SISTEMA INFORMATIVO
El Evangelio nos transforma
Tags: Cuarto Domingo de Cuaresma plan nacional de predicación Cuaresma
La Palabra que vamos a escuchar nos presenta el dinamismo de la alegría de sentir y de saber que “el Evangelio de la Misericordia divina en Jesucristo es lo mejor que se nos puede decir y lo mejor que podemos escuchar y, al mismo tiempo, lo más bello que puede existir, porque es capaz de transformarnos a nosotros y a nuestro mundo a través de la gloria de Dios en su graciosa misericordia”. Escuchemos con fe y esperanza.
Lecturas
[icon class='fa fa-play' link=''] Primera lectura: Josué 5,9a.10-12[/icon]
[icon class='fa fa-play' link=''] Salmo de respuesta: 34(33),2-3.4-5.6-7 (R. cf. 9a)[/icon]
[icon class='fa fa-play' link=''] Segunda lectura: 2Corintios 5,17-21[/icon]
[icon class='fa fa-play' link='']Evangelio: Lucas 15,1-3.11-32[/icon]
[icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link=''] CONTEXTO BÍBLICO[/icon]
Primera lectura: Josué 5,9a.10-12
El libro de Josué narra la ocupación de la tierra prometida por el pueblo de Israel. Entrar en la tierra significa haber recibido liberación, haber sido reconocido, poder abrirse a una nueva experiencia libre de la esclavitud y alejados del desierto de la injusticia, y experimentar la alegría de saber que Dios no había abandonado a su pueblo elegido y que la Pascua en Egipto que constituyó al pueblo en peregrino del desierto hacia la libertad, llegaba a su final con la celebración de la Pascua en Gilgal que es celebrar la alegría de la llegada.
«Hoy he quitado de vosotros el oprobio de Egipto» El término «Gilgal», que significa «rueda» o «círculo», podría ser un juego con el término «quitado de encima» (cf. Salmos 119:22). Ha habido un poco de discusión en cuanto a qué se refiere aquí: (1) algunos lo ven como que se refiere a la esclavitud en Egipto (cf. Génesis 15:12-21); y (2) otros dicen que se refiere a burlas de los enemigos de Israel, de que YHWH los había liberado de Egipto solo para destruirlos en el desierto (cf. Éxodo 32:12; Números 14:13-16; Deuteronomio 9:28). Más allá de las conjeturas exegéticas, lo que expresa el texto es que el pueblo salió de una realidad de injusticia, de decadencia moral, de conflicto y empezó una vida estable, apacible, comiendo los frutos de una tierra bendecida y que el pueblo empieza a saborear.
Para un Israelita, la posesión de la tierra prometida a los padres era el compendio de todos los bienes, de igual manera es para el cristiano signo de alegría saber que Dios cumple su promesa y que en la cercanía de la Pascua podemos iniciar una vida nueva, donde se debe romper con el pasado de conflictos y violencias y apostarle a una sociedad justa, fraterna, reconciliada, capaz de vivir en paz.
Salmo 34
Las palabras de este salmo son una réplica del gozo y la alegría que siente el pueblo de Israel y cada persona que lo proclama, cuando contempla la obra de Dios en su vida. Expresiones de júbilo, de gratitud y de alabanza que tienen la fuerza de la constancia, una actitud orante que debe permanecer en medio del pueblo como permanece la obra de Dios en medio de sus realidades. El salmista se alegra en la certeza de saber que clamó al Señor y fue escuchado, lo buscó y lo encontró y esta vivencia hace germinar en el corazón del pueblo los sentimientos de la alabanza y de la bendición de Dios.
La oración de alabanza convoca a toda la comunidad, a los marginados, a los pobres, a los que se han alejado, a quienes han obrado mal, a volver su mirada a un Dios que siempre nos mira con misericordia, porque “la misericordia divina constituye el núcleo y la suma de la manifestación de Dios”.
El salmo es una renovación de la Alianza. Dios está comprometido con su pueblo y lo escucha y viene en su ayuda (Ex 3,14). Nuestras comunidades viven situaciones de miedo, pánico, angustia, las sombras del mal se hacen sentir con la fuerza del desplazamiento, de las armas, de la explotación, de la corrupción; nuestra gente no está exenta de las pruebas de la vida, pero sabemos que hay un Dios omnipotente, justo y misericordioso que nos acoge, nos enseña el camino del perdón, la reconciliación y la paz: “contémplenlo y quedarán radiantes”.
Segunda Lectura: 2 Corintios 5,17-21
El apóstol Pablo al predicar la opción por la persona de Jesucristo resalta que un fruto de esa opción es ser una nueva criatura y que esto deriva de la vinculación con el Señor resucitado. Lo realmente decisivo y transformador es compartir la nueva vida de Jesús después de haber compartido su muerte y de haber hecho morir al hombre viejo, es decir al hombre esclavo del pecado y enemigo de Dios.
Esa transformación en nueva criatura es posible porque todo ha sido reconciliado con Dios por medio de Cristo. El trasfondo de la apremiante llamada a la reconciliación que hace Pablo es que él percibe un distanciamiento de la comunidad de Corinto y siente la necesidad de reconciliarse; sin embargo él sabe que solo será posible la reconciliación con la comunidad si los Corintios se reconcilian con Dios.
Este llamado a reconciliarnos es válido para el pueblo colombiano, la reconciliación es la creación de un nuevo ser humano. El apóstol nos enseña que la iniciativa de la reconciliación le pertenece a Dios y que el origen de esa nueva creación es el Misterio Pascual de Cristo que transformó las relaciones entre Dios y la humanidad y que la fuerza de esa gracia de reconciliación fue confiada por Cristo a su Iglesia.
Encarnar el ministerio de la reconciliación es propio de la misión de la Iglesia que sana y cura. “Es verdad: ¡cuántos heridos hay! ¡Cuánta gente necesita que sus heridas sean curadas! Ésta es la misión de la Iglesia: curar las heridas del corazón, abrir puertas, liberar, decir que Dios es bueno, que Dios perdona todo, que Dios es Padre, que Dios es tierno, que Dios nos espera siempre”. (Papa Francisco 2 de mayo de 2015).
En consecuencia:
• La reconciliación es central a la vocación cristiana y es fundamental en la misión de la Iglesia en el mundo.
• El ministerio de reconciliación con Dios, y de unos con otros, no conoce fronteras.
• En la cruz todas las palabras y acciones se revelan como expresión de la reconciliación final llevada a cabo por el Señor crucificado y resucitado, que hace nueva la obra de la creación cuando todas las relaciones sean justas en Dios. (2 Cor 5,16-20; Ef 2,16)
• ¡Sanar los corazones afligidos y vendar sus heridas! (cfr. Salmo 147), será el aporte insustituible de la Iglesia católica a la paz en Colombia.
• La Iglesia está llamada a ser solidaria con aquellos que sufren, con esto contribuimos a restablecer las relaciones que han sido rotas. El perdón nos lleva al corazón de la reconciliación que Dios quiere de nosotros. (Cf. Artesanos del perdón, la Reconciliación y la paz, 16-17).
Evangelio: Lucas 15,1-3.11-32
El centro del evangelio de Jesús, -afirma el cardenal Kasper-, lo ocupa el mensaje de Dios como Padre. El evangelista Lucas tiene como columna vertebral la misericordia divina (6,36), para el evangelista pintor del icono de la madre del Hijo de Dios, la misericordia es la perfección de la esencia divina. Dios es fuente inagotable de perdón, da su gracia con una medida generosa.
Hoy esa misericordia se hace parábola y revela la grandeza del Padre misericordioso que acoge y devuelve la dignidad perdida al hijo que se había alejado de su gracia y que hace el camino de la conversión para sentir el gozo y la alegría de habitar en la casa del Padre.
Entre los múltiples aspectos de la parábola sugerimos resaltar en la meditación dos elementos:
1. El camino de conversión del hijo pródigo que ha de ser nuestro camino
2. La actitud del Padre que restituye la dignidad perdida con acciones concretas
1. El camino de conversión que emprende el hijo menor surge de la experiencia que cuanto más se aleja del Padre, tanto más pierde su identidad que lo lleva a una degradación total. El malgastar sus bienes y sentir que le niegan hasta las algarrobas con la que alimentaban los cerdos refleja que se encuentra en tierra extranjera y cuidar cerdos es el nivel más bajo de humillación. Esta situación lo lleva a entrar en si mismo y emprende el camino de regreso que es camino de conversión y que lo presenta el relato en cinco momentos:
a) El hijo que se aleja (vv.11-13)
b) La escases en la lejanía (vv.14-16)
c) La toma de conciencia de la situación y la decisión de volver (vv.17-20a)
d) El encuentro con el Padre (vv. 20-21)
e) La celebración de la vida del hijo que regresa arrepentido (vv.15,22-24)
El énfasis de la parábola está en la misericordia del Padre que desborda toda la medida esperada. “No se orienta a la justa distribución de bienes materiales, sino a la dignidad filial porque ese es el criterio de su amor”. Aquí reposa el misterio de la reconciliación en su clave pascual. El Padre ama a su hijo perdido y “siente compasión” y por eso es posible correr al encuentro del hijo, echarse a su cuello y reintegrarlo en la dignidad perdida. Enseñaba san Juan Pablo II “la fidelidad del Padre a sí mismo está totalmente centrada en la humanidad de su hijo perdido, en su dignidad” (DV 6). Volver a Dios es reencontrarse con su identidad, con la verdad, la justicia y la paz.
En el relato evangélico Jesús nos desvela que la realidad del hijo pródigo es nuestra propia historia y que debemos emprender el camino de la conversión-reconciliación con la certeza que Dios sale a nuestro encuentro y nos devuelve la imagen y semejanza perdida por causa del pecado.
2. La actitud del Padre que restituye la dignidad perdida con acciones concretas
La actitud del Padre se resume en “La Misericordia es la fuerza que todo vence, que llena el corazón de amor y que consuela con el perdón” (MV 9). El P. Fidel Oñoro, presenta el comportamiento del Padre misericordioso en actitudes concretas que devuelven la dignidad de hijo a quien regresa arrepentido y lo transforma en testigo de la misericordia:
a) El padre que corre al encuentro de su hijo primero “lo abraza” (v.20b): el padre se humilla más que el mismo hijo. No espera sus explicaciones. No le pide purificación previa al que viene con el mal aspecto de la vida disoluta, contaminado en el contacto con paganos y rebajado al máximo en la impureza (legal y física) de los cerdos; el padre rompe las barreras. No hay toma de distancia sino inmensa cercanía con este que está “sucio”, para él es simplemente su hijo.
b) Lo “besa” (v.20: “efusivamente”). El beso es la expresión del perdón paterno (como el beso de perdón de David a su hijo Absalón en 2 Samuel 14,33). Nótese que el perdón se ofrece antes de la confesión de arrepentimiento del hijo (v.21).
c) Le manda poner “el mejor vestido”. El Padre le restituye su dignidad de hijo y le confirma sus antiguos privilegios. El vestido viejo, su pasado, queda atrás.
d) Le manda poner “el anillo” (v.22b). Este anillo es un simple aderezo estético; puesto que en la antigüedad el anillo formaba parte de las insignias reales (ver 1a Macabeos 6,14) y con él se sellaban las grandes transacciones, se trata de un gesto inaudito para con un hijo derrochador de plata (v.13). ¡Qué confianza la que este Padre tiene en la conversión de su hijo!.
e) Le manda poner “sandalias” (v.22): este era un privilegio de los hombres libres, incluso en una casa sólo las llevaba el dueño, no los huéspedes. Este gesto es una delicada negativa al hijo que iba a pedir ser tratado como jornalero.
f) Hace sacrificar el “novillo cebado” (v.23), el animal que se alimentaba con más cuidado y se reservaba para alguna celebración importante en la casa.
g) Convoca una “fiesta” (v.23) con todas las de la ley: la mejor comida, música y danza. La fiesta parece desproporcionada, pero el Padre expone el motivo: el gran valor de la vida del hijo.
“La alegría de Dios es perdonar…la misericordia es la verdadera fuerza que puede salvar al hombre y al mundo del “cáncer” que es el pecado, el mal moral, el mal espiritual. Sólo el amor llena los vacíos, las vorágines negativas que el mal abre en el corazón y en la historia. Sólo el amor puede hacer esto, y esta es la alegría de Dios…” (Papa Francisco).
[icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link=''] CONTEXTO SITUACIONAL[/icon]
La historia del país ha estado atravesada por distintas formas de violencia, vinculadas en una porción significativa a la confrontación entre grupos armados por el control territorial y poblacional. Sin embargo, en la mayoría de los casos, la violencia muestra otro rostro menos mediático, pero igual de preocupante: el mapa de la violencia general abarca distintos escenarios que se mueven entre la violencia interpersonal e intrafamiliar, hasta una red con múltiples caras que se entrelazan y retroalimentan.
Fenómenos sociales repudiables que rompen la comunión: la corrupción, el narcotráfico, el secuestro, la sombra de desconfianza en la estructura de justicia, en el poder legislativo, la indiferencia frente al sufrimiento de las mayorías, el desplazamiento, el sub empleo que multiplica miseria, la delincuencia organizada, la minería ilegal y la legalizada sin controles para defender la “casa común” que es el medio ambiente, son expresiones del alejamiento de Dios que degrada el tejido social y le rompe sus fundamentos morales y éticos.
En la realidad Colombiana se encarna la figura de quien se ha alejado de Dios, de quien ha malgastado los bienes confiados por el Padre, y ha llegado la hora de mirarse y emprender el sendero del perdón, la reconciliación y la paz, único camino capaz de devolver la dignidad perdida a las personas y a la sociedad para que encarnen la alegría que nos trae la actualización de la Pascua.
[icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link=''] CONTEXTO CELEBRATIVO[/icon]
Este domingo nos hace, desde la antífona de entrada, una invitación a la alegría. Una alegría que se enmarca en el camino cuaresmal caracterizado por un llamado a la conversión y vale la pena motivar esta “alegría de la salvación” a partir de la propia experiencia de la misericordia del Padre y de la reconciliación.
La inminencia de la solemnidad de la Pascua nos permite presentar el sacramento de la reconciliación como una experiencia de gratuidad. Cuando el perdón de los pecados se hace experiencia, el escándalo cede su lugar a la admiración. En el sacramento de la reconciliación, la “alegre noticia” sobre el perdón de los pecados se hace realidad, el pecador es alcanzado por la misericordia de Dios y regenerado en una gracia de multiformes connotaciones. (Cf. CEC 1420-1532; 1846).
A partir de la Liturgia de la Palabra debemos exhortar y acompañar a las comunidades para que en el año jubilar de la misericordia el pueblo cristiano reflexione y practique las obras de misericordia corporales y espirituales, Ilumina esta sugerencia celebrativa el numeral 15 de Misericordiae Vultus.
No olvidemos que la cuaresma es el tiempo privilegiado en el cual la Iglesia está llamada a mostrar de una manera más evidente el rostro misericordioso del Padre que está impreso en el rostro de Cristo vivo y presente en el misterio de la Eucaristía y la reconciliación.
[icon class='fa fa-play' link=''] Recomendaciones prácticas[/icon]
- La parábola del padre misericordioso permite reconocer a Dios como Padre bueno y grande en el perdón que, en el abrazo de su amor, acoge a todos los hijos que regresan a Él con corazón contrito.
- Idea Fuerza para la predicación: Si el hombre es capaz de Dios, el hombre es capaz de amor. Y si es capaz de amor, es capaz de misericordia.
- Hoy se sugiere usar ornamento de color rosado, signo del ir dando pasos hacia la fiesta pascual. También, se permite el sonido de los instrumentos musicales y el altar se puede adornar con flores.
- En este domingo se celebra el segundo escrutinio de preparación para el Bautismo de los catecúmenos que serán admitidos, en la Vigilia Pascual, a los sacramentos de Iniciación Cristiana, usando las oraciones e intercesiones propias, como se encuentran en las pp. 803-804 del Misal Romano.
“El divorcio exprés”: una píldora que no sana
Lun 2 Dic 2024
Una sociedad que odia a los niños
Jue 28 Nov 2024
Mié 21 Mar 2018
Semana Santa es hacer una profesión de fe
Celebrar Semana Santa es hacer una verdadera profesión de fe frente a Jesús crucificado. Es hacer una aceptación personal de Jesús en el corazón y acogerlo. Este es el acto más grandioso de Dios. Allí nos mostró el amor cuando dió a su hijo Jesús en la cruz. Tareas: Participa activamente en todas las celebraciones de Semana Santa. Marca de manera especial estos días con tu oración, con tu encuentro con Jesús y con la lectura de la pasión en la Biblia. </p>
Mié 21 Mar 2018
Domingo de Ramos: Morir y resucitar con Cristo
Primera lectura: Is 50,4-7 Salmo Sal 22(21),8-9.17-18a.19-20. 23-24 (R. 2a) Segunda lectura: Flp 2,6-11 Evangelio: Mc 14,1 - 15,47 (forma larga) o Mc 15,1-39 (forma breve) Introducción Al inicio de la semana mayor, en la que la Iglesia se dedica a un tiempo de oración, silencio y meditación en los misterios de la pasión del Señor, la liturgia de la palabra, hace una antología de textos que nos ayudarán a vivir de una manera sobria y profunda, la celebración del Misterio Pascual de Cristo, no solo para conmemorar lo que Él realizó, sino, y sobre todo, para que estemos inmersos en su Misterio para morir y resucitar con Cristo (Cfr. DH 77). La clave para unir los diversos elementos que se presentan en la celebración de este día, nos dice el Directorio Homilético, está en la segunda lectura, en dónde san Pablo, en su Carta a los Filipenses, presenta el resumen de todo el Misterio Pascual (DH 77) También, el Profeta Isaías, en su tercer canto del siervo sufriente, prefigurará la imagen de Cristo y las ignominias por las que pasará en su entrega por la humanidad, llevando al pueblo de Dios a reflexionar sobre la fuerza del siervo de Dios en las horas previas a su entrega final. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Las palabras de Isaías, son de aliento para el pueblo, la representación de la figura del Siervo de Yahvé, es una manera figurada de encarnar el sufrimiento y la ignominia por las que va a pasar, no solo el pueblo, sino el descendiente de la tribu de David que se enfrentará a sus adversarios para que “lo golpeen, lo abofeteen, injurien y calumnien” (Cfr. Is 50,6.). Todas estas expresiones de violencia física, verbal y carnal, serán una prefiguración del cuerpo lacerado de Cristo en los evangelios, como lo leeremos en el relato de la pasión del evangelio de Marcos. La aclamación al salmo 21 “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” será el eco del Hijo en la cruz en el dolor, sufrimiento y desánimo que puede llegar a vivir un discípulo del Señor. La súplica en medio del sufrimiento, deja una sensación de abandono, de soledad y sufrimiento; pero solo al final ese reconocimiento de hondo pesar y dolor, se suple con la súplica: “¡Confía en el Señor, pues que lo libre, que lo salve si le tiene aprecio!”. Pasar del dolor al consuelo, es una manera de experimentar la misericordia de Dios y la incansable anchura de su amor por el ser humano. Solo de esta manera el dolor de la carne sufriente de los más necesitados, se convierte en la carne de nuestro Señor, “cada violencia cometida contra un ser humano es una herida en la carne de la humanidad” (Papa Francisco, Visita Apostólica a Colombia, Encuentro con los obispos de Colombia, Salón del Palacio Cardenalicio, Bogotá, 7 de septiembre de 2017). Esta contemplación del sufrimiento ignominioso del Siervo Sufriente de Dios, es evocación de los rostros sufrientes de la tierra que claman por la justicia y la verdad. Rostros con nombre e identidad concretas, que nos llevan a buscar con afán, la inclusión de los descartados e ignorados, de este mundo, en medio de la cultura del descarte. El apóstol de los gentiles en su carta a los Filipenses, escribirá todo un tratado de: humildad, sencillez y entrega. En una de las páginas más bellas de los escritos de Pablo, él exaltará las virtudes del Hijo amado de Dios y su abajamiento, como enseñanza de obediencia y sumisión a la voz del Padre. Al dejar -Cristo- su condición Divina, renunciar a ella, enseña una nueva manera de ver al ser humano. El sometimiento a la muerte en cruz, es una muestra clara de la fuerza que Cristo le imprimió a su fidelidad al Padre. Pero, sin lugar a dudas, nos va a recordar que el nuevo Adán reconcilia la vida de Pecado, con el abundante don de la Gracia que nos da Cristo resucitado, “de modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es” (Cfr. 2 Cor 5,17.). El vaciamiento total de Cristo en la cruz, es toda una paradoja de Dios entregándose al mundo, elemento fundamental en la narrativa de Pablo para hablar de la manera en que Dios se gasta por la humanidad (kenosis); el cántico va a resaltar la idea de cómo Jesús desde su condición divina, se abaja no solo en carne, sino en su manera de relacionarse, “Pero Dios quiso hacerse vulnerable y quiso salir a callejear con nosotros, quiso salir a vivir nuestra historia tal como era, quiso hacerse hombre en medio de una contratación, en medio de algo incomprensible”; (Encuentro con sacerdotes, religiosos, consagrados, consagradas, seminaristas y sus familias, Medellín, 9 de septiembre de 2017) hasta que se gasta el último suspiro Jesús sigue hasta el final, siendo fiel y misericordioso, asunto que Dios mismo verá agradable a sus ojos en su glorificación. La experiencia teológica adoptada por Marcos, va a tener como esencia y fuente narrativa a Pablo, el vaciamiento de Jesús en la cruz que nos relata una de las escenas más conmovedoras y reveladoras de su evangelio -la pasión del Señor-, es una prolongación de la kenosis de los textos de Pablo. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? En el texto de la pasión de Jesús, Marcos va a cuestionar al lector sobre la obediencia a la voluntad del Padre, quien amando a su Hijo lo entrega por la salvación de todo el género humano, redimiendo al pecado del mundo con la sangre de su hijo amado. El seguimiento de Jesús en Marcos no se entiende sin la experiencia de la Cruz, todo lleva a ella y de ella surge todo. Marcos es el relato de la comunidad, todo el texto está dirigido a la formación de los discípulos en el seguimiento del Señor. Es por ello que al centro del relato (de XVI capítulos), la perícopa de la transfiguración, se convertirá en la manera en que los discípulos atienden el llamado de Jesús a seguirlo en su camino hacia Jerusalén, (camino que se convertirá en la crucifixión). De esta manera, mientras el texto presenta a Pedro, Santiago y Juan, queriendo construir tres tiendas, al final del relato del encuentro de ellos con Jesús transfigurado, en la pasión encontraremos a Jesús crucificado junto a dos salteadores, uno a su derecha y otro a su izquierda, como evocación de la nueva transfiguración del Señor. La cruz se convierte en la nueva tienda de exaltación del Hijo de Dios en la humanidad. La muerte de Jesús no es la última palabra del Padre, ver a su Hijo amado (Cfr. Mt 3,23.) en la cruz como a muchos colombianos, sigue siendo doloroso para Dios y para nosotros, ver su cuerpo herido, nos debe mover a “… no tener miedo de tocar la carne herida de la propia historia de su gente” (Papa Francisco, Visita Apostólica a Colombia, encuentro con los obispos de Colombia, Salón del Palacio Cardenalicio, Bogotá, 7 de septiembre de 2017), es una clara invitación a transformar el dolor en fuente de vida y resurrección. El paso que sigue es convertir el luto en danza, dejar que la profecía de Isaías siga teniendo sentido en la sociedad, “Forjarán sus espadas en arados, y sus lanzas en podaderas” (Cfr. Is 2,4.). La muerte de Cristo en la cruz, es una oportunidad para que entendamos el llamado a transformar los signos de muerte existentes en nuestro país, espacios que promuevan la cultura del encuentro, la semana mayor se convierte en una manera de “… desactivar los odios, y renunciar a las venganzas, y abrirse a la convivencia basada en la justicia, en la verdad y en la creación de una verdadera cultura del encuentro fraterno”, (Papa Francisco, Visita Apostólica a Colombia, gran encuentro de oración por la reconciliación nacional, Parque Las Malocas, Villavicencio, 8 de septiembre de 2017). ¿Qué me sugiera la Palabra que debo decirle a la comunidad? La palabra de Dios en este domingo de pasión, nos está llamando a contemplar la carne del crucificado, en muchos colombianos y hermanos latinoamericanos que están necesitados de sanar las heridas causadas por la violencia fratricida, que ha generado miles de víctimas deseosas de reparación: “El Señor nos insta a tender puentes, limar las diferencias, desactivar los odios, renunciar a la venganza, abrirse a la convivencia basada en la justicia, en la verdad y en la creación de una verdadera cultura del encuentro fraterno” (Papa Francisco, Visita Apostólica a Colombia, gran encuentro de oración por la reconciliación nacional, Parque Las Malocas, Villavicencio, 8 de septiembre de 2017). La palabra de Dios siga disponiendo nuestro corazón y nuestras vidas, para seguir abriendo caminos de reconciliación, amor y paz, como mensaje clave de este domingo en el que conmemoramos la entrada de Jesús a Jerusalén. ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? Cristo, nuestro Señor, quien gobierna nuestros actos y nuestra vida, nos anima, en la conmemoración del domingo de ramos, a reconocer y acoger los signos propios de su entrada en Jerusalén. Cada uno de los actos que evocamos en la Palabra de Dios, hoy, tienen toda una carga simbólica; la unción en Betania es un signo de ello: Vivir la unción de nuestro bautismo, es asociarnos al reconocimiento de los poderes que hemos recibido, al inicio de nuestra vida cristiana, por el Espíritu Santo; bendecir con nuestros actos, es reavivar el sacerdocio común en la comunidad; denunciar los casos de corrupción que aquejan a nuestra sociedad, es fomentar el profetismo y asumir nuestra dimensión de ser protectores de la casa común, es revivir la actitud de reinado de Dios en nosotros y de nosotros hacia nuestro entorno. El gesto de servicio, que recordamos en la última cena, no es otra cosa que renovar la actitud de servicio a nuestro Señor, quien “(…) siendo de condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios” (Cfr. Fil 2, 6.). Cristo nos llama a no buscar acomodarnos a los títulos y reconocimientos de esta sociedad, evocando el momento de la última cena; “…esa primera noche «eucarística», en esa primera caída del sol después del gesto de servicio, Jesús abre su corazón; les entrega su testamento” (Papa Francisco, Visita Apostólica a Colombia, encuentro con sacerdotes, religiosos, consagrados, consagradas, seminaristas y sus familias, Coliseo la Macarena, Medellín, 9 de septiembre de 2017). El testamento de la entrega de Señor, se convierte en una nueva comunidad humana, llamada a ser sensible y atenta a las necesidades de los más frágiles y vulnerables. El encuentro con Cristo nos anima a dejarlo todo en manos del Padre misericordioso. La escena de Jesús, orando en el Huerto de los Olivos, es un acto profundo de discernimiento; luego de haber sido nombrado Rey y acogido por los judíos, Jesús acoge con generosidad la voluntad del Padre, impulsándonos a realizar la misma actitud de docilidad y amor. La palabra de Dios, en este domingo, es un preámbulo a vivir el misterio de la Cruz que es salvación para el creyente. Por ello, el discípulo se forja en la medida en que se dispone a asumir con el maestro la experiencia de la Cruz, aunque ésta no sea fácil de comprenderla dentro de la comunidad. Que el encuentro con Jesús, en su Misterio Pascual de pasión, muerte y resurrección, se convierta para nosotros en un espacio de fortalecimiento de nuestra fe y de renovación para nuestro espíritu cristiano y, así, recordemos que: “Somos verdaderos dispensadores de la gracia de Dios cuando trasparentamos la alegría del encuentro con Él” (Papa Francisco, Visita Apostólica a Colombia, encuentro con sacerdotes, religiosos, consagrados, consagradas, seminaristas y sus familias, Coliseo la Macarena, Medellín, 9 de septiembre de 2017). Cristo nos llama a vivir con amor esta semana mayor y nos invita para que este tiempo sea para todos nosotros la oportunidad de renovar permanentemente nuestro encuentro con Él.
Jue 15 Mar 2018
La obediencia es un valor para construir paz
La obediencia es un valor o cualidad que no se recibe automáticamente, hay que aprenderlo. El valor refleja la aceptación, el compromiso frente a la realidad histórica. Obedecer es bueno para las buenas relaciones, convivencia, para la paz, la armonía con los demás. Tarea: - Analizar cómo está la aceptación de la obediencia frente a la autoridad de los demás, incluida la autoridad de Dios. - Inculcar en su comportamiento y en el comportamiento de los demás una sana obediencia. - Haz el compromiso de obedecer amorosamente a tus padres esta semana.
Jue 15 Mar 2018
Caminemos a la Pascua con un corazón contrito
Primera lectura: Jr 31,31-34 Salmo Sal 51(50),3-4.12-13.14-15 (R. 12a) Segunda lectura: Hb 5,7-9 Evangelio: Jn 12,20-33 Introducción Ya está cerca la Pascua, el camino que se ha recorrido en esta cuaresma, nos ha preparado para vivir a plenitud el misterio de la Pascua de resurrección del Señor. Isaías nos va a recordar que la nueva alianza del pueblo ya no es con la frialdad de las tablas de la ley escritas en piedra, el pueblo llevará la ley grabada en su corazón, esto lo llevará a ser más misericordioso y a descubrir cómo Dios se sigue revelando a su pueblo tal cual es. La actitud cristiana, en la cuaresma, de mantener un corazón contrito, arrepentido y abierto al perdón, nos dispone a encontrarnos con Jesús y acogerlo como el reparador de los corazones lastimados por el pecado. Estos días son, para el creyente, un espacio para estar alerta a no caer en las tentaciones que se nos presentan en la vida espiritual; los mal llamados dioses de la sociedad nos pueden engañar: la idolatría al mercado, al dinero fácil, al relativismo y a otros distractores que pueden alejar nuestra vida de la fidelidad a Dios y del reconocerlo como el Señor único y verdadero. El corazón del cristiano está llamado a mantenerse en permanente estado de reconocimiento de las bondades de la alianza, para no alejarse del amor de Dios. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Una de las características históricas del pueblo de Israel es su relación con Dios, por medio de las alianzas. Es así como lo vamos a encontrar siendo fiel o faltándole al Señor en su noble propósito de mantenerse firme a sus promesas. La profecía de Jeremías, en su tercera parte -libro de la consolación-, va a detenerse en la importancia de renovar la promesa con Dios, de grabar en su interior y en el corazón el reconocimiento de ser uno para el otro: “… yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo”, un juramento inquebrantable, tanto para Dios, como para el pueblo. Esto le lleva a Israel a reconocer al único y verdadero Dios, que para el pueblo de Israel y también hoy para nosotros, se convierte en un llamado constante al discernimiento, al buscar cómo sacar de nuestra mente y del corazón, todo aquello que no nos deja reconocer la primacía del Señor en nuestro camino a la santidad. En consonancia con la aclamación del profeta Jeremías y la fidelidad a Dios, el salmo 51 conocido como “el Miserere”, dispone el corazón a la pureza y a la renovación interior, acción que la misma palabra de Dios hace en la transformación de corazones de piedra a corazones de carne. Pedir en este salmo la pureza de corazón, no es más que disponerse a vivir esa “nueva alianza” que el profeta Isaías nos recordará en la primera lectura. Si con el profeta renovamos el corazón, con el salmista nos disponemos a hacerlo de una manera mucho más efectiva y afectiva. La carta a los Hebreos es una constante evocación de las virtudes de Cristo, como el mesías e Hijo de Dios encarnado en la historia de la salvación. Por ello, va a destacar la manera cómo Jesús se va preparando, para cumplir con la voluntad del Padre. Es, a través de la obediencia que el Hijo va a exaltar la gloria del Padre. Este sermón a los Hebreos, nos evoca el relato de la plegaria de Jesús en el huerto de Los Olivos, lugar en donde Él descubre la voluntad del Padre y se dispone a cumplirla, renunciando a la tentación del poder por la entrega gloriosa en la cruz. La mejor manera de expresar el contenido de esta lectura es afirmando que Cristo aprendió sufriendo a obedecer para entender la voluntad del Padre. En el evangelio de Juan, evocamos un relato en donde se va a reconocer en Jesús el verdadero hijo de Dios, que “ha salido del Padre y vuelve al Padre”. Toda la reflexión teológica del evangelio de Juan está centrada en la glorificación del Padre, a través del Hijo. Jesús, que, en su condición de obediente al Padre, se hace el logos de Dios: “en arkhé en ho logos” prefigura, según el evangelio, la idea fundamental del Dios entre nosotros. Con esto, el evangelista Juan nos introduce a un texto que va a desarrollar en tres pascuas su experiencia divina y cercana con el Padre. Jesús es la palabra del Padre, la manera de expresarse Dios, la forma en que Dios entra en la humanidad, se encarna en los dolores, sufrimientos, alegrías y esperanzas de su pueblo. En la estructura del texto del evangelio de Juan, de este domingo de cuaresma, vamos a encontrar el momento del retorno del Hijo al seno del Padre. Y es, en este texto, con el que meditamos hoy, en el que el anuncio de la glorificación del Hijo de Dios -o el retorno de Jesús a la experiencia del padre-, evidencia la manera cómo Dios le da a su Hijo la potestad sobre todo y en todo. El evangelista Juan, va a señalar una de las paradojas más retadoras para el cristiano, hoy: “quien ama su vida la pierde”. El mensaje del evangelio en este contexto cuaresmal va a marcar una pauta importante, ¿en qué estamos invirtiendo nuestra vida?, ¿cuál es el valor que le damos a ella?, ¿qué estamos dispuestos a perder? En una sociedad, como lo ha denunciado el Papa Francisco, “del descarte”; la vida se ha convertido en vulnerable y frágil. Defenderla es comprender el mensaje del evangelio de la esperanza y del amor para con los más desfavorecidos de la sociedad. La experiencia del evangelio es una vivencia constante, del amor desprendido de Jesús, en el mensaje glorioso de la cruz. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? Es necesario que, ante tantos “cúmulos grises”, generados por la insensibilidad a la vida y a la deshumanización del mundo, el cristiano sea un comprometido con la causa de la defensa de una vida diferente, desprendida, arriesgada, audaz y llena de los valores del evangelio. Aferrarse a esta vida es ponerse en función de una sociedad superflua, que necesita recobrar el sentido de su caminar. Contemplar la vida de Cristo, es reconocer que su existencia no está manchada por el pecado, pero que, tampoco, está libre de sentir las necesidades humanas. Es reconocer en él un Dios humano, cercano y que vive en la carne sufriente de los rostros humanos. Es allí, donde el evangelio invita a todos a ser servidores, unos de otros, para la glorificación del Padre por el Hijo. En medio de un mundo que nos quiere robar la vida y la alegría de amar y ser amados, y siguiendo la enseñanza del Papa Francisco, en su exhortación apostólica “Evangelii Gaudium”, encontramos una invitación, para todos los cristianos, a guardar el tesoro de “la alegría del Evangelio”, pues, en sus palabras, “… llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús”. Y continúa más adelante diciendo: “Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento” (Cfr. EG 1). Contrario al espíritu del mundo, que nos quiere llenar de falsas alegrías. El evangelio es, per se, la alegría desbordante del Hijo en el Padre, que se revela glorificando a Dios, en medio de las necesidades de los miembros del Cuerpo místico de Cristo. ¿Qué me sugiera la Palabra que debo decirle a la comunidad? Dejar caer la semilla del evangelio, para que muera, en la tierra fértil del corazón de un cristiano, no es otra cosa que dejar que la alegría del evangelio y la esperanza, no dejen de dar frutos en la construcción de la paz y la reconciliación de nuestro país. “No se resistan a la reconciliación para acercarse, reencontrarse como hermanos y superar las enemistades. Es hora de sanar heridas, de tender puentes, de limar diferencias. Es la hora para desactivar los odios, y renunciar a las venganzas, y abrirse a la convivencia basada en la justicia en la verdad y en la creación de una verdadera cultura del encuentro” (Papa Francisco, Visita Apostólica a Colombia, gran encuentro de oración por la reconciliación nacional, Villavicencio, 8 de septiembre de 2017). Cada día estamos llamados a renovar nuestro pacto con Dios, “somos su pueblo”: “Él es nuestro Dios”; responder al llamado de la palabra en este domingo es permitir que todo lo que somos anime nuestro ser a dejar que Dios mismo se haga parte de nuestra historia. Esto nos exige un corazón, dispuesto a acoger el don que el Señor nos quiere dar. Dejar caer el trigo hasta que muera en la tierra de nuestra esperanza y de los frutos abundantes para nuestro camino, no es otra cosa que permitirle a Dios ser el sembrador en nuestra tierra, de manera que podamos preguntarnos, ¿qué tipo de tierra soy, y para qué semilla estoy aportando mi tierra? ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? Por medio de tres signos concretos, la palabra de Dios, en este domingo, nos dispone a salir al encuentro con Cristo: El primero es el deseo permanente de querer ver al Señor; “cuando lo hiciste con uno de éstos, -el más pequeño-, lo hiciste conmigo”. El estar con Cristo me anima a salir a encontrarlo en la vida cotidiana, en la fraternidad permanente, en la comunidad que me alienta a reconocerlo. El segundo, nos anima a no tener miedo de perder para ganar a Cristo. Sólo en la medida en que nos dispongamos al servicio, podremos disponer nuestra vida al encuentro con los más frágiles y necesitados; Allí está la ganancia del cristiano. En el tercer signo, Cristo nos anima en su palabra a ser fieles como lo indica el profeta Jeremías. De esta manera daremos Gloria a Dios, dejando que nuestra vida sea agradable a él y, con ella, podamos servirlo en aquellos que hacen parte de las periferias existenciales de nuestra sociedad. En palabras del Papa Francisco, en su Visita Apostólica: “Los invito a no tener miedo de tocar la carne herida de la propia historia y de la historia de su gente. Háganlo con humildad, sin la vana pretensión de protagonismo, y con el corazón indiviso, libre de compromisos o servilismos” (Encuentro con los obispos de Colombia, Salón del Palacio Cardenalicio, Bogotá, 7 de septiembre de 2017).