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Opinión

Dom 25 Dic 2016

mensaje arzobispal para Navidad

Escrito por: Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía - Estamos ya en la Navidad 2016, celebrando “La Noche Buena y La Natividad de Jesús”, en sábado y domingo. ¡No es un fin de semana cualquiera! Mucho menos en este momento ambiguo de la humanidad y de nuestra patria. Porque la humanidad está herida por actos terroristas en Europa, por las guerras de Siria y Medio Oriente, por desplazamientos gigantescos y desconfianzas sobre ellos aún mayores, por el martirio de los cristianos en ambientes de hegemonía musulmana, por fuertes tendencias de involución hacia el pasado y el conservadurismo agresivo y violento en Estados Unidos y en Colombia, en fin, por un cambio climático desbordante y unos efectos globales de la economía impredecibles. En este contexto preocupante, la Navidad de Jesucristo sigue siendo la esperanza de la luz encendida en lo humano, dentro del fenómeno de la vida, en las entrañas del amor humano, de esposos, padres y ciudadanos, de pobres sin desespero ni violencia, de poderes herodianos e imperio romano, de magos y astrónomos orientales, peregrinos de una estrella, devotos de la verdad en su pequeñez, en su debilidad infantil, en su esplendor de paz interior y celestial. Los invito a vivirla, a sentirla por dentro, en el abrazo del hogar, en el compartir de las mesas y de las manos generosas con los más necesitados y empobrecidos. Los bendigo a todos, unido a mis Obispos Auxiliares, Luis Fernando y Juan Carlos, y al arzobispo Emérito, Juan Francisco, lo mismo que a cada uno de los pastores en sus comunidades. Agradezco a tantos su solidaria cercanía en estos tiempos ambiguos y los convoco a cerrar filas en torno a la conversión colectiva al bien de la vida humana, de la palabra humana, del respeto por la diversidad y diferencia, de unidad para proteger este comienzo histórico de un proceso de paz que se está implementando en Colombia. + Darío de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali

Dom 25 Dic 2016

El hombre es un ser sagrado

Escrito por: Mons. Froilán Casas Ortiz - La palabra ‘sagrado’ proviene del latín y del griego y significa que está separado, ¿separado de qué? De lo profano, del uso común y corriente. En las culturas primigenias se considera ‘sagrado’ al gobernante, incluso se llegó a adorar este “personaje”. Estos, aprovechando su inaccesibilidad cometieron toda clase de atropellos contra los indefensos. Las culturas animistas, consideraban sagradas las montañas, los bosques, los lagos, los arroyos, etc. Para la antropología cristiana, es sagrado el hombre. A diferencia de los templos paganos erigidos a las divinidades, los templos cristianos eran “fraternidades” = iglesias; o sea: comunidades. Para los cristianos no eran sagrados los lugares, eran sagradas las personas. Los primeros cristianos fueron perseguidos, entre otras cosas, porque no le daban culto al emperador; para ellos Dios es UNO SÓLO. Lo santo y lo sagrado en el hombre, no existían “per se”, sino en cuanto se están relacionados con el SANTO y ‘santo’ es solamente Dios. Lo sagrado en el hombre se traduce en su conducta, por ello, una conducta contra el hombre va en contra del SANTO, va en contra de Dios creador del hombre. Dios “protesta” cuando se mata al hombre. El relato bíblico de Caín y Abel, muestra que Dios es celoso cuando del hombre se trata. “La sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra”. Atentar contra el hombre es atentar contra Dios. La única criatura que es “imagen y semejanza de Dios” es el hombre. La naturaleza no es sagrada; la naturaleza es objeto de cercanía y respeto en función del único ser sagrado de la misma: EL HOMBRE. Las religiosidades animistas, es decir: que le dan vida a objetos inanimados, a saber: amuletos, sortijas, etc., no traducen “su culto” en una conducta social. Darle culto a la naturaleza que debe estar al servicio del hombre, es volver al paganismo, de alguna manera ya superado. Estamos volviendo a una era neopagana. Se le quiere dar culto a las aguas, los bosques, las montañas. Con frecuencia esta “nueva religiosidad” es un escape a los compromisos sociales con el mismo hombre en términos de justicia, de amor, respeto, honestidad, etc. A veces el hombre se queda en una religiosidad animista y con ello quiere mostrar su relación con el trascendente, cuando en el fondo está desviando la verdadera relación con un Dios persona que sí compromete con la historia. Es cuando la religión se puede volver un narcótico que adormece la conciencia y no permite que el hombre traduzca su “religiosidad” en una conducta intachable. Se quiere respetar a la naturaleza -lo cual en principio es bueno-, pero a la par se irrespeta al hombre. Ya las mascotas valen más que el hombre. Se ha llegado a la osadía de ponerle a las mascotas nombres cristianos: Lucas, Mateo, Salomé. ¡Qué irrespeto al hombre y al santoral cristiano! Se admira más a la mascota que al niño que lleva la señora. Vamos hacia una cultura en la que los animales primarán sobre el hombre. En algunos lugares de la India las vacas son sagradas, mientras en las mismas calles muere de hambre el hombre. + Froilán Casas Ortíz Obispo de Neiva

Jue 22 Dic 2016

Carta de Navidad

Por: Gonzalo Restrepo Restrepo - En esta época de Navidad es tiempo de abrir nuevamente nuestro interior para recibir la gracia de aquel, que siendo Rey nos muestra desde su nacimiento un camino de humildad y sencillez. Este acontecimiento debe impulsarnos a postrar nuestra vida delante del Principe de la Paz, para que así podamos recibir con gozo la bondad de Dios hecha carne en nuestros corazones, haciendo de ellos los modestos pesebres para el Divino niño. Nuestra mirada en este tiempo de celebración debe estar fija en la contemplación de la persona de Jesús, pues en Él que es la Verdad misma están puestas todas las virtudes. De igual forma, es también un tiempo propicio para traer a nuestras vidas una pregunta que tiene gran eco pero que en ocasiones poco le permitimos que resuene en nuestro interior: ¿Qué puedo ofrecerle a Él? y es en esta respuesta donde encontramos el centro mismo que nos convoca en estas fechas; nada mejor podemos ofrendarle que la verdad, la justicia, la libertad y el amor. Debemos procurar obsequiarle al Recién Nacido un corazón que se regocije en la verdad y que haga de ésta su estandarte. Un corazón justo iluminado por la misericordia. Un corazón libre que se done sin condiciones. Un corazón encendido por el fuego de Su amor y que arda en deseos de prosperidad para sus semejantes. Es a través de esta entrega que podemos vivenciar el verdadero sentido de la navidad como tiempo de paz, una paz que solo será posible si logramos hacer propias todas estas cualidades. Nuestro país anhela vivir un tiempo nuevo, este será posible si vivimos en la Caridad que se fortalece con la Justicia, se ilumina con la Verdad y se experimenta en la Libertad. Esta preparación del Nacimiento también debe involucrar profundamente el seno de cada familia, y extenderse a cada comunidad y parroquia, pues como la gran familia Arquidiócesana que somos estamos llamados a convertir nuestros corazones y a hacer de este tiempo de gracia no solo un momento pasajero cargado de festividad, sino el terreno fértil que nos lleve a todos como rebaño a un compromiso serio y profundo de transformación en nuestro diario vivir. Es por esto que los invito a que juntos pensemos en la primera noche donde María y José contemplan al Niño Jesús, el Salvador, el Dios con nosotros. Es allí en Belén donde esta Sagrada Familia tuvo también su propio nacimiento, donde por primera vez el gran misterio del amor se reveló a sí mismo a través de la donación, procurando de este modo en el corazón de sus padres el deseo ardiente de hacer de este pequeño niño profundamente divino pero a la vez profundamente frágil, el centro de sus vidas. Que hoy como ellos, acojamos en nuestro ser esta imagen y que este mismo deseo nos acompañe en nuestro transitar. Que la Paz y la Alegría del Recien Nacido les acompañe. Con mi bendición. + Gonzalo Restrepo Restrepo Arzobispo de Manizales

Lun 19 Dic 2016

¡No más niños soldados!

Por: P. Jorge Enrique Bustamante - El Santo Padre, en sus ya acostumbrados videos con la intención de oración mensual, nos ha invitado en este mes de diciembre a orar “para que en ninguna parte del mundo existan niños soldados”, ha manifestado que el mundo con su sofisticación tecnológica ha creado armas que muchas veces terminan en las manos de los niños convirtiéndolos en “niños soldados”, ha exhortado a la oración “para que en ninguna parte del mundo existan niños soldados”. Según la ONU, en el mundo existen 300 mil menores de edad que son usados como combatientes en diferentes conflictos de 19 países del mundo, y en este grupo de países aparece el nuestro: Colombia, y se cataloga a las FARC como el grupo con más menores en sus filas. Esta invitación del Santo Padre toca de lleno, por tanto, los corazones de los colombianos, pues de los países del continente americano es el único que padece este flagelo. Numerosas familias colombianas han sido destruidas con esta realidad, pues no solo se destruye al niño que se vincula a las filas de un combate que no es suyo, sino que destruye por completo los anhelos y esperanzas de todo su núcleo familiar, padres con el corazón desgarrado al ver como una guerra inútil les arrebata sus niños, hogares divididos y sumidos en el temor y la angustia de lo peor. Toda Colombia, invitada por el Papa, debe aprovechar el tiempo de Navidad para orar con insistencia para que se acabe esta crueldad, este flagelo, y no haya más niños en las filas de la guerra. Nuestro grito tiene que ser oración confiada a Dios, dueño de la vida y de la felicidad del hombre; y al mismo tiempo exigencia permanente para que quienes tienen en nuestro país niños en sus filas de combate nos los devuelvan, ¡son nuestros! ¡Saquemos nuestros niños de la guerra! Que todos los que los retienen, sean quienes sean, sin dar más largas, desvinculen a todos los menores de edad de sus filas. Esperamos que los vientos de paz que soplan en Colombia se hagan realidad y permita en un futuro no muy lejano, si no lo es de inmediato, que nuestro país salga de esa tenebrosa lista de países con niños combatientes. Colombianos, llámense como se llamen si ustedes tienen niños en sus filas, escuchen el clamor del pueblo, del Papa y sobre todo el clamor silenciado en esos inocentes y permitan que nuestros niños vuelvan a casa, puedan vivir con papá y mamá, estudiando, aprendiendo, jugando y disfrutando de esa hermosa etapa de la vida, no los retengan más, lo repito con fuerza, convicción y oración: “saquemos nuestros niños de la guerra”. Invito a todos los creyentes católicos que oremos por esta intención del Santo Padre; ojalá que los párrocos y sacerdotes todos hagamos real esta invitación teniendo diversas manifestaciones e iniciativas para acompañar y exigir la desvinculación de los menores de edad de las filas armadas. Que los niños que hoy están vinculados a las filas combatientes puedan volver a casa, abrazar a los suyos y decir. “Feliz Navidad”. P. Jorge Enrique Bustamante Mora Director del Departamento de Doctrina y Animación Bíblica de la CEC. pjorgebustamante@ce.org.co

Sáb 17 Dic 2016

Alegría de creer

Por: Mons. Libardo Ramírez Gómez - Hace 3 años (21-11-13), el Papa Francisco, ofrecía a la Iglesia y al mundo Uno de los primeros documentos de su pontificado, su Exhortación “La Alegría del Evangelio” fue eco al Sínodo de Obispos celebrando el año anterior, sobre una “Transmisión de la fe realizada en Nueva Evangelización”. En este mes de diciembre, anhelado por todos como “mes de alegría”, estimó oportuno destacar cual es la raíz más profunda de la alegría, y cuales los medios efectivos para cultivarla. Recientemente he cumplido, con grande gozo y satisfacción míos y de mis benévolos y selectos lectores, ir de la mano del Papa Francisco en confortante recorrido por los 9 capítulos de su Exhortación, que tituló “La Alegría del Amor”. Con íntima fruición hemos sido llevados a su cumbre cuando encontramos que una sencilla y vivificante espiritualidad del amor lleva a maravilloso sentir humano, en muy real contacto con la misma divinidad. He sentido, a la vez, nostalgia al echar mirada a mí alrededor, desde mis familiares y amigos, hasta los más lejanos seres humanos, al percibir que está ausente de ellos ese gozo íntimo e inefable esa exultante alegría que suscita la fe y el cultivo de los valores del espíritu, cuando sus vidas y actividades no están impregnadas de la fe y el amor. En ese ir y venir de sentimientos, me conforta, sí, palpar, en general, aprecio por las grandes verdades, “semillas del Verbo”, que ha colocado Dios en todo corazón humano. Pero de allí a vivir y disfrutar la fe, y las grandes satisfacciones que da la “Alegría del Evangelio” y del “Amor”, qué distancia tan grande. Es que sin ellas se va ubicando la vida en un desértico estar como si no tuvieran fe, así se perciban en ellos esas raíces íntimas de ella. Viene la misma celebración de la Navidad y del “mes de la alegría”, pero están lejos de un acercamiento al Niño del pesebre y a su vitalizante mensaje. Esto se refleja en que se ponen como medios de festejo tantas frivolidades, y hasta situaciones del todo opuestas a cuanto ese divino infante ha pregonado. No pide Jesús, Dios hecho hombre, salirse del vivir y quehaceres cotidianos, ni condena los regocijos y gozos honestos, pide sí que adquiramos la costumbre de que cada paso, cada actividad, cada proyecto esté dentro de las líneas de rectitud que El y su Evangelio, y su Iglesia, nos trazan como saludables. Cómo duele ver personas, por lo demás buenos católicos, en uniones conyugales fuera de la bendición sagrada del matrimonio y de la familia. Duele, también, esa manera de muchos que aspiraran ser auténticos creyentes pero con tan poco aprecio por el bello ideal de matrimonio y familia como el Señor lo quiere. Duele ver fácil aceptación de esos creyentes de tesis tan contrarias a la fe en cuanto a respeto a la vida, o a indicaciones morales, que, para bien general, se pregonan desde la doctrina cristiana. Otra expresión de poca fe, que no es en sí la fe pero sí manifestaciones de ella, es la no frecuente invocación a Dios en los momentos principales del día, como al principio y al final de el. Hay también, lamentable indiferencia para la participación, al menos los días festivos, a la Santa Misa. Con qué tranquilidad pasan semanas y semanas sin este tan saludable y necesario cultivo de la fe. Cuando ni en las costumbres ni en las práctica piadosas se manifiesta la fe, ¿cómo se va a sentir la alegría de ella?, ¿cómo se va a sentir la “Alegría del Evangelio”?, ¿cómo se va a sentir y vivir una alegre Navidad?. En la “Alegría de leer” adquirimos esa tan útil práctica para nuestra vida. En la Alegría de creer” estamos llamados a disfrutar, debidamente, la vida en la tierra, hasta llegar a la alegría sin fin cerca de Dios. Quienes, por bondad de Dios, disfrutamos de la “Alegría del Evangelio”, invitamos en Navidad, y, luego, permanentemente, a acompañarnos en ese inmenso gozo. + Libardo Ramírez Gómez Obispo Emérito de Garzón Email: monlibardoramirez@hotmail.com

Jue 15 Dic 2016

¿Ya no existe Adviento?

Escrito por: P. Raúl Ortiz Toro - El 27 de noviembre pasado inició el tiempo litúrgico de Adviento y en algunas parroquias y/o para algunos cristianos parece que no ha comenzado, o ya terminó. El cada vez más acelerado inicio de las llamadas “fiestas decembrinas” ha logrado que el primer tiempo del año litúrgico pase a un segundo plano casi imperceptible. Fijémonos en que tanto la Navidad como la Pascua están precedidas por tiempos de preparación que tienen como connotación especial la sobriedad y la penitencia, la caridad y la solidaridad cristianas. Pero lo que ahora estamos viendo es que Adviento ya parece ser un asunto del pasado: en muchos templos se prefiere el árbol de Navidad sobre la Corona de Adviento; los cantores siguen entonando los mosaicos de acompañar con palmas, los arreglos florales abundan y no faltan los templos que desde el mes de noviembre no les cabe una luz navideña más. Y ni qué decir de los hogares. El comercio, pasando la fiesta de amor y amistad en septiembre, saca las guirnaldas y las luces con su “madrúguele a diciembre”. Hay familias que en octubre ya tienen organizado el pesebre y a la casa no le falta un rincón para adornar con papás noeles y moños. Un exceso grande es la famosa alborada del primero de diciembre en la que algunas personas salen a la madrugada de este día, entre licor y pólvora, a recibir el último mes del año con los excesos propios de quien piensa que va a ser su último diciembre de la vida y, lamentablemente, resulta siendo así para algunos. Adviento, sin embargo, tiene su identidad propia: el color litúrgico morado en señal de austeridad y penitencia, la ausencia del canto del “Gloria”, la sobriedad en los arreglos florales y la moderación en los instrumentos musicales usados para acompañar el canto, además de la corona de Adviento que no es obligatoria pero sí es un signo recomendado, hacen parte de ese conjunto de características propias que no deben perderse; a ello se suma, más allá de lo litúrgico, el espíritu del tiempo: la espera profunda de que así como celebramos que el Hijo de Dios se hizo uno de nosotros en su primera venida, del mismo modo debemos esmerarnos porque nos encuentre dignos de Él en su segunda venida. Si el Adviento se vive litúrgica y espiritualmente con sobriedad y moderación, la Solemnidad de Navidad va a tener más impacto y trascendencia, se notará más el punto de quiebre y la unión misma entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. No intento ser aguafiestas y decir que armemos el pesebre el 24 de diciembre en la mañana y que solo ese día pongamos adornos navideños. Lo que intento decir es que podemos hacer más esfuerzos para que el Adviento no pierda su identidad. En las parroquias y grupos apostólicos debemos incentivar ese ambiente a través de los retiros espirituales, de las conferencias de Adviento, del respeto a las normas litúrgicas, de la lectio divina con textos de la espera mesiánica, etc; no le sigamos el juego al consumismo que quiere hacernos perder este gran momento. P. Raúl Ortiz Toro Docente del Seminario Mayor San José de Popayán rotoro30@gmail.com

Mar 13 Dic 2016

Una Iglesia perseguida

Escrito por: Mons. Froilán Casas Ortiz - La persecución, lamentablemente, ha sido lugar común en la vida de la Iglesia, si mataron a su Maestro, su fundador, ¿qué no harán con su obra? La católica Colombia ha venido sacando a la Iglesia, a sus ministros, de todas las instituciones de la vida pública. Después que le aportamos tanto al país, ahora nos desconocen y lentamente nos van excluyendo de toda expresión pública de fe. Es verdad, la Constitución del 91 estableció un Estado laico, aconfesional, lo cual es bueno, a mi juicio. Un Estado laico no es el que masacra las creencias, sino el que las respeta. Las creencias son parte medular de una cultura. Querer reducirlas al ámbito meramente privado, es como decirle al hombre que puede amar pero que no puede expresar públicamente el amor. ¡Qué sesgo en la lectura de la Carta! Quitarle al hombre la posibilidad de expresar públicamente su fe, es castrarlo, es mutilarlo. De modo que el cristiano, quien es un ciudadano y paga impuestos, según la lectura que hace la Corte Constitucional a la Carta, no puede exteriorizar sus creencias. Así que tener un crucifijo en la oficina, es un irrespeto a quienes no creen. Usted puede libremente expresar su indiferencia o agnosticismo y yo tengo que esconder mis sentimientos religiosos. ¡Qué sofisma de distracción! Se combate supuestamente un dogmatismo con uno peor. Nos están mandando a los cristianos católicos a las catacumbas. Exteriorizar nuestras creencias es un irrespeto a los otros. ¿Por qué no aplicamos el mismo esquema en los países de cultura musulmana a ver qué nos pasaría? La gran mayoría del pueblo colombiano es muy expresivo en su aspecto religioso. ¿Cómo se puede desconocer el papel de la Iglesia en obras sociales: orfanatos, hospicios, casas para atender niños de la calle, obras para rehabilitar drogadictos y tantas obras sociales a lo largo y ancho del país? ¿Cómo desconocer el papel de la Iglesia en educación para los pobres y para los menos pobres? Y la Iglesia no recibe impuestos como el Estado que sí los recibe y tiene la obligación de todas estas obras asistenciales. ¿Cómo desconocer el papel de la Iglesia en la construcción de este país? Quienes exigen la igualdad, ¿qué han dado para exigir? Nos sacan del SENA, entidad que cofundamos junto con la UTC y la Junta Militar de Gobierno en 1957, bajo el pretexto que este es un Estado laico. ¡Qué ingratitud! -para decir los menos-. Como van las cosas falta aún sacar el nombre de Dios del preámbulo de la Constitución; hay que sacar el nombre de Dios del escudo a la Policía Nacional, suprimir la navidad porque en Colombia hay algunos que no son cristianos. Por favor, acaben con el domingo y trasladémoslo a otro día de la semana pues el domingo etimológicamente significa: día del Señor. Por favor, supriman todos los nombres religiosos de los pueblos, sitios y veredas, pues tales nombres son un irrespeto a los no creyentes. Es verdad, la Corte Constitucional es la máxima instancia judicial, pero sobre ella está el constituyente primario. Encima de la Corte está Dios, que un día los juzgará, así no crean en Él. + Froilán Casas Ortíz Obispo de Neiva

Lun 12 Dic 2016

De la esperanza vive el cautivo (2)

Por: Juan Carlos Ramírez Rojas - El proyecto de Reforma Tributaria Estructural (RTE) abre ventanas de aires nuevos bajo el calificativo de estructural. El ciudadano del común entiende que cuando se tocan las estructuras de una edificación es porque se va a dar un cambio sustancial que mejore los espacios, agilice los tiempos y garantice la integridad física en la nueva edificación. La RTE, es estructural, porque busca implementar un mejor sistema tributario que logre simplicidad, equidad, competitividad, recursos para la inversión pública y lucha contra la evasión. No cabe duda, hay brisas de villancicos que traen esperanza. Es evidente que el sistema tributario actual es complejo y complicado, desmotiva la inversión, es burocrático en sus procesos y muchas empresas han emigrado a otras latitudes porque las cargas tributarias los ahogan y pareciera que solo trabajan para el Estado y en la experiencia del éxodo han inferido que les sale más barato producir en el exterior. El país vive cautivo de la burocracia, de acciones corruptas, de procedimientos paquidérmicos, de abusos del espíritu laborioso y creativo de los colombianos, que traen como consecuencia, la desconfianza y el escepticismo frente a las bondades de proyectos tributarios. Surgen propuestas para construir un sistema tributario integral, pero muy poco, casi nada, se dice de dos aspectos que son sustanciales si se quiere conquistar la confianza y garantizar la transparencia de las personas naturales y jurídicas: 1.- Elevar el grado de institucionalización de la administración tributaria En algunos países existen desde hace varias décadas administraciones tributarias altamente profesionalizadas. En otros se ha registrado un gran avance en el proceso de modernización de algunas de sus instituciones públicas. No obstante, en varios casos falta mucho para lograr una mayor estabilidad y profesionalismo de la administración tributaria. Esto implica un fortalecimiento de la DIAN, establecer una carrera administrativa de control y tributación, mecanismos de transparencia, mayor control de eficiencia, sala de decisión de recursos jurídicos, el ente recaudador no debe ser juez y parte. 2.- Se debe crear la comisión de control del gasto público La calidad del gasto público abarca aquellos elementos que garantizan un uso eficaz y eficiente de los recursos públicos, con los objetivos de elevar el potencial de crecimiento de la economía y en el caso particular de Colombia, de asegurar grados crecientes de equidad distributiva. La medición de la calidad del gasto público debe incorporar la multidimensionalidad de los factores que inciden en el logro de los objetivos macroeconómicos y de política fiscal. La austeridad debe ser eje transversal de las políticas de control del ingreso y del gasto público; si no hay vigilancia en este aspecto no existirá un sistema tributario, ni una RTE que pueda soportar un desenfrenado gasto. Es indecente construir políticas tributarias para el crecimiento y desarrollo de un país, solamente pensando en el recaudo, es fundamental integrar todos los elementos para que no se cumpla lo pronosticado por William Henry Chamberlain: "La proliferación de burócratas y lo que inevitablemente traen consigo: mucho mayores recaudaciones de impuestos sobre la parte productiva de la población, son los signos reconocibles de una sociedad, no grande, sino decadente. Los historiadores saben que ambos fenómenos fueron especialmente notorios en las eras de declive del Imperio Romano, tanto de Occidente como del Imperio Bizantino". Que los proyectos materialicen la esperanza y no dejen a un pueblo cautivo en el escepticismo. Juan Carlos Ramírez Rojas Ecónomo-Director Financiero CEC “Está espelucá, está espelucá…” (1)