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Lectio Dominical

Vie 7 Jun 2019

“Como el Padre me envío, también YO los envío”

Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 2,1-11 Salmo: 104(103),1ab+24ac.29bc-30.31+34 (R. cf. 30) Segunda lectura: 1Corintios 12,3b-7.12-13 Evangelio: Juan 20,19-23 Introducción Hay una riqueza temática, no se puede abordar toda; el tema elegido depende de las lecturas y la realidad más sentida de la comunidad, un tema bien abordado propiciará el crecimiento de la comunidad, se avanza paso a paso, no es necesario abordar todo. Algunos posibles enfoques pueden ser: El Espíritu Santo en la revelación; la acción del Espíritu Santo en la Iglesia; el primer Pentecostés cristiano; El permanente Pentecostés en la Iglesia; El don del Espíritu y el Sacramento de la Reconciliación; la fiesta de Pentecostés. 1. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Los textos narran la experiencia del Espíritu santo en la comunidad de los creyentes de Jesús de Nazaret, en ellos se cumple la Promesa del Padre, promesa que es destinada a todos. Hch 2, 1-11 narra lo acontecido en la fiesta de Pentecostés de aquel año de la muerte y resurrección de Jesús de Nazaret. Los discípulos permanecen reunidos, “Todos perseveraban en la oración, con un mismo espíritu, en compañía de María la Madre de Jesús” (Hch 1, 14), y en este ambiente de oración, acontece el cumplimiento de la Promesa, la venida del Espíritu Santo. Su llegada se describe con unos signos sensibles: “ruido de ráfaga de viento, lenguas de fuego, hablar lenguas”, signos que anuncian y hacen visible que algo novedoso y extraordinario está aconteciendo. Los vv. 5-13 narran el principal efecto del Espíritu sobre aquellos a quienes les fue concedido: La evangelización en la propia lengua. El Espíritu, Promesa del Padre, “Fuerza de lo alto” produce unos efectos extraordinarios que la comunidad experimentó y fue necesario profundizar en su comprensión. Muchos textos dan testimonio de ello. El apóstol Pablo, en la Primera carta a los corintios, aborda el tema de los dones del Espíritu Santo, especialmente en los capítulos 12 al 14. Precisa: “con relación a los dones espirituales, no quiero, hermanos, que vivan en la ignorancia” (1 Cor 12,1), abre un llamado a la reflexión y comprensión. Sobre los efectos extraordinarios, el apóstol establece unos criterios claros: 1. Hay diferentes dones, servicios o actividades; 2. Todos tienen el mismo origen, proceden del mismo Espíritu; 3. Su objetivo práctico es la edificación de la Iglesia, “el Espíritu se manifiesta para provecho común”; 4. La conformación de la Iglesia no solo es “carismática”, ella se origina por el bautismo y los dones del espíritu ayudan a mantener la unidad, “un solo cuerpo”; 5. No existe una confrontación entre don y ministerio, pues los “ministerios” provienen del mismo Señor. Para hacer comprensible su enseñanza, el Apóstol, echa mano de la imagen del cuerpo, formado por distintos miembros pero todos en unión y orientados al provecho común del mismo y de todo el cuerpo. El Evangelio muestra como el Espíritu es fruto del misterio Pascual de Jesús. Jn 20, 19-23 nos habla del encuentro del Resucitado con sus discípulos al atardecer del día de la Resurrección. El punto de partida narra la situación de los discípulos sin la presencia del Resucitado: encerrados, llenos de miedo. El Resucitado se hace presente y cambia esta realidad, saluda varias veces con el “don de la paz”, se identifica mostrando los rastros de la cruz y pasión, ante lo cual los discípulos se llenaron de alegría. Este encuentro está lleno de regalos y motivos de gozo y alegría: Ven al Resucitado, reciben la fuerza del Espíritu Santo, reciben un mandato nuevo con autoridad, “como el Padre me envío, también YO los envío”, y les encomienda la misión del perdón de los pecados, “Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonen los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengan, les quedan retenidos”. El salmo 104 (103) invita a cantar la obra divina de la creación; en este contexto es una sugestiva indicación a ver la acción del Espíritu en toda la creación, por eso la creación es motivo de alabanza y bendición. 2. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? La Escritura me invita a interiorizar el cumplimiento de la Promesa, es decir la presencia del Espíritu Santo, fuerza dinamizadora de la Iglesia. Así como al inicio de la creación, el Espíritu Santo actuaba en ella y/o sobre ella, ahora debo ver que la comunidad de creyentes en Jesús de Nazaret es la nueva creación en la que actúa el Espíritu Santo con sus manifestaciones extraordinarias. Entre las manifestaciones más evidentes me invita a experimentar la alegría, la paz, la reconciliación con el perdón de los pecados, la unidad de la Iglesia, la presencia del Resucitado de manera misteriosa en medio de la comunidad. 3. ¿Qué me sugiere la Palabra, que debo decirle a la comunidad? Un primer elemento a compartir con la comunidad es la importancia y el papel dinamizador del Espíritu Santo en medio de la nueva comunidad. El Espíritu Santo, Promesa del Padre, es fruto del misterio Pascual de Jesús, Él actualiza o hace presente este misterio en la vida de cada creyente a través de los Sacramentos, en ellos actúa el poder del Espíritu y se renueva el misterio Pascual de Jesús. Con los sacramentos se vivifica la Iglesia; la segunda lectura habla del Bautismo, el Evangelio narra el origen pascual de la Penitencia, es decir del perdón de los pecados de forma sacramental y no solo en la dimensión cotidiana y espiritual. Hay que evidenciar a la comunidad este estrecho vínculo existente entre Misterio Pascual, que ya incluye el don del Espíritu Santo, y la vivencia de los sacramentos. Ellos son una manifestación súper – extraordinaria del poder del Espíritu Santo. Un segundo elemento a compartir son los diferentes dones del Espíritu Santo; no solo los siete dones conocidos, sino las diferentes manifestaciones del espíritu en manera concreta en cada creyente, no hay que acentuar lo misterioso, incomprensible y hasta llamativo de algunos de ellos, sino subrayar la importancia de algunos dones o frutos del Espíritu que evidencian la correcta recepción espiritual y ayudan al objetivo de edificar la Iglesia, como son la alegría, el gozo cristiano, la paz, el perdón sacramental, la unidad misma de la Iglesia, el “hambre” por vivir los sacramentos; manifestaciones del Espíritu que debe caracterizar al discípulo del resucitado. Bajo esta premisa se comprende la insistencia del Papa Francisco sobre la alegría que marca el evangelio, la vivencia de un gozo altamente cristiano que busque siempre la unidad de los creyentes en Jesús, que se esté al servicio de la evangelización. Un tercer elemento que se puede colorear es la profunda vinculación del Espíritu con la Iglesia. Sus dones y carismas son para la edificación de la Iglesia, para el provecho común, para dar solidez y UNIDAD al cuerpo de Cristo que es su Iglesia. El Espíritu suscita diversos dones, carismas… movimientos pero nunca suscita división o separación del Cuerpo de Cristo. Una norma clara para mantener la unidad es “nada sin el párroco”, “nunca y nada sin el obispo”, y desde luego en respeto y unidad efectiva con el Vicario de Cristo, el Papa, ellos por el ministerio recibido, don del Espíritu Santo, son garantía y fuente de la unidad y de la Comunión con toda la Iglesia, cuerpo de Jesús. Tener el Espíritu Santo o uno de sus dones no puede ser fuente para dividir la Iglesia. Un breve apunte, la Promesa del Padre es una realidad que garantiza la evangelización, el Espíritu Santo es la fuerza dinamizadora de la Iglesia. Todo discípulo, en su propia lengua y bajo el influjo del Espíritu Santo debe “hablar de las maravillas de Dios”, siempre en unidad con toda la Iglesia, nunca por encima o en contraposición con los ministros de la Iglesia, pues ya no sería un don del Espíritu Santo. La Evangelización en unidad eclesial es tarea de todos los bautizados. 4. ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? Mi encuentro con Jesús se realiza gracias a la acción del Espíritu Santo en mi vida, presencia eficaz sobre todo en los sacramentos, los cuales no debo realizar de manera mecánica o robótica, como repitiendo gestos o expresiones de exigencia social o de costumbre. Los Sacramentos, aquellos que yo vivo, son celebraciones íntimas y eclesiales en las cuales me encuentro de forma personal y comunitaria con Jesús Resucitado. El sacramento es una experiencia personal, pero no privada, yo vivo mi encuentro con Jesús, recibo la acción del Espíritu Santo, pero todo ello, aunque para provecho personal tiene también un objetivo común o eclesial, mi experiencia es para el bien de toda la Iglesia, la gracia que recibo y los dones que se me conceden son en beneficio de todo el cuerpo de Cristo: su Iglesia. Nada me autoriza apropiarme mezquinamente de una dimensión tan universal. Los Sacramentos son una creación de Jesús Resucitado, quienes se oponen a ellos se oponen y contradicen a Jesús de Nazaret. Un Sacramento que ha sido devaluado en los últimos tiempos es el de la confesión, la reconciliación, por eso el encuentro con Jesús me anima a la misión e compartir la riqueza de este sacramento fruto y acción del Espíritu Santo. Este Sacramento del Perdón de los pecados, sin ambigüedad hay que decir: El Señor lo creó, Él nos lo entregó. El católico no puede dejarse llenar de la “basura” que los enemigos de la fe proponen y difunden diciendo “no es necesario confesarse con otro hombre, quizás más pecador que quien se confiesa”. Si fuera así el responsable sería el Señor que fue quien lo inventó. Al respecto se debe precisar: 1. El sacramento es creación del Resucitado. ¿A quién vas a creer y obedecer? ¿a Jesús que lo creó y lo entregó a la Iglesia o a un “iluminado” que se opone a este mandato de Jesús? 2. La condición del sacerdote no es la que garantiza el perdón del pecado. Jesús dice que es fruto del ministerio recibido, del poder que el resucitado da, el efecto depende del Espíritu Santo y la autoridad dada “Como el Padre me envió, así Yo los envío a ustedes”, es decir con autoridad. Recuerde que a Jesús mismo se le criticó y se le condenó diciendo que Él no tenía poder para perdonar pecados, “Los escribas y fariseos empezaron a pensar. ¿Quién es éste, que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?” (Lc 5, 21). Hoy todavía hay muchos fariseos que siguen criticando a Jesús porque sigue perdonando a través del sacerdote. RECOMENDACIONES PRÁCTICAS: 1. Podría tenerse como signo o ambientación para la celebración un mensaje en torno a los dones o a los frutos del Espíritu Santo. 2. Como sugerencia: se podría dar relieve a la Secuencia, que en la mayoría de las partes se hace como un rito mecánico y a veces sin sentido: Se podría preparar fotocopias con la secuencia y a su momento, se proclame por toda la Asamblea, dando un espacio entre estrofa y estrofa, para la meditación o interiorización. 3. Tener presente que esta Solemnidad tiene formulario propio para la Misa de la Vigilia y la Misa del día, pp. 279-287 del Misal. Es conveniente seguir el Canon Romano o Plegaria Eucarística I, con el “Reunidos en comunión” propio. 4. Darle el verdadero valor a la Vigilia de Pentecostés, con su identidad litúrgica propia, sin prolongarla innecesariamente o recargarla con demasiados signos o fraccionar la asamblea. 5. Para la Misa Vespertina de la Vigilia: “En esta Misa la Liturgia de la Palabra se puede celebrar o de forma breve o bien de forma extensa: • Forma breve de la Liturgia de la Palabra: se escoge como primera lectura una de las cuatro lecturas de aparecen en el leccionario, y como salmo de respuesta el último (salmo 104 (103), pág. 190. • Forma extensa de la Liturgia de la Palabra: se pueden leer las cuatro lecturas o algunas de ellas, seguida cada una de su respectivo Salmo”, (Leccionario Dominical C, páginas 199 ss.) 6. Hoy inicia la Semana de Oración por la Unidad de los Cristiano. 7. Para tener en cuenta: hoy termina el Tiempo Pascual. Después de la última Misa, en la noche, se apaga el cirio pascual y se retira del presbiterio; conviene colocarlo decorosamente en el bautisterio para que arda durante la celebración del Bautismo y poder encender en él los cirios de los bautizados; igualmente, en las exequias se prefiere el cirio pascual cerca al féretro (cf. Ritual de Exequias, edición 2001, pág. 27, al referirse a la ubicación del féretro en el templo). El lunes y el martes siguientes, en las Misas con participación del pueblo, se puede celebrar la Misa del día de Pentecostés o una de las votivas del Espíritu Santo.

Jue 6 Jun 2019

Encuentro con el Resucitado | Junio 09 de 2019

"Cada uno los oímos hablar de las grandezas de Dios en nuestra propia lengua" (Hch 2,11) TAREAS: 1. Haz una oración agradeciendo el Don del Espíritu Santo en tu vida 2. Apréndete los Dones del Espíritu Santo 3. Cuéntale a tu familia algo que el Señor haya hecho en tu vida [icon class='fa fa-download fa-2x'] Ir a lista de reproducción[/icon]

Vie 31 Mayo 2019

Encuentro con el Resucitado | Junio 02 de 2019

"Mientras miraban fijo al cielo... dos hombres... les dijeron: ¿Qué hacen ahí plantados mirando al cielo? (Cf.Hch 1,10-11) TAREAS: 1. Reflexiona qué estás haciendo para la evangelización 2. Conoce el mes misionero extraordinario 3. Víncúlate a la parroquia y hazte misionero [icon class='fa fa-download fa-2x'] Ir a lista de reproducción[/icon]

Jue 30 Mayo 2019

Predicación Orante - Junio 02 de 2019

Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 1,1-11 Salmo: 47(46),2-3.6-7.8-9 (R. cf. 6) Segunda lectura: Efesios 1,17-23 Evangelio: Lucas 24,46-53 Introducción Ideas temáticas que se pueden ofrecer de esta solemnidad: La Ascensión como evento final del paso de Jesús por esta tierra; el tiempo de la Iglesia; la síntesis de la obra de Jesús: una presentación general de su obra desde el inicio hasta la Ascensión, remarcando el tiempo y la acción de la Iglesia que se inicia con esta experiencia de la Ascensión. 1. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Los textos de este domingo, para acentuar la Ascensión, presentan de diversas formas la experiencia de Jesús, que ha de leerse en la globalidad de su vida, “todo lo que Jesús hizo y enseñó, desde el principio… hasta el día que fue levantado a los cielos” (Hch 1,1-2). Se da prioridad al acontecimiento pascual y las “pruebas de supervivencia”: “se les presentó después de su pasión, dándoles numerosas pruebas que estaba vivo” (Hch 1,3). En el Evangelio, aparecen las últimas instrucciones de Jesús a sus apóstoles, a partir de hacerles comprender las Escrituras les expone lo relacionado con la experiencia de su muerte y resurrección, “está escrito que el Cristo debía padecer y resucitar de entre los muertos al tercer día” (Lc 24, 45-46). En este período inmediatamente posterior a la resurrección se destacan unas enseñanzas. De forma global se dice que Jesús los instruyó sobre el “Reino de Dios” (Hch 1,3); la comunidad recordará temas particulares, como la renovación de la Promesa del Padre, es decir del envío del Espíritu Santo, del cual anuncia su inmediato cumplimiento (Hch 1,4; Lc 24,49), para lo cual insiste en permanecer en la ciudad de Jerusalén. El cumplimiento de la Promesa del Padre se realiza mediante una efusión del Espíritu Santo que se denomina: “seréis bautizados con Espíritu Santo” (Hch 1,5) o “revestidos de la fuerza de lo alto” (Lc 24, 49). El anuncio de una Fuerza de lo alto, marca la comunidad, de inmediato se indica el objetivo de esta fuerza, ella capacita para dar testimonio, “cuando el Espíritu Santo descienda sobre ustedes, recibirán una fuerza para ser mis testigos…” (Hch 1,8), “ustedes serán testigos de estas cosas” (Lc 24,48). Esta “fuerza” marca el inicio de un tiempo nuevo, es tiempo del testimonio, es tiempo de la acción evangelizadora, es tiempo de la “Iglesia en salida”, en este compromiso se entienden las palabras de los personajes vestidos de blanco que dicen “¿Qué hacen ahí plantados mirando al cielo?” (Hch 1,11). Concluido este periodo de enseñanza tenemos el grandioso acontecimiento de la Ascensión, que los Hechos llama “fue levantado”, el Evangelio de Lucas lo refiere como “se separó de ellos, subiendo hacia el cielo”, la segunda lectura, “sentándolo a su derecha en el cielo”. Los acontecimientos entre la resurrección y la ascensión son el objeto primordial de reflexión en este día, haciendo notar su efecto en la vida cristiana como lo hace la segunda lectura en la que se subraya la grandeza del “poder y la fuerza poderosa” que se ha desplegado en Cristo. Su comprensión se logra gracias a dones especiales del Espíritu Santo, que siempre está dispuesto a dar, “espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo… para comprender cuál es la esperanza” (Ef 1, 17-18 ). Todo ésta comprensión, del Señorío universal de Dios, se canta hermosamente en el Salmo. Allí vemos a Dios que asciende en un cortejo triunfal, en medio de expresiones y aclamaciones rituales; Dios preside desde su santuario y reina sobre todas las naciones. Por estas expresiones de ascensión, realeza y poderío de Dios este salmo adquirió en la comunidad cristiana un lugar para comprender y orar sobre la Ascensión de Jesús. 2. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? La Sagrada Escritura me invita a comprender la vida completa de Jesús, a dar un espacio prioritario a su Pascua, es decir a su muerte, resurrección, ascensión y envío del Espíritu Santo. A reconocer que este es tiempo de “testimonio”, es tiempo de ponerme en camino para inundar con este mensaje salvador los diferentes espacios en los que el Señor me permite moverme. Es una llamada a reconocer la misión e importancia de la Iglesia. 3. ¿Qué me sugiere la Palabra, que debo decirle a la comunidad? El evento de la Ascensión como culmen del paso de Jesús por esta tierra pide a gritos que cada creyente conozca lo que hizo y enseñó Jesús desde su inicio hasta el momento en que “fue elevado a los cielos”, hay que invitar a la comunidad a la tarea de leer los Evangelios, conocerlos para poder vivirlos. El cristiano católico debe profundizar su encuentro personal con la Palabra de Dios y de manera especial con los Evangelios y la historia de la Iglesia naciente, es decir la lectura meditada del libro de los Hechos de los Apóstoles. En el crecimiento espiritual, cada bautizado o miembro de la Iglesia, debe reconocer que ha recibido una “fuerza de lo alto”, ha recibido el Espíritu Santo, la Promesa del Padre, por tanto está capacitado convenientemente para dar “Testimonio” convincente y con poder de manera que el Reino de Dios se extienda de manera maravillosa. La Palabra sugiere que hoy se recuerde y se empodere a la comunidad de este elemento evangelizador, ser Iglesia en salida, asumir la responsabilidad de la evangelización como tantas veces nos lo han recordado los sucesores de Pedro, y de manera especial el Papa Francisco que nos ha hablado de ser Iglesia en salida e ir a las periferias. No tener miedo de estar siempre en camino contamos con una fuerza del todo misteriosa y divina. Otro elemento que se debe indicar es la profundización del efecto de estos acontecimientos en la vida del bautizado. Los textos del Nuevo Testamento profundizan en todas estas relaciones, por ello es importante invitar a la lectura de estos escritos, a hacerlos momento de oración, no solo de satisfacer curiosidades sino fuentes de crecimiento espiritual. Hay que señalar la importancia de un camino o itinerario de crecimiento espiritual que permita alcanzar la santidad. Vivir en Iglesia, es claro que Jesús formó un grupo al que dio instrucciones, un grupo de “apóstoles”, de discípulos, de “testigos”, un grupo de seguidores a quienes en la Ascensión dio su bendición y ellos respondieron con la adoración, “se postraron ante Él”. Un grupo que según la Palabra de Dios es la Iglesia de la cual Cristo es su Cabeza, y ella es su cuerpo (Ef 1, 23). Un grupo que prontamente se llamó Iglesia católica porque en ella hay espacio para todos. 4. ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? Mi encuentro con Cristo debe producir los efectos esperados. No distraernos con los detalles de la Ascensión, es necesario centrar la mirada. La resurrección de Jesús y su Ascensión lo ubican “sentado a la diestra de Dios”, se anuncia la victoria definitiva, lo cual exige una aceptación confiada de su mensaje y asumir la responsabilidad de este momento histórico: dar Testimonio. El Espíritu Santo obra en cada bautizado, capacita a la Iglesia para anunciar el Evangelio con fuerza transformadora. El efecto de mi misión no depende de mis flaquezas o debilidades, su éxito está asegurado porque depende de la eficacia del Espíritu Santo. Hay que asumir la evangelización y ver su realización con ojos de fe, con los ojos del resucitado. Mi encuentro con Jesús me hace sentir la importancia de estar en la Iglesia. Ella es instituida por Jesús para continuar su obra en el tiempo y el espacio, ella no es absoluta, ella está bajo su cabeza suprema, ella comunica la salvación, así lo quiso el Señor, no es invento ni prepotencia o arrogancia, es sencillamente como acontecen las cosas según el querer del Señor Resucitado. Decir: “creo en Jesús, pero no en la Iglesia” o “no necesito ir a la Iglesia, es sencillamente no conocer a Jesús”. La Iglesia es su obra, Él la creó, Él la modeló, Él sigue siendo hoy su Cabeza Suprema, por tanto despreciar a la Iglesia es despreciar a su Cabeza: a Jesús. Saber que está Iglesia la quiso el Señor me anima a vivir mi misión. ¿Cuál Iglesia? Pues la Católica, pues todo el mundo sabe que históricamente a ese momento no existía otra iglesia, las “otras iglesias” aparecerán cientos de años más tarde; por tanto con respeto, pero con claridad de los acontecido hay que afirmar que quienes estaban allí en ese momento en que reciben el mandato misionero, el envío y la Promesa del Espíritu es un puñado de creyentes de la naciente Iglesia del Señor, la Iglesia bajo el gobierno de Pedro, la Iglesia que unos años más tarde se le llamó Iglesia católica; la hoy pastoreada por el sucesor 266 de san Pedro: El Papa Francisco. Así de claro y sin ambigüedades. Les confieso: me siento orgulloso que Dios me haya dado el don de conocer y vivir en esta herencia que es su Iglesia. Orgullosamente católico. RECOMENDACIONES PRÁCTICAS: 1. Sería oportuno hacer hoy el Rito para la bendición y la aspersión del agua en memoria del Bautismo, que ocuparía el lugar del acto penitencial al comienzo de la Misa, siguiendo lo indicado en el Apéndice I, propio para la cincuentena pascual, Misal, p. 1058. 2. En este domingo se celebra la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales y el Papa Francisco propone el tema “Comunicación y Misericordia: un encuentro fecundo”.

Vie 24 Mayo 2019

Encuentro con el Resucitado | Mayo 26 de 2019

"El defensor, el Espíritu Santo que enviará al Padre en mi nombre, será quien les enseñe todo" (Jn 14,26) TAREAS: 1. Reflexiona sobre el lugar del Espíritu Santo en tu vida. 2. Prepárate con la oración para vivir Pentecostés 3. Lee el capítulo 2 de Hechos de los Apóstoles [icon class='fa fa-download fa-2x'] Ir a lista de reproducción[/icon]

Vie 24 Mayo 2019

¿Realmente obedezco a Cristo o sigo mis caprichos y mis intereses?

Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 15,1-2.22-29 Salmo: 67(66),2-3.5.6+8 Segunda lectura: Apocalipsis 21,10-14.22-23 Evangelio: Juan 14,23-29 Introducción El Evangelio de hoy nos propone la perfección del amor que consiste en obedecer a Cristo, pues él mismo dijo: el que me ama, guardará mi Palabra. Podemos identificar tres temas: • La obediencia amorosa a Cristo. • La necesidad de acoger al Espíritu Santo, pues es Él quien nos recordará lo que Cristo quiere de nosotros y nos dará la fuerza para cumplirlo. • La apostolicidad, es decir, el estar fundados en el cimiento de los Apóstoles, condición necesaria para entrar a la Nueva Jerusalén cuyo cimiento son los Doce Apóstoles. El amor obediente de acoger al Espíritu Santo y de estar unidos a los Apóstoles, está ambientado por el gozo del Tiempo Pascual y, más aún, se acerca Pentecostés, esa experiencia que viene de lo alto y que transforma a los discípulos en valientes apóstoles, es cuando los apóstoles comienzan a vivir esta radicalidad del amor a Jesucristo que se traduce en obediencia exquisita al Espíritu Santo, en amor fraterno hasta dar la vida por Jesús y por sus hermanos, o mejor aún, el amor que lleva a morir a sí mismo y, si es el caso, dar la vida para que los hermanos tengan la vida de Cristo, esto es la plenitud del amor. 1. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Hoy el libro de los Hechos de los Apóstoles nos cuenta que en la misión hay misioneros “miopes”, aferrados a sus puntos de vista o a tradiciones humanas, como es el caso de algunos judíos conversos al cristianismo que pensaban que los no judíos que creyeran en Cristo tenían que hacerse circundar para salvarse. En la misión el Señor suscita santos misioneros como Pablo y Bernabé que vieron con claridad que Dios no exige la circuncisión a los paganos que se convertían. En este contexto acaece, entonces, el Concilio de Jerusalén, en donde los Apóstoles, en ambiente de oración y de comunión con los presbíteros, determinan no imponer más cargas que las necesarias y dejan claro que Dios no pide la circuncisión sino una conducta recta según el Evangelio. La Iglesia ve en los Apóstoles a aquellos varones a quienes Cristo confió pastorear su Iglesia en comunión con Pedro, cabeza de ellos y de toda la Iglesia. En el salmo se ve claramente la voluntad de Dios que quiere que todos los pueblos lo conozcan y le den gracias, o como lo dice san Pablo: “Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1Tim 2,4). En el Apocalipsis, en continuación con el domingo anterior, se nos muestra la belleza del Cielo con la imagen de la Nueva Jerusalén en donde resplandece la gloria de Dios y donde su fundamento son los Doce Apóstoles. El Evangelio es también continuación del domingo anterior que nos pedía vivir el mandamiento nuevo de amarnos los unos a los otros como Jesús nos ha amado. La particularidad del Evangelio de hoy es doble: el que ama obedece al amado, y para amar así necesitamos al Espíritu Santo. 2. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? El Evangelio nos dice que amar a Cristo es lo mismo que obedecerlo, pues, quien dice que lo ama y no lo obedece es un mentiroso. Es muy fácil decir que amamos a Cristo, que rezamos, que somos buenas personas, que no somos criminales, etc. Pero a la hora de la verdad, si somos sinceros, no amamos a Cristo porque no siempre le obedecemos. En este sentido, el Papa Francisco ha hablado de la corrupción como un modo de hacer el mal de forma deliberada, de forma consciente. Esto es lo peor que le puede suceder a una persona, saber que obra mal y seguir así, sin ningún remordimiento y sin ningún deseo sincero de conversión, eso nos lleva a la condenación eterna. En la práctica podemos ir a misa el domingo, hacer algunas oraciones y algunas obras buenas, hasta obras de caridad, pero si llevamos al mismo tiempo una vida de vicios y pecado, eso es lo que llama el Papa Francisco mundanidad espiritual, que se traduce en una búsqueda de bienestar personal, en un querer contentar a todos, tanto a Dios, como a los demás, y eso es imposible, pues Cristo nos pide buscar solo a Dios, agradar solo a Dios y obedecer solo a Dios. La Iglesia es Cristo mismo en la historia y todo lo que ella, iluminada por el Espíritu Santo, nos pide lo debemos hacer. En síntesis toda la fe, y todo lo que nos pide Cristo por medio de la Iglesia, está en el Catecismo de la Iglesia Católica. Mejor aún, Jesús mismo resumió todo en el mandamiento del amor fraterno, que consiste en amar a los hermanos como Cristo nos amó. Sólo que para amar así necesitamos del Espíritu Santo que Dios nos da en los sacramentos y en la vida de la Iglesia, pues el Espíritu Santo no actúa en un corazón egoísta sino en un corazón eclesial, es decir, en un corazón que busca la comunión. 3. ¿Qué me sugiere la Palabra, que debo decirle a la comunidad? Algo muy sencillo que hoy la Palabra nos pide a cada uno y a cada comunidad eclesial es que le hagamos caso a Cristo, pues si queremos saber si de verdad amamos a Cristo es muy fácil, basta ver si cumplimos su mandamiento nuevo de amar a los demás como él los ama. ¿El esposo ama a su esposa como Cristo amó a su Iglesia y se entregó en la cruz por ella? ¿La esposa también ama a su esposo de igual forma? ¿Cada uno ama a los demás como Cristo nos ama a nosotros? Mejor aún, ¿He experimentado el amor de Cristo en mi vida? ¿Cómo respondo al amor que Cristo me tiene? ¿Realmente obedezco a Cristo o sigo mis caprichos y mis intereses? El Papa Francisco en su visita a nuestro país nos pidió en Medellín privilegiar “el encuentro con la Sagrada Escritura, especialmente el Evangelio, donde Cristo nos habla, nos revela su amor incondicional al Padre, nos contagia la alegría que brota de la obediencia a su voluntad y del servicio a los hermanos” (Francisco, Discurso a los sacerdotes, consagrados, seminaristas y sus familias. Medellín, Coliseo La Macarena. 9 de septiembre de 2017). Es necesario favorecer nuestro encuentro con la Palabra de Dios para que Cristo nos hable y nos contagie “la alegría que brota de la obediencia a su voluntad” (ibid.). Nadie puede obedecer a Cristo sin la ayuda del Espíritu Santo. Acoger al Espíritu Santo es tarea permanente de todo cristiano y de toda comunidad eclesial, pues sólo Él “nos lo enseñará todo y nos recordará todo lo que Cristo nos ha dicho y dará testimonio de Él; nos conducirá a la verdad completa y glorificará a Cristo” (CEC 729). 4. ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? La misión es el termómetro que mide nuestro grado de amor a Jesucristo (cf RM 11). Se trata de la misión según Cristo, con sus criterios, no según el parecer de cada uno. Se requiere la experiencia real de Cristo, de vivir en su amistad, de amar lo que él ama y de rechazar lo que él rechaza. Como misioneros que somos por el bautismo, debemos alimentar la convicción de fe de que necesitamos ser conducidos por el Espíritu Santo que Dios da a quienes le obedecen (cf Hch 5,32). Una característica que define al misionero y a toda comunidad eclesial es su obediencia a Cristo y a su Iglesia. Cristo nos dejó su mandamiento nuevo de amarnos unos a otros con el mismo amor que él nos tiene. La misión, lo han dicho los últimos papas, es cuestión de amor. ¿Cuál es el tema principal de nuestras conversaciones, de nuestros pensamientos y de nuestros deseos? Si no es Cristo, es porque todavía no lo amamos ni le obedecemos. RECOMENDACIONES PRÁCTICAS: 1. Educar a niños, adolescentes y a todos en la obediencia cristiana. 2. Resaltar la dimensión eclesial como ambiente en el que se vive el amor a la Palabra y a los hermanos. 3. Felicitar hoy a los trabajadores y orar por ellos y por quienes no tienen trabajo. 4. Podría emplearse el Prefacio de Pascuas IV, “Restauración del universo por el misterio pascual”, Misal, pág. 378. 5. Comienza la novena de preparación a Pentecostés

Vie 17 Mayo 2019

Encuentro con el Resucitado | Mayo 19 de 2019

"Es necesario que pasemos por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios" (Hch 14,22) TAREA Ofrezca oraciones o sacrificios por la Iglesia, ella necesita del compromiso de todos. [icon class='fa fa-download fa-2x'] Ir a lista de reproducción[/icon]

Vie 17 Mayo 2019

Jesús es el Buen Pastor que tiene conocimiento de cada una de sus ovejas

Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 14,21b-27 Salmo: 145(144),8-9.10.11-12.13ab (R. cf. 1b) Segunda lectura: Apocalipsis 21,1-5a Evangelio: Juan 13,31-33a.34-35 Introducción En este Quinto Domingo de Pascua, la Palabra de Dios nos presenta la meta para la cual ha sido creado al ser humano y motivo por el cual Cristo murió y resucitó: participar de la vida eterna en la plena comunión con Dios, de su amor perfecto y eterno, de vivir en la Nueva Jerusalén, en el cielo. Nuestra meta es Dios. De ahí que la liturgia nos propone 3 temas conexos entre sí: • El mandamiento nuevo del Señor Jesús, Jn 13,34. • El cielo, Ap. 21,2. • El anuncio el Evangelio a todos los pueblos, Hch 14,27. Los tres temas tienen como hilo conector el amor de Cristo vivido por los creyentes, pues ese amor llega por la predicación realizada de quienes, a su vez, han experimentado el amor de Cristo en sus vidas; esto es lo que nos comunica el libro de los Hechos de los Apóstoles. Jesús mismo, en la Última Cena, ama a sus discípulos hasta el extremo y les da su mandamiento nuevo de amarse fraternalmente siguiendo su ejemplo, es decir, amar como Jesús amó, dándose a sí mismo por el bien de sus hermanos. El cielo nuevo, la tierra nueva, la Nueva Jerusalén, bajada del cielo, son figuras del Cielo, de la vida eterna, en donde sólo hay amor de Dios, ausencia de muerte y de todo mal, todo es belleza en plenitud, la experiencia de la dicha sin fin que sobrepasa nuestra mente y desborda nuestra capacidad, la vida del amor perfecto y eterno con Dios y con nuestros hermanos en Cristo. 1. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? En la primera lectura, tomada del libro misionero de los Hechos de los Apóstoles, se nos narra cómo los diversos pueblos paganos, es decir no judíos, al escuchar la predicación de los misioneros, se convierten a Cristo y se introducen en la vida nueva del Evangelio. Es de resaltar la admiración de los apóstoles y de las comunidades cristianas al enterarse de la conversión de los pueblos que antes vivían en las tinieblas del pecado. Es la alegría misionera de la cual habla el Papa Francisco, una alegría que brota del amor de Cristo que quiere que todos se salven; este gozo por la conversión de los demás es un signo auténtico de que el amor de Cristo habita en nosotros, pues no hay envidia, sino gozo por el bien de los demás, y el mayor bien es conocer a Cristo, vivir en Cristo. En esta línea del amor, se nos revela en el salmo cómo es Dios, es bueno con todos y por eso pide, por boca del salmista, que se anuncie a todos la gloria de su reinado, es decir, que evangelicemos, que compartamos su Buena Noticia que es Jesucristo para que en Él tengamos la vida verdadera, la vida nueva y eterna, es decir, la vida del Amor. En la segunda lectura del libro del Apocalipsis, se nos muestra claramente cuál es nuestra meta: el Cielo. Allí no habrá muerte, ni llanto, ni dolor, ni mal alguno, todo es belleza, felicidad, alegría si fin porque todas las personas vivirán unidas a Dios de un modo nuevo, pleno y para siempre. Una característica especial es que se habla del cielo nuevo y de la tierra nueva, es decir que la creación entera también se transformará y participará de la restauración definitiva de los hijos de Dios, esto lo afirma san Pablo: “en efecto, toda la creación espera ansiosamente esta revelación de los hijos de Dios” (Rm 8,19). Para ir al Cielo necesitamos vivir y morir en unión con Cristo, de allí que el distintivo de los cristianos sea precisamente el amor fraterno, como lo dice hoy Jesús mismo al final del Evangelio: “en esto conocerán que son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros” (Jn 13,35). Se trata de acoger el amor de Cristo y de amar a los demás con ese mismo amor de Cristo, es decir, amar como Jesús amó. Si así vivimos y morimos entonces viviremos para siempre en la dicha sin fin del Cielo como lo dice de un modo hermoso el Catecismo de la Iglesia Católica: “Los que estén unidos a Cristo formarán la comunidad de los rescatados, la Ciudad Santa de Dios (Ap 21,2), “la Esposa del Cordero” (Ap 21,9). Ya no será herida por el pecado, por las manchas, el amor propio, que destruyen o hieren la comunidad terrena de los hombres. La visión beatífica, en la que Dios se manifestará de modo inagotable a los elegidos, será la fuente inmensa de felicidad, de paz y de comunión mutua” (1045). 2. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? Ante todo hoy la Escritura nos habla fuerte y claro por medio de nuestro Señor Jesucristo, que en el contexto de la Última Cena, un poco antes de su entrega en la muerte de cruz, nos da su testamento espiritual sintetizado en su mandamiento nuevo de amarnos unos a otros así como él nos ha amado. El cristianismo es la religión del amor, un amor que tiene forma de cruz, es decir, un amor de donación total de la persona, un morir a sí mismo, un morir al pecado, un morir a todo egoísmo, para que viva Jesús en nosotros y para que Él ame en nosotros a los demás. Se trata de la vida nueva que es Cristo viviendo en nuestros corazones. Sólo así se comprende y se vive lo que san Pablo vivió y expresó cuando dijo: “ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí” (Gal 2,20). Nadie puede amar como Cristo ama si no está unido al mismo Cristo, entonces, amar así es un don que viene de lo alto. Por lo tanto, lo más propio para alcanzar ese don del amor de Dios es pedirlo y procurarlo, esta es la parte que nos corresponde a cada uno: orar y procurar. Las dos cosas, orar y procurar, hay que hacerlas con sinceridad, con deseo de vivir la amistad de Jesús y de seguir sus mandatos. Todos los mandatos del Señor y toda la biblia se resumen en el mandamiento nuevo del amor. Así como un vaso limpio contiene el agua limpia que se vierte en él, así también debemos dejarnos limpiar por el Señor, dejarnos reconciliar por él, confesarle sinceramente todos nuestros pecados sin excusarnos. Luego, como vasos limpios, dejarnos llenar de su amor, surge entonces por gracia de Dios, un manantial, el vaso se convierte en fuente de agua viva que vivifica todo lo que toca. Sólo el amor llena y desborda el corazón del hombre, sólo el amor sana, resucita y vivifica, solo el amor es eterno. Quien ama ha conocido a Dios, dice san Juan, “porque Dios es amor” (1Jn 4,8). Sólo existe un amor verdadero, el de Dios, Cristo mismo es el Amor. Todo lo demás son falsificaciones del amor, fácilmente se llama amor a lo que en verdad es egoísmo, Cristo desenmascara los ídolos y toda mentira y pecado. 3. ¿Qué me sugiere la Palabra, que debo decirle a la comunidad? Para amarnos los unos a los otros con el amor de Cristo es siempre indispensable estar unidos a Cristo, ya que él es la fuente del amor de Dios. ¿Qué hacer para amar como Cristo? Lo primero es cuidar todo lo que nos une y propicia nuestro encuentro con Cristo: la oración sincera y diaria, la lectura de la Palabra de Dios, la participación en los sacramentos y la realización de los propios deberes por amor a Cristo y a las personas que Él nos ha confiado, ejercitando, de este modo, la caridad en la búsqueda del bien de los demás. El Papa Francisco en Villavicencio dijo que “basta una persona buena para que haya esperanza. No lo olviden: ¡basta una persona buena para que haya esperanza! ¡Y cada uno de nosotros puede ser esa persona buena!” (Homilía en la Misa de beatificación de los mártires Monseñor Jesús Emilio Jaramillo Monsalve y del Padre Pedro María Ramírez Ramos. Villavicencio, 8 de septiembre de 2017). Recordemos que Jesús dijo que sólo Dios es bueno, pues sólo Dios es el Amor verdadero. Quien ama hace todo por el bien de los que ama, hasta dar su propia vida por el bien de los demás, un ejemplo de ello es que Cristo murió en la cruz por amor a nosotros; otro ejemplo es el de san Maximiliano María Kolbe que, en la prisión durante la segunda guerra mundial, dio su vida por otro prisionero que era padre de familia; un ejemplo más, el de la joven madre Chiara Corbella que, en estado de embarazo riesgoso, dio su vida con fe y amor para que su hijo naciera vivo y sano, y así tantos ejemplos de padres de familia que se sacrifican por el bien de sus hijos, de personas que con fe se interesan y buscan el bien de los demás, permitiéndoles vivir el amor de Cristo. Para vivir el amor de Cristo es necesario dejarnos reconciliar por Cristo continuamente, vivir en estado de conversión permanente y de misión permanente, no solo recibir la misericordia de Dios, sino también compartirla con los de casa y con los demás. 4. ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? Todo encuentro real con Jesucristo me sana de mi egoísmo y me impulsa a amar, de modo que el amor no es egoísta, pues “el amor no obra con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” (1Cor 13,5-7). La misión es el fruto del amor a Cristo, es la respuesta natural que surge de encontrarse con el Señor, un ejemplo de ello es lo que le pasó al apóstol Andrés, que una vez que se encontró con Jesús, fue a buscar a su hermano Pedro y lo llevó a Jesús (cf Jn 1,41-42). Nadie puede amar con el amor de Cristo si primero no ha experimentado el amor de Cristo en su propia vida. Muchas veces queremos ser misioneros sin habernos encontrado realmente con el Señor, esto es un gravísimo error. De allí que san Juan Pablo II dijera con claridad que “el verdadero misionero es el santo” (RM 90). Y el santo es el que se deja sanar y guiar por el Señor. Como también es cierto que el amor cubre multitud de pecados, entonces, es necesario obrar con misericordia, viviendo con fe lo que el Jesús mismo dijo que cuando practicamos la misericordia especialmente con los pobres, los enfermos, los encarcelados y los más necesitados: “les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo” (Mt 24,40). RECOMENDACIONES PRÁCTICAS 1. Motivar la creación o fortalecimiento de la pastoral parroquial de la salud que busca atender a los necesitados por medio de la vivencia del domingo, día de la caridad. 2. Resaltar con algún signo la apertura del mensaje de Jesús a otros pueblos, colocando en lugar apropiado algunos elementos que nos identifiquen y recuerden a los hermanos indígenas, afros, campesinos, habitantes urbanos de las periferias… Y colocar en un cartel la frase: “El AMOR es el distintivo de los discípulos del Señor” 3. Sería oportuno hacer hoy el Rito para la bendición y la aspersión del agua en memoria del Bautismo, que ocuparía el lugar del acto penitencial al comienzo de la Misa, siguiendo lo indicado en el Apéndice I, propio para la cincuentena pascual, Misal, p. 1058. 4. Podría emplearse el Prefacio de Pascuas III, “Cristo vive e intercede por nosotros”, Misal, pág. 377.