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predicación orante

Mar 14 Jul 2020

El hombre debe mantenerse expectante y vigilante para no permitir que el mal corrompa su vida

DECIMOSEXTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO Primera lectura: Sb 12,13.16-19 Salmo: 86(85),5-6.9-10.15-16a (R. 5a) Segunda lectura: Rm 8,26-27 Evangelio: Mt 13,24-43 I. Orientaciones para la Predicación Introducción • Dios nos enseña la necesidad de ser pacientes para saber esperar el momento oportuno de su intervención. • El juicio y la sentencia únicamente le corresponden a Dios como creador y dueño de todo. • El hombre debe mantenerse expectante y vigilante para no permitir que el mal corrompa su vida. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? En el evangelio, la parábola del trigo y la cizaña nos hace entrar en dinámica de la paciencia de Dios que espera hasta el momento final, muy distinta de la impaciencia del hombre que quiere intervenir por su cuenta en el proceso de crecimiento del trigo y la cizaña que germinan a la par. El relato nos muestra la preocupación del hombre por el problema del mal en el mundo reflejado en la presencia de la cizaña en medio del trigo, por eso, el hombre quiere que Dios intervenga en ese mismo momento antes de la siega; sin embargo, Cristo les enseña a sus discípulos que deben ser pacientes y esperar hasta el momento de la cosecha cuando se terminará el tiempo del mal, pues la cizaña terminará perdiéndose en el fuego. El ser humano tiene la tendencia a actuar precipitada y aceleradamente buscando soluciones inmediatas y en la parábola Dios nos enseña la necesidad de la prudencia para saber esperar el momento oportuno para actuar. Dios es paciente y sabe esperar al hombre concediéndole un tiempo propicio para que cambie de conducta. El mal no triunfa definitivamente pues la victoria es de Dios. El libro de la sabiduría, por su parte, nos enseña que la justicia solo le corresponde a Dios, por eso, delante a los cananeos, se ha adoptado una actitud severa frente a sus crímenes, pero también está la misericordia que sabe esperar hasta el momento final. Igualmente, en la parábola del trigo y la cizaña, se advierte que el momento de la siega, será el momento del juicio cuando se separará el trigo de la cizaña, es decir, allí se apartará el bien del mal. Muchas veces caemos en la tentación de separar por nuestra cuenta lo bueno de lo malo y olvidamos que esto solo le corresponde a Dios en el momento final, cuando su Voluntad así lo determine. La cizaña tiene un aspecto de cierta semejanza al del trigo pero es algo engañoso y con ello se nos plantea la necesidad del discernimiento para saber distinguir el bien del mal, ya que ambos deben coexistir unidos hasta el día del juicio cuando saldrá a la luz tanto lo que sirve y se almacena -el trigo-, como lo que se descarta para ser quemado -la cizaña-; antes de ese momento final es muy difícil pretender separarlos, ya que como aclara la parábola, se podría estropear el trigo y echarlo a perder. Por esta razón no nos corresponde a nosotros aplicar justicia por nuestros medios, ya que esto es tarea única y exclusiva del dueño de la siembra -El Padre Creador-. La necesidad de la vigilancia es un detalle relevante de la parábola, pues es durante la noche, mientras se duerme, cuando hay oscuridad y el mal puede actuar con mayor libertad sin ser descubierto, el enemigo siembra la cizaña en el mismo campo donde se ha plantado el trigo. Esto indica que el discípulo del Señor no puede descuidarse ni un momento porque el enemigo está al acecho en espera de la oportunidad de que el hombre duerma para sembrar el mal en el campo del bien -La cizaña en el campo del trigo-. La vigilancia es la actitud propia de aquel que se mantiene atento y expectante en actitud de defensa frente a los ataques del mal para prevenir que el maligno entre a hacer estragos en el campo de la siembra. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? ¿Qué tan paciente eres? Buscas soluciones inmediatas, te tomas un tiempo para analizar los diversos acontecimientos de la vida. ¿Quieres solucionar las dificultades precipitadamente? La parábola nos enseña que hay un tiempo oportuno para todas las cosas. Los resultados no son al instante, la crisis generada por los problemas nos debe enseñar a saber tomar distancia para pensar y buscar el momento oportuno para actuar. La presencia del mal en el mundo no debe acelerar nuestro modo de actuar, todo lo contrario, nos debe llevar a la prudencia para saber actuar sin dejarnos contaminar por él sabiendo que el bien, finalmente, triunfará en el momento final. A nosotros no nos corresponde emitir juicios ni pretender hacer justicia por nuestros propios medios, pues, aunque el mal esté presente en el mundo en medio del bien, nosotros debemos saber esperar el tiempo de Dios que es el único que puede hacer justicia de modo equitativo. Nuestra justicia se queda corta porque nuestros juicios son razonamientos humanos muy distintos de los que emite Dios. Aunque a veces veamos que aparentemente el mal triunfa no es así, pues Dios al final separará el bien del mal y, a quien ha permanecido fiel hasta el final, dará el premio prometido a los fieles servidores. El discípulo del Señor debe caracterizarse por la vigilancia a ejemplo del centinela que no duerme para no dejar que el mal haga estragos en medio del trigo. La vigilancia exige constancia pues si analizamos la parábola el enemigo no duerme y está esperando el momento para poder atacar. Solamente quien permanezca en vigilia sabiendo esperar con paciencia y prudencia no dará ocasión para que el mal se introduzca en el campo de su corazón. A propósito de esta vigilancia, es bueno recordar las palabras de San Juan Crisóstomo en una de sus homilías: “El método del diablo es el de mezclar siempre la verdad con el error, revestido éste con las apariencias y colores de la verdad, de manera que pueda seducir fácilmente a los que se dejan engañar. Por eso el Señor sólo habla de la cizaña porque esta planta se parece al trigo. Seguidamente indica cómo lo hace para engañar: «mientras la gente dormía». Por ahí se ve el grave peligro que corren los jefes, sobre todo aquellos a quienes les ha sido confiada la guarda del campo; por otra parte, ese peligro no amenaza sólo a los jefes, sino también a los subordinados. Esto mismo nos enseña que el error viene después de la verdad… Cristo nos dice todo esto para enseñarnos a no dormirnos…, de ahí la necesidad de la vigilancia de un guardia. Y también nos dice: «El que persevere hasta el final, se salvará» (Mt 10,22)” Por eso, hemos de pedir al Señor la perseverancia y la vigilancia en todo momento para no dar ocasión al mal. Recordemos aquí para el caso, las palabras del Papa Francisco en el Ángelus del domingo 20 de julio de 2014: “La enseñanza de la parábola es doble. Ante todo, dice que el mal que hay en el mundo no proviene de Dios, sino de su enemigo, el Maligno. Es curioso, el maligno va de noche a sembrar la cizaña, en la oscuridad, en la confusión; él va donde no hay luz para sembrar la cizaña. Este enemigo es astuto: ha sembrado el mal en medio del bien, de tal modo que es imposible a nosotros hombres separarlos claramente; pero Dios, al final, podrá hacerlo. Y aquí pasamos al segundo tema: la contraposición entre la impaciencia de los servidores y la paciente espera del propietario del campo, que representa a Dios. Nosotros, a veces, tenemos una gran prisa por juzgar, clasificar, poner de este lado a los buenos y del otro a los malos...” Nos corresponde asumir las actitudes de la paciencia, la prudencia en los juicios y la vigilancia hasta el final. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Hoy Señor acudimos a ti para pedirte que no nos saques del mundo, sino que nos libres del mal. Necesitamos aprender a vivir en el mundo en medio del mal sin dejar contaminar nuestro corazón para llevar el bien a todos los lugares donde vayamos. Queremos ser esos discípulos que aprenden la paciencia para saber esperar, la prudencia para saber actuar, sin precipitarnos a decisiones equivocadas y la vigilancia para mantenernos firmes hasta el final. II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Nos reunimos como pueblo de Dios para escuchar su Palabra y alimentarnos del Cuerpo y Sangre de Cristo que nos dan la fuerza necesaria para peregrinar en medio del mundo, descubriendo todo lo bueno que nuestro Padre nos concede. Participemos con alegría de esta celebración dominical. Monición a la Liturgia de la Palabra Al igual que la cizaña crece en medio del trigo, del mismo modo el mal entremezclado con el bien. Así se nos explica la presencia misteriosa del mal en el mundo, pero al final Dios, como el sembrador, llegará para el día de la cosecha y el mal será aniquilado para siempre. Escuchemos con atención. Oración Universal o de los Fieles Presidente: A Dios que es paciente y misericordioso, elevemos nuestra súplica confiadamente diciendo: R. Dueño de la cosecha, escúchanos 1. Padre omnipotente, acompaña con la fuerza del Espíritu Santo al Papa y los ministros consagrados para que, anunciando el Evangelio y extendiendo el Reino de Dios, sean fieles al ministerio que se les ha confiado. 2. Padre eterno, asiste con sabiduría a los gobernantes para que legislen con justicia y equidad a los pueblos que les han sido encomendados. 3. Padre misericordioso, socorre con tu protección a los más débiles y desfavorecidos en este tiempo de pandemia, para que nuestra caridad con ellos sea viva y operante. 4. Padre bondadoso, auxilia con tu gracia a todos los alejados de la fe y que andan por la senda del mal, para que se conviertan de su conducta y se abran al mensaje del Evangelio. 5. Padre amable, protege con tu providencia a todas las familias para que vivan en la unidad, el respeto y el amor. Oración conclusiva Padre Santo que eres compasivo y misericordioso, acoge la súplica ferviente que te dirigen tus hijos en oración. Por Jesucristo Nuestro Señor. R. Amén

Mié 8 Jul 2020

La acogida de la semilla empieza por la escucha atenta de la Palabra

Predicación Orante de la Palabra XV Dom TO – XVI Dom TO [1] DECIMOQUINTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO Primera lectura: Is 55,10-11 Salmo: 65(64),10.11.12-13. 14 Segunda lectura: Rm 8,18-23 Evangelio: Mt 13,1-23 I. Orientaciones para la Predicación Introducción • La Palabra de Dios es un don que cae en el corazón del hombre y los frutos dependen de su respuesta. • La Palabra es una semilla que posee vida interna y necesita de un ambiente propicio para crecer. • La acogida de la semilla empieza por la escucha atenta de la Palabra. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? En Isaías nos encontramos con los dos últimos versículos de la perícopa que inicia en el versículo 1. Todo el pasaje es una invitación a participar en el banquete escatológico-mesiánico donde los que están hambrientos y sedientos serán saciados en abundancia, por eso, Dios da su Palabra para que todos puedan recibirla y ella llega a toda la tierra y produce su acción eficaz; la única condición es la escucha, por eso, se insiste en la necesidad acoger con compromiso la Palabra. Isaías utiliza imágenes tomadas de los ciclos naturales de la lluvia y las nevadas que traen agua en abundancia para renovar y fecundar la tierra produciendo vegetación. Esta imagen nos habla de la vida que se genera en la tierra mediante el agua que cae; así mismo sucede con la Palabra de Dios que cae en el corazón del hombre y tiene la capacidad para producir la vida, pero los frutos dependen de la acogida que el hombre le dé a la Palabra. En el Evangelio de Mateo la semilla son los granos producidos por los vegetales, poseen vida interna y al caer en la tierra y disponer de un ambiente vital germinan y dan lugar a plantas que, a su vez, producen frutos. Esto nos enseña que la Palabra de Dios, en este caso, es la semilla que posee vida propia, pero necesita de un lugar apto para germinar y crecer, este espacio es el corazón del hombre en donde la semilla puede caer y generar vida con unos frutos que se pueden visibilizar exteriormente. El pasaje del Evangelio insiste varias veces en la necesidad de la escucha, esta es la condición inicial para la acogida de la Palabra, que al igual que la semilla cae en varios terrenos y según sea la acogida o el rechazo se dan o se pierden los frutos que deberían percibirse después de la siembra. Un detalle importante de la parábola es la forma en que el sembrador realiza la siembra, ya que el evangelista no dice de qué forma se prepara el terreno, pero del análisis de los diversos tipos de terrenos que se mencionan en el relato, deducimos que la siembra se realizaba a voleo, es decir, que el sembrador sale y toma una cantidad de semillas en su mano para esparcirlas por todos lados y ellas van cayendo al suelo de modo uniforme y, según sea el terreno en el que caen, se pueden reproducir o se pueden secar, como es caso de las semillas que cayeron en terreno pedregoso. Esa forma de realizar la siembra nos habla de la confianza del sembrador que se arriesga y espera que toda la semilla produzca su fruto. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? Cada domingo la Palabra de Dios se nos sirve en abundancia y, al igual que en la primera lectura del profeta Isaías, ella es como el agua que cae y empapa la tierra para renovarla y darle fecundidad. La Palabra de Dios es viva y eficaz y por esta razón, el profeta nos recuerda que al salir de la boca de Dios no vuelve a él sin obtener resultados. En este año se nos recuerda la importancia que tiene la Palabra de Dios en la vida del creyente y que los resultados de su siembra dependen de la acogida que inicia con la escucha atenta y acogida sincera del mensaje. Estos días en familia son oportunidad para escuchar con mayor atención la Palabra de Dios y para acogerla con más amor en nuestra vida. El evangelio nos presenta varias clases de terreno en los que cae la Palabra esparcida por el sembrador y, en ellos, cada uno debe mirar en qué actitud está de frente al mensaje de la Palabra de Dios. En efecto, la semilla que cae al borde del camino nos recuerda la Palabra de Dios que cae en la vida del hombre mediocre, que no la acoge y, por esta razón, termina perdiéndose; es la Palabra que se pierde porque cae en la vida del hombre superficial y no la coge por causa de la cerrazón del corazón. La semilla que cae en terreno pedregoso hace referencia a todos los obstáculos que impiden que pueda germinar y crecer en el corazón humano, pues, aunque el hombre la recibe con alegría no tiene la capacidad para dejarla echar raíz y, por lo tanto, se seca. La semilla que cae entre los abrojos o espinos se puede comparar con el hombre que está entretenido y ocupado en tantas cosas que las preocupaciones del mundo sofocan y ahogan la semilla de la Palabra que cayó y echó raíces, pero al salir se secó y no pudo crecer lo suficiente para dar el fruto que se esperaba. Nuestro corazón es el terreno apto para el crecimiento de la semilla, pero necesita disponibilidad y capacidad para permitir el crecimiento de la Palabra mediante su escucha y acogida atenta. El Sembrador deposita su confianza en el terreno que considera apto para el crecimiento de la semilla, por eso, a su debido tiempo, regresará para percibir sus frutos. Al comentar esta parábola del sembrador, el Papa Francisco nos recuerda que “los primeros tres terrenos son improductivos: a lo largo del camino las aves se comen la semilla; sobre el terreno pedregoso los brotes se secan rápidamente porque no tiene raíces; en medio a las zarzas la semilla viene sofocada por las espinas. El cuarto tipo de terreno es el terreno bueno, y solamente ahí la semilla germina y da fruto”. Cada uno de nosotros debe examinar qué clase de terreno es y la disposición que hay en su corazón para recibir la Palabra de Dios. Al respecto, San Cesareo de Arlés nos recuerda la importancia del cuidado del corazón que es el terreno para recibir la Palabra, así, afirma: “En efecto sabéis cómo se cultiva la tierra. En primer lugar, arrancamos las zarzas, echamos las piedras bien lejos, luego aramos la tierra, empezamos de nuevo una segunda vez, una tercera, y por fin sembramos. De igual manera en nuestra alma: en primer lugar, desarraigamos las zarzas, es decir los malos pensamientos; luego quitamos las piedras, es decir toda malicia y dureza”. Conociendo la confianza que ha depositado en nosotros el sembrador, es necesario quitar del corazón todos los obstáculos que se interponen para la escucha de la Palabra. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Padre bueno, tu Hijo es el sembrador generoso que con abundancia nos entrega su Palabra y, como la semilla buena, confía en nosotros para que la recibamos en nuestro corazón y le permitamos crecer y dar frutos en abundancia. Ayúdanos a escuchar el mensaje y recibirlo con alegría sin poner obstáculos que le impida crecer y germinar para dar una cosecha en abundancia, según lo que tú esperas. Nuestro compromiso este domingo debe ser el de una mayor apertura a la escucha y acogida de la Palabra, en lo posible diariamente, mediante la lectura del Evangelio, para que éste caiga en tierra buena y produzca fruto abundante. Al mismo tiempo, debiéramos comprometernos a difundir el mensaje de la Palabra mediante los medios de comunicación para que, en casa y en familia, se pueda seguir diariamente la liturgia de la palabra. II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Cristo, como el buen sembrador, nos convoca cada domingo para sembrar su Palabra en abundancia en el surco de nuestro corazón. Hoy como pueblo de Dios nos reunimos en asamblea litúrgica en torno a la mesa de la Palabra y la fracción del pan. Participemos con alegría de esta celebración. Monición a la Liturgia de la Palabra La Palabra de Dios es viva y eficaz, más cortante que espada de doble filo, y en ella se nos recuerda que Dios siempre nos la entrega de modo abundante y generoso y, al igual que el sembrador, confía y espera que nosotros la acojamos y la hagamos fructificar en nuestra vida. Escuchemos con atención. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Al Padre bueno y generoso acudamos en suplica ferviente y presentemos nuestra oración llena de confianza: R. Padre bueno, escúchanos 1. Por la Iglesia para que, en medio de las pruebas y dificultades de la humanidad, siga dando testimonio de la cercanía del amor de Dios. 2. Por todos los gobernantes para que, frente a las problemáticas de nuestros pueblos, tomen decisiones encaminadas a la búsqueda del bien común. 3. Por quienes, en sus hogares y lugares de trabajo, anuncian la Palabra de Dios para que continúen dando testimonio de la presencia del reino de Dios en medio del mundo. 4. Por quienes vivimos la crisis generada por la pandemia para que no perdamos la fe y la confianza en la misericordia del Señor. 5. Por el sector de la salud y quienes trabajan en la atención y cuidado de los enfermos del COVID-19 para que el Señor los fortalezca y recompense sus esfuerzos y desvelos. 6. Por todos los enfermos y quienes sufren en el cuerpo o en espíritu para que reciban la fuerza de Dios en momentos de prueba y tribulación. Oración conclusiva Acoge Padre las súplicas que te hemos dirigido con fe por mediación de Jesucristo Nuestro Señor. R. Amén [1] Elaborado por el Secretariado Permanente del Episcopado Colombiano (SPEC) y Coordinado por el Dpto. de Liturgia. (2020). Predicación Orante de la Palabra, II. Santísima Trinidad a Cristo Rey, Ciclo A.

Mié 1 Jul 2020

“Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré”

Predicación Orante de la Palabra DECIMOCUARTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO Primera lectura: Za 9,9-10 Salmo: 145(144),1-2.8-9.10-11.13cd-14 (R. 20[19],7) Segunda lectura: Rm 8,9.11-13 Evangelio: Mt 11,25-30 I. Orientaciones para la Predicación Introducción El profeta Zacarías, anunciaba desde antiguo que el Mesías de Israel llegaría lleno de humildad y que sus obras estarían orientadas a la vida y la reconciliación. Esto se cumple claramente en la persona de Jesús de Nazaret, quien da a conocer al Padre, y por quien los pobres, y en ellos todos los hombres, tienen la posibilidad de conocer al Padre. Pero, para pertenecer al Reino, es indispensable poseer actitudes fundamentales que identifiquen a sus miembros. Así, en efecto, la Palabra de este domingo invita a ser pobres y humildes siguiendo a Jesús, para que, de este modo, se ejercite el desprendimiento y la sencillez; dichas actitudes no son privilegios ni condiciones que unos tienen y otros no, es, más bien, una vocación que todo hombre debe pretender y aprender. En su enseñanza continua sobre las características de la vida comunitaria el Evangelio de San Mateo coloca, este domingo, delante de nuestros ojos, una de las páginas más bellas y significativas al Reino de Dios al se entra por la puerta de la pequeñez y apertura constantes. Como se ha dicho, se trata de una página realmente fundamental de la Iglesia, tal como san Mateo la presenta, básicamente por dos razones: • Ante la condición de ser humildes para colocarse en el camino del plan de Dios, es necesario dejar todas aquellas actitudes que destruyen desde dentro el ideal cristiano: autosuficiencia, rivalidad, falso conocimiento de la voluntad de Dios, etc. • Se invita a encarnar la condición de pobreza que se traduce en disponerse a vivir con y en Dios. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? En la Palabra que se nos ha ofrecido en el evangelio de hoy, Jesús ora al Padre diciendo: “Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a los pequeños”. Dios, en efecto, ha desvelado su secreto, pero los sabios según el mundo ni quieren ni saben cómo entender. Sólo a todos los que en el mundo han sido sencillos, sólo a ellos les ha querido revelar Dios sus secretos, porque “así le ha parecido bien” … Cuantas veces en el mundo actual escuchamos expresiones como ¡qué cansado, agobiado estoy! y se busca el descanso donde no se encuentra realmente. Solo en Dios se encuentra el auténtico descanso: “vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré… y encontrarán descanso”, éstos, no suelen coincidir con aquellos a quienes el Padre “esconde” su secreto. Sólo los sencillos en su corazón y en su vida, podían entender las palabras de Jesús. Porque sólo ellos se sabían excedidos por tanto cansancios y tanto agobio. Sin sentir vergüenza de su limitación, sin tener que maquillarla y disfrazarla, eran pobres, sin poder, sin saber, sin tener. Los que sabían, podían y tenían, ellos se pagaban a sí mismos… Nosotros, dos mil años después, somos herederos y continuadores del secreto de Dios, ese que quita cansancios, seca lágrimas, calma agobios, rompe cadenas, abre esperanzas, y todo lo llena de un buen olor de Buena Nueva. Estos son sus gestos y su lenguaje. Quiera el Señor que los sencillos de hoy, los pobres de nuestra tierra, puedan tener acceso al corazón de Cristo manso y humilde, al amor de Dios Padre que se nos ha revelado en el Hijo. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? Igualmente, en el Evangelio Jesús nos enseña cuando nos dice «Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré» Esta invitación de Jesús se extiende hasta nuestros días, para llegar a muchos hermanos y hermanas oprimidos por precarias condiciones de vida, por situaciones existenciales difíciles y a veces privados de válidos puntos de referencia. Así comenta el Papa Francisco, en los países más pobres, pero también en las periferias de los países más ricos, se encuentran muchas personas cansadas y agobiadas bajo el peso insoportable del abandono y la indiferencia. No es fácil para los cristianos vivir según los principios y las virtudes inspiradas por Jesús. En efecto, dice el Papa Francisco: «No es fácil, pero es posible, basta con contemplar a Jesús sufriente y la humanidad sufriente» y vivir «una vida escondida en Dios con Jesús». «Sólo contemplando la humanidad sufriente de Jesús podemos hacernos mansos, humildes, tiernos como Él. No hay otro camino». Ciertamente tendremos que hacer el esfuerzo de «buscar a Jesús; pensar en su pasión, en cuánto sufrió; pensar en su silencio manso». Este será nuestro esfuerzo, después «de lo demás se encarga Él, y hará todo lo que falta. Pero tú debes hacer esto: esconder tu vida en Dios con Cristo». Para ser buenos cristianos y tener buenas disposiciones para acoger los secreteos del Reino de Dios, es necesario contemplar siempre la humanidad de Jesús, su humanidad sufriente. Así, una vez más, dice el Papa Francisco «¿Para dar testimonio? contempla a Jesús. ¿Para perdonar? contempla a Jesús sufriente. ¿Para no odiar al prójimo? contempla a Jesús sufriente. ¿Para no murmurar contra el prójimo? contempla a Jesús sufriente. No hay otro camino». Estas virtudes son las mismas del Padre, «que es bueno, manso y magnánimo, que nos perdona siempre». No es fácil, pero es posible. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Finalmente, del Evangelio Jesús también nos enseña: “…Aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón”. Con dulzura se educa, con dulzura se enseña, con dulzura se inculca la virtud, se consigue la enmienda, se gobierna bien, se hace todo lo bueno. Si preferimos la tosquedad, la sequedad, la impaciencia, la brusquedad… ¿no será porqué nos resulta más cómodo, más fácil…?, porqué buscamos nuestra propia satisfacción más que el bien del prójimo? ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? “Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré” ¿Quién no está lleno de trabajos y cargado de miserias? ¿Te quejas de ello como de un mal sin remedio? ¿Por qué? Porque no acudes a Cristo. ¿Cómo padecer tanto teniendo tan a mano el remedio? II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Como cada domingo, nos reunimos para escuchar y proclamar la Palabra del Señor, que nos ha convocado a la celebración del misterio de Cristo muerto y resucitado. Demos gracias a Dios por este encuentro dominical que nos concede cada semana, y pongamos en sus manos nuestra vida, con sus dolores y alegrías, los fracasos y los éxitos y, con un solo corazón, unámoslos al Sacrificio de Jesús. Participemos con fe y alegría. Monición a la Liturgia de la Palabra Hoy en la Palabra reconocemos a Jesús, que muestra los sentimientos de su alma hablándonos de su especial relación con el Padre y de su profundo deseo de abrazarnos con nuestras debilidades y flaquezas. Escuchemos atentamente tomando conciencia de que mi debilidad es la puerta hacia la gentil misericordia del Señor. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Llenos de confianza en el Señor, y esperando en su misericordia, le presentamos nuestras oraciones por la Iglesia y por el mundo entero, supliquemos con fe diciendo: R. Padre de amor, óyenos 1. Por la Iglesia que ha recibido el encargo de anunciar la Palabra de Dios; para que, fiel al mensaje, sepa presentarlo a todos con un lenguaje adecuado a cada tiempo y lugar. Roguemos al Señor. 2. Por nuestras autoridades civiles; para que trabajen a fin de que en nuestro país reinen el respeto, la solidaridad, y perseverancia en el bien común. Roguemos al Señor. 3. Por las familias; para que eduquen a sus hijos en los valores del Evangelio y para que de ellas surjan nuevas vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. Roguemos al Señor. 4. Por los gobernantes de las naciones para que procuren el bienestar de quienes, a causa de la epidemia que vivimos, están necesitados, enfermos, desahuciados, moribundos y ofrezcan atención digna a cada uno de ellos. Roguemos al Señor. 5. Por nosotros, aquí reunidos; para que escuchemos la Palabra de Dios, la meditemos en nuestro corazón, y así incida en nuestra vida. Roguemos al Señor. En un momento de silencio presentemos nuestras intenciones personales… Oración conclusiva Escucha, oh, Padre, nuestras oraciones que presentamos con humildad y fe, por mediación de tu Hijo, Jesucristo. Quien vive y reina por los siglos de los siglos. R. Amén. [1] Elaborado por el Secretariado Permanente del Episcopado Colombiano (SPEC) y Coordinado por el Dpto. de Liturgia. (2020). Predicación Orante de la Palabra, II. Santísima Trinidad a Cristo Rey, Ciclo A.[1] Elaborado por el Secretariado Permanente del Episcopado Colombiano (SPEC) y Coordinado por el Dpto. de Liturgia. (2020). Predicación Orante de la Palabra, II. Santísima Trinidad a Cristo Rey, Ciclo A.

Jue 25 Jun 2020

«Tú eres Pedro y sobre esta piedra yo edificaré mi Iglesia»

SAN PEDRO Y SAN PABLO, APÓSTOLES Primera lectura: Hch 12,1-11 Salmo: 34(33),2-3.4-5.6-7.8-9 Segunda lectura: 2Tm 4,6-8.17-18 Evangelio: Mt 16,13-19 I. Orientaciones para la Predicación Introducción • La Iglesia la conformamos quienes, en comunión con el apóstol Pedro, por medio del bautismo, confesamos nuestra fe en Jesús como el Cristo, como el enviado del Padre, como el Ungido; • De esta manera nos convertimos en discípulos que vamos caminando peregrinos en esta tierra procurando, con el auxilio de la gracia de Dios, dar testimonio con nuestras palabras y obras de la buena noticia del Evangelio. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Jesús conversa con sus discípulos en la región de Cesárea de Filipo, no lejos de las fuentes del Jordán. Este episodio ocupa un lugar importante en el evangelio de Mateo. Es probable que el autor sagrado no quiera que sus lectores confundan las iglesias que van naciendo desde la experiencia vivida junto a Jesús con las sinagogas o comunidades judías donde hay toda clase de opiniones sobre él. Es importante aclarar quién está en el centro de la Iglesia. Jesús se lo pregunta directamente a sus discípulos: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?»., Pedro responde en nombre de todos: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Pedro intuye que Jesús no es solo el Mesías esperado. Es el “Hijo de Dios vivo”. El Dios de la vida. Pedro, que siempre estuvo cerca de Jesús, llega a captar su misterio en las palabras y gestos que esparcen por doquier salud, perdón y vida nueva. Jesús le responde felicitándolo: «¡Bienaventurado tú, Simón, ¡hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos”. Ninguno de nosotros, seres humanos “de carne y hueso”, podemos despertar por sí mismo la fe en Jesús, porque esas cosas sólo las revela el Padre a los sencillos, no a los sabios y entendidos; como sabemos, Pedro pertenece a esa categoría de seguidores sencillos de Jesús que viven con el corazón abierto al Padre. A continuación, Jesús hace una promesa solemne: «Tú eres Pedro y sobre esta piedra yo edificaré mi Iglesia». Es Jesús quien la edifica. Es Jesús quien nos convoca a que seamos sus seguidores y nos reúne en torno de su persona. La Iglesia es de Jesús y nace de él. Pero Jesús no construye sobre arena, por eso Pedro será la roca en esta Iglesia, no porque tenga solidez ni firmeza en su temperamento, pues, aunque es honesto y apasionado, también es inconstante y contradictorio. Su única fuerza es la que proviene de su fe sencilla en Jesús. La Iglesia es solo de Jesús y solo él ocupa el centro. Solo Jesús la edifica con su Espíritu. Pedro nos hace la invitación para que vivamos abiertos a la revelación del Padre, a que no olvidemos a Jesús y a que centremos su Iglesia en la verdadera fe. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? Jesús confió en Pedro y en Pablo para que fueran los pilares de la Iglesia que iba a construir y les confió el don de la fe, a pesar de sus conocidas debilidades: Pedro negó a Cristo y Pablo perseguía a sus discípulos, pero con su fe fortalecida dedicaron toda su vida a difundir el evangelio a todo el mundo. Hoy le pedimos a Jesús que como a Pedro y a Pablo, siga transformando nuestra fragilidad, para consagrarnos para Él y para la Iglesia y para los más pequeños y sencillos de su Reino. Entregando nuestras vidas en sus manos para que Él vaya haciendo su obra en nosotros y podamos dar testimonio de nuestra fe. Jesús siempre elige a las personas sencillas, como eligió a Pedro, y lo capacitó para la misión. Así también Jesús confía en nuestro pobre barro y nos anima y nos sostiene cada día para que, como creyentes, bautizados y/o consagrados llevemos su mensaje de salvación hasta el confín de la tierra. Esta es una ocasión propicia para confirmar nuestra fe en Cristo y nuestra comunión con el sucesor de Pedro, el Santo Padre, el Papa Francisco, que tiene la misión, como pastor de la Iglesia Universal, de confirmarnos en la fe y en la caridad. Al mismo tiempo, de impulsar la misión de la Iglesia que, siguiendo el testimonio de San Pablo, busca incansablemente anunciar y dar testimonio del Evangelio, que es la buena nueva de la vida y de la salvación. Podríamos preguntarnos en este momento: ¿me siento un miembro vivo de la Iglesia que aporta con sus palabras y obras a la misión evangelizadora? ¿Me uno espiritualmente en mis oraciones e intenciones al Santo Padre, los Obispos, sacerdotes, religiosos y quienes tienen la responsabilidad de pastorear el rebaño del Señor para confirmarlo en la fe? Resuenan todavía las palabras del Papa Francisco al agradecer nuestra acogida por su visita a nuestro país: “Con mi visita he querido bendecir el esfuerzo de este pueblo, confirmarlo en la fe y en la esperanza, y recibir su testimonio, que es una riqueza para mi ministerio y para toda la Iglesia. El testimonio de este pueblo es una riqueza para toda la Iglesia”. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Es el momento en este camino de dejarnos conducir por este deseo de Dios comenzando por expresarle nuestra gratitud y nuestra firme voluntad de adherirnos a Él, de confirmar nuestra fe en Él, pero no podemos hacerlo solos, Jesús declaró a Pedro bienaventurado porque su confesión no fue obra de la carne sino revelación de Dios, pidamos al Señor su gracia para que esta Palabra que hemos meditado nos permita adherirnos más plenamente a Él y nos permita fortalecer nuestra identidad de discípulos misioneros. Jesús le dijo a Pedro: “Te daré las llaves del reino de los cielos”. Hoy Jesús también me dice a mí:” A ti te entrego las llaves”. En mis manos pone su mensaje, sus ilusiones, su confianza, y las Palabras del Padre. Me hace portador de sus esperanzas y proyectos. Jesús hoy sigue llamando y pide una respuesta: Y tú, ¿tú, quien dices que soy yo? Esta respuesta cuestiona toda nuestra vida: pensamientos, sentimientos, valores, planes, actuaciones, conducta, familia, comunidad cristiana. Que Dios siga renovando el don de la fe en todos los que estamos en camino, dando a conocer su mensaje, para que seamos la Iglesia de Pedro, firme en la fe, unida al Cuerpo de Cristo y también para que seamos la Iglesia de Pablo, dinámica, sin fronteras, inquieta… para que Cristo sea conocido y acogido por todos. II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Estamos celebrando hoy la Solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo. La confesión de fe de Pedro, invita a cuestionar nuestra adhesión a la persona de Jesús como Mesías y a que intentemos definir cuál es la misión de nuestra Iglesia. Festejemos con alegría el ser cristianos católicos reconociendo que en nuestra historia hubo cristianos valientes que, como Pedro y Pablo, entregaron su vida por completo para llevar por todo el mundo el Evangelio, la Buena Nueva de Cristo que murió y resucitó. Participemos activamente. Monición a la Liturgia de la Palabra Dejémonos iluminar por la Palabra de Dios que se nos proclama en este día, prestando especial atención al modo de conducirse Pedro y a las palabras que Jesús le dirige. Y, así, poder confirmar nuestra identidad de discípulos Misioneros y, asistidos por la gracia, convertirnos en testigos del Evangelio con nuestras palabras y obras. Escuchemos atentamente. Oración Universal o de los Fieles Presidente: En el gozo de la solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo, imploremos a Dios Padre la misericordia divina para la Iglesia, edificada sobre la roca de Pedro, y la conversión para el mundo entero, iluminado por la predicación de Pablo. Digamos con fe: R. Dios de amor escúchanos 1. Para que el Santo Padre, el Papa Francisco, gobierne a la Iglesia del Dios vivo, con la sabiduría del Espíritu y la firmeza de la fe apostólica. Roguemos al Señor. 2. Para que Dios, que envió a Pablo a anunciar el mensaje de salvación a todos los pueblos, envíe hoy también sacerdotes y misioneros que proclamen el Evangelio en todo el mundo. Roguemos al Señor. 3. Para que los responsables del gobierno de las naciones, como servidores de Dios, procuren siempre la justicia y el bien de los ciudadanos. Roguemos al Señor. 4. Para que los que sufren persecuciones y están encarcelados a causa de su fe obtengan su libertad por la oración perseverante de la Iglesia. Roguemos al Señor. 5. Para que quienes nos encontramos reunidos hoy aquí perseveremos firmemente cimentados en la doctrina apostólica y en la integridad de la fe, y anunciemos a Cristo al mundo. Roguemos al Señor. Oración conclusiva Escucha, Señor, las oraciones, que esta comunidad te ha dirigido con fe. Por Jesucristo nuestro Señor. R. Amén.

Mar 23 Jun 2020

La hospitalidad del cristiano hace que Jesús esté presente en la vida de nuestras familias y de nuestras comunidades

Predicación Orante de la Palabra DÉCIMOTERCER DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO Primera lectura: 2 R 4,8,-11.14-16a Salmo: 89(88),2-3.16-17.18-19 Segunda lectura: Rm 6,3-4.8-11 Evangelio: Mt 10,37-42 I. Orientaciones para la Predicación Introducción • La hospitalidad del cristiano hace que Jesús esté presente en la vida de nuestras familias y de nuestras comunidades. • La vida cristiana es exigente, implica la radicalidad del seguimiento de Cristo, cargar la cruz y seguirlo a Él. • El bautismo nos incorpora a la muerte y resurrección de Cristo. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? La liturgia de la Palabra de este domingo nos presenta el valor de la hospitalidad y la recompensa para quienes con amor acogen a los hermanos y en ellos al mismo Señor Jesús. La primera lectura de este domingo (2 Reyes 4,8-11.14-16), nos ofrece la imagen bondadosa y hospitalaria de una familia que ve en el profeta Eliseo un santo. La familia, que siempre lo recibía en su casa para comer, aprecia al profeta y quiere tener un detalle con él, le prepara una habitación en su casa para que pueda descansar. El profeta le anuncia a la familia que lo acoge que, dentro de un año por esta época, estarán abrazando un hijo. La recompensa a esta mujer por su hospitalidad, fue concederle la bendición de Dios, dándole un hijo, pues era una desgracia no tenerlo. El Salmo 89, es un canto de alabanza que sugiere la alegría y la gratitud de aquella mujer y de su marido, “Cantaré eternamente las misericordias del Señor”; el salmista quiere que cantemos eternamente la misericordia de Dios, que anunciemos su fidelidad, porque Él es nuestro escudo. San Pablo dirigiéndose a los Romanos (Rm. 6,3-4.8-11), nos recuerda que todos por el bautismo somos incorporados a Cristo y a la vez, incorporados a su muerte. Pablo acude a esta imagen para insistir, en primer lugar, en la importancia del bautismo que nos configura con Cristo, y también, nos hace participar de su muerte y de su resurrección. Por el bautismo somos sepultados con Cristo y resucitados a una vida nueva. El cristiano desde el bautismo ha de morir al pecado, para hacer de su vida una total entrega a Dios, este modo de ser en el mundo produce la certeza de no morir jamás. El evangelista Mateo (Mt. 10,37-42), expone hoy en su Evangelio el segundo discurso de Jesús, conocido como el sermón de la misión. “El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí” (Mt. 10, 38). “El que os recibe a vosotros, me recibe a mí” (Mt, 10, 40). Tenemos dos pasajes diferentes: en el primero el Señor Jesús afirma que seguirlo a Él exige una gran radicalidad, un amor superior al que se le puede tener a la familia, más aún, un amor que nos exige la propia vida, el que quiera seguir a Jesús debe tomar su cruz, cargarla y seguirle. En segundo lugar, el Señor Jesús promete una recompensa de parte de Dios, para los que acojan a sus enviados y misioneros. Quien se hace hospitalario con un discípulo de Jesús, recibirá en su propia casa al mismo Señor, “El que os recibe a vosotros me recibe a mí”. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? La liturgia de la Palabra de este domingo, tiene un especial énfasis en la hospitalidad, virtud que nace de un corazón capaz de comprender que, si acoge a un enviado de Dios, (misionero, sacerdote, al que sufre, al pobre, etc.), Dios lo recompensará, más aún, vendrá a morar con él. • La lectura del segundo libro de los reyes, exalta la hospitalidad de aquella familia de Suman para con Eliseo, hombre santo y agradecido. Este precioso relato nos abre a la comprensión del mensaje del Evangelio, el que acoge a un enviado del Señor tiene una valiosa recompensa, así como la familia de Suman, que era estéril, pudo abrazar a un hijo, nosotros podemos abrazar al Hijo de Dios, que viene a estar en nosotros, fruto de la generosidad y la hospitalidad para con sus enviados. • Saber acoger a los enviados de Dios, a los profetas de hoy, a los pobres del Señor, a los que sufren, a los que se arrepienten, a los desposeídos, tiene una gran recompensa, experimentar el gozo de la presencia de Dios en su propia vida. Él habita en el que con hospitalidad cristiana recibe al mensajero del Evangelio. • En este horizonte de ideas, podemos también deducir que el camino de la hospitalidad no es fácil, exige creer, tener fe, saber escuchar, tener capacidad para el encuentro, es una tarea que exige el reconocimiento y la aceptación de nuestro propio bautismo, de sus implicaciones, morir al pecado, al egoísmo, al creernos más que los demás y caminar hacia la vida eterna, seguros que por el bautismo hemos sido incorporados en Cristo muerto y resucitado. • Ser discípulo misionero de Jesús tiene sus exigencias. El Señor pide hoy que lo prefieran a Él, por encima del amor a la propia familia, por encima de la propia vida. “El que encuentre su vida la perderá, y el que pierde su vida por mí, la encontrará” (Mt, 10, 39). Encontrar la vida será pues, el desafío del cristiano del siglo XXI, en medio de tantas ofertas de felicidad. El Evangelio nos interpela a todos a comprender, que la vida tiene una cuota de sacrificio y que abajarnos con humildad y verdadera conversión, es lo que nos hace agradables a los ojos de Dios y verdaderamente felices hasta la eternidad. • Acoger a los discípulos del Señor, caminar con ellos, ser uno de ellos, implica la aceptación de las limitaciones personales, de las equivocaciones, de los prejuicios, de la falta de amor a Dios y al prójimo, todo esto nos impide ver a Jesús en la otra persona; tomar la cruz y seguir a Jesús, es ser capaz de comprender que la propia vida tiene sentido, cuando nos asociamos con los hermanos a la pasión, muerte y resurrección del Señor. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Suplicamos al Espíritu Santo, nos enseñe a acoger a los demás como al mismo Jesús. Esta es la súplica que debe brotar del corazón del bautizado que se ha configurado con Cristo muerto y resucitado. Hoy pedimos que la hospitalidad no sea fingida, que no se haga por interés, sino que sea la actitud de todo bautizado que sabe acoger en el hermano al mismo Señor, y sabe servirle al profeta, al discípulo y misionero, al peregrino, al desplazado, al migrante, al mendigo, al que sufre. Esta hospitalidad solidaria hace que el corazón del creyente encuentre el camino de la redención, cargando con su cruz, muriendo en ella, sirviendo a los hermanos y resucitando en ella a la vida de los bienaventurados. Acoger al prójimo como si fuera el mismo Jesús, será más adelante el motivo de nuestra propia salvación, porque: “cuando lo hicieron con uno de los más pequeños, de estos mis hermanos, me lo hicieron a mí” (Mt, 25, 40). Démonos la oportunidad de abrir bien nuestros ojos para contemplar a Cristo y servirle en cada uno de nuestros hermanos. II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Querido hermanos, Hoy hemos sido invitados a escuchar la Palabra de Dios y a participar en la fracción del Pan. En esta Eucaristía el Señor nos invita a la hospitalidad, a recibir con gozo a los hermanos, sabiendo que en ellos recibimos al mismo Jesús. Ofrezcamos esta Eucaristía con sentimientos de bondad y gratitud, porque Dios ha sido generoso con nosotros. Participemos con fe y alegría. Monición a la Liturgia de la Palabra La Palabra que se nos ofrece hoy, nos alienta a dejar salir de cada uno de nosotros los mejores valores cristianos que poseemos, dejémonos iluminar y guiar por ella. Que la palabra de Dios sea lámpara para nuestros pasos y luz en nuestro sendero. Escuchemos con atención. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Reunidos, para recordar los beneficios de nuestro Dios, pidámosle que inspire nuestras plegarias para que merezcan ser atendidas, supliquémosle diciendo: R. Salva, Señor, al pueblo que redimiste con tu sangre 1. Por la Iglesia y sus ministros, para que utilicen todos los recursos y medios de comunicación para dar a conocer la buena nueva del evangelio, Roguemos al Señor. 2. Por los gobernantes de las naciones, para que depongan sus planes personales, piensen en los más necesitados y los ayuden a mejorar su calidad de vida, Roguemos al Señor. 3. Por los enfermos y marginados para que el Señor nos permita ver en ellos a nuestro prójimo y le extendamos una mano amiga, Roguemos al Señor. 4. Por las familias que sufren la perdida de sus seres queridos a causa de la pandemia, para que el Señor las consuele y las llene de fortaleza. Roguemos al Señor. 5. Por cada uno de los que participamos de esta celebración, para que el Señor toque nuestro corazón y nos permita recibirlo a Él, con la hospitalidad practicada a nuestros hermanos, especialmente a los más necesitados. Roguemos al Señor. Oración conclusiva Que te sean gratos, Señor, los deseos de tu Iglesia suplicante, y concede lo que no podemos esperar por nuestros méritos. Por Jesucristo nuestro Señor. R. Amén *(1) Elaborado por el Secretariado Permanente del Episcopado Colombiano (SPEC) y Coordinado por el Dpto. de Liturgia. (2020). Predicación Orante de la Palabra, II. Santísima Trinidad a Cristo Rey, Ciclo A.

Mar 16 Jun 2020

El justo perseguido por causa de su fe es confortado y salvado por Dios

XII del Tiempo Ordinario 21 de junio 2020 Primera lectura: Jr 20, 10-13 Salmo: 69(68), 9-10.14.33-34 (R. 35,10) Segunda lectura: Rm 5,12-15 Evangelio: Mt, 10,26-33 I. Orientaciones para la Predicación Introducción • El justo perseguido por causa de su fe es confortado y salvado por Dios. • La nueva vida en Cristo nos libera de la muerte eterna, del pecado y de la esclavitud de la ley. • En Cristo debemos tener valentía y fortaleza para vencer los temores y los miedos ante las amenazas que se nos presentan. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? El profeta Jeremías, como un hombre justo, después de haber manifestado su sufrimiento interior y las dificultades por las que atraviesa su vida y su ministerio, además del rechazo que experimenta, ahora siente amenazas contra su vida, todo por causa de su fe y su fidelidad en la tarea profética: debió levantar su voz contra los pecados y delitos cometidos por parte del pueblo. El profeta se dirige al Señor que lo sostiene y acompaña ante la insidia del enemigo. En la súplica, Jeremías se presenta a Dios como un soldado que es capaz de enfrentar a quienes hacen la guerra al profeta. Por eso se siente seguro, ya que los perseguidores son derrotados y experimentan el fracaso y la deshonra de la cruel persecución, pues sólo Dios conoce lo íntimo del hombre y sondea el corazón del que está en un momento de aflicción, por eso, sabe que es un hombre justo que se fía de su Señor para no caer en manos de los impíos. San Pablo, en su carta a los Romanos, nos recuerda que Cristo es el fundamento de nuestra esperanza y por eso, elabora una antítesis que representa el drama de la humanidad y compara la figura de Adán y Cristo; el primero, causante del ingreso del pecado y la muerte en el mundo; y el segundo, quien otorga el don de la gracia y la vida nueva que regenera al hombre. La carta presenta a Adán en el origen de la humanidad pecadora como figura de oposición del que había de venir, ya que Cristo es el nuevo Adán que redime y renueva la humanidad. Ambas figuras se encuentran dentro del plano de la solidaridad; por uno entró el pecado para todos y por otro, entró la gracia para toda la humanidad. En el Evangelio, se muestra la vulnerabilidad del discípulo que siente miedo ante una amenaza que es más fuerte y frente a la cual se siente débil e indefenso o incluso, incapaz de superar el peligro. Jesús hace alusión al miedo a los que matan el cuerpo o a un temor tan profundo como enfrentarse a hablarle a un público que es adverso al mensaje que se quiere proponer, tal como sucede con quienes rechazan la Buena noticia del Evangelio y se oponen rotundamente a este. El pasaje del Evangelio que se proclama este domingo habla de cuatro miedos: 1) miedo a hablar para proclamar la Palabra de Dios en público, frente al cual Jesús invita a proclamar el mensaje con valentía, ya que la verdad no puede permanecer oculta ni encubierta; 2) el miedo a los que matan o acaban con la vida y la integridad física, frente al cual Jesús invita a la confianza, porque sólo Dios es creador, dueño y Señor de la vida y nadie puede matar el alma; 3) el miedo a los que matan el alma, que es el temor a la muerte eterna o a perder la salvación otorgada por Cristo; y 4) el miedo a no dar testimonio público de Jesús con la entrega del martirio o la defensa pública y la confesión de la fe como en el caso de los mártires y confesores. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? Nosotros por el bautismo hemos sido constituidos profetas, para anunciar la Palabra de Dios y denunciar todo lo que se opone al Reino de Dios. Al ejercer con fidelidad la tarea profética estaremos sometidos a la persecución o la adversidad de quienes se sienten incómodos por el mensaje evangélico, o, al igual que Jeremías, sentiremos la asechanza del enemigo que quiere ponernos un traspié para hacernos caer o desanimar en la predicación del evangelio. Pero esto no debe asustarnos, al contario, debemos dirigirnos al Señor, como el profeta lo hizo en su momento, con la confianza de que él conoce nuestro corazón y como un fuerte soldado nos defenderá y nos protegerá si permanecemos fieles a la tarea que nos ha encomendado. En medio de una humanidad descristianizada debemos ejercer valientemente la dimensión profética aún en medio de las contradicciones e incomprensiones de quienes escuchan la Palabra y la rechazan. El bautismo nos ha dado la vida del Espíritu, nos ha regenerado del pecado y nos ha librado de la muerte eterna, ya que la vida nueva de Cristo el nuevo Adán, nos ha sido dada para hacernos nuevas creaturas, de modo que el hombre viejo, el pecado del antiguo Adán, ya no tenga más dominio en nosotros. De aquí que cada día somos invitados a vivir la vida nueva y a dar testimonio de nuestra condición de hijos de Dios. En medio de las circunstancias que vive el mundo actual nosotros, hoy más que nunca, estamos llamados a permanecer en la vida nueva que nos ha dado Cristo para ser pregoneros de su mensaje de salvación. El discípulo, seguidor del Señor, debe tener la plena confianza en aquel que lo llamó, para anunciar su Palabra con valentía, incluso en medio de las amenazas y la adversidad de quienes rechazan el mensaje y se oponen al proyecto salvífico de Dios, por eso, se debe proclamar la buena noticia afrontando los miedos, ya que, en Cristo, tenemos la garantía de que nada ni nadie nos podrá hacer daño. El mismo lo ha prometido en su Palabra: “No tengan miedo”. Esta es una invitación a la fortaleza y la confianza, de que con el Señor estamos seguros y nada ni nadie nos podrán hacer daño si permanecemos en Él. Recordemos las palabras de Teodoro de Mopsuestia: “No temas a la muerte, sino al pecado que te aleja de Dios”. Que nuestro temor no sea por las amenazas externas de los enemigos sino por la división que causa en nosotros el pecado que nos aparta de la comunión con el Señor. Ante los miedos que se le presentan al cristiano, lo más fácil sería esconder el mensaje y quedarse con él, por el pánico a enfrentarse a un público que es adverso y rechaza la novedad que propone el Evangelio, pero Jesús exhorta a sus seguidores para que no tengan miedo de proclamar la verdad, porque aunque sea eclipsada por un momento, al final será descubierta, ya que no puede permanecer oculta, ella es como la luz que termina venciendo a la oscuridad y la disipa; nos conviene recordar las palabras de un antiguo escrito de los padres de la Iglesia: ”Así como no existe lugar en la tierra donde no pueda llegar la luz del sol, así tampoco habrá un lugar donde la verdad del Evangelio no sea conocida” (Comentario anónimo al evangelio de Mateo, siglo III). Así es el mensaje de la Palabra, que no se puede ocultar ni callar por temor al rechazo, al contrario, se debe proclamar desde las azoteas, es decir, de un lugar alto que garantiza la difusión del mensaje para que todos los interlocutores lo puedan escuchar. Al mismo tiempo, es una interpelación que hace Jesús para que sus seguidores sean discípulos en la escucha atenta y la recepción del mensaje y profetas que proclamen con valentía la Buena noticia del Reino sin callar ni esconder nada del Evangelio. En este tiempo que vivimos llenos de miedos por la amenaza del covid19, que se presenta como un peligro letal para nuestras vidas, no debemos dejarnos vencer. Todo lo contrario, debemos cuidar nuestra salud y la de nuestros semejantes sabiendo que el Señor nos acompaña y no nos abandona en los momentos de tribulación. Que esta pandemia que vivimos no nos atemorice ni nos haga claudicar en nuestra tarea profética para ser discípulos y misioneros de la Buena Noticia del Evangelio en medio de un mundo necesitado del amor de Dios. Hoy cuando celebramos el día del padre en Colombia, damos gracias a Dios por todos nuestros padres vivos, por aquellos que en medio de la familia han sido auténticos profetas y maestros en el cuidado y la educación de sus hijos. Oramos por todos ellos y sus necesidades y a quienes ya han fallecido los recordamos con cariño y gratitud orando por su eterno descanso. También oramos por aquellos que no han sabido cumplir con esta bella y noble tarea de ejercer la paternidad responsable, para que comprendan la necesidad de ser cooperadores en la educación y el cuidado de la familia. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Suplicamos al Señor que nos ayudes a asumir con valentía nuestra misión de profetas y mensajeros de su Palabra, que nos dé fortaleza frente a las adversidades y amenazas; que nos fortalezca para enfrentar los miedos y seguir pregonando su Palabra en medio de nuestros hermanos. También pedimos que nos ayude a superar la pandemia que ha cambiado nuestro ritmo de vida y nos ha llevado a permanecer cerca de los seres más queridos o de aquellos que comparten con nosotros el día a día. II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Bienvenidos a esta celebración eucarística. Sabemos que desde tiempos antiguos el pecado y la muerte han azotado al hombre, y hoy acudimos a Jesús, Palabra y vida, que con su muerte en la cruz y su resurrección nos ha sacado de la oscuridad y nos invita a no tener miedo, a tener fe, porque en él todo lo podemos. Abramos nuestros corazones y participemos con fe en esta celebración que nos permite recordar y vivir profundamente el Sacrificio Santo que se dio por nuestra liberación. Monición a la Liturgia de la Palabra Jesucristo, el nuevo Adán, nos enseñó con su sacrificio pascual que amar a Dios, obedecerle y cumplir sus mandamientos nos lleva a la vida eterna. Las lecturas de hoy nos llevan a reflexionar sobre los caminos que debemos seguir para obtener la gracia de Dios, que nos permite vencer el pecado y la muerte, para resucitar luego en la gloria del Señor. Escuchemos con atención la Palabra de Dios. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Presentemos nuestras oraciones al Padre, que es rico en misericordia, y que está siempre presto a atender las súplicas de quienes lo invocan confiada y filialmente. Digamos con fe: R. Dios de amor escúchanos 1. Por el Papa y la Iglesia, para que el Señor les de la fortaleza necesaria para vencer las dificultades que se le presentan cada día y así puedan seguir guiando a la Iglesia con amor, valentía y sabiduría. 2. Por los gobernantes de las naciones y todos los que están comprometidos con la vida política, para que reconozcan que su gran misión es velar por el bienestar común de los que les han sido confiados. 3. Por los enfermos y sus familias, por los secuestrados, por los que han debido abandonar sus familias en busca de mejores oportunidades, para que encuentren en el Señor la ayuda, el consuelo y la paz que necesitan. 4. Por nosotros, reunidos en torno al altar, para que a la luz del evangelio nos comprometamos, a partir de la familia, a ser casas abiertas al paso de Dios y a atender las necesidades de nuestros hermanos con sensibilidad y caridad cristianas. 5. Por los padres de familia para que reciban el auxilio de Dios y sigan cumpliendo con responsabilidad la misión encomendada en el cuidado de sus familias y por los que ya fallecieron para que reciban el gozo del encuentro con el Padre Celestial. 6. Por todos nosotros para que en medio de la pandemia no nos dejemos vencer por el cansancio o el miedo y seamos valientes en la proclamación del Evangelio. Oración conclusiva Padre bueno, que velas continuamente por nosotros, atiende las plegarias que te presentamos confiadamente. Por Jesucristo, Nuestro Señor. R. Amén.

Mar 16 Jun 2020

El amor de Dios encuentra su máxima expresión en el amor de Cristo

Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús 19 de junio 2020 Primera lectura: Dt 7,6-11 Salmo: 103(102),1-2.3-4.6-7.8+10 (R. cf. 17) Segunda lectura: 1Jn 4,7-16 Evangelio: Mt 11,25-30 I. Orientaciones para la Predicación Introducción • El amor de Dios al pueblo de Israel es un amor gratuito y fiel que espera fidelidad. • El amor de Dios es ágape, amor de donación que se anticipa al amor humano. • El amor de Dios encuentra su máxima expresión en el amor de Cristo, manso y humilde de corazón que, sacrificado en la cruz con el costado traspasado por la lanza, refleja el amor de Dios que atrae a todos hacia sí. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? En la lectura del libro del Deuteronomio se nos habla del amor que Dios manifiesta al pueblo, un amor que se hace realidad en la elección libre y gratuita de Israel como el pueblo de su propiedad, un pueblo consagrado a Dios, separado de todo lo profano. Esta predilección por Israel no reside en sus capacidades o en su grandeza sino en el amor gratuito y libre de Dios que se dona y se entrega a su pueblo elegido y se mantiene fiel al juramento que había hecho a Abraham y su descendencia. Que el pueblo sea elegido por Dios, no puede considerarse como un mérito propio o fruto de su conquista humana sino por la gracia de Dios que se dona libremente a su pueblo amado. Dios le ha demostrado al pueblo que es parte y propiedad suya, de modo que lo ha rescatado de la esclavitud del enemigo para hacerlo un pueblo libre entre los demás pueblos. Esta demostración del amor de Dios exige del pueblo una respuesta que se destaque entre los demás pueblos, por eso, el pueblo debe responder confiando y adorando en exclusividad a Dios como el único Dios vivo y verdadero. El pueblo debe reconocer que todavía no ha dado la respuesta que Dios espera y ha pecado dando culto a otras divinidades, por eso, no debe olvidar su identidad y recordar todo lo que Dios ha hecho demostrándoles su amor exclusivo y fiel. A pesar de la infidelidad del pueblo, Dios permanece fiel y mantiene la promesa y la palabra dada a los antepasados. En la lectura de la primera carta del apóstol San Juan, se nos recuerda que Dios es amor, con esa afirmación se describe una característica esencial de Dios, pero no se trata de un amor cualquiera, es un amor que se dona y se entrega totalmente, buscando el bien del hombre. La mayor prueba de ese amor de Dios la encontramos en la entrega de su Hijo en la cruz, ya que allí se puede demostrar y palpar lo que es el amor auténtico, un amor que se dona hasta la entrega total sin reservarse nada para sí. Así, podemos conocer a Dios, porque él nos ha amado primero. El amor fraterno es consecuencia del amor que Dios le ha dado al hombre, ya que de la misma manera que hemos sido amados, así también debemos amarnos unos a otros. El hombre no puede decir que ama a Dios sin amar a sus hermanos, pues la forma más concreta de mostrar el amor a Dios es en la vivencia del amor fraterno. En el Evangelio, Jesús se dirige al Padre para manifestarle su cercanía y la intimidad con él mediante la oración que expresa un acto de profunda confianza donde se manifiesta la gratitud del Hijo hacia su Padre, porque se revela a la gente sencilla y humilde de corazón que sabe acoger con docilidad el mensaje de salvación. Esta expresión es al mismo tiempo un rechazo a la incredulidad de los maestros y expertos de la ley, que, por ser demasiado apegados a la letra, no han querido aceptar la novedad que Jesús les quiere comunicar en la ley nueva del amor. Esta revelación de Jesús como el Hijo amado la ha hecho el Padre y, mediante la voz salida de la nube en el momento del bautismo y en la transfiguración nos ha pedido que lo escuchemos y que acojamos su Palabra, ahora es el Hijo que se manifiesta como enviado del Padre y solamente lo reconocen los pequeños y sencillos que están dispuestos mediante la humildad y la mansedumbre a aceptar su yugo suave y su carga ligera que no es como la carga pesada y onerosa que imponían los fariseos mediante los preceptos de la ley, sino que es el yugo suave del amor. Y ese amor de Jesús está simbolizado hoy en su corazón traspasado por la lanza, un corazón que ama y no pide otra cosa, más que amor. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? En esta solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús venimos a adorar este misterio de Nuestro Señor Jesucristo representado en su Divino Corazón, que es una manifestación del amor de Dios a la humanidad, un amor que se entrega totalmente buscando el bien de los seres que ama. Es un amor que lleva a Dios a elegir y a congregar a su pueblo santo, que en el pasado fue Israel y ahora, en esta etapa de la historia, es la Iglesia congregada por el Espíritu. De ella formamos parte todos los bautizados que fuimos rescatados a precio de la sangre de Jesucristo en la cruz y simbolizada en el amor del Corazón de Jesús, ese Corazón que tanto ha amado a los hombres y no ha recibido sino desprecios e ingratitudes, tal como lo expresó el mismo Jesús a Santa Margarita de Alacoque. Nosotros, como pueblo santo y elegido de Dios, debemos corresponder a ese amor de Dios, reparando de modo especial por tantas ofensas que causamos al Amor Divino, cuando no sabemos retribuirle y lo despreciamos con nuestro pecado. El amor de Dios que se entrega pide que también nosotros nos entreguemos de la misma manera amando a nuestros hermanos como él mismo nos ha amado. En estas circunstancias especiales que vivimos de confinamiento, no debemos olvidarnos de manifestar nuestro amor a los más cercanos, a los de casa, pero también a los que sufren y viven en situaciones difíciles por causa de la pandemia. El amor que nosotros debemos dar como respuesta al amor de Dios, debe ser un amor ágape, es decir, sin reservas que nos lleve a buscar el bien de todos. Cabe recordar las palabras de Santa Teresa de Calcuta: “debemos amar sin reservas hasta que duela”, es decir, hasta la entrega total a ejemplo del amor de Dios que se entregó completamente en su Hijo que nos dio la máxima prueba de amor en la entrega de la cruz. El amor de Dios es un yugo suave que nos une a Cristo, por eso, nos pide humildad y mansedumbre para entender la necesidad de donarnos y entregarnos por amor a nuestros hermanos. Ese es el auténtico amor que hace libres y da alegría y sentido a la vida del hombre. En esta solemnidad del Sagrado Corazón, podemos recordar una comparación con la actividad biológica del corazón: en el corazón de Cristo también se dan los mismos movimientos del corazón humano para amar y dejarse amar, esto es sístole, para congregar y recoger, ya que Cristo con su amor nos congrega como su pueblo y nos atrae hacia él para que experimentemos su cercanía y su amor que nos acompaña y nos nutre de modo especial en la Eucaristía; y diástole, porque nos impulsa y nos envía, ya que, del mismo modo que él nos ha amado, también nosotros somos discípulos y misioneros de su amor a la humanidad a través de obras concretas de misericordia con nuestros hermanos. En esta solemnidad del Sagrado Corazón vivamos con alegría la invitación que nos hace Teodoro de Mopsuestia “Mi yugo es suave porque ofrece a todos el perdón de Dios, y mi carga es ligera porque no impone una multitud de leyes, sino que otorga decisiones libres y voluntarias amando como Dios y dejándose atraer y amar por él (Cf. TEODORO DE MOPSUESTIA. Fragmentos sobre el Evangelio de Mateo, 67). 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Hoy pedimos al Señor por la humanidad entera y por nuestra patria Colombia consagrada al Divino Corazón. Que Dios nos conceda caminar como Iglesia peregrina en una única barca, la de Pedro, para amarnos unos a otros como él nos ha amado, que nos dé un corazón manso y humilde como el suyo para ser artesanos de la paz y la reconciliación, que nos otorgue un corazón generoso y entregado para no olvidarnos de los hermanos que sufren en medio de la pandemia que azota a la humanidad. También suplicamos por los sacerdotes para que sigan anunciando la Palabra y llevando el bálsamo del consuelo y el perdón en el sacramento de la reconciliación, y nutran al pueblo con el sacramento de la Eucaristía; pedimos para ellos fortaleza en medio de la adversidad para seguir siendo instrumentos de la misericordia en medio de la humanidad. II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa En esta Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, agradezcamos que nos haya acogido y congregado en su corazón para ser su pueblo santo. Hoy el Señor nos llama a perseverar en la fe, a guiar el paso de los pueblos por senderos paz, especialmente en nuestro país, donde la paz se ve perturbada por tantos hechos de violencia y muerte. Hoy podemos renovar nuestra plena confianza en el inmenso amor que Dios nos ha manifestado en Cristo: un amor que es inigualable e inagotable. Jesús nos amó hasta el extremo y nos sigue amando a pesar de nuestras debilidades. Nos toca corresponder a ese amor con una entrega también amorosa y sin condiciones. Participemos con fe y alegría en esta Eucaristía, misterio del amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Monición a la Liturgia de la Palabra Las lecturas de hoy nos proponen un itinerario por la historia de la salvación, toda ella signada por el amor infinito y fiel de Dios hacia la humanidad y plenificada en el misterio pascual del Hijo, Cristo. Escuchemos con atención la Palabra de Dios. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Presentemos nuestras oraciones al Padre, que es rico en misericordia, y que nos ha mostrado su amor a través del corazón de su Hijo. Digamos confiadamente: R. Padre que nos amas, escúchanos 1. Por el Papa, la Iglesia y sus Obispos, para que el Señor los acompañe y le guíe en la difícil tarea de pastorear a los pueblos con amor y sabiduría. 2. Por los gobernantes de las naciones, para que comprendan bien su misión y dediquen todo su esfuerzo a lograr el bienestar y la prosperidad de todas las personas, especialmente los más necesitados. 3. Por nuestro país, para que el Corazón de Cristo, guíe sus pasos por el camino de la paz, el bienestar y la prosperidad de todos sus habitantes. 4. Por los enfermos de cuerpo y alma, para que, en el Corazón de Jesús, encuentren el consuelo y la sanación que sólo Dios sabe dar. 5. Por nosotros aquí reunidos en esta celebración, para que sepamos ser instrumentos en manos de Dios y llevemos con alegría y esperanza su mensaje de amor y reconciliación a nuestras comunidades. Oración Conclusiva Padre compasivo y bondadoso, acoge benigno nuestras súplicas que confiadamente te presentamos, por Jesucristo Nuestro Señor. R. Amén

Vie 12 Jun 2020

En la Eucaristía se comunica el amor del Señor por nosotros

Primera lectura: Dt 8,2-3.14b-16a Salmo: 147,12-13.14-15.19-20 (R. cf. Lc 1,53) Segunda lectura: 1Co 10,16-17 Evangelio: Jn 6,51-58 Introducción La fiesta nace con la finalidad de proclamar la fe en la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía. Presencia permanente y substancial más allá de la Misa y que es digna de ser adorada en la exposición solemne y en las procesiones con el Santísimo, que desde su origen comenzaron a celebrarse y que han llegado a ser verdaderos monumentos de la piedad católica. Este es el día de la Eucaristía en sí misma, ocasión para creer y adorar, pero también para conocer mejor este misterio a partir de las oraciones y de los textos bíblicos propios de esta celebración. Es grandemente admirable que Cristo haya querido hacerse presente en su Iglesia de esta singular manera. Puesto que Cristo iba a dejar a los suyos bajo su forma visible, quiso darnos su presencia sacramental; puesto que iba a ofrecerse en la cruz por muestra salvación, quiso que tuviéramos el memorial del amor con que nos había amado "hasta el fin" (Jn13,1), hasta el don de su vida. En efecto, en su presencia eucarística permanece misteriosamente en medio de nosotros como quien nos amó y se entregó por nosotros (cfGa2,20), y se queda bajo los signos que expresan y comunican este amor: «La Iglesia y el mundo tienen una gran necesidad del culto eucarístico. Jesús nos espera en este sacramento del amor. No escatimemos tiempo para ir a encontrarlo en la adoración, en la contemplación llena de fe y abierta a reparar las faltas graves y delitos del mundo. No cese nunca nuestra adoración» (Juan Pablo II, CartaDominicae Cenae, 3) «La presencia del verdadero Cuerpo de Cristo y de la verdadera Sangre de Cristo en este sacramento, "no se conoce por los sentidos, dice santo Tomás, sino sólopor la fe, la cual se apoya en la autoridad de Dios". Por ello, comentando el texto de san Lucas 22, 19:"Esto es mi Cuerpo que será entregado por vosotros", san Cirilo declara: "No te preguntes si esto es verdad, sino acoge más bien con fe las palabras del Salvador, porque Él, que es la Verdad, no miente"» (MF18; cf. Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae 3, q. 75, a. 1; San Cirilo de Alejandría,Commentarius in Lucam22, 19). Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? El sacramento del pan es prefigurado en el maná del desierto, alimento providencial para el camino. En la primera lectura, el maná es entendido, no sólo como el remedio del hambre real que los israelitas padecieron en el desierto, sino como la expresión de una fidelidad permanente de Dios. Es un signo de que Dios no se desdice nunca de sus promesas. El maná pasará a ser un signo-promesa para la época central de la salvación. Cada vez que el pueblo lo recoge y se alimenta de él, debe experimentar la presencia solícita de su Dios y la apertura a un futuro más esplendoroso. El Salmo de este día es un himno que nos propone un canto de acción de gracias por la paz y la prosperidad de Jerusalén, y, sobre todo, por haberle dado el Señor la Ley por la que se distingue de todas las naciones, y que es prueba de la predilección divina por Israel. Pablo nos exhorta a vivir la «comunión»; comunión entendida como intimidad, unión. Su efecto principal es la unión íntima con Jesucristo, como han subrayado los Santos Padres: «¿Qué es en realidad el pan? El Cuerpo de Cristo. ¿Que se hacen los que comulgan? Cuerpo de Cristo» (S. Juan Crisóstomo,In 1 Corinthios24,ad loc.). Las palabras de Pablo nos enseñan la verdad fundamental sobrela Eucaristía: La presencia real de Jesucristo, cuando afirma que es la comunión del Cuerpo yla Sangredel Señor. «En este divino sacrificio, que enla Misase realiza, se contiene e incruentamente se inmola aquel mismo Cristo que una sola vez se ofreció Él mismo cruentamente en el altar dela Cruz(cfr. Hb 9,27) (...) Una sola y la misma es, en efecto, la víctima, y el que ahora se ofrece por el ministerio de los sacerdotes, es el mismo que entonces se ofreció a sí mismo en la cruz, siendo sólo distinta la manera de ofrecerse» (Conc. de Trento,De SS. Missae sacrificio, cap. 2). El evangelio de esta fiesta nos presenta el célebre discurso de Jesús sobre el Pan de Vida. Jesús se presenta como el pan bajado del cielo, pero, a diferencia del maná que también bajó del cielo, el que Jesús ofrece no vale para quitar el hambre fugaz y momentánea, sino un hambre más honda: del corazón. Jesús viene como el Pan definitivo que el Padre envía, para saciar el hambre más profunda y decisiva: el hambre de vivir y de ser feliz. Su Persona viva es el Pan que el Padre da. Comer este Pan que sacia todas las hambres significa adherirse a Jesús, entrar en comunión de vida con Él, compartiendo su destino y su afán, ser discípulo, vivir con Él y seguirle. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? El pan de vida es el pan eucarístico, es decir, la carne, el Cuerpo de Jesús. Así la Eucaristía nos remite a la encarnación de la Palabra de Dios, Cristo Jesús, y al sacrificio de su vida en la cruz. Ambos extremos, que encierran su existencia en la tierra, constituyen el misterio de abajamiento y auto humillación del Hijo de Dios. Cristo, a pesar de su condición divina, se rebajó a sí mismo y tomó la condición de esclavo, sometiéndose a la muerte de cruz por obediencia al plan del Padre, que era la salvación del hombre pecador a quien, no obstante, Dios ama. Por eso, Dios lo exaltó sobre todo lo que existe, glorificándole en su resurrección como Señor de la creación entera. La Eucaristía es el memorial de la Cena del Señor, la nueva pascua que expresa la nueva alianza. Una alianza nueva requiere y crea un nuevo culto; es decir, una relación de Dios con la humanidad, y del hombre con Él por medio del Cuerpo sacrificado y de la Sangre de Cristo derramada como sacrificio por amor y salvación de los hombres, convocados por Dios a su familia y asamblea que es la Iglesia. En la Eucaristía se comunica el amor del Señor por nosotros: un amor tan grande que nos nutre de sí mismo; un amor gratuito, siempre a disposición de toda persona hambrienta y necesitada de regenerar las propias fuerzas. Vivir la experiencia de la fe significa dejarse alimentar por el Señor y construir la propia existencia no sobre los bienes materiales, sino sobre la realidad que no perece: los dones de Dios, su Palabra y su Cuerpo. La Eucaristía es el centro de toda la vida cristiana. A través de ella nos vamos consolidando como comunidad fraterna, porque comulgamos juntamente con otros. Recibimos elCuerpoeucarísticode Cristo, para que vayamos siendo cada vez más claramente elCuerpo eclesialdel mismo Cristo. Como dijo Pablo a los cristianos de Corinto: «Siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo somos, pues todos participamos de un solo pan". "Somos" (un cuerpo, una comunidad) porque "participarnos». Así, la Eucaristía nos va constituyendo como comunidad. La Eucaristía no sólo nos llena de consuelo y nos comunica la vida del Resucitado. También, nos une a Cristo: ¡Somos su cuerpo!, por lo tanto, nos une a nuestros hermanos. Él siempre estuvo en medio de la comunidad dándose a los demás; Él es quien en la Cruz se entrega por todos, y, ahora en el sacramento de la Eucaristía, se sigue dando y nos llama a nosotros también a darnos. Si comemos "el Cuerpo entregado por ustedes", en nuestra vida debemos ser cada vez más claramente signos suyos y constructores de fraternidad. No podemos separar nuestro "sí" a Cristo del "sí" al hermano. La misión de la Iglesia continúa la de Cristo. Por tanto, la Iglesia recibe la fuerza espiritual necesaria para cumplir su misión, perpetuando en la Eucaristía el sacrificio de la cruz y comulgando el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Así, la Eucaristía es la fuente y, al mismo tiempo, la cumbre de toda la Evangelización, puesto que su objetivo es la comunión de los hombres en Cristo y, en ÉL, con el Padre y con el Espíritu Santo. Hoy debiera ser un día para salir a las calles y hacer un tributo público a nuestro Señor, para adorarlo y caminar con Él. Pero la situación de emergencia sanitaria que afecta al mundo, nos lo impide. Sin embargo, no estamos impedidos por esta pandemia para asumir nuestra condición de adoradores desde la intimidad de nuestro corazón, quedándonos en casa. Ante todo, nosotros somosun pueblo que adora a Dios. Adoramos a Dios que es amor, que en Jesucristo se entregó a sí mismo por nosotros, se entregó en la cruz para expiar nuestros pecados y, por el poder de este amor, resucitó de la muerte y vive en su Iglesia. Nosotros no tenemos otro Dios fuera de este. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Hagamos nuestras estas palabras de santo Tomás de Aquino, ante Jesús Sacramentado: «Te adoro con devoción, Dios escondido, oculto verdaderamente bajo estas apariencias. A ti se somete mi corazón por completo, y se rinde totalmente al contemplarte». Mientras adoramos con todo nuestro ser su presencia real en la Eucaristía, presentemos cada hombre y mujer de nuestra gran familia humana, con todas sus intenciones y necesidades, especialmente aquellos más necesitados de su Misericordia, para que en el transcurso de su vida se abran a su amor y dejándose encontrar por Él en la Eucaristía, transformen su vida y las nuestras, en la medida que nos va uniendo a Él en un solo Cuerpo. ¡Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar!