Mié 16 Ago 2017
Rompamos las fronteras en el corazón
El mensaje bíblico de este domingo es el de una mirada universal para fortalecer nuestra apertura a los otros, a los de las fronteras, a las gentes diferentes de todo tiempo y lugar, a ejemplo de Jesús.
Lecturas
[icon class='fa fa-play' link=''] Primera lectura: Is 56,1.6-7 [/icon]
[icon class='fa fa-play' link=''] Salmo: Sal 67(66),2-3.5.6+8 (R. cf. 4)[/icon]
[icon class='fa fa-play' link=''] Segunda lectura: Rm 11,13-15.29-32[/icon]
[icon class='fa fa-play' link=''] Evangelio: Mt 15,21-28[/icon]
[icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link=''] CONTEXTO BÍBLICO[/icon]
1. Contexto bíblico
1.1 ¿Qué dice la Sagrada Escritura?
Los textos bíblicos nos presentan el mensaje de la universalidad de su actuar. Cada texto muestra cómo la presencia y la acción de Dios es universal y cómo la misión del Señor Jesús es inclusiva y de vivencia e intercambio de fe y de misericordia.
El profeta Isaías presenta la principal razón para comprender la universalidad del culto y de la salvación: "porque mi casa será llamada casa de oración". Luego el Salmo invita a toda la tierra y a todos los pueblos a unirse para aclamar al Señor: "Que te alaben, oh Dios, todos los pueblos de la tierra”.
San Pablo, de otra parte, salta a la otra orilla, la de los cristianos convertidos del paganismo, para hacerles comprender que, si bien, el pueblo judío rechazó al Salvador, de ningún modo Dios los ha excluido para siempre. La promesa de Dios permanece irrevocable. La misericordia de Dios hará que, un día, también el pueblo elegido se convierta: “Dios nos encerró a todos en la desobediencia para tener misericordia de todos”.
Por su parte, el Evangelio nos recuerda tres realidades: la primera, (v. 21): que entre los Cananeos y los Judíos ha existido enemistad y conflictos. Que los habitantes de Tiro y Sidón, a donde Jesús sube, viven en una región cercana, pero tradicionalmente considerada 'pagana'; y como la mujer cananea viene de este territorio, es una extranjera e infiel. Una ‘pagana’ que reconoce a Jesús, lo identifica como Hijo de David, y que le suplica cure a su hija endemoniada. Salta a la vista el sentido teológico del pasaje, más que sus detalles de hecho histórico, en el intercambio entre la mujer siro fenicia y Jesús, manifiesta la misión universal inclusiva del Señor Jesús.
La segunda, (vv. 23-24): que los discípulos intervienen y piden a Jesús que obre. Es una actitud sarcástica, ya que el fastidio por los gritos de la mujer pagana, es utilizado por los varones, discípulos, para quitar de en medio a una mujer, la que va gritando su desdicha. Y la actitud de Jesús, quien, en un primer momento, la ignora ni la mira ni le dirige la palabra. Pero luego la atiende y de forma austera le dice: "No he sido enviado más que a las ovejas perdidas de la casa de Israel." Así se pone en boca del Señor Jesús un hecho de la Iglesia primitiva: los partidarios de cierta exclusividad 'judía' en la misión, eran influyentes, de por sí. Aquí las palabras de Jesús se cargan de significado teológico para poner en claro quiénes son los que están más allá, los de frontera, las ovejas perdidas, y a dónde dirige su ministerio; y por eso en el hecho se descubre que es contrario al ministerio de Jesús, quien mantuvo contacto frecuente con los galileos, con los gentiles, con los judíos y los paganos.
La tercera, (vv.25-28): que la mujer insiste, se postra ante Jesús y replica, pidiendo su socorro; y los discípulos desaparecen de la escena. Mientras que las palabras de Jesús, le dejan ver que está fuera de lo que le corresponde al pueblo escogido y para lo que es destinado. Ante lo que la mujer expone su sabio argumento: aún los perritos comen de las migajas que caen de la mesa. Insistencia sabia y persistente, que toca Jesús en su fuero íntimo de vida y misión y lo empuja a dar el paso y a elogiar la fe de la mujer, ahora sí reconocida, valorada, y atendida en lo que pide. De este modo, la fe de la mujer, en Jesús, y la compasión, de Jesús, por su hija, desencadena la misericordia y la sanación, la respuesta que prefigura la inclusión de los gentiles en la misión y obra salvadora de Jesús.
Y junto a la universalidad e inclusión de la misión de Jesús, conviene puntualizar las pruebas que soporta la mujer cananea: indiferencia de Jesús, v.23; rechazo de Jesús, con dureza (v.24); constancia ante las duras palabras de Jesús que la compara con los perritos, ante lo que suplica y replica, con insistencia, un paradigma y ejemplo de fe (v.v25, 26, 27).
1.2 ¿Qué me dice la Sagrada Escritura?
La Sagrada Escritura nos dice que Dios cumplió en Jesús, su designio, de forma sencilla y maravillosa. Jesús, el enviado, desarrolló la mayor parte de su vida pública en la tierra prometida por Dios a su pueblo: “Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel”. Pero ahora pasa a tierra de gentiles, de extranjeros, y precisamente es una mujer pagana la que se acerca y le pide que cure a su hijita. Es una pagana, que con su fe inquebrantable y su gran humildad, obliga a Jesús a atender la curación pedida y a quedar admirado y elogiar la fe de aquella mujer.
De nuestra parte preguntémonos por el lugar de los “paganos”, los “gentiles”, los “infieles” o de los “otros,”, en nuestra vida y misión. Vemos cómo el Señor Jesús vino a redimir a toda la humanidad, al pueblo judío, a los paganos y a las personas de todos los tiempos y lugares. Es claro que comenzó sirviéndose del pueblo escogido, el de su heredad.
Dios por boca del profeta Isaías lo había prometido: que a los extranjeros cumplidores de la ley los traería a su monte santo, los alegraría y aceptaría sus ofrendas. Es lo que el pueblo de Dios proclama: “Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben”.
[icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link=''] CONTEXTO SITUACIONAL[/icon]
¿Qué me sugiere la Palabra que debo decir a la comunidad en su realidad concreta?
Toda comunidad quiere y busca la unidad. Sin embargo, surgen personas, grupos, sectas y movimientos que promueven la discriminación por intereses egoístas o motivos étnicos, religiosos, nacionalistas, políticos, morales, económicos, territoriales y demás. Y los cuestionamientos se multiplican: ¿Quiénes están adentro? ¿Quiénes quedan afuera? O desde el punto de vista teológico ¿qué es lo endemoniado y lo extranjero? Y desde lo cultural-religioso ¿qué es lo puro y lo impuro (vv. 10-20)? Y, los prejuicios y los criterios tradicionales ¿quiénes pertenecen y quienes han sido excluidos (de la promesa, de la gracia, de la bendición o de la salvación)?
En la Iglesia primitiva todo esto fue un tema de gran controversia, Jesús judío desarrolla su ministerio en las fronteras de Israel y, luego, va más allá y cura a personas paganas o extranjeras. Podemos decir que lo mismo sucede muchas veces con nuestras iglesias en la actualidad, en cuanto que existen criterios, así sean diferentes, para discriminar, diferenciar a quienes están dentro, de quienes están fuera.
Siempre que erigimos criterios de pureza y de pertenencia, estamos discriminando y practicando la exclusión y juzgando de impuros o excluidos a los demás. Así nos convertimos en la medida del resto de la humanidad, como si fuéramos seres perfectos que están más allá del bien y del mal; y así nos estamos haciendo dueños del querer y señorío de Jesucristo; Mientras que la pedagogía del mensaje evangélico sobre el Reino, deja de lado todo tipo de exclusivismos y abre las puertas a todos.
Nuevamente, Dios acoge a todos, no excluye. La persona está en primer lugar por sobre normas y tradiciones. Y la persona de fe auténtica, todo lo puede. Es nuestra mejor ayuda para quitar barreras y angustias. La confianza frente a las necesidades o pruebas, de cada día, se convierte en un acto de perseverancia en la fe y desata la ayuda de Dios.
En el momento que discriminemos, dejamos de ser Iglesia convocada por Cristo, y nos convertimos en secta o separatistas. Nada justifica ni nuestra historia ni nuestra etnicidad, nuestras normas morales o hasta nuestra propia teología pueden jugar el rol de criterio válido de 'pureza' que nos coloque en una situación de privilegio aparente.
Frente a todas las dificultades –como las de la mujer cananea– sólo nuestra oración con fe firme y confiada, y con actitud sincera, humilde y perseverante, motiva la atención de Dios y toca su corazón que se conduele y escucha nuestras plegarias. Es necesario que reconozcamos que Dios sigue siempre dispuesto a ayudarnos y que nos mira con ojos de misericordia, a pesar de nuestras miserias, nuestras infidelidades y nuestras realidades con las que solemos apartarnos de Él.
Como a sus discípulos el Señor, Jesús nos llama a cultivar la fe y la humildad, la sencillez y la esperanza, para oír como la mujer: ¡”qué grande es tu fe; hágase contigo como quieres!” Y desde aquella hora obtendremos también la bendición que necesitamos. Si sabemos confiar en la voluntad de Dios y pasar las pruebas, convencidos que Él nos escucha y puede darnos misericordiosamente la respuesta, nos dirá: “Hágase contigo como quieres”.
El compromiso que estamos llamados a asumir como Iglesia es: Dejémonos reconciliar por Dios (2Cor. 5,20). Promovamos la solidaridad, la unidad y el encuentro como Iglesia y como colombianos; vivamos el Perdón, la Reconciliación y la Paz, más allá de las víctimas de la violencia y los victimarios, del etnocentrismo y la discriminación racial hacia los afroamericanos y los indígenas, de la brecha divisoria entre muy pocos ricos y muchos pobres, entre jefes y políticos corruptos y el pueblo sufriente, entre grupos excluyentes y los líderes luchadores por un mañana mejor.
[icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link=''] CONTEXTO CELEBRATIVO[/icon]
¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión?
La celebración eucarística del domingo, vivida en un ambiente comunitario, incluso con los que no se conocen, es la mejor realización del universalismo en el bien actuar que hoy nos inculca la Iglesia. Son muchos los símbolos, ritos, mensajes y oraciones que nos invitan a esta apertura al otro, sin discriminación.
El celebrante saluda, deseando la bendición de Dios para todos sin distinción. Enseguida, todos nos declaramos pecadores y todos pedimos el perdón. La oración colecta expresa el deseo, de todos, que Dios “infunda su amor en nuestros corazones”.
El encuentro con el Señor Jesucristo nos anima a la apertura, al diálogo y al encuentro con Él y con los otros. A dejar que Él llene nuestro espíritu de su presencia y nos fortalezca para la misión. Todo en la celebración eucarística nos llama a la unidad y a la reconciliación. El Padrenuestro, unido a los momentos de perdón y paz, expresa nuestra disposición para el encuentro fraterno y para recibir la Santa Comunión.
[icon class='fa fa-play' link=''] Recomendaciones prácticas[/icon]
Preparar y presentar un relato o episodio de reconciliación o de ayuda a las víctimas.
Resaltar el significado del saludo inicial y el momento de la paz eucarística.
Escenificar el pasaje de Jesús con la mujer siro fenicia. Elegir cantos apropiados a los textos del día.
Para el acto penitencial de la Misa se puede seguir el Formulario 3, eligiendo una invocación para el Tiempo Ordinario, p.p. 344 -345 del Misal.
Puede emplearse el Prefacio Dominical VIII: "La Iglesia congregada por la unidad de la Trinidad", p. 390 del Misal, por insistir en congregar de nuevo en la unidad, a los hijos disgregados por la culpa del pecado.
Tener presente que:
El miércoles 23, es la fiesta de Santa Rosa de Lima, virgen, Patrona de América Latina.
El jueves 24, es la fiesta de san Bartolomé, apóstol.
El sábado 26, es en Colombia la memoria libre de santa Teresa de Jesús Jornet e Ibars, virgen.