Pasar al contenido principal

Iglesia

Mié 25 Nov 2015

LV Banquete del Millón 2016

La Corporación Minuto de Dios (CMD), como ya es tradición, realizará esta noche la versión No 55 del banquete del millón, cuyo propósito ha sido el de buscar el desarrollo de las comunidades colombianas. Al evento, en el cual se conmemorará los 60 años de emisión ininterrumpida del programa El Minuto de Dios, asistirán el presidente, Juan Manuel Santos; la primera dama, María Clemencia Rodríguez de Santos; el nuncio apostólico, Ettore Balestrero; la Señorita Colombia 2015–2016 y algunas candidatas de ese certamen. Cabe recordar que el año anterior la CMD aportó, con la ayuda de las alianzas y las donaciones de los colombianos, un total de 9.853 viviendas intervenidas, 68.702 personas atendidas en programas sociales y 2.277 beneficiarios con crédito y capacitación, entre otros servicios sociales. Durante la ceremonia se entregarán dos reconocimientos especiales a quienes se han vinculado de manera decidida al Banquete del Millón y con el programa de televisión El Minuto de Dios. Los colombianos pueden unirse a este evento a través de www.minutodedios.org donando desde 5.000 pesos para apoyar los proyectos o también lo pueden hacer adquiriendo los bonos de 200.000, 500.000 y un millón de pesos que ofrece El Minuto de Dios. Lugar: Salón Rojo – Hotel Tequendama – Bogotá D.C Fecha: 26 de noviembre de 2015 Hora: 6:00 pm

Mié 25 Nov 2015

¿Sobrevivirá el cristianismo en el medio oriente?

Por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo – Los medios de comunicación nos angustian cada día con la tragedia que viven más de 25 millones de católicos en Medio Oriente, donde son víctimas de graves persecuciones y sufren en condiciones de extrema pobreza. Las comunidades cristianas en Egipto, Irak, Israel, Jordania, Líbano, Palestina, Irán, Turquía y Siria son las más antiguas de la Iglesia Católica y están padeciendo mucho por la guerra, la injusticia, la inestabilidad económica, las convulsiones políticas y las enormes dificultades que soportan, hasta el punto que muchos católicos han sido martirizados y otros están huyendo hacia otros lugares. De esta manera, la presencia cristiana en esta zona, que se remonta a los orígenes mismos de la Iglesia, está desapareciendo bajo la presión del fundamentalismo islámico. Ya se anuncia que en pocos años prácticamente no habrá cristianos viviendo en Belén, Nazaret y Jerusalén, ciudades vinculadas a la vida de Jesús donde la mayoría de la población era cristiana y ahora es musulmana. Los cristianos en el territorio palestino eran el 15% de la población en 1950; hoy sólo llegan al 2%. En Irak, de 2003 a hoy, los cristianos han bajado de 1.200.000 a 300.000. En Mosul, por primera vez en 1900 años, no se celebra la Eucaristía. Así mismo, con medios violentos, se procura que todos los ciudadanos sean musulmanes en Egipto, Arabia Saudita, Sudán, Irán y Afganistán. El Papa Francisco ha denunciado repetidamente este aterrador genocidio, sin que sus palabras tengan verdadero eco en la gran prensa y en la actuación de los gobiernos. La cristianofobia va en aumento. El Estado Islámico, al igual que otras milicias fundamentalistas, vincula el cristianismo con el "enemigo occidental", aunque se trate de comunidades afincadas en Medio Oriente desde antes del nacimiento del Islam. Expulsarlos de sus tierras, secuestrarlos o matarlos es parte de la gran guerra que se propusieron librar. Consideran que todos los cristianos son apóstatas e impuros y que hay que acabar con ellos porque hace 1400 años que resisten la orden de convertirse al Islam. Los católicos no podemos quedarnos indiferentes frente a esta injusta y escalofriante situación. Por eso la Santa Sede, a través de la Comisión para América Latina, nos propone algunos medios oportunos para estar cerca de estos hermanos nuestros que pasan por atroces sufrimientos. La primera tarea que se requiere es informar y sensibilizar a los fieles para generar una estrecha comunión y una ayuda permanente con la oración a estas comunidades del Medio Oriente. Es también la ocasión para acoger el llamado que surge del dolor de estos mártires a superar la superficialidad y el aburguesamiento y vivir el don de la fe con coherencia y valentía. De otra parte, se sugiere que el próximo 8 de diciembre, cuando se inicia a nivel mundial el Año de la Misericordia, se haga una colecta para ayudar especialmente a los cristianos que quedan en Siria e Irak. Así que ruego a las parroquias e instituciones que tengan a bien hacerlo, que promuevan esta “obra de misericordia”. Igualmente, esta dolorosa situación que vive la Iglesia debe motivarnos a suplicar el espíritu misionero, para que el Señor suscite el celo apostólico de sacerdotes, religiosos y laicos para ayudar en aquellos países donde es más difícil el anuncio del Evangelio o que ahora corren el riesgo de quedar sin la debida asistencia pastoral. Finalmente, es preciso recordar que no existe sólo la persecución de los cristianos por la violencia física y la tortura. Hay otro tipo de persecución anticristiana no menos insidiosa. “Persecución sutil” la llama el Papa Francisco. Se trata de una actitud cada vez más difundida de marginar de los espacios públicos a quien profesa su fe; de suprimir los símbolos y celebraciones de los cristianos; de imponer en las legislaciones y costumbres de los pueblos, que han tenido en su configuración una inspiración cristiana, prácticas que van abiertamente contra la dignidad humana, la defensa de la vida y la estabilidad del matrimonio y la familia. Definitivamente, es hora de madurar en la fe y de estar preparados para la prueba. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Lun 23 Nov 2015

Post Aborto

Por: P. Raúl Ortiz Toro - Soy hombre. Soy sacerdote. Pero sé que es el aborto. “No tienes útero, ni familia, deja de meterte en lo que no sabes” me gritó una mujer en un foro hace un par de años cuando defendía el tema de la vida humana desde la concepción. Y ante estas insinuaciones siempre he tratado de responder sereno. Porque sí sé de qué estoy hablando. Estoy absolutamente convencido del estatuto de persona del embrión humano; es una convicción que no es mía ni de la Iglesia Católica sino de la naturaleza misma de las cosas. No existe un solo momento en el que podamos decir que la nueva vida que surgió de la unión de los dos gametos sea algo distinto a una persona humana. En ese proceso no hay saltos cualitativos de la esencia: no comienza siendo una célula indiferenciada de un animalito cualquiera y luego, a las doce semanas, ¡abracadabra! Aparece un ser humano. No. Todos fuimos mórula. Lamentablemente, el estatuto de persona del embrión humano ya poco entra en discusión de la ética laicista; parece que ésta ya no juzga importante preguntarse si un embrión es una persona humana, sino salvaguardar los derechos sexuales y reproductivos de la mujer que, por supuesto, son un gran logro (salud, información, equidad, seguridad, etc) pero que exageradamente han ampliado sus linderos hasta la justificación de la muerte, en nombre de una libertad y autonomía falaz: “No importa a quién abortas; lo que importa es que decidas si quieres o no abortar”. Y en esta lógica, el indefenso, la criatura en camino, siempre sale perdiendo. Tengo conocimiento de causa y, en general, todos los sacerdotes conocemos de primera mano las tristes consecuencias de este crimen. Las horas que hemos pasado en el confesionario lo confirman. En mi caso, he recibido lo mismo a mujeres con grandes cargos de conciencia que a mujeres desprevenidas de cualquier juicio moral, pero en ambas la tristeza es la misma. También he recibido hombres, familiares, personas que callaron o hicieron poco por evitarlo, cómplices directos e indirectos, entre ellos farmaceutas, médicos y enfermeras. Tengo en mi mente muchos rostros. Rostros de tristeza, de desolación, de pesimismo ante la vida, de desesperanza. He tenido que secar lágrimas, animar a la sanación espiritual, insistir en que Dios no castiga como un padre inmisericorde sino que espera la conversión hasta un decidido apostolado de Defensa de la Vida. Es cierto que el síndrome post aborto golpea con mayor fuerza a las personas religiosas; pero en mi experiencia me he dado cuenta de que las personas irreligiosas también padecen remordimiento a su modo. Sé que el argumento del síndrome post aborto no es considerado “científicamente” una causa para prohibir el aborto; pero si tan solo se considerara el derecho del indefenso a tener una oportunidad de vida, a recibir la vida como don y oportunidad, las cosas cambiarían. Sé también que la solución no es solamente decir: “Está mal. Es pecado. Es un crimen”. La solución está más en la formación sexual que las familias deben brindar a los hijos invitando a saber administrar el don de la sexualidad sin reducirlo a simple genitalidad. Y la realidad del aborto es por ello una triste consecuencia de la crisis de las familias. En Colombia, la sentencia C-355 de 2006 despenalizó el aborto en tres casos específicos; ahora hay una verdadera cruzada para legalizarlo completamente. El Fiscal piensa que hasta el tercer mes de gestación podría ser legal; el Ministro de Salud va, irresponsablemente, más allá, argumentando que las dificultades para legalizarlo son de carácter procedimental. En entrevista con el diario El Tiempo (14 de noviembre de 2015) se expresa así, mientras leo con terror: “Yo estoy de acuerdo con el aborto legal. Creo además que el tema normativo está casi resuelto y la jurisprudencia de la Corte es suficientemente amplia. Los obstáculos para el aborto legal no son normativos: tienen que ver con el desconocimiento de los derechos ya existentes, con los prejuicios culturales y con la falta de capacidades en el Estado”. Se vienen días duros para la defensa de la vida. P. Raúl Ortiz Toro Docente del Seminario Mayor San José de Popayán rotoro30@gmail.com

Vie 20 Nov 2015

Estampas del Pasado

Por: Mons. Gonzalo Restrepo - Somos frutos del pasado. Llevamos la estela del pasado donde quiera que vamos. Desde el día de nuestro nacimiento, más aún, desde nuestra gestación en el seno materno, iniciamos una historia, un tejido de acontecimientos y de anécdotas que se fueron sucediendo en el tiempo y que hoy pertenecen al pasado. No debemos vivir apegados al pasado. Eso sería dañoso y sin mucha utilidad. Pero, lo que sí podemos hacer es “recordar” para “vivir”. Recordando el pasado podemos alegrarnos o entristecernos, llenar nuestro corazón de buenas razones para seguir o desanimarnos y no querer adelantar. Lo que nunca podemos hacer es negar nuestro pasado. Ese ya fue así y no lo podemos cambiar. Algunas estampas del pasado podrían servirnos de aliciente y de entusiasmo en este momento de nuestra historia: Recordemos cuando éramos niños. Tal vez podemos recordar cuando comenzamos a dar los primeros pasos, las primeras caídas. O tal vez recordemos la cuna donde dormíamos. Y más adelante cuando jugábamos y cuando con mamá y papá salíamos a dar una vuelta. Recuerdo muy bien la plaza del pueblo, la tienda, la botica, los correos, la escuela, el liceo. Y también recuerdo al bobo y al loco del pueblo, personas que todos conocimos y quisimos. Algunas veces fuimos al matadero a ver cómo inmolaban los animales. Del cementerio tenemos un recuerdo triste y melancólico. En aquellos tiempos todos nos conocíamos y sabíamos donde vivíamos. Recuerdo la casa de mis abuelos, inmensa y solariega, acogedora y pacífica. No olvido el animero cuando en el mes de las ánimas (en noviembre), todas las mañanas elevaba una plegaria por los difuntos yendo de esquina en esquina del pueblo. Las semanas santas, las navidades y los Corpus son fiestas inolvidables. Allí se daba cita todo el pueblo. Salía la banda del pueblo y desfilaban los colegios y las escuelas con sus estandartes y sus bandas de guerra. Recorríamos todo el pueblo y sabíamos perder el tiempo. Cuando empezaron los timbres, disfrutábamos tocando timbres y corriendo a escondernos. Todos los días salíamos para la escuela, nuestro segundo hogar. Recordemos nuestros primeros profesores y nuestra maestra, aquélla que nos enseñó las primeras letras. En la escuela aprendimos a ser amigos, hacíamos travesuras y disfrutábamos con poca cosa. Siempre fuimos muy felices a pesar de que no olvidamos los regaños y los castigos que nos ponían. Unas veces nos ponían a escribir páginas enteras con una sola frase. Otras veces nos colocaban frente a la pared dando la espalda a todos los compañeros. En varias ocasiones nos hicieron colocar las palmas de las manos y allí nos estamparon varios reglazos. Comprábamos minisigüi y recortes, tomábamos agua de las llaves, nos mojábamos y corríamos por todas partes. Nos burlábamos de todo el mundo. Hicimos trampas y algunas veces nos propusimos ser los mejores del grupo para tener el honor de izar la bandera y ser aplaudidos. Eran los tiempos de antes. Había paz y tranquilidad. La gente se sentaba largas horas a charlar y a departir. No teníamos los afanes de ahora. Las señoras cosían y se dedicaban a sus hogares; en cambio los señores trabajaban fuertemente y en el hogar no faltaba nada. La familia podía reunirse toda entera todos los días. Almorzábamos y comíamos juntos. Unidos rezábamos el rosario y, en ocasiones, teníamos veladas de cuentos, historias, risas y hasta espantos. Pero, esos tiempos han pasado, y ahora sólo nos queda el recuerdo grato de ellos. Nuestro presente tendría que ser mejor. No lo desperdiciemos para que en el futuro tengamos ganas de recordarlo y evocarlo como lo hacemos hoy con los tiempos pasados. + Gonzalo Restrepo Restrepo Arzobispo de Manizales

Vie 20 Nov 2015

Iglesia pide más información de plebiscito por la paz

El presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia, monseñor Luis Augusto Castro Quiroga, señaló que todos los colombianos deben tener claridad frente al plebiscito por la paz que viene impulsando el Gobierno. “Espero que me expliquen bien qué es eso del plebiscito, que me aclaren el contexto de los 30 o más puntos que se discuten en la Habana, Cuba, para entender no solo el plebiscito sino otras cosas que pueden ser importantes y muy útiles. Todavía se tienen que explicar si son constitucionales y si están aprobadas por la justicia internacional, entonces quiero manifestar esta inquietud antes de hablar de este mecanismo”, indicó el prelado. En diálogo con la W Radio el también arzobispo de Tunja, resaltó la importancia de que la estructura del proceso de paz siga siendo lo suficientemente sólida, “yo sé que el proceso de paz debe estar bien cimentado y que no haya ninguna cosa mal hecha por chiquita que sea, no puede suceder como los space de Medellín, que por una columnita se vino todo abajo, eso hay que tenerlo en cuenta para entender si el plebiscito es correcto en términos jurídicos constitucionales”. Monseñor Castro Quiroga reafirmó la disposición de la Iglesia ante las diferentes solicitudes de las partes, para ayudar a consolidar un proceso de paz que busque siempre la reparación de todas las partes. El propósito del Gobierno es que el próximo año los colombianos acudan a las urnas para respaldar el proceso de paz y para ello acudirá al mecanismo del plebiscito. Donde buscará someter a consideración del pueblo colombiano el Acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera. Foto: Tomada de Internet

Mié 18 Nov 2015

“No pueden con las orejas y andan comprando candongas”

Por: Mons. Juan Carlos Ramírez Rojas - Afirmó Magdalena Holguín en un artículo de opinión en agosto del 2009 “los colombianos viviríamos mejor si existiera realmente un “Estado de Derecho”, en el que se pudiera confiar en la aplicación de la ley”. Indudablemente. La credibilidad en las instituciones se vería fortalecida si cada uno de los entes del Estado se dedicara con disciplina, con amor de patria a hacer bien lo que la constitución y las leyes les asigna, y se respetaran los límites de las funciones del legislativo, ejecutivo y judicial y el dinamismo de la corresponsabilidad les permitiera asumir la tarea del bien común. Como esto no sucede, da la impresión que se vive a la cacería del protagonismo mediático, incluso querer poner mantos de sombras sobre la negligencia o más aún, tapar la paquidérmica gestión en el cumplimiento de lo que se debe hacer, aparecen propuestas que son como adefesios que vestidos de argumentos de “avanzada” le quieren quitar al verdadero desarrollo un concepto amplio, complejo y extenso de lo que es el hombre en su ser y misión. Si el ente acusador se dedicara a erradicar la impunidad, el país caminaría hacia el encuentro de la verdad verdadera; muchos de los asesinatos de personas que por su trabajo e incidencia nacional fueron víctimas del conflicto armado, sus familias tendrían la verdad del por qué la muerte violenta de los suyos; tantas masacres, terror, devastación, desplazamientos forzados, desarraigo, secuestro, el daño causado a los niños, adolescentes y jóvenes; la muerte de millones de colombianos no sería un elemento más del conflicto sino el reconocimiento de una debilitada estructura de justicia; la corrupción con más brazos que un pulpo…todo lo anterior sumado, da como resultado un índice muy alto e imperdonable de impunidad. Las cifras de la impunidad en Colombia son aterradoras; esta se ha mantenido en un porcentaje cercano o superior al 90 por ciento. Estudios señalan que, sólo 20 de cada 100 delitos se denuncian, y de éstos 14 prescriben y mientras tanto en un foro manejado desde una perspectiva ideológica amañada, surge como el Leviatán del mediterráneo, la propuesta de “despenalizar el aborto en las 12 semanas de gestación”, esa era la pepa que le faltaba a la maraca de la impunidad en Colombia. Y como a falta de pan, buenas son tortas, en el citado foro, el servidor de la cartera de salud lanzó la solución a los problemas de la salud del país adelantando que el medicamento Mifepristona podrá ser adquirido con la misma facilidad que el acetaminofén tan pronto sea aprobado por el INVIMA, pero no dijo que efectivamente acaba con aproximadamente el 96% de los embarazos. Mientras tanto el sistema de salud está en urgencias esperando que se solucionen sus problemas que se han profundizado por la falta de voluntad política para tomar decisiones de fondo como: considerar a la salud como un derecho fundamental y no como un negocio en manos del legislativo, generar una reforma estructural del sistema, mejorar la vigilancia y control del mismo, y sancionar a los corruptos. Es evidente que el modelo de salud está basado en la “competencia regulada”, que considera a la salud como un negocio y no como un derecho fundamental, por esta razón las utilidades priman frente a la equidad, la atención oportuna y con calidad a las necesidades de la población. Dónde está la solución frente al pago oportuna de las EPS a los hospitales; muchos de ellos en estado terminal por la ausencia de una cultura responsable de pago. El país espera una reforma a la salud que fomente la cultura de la prevención, y no la que oficializa la integración vertical y permite el monopolio de las EPS, con la distribución de su presencia regional, repartiéndose las zonas donde operarán sin competencia. Esperamos la solución al problema de los medicamentos en Colombia y los precios inflados que hacen más difícil la situación de los enfermos. En síntesis, lo que afirmó Juan Gossaín (24.03.2012). “Hay que decirlo sin anestesia: el sistema colombiano de salud ha muerto. Lo mataron la corrupción, la politiquería y la codicia”. ¡Dios bendito! Tanto que tienen que hacer en lo que les corresponde y andan buscando ser legisladores, “no pueden con las orejas y andan comprando candongas”. Mons. Juan Carlos Ramírez Rojas Ecónomo-Director Financiero

Mar 17 Nov 2015

El “Gigante adormecido”

Por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo – El 18 de noviembre se conmemoran cincuenta años del decreto Apostolicam Actuositatem del Concilio Vaticano II. En el conjunto de los 16 documentos del Concilio, este decreto significó una gran novedad. El tema de los laicos, en efecto, ya se había tratado en las constituciones Lumen Gentium y Gaudium et Spes, pero se vio la necesidad de subrayar, de un modo específico, la tarea apostólica que les corresponde. Como ha dicho el Papa Francisco, en el mensaje con motivo de este aniversario, el anuncio del Evangelio no está reservado a unos pocos “profesionales de la misión”, sino que “debe ser el anhelo profundo de todos los fieles laicos”. El Concilio, afirma el Papa, “no considera a los laicos como si fueran miembros de segundo orden, sino como discípulos de Cristo, que, en virtud de su bautismo y de su inclusión natural en el mundo, están llamados a animar cualquier entorno, cualquier actividad y relación humana con el espíritu del Evangelio”, llevando “la luz, la esperanza, la caridad recibida de Cristo”. Piensa, además, que este documento es un acontecimiento de gracia, que presenta “una nueva forma de considerar la vocación y la misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo”, donde “participan, a su manera, de la función sacerdotal, profética y real del mismo Cristo”. Los laicos son la inmensa mayoría de los fieles en la Iglesia. Nada menos que el 95% del Pueblo de Dios, el 17% de la población mundial; lo que equivale a más de mil cien millones de personas bautizadas que viven en diversos grados de pertenencia y adhesión, de corresponsabilidad y participación en la vida de la Iglesia. Refiriéndose a esta realidad, un padre en el Sínodo sobre los laicos hablaba del “gigante adormecido”. Nos falta mucho para que esta multitud de laicos vivan la alegría y la responsabilidad del bautismo y asuman su misión evangelizadora en la sociedad contemporánea caracterizada por grandes y rápidas transformaciones. Después de cincuenta años de la conclusión del Concilio, debemos seguir reflexionando sobre la vocación propia de los laicos y debemos continuar buscando que realicen eficazmente su misión. Ellos son la Iglesia en el corazón del mundo. Los fieles laicos, como discípulos y misioneros de Cristo, están llamados a encontrar a Dios en el mundo, en la vida ordinaria de sus familias, en el trabajo cotidiano, en los fenómenos de la vida social y cultural a los que se encuentran integrados. Es allí donde deben, como testigos, hacer presente a Cristo. Los laicos no pueden demorar más el tener conciencia de la llamada que han recibido a la santidad y al apostolado en el mundo. El Concilio Vaticano II señaló una percepción teológica de lo que es el laico y a lo que está llamado: un seguidor de Cristo que desde su realidad humana, llena de responsabilidades y retos seculares, vive su fe e invita a otros a vivirla. En esta perspectiva, algunos desafíos concretos para la misión de los laicos son: testimoniar el Evangelio del matrimonio y de la familia en la vida de cada día; afrontar el tema fundamental de la educación en esta hora en la que hay crisis de verdad y de vida; comprometerse con las situaciones de inequidad, de violencia y de pobreza que viven amplios sectores de la población; aportar en la promoción del bien común en el ámbito de la política y de la transformación social. Para que los laicos puedan vivir su vocación y su misión es preciso que logren una adecuada y completa formación; nadie puede vivir y dar lo que no tiene. Los laicos deben llegar a un conocimiento profundo de Cristo, a una relación personal con él, a una vida nueva desde él, a una pasión por sembrar su Evangelio en el mundo. Es una formación que debe estar informada por una sólida y equilibrada espiritualidad a partir de la Palabra de Dios y de la Liturgia. Es una formación que debe hacerlos capaces de interactuar con los hombres de nuestro tiempo siendo luz y sal en el mundo. Cuánto lograríamos si el “gigante” despertara. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Vie 13 Nov 2015

Amar y respetar la vida naciente

Por: Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez - “Algunos intentan justificar el aborto sosteniendo que el fruto de la concepción, al menos hasta un cierto número de días, no puede ser todavía considerado una vida humana personal. En realidad, «desde el momento en que el óvulo es fecundado, se inaugura una nueva vida que no es la del padre ni la de la madre, sino la de un nuevo ser humano que se desarrolla por sí mismo. Jamás llegará a ser humano si no lo ha sido desde entonces. A esta evidencia de siempre la genética moderna otorga una preciosa confirmación. Muestra que desde el primer instante se encuentra fijado el programa de lo que será ese viviente: una persona, un individuo con sus características ya bien determinadas. Con la fecundación inicia la aventura de una vida humana, cuyas principales capacidades requieren un tiempo para desarrollarse y poder actuar»”. Estas son palabras de Juan Pablo II, en la histórica encíclica Evangelium Vitae, el Evangelio de la vida, en el n. 60. Sólo este párrafo bastaría para entender la improcedencia de la propuesta de legalización del aborto de manera abierta y sin restricciones en Colombia. De nuevo se ratifica el avance de la cultura contra la vida y contra la familia que se está consolidando en tantos lugares del mundo, y de manera dramática en nuestro país. Uno de los puntos de partida argumentados ahora, es la discriminación de la mujer embarazada cuando no tiene acceso al aborto. Acaso, podemos preguntarnos, ¿no es un acto agresivo de discriminación eliminar una vida que está madurando, un ser que es el más indefenso de los indefensos, por el hecho de defender el derecho personal de una mujer a “administrar” su propio cuerpo, como lo dicen las defensoras de estos llamados derechos? El Papa y la ciencia son muy claros al afirmar, hay que repetirlo, que un feto es “una nueva vida que no es la del padre ni la de la madre, sino la de un nuevo ser humano que se desarrolla por sí mismo”. Por otro lado, nuestra experiencia de pastores, que atendemos con tanta frecuencia a mujeres que han sido víctimas del aborto, porque en el fondo a eso se llega pues tiene efecto de boomerang, podemos afirmar que al realizar esta acción, no sólo se elimina una vida inocente, sino que se elimina durante toda la vida la paz y la tranquilidad del alma y la conciencia de quienes lo realizan. No es sino preguntar a mujeres, que en su momento creyeron justas y válidas las razones para abortar hace 10, 20, 30 y hasta 40 años, para confirmar el daño que ellas mismas se han hecho. La humanidad entera, sea cual sea su credo o confesión religiosa, deberá en todo momento defender la vida naciente, pues de lo contrario, estaremos poniendo las bases de nuestra propia destrucción. PS. No deja de ser curioso y hasta doloroso, que haya grupos, campañas y castigos jurídicos, para defender la naturaleza, los árboles y animales, también ellos seres indefensos, y se propicien leyes para eliminar la creatura más excelsa de la creación, como el ser humano, con el crimen del aborto. +Luis Fernando Rodríguez Velásquez Obispo Auxiliar de Cali