-2x'] INGRESE AQUÍ[/icon] : Fuente: Comité comunicaciones de la Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe

Mié 14 Abr 2021

Iglesia en Antioquia continúa apoyando la tarea del sector educativo

Las Escuelas Populares Eucarísticas (EPE), obra educativa de la Iglesia Arquidiocesana de Medellín, viene recibiendo desde el pasado 12 y hasta el 20 de abril la donación de paquetes educativos por parte de la Editorial Norma. Se trata de un total de 4.194 unidades entregadas a 1.392 niños, niñas y adolescentes de los barrios populares de la ciudad. El plan lector que están recibiendo los estudiantes incluye productos nuevos de la Editorial, el paquete contiene las guías Norma de Lenguaje y Matemáticas, además de la Obra plan lector. Conjuntamente con los estudiantes favorecidos se hace entrega de 138 paquetes a los docentes de las E.P.E y se realizará la capacitación a los orientadores para generar una estrategia completa y eficaz. Este plan permite ver el resultado de las alianzas estratégicas entre los diversos sectores empresariales para continuar promoviendo la obra educativa de la Iglesia Arquidiocesana en los barrios populares de la capital antioqueña. Las Escuelas Populares Eucarísticas favorecidas son: E.P.E Santa Ángela, ubicada en la Vía San Pedro; E.P.E Camilo C. Restrepo, del barrio Trinidad; E.P.E Arzobispo Tulio Botero Salazar, de Buenos Aires; E.P.E Julio C. Hernández del barrio Popular N° 1 y la E.P.E Zoraida Trujillo del barrio Santander. Tanto estudiantes y docentes de preescolar, primaria, secundaria y media de las E.P.E. hacen parte de la ejecución de esta estrategia que busca contribuir a la transformación social desde la Iglesia Arquidiocesana. Esta obra educativa une esfuerzos para contribuir a la formación de los menos favorecidos de la ciudad, en esta ocasión, con la ayuda de la Editorial Norma, con la generosidad como su política de acompañamiento a la labor de la Iglesia. Fuente:Escuelas Populares Eucarísticas (EPE), Arquidiócesis de Medellín

Mié 14 Abr 2021

Orar por la fraternidad

Por: Mons. Fernando Chica Arellano -En palabras de Guillermo de San Teodorico, “la oración es el afecto del hombre que se une con Dios, un cierto diálogo tierno y familiar, un estado de la mente iluminada para gozar de Dios todo el tiempo que le es permitido” (Mons Dei, 179). Sabido lo cual, como ha hecho en otros documentos previos, el Papa Francisco termina Fratelli Tutti con dos oraciones, una dirigida al Creador (abierta, pues, a todos los creyentes) y otra formulada en términos trinitarios y, así, explícitamente cristiana y ecuménica. Propongo que nos detengamos en los siguientes párrafos en las dos plegarias que coronan la tercera encíclica del Santo Padre y, de este modo, seguir profundizando en la amistad social y creciendo en la fraternidad universal. La Oración al Creador comienza así: “Señor y Padre de la humanidad, que creaste a todos los seres humanos con la misma dignidad, infunde en nuestros corazones un espíritu fraternal”. Desde la convicción del señorío único de Dios en la creación, de su común paternidad para con todos los seres humanos y, por tanto, de la dignidad inviolable de cada persona, la oración pide que recibamos el espíritu fraternal en lo más hondo de nuestras personas. Desde ahí, continúa la plegaria: “Inspíranos un sueño de reencuentro, de diálogo, de justicia y de paz. Impúlsanos a crear sociedades más sanas y un mundo más digno, sin hambre, sin pobreza, sin violencia, sin guerras”. Obsérvese que, en estas frases, hay un triple movimiento armónico. Se mueve, primero, entre el sueño y la realidad, entre la utopía y la concreción. Bascula, en segundo término, entre la fuerza de Dios (“inspíranos”) y el compromiso humano (“impúlsanos a crear”). Combina, finalmente, una visión más positiva, que habla de reencuentro, diálogo, justicia y paz, con una visión que subraya los elementos más negativos: hambre, pobreza, violencia, guerra. Concluye la oración con esta súplica: “Que nuestro corazón se abra a todos los pueblos y naciones de la tierra, para reconocer el bien y la belleza que sembraste en cada uno, para estrechar lazos de unidad, de proyectos comunes, de esperanzas compartidas. Amén”. En este punto hay que recordar que la encíclica Fratelli Tutti comienza señalando las sombras de un mundo cerrado (cap. 1), para después invitar a pensar y gestar un mundo abierto (cap. 3), que requiere un corazón abierto al mundo (cap. 4). No puede extrañar, por tanto, que esta oración pida a Dios que nos abra el corazón. Como tampoco sorprenden las demás demandas orantes: que veamos la belleza de toda persona que encontramos en el camino (cap. 2), que veamos eso mismo en pueblos y naciones (cap. 5), que acojamos el diálogo y la amistad social (cap. 6), que busquemos caminos de reencuentro (cap. 7), que reconozcamos el papel de las religiones para construir la fraternidad en el mundo (cap. 8). Por su parte, la Oración cristiana ecuménica arranca con una intensidad llamativa: “Dios nuestro, Trinidad de amor, desde la fuerza comunitaria de tu intimidad divina derrama en nosotros el río del amor fraterno”. Hay toda una corriente del Amor divino, que fluye en el seno trinitario por toda la eternidad, y que se derrama abundantemente sobre nosotros, en forma de amor fraterno. Recordamos las palabras que Jesús dirigió a la mujer samaritana en el pozo de Siquén: “El que beba del agua que yo quiero darle, nunca más volverá a tener sed. Porque el agua que yo quiero darle se convertirá en su interior en un manantial que conduce a la vida eterna” (Jn 4, 14). Y, en otro momento, el mismo Jesús prometió: “Si alguien tiene sed, que venga a mí y beba. Como dice la Escritura, de lo más profundo de todo aquél que crea en mí brotarán ríos de agua viva” (Jn 7, 37-38). Pues bien, ahí encontramos el río de amor fraterno que tanto anhelamos y necesitamos. Prosigue la oración: “Danos ese amor que se reflejaba en los gestos de Jesús, en su familia de Nazaret y en la primera comunidad cristiana. Concede a los cristianos que vivamos el Evangelio y podamos reconocer a Cristo en cada ser humano, para verlo crucificado en las angustias de los abandonados y olvidados de este mundo y resucitado en cada hermano que se levanta”. La referencia primigenia es la vida de Jesús y, concretamente, sus gestos y acciones, su cercanía solidaria a los más abandonados y, así, su apertura al amor universal y encarnado. Queremos que toda comunidad cristiana y la Iglesia en su conjunto sea un reflejo de este modo de actuar. Inspirado en el texto de Mt 25, 31-46 (“tuve hambre y me distéis de comer…”), la oración pide un aumento de nuestra capacidad contemplativa, para reconocer a Cristo en los sufrimientos de los excluidos pero, también, en la fuerza que habita en cada hermano pisoteado que logra levantarse. Es importante descubrir que, en la perspectiva del Papa Francisco, petición y abandono descansado del orante en las manos de Dios van de la mano. Como recuerda Olegario González de Cardedal, “la súplica intensa y confiada a Dios y el desasimiento confiado y pacífico en sus manos son igualmente esenciales. Sin la primera, Dios quedaría reducido a una lejanía impersonal y descuidada del hombre; sin el segundo, el hombre se elevaría sobre Dios, pretendiendo ser soberano de sus designios” (El quehacer de la teología, Salamanca 2008, 175). El Sumo Pontífice concluye esta plegaria ecuménica con una invocación a la Tercera Persona de la Santísima Trinidad: “Ven, Espíritu Santo, muéstranos tu hermosura reflejada en todos los pueblos de la tierra, para descubrir que todos son importantes, que todos son necesarios, que son rostros diferentes de la misma humanidad que amas. Amén”. Hay aquí un precioso eco del acontecimiento de Pentecostés (la hermosura del Espíritu reflejada en todas las naciones del orbe, con los rostros diferentes de una humanidad amada por Dios) y, fruto de ese asombro contemplativo, una invitación al compromiso: todos los pueblos son importantes, todos son necesarios. Ojalá nunca lo olvidemos. Mons. Fernando Chica Arellano Observador Permanente de la Santa Sede ante la FAO, el FIDA y el PMA