Vie 15 Ene 2021
El hombre responde al llamado de Dios a través de la obediencia a su Palabra
SEGUNDO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Enero 17 de 2021
Primera Lectura: 1S 3,3b-10.19
Salmo: 40(39),2+4ab.7. 8-9.10 (R. cf. 8a.9a)
Segunda Lectura: 1Co 6,13c-15a. 17-20
Evangelio: Jn 1,35-42
I. Orientaciones para la Predicación
Introducción
La Palabra de Dios de este domingo nos presenta:
• A Dios quien, a lo largo de la historia, siempre ha llamado a personas concretas para que cooperen en su misión de salvar a la humanidad.
• El hombre responde al llamado de Dios a través de la obediencia a su Palabra.
• Cuando Dios llama, prepara a su elegido y lo envía en su nombre, a predicar el Evangelio
1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura?
La Palabra de Dios afirma que Dios, a largo de la historia, llama a personas concretas para que le colaboren en su proyecto de salvación universal. Es el caso del llamado de Dios a Samuel en la primera lectura, y del llamado de Jesús a Juan y Andrés, en el relato del Evangelio.
Samuel es ayudado por el sacerdote Elí, que le enseñó cómo responder al Señor. Juan y Andrés eran discípulos de Juan el Bautista, él les muestra al Cordero de Dios. De lo anterior, podemos deducir que la experiencia de la vocación, viene mediada por personas, que el mismo Dios pone en el camino, para que indiquen el camino que lleva hacia Él.
La Palabra de Dios también nos muestra que para que la vocación llegue a buen término es necesario estar atentos a la voz de Dios para corresponderle con prontitud. Sólo quien escucha a Dios puede responderle debidamente.
Al final de la primera lectura la Palabra nos dice que Samuel crecía y que el Señor estaba con él. También al final del relato del Evangelio se nos muestra que los dos discípulos fueron con Jesús, vieron dónde vivía y se quedaron con Él. Todos estos detalles van estrechamente unidos en la experiencia vocacional de cada persona.
Además, la Palabra confirma la alegría que sienten aquellos que son llamados por Dios. Es un gozo profundo que llega al corazón y que no se olvida, marca la vida y la divide en dos etapas: el antes del llamado de Dios y el a partir del llamado de Dios.
2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad?
La Palabra de Dios, propuesta para hoy, nos dice que Dios nos llama con nombre propio para algo grande. Cada persona es llamada continuamente por Dios. El primer y permanente llamado es siempre a estar con Jesús, a ser sus amigos, a disfrutar de su compañía, a conocerle y amarle cada vez más.
La Palabra pide un corazón dócil y humilde como el de Samuel, para poder experimentar profundamente el llamado de Dios. Juan y Andrés también seguían con rectitud de corazón a Juan Bautista, estaban fascinados por el ejemplo de su santidad, austeridad y veracidad, ellos, como Samuel, experimentaron la llamada divina en sus vidas.
Samuel dijo a Dios: Habla Señor que tu siervo escucha. Juan y Andrés dijeron al Señor: ¿Maestro dónde vives? Esto indica que a Dios se le responde con sinceridad. Es necesario escuchar a Dios y obedecerlo.
Todos tenemos vocación, todos somos llamados por Dios a vivir con Él y para Él. Quien escucha el llamado de Dios y lo sigue goza de la compañía de Dios y crece en gracia y sabiduría. Es lo que dice la primera lectura cuando afirma que “Samuel crecía, y el Señor estaba con él”.
La experiencia personal de ser llamado por Dios marca definitivamente el corazón, la persona es sellada profundamente por el amor de Dios, es algo que no se olvida y que se recuerda con detalles y con fascinación. Así lo vivieron Juan y Andrés. Al respecto el evangelista nos dice que “fueron con Él, vieron dónde vivía y pasaron aquel día con él. Eran como las cuatro de la tarde”.
Cuando se recuerdan con fuerza los detalles, por ejemplo, la hora en que Juan y Andrés estuvieron con Jesús en su casa, cuando el corazón y la memoria retienen con fuerza natural estas cosas, es porque esa experiencia ha tocado el alma y la ha transformado, sucedió algo grande que cambió la vida, que le dio sentido, que la llenó de gozo, los ojos del alma son iluminados con el resplandor de la verdad y ya no se tiene miedo ni duda alguna. Se ve claro por dónde ir, a quién seguir.
La Palabra nos recuerda que Dios ha llamado a muchas personas a colaborar en su misión. La vocación es el llamado de Dios a su servicio. El Concilio Vaticano II afirma que todos somos llamados a la santidad, esta es la vocación fundamental que brota del bautismo. San Juan Pablo II nos dijo que todos estamos llamados a la santidad y a la misión, que “el verdadero misionero es el santo” (RM 90).
El Papa Francisco nos pide con insistencia ser “callejeros de la fe”, ser una Iglesia en salida misionera. Para lograrlo es necesario dejarse “captar” por Jesús, dejarse cautivar por Él, abrirle espacio en nuestra vida, dejarnos amar, perdonar y transformar por su misericordia infinita. Es indispensable seguirlo y estar con Él. Son maravillosas las palabras de EG 120 que nos animan a ser auténticos misioneros desde el encuentro sencillo y profundo con Jesús: «Todo cristiano es misionero en la medida en que se ha encontrado con el amor de Dios en Cristo Jesús; ya no decimos que somos “discípulos” y “misioneros”, sino que somos siempre “discípulos misioneros”. Si no nos convencemos, miremos a los primeros discípulos, quienes inmediatamente después de conocer la mirada de Jesús, salían a proclamarlo gozosos: “¡Hemos encontrado al Mesías!” (Jn 1,41)». Jesús nos pide abrir el corazón para escucharlo.
Samuel estaba en el Templo. Es necesario ir al Templo al encuentro con Dios, visitarlo y adorarlo en el Sagrario, participar fructuosamente de la Eucaristía que es la fuente y la meta de toda la vida cristiana; es Cristo mismo quien nos alimenta con su propio Cuerpo y Sangre. No nos dejemos robar la alegría de encontrarnos con Cristo en la Eucaristía, no nos dejemos robar la alegría de escuchar a Cristo en la lectura orante de la Palabra, tanto de modo personal como comunitario.
3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo?
Todo encuentro con Jesucristo transforma la vida, es un encuentro espiritual que orienta totalmente la vida hacia Dios y hacia el servicio a los demás.
La misión es la consecuencia lógica que brota del encuentro con Cristo. La escucha atenta de la Palabra de Dios, siempre genera un compromiso misionero. El Papa Francisco nos dice que tenemos que ser cristianos que salimos a la calle, que abandonemos el confort y las propias seguridades para comunicar a los demás el amor de Cristo que hemos recibido.
El corazón del espíritu misionero es el amor a Jesucristo. Para amar a Cristo es necesario habituarse a estar en su presencia para escucharlo, seguirlo y obedecerlo. En todas las circunstancias y etapas de la vida necesitamos escuchar a Dios, nunca dejemos de ser discípulos, de lo contrario no seremos misioneros del Señor.
Cristo pide familias que sean escuelas de santidad, a ejemplo de la familia de santa Teresita del Niño Jesús. Siempre debemos promover una atención pastoral de calidad para los niños. De allí lo fundamental que es acompañar y animar a los padres de familia a ser los primeros y constantes catequistas de sus hijos.
II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles
Monición introductoria de la Misa
Nos encontramos unidos para vivir el encuentro con el Señor Jesús, el Cordero de Dios, para reconocerlo, escucharlo y anunciarlo con voz de júbilo.
Dispongámonos a celebrar con fe y esperanza.
Monición a la Liturgia de la Palabra
En los pasajes de la Palabra que vamos a escuchar encontraremos cómo nuestra relación con Dios es profunda, él nos llama, nos recuerda que somos su templo y que nos invita a buscarlo y reconocerlo como el Cordero de Dios que nos motiva a ir y ver dónde mora. Escuchemos con atención y recogimiento.
Oración Universal o de los Fieles
Presidente: Reunidos para celebrar el Día del Señor, plenitud de la revelación del amor de Dios Padre, presentamos nuestras oraciones, diciendo:
R. Señor Jesús, escucha y ten piedad
1. Oremos por nuestra Iglesia colombiana y por la Iglesia universal, para que, unida al Papa Francisco en la caridad, siga comunicando con valentía la presencia de Jesús que nos llama a seguirlo y ser sembradores de esperanza, justicia y paz. Roguemos al Señor.
2. Oremos por nuestros pastores, obispos, sacerdotes, diáconos e integrantes de las comunidades de vida apostólica y vida religiosa para que, imitando la prudencia, la mansedumbre y la bondad de Jesús, hagan crecer en la fe, la caridad y la esperanza a cuantos les han sido encomendados. Roguemos al Señor.
3. Oremos por los gobernantes de las naciones y las autoridades civiles y militares, para que, movidos por el espíritu de servicio, construyan con sabiduría y honestidad caminos de unidad y de reconciliación. Roguemos al Señor
4. Oremos por las familias, para que, con caridad, modestia y castidad, permanezcan unidas en el gozo de la fe y alienten el entusiasmo por una vida de amor a Dios y amor entre esposos y hermanos. Roguemos al Señor.
5. Oremos por los enfermos, presos y secuestrados, para que Cristo los sane, les conceda la libertad, los colme de esperanza de vida, y premie y glorifique a quienes han muerto en su misericordia. Roguemos al Señor.
Oración conclusiva
Señor,
acoge las oraciones que confiados te presentamos
por mediación de Jesucristo,
quien vive y reina por los siglos de los siglos.
R. Amén