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Lectio Dominical

Mié 6 Jun 2018

Cristo vence al mal y nos libra del pecado

Hoy la Palabra de Dios hoy nos habla con claridad sobre la realidad del pecado presente en todo ser humano, por tanto, el tema principal es el hombre nace herido por el pecado. El Evangelio muestra a Cristo, el más fuerte, que vence al fuerte, es decir al demonio. Cristo venció con su obediencia (cf. AG 24; CEC 402), “haciéndose obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz” (Flp 2, 8). Otras dos ideas temáticas que son esenciales y conexas con el tema principal son las siguientes: El hombre está inclinado al mal. La salvación consiste en obedecer a Cristo, pues “el que hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre” (Mc 3, 35). ​¿Qué dice la Sagrada Escritura? En la primera lectura encontramos el pasaje del Génesis 3,15 que «ha sido llamado “Protoevangelio”, por ser el primer anuncio del Mesías redentor, anuncio de un combate entre la serpiente y la Mujer, y de la victoria final de un descendiente de ésta» (CEC 410). En el Salmo encontramos una invitación a confiar plenamente en Dios, a invocarlo con todo el corazón, a confiar sólo en su Palabra. San Pablo en su segunda carta a los Corintios nos anima a poner toda la esperanza en los bienes eternos y no en las cosas terrenas, que son pasajeras y se acaban. “Nosotros hemos puesto la esperanza, no en las cosas que se ven, sino en las que no se ven, pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas” (2Cor 4,18). En el Evangelio Jesús es considerado por sus parientes como un loco y los maestros de la Ley dicen que está poseído por el demonio; frente a éstos últimos Jesús responde con una dura condenación: “el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás; será considerado culpable para siempre” (Mc 3,29). Luego Jesús puntualiza que quien obedece o cumple la voluntad de Dios Padre, “ése es mi hermano, mi hermana y mi madre” (Mc 3,35).

Mié 6 Jun 2018

Busquemos siempre la unidad

Mantener el camino de la no división es un poco complicado. El Señor Jesús lo plantea en los términos de espiritualidad y lo compara con la familia, nosotros podemos compararlo con la patria. Para ello necesitamos exigencia de libertad, asumir la responsabilidad, ser capaces de asumir los errores y no excusarlos en otras personas. Nosotros estamos construyendo como Iglesia y como la nación un nuevo ambiente. Tenemos que buscar siempre la unidad. Tareas: Bajemos al ritmo político y construyamos nación juntos. No descalifiquemos con nuestras expresiones a nadie. El otro es igualmente digno y necesario de respeto y por lo tanto hay que acogerlo como hermano. Oremos por Colombia, oremos por las elecciones que se avecinan.

Vie 1 Jun 2018

El cuerpo de Cristo, alimento que fortalece y su sangre bebida que purifica

Primera lectura: Éx 24,3-8 Salmo Sal 116(115),12-13.15-16. 17-18 (R. 13) Segunda lectura: Hb 9,11-15 Evangelio: Mc 14,12-16.22-26 Introducción Al meditar y orar con las lecturas de la liturgia de la Palabra de la solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo, destaco las siguientes ideas temáticas: El tema central de este domingo está en la alianza, la del Sinaí y la nueva realizada por Cristo. La alianza del Sinaí señala el nacimiento del pueblo de Dios, la nueva alianza, da origen al nuevo pueblo de Dios que es la Iglesia. Un segundo, es el valor redentor de la Sangre de la alianza, que se presenta en toda liturgia de la Palabra. Los textos bíblicos evocan los ritos del Antiguo Testamento en los que se derrama sangre como signo de la alianza que Dios estableció con su pueblo. El significado de esta alianza es ahora llevado a plenitud por el Señor Jesús, que hoy repite en la eucaristía “esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos” Mc. 14,24. Una tercera línea de reflexión es la institución de la Eucaristía. En el ciclo B de la liturgia dominical leemos en el evangelio, el relato que nos recuerda los gestos y palabras que el Señor realizó antes de morir, dejando el mandato de realizar esta nueva cena pascual, en memoria suya. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? El libro del Éxodo en el capítulo 24, describe la conclusión de la alianza realizada en el Sinaí. Este relato reviste gran importancia para el pueblo llamado “pueblo de la alianza”, porque precisamente señala el nacimiento del pueblo de Dios. En el texto se recuerda como el Señor se hace el Dios de Israel e Israel se convierte en el pueblo del Señor, en esta nueva relación el rito que acompaña y sella la alianza se enmarca en el sacrificio de comunión (v. 5) y el rito de la aspersión con la sangre (v.v. 6-8). El sacrificio de comunión evoca la restauración de las relaciones amistosas entre Dios y el pueblo. Mediante la alianza se rehace y se restaura la paz y armonía rotas por el pecado. El rito de la aspersión con la sangre sobre el altar y sobre el pueblo, simbolizan la comunión que la alianza establece entre el Señor y las tribus de Israel. El Salmo 115, constituye una acción de gracias, dirigida al Señor que libera de la aflicción y la muerte. El orante se dispone, por tanto, a ofrecer un sacrificio de acción de gracias en el que se bebe el cáliz ritual. El capítulo 9 de la carta a los Hebreos, explica el sacrificio de Cristo a partir de elementos comparativos del AT, pero con un cambio radical de su significado, vale la pena destacar el (v. 12) “Y penetró en el santuario una vez para siempre, no presentando sangre de machos cabríos, no de novillos, sino su propia sangre. De ese modo consiguió una liberación definitiva”. Cristo vuelve al Padre y entra a su presencia de una vez para siempre, esta entrada la realizó a través de un sacrifico y de su gloriosa resurrección. Con su cuerpo renovado por la resurrección, consiguió la liberación eterna, de este modo se inaugura la “alianza nueva: en ella ha habido una muerte que ha redimido de los pecados cometidos durante la primera alianza; y así los llamados pueden recibir la promesa de la herencia eterna” (v. 15) El Evangelio de Marcos, en el capítulo 14, presenta el relato de la última cena de Jesús. La víspera de su pasión y muerte, Jesús interpreta a los discípulos el sentido de su muerte. “Esto es mi cuerpo... esta es mi sangre... de la alianza”. Jesús se mueve en un clima estrechamente sacrificial. Del mismo modo que en los sacrificios era derramada la sangre sobre el altar, así Cristo derrama la suya en el altar de la cruz. La sangre de los sacrificios que tiene carácter expiatorio, hoy adquiere plenitud, es para el perdón de los pecados de todos los hombres. Con el sacrificio de Cristo se inaugura la “nueva alianza”.

Mar 29 Mayo 2018

Alcemos la copa de la salvación y construyamos la paz

Nuestra vida está llena de todo el bien que Dios nos ha hecho, ¿cómo pagarle o recompensarle ese amor que nos manifiesta? La respuesta es: participando de la celebración de la Eucaristía. Estamos en la Solemnidad de Corpus Christi; de la carne y la sangre del Señor. Ese realismo cruento que el Señor Jesús nos identificó. Esta es mi carne, esta es mi sangre, por ello alcemos la copa de la salvación en ese encuentro con Jesús, por que con su carne y sangre construimos la paz personal, comunitaria y de la Iglesia. Tareas: Participa con amor y alegría en la Eucaristía de este domingo. Ve a una capilla de oración y pasa una hora con Jesús. Escucha lo que Él tiene que decirte. Busca en el evangelio de Juan el capítulo 6 y medita en él para que descubras la riqueza de la Eucaristía.

Vie 25 Mayo 2018

Somos comunidad de amor y de vida

Primera lectura: Dt 4,32-34.39-40 Salmo Sal 33(32),4-5.6+9. 18-19.20+22 (R. cf. 12) Segunda lectura: Rm 8,14-17 Evangelio: Mt 28,16-20 Introducción La Palabra de Dios que ilumina esta solemnidad de la Santísima Trinidad, manifestación de la comunión de las tres divinas personas en la diversidad de su misión, nos ofrece varias ideas temáticas para la reflexión, la celebración y la aplicación en la realidad concreta de cada comunidad: Dios Padre, en Jesucristo, siempre está presente entre nosotros y continúa actuado sus maravillas. Somos comunidad de amor y de vida a ejemplo de la Santísima Trinidad. Llamados a vivir la misma relación de comunión que Cristo vivió con Dios y con los hombres ¿Qué dice la Sagrada Escritura? La Sagrada Escritura nos ofrece el misterio de la Santísima Trinidad, no como un evento para entender y descifrar, sino para creer, celebrar y experimentar que Dios siempre acompaña y bendice a su pueblo, de ahí que le pone de presente su historia: ¿cómo se ha mostrado Dios en su recorrido de familia, de patria? En efecto, el texto del Deuteronomio, en consideración para esta celebración (Dt 4,32-34.39-40), se centra en recordar el camino que el pueblo ha recorrido y de cuánto el Señor ha hecho por él. Es una llamada a descubrir a Dios, no sólo como el Dios del pueblo, sino como el más cercano, el más comprometido con la historia del ser humano, el Señor de Israel: «dichosa la nación cuyo Dios es el Señor, el pueblo que Él se escogió como heredad» (Sal 33,12). Este gozo que da al hombre descubrir al verdadero Dios y tener experiencia de Él en su propia vida, le permite confesarlo como su Señor, su único Dios. El Salmo 33 es un himno de alabanza al poder y a la providencia de Dios que frente a la debilidad humana aparece la fuerza de la palabra creadora y de la providencia solícita del Señor para con sus fieles. Del mismo modo que Dios, al comienzo de la creación, por su palabra, mandó que surgiera el mundo, así también, por su palabra creadora manda, que surja el bien. Se trata de que el hombre esté convencido en todo momento que la fuerza providente del Señor está del lado de aquellos que confiesan que sólo el Señor es su auxilio y escudo y que sólo en él se alegra el corazón. Pablo, por su parte, en la carta a los Romanos (8,14-17), desarrolla la nueva condición del bautizado, que ha recibido el don del Espíritu que da la vida en Cristo. En efecto, nos encontramos en la plenitud del don. La «carne», la Ley... nos pone en referencia con todo lo caduco, lo finito, lo que cierra al ser humano en sí mismo, y por lo tanto, lo separa de Dios. El don, el «Espíritu», en cambio, realiza la obra de abrir a la vida, y nos hace «hijos de Dios», y capaces de gritar «Abbá». Este Espíritu que impulsó a Jesús a la misión y que nos hace gritar Abbá, nos hace «hijos» en el Hijo, para vivir la misma relación de comunión que Cristo vivió con Dios, y con los hombres. Finalmente, el evangelio de Mateo (28,16-20), que describe la aparición de Jesús a los once, presenta el envío misionero como el modo de salir, acompañados por el don del Espíritu, al encuentro del otro para hacerlo discípulo en el nombre de Dios. Este envío es presentado en tres momentos: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra», «Vayan, pues, y enseñen a todas las naciones... enseñándolas a cumplir todo cuanto yo les he mandado» y, concluye con la afirmación de la presencia de Jesús en la comunidad: «Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo»; Él, que llamó a los discípulos y los envió, sigue estando presente en medio de ellos, mientras ellos hacen discípulos para seguir al Maestro.

Mar 22 Mayo 2018

Oremos y meditemos para conocer y entender el misterio de la Trinidad

Estamos en la fiesta de la Santísima Trinidad, el Dios en el que creemos: Padre, Hijo y Espíritu Santo, centro de nuestra fe. ¿Cómo conocerlo? En la lectura escuchamos que es necesario meditar y orar para conocer el misterio de la trinidad, esto no se conoce por la vía intelectual, sino profundizando nuestra relación con Dios porque somos sus hijos. Esa es nuestra identidad. La comprensión de la Trinidad se verifica en lo concreto, en la vida cotidiana, en el guardar y en el vivir los preceptos y mandamientos del Señor. Tareas: Ora y medita sobre la Santísima Trinidad. Si eres padrino o madrina de bautismo llama y habla con tu ahijado sobre la fe trinitaria. Haz un compartir con tu familia para vivir en la felicidad.

Mié 7 Feb 2018

Dios no excluye de su amor y siempre nos acompaña

¿Qué dice la Sagrada Escritura? Uno de los aspectos más curiosos del evangelio de hoy, es la de este leproso, que se acerca a Jesús, no para pedirle ser sanado. En efecto no le dice “si quieres, puedes sanarme”, sino “si quieres, puedes limpiarme”, en otras palabras, puedes restituirme la pureza. Y Jesús, efectivamente, le responde: “lo quiero, ¡quedas limpio!”. Este dialogo entre el leproso y Jesús nos invita a cuestionarnos sobre esta virtud, tan importante, como es la pureza. Es importante entender qué significa verdaderamente esta noción de pureza para la salvación. Cabe preguntarnos también el significado bíblico de la pureza, la podemos deducir de la primera lectura, en la cual se nos dice, en qué incurre la persona que se vuelve impura. El libro del Levítico refiere que, cuando alguno manifestaba los síntomas que podían desencadenar en lepra, porque la lepra era una enfermedad contagiosa, inmediatamente venia declarado por el sacerdote “impuro.” La consecuencia era que la persona debía estar aislada, fuera del campamento. La impureza, por lo tanto, desde el punto de vista espiritual, era la separación del leproso de la comunidad y de Dios. La incapacidad, la imposibilidad de estar en comunión con Dios y por lo tanto la incapacidad de adorarlo. El leproso no podía entrar en el templo, no podía participar de la oración, era separado de los hermanos. La concepción de la pureza es algo que se ha convertido, muchas veces, en un concepto equívoco en nuestra imaginación, en nuestra concepción de lo que realmente nos hace puros, de lo que nos hace verdaderamente íntegros, de los que nos hace realmente sanos. Para los judíos, en la época de Jesús, por lo general, ser puro o impuro, tenía unas consecuencias, para bien o para mal, en el comportamiento social y cultural de la época. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? Cuando pensamos en la pureza, nos imaginamos algo abstracto, como una virtud sólo de los ángeles, como exclusividad para las personas impecables, o como de las personas capaces de dominar todas las perturbaciones irracionales, como de las personas dotadas de una belleza extraordinaria, fuera del tiempo. En muchas personas hay esta tendencia al “angelismo”, este deseo de una pureza ideal. Pero el “angelismo”, lejos de ser una cosa que nos hace crecer y que nos motiva al bien, puede transformarse en una peligrosa tentación de huir de nuestra realidad terrestre, de nuestra realidad de seres encarnados. En la historia de la Iglesia se pueden constatar estas tendencias de “puritanismo”. Ha habido diversos momentos en la historia que han buscado esta pureza ideal, como por ejemplo los Donatistas del tiempo de San Agustín, o los Cátaros, (cátaro significa propiamente puro), en el medioevo o todavía algunos movimientos con tinte carismático de los años “80 y 90”. En estos movimientos de espiritualidad, muchas veces se han verificado los excesos más sorprendentes de rigorismos en búsqueda de “integridad”. Desde el punto de vista psicológico, la búsqueda de esta pureza ideal, que raya en el extremo de un “angelismo”, causa problemas graves, muchas veces una fuga de la realidad. La pureza es ante todo una virtud, no un simple “angelismo” para convertirnos en lo que no somos. Nosotros fuimos creados del barro, como narra el libro del Génesis, somos una unidad de cuerpo y espíritu, fuimos creados a imagen y semejanza de Dios. Llevamos una realidad espiritual en nuestra corporeidad. Somos hechos de carne y esta carne es caracterizada por toda una serie de aspectos, que posiblemente no nos gustan, pero que debemos aceptar, asumirlos y portarlos serenamente para llegar a ser personas verdaderamente equilibradas, verdaderamente maduras, verdaderamente sanas. ¿Qué me sugiera la Palabra que debo decirle a la comunidad? Este orden de ideas nos permite tener una mirada analógica entre la enfermedad de la lepra y la realidad del pecado. El pecado es esta separación de Dios, esta separación de los hermanos. La pureza es la posibilidad de reencontrar la comunión con Dios, de poder alabar a Dios, agradecer a Dios, ofrecer la propia vida en sacrificio, en acción de gracias a Dios. La pureza es la posibilidad de ofrecer al Señor, no solo, nuestras oraciones, sino también nuestros cuerpos, como sacrificio agradable a Dios y como oportunidad para vivir después en comunión con nuestros hermanos. Dice el discurso de las bienaventuranzas en Mateo 5: “beatos los limpios de corazón porque ellos verán a Dios”. Aquí tenemos otra connotación bíblica de la pureza. La pureza en el Nuevo Testamento, la enseña Jesús, como algo interior. No se es puro simplemente si se lava, si se hacen las abluciones rituales, típicas de la religiosidad hebrea. No se es puro o impuro simplemente a causa de una enfermedad, que no depende de nuestra voluntad. Se es puro si el corazón está orientado a Dios, si el corazón está en paz, en relación con los hermanos. No basta sólo no matar, no robar, no cometer adulterio; para ser puros se necesita eliminar del corazón todo sentimiento de odio hacia al hermano, eliminar el deseo de las cosas de los demás, de la mujer del otro, etc. Somos justos, somos “puros” solamente si esta justicia está enraizada en lo profundo del corazón. Somos puros solo cuando nuestro corazón esta direccionado hacia Dios, en paz con Dios y con nuestros hermanos. Como afirma Jesús, no es lo que entra lo que hace impuro al hombre, sino lo que sale de su corazón. En este orden de ideas, cambia por completo la concepción de la pureza, se podría afirmar que es el modo justo de estar en relación con Dios y con nuestros hermanos. Como el leproso del Evangelio, estamos también nosotros llamados a ir a Jesús y pedirle: “si quieres puedes purificarme”. “si quieres Señor”, puedes restituirme la capacidad de adorarte y de ofrecerme todo mi ser, mi espíritu, mi alma, mi cuerpo en todos sus aspectos, así como es, como sacrificio agradable a Ti. “Si quieres Señor”, purifícame; si lo quieres puedes devolverme la serenidad del corazón, la mirada limpia que me permita mirar a las personas con respeto, que me permita entrar en una lógica del perdón, de misericordia, sin exclusión alguna. El corazón puro es el corazón que tiene las características anunciadas en las Bienaventuranzas: es un corazón pobre en el espíritu, un corazón manso, un corazón misericordioso, un corazón que busca la paz. Beato, por lo tanto, los limpios, los limpios de corazón, o sea los que son purificados por Cristo, porque verán a Dios. Solo el Señor nos podrá dar esta gracia, sólo Él puede hacernos puros de corazón. ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? “Todo lo puedo en aquel que me fortalece”, dice San Pablo. Para este enfermo fue determinante el encuentro con Jesús. A Jesús debemos dirigirnos con la misma audacia, con la misma humildad, con la misma tenacidad del leproso del evangelio de hoy. Este grito puede convertirse en nuestra oración: “si quieres, Señor, puedes limpiarme”. Naturalmente Jesús quiere. Su voluntad, como dice san Pablo a los tesalonicenses, es nuestra santificación y nuestra purificación. “Lo quiero”, ¡quedas purificado!” nos responde Jesús. Esto nos permitirá ver a Dios, reconocerlo, tener una mirada limpia. Esto nos permitirá a la luz de la fe, de la esperanza, abrir nuestros ojos del corazón para ayudarnos a reconocer a Dios presente, activo, en todas las circunstancias de nuestra vida. Nos fortalece para la misión continua, para ver a Dios en nuestros hermanos y hermanas, especialmente los más necesitados de salud del cuerpo y de alma. “Si lo quieres Señor, puedes limpiarme”. “lo quiero, ¡quedas limpio!”.

Lun 29 Ene 2018

Jesús capacita para el servicio cuando sana y libera

Primera lectura: Jb 7,1-4.6-7 Salmo Sal 147(146),1-2.3-4. 5-6 (R. Cfr. 3) Segunda lectura: 1Co 9,16-19.22-23 Evangelio: Mc 1,29-39 Introducción En el evangelio propuesto en este domingo, se continúa con la descripción del tránsito de Jesús a Cafarnaúm. Después de haber causado estupor por su nueva enseñanza, llena de autoridad, inmediatamente saliendo de la sinagoga, llega a la casa de Simón y Andrés, con Santiago y Juan. Se acerca a la suegra de Simón la toma de la mano y la fiebre se le paso y se puso a servirles. Jesús capacita para el servicio cuando sana y libera. Dice el evangelio que le traían a Jesús todos los enfermos y endemoniados y Él curaba a muchos que se encontraban mal de diversas enfermedades y expulsó muchos demonios. Una nueva autoridad al servicio del reino, un reino de amor y servicio. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? El Evangelio de Marcos narra que, Jesús “acercándose a una mujer la alzó tomándola de la mano y la fiebre la dejó”. He aquí su nueva enseñanza con autoridad, no sólo de palabras, Jesús se hace próximo, es su amor que abajándose enaltece, su tomar de la mano, es su caminar junto con su amor, que alzando libera. Como bellamente lo expresa el primer libro de Samuel: “el levanta del polvo al desvalido, alza de la basura al pobre, para hacer que se siente entre príncipes y que herede un trono glorioso” (2,8). El encuentro de Jesús con la fragilidad humana es una fuerza que transforma interiormente y salva. También el Papa Francisco invita a tocar la carne del que sufre, compartir sus sufrimientos y ayudarle en su restauración. Ahora Marcos dice, que la suegra de Simón, alzada por Jesús, los servía. Su vida nueva es el servicio. Mientras los escribas no querían ser servidos por las mujeres, Jesús, que “enseñaba con autoridad y no como los escribas”, levanta la mujer, y ella “le sirve”. Entonces podrimos preguntarnos ¿qué significa esta diaconía? La suegra de Simón, inmediatamente entra en el dinamismo de vida que es propio de Dios, el del amor y el servicio, que se abaja para ser fuerza, que hace vivir: está anticipado el camino recorrido y encontrando el resucitado, para comprender que el servicio es la participación intima de la vida de Dios. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? El Evangelio de Marcos nos anima continuamente, con su estilo sencillo especial. Como lectores podríamos desear una mayor abundancia de detalles y de datos particulares para entender mejor el sentido de lo que se nos narra. Pero da la impresión de que Marcos quiere, precisamente esto, quiere involucrarnos personalmente en los acontecimientos que narra, de una manera sencilla. No le interesa tanto informarnos con precisión sobre los hechos, sino hacernos vivir, hacernos sentir que Jesús nos encuentra hoy; entra en relación con nosotros, de modo que los hechos precisos del acontecimiento, que hoy leemos, son los nuestros, Jesús nos da la mano y nos levanta. En la casa de Simón y Andrés, todo aparece significativo, estaba la suegra que tenía fiebre, la humanidad sufriente, la fragilidad de la mujer, condicionada tal vez de cual fiebre. La fiebre, tal vez, de la marginación machista de la época. En cuanto entra Jesús a la casa, interesante el dato de Marcos, “inmediatamente hablan de ella”. Esto ya indica que cosa debe hacer la comunidad de los discípulos de Jesús en toda situación de la vida. Podríamos preguntarnos ¿Qué cosa debemos hacer hoy nosotros, llamados a afrontar nuevos problemas y fragilidades de la humanidad? “Hablarle a Jesús de Ella”, significa aprender a dejar que la experiencia del encuentro con Jesús ilumine los problemas existenciales de la vida. Lo que han iniciado a hacer los primeros discípulos, es a lo que nosotros estamos llamados a continuar. ¿Qué me sugiera la Palabra que debo decirle a la comunidad? La palabra de Dios para este domingo es una oportunidad para preguntarnos ¿Quién es Jesús para nosotros?, ¿Cuál es la novedad de su mensaje?, Este cuestionamiento aparece continuamente en la narración de Marcos; plantea el problema de la identidad de Jesús, no como pregunta “teológica”, sino con el deseo de una autentica relación interpersonal. Marcos nos ayuda, haciéndonos encontrar a Jesús, liberándonos de la ilusión de poderlo reducir fácilmente a nuestros pensamientos, a nuestros criterios. El encuentro con Jesús es el sentido de nuestra existencia, Él desborda continuamente nuestras pretensiones de conocerlo. Antes de haberse dejado guiar por los discípulos, donde la suegra de Simón, Él quiere conducirnos para revelarnos quién es Él. En el evangelio propuesto en este domingo, se continúa con la descripción del tránsito de Jesús a Cafarnaúm. Después de haber causado estupor por su nueva enseñanza, llena de autoridad, inmediatamente saliendo de la sinagoga, llega a la casa de Simón y Andrés, con Santiago y juan. Hasta ahora la narración de marcos aparece como una obra breve, todo aparece normal, pero todo en realidad es nuevo. En efecto, marcos ha recibido de la tradición, la noticia del encuentro de Jesús con la suegra de Simón, pero cuando escribe el evangelio, esta alegre noticia de este encuentro, se convierte ya en un escrito. Toda esta experiencia, vivida por la nueva comunidad que está naciendo, vive del Resucitado, de Jesús, que, saliendo de la sinagoga, entró en la casa de Simón y de Andrés. Aquí está la gran novedad, la comunidad no vive más de la ley explicada por los rabinos, sino de Jesús resucitado, que entra en la trama normal de la vida, en la casa de Simón y Andrés con Santiago y Juan; los primeros eslabones de una cadena de aquellos que Jesús continúa a llamar. La novedad cualitativa de la comunidad que está naciendo es que Él, Jesús Resucitado, con su nueva autoridad, es su nueva vida, que deriva de su muerte y resurrección. No es un poder de autoridad jurídica, sino la plenitud y fuerza de vida que se comunica y que da vida, es decir, una verdadera vocación de servicio. Son signos de la inauguración de un nuevo orden de cosas, de la novedad del Reino de Dios presente en medio de la gente. El Papa Francisco, en su visita a Colombia, el año pasado, ha invitado a la Iglesia Colombiana, a redescubrir esa cultura del encuentro, que pasa por la integración de todos los actores de la sociedad, en la cual ninguno se debe sentir excluido de la oportunidad de salvación. Todo bautizado es discípulo misionero del evangelio, que está llamado a comunicar esta buena nueva del Evangelio siendo servidores del Reino. Sólo con una visión incluyente, aun de los marginados y excluidos, pobres y enfermos, se podrá afrontar la cultura del descarte, tantas veces denunciada por el Santo Padre, de manera especial descrita en la exhortación Evangelii Gaudium 1, cuando hace referencia a las cuestiones sociales, y culturales. ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? Jesús que sana y libera, capacita para la misión. El servicio es la verdadera condición para ser hijo de Dios, para degustar la vida de un Dios que se abaja para donar amor. La suegra de Simón ha anticipado aquello que Jesús, el “siervo de Dios”, mostrará hasta la plenitud de su “servicio” que es la cruz. Es el misterio incomprensible de la novedosa identidad de Jesús, el amor que se abaja para per divino, que Jesús primero busca en la prolongada soledad de la oración, no adhiriéndose a la búsqueda equivocada de la gente y tampoco a la interesada mediación de los discípulos: Jesús es libre y el encuentro con Él es liberador. A quien lo busca, él responde con una pregunta: “¿por qué me buscabais?”, invitando a un camino de verdad interior, para que el encuentro con Jesús sea la acogida de la alegre noticia por la cual él ha venido. La misión del bautizado queda enunciada en la segunda lectura como un imperativo. El apóstol san pablo hace caer en cuenta de esta dimensión, que anunciar el evangelio, no es solo motivo de gloria, es más bien un deber, “hay de mi si no predico el evangelio”. En este contexto también el Evangelio de Marcos muestra la novedad del mensaje de Jesús, la verdadera vocación de servicio del cristiano, una verdadera diaconía. La autoridad con la que Jesús enseña, no sólo de palabras, es principalmente hacerse próximo, caminar junto a los demás, particularmente a los más necesitados, enfermos y excluidos, con esta vivencia del amor de Jesús que levanta y libera, como sucede con la suegra de Simón. Jesús nos invita a una misión de servicio. [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link=''] DESCARGA LAS ORIENTACIONES [/icon]