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predicación orante

Mar 22 Sep 2020

“Los padres comieron el agraz, y los dientes de los hijos sufren la dentera”

VIGÉSIMOSEXTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO 27 de septiembre Primera lectura: Ez 18,25-28 Salmo: 25(24),4-5ab.6-7. 8-9 (R. cf. 6a) Segunda lectura: Flp 2,1-11 Evangelio: Mt 21,28-32 I. Orientaciones para la Predicación Introducción En esta reflexión la Palabra de Dios puede abordarse desde tres puntos de vista: • La justicia de Dios y la justicia humana. El profeta Exequiel expone el principio de justicia que existía entre los judíos, que juzgan de injusto ante lo que les manda Dios. Este principio de justicia se muestra en el Evangelio de Mateo mediante el ejemplo de los hijos que son encomendados a realizar una tarea por su padre. • El Señor, Camino, Verdad y vida. El salmista 25(24), ora al Señor, para que rija sus caminos, para que lo instruya rectamente, para que le enseñe la verdad. Es el sendero de quien sigue al Señor. • El ejemplo de Jesús de humildad y unidad con la Encarnación. La carta del apóstol San Pablo a los filipenses, manifiesta la ejemplaridad de Jesús, que siendo Dios se humilló para salvar a la humanidad; a partir de este testimonio paradigmático, el Apóstol invita a la comunidad y todo oyente de la Palabra a que incorpore en su vida los mismos sentimientos de humildad que vivió Jesucristo. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Se desea hacer una aproximación al primer punto propuesto sobre la justicia de Dios y la justicia humana. El profeta Ezequiel muestra en el capítulo 18 un proverbio que se había vuelto común para juzgar a las personas: “los padres comieron el agraz, y los dientes de los hijos sufren la dentera” (Ezequiel 18, 2). En otras palabras, que los hijos sufren las consecuencias del pecado de sus padres. El Profeta Ezequiel en su tiempo supera el adagio, diciendo que cada persona asume la responsabilidad de sus actos; es decir, los hijos no cargarán con las consecuencias de los errores que hayan cometido sus padres o su generación. Sin embargo, la comprensión de la justicia de Dios, no es comprendida por los seres humanos, y atañen que el proceder de Dios es injusto. El texto avanza en un paso más, y es que si alguien que ha llevado una vida disoluta y se convierte se salvará; también, al contrario, quien ha sido bueno y no persevera hasta el final se condenará. La perícopa del Evangelio según San Mateo 21, 28-32 pone en labios de Jesús una sencilla parábola que ejemplariza y da plenitud al proverbio y muestra el proceder justo de Dios Padre para con sus hijos. El hijo que en un principio dice obedecer el mandato de su Padre de manera inmediata, al final no hace la voluntad del Padre; al contrario, el hijo que en un principio expresa no obedecer a su Padre, al final se arrepiente y cumple la voluntad de su Padre. Las consecuencias se desencadenan en una aparente ley de contrarios, porque quien dice si y luego dice no, se condena; en cambio, quien dice no y al final se arrepiente y dice sí, se salva. Es más, el Evangelio concluye con una caracterizaron de estas personas, que debió escandalizar a los judíos piadosos, y que sigue escandalizando a los creyentes de hoy; puesto que no se trata de un juicio genérico de personas, sino que nombra unas categorías de personas que llevan una vida disoluta: publicanos y rameras, pero que al escuchar la palabra de Dios, creen, se convierten, se arrepienten, cambian de conducta y se salvan; mientras que quienes se tienen por justos y creyentes, ni viendo a Jesús creen ni se arrepienten. Llama la atención que el texto no habla de condena, si no, que las prostitutas y publicanos llegan antes al Reino de Dios. Todavía hay un elemento más que presenta el texto que da pie a un profundo discernimiento, y es que los publicanos y las rameras, se convierten no porque Jesús les haya predicado; sino por la predicación y el testimonio de Juan el Bautista, quien caminaba en justicia; mientras que los sumos sacerdotes y los ancianos del Templo ni viendo a Jesús creen, ni se arrepienten, ni se convierten. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? Todavía hoy en nuestra sociedad se mantiene la concepción religiosa de este proverbio: “los padres comieron el agraz, y los dientes de los hijos sufren la dentera” (Ezequiel 18, 2); cuando se piensa o se siente que una persona no ha podido superar algún sufrimiento o enfermedad se asocia a alguna especie de castigo que viene de la generación de su familia. El criterio evangélico llama la atención en cuanto asumir la responsabilidad de los propios actos sin echarle la culpa a los demás. Existen dos actitudes que se pueden presentar en el ser humano, la persona que empieza siendo buena y termina haciendo el mal; y la actitud opuesta, la persona que empieza actuando mal, se convierte y termina siendo buena. Entre el tema del bien y el mal hay un puente: la perseverancia. Hay una indicación profunda no simplemente a asumir unos cuantos actos de bondad, sino todo lo contrario a perseverar haciendo el bien. San Pablo en la II carta a los Corintios 12, se interroga, porqué queriendo hacer el bien actúa el mal, manifestando la ambigüedad del corazón humano, pero a la vez, invita a vencer el mal a fuerza de bien con la Gracia de Dios. La Parábola del Evangelista Mateo pone la justicia de Dios en un puente de relación familiar entre la obediencia de los hijos a su Padre, indicando, en el fondo, la relación con Dios Padre y nosotros sus hijos. La justicia de Dios pasa por la obediencia; pero no simplemente una obediencia que se profesa con los labios, sino con las acciones, con el testimonio, con la vida; de nada me sirve decir Señor, Señor, y no cumplo, no hago la voluntad de Dios. La auténtica justicia cambia, se transforma cuando se hace la voluntad divina. El otro elemento que destaca esta parábola, es que no debemos juzgar a las personas por sus apariencias, ni condenar a las personas porque lleven una vida disoluta, desordenada y hasta pecadora, debemos orar por ellas y ayudarles en su conversión; ya que hasta los publicanos y prostitutas se convierten; y tener cuidado con las personas que se creen buenas, pero van acumulando pesares, van arrugando el corazón y se van llenando de pesares a tal punto que amargan su vida y terminan actuando mal. Dice un adagio popular: no hay mal que por bien no venga, perseveremos haciendo el bien y venzamos el mal a fuerza de bien que, a su tiempo, la perseverancia en el bien actuar, dará su fruto. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Supliquémosle al Señor, nos asista con la gracia del Espíritu Santo para que, actuando en justicia, podamos hacer la voluntad de Dios, sin juzgar a las personas por sus apariencias, y que se puedan convertir, crecer y perseverar en el bien obrar. El encuentro con Jesucristo transforma la vida, no basta leer la Palabra y escucharla, hay que vivirla y actuarla con el buen testimonio. En el diario vivir se debe orar por la conversión de los pecadores y la perseverancia en el bien obrar hasta el final de nuestros días, dejando al juicio misericordioso de Dios la salvación de las almas, pues como dice el adagio popular: caras vemos, corazones no sabemos. II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa La Eucaristía es el sacramento del amor donde Cristo, se nos entrega en su Palabra que es Justicia y, en su Cuerpo y Sangre, que es alimento, que ayuda a transformar la vida de pecado en obras buenas que nos conducen a la vida eterna. Vivamos este encuentro fraternal, escuchando su Palabra y alimentándonos con su Cuerpo y Sangre. Monición a la Liturgia de la Palabra Escuchar la Palabra de Dios, dispone la mente y el corazón a actuar el bien, y resistir al mal, además anima a obedecer para actuar en la justicia de Dios. Venciendo al mal a fuerza de bien, escuchemos con fe y atención. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Dirijamos a Dios Padre, las súplicas que como hijos le confiamos, y digámosle animados: R. Padre, de bondad escucha y ten piedad 1. Por la Iglesia y sus ministros para que, en el ejercicio de la predicación de la Palabra, actúen obedeciendo a Dios y actuando con justicia y verdad. Roguemos al Señor. 2. Por los gobernantes de las naciones, para que iluminados por los dones del Espíritu Santo, dirijan los destinos de los pueblos en beneficio de la construcción del bien común. Roguemos al Señor. 3. Por los abogados, congresistas, legisladores, para establezcan leyes justas que ayuden a fortalecer en el bien a las personas que se hayan equivocado en el camino de la vida. Roguemos al Señor 4. Por las familias, especialmente por los padres, para que en la educación de sus hijos les ayuden a discernir el bien del mal y sepan escoger la voluntad de Dios. Roguemos al Señor. 5. Por nosotros aquí reunidos, para que, fortalecidos por la gracia, seamos capaces del bien actuar en medio de las contradicciones que nos presenta el mundo. Roguemos al Señor. 6. Por los moribundos, especialmente los que se encuentran afectados por la pandemia, para que al final de sus días, alcancen el arrepentimiento de sus pecados y la justicia misericordiosa de Dios. Roguemos al Señor. Oración conclusiva Dios Padre, justo y misericordioso, atiende estas súplicas que te presentamos, con fe y alegría. Por Jesucristo Señor Nuestro. R. Amén

Mié 16 Sep 2020

“Los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros”

VIGÉSIMOQUINTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO 20 de septiembre Primera lectura: Is 55,6-9 Salmo: 145(144),2-3.8-9.17-18 (R. 18a) Segunda lectura: Flp 1,20c-24. 27a Evangelio: Mt 20,1-16 I. Orientaciones para la Predicación Introducción Ideas temáticas que surgen de la Palabra de Dios para este domingo: • Esta parábola es una hermosa explicación de la bondad de Dios, aunque con ojos humanos se puede interpretar como injusta la paga, pero, para Dios prima su generosidad. Es lo que demuestra el dueño de la viña: “su generosidad y su justicia”, puesto que llama a trabajar a su viña a todos los que deseen, durante toda una jornada y pagándoles lo acordado. • Igualmente, la actitud de los primeros jornaleros muestra “envidia”, porque sentían que habían trabajado más tiempo. Es el precio que se acordó, no el tiempo trabajado: "…Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete”. Además, no es el mérito de un tiempo más trabajado sino, la gracia que se recibe del ofrecimiento hecho por el dueño de la viña, porque “…los últimos serán los primeros y los primeros los últimos”. Es un regalo de Dios para todos. • La libertad de Dios frente al manejo de sus posesiones que son para todos, observado en el dueño de la viña que llama a quienes deseen trabajar en su posesión durante toda la jornada de trabajo, es un regalo, una ofrenda para quienes lo deseen y en el salario acordado. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? El Evangelio muestra, una vez más, la pedagogía de Jesús para darle a entender a sus discípulos el Reinado de Dios y la paga o la recompensa que tendrán por la respuesta dada a Dios en la entrega total y disponible al servicio del Reino. Es la parábola de los obreros de la viña que Jesús utiliza para dar a conocer la justicia y la generosidad de su Padre para con quienes le siguen. Es el dueño de una viña que en el tiempo de la vendimia sale a buscar trabajadores para que laboren en sus campos. Este viñador es una persona disponible, no le interesa su tiempo, puesto que sale a la plaza del pueblo en diferentes momentos del día e invita a todos los que quieran trabajar en ella. Él les promete un mismo salario a todos los que contrata, no le interesa la hora en que empiezan a trabajar. ¡Siempre encontró quienes necesitaban trabajo y fueron contratados! ¡A todos los contrata por el mismo salario! Luego, cuando oscureció, el dueño dijo al capataz: “Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros”. Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno, según lo contratado. Sin embargo, los que llegaron de primero protestaron contra el amo “Estos últimos han trabajado solo una hora y los has tratado igual que a nosotros que hemos aguantado el peso del día y el bochorno”, manifestando su descontento, sintieron que no habían recibido el salario justo, pero como no tuvieron presente que fue lo pactado entre ellos y el dueño de la viña, se le recordó a cada uno de ellos: “Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?”. Así, los últimos serán primeros y los primeros, últimos”; esta actitud muestra la generosidad, justicia y bondad de Dios para con los que lo siguen. Se muestra claramente la imagen de un Dios de bondad, que sobrepasa la justicia, a todos los llama a participar de su Reino, no le interesa el momento ni las circunstancias de quienes se lanzan a trabajar con Él, el llamado es para todos, porque “los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros”. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? El dueño del viñedo hace una invitación a todo aquel que quiera ir a laborar en su viña, Él sale en muchos momentos a la plaza a ofrecer trabajo y les promete un salario: ¿Qué significa hoy que Jesús sigue invitando a través de su Palabra a todos los que quieran ir a trabajar a su Viña? Se puede relacionar con el servicio, la ayuda, la colaboración que se presta a la parroquia, a la Iglesia y que recibirá la recompensa del Señor, a pesar de la lucha y el sacrificio de que puede significar. Cada vez que el dueño de la viña sale a la plaza a ofrecer trabajo encuentra gente que quiere ir a realizar esta labor; hasta última hora encuentra quienes quieren ir. Es la disponibilidad, la apertura a la escucha a la invitación de Dios, invita a todos y todos pueden participar del Reino. Es clave la disponibilidad del dueño de la viña y de quienes están buscando empleo, puesto que el viñador les ofrece, los llama, los busca; no interesa el tiempo, el momento, simplemente quiere que muchos vayan a trabajar a su viñedo. La Iglesia en sinodalidad, abierta, en salida y disponible para todos los que quieran participar del Plan de Dios. Para todos, los buenos, los malos, los incrédulos, los pecadores, todos llamados e invitados a ser parte del Reino; todos tienen que aportar, los dones y las gracias recibidas de Dios, así se va construyendo el Reino. Es un llamado a la participación, a la corresponsabilidad y a la generosidad, todos aportan; no interesa lo que cada uno da, sino la forma como lo pone al servicio de los demás, es dar testimonio personal y comunitario, desde los diferentes servicios de pastoral para llevar a todos el Evangelio, que alcance a tocar el corazón de todos los que lo reciban e ir aportando al fortalecimiento del Reino, a los más débiles, a los que tienen hambre, a los más vulnerables, a los migrantes, a los que no conocen a Dios, allí donde hay dolor y miseria, que todos logren la construcción de la paz y del amor. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? • Reconstruimos el texto con las frases más impactantes para que nos permita generar espacio para la oración de petición, súplica y perdón. • La oración se centrada en cada una de las horas del día, tiempo en que salió el viñador a hacer la invitación a trabajar en su viña: en la madrugada, a la media mañana, al medio día, a la puesta del sol, al anochecer… • Así, podemos orar con las actitudes del dueño de la viña: generosidad, justicia, gratuidad, don, gracia, entrega, disponibilidad, servicio, ofrenda, apertura, acogida, invitación, llamado…: Hora de la tarde, fin de las labores. Amo de las viñas, paga los trabajos de tus viñadores. Al romper el día nos apalabraste. Cuidamos tu viña del alba a la tarde. Ahora que nos pagas, nos lo das de balde, que a jornal de gloria no hay trabajo grande. Hora de la tarde, fin de las labores. Amo de las viñas, paga los trabajos de tus viñadores. Das al vespertino lo que al mañanero. Son tuyas las horas y tuyo el viñedo. A lo que sembramos dale crecimiento. Eres Tú la viña, cuida los sarmientos. Hora de la tarde, fin de las labores. Amo de las viñas, paga los trabajos de tus viñadores, de tus viñadores. (Himno liturgia de las Horas) II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Queridos hermanos vivamos esta Eucaristía con un espíritu de apertura y escucha a la voz de Dios, que nos llama a trabajar por la evangelización del Reino. Con fe y esperanza de ser parte de este Plan de Salvación iniciemos esta celebración eucarística. Monición a la Liturgia de la Palabra Hoy, por medio de la Palabra, el Señor se nos invita a participar en la construcción del Reino de su Padre en medio de nosotros. Escuchemos con mucha atención y devoción. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Oremos a Dios Padre por todos los hombres y mujeres que son llamados a participar en la construcción del Reino y entreguémosle las preocupaciones y necesidades. Con plena confianza supliquémosle diciendo: R. Dios justo y bondadoso, escúchanos 1. Padre justo y bondadoso, te presentamos a los ministros de tu Iglesia para que fieles a tus mandatos, sean testimonio de santidad en medio de tu pueblo. 2. Padre bueno, te pedimos por nuestros gobernantes, que tienen en sus manos la administración de las riquezas del mundo para que sean justos y fomenten la paz y la libertad. 3. Padre generoso, te entregamos a quienes sufren, especialmente a los migrantes, para que los fortalezcas en sus necesidades materiales, espirituales y de salud y así experimenten tu consuelo y fortaleza. 4. Padre bondadoso que nos llamas a trabajar en tu viña, regala a los presentes y a los que nos acompañan espiritualmente en esta Eucaristía, tu amor misericordioso, la perseverancia en la fe y el deseo de participar activamente en la construcción del Reino de justicia, amor y paz. 5. Padre Misericordioso, te pedimos por los fieles difuntos, de manera especial por aquellos que han fallecido a causa del COVID-19, para que les alcance tu favor y la vida eterna, si es tu voluntad. Oración conclusiva Padre justo y bondadoso que nos invitas a participar en la construcción de tu Reino acoge estas peticiones que te dirigimos. Por Jesucristo Nuestro Señor. R. Amén

Mié 2 Sep 2020

“Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda tu alma, y con toda tu mente"

VIGÉSIMOTERCER DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO Septiembre 06 de 2020 Primera lectura: Ez 33,7-9 Salmo: 95(94),1-2.6-7ab. 7c-9 Segunda lectura: Rm 13,8-10 Evangelio: Mt 18,15-20 I. Orientaciones para la Predicación Introducción La Palabra de Dios en este domingo, día del Señor e inicio de la Semana por la paz, nos ofrece el tema de la conversión inicial y permanente de los hijos de Dios. La conversión inicial, en efecto, parte de la predicación que debe “poner en guardia al malvado”, pero se debe acompañar permanentemente con la llamada “corrección fraterna” y la mediación de la comunidad creyente; así no se deberá nada más que amor a los demás a ejemplo de nuestro Señor Jesucristo quien nos enseñó que el mandamiento mayor es “Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda tu alma, y con toda tu mente". Este es el mayor y primer mandamiento. El segundo es semejante a éste, Amarás a tu prójimo como a ti mismo. 1.Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? En el texto de Ezequiel, de la primera lectura, Dios le recuerda al profeta su responsabilidad de cumplir la misión encomendada de realizar su programa profético: ser centinela, escuchar a Dios y dar la alarma al pueblo para provocar la conversión. Su función se determina por ser canal de comunicación – oír y hablar –, oír a Dios y transmitir al pueblo, especialmente a los malvados, el mensaje que ha escuchado de parte de Dios, en ello se juega la vida y la muerte, la propia y la de los demás. El salmo contiene dos partes: un Invitatorio (vv. 1-7c) y una sección exhortativa a la fidelidad (cc. 7d-11). Los encargados del culto invitan a la asamblea, mediante este canto invitatorio, a que ingresen procesionalmente al santuario con las actitudes propias para este sublime momento: vítores, aclamaciones, acciones de gracias, bendiciones y postración. Luego, los exhorta a escuchar la voz de Dios para motivar así la fidelidad y la confianza en Dios, pastor de su pueblo. En la segunda lectura, el apóstol Pablo, dirigiéndose a la comunidad de Roma exhorta al amor como fundamento para fortalecer los comportamientos del creyente. El amor es, en efecto, el nuevo principio interior o nuevo mandato que debe unificar todas las acciones del creyente, los mandamientos encuentran en el amor su plenitud; y, por consiguiente, el cristiano está en capacidad de cumplirlos por la vivencia del amor, por ello es la única deuda en su relación con los demás. Esto no es un invento paulino, sino que es la puesta en práctica de las enseñanzas de Jesús, pues cuando, en un pasaje del evangelio, un fariseo le preguntó sobre el mandamiento mayor, Él respondió: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda tu alma, y con toda tu mente". Este es el mayor y primer mandamiento. El segundo es semejante a éste, Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos penden la Ley y los Profetas” (Mt 37-40) El pasaje del evangelio está dentro del llamado discurso eclesial de Jesús (18, 1-35), en el que Jesús aborda temas de la vida de la comunidad cristiana; instruye, sobre todo, a los responsables de la asamblea – la Iglesia – sobre el estilo de vida que debe identificar la nueva comunidad creyente. La asamblea de hermanos, así define al otro, no está libre de pecado o errores, lo que la diferencia de otras realidades comunitarias es que al interno de ella los conflictos se resuelven de manera diversa a como los afronta el mundo; aquí en esta comunidad el error no solo afecta la realidad social sino la relación divina, por ello se han de solucionar mediante la reconciliación, el perdón, y aplicando la corrección fraterna para ganar y salvar al hermano, ese es el objetivo fundamental. Para realizar todo este proceso, en medio de la comunidad de hermanos debe imperar la oración con la certeza de la presencia de Jesús entre la comunidad orante. La corrección fraterna y la oración en común van vinculadas, no son dos temas separados. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? En los evangelios se ve claro que Jesús tuvo la intencionalidad de formar una nueva comunidad en la cual se transmitiera la Buena Noticia y aconteciera la gracia de la Salvación. Jesús formó esta comunidad con aquellos que él quiso y fue llamando para que estuvieran más cerca de él, a ellos les fue brindando, en muchas oportunidades, una formación particular, “a sus propios discípulos se lo explicaba todo en privado” (Mc 4,34). En Mateo esta comunidad viene definida como Iglesia (ekklesia), no es una comunidad cualquiera sino la Iglesia; a la cual Jesús dota de una responsabilidad para solucionar los conflictos (18, 15-20), que es el texto que este domingo se proclama. Es la comunidad la que, en últimas, tiene la palabra para resolver la situación de los hermanos en situación de pecado. Es importante precisar aquí que no es el único poder que Jesús da a la Iglesia, así, para tener una visión completa de su responsabilidad tendríamos que recurrir a muchas partes de los evangelios. En el pasaje de Mt 18, 15-20 podemos destacar algunos elementos. El miembro de la comunidad es un “hermano”, y aunque haya pecado sigue siendo hermano; la corresponsabilidad del creyente es salvar, ganar al hermano para Dios, a un hermano en forma particular no le corresponde el excluir al hermano, ni siquiera el testimonio de dos o tres, ellos son un eslabón del proceso, todo se hace para atraer a quien se ha apartado por el pecado. Quien tiene la facultad final es la Iglesia, ella tiene el poder de atar o desatar (v.18). La Iglesia tiene este poder, pero no lo usa a su antojo, sino que tiene como modelo último la misericordia infinita de Dios, siempre ha de recurrir a esta medida y para comprenderla debe orar siempre en comunión. El poder que aquí el Señor da a los discípulos encargados de la Iglesia es una extensión del ya dado a Pedro, “A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos” (Mt 16, 19. Atar y desatar designan la autoridad para decidir sobre las acciones que están permitidas o prohibidas, es el poder de determinar, en última estancia, si alguien está admitido o excluido de la Iglesia. La responsabilidad individual y comunitaria de la Iglesia está en la línea de la voz profética, cada uno desde el momento de aceptar a Jesús se convierte en profeta, ha de escuchar a Dios y comunicar su palabra a los hermanos. La corresponsabilidad está sobre el anuncio, la evangelización, el ganar a otros para Dios; también lo es en su oración en comunidad y en forma de plenitud cristiana su corresponsabilidad está en el amor. El amor vivido y donado a todos es lo que debe caracterizar a la comunidad creyente, es decir a la Iglesia. Estamos en el contexto de la Semana por la Paz, que inicia en este domingo, y que tiene como objetivo continuar adelantando acciones que nos inviten a seguir dando pasos para la construcción comunitaria de la paz y la reconciliación. Este fue el propósito del Papa Francisco en su visita a Colombia cuando nos dijo: «¡Demos el primer paso!», y que este primer paso sea en una dirección común. «Dar el primer paso» es, sobre todo, salir al encuentro de los demás con Cristo, el Señor. Por eso en este primer día de apertura de esta semana por la paz, demos el paso hacia la fe en Dios, renovando la gracia del don de la paz suplicando la bendición de Dios sobre nuestra familias y comunidades, con las mismas palabras de Jesús: “Que descienda la Paz sobre esta casa”, imitando, así, la bendición del papa Francisco a los fieles impartida, desde el Palacio Cardenalicio, para todo el pueblo colombiano, cuando también nos dijo: Quise venir hasta aquí como peregrino de paz y de esperanza, y deseo vivir estos momentos de encuentro con alegría, dando gracias a Dios por todo el bien que ha hecho en esta Nación y en cada una de sus vidas. 3.Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Oremos al Señor y supliquémosle por la Iglesia para que siga cumpliendo de manera misericordiosa el encargo dado por Jesús de animar para que todos sus hijos, asumamos el compromiso de la evangelización de ganar a muchos para Dios. Concretamente, en esta semana por la paz, roguemos por los pasos decididos y seguros que podamos dar en acercamiento a los hermanos, renunciando a la pretensión de ser perdonados sin perdonar, de ser amados sin amar, para que por caminos de la reconciliación busquemos el bien común, la equidad, la justicia, el respeto de la naturaleza humana y de sus exigencias. Todos somos responsables de que el amor de Dios sea conocido, aceptado y vivido por los hermanos que nunca han escuchado hablar de Jesús, por aquellos que un día escucharon, pero hoy viven alejados de la fe y por los que sí están comprometidos de forma activa en las realidades eclesiales, de este modo todos seremos artesanos de la paz que busca la reconciliación entre los hermanos. II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Hermanos con la certeza que somos la Iglesia del Señor Jesús, despertemos en nosotros esos sentimientos de identidad y compromiso católico y recordemos que el Señor ha prometido hacerse presente en medio de su comunidad, ahora en la Eucaristía, para acompañarnos y bendecirnos. Estamos en el contexto de la Semana por la Paz, que inicia en este domingo, y que tiene como objetivo continuar adelantando acciones que nos inviten a seguir dando pasos para la construcción comunitaria de la paz y la reconciliación. Este fue el propósito del Papa Francisco en su visita a Colombia cuando nos dijo: «¡Demos el primer paso!», y que este primer paso sea en una dirección común. «Dar el primer paso» es, sobre todo, salir al encuentro de los demás con Cristo, el Señor. Celebremos con inmensa alegría esta experiencia de encuentro con Jesús y oremos para que esta jornada por la paz traiga bendiciones divinas para nuestra comunidad. Monición a la Liturgia de la Palabra Hermanos, otra forma como el Señor se hace presente es en la voz de su Palabra; ante ella todo lo que se nos pide inicialmente es tener la capacidad de escuchar la voz del Señor. No perdamos esta oportunidad, estemos atentos a cada palabra de su mensaje y no endurezcamos el corazón. Escuchemos con atención la Palabra de Dios. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Elevemos nuestras súplicas a Dios nuestro Padre, con la certeza de que: “…donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, Yo estoy presente en medio de ellos.” Unámonos con fe, diciendo: R. Escucha Padre la oración de tu Iglesia 1. Te pedimos Padre, que bendigas y protejas a tu Iglesia, y la hagas fecunda en el ministerio de cada bautizado, de manera que engendre nuevos hijos para tu Reino y se suscite el llamado de vocaciones a la vida sacerdotal, religiosa y consagrada. 2. Te pedimos Padre, por quienes ejercen el poder de la autoridad en nuestro país, para que no se dejen contagiar por la corrupción, y que en todo asuman el compromiso de servir en bien de las comunidades. 3. Te pedimos Padre, por los enfermos y agonizantes a causa de la pandemia que acecha al mundo, para que por medio de sus dolores encuentren en la cruz de tu Hijo, el consuelo y el alivio a sus sufrimientos. 4. Te pedimos Padre, por las diversas acciones que se realizarán con motivo de la semana por la paz para que, con la asistencia del Espíritu Santo, nuestros hermanos, puedan escuchar la voz de la Iglesia que los llama al perdón, la reconciliación, al amor verdadero. 5. Te pedimos Padre, por cada uno de los que participamos de esta asamblea, para que afiancemos nuestra fe y asumamos la responsabilidad de nuestra salvación y la de los demás; y que este mes de la Biblia nos lleve a escuchar tu voz y asumir con responsabilidad la misión. En un momento de silencio presentemos a Dios Padre nuestras intenciones personales…. Oración conclusiva Dios, Padre de la paz y la reconciliación, que quisiste llamarnos a formar parte de tu familia, la Iglesia; escucha nuestra oración humilde y confiada, que te presentamos. Por Jesucristo Nuestro Señor. R. Amén

Mié 26 Ago 2020

La relación íntima y amorosa del creyente con el Señor brota de la iniciativa divina

VIGÉSIMOSEGUNDO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO Agosto 30 de 2020 Primera lectura: Jr 20,7-9 Salmo: 63(62),2.3-4.5-6.8-9 (R. 2b) Segunda lectura: Rm 12,1-2 Evangelio: Mt 16,21-27 I. Orientaciones para la Predicación Introducción En la Palara de Dios que se nos propone en este domingo, podemos individualizar tres ideas para la reflexión: • La experiencia de Dios en la vida del discípulo – misionero de frente a su realidad personal y comunitaria. • El verdadero seguimiento del Señor, incluyendo necesariamente la aceptación del auténtico mesianismo del Hijo de Dios, como se le pide a Pedro, debe superar toda idea preconcebida. • La voluntad de Dios se descubre mediante el discernimiento y tiene unas características bien definidas que incluye todo lo que es bueno, agradable y perfecto. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? En el libro de Jeremías encontramos diversos pasajes en los que el profeta refleja la experiencia de amor de Dios en su propia vida; en ellos el profeta desnuda su corazón y manifiesta sus sentimientos más profundos. Estos textos son conocidos como “las confesiones de Jeremías”, y que los expertos identifican cinco (Cf. 11,18 – 12,5; 15, 10-21; 17, 1-18; 18, 18-23; y 20, 77-18). La primera lectura de hoy es una sección de la quinta confesión en donde Jeremías atestigua la crisis interna que vivió en medio de su ministerio profético, y que, manifestado a modo de salmo de lamentación, refleja un amor herido o, en parte, decepcionado, pero con la certeza de que Yahvé es el Dios de la Gracia. Así, en efecto, el enamoramiento que describe como una seducción, de frente a la reacción de los que lo escuchan, lo convierte en objeto del “hazmerreir” de la gente, por lo que descubre que su mensaje no es lo que él quiere decir, pues al “gritar violencia – destrucción” entra en crisis porque la “palabra del Señor se le volvió oprobio” y su reacción lo induce a desistir de sumisión; pero finalmente experimenta que Dios y su Palabra siempre se imponen como fuego incontenible. El Salmo contiene una de las más bellas descripciones de la relación íntima y amorosa del creyente con Dios; en él se expresa, en efecto, el ardiente deseo de Dios; hay una cascada de acciones que reflejan esta realidad: madrugar, sed, ansia, contemplar, alabar, orar, bendecir, invocar…; todo apunta a señalar que no hay nada como estar con el Señor, unirse y sostenerse en él es saciarse de paz, gozo y alegría sin igual. Pablo es el enamorado de Dios, su vida es el Señor. Como experiencia y fruto y de este amor anima a los romanos y les dice “los exhorto por la misericordia de Dios” y quiere que esta comunidad lo comprenda; no lo mueve otro interés más que el amor. Inicia esta exhortación animando y orientando sobre el verdadero culto espiritual. Pablo, en esta carta, ya ha dicho que el ministerio apostólico es un culto dado a Dios, “Dios a quien tributo un culto espiritual anunciando la Buena Noticia de su Hijo…” (1,9), así se da culto concreto y de ello nace su compromiso por evangelizar, por dar culto a Dios con esa acción concreta, “de ahí mi ansia por llevarles el Evangelio… del cual no me avergüenzo…” (Cf. 1, 15-16). Por ello, Pablo exhorta a ofrecer la vida entera como ofrenda agradable; se trata de aceptar la Buena Nueva y convertirse en comunicador de ella, dar culto espiritual con todo el cuerpo anunciando la Buena Noticia del Hijo de Dios. El evangelio presenta el anuncio de Jesús sobre su sufrimiento, muerte y resurrección. Este primer anuncio de la pasión expresa su mesianismo en unas categorías que no eran las esperadas por el pueblo, el glorioso servicio del Mesías pasa por el doloroso camino del sufrimiento, muerte y resurrección. La reacción no se hace esperar, y Pedro, que no comprende este camino, se expresa diciendo: “¡No lo permita Dios, Señor, eso no puede pasarte!”; de su parte Jesús corrige, primero a Pedro, haciéndole un nuevo llamado a quitarse de enfrente y a colocarse de nuevo detrás de Él, al tiempo que le evidencia el motivo de su error, “pensar como los hombres y no como Dios”; luego la corrección se dirige también a sus discípulos clarificándoles las condiciones de su seguimiento: “negarse a sí mismo”, “cargar la cruz” y “seguirlo”. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? La relación íntima y amorosa del creyente con el Señor brota de la iniciativa divina; en efecto, Dios conquista al hombre suscitando en él una renovación y transformación de mente y corazón de modo que el que es tocado por esta acción divina ya no se ajusta a este mundo y sus ofrecimientos, sino que busca experimentar este amor que Dios le ofrece. Así el nuevo amado siente que su gozo, alegría y paz es vivir en la presencia de Dios, unido y sostenido por Él. Cuando de verdad el hombre se siente amado por Dios la vida cambia. Cuando esta experiencia del amor de Dios en la vida del creyente se fortalece y, por tanto, no se deja debilitar, el amado pronto comienza a darse cuenta que en esta relación amorosa hay una responsabilidad qué asumir, porque el amor que siente no puede guardarse, sino que, por el contrario, debe anunciarlo, y compartirlo con los demás, para ello Dios llama y concede carismas o responsabilidades sea como profeta, apóstol o discípulo; en términos de hoy, se trata de asumir el compromiso de ser “discípulo misionero” en el contexto del plan presentado por Jesús para el anuncio del Evangelio. Cuando el discípulo se compromete en su ser misionero, pronto comienza a percibir que el camino se hace tortuoso, similar al de Jesús, lo que realmente le exige renunciar a su forma de pensar, a no dejarse conquistar por el mundo; igualmente, ha de tener presente que en su camino diario es necesario el discernimiento para descubrir la voluntad de Dios y hacerla norma de su vida. En estas circunstancias el caminar para el discípulo se torna difícil porque aparecen diversas reacciones negativas de parte de quienes reciben el mensaje, pues no siempre es recibido con agrado, sino que, muchas veces, la actitud es de rechazo, burla, desprecio, indiferencia, lo que hace que, poco a poco, su grado de compromiso y respuesta se convierta en una cruz que, muchas veces, pesa; pueden surgir, entonces, sentimientos de miedo, angustia, frustración al pensar que se estaba mejor sin asumir estos compromisos en el seguimiento del Señor. Toda esta realidad muestra que muchos creyentes, como el profeta Jeremías, preferirían no acordarse más de Dios y, por tanto, callar y no hablar en su nombre o, como Pedro en el evangelio, afirmar que “eso no puede pasar”. Al confrontar, así, la identidad cristiana con los valores y compromisos del evangelio pueden surgir, entonces, las crisis causadas también por las diversas tentaciones a que están expuestos los diversos agentes de pastoral y que interrogan profundamente la vida del creyente. Cuánto exige asumir en la vida diaria el compromiso cristiano y misionero de seguir coherentemente el camino propuesto por Jesús. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Señor, no obstante, nuestros pensamientos, sentimientos y acciones haznos sentir que tu Palabra es fuego ardiente e incontenible dentro de cada uno de nosotros; que siempre tengamos pastores, como Pablo, que nos exhorten sobre el verdadero culto, el compromiso evangelizador y el discernimiento de la voluntad divina para no caer en lecturas fundamentalistas, fatalistas o superficiales del acontecer divino. Señor, queremos reflejar en nuestra vida de discípulos misioneros el auténtico seguimiento, por ello cada vez que erremos en nuestra forma de pensar y proceder, como pasó con la buena intención de Pedro, que nunca nos falte tu misericordiosa corrección; que tus exigentes palabras sean siempre acogidas por nosotros para que nos indiquen el camino a seguir y, como Pedro en su proceso de maduración en la fe, también podamos decir: “Señor, ¿a quién vamos a ir? Solo tú tienes palabras de vida eterna” (Jn 6,68). II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Hermanos, que alegría poder reunirnos como Iglesia para celebrar nuestra fe. Que vivamos este momento de gracia como momento íntimo de encuentro con el Señor, dejemos que él nos hable al corazón y aprendamos a ser en verdad discípulos misioneros de su gran amor. Participemos con fe y alegría. Monición a la Liturgia de la Palabra Hermanos, el Señor Dios nos va a hablar, su amor nos conquistará para que nos sintamos amados por él. Escuchemos con atención y dejemos que su amor se arraigue como fuego en nuestro corazón. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Padre bueno que nos has llamado a tu seguimiento, escucha los sentimientos y necesidades que se gestan en nuestros corazones. Supliquémosle con fe diciendo: R. Mi alma está sedienta de ti, Señor 1. Señor, que tu Iglesia sea fortalecida por hombres y mujeres que con valentía y entrega asuman la misión evangelizadora y que tu gracia nos dé abundantes vocaciones para el anuncio de tu reino. Oremos. 2. Señor, que los gobernantes de los pueblos reconozcan tu acción y se comprometan convenientemente en valorar adecuadamente la dignidad humana, en buscar mayor fraternidad, solidaridad y unión entre los hermanos. Oremos. 3. Señor, que quienes sufren angustias, problemas y enfermedades a causa de la pandemia que nos azota, puedan encontrar en tu palabra y la solidaridad de las personas la ayuda necesaria que fortalezca sus vidas y corazones con la certeza que tu amor siempre los acompaña. 4. Señor, mira con amor esta asamblea y concede a cada uno lo que más le convenga según tu voluntad En un momento de silencio, presentemos nuestras necesidades personales… Oración conclusiva Padre Santo, Acoge misericordioso las súplicas de este pueblo que busca y tiene ansia de tu salvación. Por Jesucristo Nuestro Señor. R. Amén

Jue 20 Ago 2020

Dios otorga el poder de atar y desatar

Predicación Orante de la Palabra VIGÉSIMOPRIMER DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO Primera lectura: Is 22,19-23 Salmo: 138(137),1-2a. 2bc-3.6+8bc (R. 80[79],18) Segunda lectura: Rm 11,33-36 Evangelio: Mt 16,13-20 I. Orientaciones para la Predicación Introducción La liturgia de la Palabra en este domingo nos presenta las siguientes ideas de reflexión: • Dios llama y la respuesta a su llamado implica un compromiso de vida. • Dios otorga el poder de atar y desatar. • El sentido de la misión y de la persona de Jesús: Mesías e Hijo de Dios 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? En el transcurrir de la historia de cada persona hay dos realidades que caminan juntas: la vocación y la misión, el llamado y la realización, y en ellas está presente la acción de Dios que es quien da la autoridad para vivir y servir al pueblo, además de la estabilidad y la permanencia en la misión. Desde el momento de la llamada de Dios al profeta Jeremías, vemos que lo compromete y, al entender y aceptar este llamado, él lo asume con valentía. La seducción a la que se refiere el profeta es precisamente el sentimiento de quien comprende cuál es el sentido de la misión a la que Dios lo llama. El profeta sabe que la tarea es difícil y complicada, dura y riesgosa, pero el amor por Dios es tan grande que lo compromete a aceptar a costa de todo, hasta de su propia vida; igualmente sabe que la fidelidad y el amor verdadero logran superar todas las dificultades que se le presenten. Así mismo, san Pablo, quien reconoce el llamado especial que Dios le ha hecho para anunciar la buena nueva a los gentiles, admira, alaba y agradece el plan salvador de Dios, quien dispone todo para el bien, tanto de los judíos, como de los paganos. Ante la soberanía y libertad de Dios, quien salva a todos los hombres, Pablo se siente envuelto en su relación de amor con Dios y desea que todos sus destinatarios se identifiquen con la misión y acojan así la voluntad de Dios, que asuman su misma actitud sin importar las consecuencias que se desprendan del compromiso asumido; de ahí que invite a los romanos a entregarse como ofrenda viva y agradable a Dios, hostias vivas, seguros que Él espera a cada uno de sus seguidores para darles el merecido premio al servidor fiel; esto va en consonancia con el Salmo 137, que canta el amor de Dios que perdura eternamente. El evangelio nos propone, en efecto, la escena de la confesión de fe de Pedro y del reconocimiento de la persona de Jesús y su misión, cuando exclama Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo. Jesús dirige a Pedro una bienaventuranza por esta revelación que ha recibido de Dios sobre su persona y su identidad, y lo confirma con la fuerza divina en la misión de ser Kefas: piedra o roca, sobre la que edificará la Iglesia, pueblo mesiánico reunido por Jesús, contra la que el poder del mal y de la muerte no podrán. Aunque Pedro es ensalzado por esta revelación y confesión, muy pronto Jesús lo reprenderá llamándolo “satanás,” por pensar según la lógica humana y no según los criterios de Dios. La misión de atar y desatar, como expresión de potestad, bajo el signo de las llaves, expresa la plena autoridad que recibe Pedro de Jesús para confirmar a los hermanos en la fe; y, a su vez, expresa la decisión de Jesús de otorgar el poder de atar y desatar a otras personas diferentes de las que, hasta entonces, teniéndolo y no habiéndolo ejercido en bien del pueblo de Dios, por el contrario, lo debilitaron en la fe y la misericordia de Dios. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? El modo de actuar de Pedro, que presenta el evangelio, manifiesta la grandeza y la debilidad de la persona humana en quien se conjuga lo divino y lo humano; por eso se descubre la necesidad de contar siempre con la fuerza de Dios, porque para comprender y cumplir la tarea que el Señor propone, hay que tener fe, ser valientes y arriesgarse confiados a realizar aquello que el mismo Jesús asumió y cumplió con valentía hasta su muerte en cruz. Y, por encima de todo, Pedro, con su revelación y con su miedo, es presencia visible de Dios y signo de unidad en la Iglesia. El documento de Aparecida nos recuerda que: “La misión del anuncio de la Buena Nueva de Jesucristo tiene una destinación universal. Su mandato de caridad abraza todas las dimensiones de la existencia, todas las personas, todos los ambientes de la convivencia y todos los pueblos. Nada de lo humano le puede resultar extraño” DA No. 380. De hecho, la violencia de las persecuciones, la muerte cruel, el abandono humano y la entrega total al sacrificio producen en las personas miedos y deseos de huir, por lo que encaminarse por esa senda “es travesía para valientes”; en efecto, las dificultades, el riesgo y el sacrificio que conlleva el seguimiento de Jesús, implica una entrega y un compromiso de vida. Eso es lo que Pedro ve y trata de evitar y por lo que Jesús lo reprenderá. Hoy el Señor nos invita a contemplar, en primer lugar, la forma como hemos asumido nuestra vocación y misión en respuesta al proyecto de vida; luego, a entrar cada uno en su interior y ver los detalles de fidelidad o cobardía en el compromiso de seguimiento del Señor Jesús. De otra parte, también el Señor nos motiva en concreto a que, especialmente en este tiempo de pandemia, analicemos, seamos sensibles y actuemos sin temores en favor de las personas que sufren a causa de los males que son consecuencia de las diversas formas de violencia ejercidas contra los más débiles, la violencia que se vive en los hogares, en el trabajo y en la sociedad. Estas realidades que vivimos deben movernos a solidarizarnos, de uno y otro modo, con los que están necesitados de nosotros para que podamos vivir nuestra vocación y demos respuesta al Señor de la misión que se nos ha confiado de ser constructores de su Reino. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Señor tu Palabra es vida y alegría en nuestro caminar, es fortaleza y exigencia en nuestra decisión de ofrecer lo mejor que nos has dado, con la seguridad que nos ayudas a ser fieles en la entrega, a obedecer y a administrar bien la autoridad, a reconciliarnos y dar y recibir el perdón que nos ofreces. Danos la fortaleza y la sabiduría para reconocerte, seguirte con fidelidad y entregarnos con amor a acoger, animar y servir a quienes comparten nuestro caminar. II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Nos reunimos para compartir la presencia de Dios en nuestras vidas, para escuchar su Palabra que nos revela la presencia salvadora de Jesús que nos da vida, y para celebrar en comunidad la vida de la Iglesia, en unidad con la persona de Pedro y su representante el Papa Francisco, sobre cuya roca está construida la Iglesia. Dispongámonos para celebrar con fe y esperanza. Monición a la Liturgia de la Palabra La Palabra que vamos a escuchar nos invita a tener una actitud de reconocimiento de la presencia divina y cómo todo procede de Él, también la autoridad y poder, que da a quienes elige para que comprometan su vida en el servicio en bien de la comunidad que cree y espera. Abramos nuestra vida a la luz y misericordia que Dios nos ofrece en su Palabra que ahora se nos proclama. Escuchemos con atención. Oración Universal o de los Fieles. Presidente: Señor, tu palabra nos ilumina para reconocerte como nuestro Dios y Salvador, por eso con confianza presentamos nuestras peticiones al Padre, diciendo: R. Hijo de Dios vivo, escúchanos 1. Por la Iglesia, para que acompañada por tu Espíritu y en unidad con el Papa Francisco, viva en fidelidad a Jesucristo y se sienta siempre reconfortada en los momentos difíciles. Oremos. 2. Por los Gobernantes de las naciones, para que por tu gracia puedan trabajar unidos durante esta pandemia para promover la justicia y el cuidado especial de los pobres y vulnerables. Oremos. 3. Por las familias, Iglesia doméstica, especialmente las que tienen problemas y dificultades, para que encuentren en la Palabra de Dios luz, paz y fortaleza. Oremos. 4. Por los enfermos, de modo especial por los que se encuentran en estado terminal y los que se sienten solos en el final de su vida, para que experimenten tu presencia salvadora y la paz que les ofreces en la compañía de sus familiares y amigos. Oremos. 5. Por todos los cristianos, para que sepamos reconocer tu presencia en los acontecimientos y realidades de la vida cotidiana y demos testimonio de tu amor con nuestras actitudes de vida. Oremos 6. Por nosotros, nuestros familiares, amigos y personas con quienes compartimos nuestra vida y trabajo, para que sepamos seguir sin miedo el camino que nos conduce a reconócete y vivir la inmensa alegría de tu presencia salvadora entre nosotros. Oremos. Oración conclusiva Padre nuestro que nos has revelado a tu Hijo, acoge la oración que te dirigimos confiados en tu inmensa bondad. Por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén

Sáb 8 Ago 2020

El Señor se nos sigue manifestando discretamente, en el silencio de nuestro interior

Predicación Orante de la Palabra XIX Dom TO, Asunción y XX Dom TO [1] DECIMONOVENO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO Agosto 09 de 2020 Primera lectura: 1R 19,9a.11-13a Salmo: 85(84),9ab+10.11-12.13-14 (R. 8) Segunda lectura: Rm 9,1-5 Evangelio: Mt 14,22-33 I. Orientaciones para la Predicación Introducción • “Los Israelitas han abandonado tu alianza, han derribado los altares y han pasado a espada a tus profetas; quedo yo sólo y buscan mi vida para quitármela”, dice Elías triste y acongojado. Está cansado de todas sus batallas, busca consuelo en Dios y parece no encontrarlo. • “Siento una gran tristeza y un dolor incesante en el corazón. Pues desearía ser yo mismo maltratado, separado de Cristo por mis hermanos, los de mi raza…”. En el mismo sentido se manifiesta San Pablo para tratar de explicar cómo el Plan de salvación de Dios no se realiza plenamente, no porque Dios rechace la fragilidad humana, sino que en medio de esa fragilidad permite que experimentemos su misericordia. • “Viendo Pedro la violencia del viento, le entró miedo y, como comenzara a hundirse, gritó: ‘¡Señor, sálvame!’. La escena que sigue al conocido pasaje de Jesús que camina sobre las aguas también describe la fragilidad de la condición humana. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? La primera lectura nos ubica en la primera mitad del siglo IX aC, cuando un general del ejército toma el poder y funda Samaría como nueva capital de Israel, a la que hace una nación rica y poderosa y a la que consolida por medio de matrimonios con extranjeros. De hecho, su hijo Acab se casará con la pérfida Jezabel, hija del rey de Tiro, que impone divinidades paganas, persigue y asesina a los verdaderos profetas, Elías huye hacia el desierto, sube al monte Horeb en el que cuatrocientos años antes Moisés había hablado con el Señor. Pasa la noche en una cueva, de la que Dios lo invita a salir para esperar su manifestación. Pasa un violento huracán, luego un terremoto, después pasa fuego, pero el Señor no está presente en estas violentas realidades. Sólo al final Dios se hace presente en el silencio de una brisa suave. Elías lo reconoce, lo escucha y regresa a cumplir la misión que le encomienda. En la segunda lectura se nos transmite la tristeza de san Pablo porque parte de su pueblo ha rechazado el mensaje de salvación del Evangelio. A pesar de que han pasado casi treinta años de la muerte y resurrección de Jesús, Pablo no se cansa de testimoniar que la Alianza de Dios es irrevocable y que su misericordia es eterna. En el evangelio de san Mateo, el relato de Jesús que camina sobre las aguas sigue a la narración de la multiplicación de los panes. Es de noche y Jesús “obliga” a sus discípulos a subir a la barca mientras él despide a la gente y sube al monte para orar. Al finalizar la noche, los discípulos que están en la barca zarandeada por las olas pues el viento es contrario, no reconocen a Jesús que se acerca. Jesús se identifica con palabras de ánimo y de fortaleza y Pedro, tras pedirle que lo mande a ir hacia él, comienza a caminar sobre las aguas hasta que “le entra miedo” y comienza a hundirse. Jesús lo levanta, suben a la barca, el viento se calma. La escena dramática concluye con una profesión de fe: “Verdaderamente eres Hijo de Dios”. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? La vida es una sucesión de problemas cada vez más complejos. Cuando somos niños experimentamos dificultades y creemos que es el fin del mundo, pero el camino sigue, y en él, las angustias y los conflictos. Muchas veces son consecuencia de nuestros errores pero también hay ocasiones en que los líos parecen generarse incluso cuando tratamos de hacer las cosas bien. El problema del mal, las enfermedades y tragedias, las pandemias y el coronavirus, la pobreza, el hambre, la pérdida del trabajo y otras circunstancias pueden generar cansancio, desesperanza, desilusión y angustia. Al igual que la persecución que experimentaba Elías, la tristeza profunda que manifiesta san Pablo, el miedo de Pedro que se hunde bajo las aguas, la Palabra del Señor en este Domingo quiere ser una voz de ánimo para todos. Como al Príncipe de los Apóstoles, hoy el Señor nos dice a cada uno “¡Ven a mí!”. Como lo proclama san Pablo, la misericordia del Señor es eterna y Él es siempre fiel. Como al profeta, el Señor se nos sigue manifestando discretamente, en el silencio de nuestro interior, en la voz de nuestra conciencia, en las indicaciones de su Palabra, en sus pequeñas y cotidianas indicaciones. En medio de la noche que puede estar atravesando nuestra Iglesia, nuestra familia, nuestra empresa, nuestra economía, sólo existe una realidad capaz de hacer amainar el viento: la fuerza de la fe que surge de la experiencia del amor misericordioso de Dios. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Los Padres del desierto solían plantear a sus monjes una metáfora tomada de la práctica del cazador que cuando descubre la liebre que busca, suelta los perros para que la persigan y capturen porque es un animal sumamente ágil y rápido. Los canes salen veloces tras la liebre, pero poco a poco se van quedando por el camino porque los matorrales y obstáculos hacen que pierdan el rastro. Sólo el perro que nunca pierde de vista a su presa es capaz de alcanzarla y atraparla. Así es la vida cristiana: ninguna circunstancia puede hacernos perder de vista a Jesús que acompaña e ilumina nuestro caminar y nuestra vida. Pidamos al Señor la gracia de ser hombres y mujeres de fe inquebrantable, firmes en medio de las crisis y sólidos para ayudar a los que sufren un poco más que nosotros. II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Bienvenidos todos a esta celebración de acción de gracias en la que experimentamos la presencia de Jesús resucitado, vencedor del pecado y de la muerte. Dispongámonos a celebrar nuestra fe y a experimentar la presencia constante y misericordiosa de Dios en nuestra vida, en nuestra familia, en nuestra comunidad, en nuestra sociedad, en las alegrías, pero también en las dificultades que estamos experimentando. Monición a la Liturgia de la Palabra La angustia del profeta al que persiguen para matarlo, la tristeza del apóstol que sufre por amor a su pueblo y el miedo de Pedro que se hunde bajo las aguas por su falta de fe, ilustran las dificultades que podemos estar viviendo en los diversos contextos en los que nos movemos. Traigamos a nuestra mente los problemas que nos agobian o que hacen sufrir a nuestros seres queridos y escuchemos con atención las lecturas que nos traen un mensaje de fe y de fortaleza. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Dirijamos nuestras súplicas y peticiones al Padre misericordioso con la confianza de los hijos, con la certeza de que él hace posible lo que para nosotros es imposible y nos concede siempre lo que más nos conviene. R. ¡Escucha, Padre, nuestra oración! 1. Te pedimos por la Iglesia, que como la barca de los apóstoles muchas veces tiene que enfrentar vientos contrarios y se ve zarandeada por las olas, para que experimente siempre la serena presencia de Cristo, el Hijo de Dios. 2. Te pedimos por los pastores de la Iglesia, para que siempre den testimonio de fe y de fortaleza, para que puedan caminar sobre las aguas del escepticismo y la incredulidad y puedan conducir a sus rebaños hacia Cristo, el único Salvador. 3. Te pedimos por los que sufren y son perseguidos, de modo especial por los que han perdido las fuerzas y la esperanza, para que encuentren en los que los rodean un testimonio eficaz de tu misericordia. 4. Te pedimos por todas las personas que trabajan en el campo de la salud y por todos los que arriesgan su vida por ayudar a los que más sufren, para que encuentren en la fe en Cristo la fuerza necesaria para ser incansables testigos de tu amor. Oración conclusiva Escucha, Padre bondadoso, las plegarias que te dirigimos con fe en esta celebración de la resurrección de tu Hijo, quien vive y reina por los siglos de los siglos. R. Amén. [1] Elaborado por el Secretariado Permanente del Episcopado Colombiano (SPEC) y Coordinado por el Dpto. de Liturgia. (2020). Predicación Orante de la Palabra, II. Santísima Trinidad a Cristo Rey, Ciclo A.

Mar 28 Jul 2020

La Eucaristía es la fuente y el culmen de la vida cristiana

DECIMOCTAVO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO Agosto 02 de 2020 Primera lectura: Is 55,1-3 Salmo: 145(144),8-9.15-16.17-18 (R. cf. 16) Segunda lectura: Rm 8,35.37-39 Evangelio: Mt 14,13-21 I. Orientaciones para la Predicación Introducción Este domingo es una gran oportunidad para fortalecer en nuestros fieles los fundamentos de la vida cristiana. En primer lugar, el amor de Dios a los hombres es el fundamento indescriptible de la vida y de la esperanza en los creyentes; luego, la Eucaristía es la fuente y el culmen de la vida cristiana y, finalmente, la multiplicación de los panes y peces es signo del banquete mesiánico en tiempos de la nueva alianza. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? La Sagrada Escritura presenta el relato de la multiplicación de los panes y los peces como realización del banquete mesiánico de la nueva alianza. Orándolo y comprendiéndolo bien, ayuda a interiorizar el profundo significado de la Eucaristía para la vida de los bautizados en este momento histórico. El libro de Isaías describe el banquete mesiánico con estas palabras “¡Sedientos todos vayan por agua; los que no tienen dinero, vengan, compren y coman de balde, vino y leche sin pagar! El agua, símbolo de la vida, era en el Antiguo testamento característica de los tiempos mesiánicos; en el Nuevo Testamento se convierte en símbolo del Espíritu, como lo afirma el Apocalipsis: “Ya no tendrán hambre ni sed; ya no les molestará el sol ni bochorno alguno, porque el Cordero que está en medio del trono los apacentará y los guiará a los manantiales de las aguas de la vida” (Ap 7,17). Estas imágenes simbolizan la felicidad escatológica de la que habla el profeta Oseas: “Alejaré de esta tierra el arco, la espada y la guerra y los haré reposar en seguro; el cielo dará oportunamente la lluvia y la tierra sus productos en abundancia”; la restauración mesiánica se realizará en justicia y santidad. (Cfr. Os 2,20-23). La Iglesia camina en la historia aferrada a una Palabra: “Voy a hacer nuevas todas las cosas; al que tenga sed, yo le daré a beber gratis, agua del manantial” (Ap 21,5-6). Se trata del “Agua viva”, que promete Jesús a la mujer Samaritana, si llega a creer en Él (Cfr. Jn 4,14). Es el agua que brota del manantial de la vida: del costado de Cristo en la cruz y que se nos da en el bautismo. Es el anuncio de la felicidad que el ser humano está buscando y que sólo puede encontrar en el amor de Dios. Este anhelo de felicidad viene purificado por el profeta cuando afirma ¿Por qué gastan dinero en lo que no alimenta? ¿Y el salario en lo que no da hartura? Cuestiona el derroche y la banalidad en la que el ser humano se mueve buscando satisfacer sus placeres y no sus necesidades básicas. Si se escuchara la voz del Señor los hombres podrían comer manjares sustanciosos, pues “el Señor es bueno con todos, cariñoso con todas sus creaturas”, él abre la mano y sacia de favores a todo ser viviente (Cfr. Sal 144). Esta abundancia ha sido real y se ha manifestado en la multiplicación de los panes y peces. El contexto de este pasaje nos presenta a Jesús quien, después de enterarse de la muerte de Juan el Bautista, siente que su hora se aproxima y decide formar más a sus discípulos por lo que los lleva a un lugar solitario. Pero la gente se da cuenta y lo busca hasta encontrarlo. Nótese en el texto de la multiplicación de los panes y los peces la palabra especifica de Jesús “sintió compasión” de todos. Desde las entrañas mismas de Jesús viene su misericordia, en efecto, sana los enfermos y da de comer a los miles que estaban pendientes de sus labios. La compasión de Jesús va más allá de lo que comúnmente conocemos como pesar o conmiseración. La compasión que Jesús nos enseña es profunda, entrañable y emocionalmente muy inteligente; se trata de una compasión que integra la Divina Misericordia concretizada en paciencia, perdón, amor y acción divina para sacarnos del sufrimiento a pesar de nuestro insistente pecado: identidad de sentimiento y acción sanadora. La Palabra nos llama a comprender y a poner en práctica esta compasión cristiana que se hace acogida en cuanto nos identificamos con el otro. ¡Denles ustedes de comer! Los discípulos no logran comprender que ellos pueden dar de comer a la multitud si, lo poco que tengan en sus manos, lo colocan en las manos de Jesús. Jesús manda a la gente a que se recueste en la hierba. Nos hace pensar inmediatamente en la salida del pueblo de Israel de Egipto: “Comerán con la cintura ceñida, los pies calzados y el bastón en la mano; comerán de prisa, Todos, de prisa” (Ex 12,11). Ahora Jesús, el nuevo Cordero, hace que todos se sienten en la hierba, como quien está a la mesa y es atendido. El significado es que Jesús es la liberación, ya no salimos de prisa, ya podemos comer el pan bajado del cielo, el que da la vida: “Quien come mi carne y bebe mi sangre tendrá la vida eterna” (Jn 6,54). Luego de la bendición Jesús partió los panes y se los dio a los discípulos y ellos se los dieron a la gente. Jesús entrega a sus discípulos el Pan partido de la Palabra para que ellos, con la predicación y con la manera de vivir, lo entreguen a los demás. Un predicador de la palabra no puede entregarla si primero no la recibe de Jesús. Muchos sacerdotes, también laicos, sólo entregan el pan de la palabra después de haberla orado y meditado largo tiempo, es decir, primero han preguntado a Dios qué necesita esta asamblea que le va a escuchar. El Espíritu Santo hace su obra. Todos quedan satisfechos y sobran 12 cestos llenos de sobras. El anuncio de Jesucristo hace que los corazones sean misericordiosos; hay abundancia cuando compartimos lo poco o lo único que tenemos. Más aún, tiene más fecundidad cuando desde la precariedad compartimos con los demás. Se requiere que aquello que tengamos lo pongamos en las manos de Jesús. “Tomen y coman todos de Él, esto es mi cuerpo; tomen y beban todos de Él, esta es mi sangre” (Cfr. Mt 26, 26-30). La multiplicación de los panes y los peces nos habla de la Eucaristía y nos anuncia el banquete mesiánico, como lo dice el Apocalipsis: “Pondrá su morada entre ellos. Ellos serán su pueblo y Él, Dios-con-ellos, será su Dios. Enjugará las lágrimas de sus ojos, y no habrá ya muerte ni llanto, ni gritos ni fatigas, porque el mundo viejo habrá pasado” (Ap 21,3-4). 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? La Eucaristía es prefigura del banquete mesiánico y la multiplicación de los panes es anticipación de la Eucaristía; en ella vemos ya cumplido el signo del Amor desbordado de Dios Padre por nosotros, pues, con su Emanuel, Dios-con-nosotros, el Pan bajado del cielo, cuida de cada uno de sus hijos y los abastece en abundancia, con la condición de que seamos capaces de escuchar su voz, como lo afirma el profeta Isaías: “Escúchenme y vivirán, estén atentos y comerán bien, saborearán platos sustanciosos” (Is 55, 2). El vino y la leche son el signo de la fertilidad de la tierra prometida, pues, según Isaías: “Preparará el Señor para todos los pueblos en este monte un convite de manjares enjundiosos, un convite de vinos generosos” (Is 25,6). El profeta se refiere a la vida nueva en la perfecta Jerusalén, cuando Dios y el hombre habrán conseguido el nivel más alto de la intimidad. Dios es el Padre tierno que da la provisión a sus hijos, como dice el salmista: “Abres tú la mano y sacias de favores a todo viviente” (Sal 144). La multiplicación de los panes sigue la narración de la cena pascual: en efecto, levanta los ojos, da gracias y reparte. En realidad, es el pan partido para la vida del mundo. Jesús siente compasión por todo el hombre: cuerpo y alma. A las almas les da la Palabra y al cuerpo la curación y el alimento. Podríamos preguntarnos: Según datos de la FAO al año 2019, 821 millones de personas en el mundo padecen hambre. ¿Si Dios es un Padre Providente, por qué entonces no hace hoy la multiplicación de los panes para satisfacer a todos los hombres? En la narración de la multiplicación de los panes se puede ver un detalle importante para dar respuesta a este interrogante; en el milagro Jesús no hizo aparecer “mágicamente” la cantidad de panes y peces. Preguntó qué tenían, invitó a compartir lo poco que tenían: cinco panes y dos peces. Lo poco que cada uno de nosotros pueda tener, al colocarlo en manos de Jesús, y compartirlo, ¡cuánto bien podría producir para los demás! Es un milagro verdadero, salir de nosotros mismos para sentir el sufrimiento de los demás hermanos. Nuestra sociedad es individualista; marcada por la soberbia y la búsqueda de sí. La idolatría del dinero hace que el 45% de las frutas y vegetales que se cosechan en el mundo se desperdicien, pues se denominan “excedentes” con el fin de que no bajen los precios. La cantidad equivale a algo así como 3.700 millones de manzanas. También se desperdicia el 30% de los cereales, equivalente a 763.000 millones de cajas de pasta. Y de los 263 millones de toneladas de carne que se producen mundialmente cada año, se pierde el 20%, equivalente a 75 millones de vacas. En total, según cifras del Fondo de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO)[1] se pierden 1.300 millones de toneladas de comida producida para el consumo humano, un tercio del total (Cfr. informe FAO 2019) …Semejante realidad estrictamente en procura de precios al alza, negocio y “prosperidad”. Estas cifras son alarmantes y producen mucho dolor. En realidad, el mundo produce alimentos para todos en abundancia, lo que hace manifiesto el amor de Dios por sus hijos, como dice el salmista: “Abres tú la mano y sacias de bienes a tus hijos” (Sal 144). Si lo propusiéramos sólo en el ámbito de la familia, si cada uno compartiera lo que ganase en su trabajo y de allí se realizaran todos los gastos de la familia, con seguridad quedaría dinero para hacer el bien a otros. Esta es la propuesta del Evangelio, donde el amor al otro es lo que distingue a un discípulo de Jesús. Sería un signo real que produciría la “Economía de comunión” y haría que los demás, al verlo concreto en la manera de vivir de los creyentes, exclamasen: “Miren cómo se aman”. Sólo que, por la ausencia del conocimiento de Jesús, cada uno batalla en su historia con sus propias fuerzas y “gasta su dinero en lo que no alimenta y el salario en lo que no da hartura” (Is 55,2). La Iglesia tiene la propuesta para el mundo de hoy; en efecto, habla y promueve la vida en comunidad, la cual tiene como principio fundamental poner todos los bienes en común para que ninguno pase necesidad (Cfr. Hch 2,42). La Eucaristía es la fuente y el culmen de la vida cristiana; ser idóneo para celebrarla, porque considero al otro como don de Dios para la propia existencia, es estar dispuesto a compartir lo que soy y lo que tengo para que el otro tenga la vida (Cfr. ChFL 26). 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Es la oportunidad de pedir al Señor la conversión y el don de la e. La fe es dada por Dios como germen, en el bautismo, y está destinada a crecer. Debemos pedir que nuestra fe madure y eso se logra por medio de la escucha de la Palabra, la vida en comunidad y la celebración de la Eucaristía. • Recibimos la escucha de la Palabra en la ceremonia del Bautismo, cuando el sacerdote toca la los oídos y la boca del niño, diciendo: “El Señor que ha hecho oír a los sordos y hablar a los mudos, te conceda a su tiempo, escuchar su palabra y profesar su Fe para alabanza y gloria de Dios Padre” (Effetá). No es solamente oír e interpretar una información, es abrir nuestro ser a la internalización de la Palabra en el corazón, en el intelecto, en la voluntad y vivirla en nuestros actos, es alimentarse con ella (comer el Pan). • La vida en comunidad inicia en la familia, es nuestra primera experiencia de comunidad católica y nuestra primer “aula de Fe” que continua en la Parroquia (definida por San Juan Pablo II como Comunidad Eucarística), desde donde se irradian las experiencias comunitarias (laicado consagrado, misiones, comunidades de evangelización…). Toda una línea de pertenencia católica que se siembra desde el bautismo y crece con la persona en todas sus épocas: edad escolar, noviazgo, matrimonio, vida de hogar, vida laboral, vida social…escuchando y haciendo vida la Palabra y dándola a conocer (multiplicar el Pan). • La Eucaristía, caracterizada por el Papa San Pío X, en 1905, como “la fuente primaria e indispensable del espíritu cristiano”, impone para su celebración que cada uno debe llegar a sentir el dolor del hermano y el deseo sincero de compartir su existencia como un pan que se despedaza para que el otro tenga la vida. La Eucaristía puede comprenderse como la prefiguración del banquete mesiánico, en el cual se podrán enjugar las lágrimas de quien está sufriendo (Cfr. Ap 21,4). De ahí la importancia de que los católicos estemos invitados, desde la más tierna edad, al sagrado convite, con mucha frecuencia -incluso a diario-, para que podamos renovarnos con sus frutos (comer, multiplicar y compartir el Pan). II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Como hermanos nos encontramos para comer juntos el Pan bajado del cielo: Jesucristo el Señor. Él nos ha dicho: “Quien come mi carne y bebe mi sangre tendrá vida eterna”. El Evangelio de la multiplicación de los panes, nos presenta ya la prefiguración del banquete al cual hemos sido convocados hoy. Participemos con inmensa alegría. Monición a la Liturgia de la Palabra Las lecturas de hoy nos anuncian la celebración del banquete mesiánico, en el que Dios Padre realizará la plenitud y la máxima felicidad por la comunión de los hijos: “Enjugará las lágrimas de los ojos y no habrá ya muerte ni llanto, ni gritos ni fatigas, porque el mundo viejo habrá pasado. (Ap 21,4) Escuchemos con atención la Palabra de Dios. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Dirijamos con absoluta confianza nuestras plegarias al Padre con la certeza de que seremos escuchados. Digamos juntos: R. Escucha Padre nuestra oración 1. Por el Papa Francisco, para que su testimonio de amor hacia los más pobres anime y fortalezca a la Iglesia en la vivencia plena de la Eucaristía. Oremos 2. Por nuestros gobernantes, para que, iluminados por la Palabra, consideren la propuesta de la Economía de comunión, como solución a los problemas suscitados por el individualismo de nuestra sociedad. 3. Por todos los que sufren hambre, discriminación, descarte y viven marginados y excluidos, para que, la Iglesia con la potencia del Evangelio, pueda dar nuevos criterios frente a los modelos económicos ineficaces y desgastados. 4. Por toda la comunidad parroquial, para que, por la escucha de esta Palabra, pueda llegar a ser una verdadera “comunidad eucarística”, donde el otro sea considerado un don de Dios para la propia existencia. En un momento de silencio presentemos al Padre nuestras intenciones personales Oración conclusiva Acoge Padre misericordioso las plegarias que te presentamos con fe y esperanza. Por Jesucristo Nuestro Señor. R. Amén [1]https://news.un.org/es/story/2018/10/1443382

Mar 21 Jul 2020

Hay que confiar en Dios paciente y justo

Predicación Orante de la Palabra DECIMOSÉPTIMO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO Julio 26 de 2020 Primera lectura: 1R 3,5.7-12 Salmo:119(118),57+72. 76-77.127-128.129-130 (R. 97a) Segunda lectura: Rm 8,28-30 Evangelio: Mt 13,44-52 I. Orientaciones para la Predicación Introducción De las lecturas de este domingo podremos elegir entre tres ideas fundamentales que podrán tenerse en cuenta para la predicación: • Hay que confiar en Dios paciente y justo. En la red de arrastre, con su revoltijo de peces buenos y malos, se puede ver cómo Dios espera la conversión de sus hijos hasta la separación final. • El Reino de los cielos está por encima de todo y por él se ha de sacrificar todo lo demás, del mismo modo que el joven Salomón prefirió el don de la Sabiduría a los bienes materiales. • El Plan completo de Dios, que implica vocación, elección, predestinación y justificación, tiene como finalidad el destino de Gloria para quienes participen de la vida resucitada de Cristo. En esta propuesta desarrollaremos la segunda, por la necesidad que tenemos en estos tiempos de volver a centrar a Dios como la razón de nuestra vida y colocar de nuevo los fundamentos de la Fe en Cristo para dar razón de nuestra esperanza. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? El Reino de los cielos está por encima de todo y por él se ha de sacrificar todo lo demás. Podríamos decirlo también de otro modo: Dios es el primero y centro de nuestra existencia, honrarlo, servirlo y amarlo, por sobre todas las cosas nos da la plenitud de la vida y la felicidad. Esta relación con Él es el tesoro escondido, es la perla preciosa. Jesús es el tesoro, Él es la perla. Veamos cómo nos lo presenta la misma Sagrada Escritura: Dios le dice a Salomón: “Pídeme lo que crees que debo darte”. Esta expresión usada por Dios encierra algo muy importante para el joven rey: ¿Qué es lo que verdaderamente necesitas Salomón? ¿Qué es lo importante para ti? ¿Dónde podrías colocar tu seguridad para garantizar el éxito de tu reinado? Un joven que se enfrenta a una realidad nueva, que tiene delante un numeroso pueblo para gobernar, podría haberle pedido a Dios entregarle la vida de los enemigos, vencer todas las batallas, adquirir riquezas necesarias para abastecer a su pueblo y, además, larga vida para disfrutar de los placeres y beneficios que le diera el ser rey de Israel. Lo que podría desconcertar a nuestra mirada simplemente humana es la respuesta del rey: “Concede a tu siervo un corazón atento para juzgar a tu pueblo, para discernir entre el bien y el mal”. Salomón pide conocimiento y discernimiento. Es sorpresiva la respuesta. Tú y yo, habríamos pedido riquezas, bienes, salud, éxito en nuestras empresas, justificando que necesitaríamos de todo esto para gobernar al pueblo. Salomón pide lo único que necesita, lo esencial para poder gobernar: La sabiduría que viene de Dios mismo. En otros términos, Salomón escoge a Dios por encima de todo lo demás. Lo prefiere a Él, del mismo modo como Jacob lo luchó hasta obtenerlo y se ganó el amor de Dios, su aceptación; por el contrario, Esaú obtuvo el rechazo de Dios porque prefirió su interés propio y lo material, dejando de lado el amor de Dios; es por esto por lo que en la carta a los Romanos se lee: “Amé a Jacob y rechacé a Esaú” (Cfr. Ml1, 2-3; Rm 9,13). Esta es la propuesta del evangelio de hoy: Jesús nos dice que la verdadera sabiduría es la del que sabe despojarse para adquirir el nuevo modo de ver la realidad que trae el Reino por Él inaugurado. El Tesoro es el mismo Jesús, quien lo encuentra, vende todo lo que tiene, da el dinero a los pobres y sigue al Señor (Cfr. Mt 19,21). La “relación” con Jesús, quien es “la sabiduría misma”, es la perla preciosa; por ella, el vendedor de perlas finas vende todas las que tiene y compra la única necesaria, la fundamental para su vida. Quien llega a conocer a Jesús, llega a creer en Él y adquiere, por consecuencia, el don del discernimiento, esto es, se vuelve capaz de saber qué es lo bueno, porque agrada al Señor y qué es lo malo, es decir lo que no le agrada. La carta a los hebreos llama adulto en la fe a quien es capaz, por costumbre, de discernir entre el bien y el mal; quien no ha llegado a esta capacidad es todavía un niño y por lo mismo necesita todavía lechita (Cfr. Hb 5,14). Para llegar a ser este adulto en la fe, es necesario buscar la sabiduría de la misma manera como el hombre de hoy busca el dinero y lo rastrea como a un tesoro (Prov 2,4). A este punto podríamos preguntarnos: ¿Qué ganamos con preferir al Señor? El adulto en la fe llega a darse cuenta que: “el que le da todo al Todo, porque es el Todo, el Todo le da todo”. Así lo dice Dios a Salomón: “Por haber pedido esto [La Sabiduría], y no una vida larga o riquezas para ti ni tampoco la vida de tus enemigos, obraré según tu palabra: te concedo una mente sabia e inteligente como no ha habido antes de ti ni surgirá otro igual después. Te concedo también aquello que no has pedido: riquezas y gloria mayores que las de otro rey mientras vivas y…te daré larga vida”. Simplemente entonces: “Quien busca primero el Reino de Dios y su justicia todo lo demás vendrá por añadidura” (Mt 6,33) y, ante la interpelación de Pedro a Jesús, “Nosotros que lo hemos dejado todo por seguirte, ¿qué ganaremos?” La respuesta de Jesús es contundente: “Yo les aseguro que nadie que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o hacienda por mí y por el Evangelio, quedará sin recibir el ciento por uno: ahora, al presente, casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y hacienda, con persecuciones, y en el mundo venidero, vida eterna” (Mc 10,29-30). 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? Este año particularmente hemos experimentado la necesidad de permitir que esta palabra ilumine nuestras vidas. La pandemia vivida con el covid-19 nos ha dejado abundantes enseñanzas. Dios ahora, en este tiempo, entra en diálogo con cada uno de nosotros y nos dice: ¡Pídanme lo que crean que debo darles! La claridad de nuestra respuesta depende del lugar que ocupe el Señor en nuestra existencia. Si conscientemente hemos dado a Dios el primer lugar, si amarlo, servirlo y honrarlo es la finalidad de toda nuestra vida, entonces seremos capaces de dar la misma respuesta del rey Salomón: ¡Dame un corazón sensato para conocer lo que es grato a tus ojos; dame la sabiduría asistente de tu trono; dame la conversión a Jesucristo; dame la fe!. El libro del Eclesiástico nos hace entender que esta Sabiduría está escondida y es como un tesoro oculto (Eco 20,30), es por esto por lo que, en el Evangelio, Jesús busca entusiasmarnos por su Reino y nos lo compara a un tesoro escondido. ¡Cuando un hombre lo encuentra, vuelve a esconderlo y, de tanta alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel!. Es importante subrayar tres aspectos de lo que hoy podemos leer: • Se trata de un tesoro-sabiduría que está escondido: El valor de la verdad. • Produce una alegría tal, que impulsa a la decisión de venderlo todo: El valor del desprendimiento. • Se compara el Reino con la perla de más valor: El valor de la fe. Con respecto al primero, al valor de la verdad, es necesario, ir a la primera carta de los Corintios, donde, en efecto, el apóstol Pablo nos transmite que Dios quiso salvar el mundo mediante una sabiduría oculta, escondida a los ojos de los soberbios, a quienes se dicen a sí mismos inteligentes y sabios. Una sabiduría que sólo puede ser comprendida por los “pequeños, humildes y sencillos”. Se trata de la verdad que nos libera, el conocimiento absoluto, es la sabiduría de la Cruz, locura y necedad para quien no cree y fuerza de Dios para los que se vuelven pequeños. Únicamente los pobres, es decir, hombres y mujeres considerados de ordinario como desgraciados, son felices, ya que son aptos para recibir la bendición del Reino. El profeta Sofonías los define como los humildes, los “anawim” (2,3), quienes viven sumisos a la voluntad divina. Son los oprimidos, porque reclaman justicia para los débiles, pequeños e indigentes: “Dice el Señor, seré inflexible porque [los que se creen sabios] venden al justo por dinero y al pobre por un par de sandalias, pisan contra el polvo de la tierra la cabeza de los débiles” (Am 2,6-7). De ahí que el profeta Isaías anuncie a voz en grito: “Destruiré la sabiduría de los sabios e inutilizaré la inteligencia de los inteligentes” (Is 29,14; 1 Co 1,19). El segundo aspecto, relacionado con el valor del desprendimiento, tiene que ver con que el hallazgo del tesoro produce una alegría sin límites, ante la cual “lo demás” palidece: Con Jesús en nuestra vida lo tenemos todo, Él es la riqueza y nosotros los pobres que aspiramos a merecerle. Las cosas, las personas, los planes y proyectos de quien encuentra el tesoro, pasan a un segundo plano y sólo adquieren sentido si vienen iluminados por este encuentro. En este orden de ideas comprendemos la profunda exclamación de San Pablo: “Lo que antes consideré ganancia, lo tengo ahora por pérdida con tal de ganar a Cristo. Más aún, juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por Él perdí todas las cosas; incluso las tengo por basura para ganar a Cristo y encontrarme arraigado en Él” (Filp 3,7-9). Es tanta la alegría de Pablo que llega a proclamar con su misma vida: “Estoy crucificado con Cristo, ya no soy yo quien vivo, es Cristo quien vive en mi” (Gal 2,19-20). En tercer lugar, el Reino de Dios viene comparado con la perla preciosa. El mercader encuentra la perla más fina, la de más valor y lleno de esta alegría mencionada antes, vende todas las demás perlas para comprar la única que necesita: logra la lucidez necesaria para renunciar al mundo y sus veleidades, el despojo que enaltece porque creemos en su promesa de eternidad. Su valor máximo también está en que su alegría ilumina la adversidad y la carga de sentido. Por ejemplo, la enfermedad de ser considerada un castigo pasa a convertirse en bendición; igualmente, a todo sufrimiento, a causa de este tesoro-perla que es la fe, se le descubre su sentido y su finalidad para la existencia. Así ha ocurrido con el coronavirus padecido este año en el mundo entero. La pandemia se convirtió en una oportunidad para aprender a valorar lo esencial de la existencia y emprender un camino de regreso a Dios. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Pidamos al Señor que seamos capaces de preferirlo a Él, haciendo que todo cuanto hagamos cotidianamente tenga la finalidad de agradarlo. Que podamos colocar en Él nuestra seguridad y que, como el rey Salomón, le pidamos al Padre que nos conceda un corazón sensato para poder conocerlo y discernimiento para saber dónde está el bien y dónde está el mal, porque hoy, como dice Isaías. “llamamos a la oscuridad luz y a la luz oscuridad; a lo amargo lo llamamos dulce y a lo dulce amargo” (5,20). Supliquemos al Señor que podamos llegar a ser adultos en la fe mediante la escucha de la Palabra, la vivencia en comunidad y celebración de la eucaristía. II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Queridos hermanos y hermanas: el Señor ha permitido que nos encontremos de nuevo para celebrar la santa Eucaristía. En ella encontraremos la luz y la fuerza para asumir la vida en esta semana, buscando agradar en todo a Dios Padre, prefiriéndolo por encima de todas las creaturas y cosas. Participemos con alegría. Monición a la Liturgia de la Palabra En las lecturas de hoy, Dios nos va a hacer un ofrecimiento maravilloso; el mismo que le hizo al rey Salomón: “Pídeme lo que crees que debo darte” ¿Cuál será nuestra respuesta? Esta soló dependerá del lugar que Dios ocupe en nuestra vida. La luz del Espíritu Santo nos ayudará a descubrir el tesoro que está escondido ya dentro de nosotros y ganar la Perla de máximo valor que es Jesucristo para que podamos alcanzar la plenitud de la felicidad. Escuchemos con atención. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Invoquemos a Dios Padre que envió al Espíritu Santo para que con su luz santísima penetre las almas de sus fieles y digámosle: R. Ilumina Señor a tu pueblo 1. Te pedimos Padre por el Papa, fortalécelo, acompáñalo y asístelo con tu sabiduría, para que, como el rey salomón, él siga orientando la Iglesia haciéndonos centrar nuestra evangelización en lo esencial, el anuncio de tu Hijo Jesucristo. Oremos. 2. Te pedimos Padre Santo, que asistas con la luz de tu Santo Espíritu a nuestros gobernantes, para que, llenos de la sabiduría que procede de ti, puedan legislar y orientar a los pueblos prefiriéndote a ti por encima de todas las cosas. Oremos. 3. Te pedimos Padre lleno de amor, que asistas a toda tu Iglesia en este tiempo de necesidad para que en su acción pastoral pueda hacer que tus hijos descubran el tesoro del Reino de los cielos. Oremos 4. Te pedimos Padre por todos los que sufren a causa del COVID-19, para que, puedan ver, por la fe, el sentido redentor de cuanto ofrecen y su fortaleza venga de la cruz como de su fuente. Oremos 5. Te pedimos Padre de amor, por todos los que estamos celebrando esta Eucaristía, para que cuanto hagamos en nuestra vida diaria agrade a ti. Oremos. Oración conclusiva Acoge Padre compasivo, estas súplicas que hoy te presentamos con fe. Por Jesucristo nuestro Señor. R. Amén.