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Liturgia

Vie 18 Sep 2020

V Congreso Internacional de Liturgia y Pastoral

Con el ánimo de conocer la realidad pastoral y las necesidades de una sólida formación litúrgica, que ayude a vivir de una forma auténtica la fe en los creyentes, el Área de Liturgia de la Arquidiócesis de Medellín y la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia Bolivariana (upb), realizarán el 1 y 2 de octubre la quinta versión del Congreso Internacional de Liturgia y Pastoral. Según lo expresan sus organizadores el Congreso de Liturgia busca "proponer a los fieles una reflexión teológica sólida y pastoral sobre Palabra de Dios en la Liturgia (...) para que los asistentes comprendan que la Palabra de Dios es esencial y por qué la Liturgia Cristiana se realiza, proclama y predica desde la Palabra en la que Dios se manifiesta en la historia". Expositores nacionales e internacionales, acompañarán este congreso, que está dirigido a sacerdotes, religiosos(as), diáconos y laicos que dinamizan la pastoral litúrgica en jurisdicciones eclesiásticas y parroquias. En la lista de ponentes se encuentran Pbro. Dr. Jesús Antonio Weisensee (Ponente de la FEBlC – México) y el sacerdote Tadeo Albarracín (Bogotá) El evento, organizado por la Universidad Pontificia Bolivariana y la Arquidiócesis de Medellín, cuenta con el apoyo de la Conferencia Episcopal de Colombia. La inversión será de $30.000, este valor se considera si desea obtener el certificado de asistencia y las memorias, de lo contrario se puede inscribir gratuitamente. Informes: Escuela de Teología, Filosofía y Humanidades de la UPB al teléfono: 321 803 00 94 o 3146697240 – Correo electrónico: ubaldo.bustamante@upb.edu.co y jacqueline.areiza@upb.edu.co [icon class='fa fa-download fa-2x'] Mayor información AQUÍ[/icon]

Mié 2 Sep 2020

“Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda tu alma, y con toda tu mente"

VIGÉSIMOTERCER DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO Septiembre 06 de 2020 Primera lectura: Ez 33,7-9 Salmo: 95(94),1-2.6-7ab. 7c-9 Segunda lectura: Rm 13,8-10 Evangelio: Mt 18,15-20 I. Orientaciones para la Predicación Introducción La Palabra de Dios en este domingo, día del Señor e inicio de la Semana por la paz, nos ofrece el tema de la conversión inicial y permanente de los hijos de Dios. La conversión inicial, en efecto, parte de la predicación que debe “poner en guardia al malvado”, pero se debe acompañar permanentemente con la llamada “corrección fraterna” y la mediación de la comunidad creyente; así no se deberá nada más que amor a los demás a ejemplo de nuestro Señor Jesucristo quien nos enseñó que el mandamiento mayor es “Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda tu alma, y con toda tu mente". Este es el mayor y primer mandamiento. El segundo es semejante a éste, Amarás a tu prójimo como a ti mismo. 1.Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? En el texto de Ezequiel, de la primera lectura, Dios le recuerda al profeta su responsabilidad de cumplir la misión encomendada de realizar su programa profético: ser centinela, escuchar a Dios y dar la alarma al pueblo para provocar la conversión. Su función se determina por ser canal de comunicación – oír y hablar –, oír a Dios y transmitir al pueblo, especialmente a los malvados, el mensaje que ha escuchado de parte de Dios, en ello se juega la vida y la muerte, la propia y la de los demás. El salmo contiene dos partes: un Invitatorio (vv. 1-7c) y una sección exhortativa a la fidelidad (cc. 7d-11). Los encargados del culto invitan a la asamblea, mediante este canto invitatorio, a que ingresen procesionalmente al santuario con las actitudes propias para este sublime momento: vítores, aclamaciones, acciones de gracias, bendiciones y postración. Luego, los exhorta a escuchar la voz de Dios para motivar así la fidelidad y la confianza en Dios, pastor de su pueblo. En la segunda lectura, el apóstol Pablo, dirigiéndose a la comunidad de Roma exhorta al amor como fundamento para fortalecer los comportamientos del creyente. El amor es, en efecto, el nuevo principio interior o nuevo mandato que debe unificar todas las acciones del creyente, los mandamientos encuentran en el amor su plenitud; y, por consiguiente, el cristiano está en capacidad de cumplirlos por la vivencia del amor, por ello es la única deuda en su relación con los demás. Esto no es un invento paulino, sino que es la puesta en práctica de las enseñanzas de Jesús, pues cuando, en un pasaje del evangelio, un fariseo le preguntó sobre el mandamiento mayor, Él respondió: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda tu alma, y con toda tu mente". Este es el mayor y primer mandamiento. El segundo es semejante a éste, Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos penden la Ley y los Profetas” (Mt 37-40) El pasaje del evangelio está dentro del llamado discurso eclesial de Jesús (18, 1-35), en el que Jesús aborda temas de la vida de la comunidad cristiana; instruye, sobre todo, a los responsables de la asamblea – la Iglesia – sobre el estilo de vida que debe identificar la nueva comunidad creyente. La asamblea de hermanos, así define al otro, no está libre de pecado o errores, lo que la diferencia de otras realidades comunitarias es que al interno de ella los conflictos se resuelven de manera diversa a como los afronta el mundo; aquí en esta comunidad el error no solo afecta la realidad social sino la relación divina, por ello se han de solucionar mediante la reconciliación, el perdón, y aplicando la corrección fraterna para ganar y salvar al hermano, ese es el objetivo fundamental. Para realizar todo este proceso, en medio de la comunidad de hermanos debe imperar la oración con la certeza de la presencia de Jesús entre la comunidad orante. La corrección fraterna y la oración en común van vinculadas, no son dos temas separados. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? En los evangelios se ve claro que Jesús tuvo la intencionalidad de formar una nueva comunidad en la cual se transmitiera la Buena Noticia y aconteciera la gracia de la Salvación. Jesús formó esta comunidad con aquellos que él quiso y fue llamando para que estuvieran más cerca de él, a ellos les fue brindando, en muchas oportunidades, una formación particular, “a sus propios discípulos se lo explicaba todo en privado” (Mc 4,34). En Mateo esta comunidad viene definida como Iglesia (ekklesia), no es una comunidad cualquiera sino la Iglesia; a la cual Jesús dota de una responsabilidad para solucionar los conflictos (18, 15-20), que es el texto que este domingo se proclama. Es la comunidad la que, en últimas, tiene la palabra para resolver la situación de los hermanos en situación de pecado. Es importante precisar aquí que no es el único poder que Jesús da a la Iglesia, así, para tener una visión completa de su responsabilidad tendríamos que recurrir a muchas partes de los evangelios. En el pasaje de Mt 18, 15-20 podemos destacar algunos elementos. El miembro de la comunidad es un “hermano”, y aunque haya pecado sigue siendo hermano; la corresponsabilidad del creyente es salvar, ganar al hermano para Dios, a un hermano en forma particular no le corresponde el excluir al hermano, ni siquiera el testimonio de dos o tres, ellos son un eslabón del proceso, todo se hace para atraer a quien se ha apartado por el pecado. Quien tiene la facultad final es la Iglesia, ella tiene el poder de atar o desatar (v.18). La Iglesia tiene este poder, pero no lo usa a su antojo, sino que tiene como modelo último la misericordia infinita de Dios, siempre ha de recurrir a esta medida y para comprenderla debe orar siempre en comunión. El poder que aquí el Señor da a los discípulos encargados de la Iglesia es una extensión del ya dado a Pedro, “A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos” (Mt 16, 19. Atar y desatar designan la autoridad para decidir sobre las acciones que están permitidas o prohibidas, es el poder de determinar, en última estancia, si alguien está admitido o excluido de la Iglesia. La responsabilidad individual y comunitaria de la Iglesia está en la línea de la voz profética, cada uno desde el momento de aceptar a Jesús se convierte en profeta, ha de escuchar a Dios y comunicar su palabra a los hermanos. La corresponsabilidad está sobre el anuncio, la evangelización, el ganar a otros para Dios; también lo es en su oración en comunidad y en forma de plenitud cristiana su corresponsabilidad está en el amor. El amor vivido y donado a todos es lo que debe caracterizar a la comunidad creyente, es decir a la Iglesia. Estamos en el contexto de la Semana por la Paz, que inicia en este domingo, y que tiene como objetivo continuar adelantando acciones que nos inviten a seguir dando pasos para la construcción comunitaria de la paz y la reconciliación. Este fue el propósito del Papa Francisco en su visita a Colombia cuando nos dijo: «¡Demos el primer paso!», y que este primer paso sea en una dirección común. «Dar el primer paso» es, sobre todo, salir al encuentro de los demás con Cristo, el Señor. Por eso en este primer día de apertura de esta semana por la paz, demos el paso hacia la fe en Dios, renovando la gracia del don de la paz suplicando la bendición de Dios sobre nuestra familias y comunidades, con las mismas palabras de Jesús: “Que descienda la Paz sobre esta casa”, imitando, así, la bendición del papa Francisco a los fieles impartida, desde el Palacio Cardenalicio, para todo el pueblo colombiano, cuando también nos dijo: Quise venir hasta aquí como peregrino de paz y de esperanza, y deseo vivir estos momentos de encuentro con alegría, dando gracias a Dios por todo el bien que ha hecho en esta Nación y en cada una de sus vidas. 3.Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Oremos al Señor y supliquémosle por la Iglesia para que siga cumpliendo de manera misericordiosa el encargo dado por Jesús de animar para que todos sus hijos, asumamos el compromiso de la evangelización de ganar a muchos para Dios. Concretamente, en esta semana por la paz, roguemos por los pasos decididos y seguros que podamos dar en acercamiento a los hermanos, renunciando a la pretensión de ser perdonados sin perdonar, de ser amados sin amar, para que por caminos de la reconciliación busquemos el bien común, la equidad, la justicia, el respeto de la naturaleza humana y de sus exigencias. Todos somos responsables de que el amor de Dios sea conocido, aceptado y vivido por los hermanos que nunca han escuchado hablar de Jesús, por aquellos que un día escucharon, pero hoy viven alejados de la fe y por los que sí están comprometidos de forma activa en las realidades eclesiales, de este modo todos seremos artesanos de la paz que busca la reconciliación entre los hermanos. II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Hermanos con la certeza que somos la Iglesia del Señor Jesús, despertemos en nosotros esos sentimientos de identidad y compromiso católico y recordemos que el Señor ha prometido hacerse presente en medio de su comunidad, ahora en la Eucaristía, para acompañarnos y bendecirnos. Estamos en el contexto de la Semana por la Paz, que inicia en este domingo, y que tiene como objetivo continuar adelantando acciones que nos inviten a seguir dando pasos para la construcción comunitaria de la paz y la reconciliación. Este fue el propósito del Papa Francisco en su visita a Colombia cuando nos dijo: «¡Demos el primer paso!», y que este primer paso sea en una dirección común. «Dar el primer paso» es, sobre todo, salir al encuentro de los demás con Cristo, el Señor. Celebremos con inmensa alegría esta experiencia de encuentro con Jesús y oremos para que esta jornada por la paz traiga bendiciones divinas para nuestra comunidad. Monición a la Liturgia de la Palabra Hermanos, otra forma como el Señor se hace presente es en la voz de su Palabra; ante ella todo lo que se nos pide inicialmente es tener la capacidad de escuchar la voz del Señor. No perdamos esta oportunidad, estemos atentos a cada palabra de su mensaje y no endurezcamos el corazón. Escuchemos con atención la Palabra de Dios. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Elevemos nuestras súplicas a Dios nuestro Padre, con la certeza de que: “…donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, Yo estoy presente en medio de ellos.” Unámonos con fe, diciendo: R. Escucha Padre la oración de tu Iglesia 1. Te pedimos Padre, que bendigas y protejas a tu Iglesia, y la hagas fecunda en el ministerio de cada bautizado, de manera que engendre nuevos hijos para tu Reino y se suscite el llamado de vocaciones a la vida sacerdotal, religiosa y consagrada. 2. Te pedimos Padre, por quienes ejercen el poder de la autoridad en nuestro país, para que no se dejen contagiar por la corrupción, y que en todo asuman el compromiso de servir en bien de las comunidades. 3. Te pedimos Padre, por los enfermos y agonizantes a causa de la pandemia que acecha al mundo, para que por medio de sus dolores encuentren en la cruz de tu Hijo, el consuelo y el alivio a sus sufrimientos. 4. Te pedimos Padre, por las diversas acciones que se realizarán con motivo de la semana por la paz para que, con la asistencia del Espíritu Santo, nuestros hermanos, puedan escuchar la voz de la Iglesia que los llama al perdón, la reconciliación, al amor verdadero. 5. Te pedimos Padre, por cada uno de los que participamos de esta asamblea, para que afiancemos nuestra fe y asumamos la responsabilidad de nuestra salvación y la de los demás; y que este mes de la Biblia nos lleve a escuchar tu voz y asumir con responsabilidad la misión. En un momento de silencio presentemos a Dios Padre nuestras intenciones personales…. Oración conclusiva Dios, Padre de la paz y la reconciliación, que quisiste llamarnos a formar parte de tu familia, la Iglesia; escucha nuestra oración humilde y confiada, que te presentamos. Por Jesucristo Nuestro Señor. R. Amén

Mié 26 Ago 2020

La relación íntima y amorosa del creyente con el Señor brota de la iniciativa divina

VIGÉSIMOSEGUNDO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO Agosto 30 de 2020 Primera lectura: Jr 20,7-9 Salmo: 63(62),2.3-4.5-6.8-9 (R. 2b) Segunda lectura: Rm 12,1-2 Evangelio: Mt 16,21-27 I. Orientaciones para la Predicación Introducción En la Palara de Dios que se nos propone en este domingo, podemos individualizar tres ideas para la reflexión: • La experiencia de Dios en la vida del discípulo – misionero de frente a su realidad personal y comunitaria. • El verdadero seguimiento del Señor, incluyendo necesariamente la aceptación del auténtico mesianismo del Hijo de Dios, como se le pide a Pedro, debe superar toda idea preconcebida. • La voluntad de Dios se descubre mediante el discernimiento y tiene unas características bien definidas que incluye todo lo que es bueno, agradable y perfecto. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? En el libro de Jeremías encontramos diversos pasajes en los que el profeta refleja la experiencia de amor de Dios en su propia vida; en ellos el profeta desnuda su corazón y manifiesta sus sentimientos más profundos. Estos textos son conocidos como “las confesiones de Jeremías”, y que los expertos identifican cinco (Cf. 11,18 – 12,5; 15, 10-21; 17, 1-18; 18, 18-23; y 20, 77-18). La primera lectura de hoy es una sección de la quinta confesión en donde Jeremías atestigua la crisis interna que vivió en medio de su ministerio profético, y que, manifestado a modo de salmo de lamentación, refleja un amor herido o, en parte, decepcionado, pero con la certeza de que Yahvé es el Dios de la Gracia. Así, en efecto, el enamoramiento que describe como una seducción, de frente a la reacción de los que lo escuchan, lo convierte en objeto del “hazmerreir” de la gente, por lo que descubre que su mensaje no es lo que él quiere decir, pues al “gritar violencia – destrucción” entra en crisis porque la “palabra del Señor se le volvió oprobio” y su reacción lo induce a desistir de sumisión; pero finalmente experimenta que Dios y su Palabra siempre se imponen como fuego incontenible. El Salmo contiene una de las más bellas descripciones de la relación íntima y amorosa del creyente con Dios; en él se expresa, en efecto, el ardiente deseo de Dios; hay una cascada de acciones que reflejan esta realidad: madrugar, sed, ansia, contemplar, alabar, orar, bendecir, invocar…; todo apunta a señalar que no hay nada como estar con el Señor, unirse y sostenerse en él es saciarse de paz, gozo y alegría sin igual. Pablo es el enamorado de Dios, su vida es el Señor. Como experiencia y fruto y de este amor anima a los romanos y les dice “los exhorto por la misericordia de Dios” y quiere que esta comunidad lo comprenda; no lo mueve otro interés más que el amor. Inicia esta exhortación animando y orientando sobre el verdadero culto espiritual. Pablo, en esta carta, ya ha dicho que el ministerio apostólico es un culto dado a Dios, “Dios a quien tributo un culto espiritual anunciando la Buena Noticia de su Hijo…” (1,9), así se da culto concreto y de ello nace su compromiso por evangelizar, por dar culto a Dios con esa acción concreta, “de ahí mi ansia por llevarles el Evangelio… del cual no me avergüenzo…” (Cf. 1, 15-16). Por ello, Pablo exhorta a ofrecer la vida entera como ofrenda agradable; se trata de aceptar la Buena Nueva y convertirse en comunicador de ella, dar culto espiritual con todo el cuerpo anunciando la Buena Noticia del Hijo de Dios. El evangelio presenta el anuncio de Jesús sobre su sufrimiento, muerte y resurrección. Este primer anuncio de la pasión expresa su mesianismo en unas categorías que no eran las esperadas por el pueblo, el glorioso servicio del Mesías pasa por el doloroso camino del sufrimiento, muerte y resurrección. La reacción no se hace esperar, y Pedro, que no comprende este camino, se expresa diciendo: “¡No lo permita Dios, Señor, eso no puede pasarte!”; de su parte Jesús corrige, primero a Pedro, haciéndole un nuevo llamado a quitarse de enfrente y a colocarse de nuevo detrás de Él, al tiempo que le evidencia el motivo de su error, “pensar como los hombres y no como Dios”; luego la corrección se dirige también a sus discípulos clarificándoles las condiciones de su seguimiento: “negarse a sí mismo”, “cargar la cruz” y “seguirlo”. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? La relación íntima y amorosa del creyente con el Señor brota de la iniciativa divina; en efecto, Dios conquista al hombre suscitando en él una renovación y transformación de mente y corazón de modo que el que es tocado por esta acción divina ya no se ajusta a este mundo y sus ofrecimientos, sino que busca experimentar este amor que Dios le ofrece. Así el nuevo amado siente que su gozo, alegría y paz es vivir en la presencia de Dios, unido y sostenido por Él. Cuando de verdad el hombre se siente amado por Dios la vida cambia. Cuando esta experiencia del amor de Dios en la vida del creyente se fortalece y, por tanto, no se deja debilitar, el amado pronto comienza a darse cuenta que en esta relación amorosa hay una responsabilidad qué asumir, porque el amor que siente no puede guardarse, sino que, por el contrario, debe anunciarlo, y compartirlo con los demás, para ello Dios llama y concede carismas o responsabilidades sea como profeta, apóstol o discípulo; en términos de hoy, se trata de asumir el compromiso de ser “discípulo misionero” en el contexto del plan presentado por Jesús para el anuncio del Evangelio. Cuando el discípulo se compromete en su ser misionero, pronto comienza a percibir que el camino se hace tortuoso, similar al de Jesús, lo que realmente le exige renunciar a su forma de pensar, a no dejarse conquistar por el mundo; igualmente, ha de tener presente que en su camino diario es necesario el discernimiento para descubrir la voluntad de Dios y hacerla norma de su vida. En estas circunstancias el caminar para el discípulo se torna difícil porque aparecen diversas reacciones negativas de parte de quienes reciben el mensaje, pues no siempre es recibido con agrado, sino que, muchas veces, la actitud es de rechazo, burla, desprecio, indiferencia, lo que hace que, poco a poco, su grado de compromiso y respuesta se convierta en una cruz que, muchas veces, pesa; pueden surgir, entonces, sentimientos de miedo, angustia, frustración al pensar que se estaba mejor sin asumir estos compromisos en el seguimiento del Señor. Toda esta realidad muestra que muchos creyentes, como el profeta Jeremías, preferirían no acordarse más de Dios y, por tanto, callar y no hablar en su nombre o, como Pedro en el evangelio, afirmar que “eso no puede pasar”. Al confrontar, así, la identidad cristiana con los valores y compromisos del evangelio pueden surgir, entonces, las crisis causadas también por las diversas tentaciones a que están expuestos los diversos agentes de pastoral y que interrogan profundamente la vida del creyente. Cuánto exige asumir en la vida diaria el compromiso cristiano y misionero de seguir coherentemente el camino propuesto por Jesús. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Señor, no obstante, nuestros pensamientos, sentimientos y acciones haznos sentir que tu Palabra es fuego ardiente e incontenible dentro de cada uno de nosotros; que siempre tengamos pastores, como Pablo, que nos exhorten sobre el verdadero culto, el compromiso evangelizador y el discernimiento de la voluntad divina para no caer en lecturas fundamentalistas, fatalistas o superficiales del acontecer divino. Señor, queremos reflejar en nuestra vida de discípulos misioneros el auténtico seguimiento, por ello cada vez que erremos en nuestra forma de pensar y proceder, como pasó con la buena intención de Pedro, que nunca nos falte tu misericordiosa corrección; que tus exigentes palabras sean siempre acogidas por nosotros para que nos indiquen el camino a seguir y, como Pedro en su proceso de maduración en la fe, también podamos decir: “Señor, ¿a quién vamos a ir? Solo tú tienes palabras de vida eterna” (Jn 6,68). II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Hermanos, que alegría poder reunirnos como Iglesia para celebrar nuestra fe. Que vivamos este momento de gracia como momento íntimo de encuentro con el Señor, dejemos que él nos hable al corazón y aprendamos a ser en verdad discípulos misioneros de su gran amor. Participemos con fe y alegría. Monición a la Liturgia de la Palabra Hermanos, el Señor Dios nos va a hablar, su amor nos conquistará para que nos sintamos amados por él. Escuchemos con atención y dejemos que su amor se arraigue como fuego en nuestro corazón. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Padre bueno que nos has llamado a tu seguimiento, escucha los sentimientos y necesidades que se gestan en nuestros corazones. Supliquémosle con fe diciendo: R. Mi alma está sedienta de ti, Señor 1. Señor, que tu Iglesia sea fortalecida por hombres y mujeres que con valentía y entrega asuman la misión evangelizadora y que tu gracia nos dé abundantes vocaciones para el anuncio de tu reino. Oremos. 2. Señor, que los gobernantes de los pueblos reconozcan tu acción y se comprometan convenientemente en valorar adecuadamente la dignidad humana, en buscar mayor fraternidad, solidaridad y unión entre los hermanos. Oremos. 3. Señor, que quienes sufren angustias, problemas y enfermedades a causa de la pandemia que nos azota, puedan encontrar en tu palabra y la solidaridad de las personas la ayuda necesaria que fortalezca sus vidas y corazones con la certeza que tu amor siempre los acompaña. 4. Señor, mira con amor esta asamblea y concede a cada uno lo que más le convenga según tu voluntad En un momento de silencio, presentemos nuestras necesidades personales… Oración conclusiva Padre Santo, Acoge misericordioso las súplicas de este pueblo que busca y tiene ansia de tu salvación. Por Jesucristo Nuestro Señor. R. Amén

Jue 20 Ago 2020

Dios otorga el poder de atar y desatar

Predicación Orante de la Palabra VIGÉSIMOPRIMER DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO Primera lectura: Is 22,19-23 Salmo: 138(137),1-2a. 2bc-3.6+8bc (R. 80[79],18) Segunda lectura: Rm 11,33-36 Evangelio: Mt 16,13-20 I. Orientaciones para la Predicación Introducción La liturgia de la Palabra en este domingo nos presenta las siguientes ideas de reflexión: • Dios llama y la respuesta a su llamado implica un compromiso de vida. • Dios otorga el poder de atar y desatar. • El sentido de la misión y de la persona de Jesús: Mesías e Hijo de Dios 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? En el transcurrir de la historia de cada persona hay dos realidades que caminan juntas: la vocación y la misión, el llamado y la realización, y en ellas está presente la acción de Dios que es quien da la autoridad para vivir y servir al pueblo, además de la estabilidad y la permanencia en la misión. Desde el momento de la llamada de Dios al profeta Jeremías, vemos que lo compromete y, al entender y aceptar este llamado, él lo asume con valentía. La seducción a la que se refiere el profeta es precisamente el sentimiento de quien comprende cuál es el sentido de la misión a la que Dios lo llama. El profeta sabe que la tarea es difícil y complicada, dura y riesgosa, pero el amor por Dios es tan grande que lo compromete a aceptar a costa de todo, hasta de su propia vida; igualmente sabe que la fidelidad y el amor verdadero logran superar todas las dificultades que se le presenten. Así mismo, san Pablo, quien reconoce el llamado especial que Dios le ha hecho para anunciar la buena nueva a los gentiles, admira, alaba y agradece el plan salvador de Dios, quien dispone todo para el bien, tanto de los judíos, como de los paganos. Ante la soberanía y libertad de Dios, quien salva a todos los hombres, Pablo se siente envuelto en su relación de amor con Dios y desea que todos sus destinatarios se identifiquen con la misión y acojan así la voluntad de Dios, que asuman su misma actitud sin importar las consecuencias que se desprendan del compromiso asumido; de ahí que invite a los romanos a entregarse como ofrenda viva y agradable a Dios, hostias vivas, seguros que Él espera a cada uno de sus seguidores para darles el merecido premio al servidor fiel; esto va en consonancia con el Salmo 137, que canta el amor de Dios que perdura eternamente. El evangelio nos propone, en efecto, la escena de la confesión de fe de Pedro y del reconocimiento de la persona de Jesús y su misión, cuando exclama Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo. Jesús dirige a Pedro una bienaventuranza por esta revelación que ha recibido de Dios sobre su persona y su identidad, y lo confirma con la fuerza divina en la misión de ser Kefas: piedra o roca, sobre la que edificará la Iglesia, pueblo mesiánico reunido por Jesús, contra la que el poder del mal y de la muerte no podrán. Aunque Pedro es ensalzado por esta revelación y confesión, muy pronto Jesús lo reprenderá llamándolo “satanás,” por pensar según la lógica humana y no según los criterios de Dios. La misión de atar y desatar, como expresión de potestad, bajo el signo de las llaves, expresa la plena autoridad que recibe Pedro de Jesús para confirmar a los hermanos en la fe; y, a su vez, expresa la decisión de Jesús de otorgar el poder de atar y desatar a otras personas diferentes de las que, hasta entonces, teniéndolo y no habiéndolo ejercido en bien del pueblo de Dios, por el contrario, lo debilitaron en la fe y la misericordia de Dios. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? El modo de actuar de Pedro, que presenta el evangelio, manifiesta la grandeza y la debilidad de la persona humana en quien se conjuga lo divino y lo humano; por eso se descubre la necesidad de contar siempre con la fuerza de Dios, porque para comprender y cumplir la tarea que el Señor propone, hay que tener fe, ser valientes y arriesgarse confiados a realizar aquello que el mismo Jesús asumió y cumplió con valentía hasta su muerte en cruz. Y, por encima de todo, Pedro, con su revelación y con su miedo, es presencia visible de Dios y signo de unidad en la Iglesia. El documento de Aparecida nos recuerda que: “La misión del anuncio de la Buena Nueva de Jesucristo tiene una destinación universal. Su mandato de caridad abraza todas las dimensiones de la existencia, todas las personas, todos los ambientes de la convivencia y todos los pueblos. Nada de lo humano le puede resultar extraño” DA No. 380. De hecho, la violencia de las persecuciones, la muerte cruel, el abandono humano y la entrega total al sacrificio producen en las personas miedos y deseos de huir, por lo que encaminarse por esa senda “es travesía para valientes”; en efecto, las dificultades, el riesgo y el sacrificio que conlleva el seguimiento de Jesús, implica una entrega y un compromiso de vida. Eso es lo que Pedro ve y trata de evitar y por lo que Jesús lo reprenderá. Hoy el Señor nos invita a contemplar, en primer lugar, la forma como hemos asumido nuestra vocación y misión en respuesta al proyecto de vida; luego, a entrar cada uno en su interior y ver los detalles de fidelidad o cobardía en el compromiso de seguimiento del Señor Jesús. De otra parte, también el Señor nos motiva en concreto a que, especialmente en este tiempo de pandemia, analicemos, seamos sensibles y actuemos sin temores en favor de las personas que sufren a causa de los males que son consecuencia de las diversas formas de violencia ejercidas contra los más débiles, la violencia que se vive en los hogares, en el trabajo y en la sociedad. Estas realidades que vivimos deben movernos a solidarizarnos, de uno y otro modo, con los que están necesitados de nosotros para que podamos vivir nuestra vocación y demos respuesta al Señor de la misión que se nos ha confiado de ser constructores de su Reino. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Señor tu Palabra es vida y alegría en nuestro caminar, es fortaleza y exigencia en nuestra decisión de ofrecer lo mejor que nos has dado, con la seguridad que nos ayudas a ser fieles en la entrega, a obedecer y a administrar bien la autoridad, a reconciliarnos y dar y recibir el perdón que nos ofreces. Danos la fortaleza y la sabiduría para reconocerte, seguirte con fidelidad y entregarnos con amor a acoger, animar y servir a quienes comparten nuestro caminar. II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Nos reunimos para compartir la presencia de Dios en nuestras vidas, para escuchar su Palabra que nos revela la presencia salvadora de Jesús que nos da vida, y para celebrar en comunidad la vida de la Iglesia, en unidad con la persona de Pedro y su representante el Papa Francisco, sobre cuya roca está construida la Iglesia. Dispongámonos para celebrar con fe y esperanza. Monición a la Liturgia de la Palabra La Palabra que vamos a escuchar nos invita a tener una actitud de reconocimiento de la presencia divina y cómo todo procede de Él, también la autoridad y poder, que da a quienes elige para que comprometan su vida en el servicio en bien de la comunidad que cree y espera. Abramos nuestra vida a la luz y misericordia que Dios nos ofrece en su Palabra que ahora se nos proclama. Escuchemos con atención. Oración Universal o de los Fieles. Presidente: Señor, tu palabra nos ilumina para reconocerte como nuestro Dios y Salvador, por eso con confianza presentamos nuestras peticiones al Padre, diciendo: R. Hijo de Dios vivo, escúchanos 1. Por la Iglesia, para que acompañada por tu Espíritu y en unidad con el Papa Francisco, viva en fidelidad a Jesucristo y se sienta siempre reconfortada en los momentos difíciles. Oremos. 2. Por los Gobernantes de las naciones, para que por tu gracia puedan trabajar unidos durante esta pandemia para promover la justicia y el cuidado especial de los pobres y vulnerables. Oremos. 3. Por las familias, Iglesia doméstica, especialmente las que tienen problemas y dificultades, para que encuentren en la Palabra de Dios luz, paz y fortaleza. Oremos. 4. Por los enfermos, de modo especial por los que se encuentran en estado terminal y los que se sienten solos en el final de su vida, para que experimenten tu presencia salvadora y la paz que les ofreces en la compañía de sus familiares y amigos. Oremos. 5. Por todos los cristianos, para que sepamos reconocer tu presencia en los acontecimientos y realidades de la vida cotidiana y demos testimonio de tu amor con nuestras actitudes de vida. Oremos 6. Por nosotros, nuestros familiares, amigos y personas con quienes compartimos nuestra vida y trabajo, para que sepamos seguir sin miedo el camino que nos conduce a reconócete y vivir la inmensa alegría de tu presencia salvadora entre nosotros. Oremos. Oración conclusiva Padre nuestro que nos has revelado a tu Hijo, acoge la oración que te dirigimos confiados en tu inmensa bondad. Por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén

Mié 1 Jul 2020

“Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré”

Predicación Orante de la Palabra DECIMOCUARTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO Primera lectura: Za 9,9-10 Salmo: 145(144),1-2.8-9.10-11.13cd-14 (R. 20[19],7) Segunda lectura: Rm 8,9.11-13 Evangelio: Mt 11,25-30 I. Orientaciones para la Predicación Introducción El profeta Zacarías, anunciaba desde antiguo que el Mesías de Israel llegaría lleno de humildad y que sus obras estarían orientadas a la vida y la reconciliación. Esto se cumple claramente en la persona de Jesús de Nazaret, quien da a conocer al Padre, y por quien los pobres, y en ellos todos los hombres, tienen la posibilidad de conocer al Padre. Pero, para pertenecer al Reino, es indispensable poseer actitudes fundamentales que identifiquen a sus miembros. Así, en efecto, la Palabra de este domingo invita a ser pobres y humildes siguiendo a Jesús, para que, de este modo, se ejercite el desprendimiento y la sencillez; dichas actitudes no son privilegios ni condiciones que unos tienen y otros no, es, más bien, una vocación que todo hombre debe pretender y aprender. En su enseñanza continua sobre las características de la vida comunitaria el Evangelio de San Mateo coloca, este domingo, delante de nuestros ojos, una de las páginas más bellas y significativas al Reino de Dios al se entra por la puerta de la pequeñez y apertura constantes. Como se ha dicho, se trata de una página realmente fundamental de la Iglesia, tal como san Mateo la presenta, básicamente por dos razones: • Ante la condición de ser humildes para colocarse en el camino del plan de Dios, es necesario dejar todas aquellas actitudes que destruyen desde dentro el ideal cristiano: autosuficiencia, rivalidad, falso conocimiento de la voluntad de Dios, etc. • Se invita a encarnar la condición de pobreza que se traduce en disponerse a vivir con y en Dios. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? En la Palabra que se nos ha ofrecido en el evangelio de hoy, Jesús ora al Padre diciendo: “Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a los pequeños”. Dios, en efecto, ha desvelado su secreto, pero los sabios según el mundo ni quieren ni saben cómo entender. Sólo a todos los que en el mundo han sido sencillos, sólo a ellos les ha querido revelar Dios sus secretos, porque “así le ha parecido bien” … Cuantas veces en el mundo actual escuchamos expresiones como ¡qué cansado, agobiado estoy! y se busca el descanso donde no se encuentra realmente. Solo en Dios se encuentra el auténtico descanso: “vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré… y encontrarán descanso”, éstos, no suelen coincidir con aquellos a quienes el Padre “esconde” su secreto. Sólo los sencillos en su corazón y en su vida, podían entender las palabras de Jesús. Porque sólo ellos se sabían excedidos por tanto cansancios y tanto agobio. Sin sentir vergüenza de su limitación, sin tener que maquillarla y disfrazarla, eran pobres, sin poder, sin saber, sin tener. Los que sabían, podían y tenían, ellos se pagaban a sí mismos… Nosotros, dos mil años después, somos herederos y continuadores del secreto de Dios, ese que quita cansancios, seca lágrimas, calma agobios, rompe cadenas, abre esperanzas, y todo lo llena de un buen olor de Buena Nueva. Estos son sus gestos y su lenguaje. Quiera el Señor que los sencillos de hoy, los pobres de nuestra tierra, puedan tener acceso al corazón de Cristo manso y humilde, al amor de Dios Padre que se nos ha revelado en el Hijo. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? Igualmente, en el Evangelio Jesús nos enseña cuando nos dice «Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré» Esta invitación de Jesús se extiende hasta nuestros días, para llegar a muchos hermanos y hermanas oprimidos por precarias condiciones de vida, por situaciones existenciales difíciles y a veces privados de válidos puntos de referencia. Así comenta el Papa Francisco, en los países más pobres, pero también en las periferias de los países más ricos, se encuentran muchas personas cansadas y agobiadas bajo el peso insoportable del abandono y la indiferencia. No es fácil para los cristianos vivir según los principios y las virtudes inspiradas por Jesús. En efecto, dice el Papa Francisco: «No es fácil, pero es posible, basta con contemplar a Jesús sufriente y la humanidad sufriente» y vivir «una vida escondida en Dios con Jesús». «Sólo contemplando la humanidad sufriente de Jesús podemos hacernos mansos, humildes, tiernos como Él. No hay otro camino». Ciertamente tendremos que hacer el esfuerzo de «buscar a Jesús; pensar en su pasión, en cuánto sufrió; pensar en su silencio manso». Este será nuestro esfuerzo, después «de lo demás se encarga Él, y hará todo lo que falta. Pero tú debes hacer esto: esconder tu vida en Dios con Cristo». Para ser buenos cristianos y tener buenas disposiciones para acoger los secreteos del Reino de Dios, es necesario contemplar siempre la humanidad de Jesús, su humanidad sufriente. Así, una vez más, dice el Papa Francisco «¿Para dar testimonio? contempla a Jesús. ¿Para perdonar? contempla a Jesús sufriente. ¿Para no odiar al prójimo? contempla a Jesús sufriente. ¿Para no murmurar contra el prójimo? contempla a Jesús sufriente. No hay otro camino». Estas virtudes son las mismas del Padre, «que es bueno, manso y magnánimo, que nos perdona siempre». No es fácil, pero es posible. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Finalmente, del Evangelio Jesús también nos enseña: “…Aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón”. Con dulzura se educa, con dulzura se enseña, con dulzura se inculca la virtud, se consigue la enmienda, se gobierna bien, se hace todo lo bueno. Si preferimos la tosquedad, la sequedad, la impaciencia, la brusquedad… ¿no será porqué nos resulta más cómodo, más fácil…?, porqué buscamos nuestra propia satisfacción más que el bien del prójimo? ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? “Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré” ¿Quién no está lleno de trabajos y cargado de miserias? ¿Te quejas de ello como de un mal sin remedio? ¿Por qué? Porque no acudes a Cristo. ¿Cómo padecer tanto teniendo tan a mano el remedio? II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Como cada domingo, nos reunimos para escuchar y proclamar la Palabra del Señor, que nos ha convocado a la celebración del misterio de Cristo muerto y resucitado. Demos gracias a Dios por este encuentro dominical que nos concede cada semana, y pongamos en sus manos nuestra vida, con sus dolores y alegrías, los fracasos y los éxitos y, con un solo corazón, unámoslos al Sacrificio de Jesús. Participemos con fe y alegría. Monición a la Liturgia de la Palabra Hoy en la Palabra reconocemos a Jesús, que muestra los sentimientos de su alma hablándonos de su especial relación con el Padre y de su profundo deseo de abrazarnos con nuestras debilidades y flaquezas. Escuchemos atentamente tomando conciencia de que mi debilidad es la puerta hacia la gentil misericordia del Señor. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Llenos de confianza en el Señor, y esperando en su misericordia, le presentamos nuestras oraciones por la Iglesia y por el mundo entero, supliquemos con fe diciendo: R. Padre de amor, óyenos 1. Por la Iglesia que ha recibido el encargo de anunciar la Palabra de Dios; para que, fiel al mensaje, sepa presentarlo a todos con un lenguaje adecuado a cada tiempo y lugar. Roguemos al Señor. 2. Por nuestras autoridades civiles; para que trabajen a fin de que en nuestro país reinen el respeto, la solidaridad, y perseverancia en el bien común. Roguemos al Señor. 3. Por las familias; para que eduquen a sus hijos en los valores del Evangelio y para que de ellas surjan nuevas vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. Roguemos al Señor. 4. Por los gobernantes de las naciones para que procuren el bienestar de quienes, a causa de la epidemia que vivimos, están necesitados, enfermos, desahuciados, moribundos y ofrezcan atención digna a cada uno de ellos. Roguemos al Señor. 5. Por nosotros, aquí reunidos; para que escuchemos la Palabra de Dios, la meditemos en nuestro corazón, y así incida en nuestra vida. Roguemos al Señor. En un momento de silencio presentemos nuestras intenciones personales… Oración conclusiva Escucha, oh, Padre, nuestras oraciones que presentamos con humildad y fe, por mediación de tu Hijo, Jesucristo. Quien vive y reina por los siglos de los siglos. R. Amén. [1] Elaborado por el Secretariado Permanente del Episcopado Colombiano (SPEC) y Coordinado por el Dpto. de Liturgia. (2020). Predicación Orante de la Palabra, II. Santísima Trinidad a Cristo Rey, Ciclo A.[1] Elaborado por el Secretariado Permanente del Episcopado Colombiano (SPEC) y Coordinado por el Dpto. de Liturgia. (2020). Predicación Orante de la Palabra, II. Santísima Trinidad a Cristo Rey, Ciclo A.

Mar 23 Jun 2020

La hospitalidad del cristiano hace que Jesús esté presente en la vida de nuestras familias y de nuestras comunidades

Predicación Orante de la Palabra DÉCIMOTERCER DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO Primera lectura: 2 R 4,8,-11.14-16a Salmo: 89(88),2-3.16-17.18-19 Segunda lectura: Rm 6,3-4.8-11 Evangelio: Mt 10,37-42 I. Orientaciones para la Predicación Introducción • La hospitalidad del cristiano hace que Jesús esté presente en la vida de nuestras familias y de nuestras comunidades. • La vida cristiana es exigente, implica la radicalidad del seguimiento de Cristo, cargar la cruz y seguirlo a Él. • El bautismo nos incorpora a la muerte y resurrección de Cristo. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? La liturgia de la Palabra de este domingo nos presenta el valor de la hospitalidad y la recompensa para quienes con amor acogen a los hermanos y en ellos al mismo Señor Jesús. La primera lectura de este domingo (2 Reyes 4,8-11.14-16), nos ofrece la imagen bondadosa y hospitalaria de una familia que ve en el profeta Eliseo un santo. La familia, que siempre lo recibía en su casa para comer, aprecia al profeta y quiere tener un detalle con él, le prepara una habitación en su casa para que pueda descansar. El profeta le anuncia a la familia que lo acoge que, dentro de un año por esta época, estarán abrazando un hijo. La recompensa a esta mujer por su hospitalidad, fue concederle la bendición de Dios, dándole un hijo, pues era una desgracia no tenerlo. El Salmo 89, es un canto de alabanza que sugiere la alegría y la gratitud de aquella mujer y de su marido, “Cantaré eternamente las misericordias del Señor”; el salmista quiere que cantemos eternamente la misericordia de Dios, que anunciemos su fidelidad, porque Él es nuestro escudo. San Pablo dirigiéndose a los Romanos (Rm. 6,3-4.8-11), nos recuerda que todos por el bautismo somos incorporados a Cristo y a la vez, incorporados a su muerte. Pablo acude a esta imagen para insistir, en primer lugar, en la importancia del bautismo que nos configura con Cristo, y también, nos hace participar de su muerte y de su resurrección. Por el bautismo somos sepultados con Cristo y resucitados a una vida nueva. El cristiano desde el bautismo ha de morir al pecado, para hacer de su vida una total entrega a Dios, este modo de ser en el mundo produce la certeza de no morir jamás. El evangelista Mateo (Mt. 10,37-42), expone hoy en su Evangelio el segundo discurso de Jesús, conocido como el sermón de la misión. “El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí” (Mt. 10, 38). “El que os recibe a vosotros, me recibe a mí” (Mt, 10, 40). Tenemos dos pasajes diferentes: en el primero el Señor Jesús afirma que seguirlo a Él exige una gran radicalidad, un amor superior al que se le puede tener a la familia, más aún, un amor que nos exige la propia vida, el que quiera seguir a Jesús debe tomar su cruz, cargarla y seguirle. En segundo lugar, el Señor Jesús promete una recompensa de parte de Dios, para los que acojan a sus enviados y misioneros. Quien se hace hospitalario con un discípulo de Jesús, recibirá en su propia casa al mismo Señor, “El que os recibe a vosotros me recibe a mí”. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? La liturgia de la Palabra de este domingo, tiene un especial énfasis en la hospitalidad, virtud que nace de un corazón capaz de comprender que, si acoge a un enviado de Dios, (misionero, sacerdote, al que sufre, al pobre, etc.), Dios lo recompensará, más aún, vendrá a morar con él. • La lectura del segundo libro de los reyes, exalta la hospitalidad de aquella familia de Suman para con Eliseo, hombre santo y agradecido. Este precioso relato nos abre a la comprensión del mensaje del Evangelio, el que acoge a un enviado del Señor tiene una valiosa recompensa, así como la familia de Suman, que era estéril, pudo abrazar a un hijo, nosotros podemos abrazar al Hijo de Dios, que viene a estar en nosotros, fruto de la generosidad y la hospitalidad para con sus enviados. • Saber acoger a los enviados de Dios, a los profetas de hoy, a los pobres del Señor, a los que sufren, a los que se arrepienten, a los desposeídos, tiene una gran recompensa, experimentar el gozo de la presencia de Dios en su propia vida. Él habita en el que con hospitalidad cristiana recibe al mensajero del Evangelio. • En este horizonte de ideas, podemos también deducir que el camino de la hospitalidad no es fácil, exige creer, tener fe, saber escuchar, tener capacidad para el encuentro, es una tarea que exige el reconocimiento y la aceptación de nuestro propio bautismo, de sus implicaciones, morir al pecado, al egoísmo, al creernos más que los demás y caminar hacia la vida eterna, seguros que por el bautismo hemos sido incorporados en Cristo muerto y resucitado. • Ser discípulo misionero de Jesús tiene sus exigencias. El Señor pide hoy que lo prefieran a Él, por encima del amor a la propia familia, por encima de la propia vida. “El que encuentre su vida la perderá, y el que pierde su vida por mí, la encontrará” (Mt, 10, 39). Encontrar la vida será pues, el desafío del cristiano del siglo XXI, en medio de tantas ofertas de felicidad. El Evangelio nos interpela a todos a comprender, que la vida tiene una cuota de sacrificio y que abajarnos con humildad y verdadera conversión, es lo que nos hace agradables a los ojos de Dios y verdaderamente felices hasta la eternidad. • Acoger a los discípulos del Señor, caminar con ellos, ser uno de ellos, implica la aceptación de las limitaciones personales, de las equivocaciones, de los prejuicios, de la falta de amor a Dios y al prójimo, todo esto nos impide ver a Jesús en la otra persona; tomar la cruz y seguir a Jesús, es ser capaz de comprender que la propia vida tiene sentido, cuando nos asociamos con los hermanos a la pasión, muerte y resurrección del Señor. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Suplicamos al Espíritu Santo, nos enseñe a acoger a los demás como al mismo Jesús. Esta es la súplica que debe brotar del corazón del bautizado que se ha configurado con Cristo muerto y resucitado. Hoy pedimos que la hospitalidad no sea fingida, que no se haga por interés, sino que sea la actitud de todo bautizado que sabe acoger en el hermano al mismo Señor, y sabe servirle al profeta, al discípulo y misionero, al peregrino, al desplazado, al migrante, al mendigo, al que sufre. Esta hospitalidad solidaria hace que el corazón del creyente encuentre el camino de la redención, cargando con su cruz, muriendo en ella, sirviendo a los hermanos y resucitando en ella a la vida de los bienaventurados. Acoger al prójimo como si fuera el mismo Jesús, será más adelante el motivo de nuestra propia salvación, porque: “cuando lo hicieron con uno de los más pequeños, de estos mis hermanos, me lo hicieron a mí” (Mt, 25, 40). Démonos la oportunidad de abrir bien nuestros ojos para contemplar a Cristo y servirle en cada uno de nuestros hermanos. II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Querido hermanos, Hoy hemos sido invitados a escuchar la Palabra de Dios y a participar en la fracción del Pan. En esta Eucaristía el Señor nos invita a la hospitalidad, a recibir con gozo a los hermanos, sabiendo que en ellos recibimos al mismo Jesús. Ofrezcamos esta Eucaristía con sentimientos de bondad y gratitud, porque Dios ha sido generoso con nosotros. Participemos con fe y alegría. Monición a la Liturgia de la Palabra La Palabra que se nos ofrece hoy, nos alienta a dejar salir de cada uno de nosotros los mejores valores cristianos que poseemos, dejémonos iluminar y guiar por ella. Que la palabra de Dios sea lámpara para nuestros pasos y luz en nuestro sendero. Escuchemos con atención. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Reunidos, para recordar los beneficios de nuestro Dios, pidámosle que inspire nuestras plegarias para que merezcan ser atendidas, supliquémosle diciendo: R. Salva, Señor, al pueblo que redimiste con tu sangre 1. Por la Iglesia y sus ministros, para que utilicen todos los recursos y medios de comunicación para dar a conocer la buena nueva del evangelio, Roguemos al Señor. 2. Por los gobernantes de las naciones, para que depongan sus planes personales, piensen en los más necesitados y los ayuden a mejorar su calidad de vida, Roguemos al Señor. 3. Por los enfermos y marginados para que el Señor nos permita ver en ellos a nuestro prójimo y le extendamos una mano amiga, Roguemos al Señor. 4. Por las familias que sufren la perdida de sus seres queridos a causa de la pandemia, para que el Señor las consuele y las llene de fortaleza. Roguemos al Señor. 5. Por cada uno de los que participamos de esta celebración, para que el Señor toque nuestro corazón y nos permita recibirlo a Él, con la hospitalidad practicada a nuestros hermanos, especialmente a los más necesitados. Roguemos al Señor. Oración conclusiva Que te sean gratos, Señor, los deseos de tu Iglesia suplicante, y concede lo que no podemos esperar por nuestros méritos. Por Jesucristo nuestro Señor. R. Amén *(1) Elaborado por el Secretariado Permanente del Episcopado Colombiano (SPEC) y Coordinado por el Dpto. de Liturgia. (2020). Predicación Orante de la Palabra, II. Santísima Trinidad a Cristo Rey, Ciclo A.

Jue 7 Mayo 2020

Jesucristo es el Camino, la Verdad y la Vida

Primera Lectura: Hch 6,1-7 Salmo: Sal 33(32),1-2.4-5.18-19 (R. cf. 22) Segunda Lectura: 1P 2,4-9 Evangelio: Jn 14,1-12 Introducción En nuestro itinerario pascual, al contemplar la grandeza de la Resurrección de Cristo, nosotros como bautizados, nos vemos reflejados y proyectados como nuevas creaturas; veamos cómo la Palabra de Dios nos ilumina y nos desafía: • Así como los bautizados en Cristo crecen en número (signo elocuente de la acción fecunda del Espíritu), al mismo tiempo genera nuevas tareas que desafían la propia pastoral, exigiendo cuidado y atención hacia todos, especialmente hacia los más desfavorecidos (Conversión Pastoral). • Los bautizados, somos hombres y mujeres, que, por la fuerza renovadora de Cristo Resucitado, ofrecemos un culto también renovado por el Espíritu: nuestra vida ofrecida a Dios Padre por la salvación y el bien de nuestros hermanos (Fe bautismal y compromiso cristiano). • A través del bautismo nos hemos unido a Cristo Jesús (Rom. 6, 3-4), por tanto, gracias a este misterio de comunión pascual, las palabras y las obras del Señor se reflejan en nosotros, para que los hombres y mujeres de nuestro mundo, vean y experimenten que Dios está vivo. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? En estas lecturas pascuales, es significativo ver cómo la presencia y la acción del Resucitado obra maravillosamente en la vida de los Apóstoles, pues al ser impulsados por la fuerza del Evangelio, se lanzan a proclamar que Jesucristo es “el Camino, la Verdad y la Vida”, siendo capaces, así, de afrontar cualquier dificultad o persecución. De este modo “la Palabra iba cundiendo y en Jerusalén crecía el número de discípulos”, pero cuando una organización crece rápidamente, surgen todo tipo de problemas, la mayoría de ellos giran alrededor de cómo manejar y estructurar ese crecimiento. En la primitiva comunidad cristiana, encontramos, por un lado, a los judíos nacidos y criados en Palestina que hablaban el arameo; y, por otro, a los judíos griegos o helenistas que habían adoptado la cultura griega. La raíz del problema, que hoy se menciona, se encuentra, en que los judíos hebreos, a quienes se les había enseñado que era legítimo el rechazo y el desprecio hacia cualquier aspecto religioso-cultural no-judío, sin embargo, aunque habían abrazado la fe, todavía albergaban algún resentimiento contra los helenistas, tal vez creían que los judíos griegos no merecían o no tenían derecho a tanta atención como a ellos. De tal división surgieron murmuraciones, quejas y lamentaciones. ¿Porqué? Todo parece indicar que había cierto favoritismo. La mayoría de los alimentos que se distribuía a los necesitados, si no todo, era administrado por los judíos hebreos y los judíos griegos sentían que sus necesitados estaban siendo rechazados, y se evidenciaba cierto favoritismo hacia los que tenían necesidad entre ellos. Ante tal situación, los Apóstoles reconocen que no pueden estar presentes en todos los campos de acción de la tarea evangelizadora, en ello el ejercicio de la caridad. Debido a esto, eligen a siete colaboradores idóneos para que les ayudasen en el arte de servir (diakonein), atendiendo de manera imparcial a los necesitados (las viudas). En la segunda lectura, el Apóstol Pedro nos recuerda que todos, sin excluir a nadie, por el bautismo “somos una raza elegida, un sacerdocio real, una nación consagrada, un pueblo adquirido por Dios” y todos “entramos en la construcción del Templo del Espíritu”. La carta, escrita de manera exhortativa, posiblemente enmarcada en alguna celebración litúrgica pascual, nos señala los rasgos esenciales de nuestra fe bautismal. En los versículos propuestos para este Domingo; el Apóstol nos describe el nuevo culto, inaugurado por la Pascua de Cristo, que ya es no puramente externo, sino que exige la entrega total del bautizado; esto es, el cristiano ofrece “sacrificios espirituales que Dios acepta por Jesucristo”, esto es la vivencia continua de la Pascua de Cristo, que es pasar de la muerte a la vida, salir de las tinieblas para entrar en su luz maravillosa. El Evangelio se ubica dentro de los discursos de despedida que Jesús dirige a sus discípulos en el marco de la Última Cena. El capítulo 14 está precedido, por la siguiente situación: tras los anuncios que Jesús hace sobre la traición y negación, de parte de algunos de los discípulos, y su partida inmanente; un estado de angustia, confusión y tristeza caen en el corazón de los discípulos. Es por eso, que al comienzo del capítulo encontramos el llamado de Jesús a no angustiarse, sino a creer en Dios y en Él. Sus palabras, más que consoladoras son prometedoras, y es por eso que el Señor les invita creer, a esperar y confiar. Los versículos 2 y 3 van muy juntos; está la promesa de muchas moradas para los discípulos en la Casa del Padre; y al final, el anuncio de Jesús que volverá para llevarse consigo a los suyos a estas moradas. Se trata aquí de alentar; los discípulos deben estar seguros de que a la larga no serían separados de su Maestro, sino que se encontrarán allí donde también Él estuviese. Temáticamente se anuncia una nueva manera de comunión entre Cristo y los suyos, y el mismo Jesús es el camino que conduce hacia aquel lugar prometido (ver el anhelo del hombre por ver la Morada de Dios: Salmo 42,3). Los versículos siguientes (5-7), se distingue por un diálogo entre Jesús y los discípulos. En medio de la preocupación ante la partida del Señor, Tomás inicia el inquietante diálogo, preguntando sobre el camino hacia el lugar donde va su Maestro; a lo que el Señor le responde que Él es camino en la medida en que es la “verdad” que anuncia la revelación procedente de Dios, que lleva a la vida. La estructura del v.6 corresponde a la de otras “palabras revelatorias” en el Evangelio de san Juan (las palabras: “Yo Soy”). Los últimos versículos que el texto nos ofrece, son una continuación de las inquietudes de los discípulos, ahora el turno es para Felipe. Esto sirve de ocasión para desarrollar el tema de la “visión de Dios” en la “visión” de Jesús, tal certeza reside en la unidad de Padre e Hijo en su recíproco “estar-en-el-otro”. En el v.10 se muestra tal unidad, tanto en el hablar como en el obrar. Esta unidad de “palabras” y “obras” de Jesús se manifiesta también en Jn 15, 22.24, donde se expresa una estrecha relación de ambos elementos, como base de la fe. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? Durante el tiempo de Pascua, vamos leyendo y meditando en los Hechos de los Apóstoles las distintas experiencias que vivieron la primitiva comunidad cristiana. Ellos, como modelo paradigmático, nos ayudarán a ver, juzgar y actuar sobre nuestras experiencias pastorales, impulsándonos a una conversión pastoral, tanto de los agentes, como de las mismas estructuras. Por tanto, las dificultades que vivieron los primeros cristianos (salvaguardando la diferencia espacio-temporal) son nuestras mismas dificultades, y los desafíos a los cuales ellos se enfrentaron, son los mismos que hoy nos interpelan. El texto de este domingo nos ayudará a iluminar cómo una mentalidad cerrada y “clericalista” nos llevará a la prevalencia de la institución sobre la persona, a la exclusión, y a “esterilización” de la fuerza de la caridad, desfigurando la belleza transformante de la Pascua. Sin embargo, en muchas ocasiones, los problemas y dificultades de la vida cotidiana, pueden llegar a interpelar y desafiar nuestra fe y nuestra esperanza, exigiendo certezas que iluminen y den una respuesta adecuada. En el evangelio encontramos ideas interesantes que el Señor da a los discípulos, cuando llega la ansiedad, la angustia y la incertidumbre: confianza en su palabra ante la dificultad que se atisba o se vive, esperanza en las promesas porque el Señor es fiel y veraz a su Palabra, comunión en el obrar porque el “Yo” reclama un “Tú” derivando en un “nosotros”, necesario en el progreso personal y comunitario; es por eso, que el misterio de la Trinidad, en la comunión y misión de las divinas personas, es la fuente y el fin de la renovación misionera de la Iglesia. No olvidemos que la Iglesia, en cuanto estructura humana, encuentra en Cristo, su fundamento absoluto (camino, verdad y vida), esto es, que, transformada por la Pascua, comunica la Vida verdadera que se encuentra en Cristo; para que, a través de la Palabra que se predica y avalada por la caridad, indique el Camino, que lleve a encontrar la auténtica Verdad que tanto inquieta y atrae el corazón del hombre de hoy. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Con sinceridad, descubrir que a nivel personal todavía encontramos resistencias, las cuales repercuten negativamente en el desarrollo de la pastoral y en el ejercicio de la caridad. Si Cristo Resucitado y el Espíritu Santo dan a cada bautizado la gracia que transforma, ¿qué es aquello que la está obstaculizando? Si la realidad de nuestro mundo nos está desafiando ¿cómo estamos respondiendo ante tal desafío? ¿será que nuestras estructuras eclesiales (diócesis, parroquia o grupos pastorales) tienden a encerrarse y a excluir? RECOMENDACIONES PRÁCTICAS: 1. Se pueden resaltar y colocar en cartelera la frase. “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” e insistir en las palabras: Jesús, Camino, Verdad, Vida, Iglesia, Comunidad. 2. Sería oportuno hacer hoy el rito para la bendición y la aspersión del agua, en memoria del Bautismo, que ocuparía el lugar del acto penitencial al comienzo de la Misa, siguiendo lo indicado en el Apéndice I, propio para la cincuentena pascual, Misal, p. 1058. 3. Podría seguirse la Plegaria Eucarística para Diversas Circunstancias III: «Jesús, camino hacia el Padre», Misal, p. 524, por hacer clara mención de Jesús como el camino, la verdad y la vida. 4. Puede usarse la fórmula de bendición solemne, durante el tiempo pascual, (Misal, p. 473). 5. Este domingo coincide en Colombia con el día de la Madre. Sería conveniente presentar el carácter maternal de la Iglesia, de esta manera se podrá enriquecer aún más, el mensaje renovador del tiempo pascual (ver Catecismo de la Iglesia, 2030-2051). 6. Tener presente que en esta semana de mayo: • El miércoles13, es la memoria libre de la Bienaventurada Virgen María de Fátima, oportunidad para evitar a la comunidad a continuar en el ambiente pascual en compañía de María, motivando el rezo del santo Rosario en familia. • El jueves 14, es la fiesta de san Matías, apóstol. • Este mismo día tendrá lugar el evento mundial convocado por el Papa Francisco: “Reconstruir el pacto educativo global”, “Necesitamos un pacto educativo global que nos eduque en la solidaridad universal, en un nuevo humanismo “. Oremos con fe y acompañemos al Papa. (https://bit.ly/2mHMu9E) • El viernes 15, es el día del Educador. Puede celebrarse la Misa votiva en honor a san Juan Bautista de la Salle, patrono de los educadores.

Sáb 11 Abr 2020

El sepulcro vacío es el escenario del “ver y creer” de los apóstoles y de la comunidad eclesial

Primera Lectura: Hch 10, 34a.37-43 Salmo: Sal 118(117),1-2. 15c+16a+17.22-23 (R. 24) Segunda Lectura: Col 3,1-4 o 1Co 5,6b-8 Evangelio: Jn 20,1-9 o Mt 28,1-10 Introducción El tema central de la liturgia de este solemnísimo domingo de Pascua es la Resurrección del Señor. Esta realidad toca lo íntimo de la creación entera y se constituye en el elemento fundamental de la fe. A la luz de la liturgia de este domingo podemos meditar tres ideas: • El sepulcro vacío es el escenario del “ver y creer” de los apóstoles y de la comunidad eclesial. • La Resurrección del Señor se constituye en el contenido que dinamiza la predicación y suscita una vida de testimonio en la comunidad. • En la experiencia de Pablo, el acontecimiento de la Resurrección transforma la vida y el apóstol de los gentiles lo expresa en la imagen de la “masa nueva” y todo en virtud que, Cristo “nuestra Pascua ha sido inmolado”. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Es evidente que el sepulcro vacío no es por sí mismo prueba de la resurrección del Señor. La presencia de la Magdalena y de Pedro en el sepulcro les permitió inferir a ella, que “se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde lo han puesto”, y a Pedro constatar que las “vendas que le habían colocado al sepultarlo estaban allí”; pero la presencia de Juan va más allá y el evangelista destaca dos acciones “vio y creyó”. Las enseñanzas de Jesús se hacían realidad, la fuerza de su Palabra proclamada le permitió al apóstol “ver” pero con profundidad, fijar su mirada en los signos y ser capaz de desvelar lo que en profundidad se desvelaba ante él: Ha resucitado y esa verdad se hace objeto de la fe personal y comunitaria. El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que, el sepulcro vacío no es en sí una prueba directa de la resurrección, sin embargo, es un signo que permitió a los discípulos reconocer el hecho de la resurrección y constatar que el estado del sepulcro vacío, que la ausencia del cuerpo de Jesús no había podido ser obra humana y que Jesús no había vuelto simplemente a una vida terrenal como había sido el caso de Lázaro (Jn 11,44; CIC 640). El amor del apóstol por el Señor le permitió entender que la Palabra de Dios es verdadera. Enseña el Papa Francisco “En Él también nosotros estamos resucitados, pasando de la muerte a la vida, de la esclavitud del pecado a la libertad del amor. Por lo tanto, dejémonos alcanzar por el mensaje consolador de la Pascua, y envolvernos por su gloriosa luz que disipa las tinieblas del miedo y de la tristeza, porque Jesús resucitado camina junto a nosotros. Él se manifiesta a todos los que lo invocan y lo aman. Antes de nada, en la oración, pero también en las alegrías sencillas vividas con fe y agradecimiento. Podemos sentirlo presente también compartiendo momentos de cordialidad, de acogida, de amistad, de contemplación de la naturaleza” (Ángelus, 22.04.2019). En síntesis, Jesús Resucitado aviva la alegría de la fe y nos invita al anuncio. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? La vivencia de la resurrección del Señor nos permite entender que la alegría y el gozo que produce el encuentro con Cristo resucitado (EG 1), suscita en la vida de las personas la fuerza del anuncio, y el contenido de esa proclamación es Cristo resucitado. Una de las principales tareas para quienes creemos y esperamos en Cristo, es orar y pedir la gracia de llenarnos de la Palabra del resucitado que nos permite “ver y creer” para proclamar la verdad de la fe y ser testigos creíbles de su amor. En el reciente documento sobre la Palabra, el Papa Francisco afirma que, “La relación entre el Resucitado, la comunidad de creyentes y la Sagrada Escritura es intensamente vital para nuestra identidad. Si el Señor no nos introduce es imposible comprender en profundidad la Sagrada Escritura, pero lo contrario también es cierto: Sin la Sagrada Escritura, los acontecimientos de la misión de Jesús y de su Iglesia en el mundo permanecen indescifrables. San Jerónimo escribió con verdad: «La ignorancia de las Escrituras es ignorancia de Cristo» (Aperuit Illis 1, del 30.09.2019). Otra tarea que va unida a la oración y a la Palabra, es estar dispuesto a la transformación que ofrece el resucitado. El mundo, en la multiplicidad de los escenarios necesita una transformación ética que exige la experiencia y la cercanía con el espíritu del Señor Resucitado, es descubrirse en su identidad de bautizado y enviado a ser luz en medio de los hermanos. Este proceso de transformación toca las raíces mismas del hombre: la sinceridad y la verdad. En síntesis, una persona que vive en la dinámica del Resucitado siente la alegría de anunciar, de salir al encuentro de los hermanos y contarles con su testimonio la nueva vida que, impregnada de luz, se arriesga a disipar las tinieblas de la división, el pecado, la injusticia social. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Encarnar la misión de anunciar la alegría de la Resurrección lleva consigo sacrificio, momentos difíciles, porque el anuncio de la Palabra interpela, cuestiona y exhorta. Afirma el Papa Francisco “La Sagrada Escritura realiza su acción profética sobre todo en quien la escucha. Causa dulzura y amargura. Vienen a la mente las palabras del profeta Ezequiel cuando, invitado por el Señor a comerse el libro, manifiesta: «Me supo en la boca dulce como la miel» (3,3). También el evangelista Juan en la isla de Patmos evoca la misma experiencia de Ezequiel de comer el libro, pero agrega algo más específico: «En mi boca sabía dulce como la miel, pero, cuando lo comí, mi vientre se llenó de amargor» (Ap 10,10; Aperuit Illis 12). RECOMENDACIONES PRÁCTICAS: 1. Al llegar a este día, el cansancio de la semana se hace sentir y se corre el riesgo de restar importancia a la celebración del domingo de resurrección. 2. Preparar con delicadeza de detalles: el altar, la dignidad y centralidad del cirio pascual, colocar en un lugar sobresaliente la imagen del resucitado. 3. En la celebración de la misa de hoy se pueden usar algunos elemen- tos pastorales de incalculable valor, contenidos en la Vigilia Pascual, especialmente en las asambleas que no han participado en la Noche Santa. (cf. Misal Romano tercera y cuarte edición, p. 197. Domingo de Pascua, segunda forma). En efecto, dice que se pude realizar procesión de entrada con el Cirio Pascual, usando las expresiones propias de “Luz de Cristo”; renovación de los compromisos bautismales con cirios encendidos; terminado el credo se puede hacer la aspersión con el agua que se bendijo en la Vigilia Pascual. 4. Motivar de manera especial a la comunidad para que cante o recite con entusiasmo el Gloria, así como el responsorio del Sal 118(117): «Este es el día…». 5. Recordar que el Prefacio es el de Pascua I: «El Misterio Pascual», Misal, p. 375, con la parte propia: «en este día». Es recomendable seguir el Canon Romano o Plegaria Eucarística I, con las partes propias que contiene. 6. La Bendición final de la Misa es solemne, como en la Vigilia Pascual, agregando en la despedida el doble Aleluya, que se mantiene durante toda la Octava de Pascua. 7. Con las Vísperas de este día termina el Sagrado Triduo Pascual. 8. Los ocho primeros días del Tiempo Pascual, incluyendo el domingo segundo de Pascua, constituyen la Octava de Pascua; estos días tienen la celebración como las solemnidades del Señor (cf. Normas Universales sobre el Año Litúrgico y sobre el Calendario, n. 24). 9. Evangelizar la piedad popular: • “Vía Lucis”: Sería muy conveniente que en estos días de la octava de pascua se realice este ejercicio de piedad, para poner de relieve la presencia del resucitado en medio de la comunidad. • El “encuentro de la Madre del Señor con el Resucitado”: En la mayoría de las comunidades se realiza esta procesión y convendría darle su importancia, para significar que la Virgen fue la primera que participó plenamente de la Resurrección del Hijo (Cfr. Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia 142): 10. Organizar un ágape para los movimientos apostólicos, un detalle para los miembros de la comunidad, hacer sentir la alegría del sentido espiritual de la Pascua.