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Dios guía nuestra historia
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Por: Mons. Omar de Jesús Mejía Giraldo - Mensaje del arzobispo de Florencia con motivo del primer aniversario de la creación de la Provincia Eclesiástica de Florencia. Saludo cordial de Paz y Bien.
Todo lo que Dios crea lo crea por amor, con amor y para el amor. Dios guía nuestra historia. Dios es el Señor de la vida. Dios es y todo lo demás es desde Dios. A Dios demos gracias hoy y siempre, por la obra que ha realizado en nuestra Iglesia Particular, por todo lo que hoy sigue haciendo y por lo que hará hasta los confines de la historia.
Hace un año estábamos celebrando con júbilo, con alegría y gozo la ceremonia litúrgica y canónica en la que el Señor Nuncio apostólico, Luís Mariano Montemayor, en representación del Santo Padre Francisco elevaba nuestra Iglesia particular de Florencia a la dignidad de Arquidiócesis metropolitana. Hoy damos gracias al buen Dios de la misericordia, porque “ha estado grande con nosotros por eso estamos alegres” (Cf Sal 125). Damos gracias al Santo Padre, porque se ha dignado mirar con amor y esperanza la Iglesia de la amazonia colombiana. Damos gracias a Dios por tantos misioneros y misioneras que han entregado su vida por la causa del Evangelio en esta porción del pueblo de Dios que peregrina en medio de múltiples sombras y luces de esperanza cristiana. Infinita gratitud a los misioneros capuchinos, a los misioneros del Instituto de la consolata, por donar sus vidas en las selvas húmedas y malsanas de la amazonia de los siglos pasados; gracias, porque ustedes han sido, desde Cristo y con el poder del Espíritu Santo, quiénes han sembrado por primera vez la semilla del Evangelio en estás tierras de “indios” (pueblos originarios), de colonos y mestizos, de campesinos, de hombres y mujeres de tesón y luchadores por forjar un mundo mejor.
Hoy es un día para dar gracias a Dios por los obispos, sacerdotes, religiosos (as) y tantos fieles laicos que han asumido con dedicación y esmero la causa del Reino de Dios, en esta porción de Iglesia, que se ha gestado y desarrollado en la amazonía colombiana, sólo y únicamente con el afán de dar gloria a Dios y servir a los hermanos. Gracias a ustedes queridos obispos, sacerdotes, religiosos (as), seminaristas y hermanos todos, por ser fieles al Evangelio. Gracias a todos: a las autoridades civiles, militares y de policía, gracias al mundo de las comunicaciones, gracias a los líderes y demás hombres y mujeres de esta bella amazonia colombiana por acoger con afecto, cariño y esperanza el mensaje del Evangelio que les anunciamos en nombre del Señor.
Un año como Arquidiócesis, liderando el trabajo misionero en la amazonia colombiana. Un año con la delicada tarea de ser Sede Metropolitana. Un año de grandes acontecimientos en la Iglesia: Sínodo de la Amazonia, Exhortación apostólica, “Querida Amazonia”. Un año de grandes crisis mundiales y de grandes transformaciones sociales. Un año en el que nos ha correspondido asumir una Pandemia: COVID 19, realidad para la cual ninguno estábamos preparados. Sin embargo, aquí estamos en actitud de esperanza, animados y animándonos unos a otros y diciéndonos: ¡Siempre adelante, Dios guía nuestra historia! Dice la Palabra: “Vengan a mí los que van cansados, llevando pesadas cargas, y yo los aliviaré (Mt 11,28).
Estimados obispos, queridos sacerdotes, religiosos (as), agentes evangelizadores, misioneros (as), hermanos todos, no pensemos que a nosotros nos ha correspondido vivir el momento más difícil de la historia, por favor, no. Observemos con la lupa de la fe el pasado y nos daremos cuenta como tremendos gigantes, hombres y mujeres de fe, nos llevan sobre sus hombros. Nuestra generación ha sido bendecida, porque hemos sido beneficiados de las Semillas del Reino que han sembrado nuestros mayores. Venimos generalmente de hogares bien constituidos, de una sociedad, por lo menos en su exterioridad, con un nivel económico estable (aunque no todos). Estábamos muy esperanzados y teníamos momentos de cierta placidez, porque, creíamos que habíamos superado una guerra fratricida que nos ha desgastado por más de medio siglo. Teníamos un cierto nivel de alivio.
Pero, aquí estamos en un contexto de mundo totalmente novedoso e incierto. Como personas de fe, no podemos perder la esperanza, a nosotros nos corresponde vivir con alegría y serenidad el “instante vital” en el cual estamos insertos. Una vez más y de una manera contundente la historia nos ha dicho: “Somos frágiles y nos necesitamos los unos a los otros”. Nos habíamos creído autosuficientes, creíamos que nos bastábamos solos. El Santo Padre Francisco nos lo ha recordado: “Vamos en la misma barca”. Una vez más la vida nos dice: por esencia somos sociables, sin la comunión con Dios, con los demás y con la naturaleza moriremos, porque todo está interconectado. La vida es una integridad, en la cual entendemos que, si un miembro sufre, todos sufren con él (Cf 1 Cor 11,1-ss).
La fe nos enseña que debemos ir siempre hacía adelante en busca de la tierra prometida (Cf Gén 12,1-9). No es tiempo de llorar, no es tiempo de lamentaciones, no es tiempo para estar buscando culpables; en este momento, “quien piensa pierde”. La historia más pronto que tarde, nos explicará el momento histórico que estamos viviendo. Por ahora, asumámoslo sin pusilanimidad, vivámoslo con esperanza, con sensibilidad humana y divina. No nos sentemos a llorar sobre la leche derramada. Es tiempo para la esperanza. Estemos seguros de que la historia venidera no será igual a la de ayer. Ojalá superemos lo odios, las venganzas, los resentimientos, los deseos desesperados por enriquecernos en contra del plan de Dios, destruyendo al ser humano y gastando sin misericordia las riquezas de la naturaleza. En muchas cosas no podemos seguir como antes; por eso, no estemos pensando, ¿y cuando será que volvemos al mundo de antes? ¿Cuándo será el día cero?
En nuestra misión y tarea como Iglesia los invito a confiar absolutamente en el amor providencial y misericordioso de Dios. Perdónenme que haga una referencia a mi madre, ella dice: “Dios no se ha muerto ni está enfermo”. Nuestra fe nos enseña que “Dios es amor” (1 Jn 4,8). “Dios nos primerea en el amor” (Francisco). El amor de Dios que ama tanto e infinitamente al mundo es un amor que se manifiesta en su naturaleza eterna, inmutable, omnipresente, omnisciente y omnipotente (atributos divinos naturales). Y a su vez, es un Dios que se manifiesta en su amor, en su justicia, en la Verdad, en su Sabiduría y en su santidad (atributos divinos morales).
Puede ser que esta situación se alargue por mucho tiempo, nadie lo sabe, hoy vivimos en el mundo de lo impredecible, al fin, la fe es búsqueda, expectativa, tensión, camino, desierto. La fe se plenifica en la esperanza y en la caridad. Por eso, en actitud orante, con espíritu sinodal, soñemos la Iglesia como la soñó Cristo, soñemos la Iglesia como la sueña el Santo Padre Francisco, soñemos la Iglesia como la soñamos en las conversaciones callejeras, soñemos la Iglesia como la deseamos tantas veces en nuestros planes de pastoral.
Somos Iglesia con rostro amazónico y en salida misionera: soñemos con el Santo Padre con una conversión cultural, social, sinodal y eclesial. Desbórdense, nos decía el Papa Francisco en el sínodo de la Amazonia. Desbordémonos, queridos hermanos obispos en amor por las almas. Dios nos regale celo y creatividad pastoral. Desbordémonos, estimados sacerdotes, en vida divina, en espiritualidad, en Evangelio, en caridad fraterna, en misericordia, en compasión, en entusiasmo y entrega por causa del Reino de Dios. Desbordémonos en amar a los demás, especialmente a los más pobres y necesitados, desde Dios y para la mayor honra y gloria de Dios. Desbordémonos estimadas religiosas (os), seminaristas, misioneros, misioneras, agentes de evangelización en amor por la Palabra, al Magisterio de la Iglesia y en amor a la Santísima Virgen María. Serán guías segurísimos en la iluminación de la realidad que estamos viviendo.
Desbordémonos, querida sociedad amazónica, en la búsqueda de una nueva sociedad, una sociedad más incluyente, donde todos, de verdad seamos y nos sintamos hermanos. Líderes religiosos, también de otras confesiones religiosas, somos amazonia, somos territorio, somos identidad regional. Líderes políticos y sociales, institucionalidad, es la hora de la unidad. Solos no somos capaces, solos nos fraccionamos, nos reventamos y nos revientan.
Urgente que entre todos luchemos por la dignificación de la salud pública en la amazonia colombiana. El Papa Francisco nos dice: “Una sociedad que descuida a los más frágiles, sobre todo, los niños y los ancianos, es una sociedad enferma”. Urgente, queridos gobernantes, la buena utilización de los recursos públicos, que estos tengan de verdad el fin de prestar un servicio al bien común, por amor a Dios, que estos bienes, sean sagrados. Querida sociedad, por favor, ya, vinculemos la actitud ética en nuestro pensar y actuar cotidiano. Esta pandemia ha puesto a prueba nuestra humanidad. A todos nos ha sacudido, la institucionalidad tendrá que ser diferente a partir de ahora. La Iglesia tendrá que ser la Iglesia de Cristo. La sociedad tendrá que ser una sociedad nueva. Es hora de que todos asumamos nuestra propia responsabilidad.
El presente es ya. No esperemos el día cero, quizás nunca llegará, no ocultemos más el misterio de la muerte, a todos nos alcanzará. No centremos nuestra mirada solo en los súper poderes de la ciencia y de la técnica. Recordemos: Dios guía nuestra historia. Es impostergable la necesidad imperiosa de construir una sociedad más fraterna, donde no haya una brecha tan prolongada entre los ricos, los más ricos, los pobres y los más pobres. Caigamos en la nota: No hay actos individuales que no tengan consecuencias sociales, la vida es siempre una vida en común. El nuevo humanismo significa fraternidad universal. Ya se ha dado la revolución industrial, la revolución de la ciencia y la tecnología, estamos en la revolución virtual; el futuro del mundo tendrá que ser una revolución de la fraternidad, comencemos ya. Somos una casa común y una sola familia, como nos lo ha recordado tantas veces el Papa Francisco.
¿Queremos derrotar el COVID? Derrotemos primero nuestros egoísmos, vivamos la solidaridad humana. Seamos cómplices para hacer el bien. Atendamos con urgencia el campo de la salud, cada uno aportemos lo que esté de nuestra parte, hagámoslo pensando siempre en el bien común y no solo en mi propio bien. Seamos solidarios, cuidémonos para cuidar a los demás. Agentes de la salud, gracias por su esfuerzo, por su entrega y por su generosidad. Administradores de salud, por favor, es urgente un plan de salud más proactivo en el tema de la prevención, recuerden el dicho popular: “es mejor prevenir que curar”. Con seguridad que “es menos costoso prevenir que curar”.
A todos, un llamado a la esperanza, no a la resignación, ¡de esta salimos todos o nos hundimos todos! No a la nostalgia por volver al pasado. Hoy es el tiempo de Dios. Dios guía la historia. Hoy es la gran oportunidad para que soñemos una sociedad, todos juntos y de la mano de Dios. Hoy es el momento oportuno para decirle a nuestras comunidades ancestrales, ustedes tienen razón, la clave está en el “Buen vivir”. Cada uno de nosotros es indispensable, somos diferentes, pero, aquí esta la clave: desde la diversidad construiremos la unidad. Líderes religiosos, institucionalidad, hermanos todos…, el futuro es ya. Dios guía nuestra historia. Necesitamos seamos próximos unos de otros. Tenemos que ser próximos a los más débiles de la sociedad, no para seguir alimentando su pobreza, sino para que entre todos jalonemos un futuro mejor, donde el “Buen vivir”, no sea un privilegio de unos cuantos, sino un honor de todos. El futuro es ya. ¡Ánimo, de la mano de Dios y juntos podemos!.
+ Omar de Jesús Mejía Giraldo
Arzobispo de Florencia
Mar 18 Nov 2025
La vocación del cristiano es sanar las heridas del prójimo
Por Mons. José Libardo Garcés Monsalve - En este día celebramos la jornada mundial de los pobres, que tiene como propósito sensibili-zar a todos los cristianos, para vivir la caridad como el fruto maduro de la fe en Jesucristo y de la esperanza en Él, que no defrauda. La caridad es la puerta de entrada al cielo a participar de la gloria de Dios: “vengan benditos de mi Padre, tomen posesión del reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber; era un extraño, y me hospedaron; estaba desnudo, y me vistieron; enfermo y me visitaron; en la cárcel, y fueron a verme” (Mt 25, 34 - 36); concluyendo que cada vez que un cristiano hace esto por un hermano necesitado, lo está haciendo por el mismo Jesucristo y por esta razón es llamado a participar de las moradas eternas en la presencia de Dios.La vocación del cristiano es sanar las heridas del prójimo, es mirar el dolor, el sufrimiento, la enfermedad y la herida del otro que está tirado en el camino y tenderle una mirada de amor, como manifestación del amor que viene de Dios. Jesús lo enseña en la parábola del buen samaritano, cuando le responde al experto en la ley que le pregunta quién es el prójimo (Cf. Lc 10, 30 - 36), invitándolo a hacer otro tanto haciéndose prójimo del que sufre sin preguntar por su identidad política, social o religiosa. Así lo indicó el Papa Francisco en Fratelli Tutti: “la propuesta es la de hacerse presentes ante el que necesita ayuda, sin importar si es parte del propio círculo de pertenencia. En este caso, el samaritano fue quien se hizo prójimo del judío herido” (FT 81), invitándonos a todos a hacernos prójimos y a “dejar de lado toda diferencia y, ante el sufrimiento, volvernos cercanos a cualquiera” (Ibid). Esto es lo que enseña Jesús sobre la caridad y lo reitera en el evangelio diciendo: “vete y haz tú lo mismo” (Lc 10, 37), así lo ha retomado el Papa León XIV en el mensaje para la jornada de los pobres para este año: “todos estamos llamados a crear nuevos signos de esperanza que testimonien la caridad cristiana, como lo hicieron muchos santos y santas de todas las épocas”.Vivir la caridad cristiana no es un aprendizaje que se recibe en las academias donde se llena el cerebro de la ciencia humana, sino que es fruto de la fe en Dios que nos enseña a amar al prójimo con el corazón de Jesús, sin cálculos humanos, reconociendo al mismo Jesucristo en todos los que sufren, tal como nos lo ha enseñado en el Evangelio al hablar de la ayuda que damos a los demás (Cf. Mt 25, 31 - 46), descubriendo que “para los cristianos, las palabras de Jesús implican reconocer al mismo Cristo en cada hermano abandonado o excluido, porque quien cree puede llegar a reconocer que Dios ama a cada ser humano con un amor infinito y que con ello le confiere una dignidad infinita” (FT 85), dignidad que nosotros en la vivencia de la caridad le reconocemos y le devolvemos en el nombre del Señor.De esta manera, entendemos que el cristiano tiene vocación a la caridad porque está en unión íntima con Dios, que lo mueve desde dentro a ser un instrumento en sus manos para realizar su obra con los que están caídos en el camino de la vida. La caridad nace de un cristiano contemplativo, que se pone de rodillas frente al Señor y allí encuentra la motivación más profunda para volverse prójimo del que sufre. El Papa Francisco expresó esta verdad cuando dijo: “la altura espiritual de una vida humana está marcada por el amor, que es ‘el criterio para la decisión definitiva sobre la valoración positiva o negativa de la vida humana’. Todos los creyentes necesita¬mos reconocer esto: lo primero es el amor, lo que nunca debe estar en riesgo es el amor, el mayor peligro es no amar (Cf. 1Cor 13, 1- 13)” (FT 92). Concluyendo así que la caridad es el fruto maduro de un cristiano que tiene un camino de perfección cristiana muy fortalecido, porque se relaciona con Dios a través de la oración y se mantiene en la gracia y en la paz del Señor; por eso, la transmite a los que están en su entorno a través de la ayuda a los más pobres y necesitados, mediante el ejercicio sincero y desinteresado de la caridad.Todos estamos clamando hoy por la paz en el mundo, pero tenemos que entender que la paz es un don de Dios que brota de la caridad y desde la caridad que es amor de entrega total puede lograr que el corazón del hombre se sane, para que pueda transformar la sociedad. La caridad como expresión más alta de la fe y la esperanza, en un creyente que vive en gracia, transforma el entorno en el que vive, ya que “la caridad, con su dinamismo universal, puede construir un mundo nuevo, porque no es un sentimiento estéril, sino la mejor manera de lograr caminos eficaces de desarrollo para todos” (FT 183). De tal manera, que la caridad no es solamente el centro y la corona de todas las virtudes, sino que es también “el corazón de toda vida social sana y abierta” (FT 184).Al celebrar en este día la jornada mundial de los pobres, desde las parroquias y familias estamos llamados a tener gestos de caridad para con los más necesitados, pero no podemos quedarnos en una jornada de este domingo, sino que tenemos que entender que la vocación del cristiano es la caridad, que significa agacharse para sanar las heridas del prójimo. Fieles al mandato del Señor: sean mis testigos, busquen la santidad, hagámoslo desde la vivencia de la caridad, como vocación del cristiano a mirar al que sufre con los ojos de Jesús. Que la Santísima Virgen María, madre de la caridad y el Glorioso Patriarca San José custodien la fe y esperanza en nosotros, que produce el fruto maduro de la caridad que nos abre las puertas del Reino de los cielos.En unión de oraciones,reciban mi bendición.+José Libardo Garcés MonsalveObispo de la Diócesis de Cúcuta
Mar 18 Nov 2025
Hasta que la muerte nos una más
Por Mons. Miguel Fernando González Mariño - “Tú me amarás, yo te amaré, hasta que la muerte nos una más”, dice la hermosa canción de la hermana Glenda sobre ese misterio del amor humano que se “diviniza” con la presencia del Espíritu Santo en los esposos cuando están unidos por el sacramento del matrimonio. A primera vista parece contradecir el “hasta que la muerte los separe”, que se apoya en Mateo 19,6 donde el mismo Jesús expresa el plan Divino original sobre la unidad y la indisolubilidad matrimonial: “lo que Dios ha unido no lo separe el hombre”.En el mes de Noviembre la Iglesia nos invita a tener más presente nuestra vida pasajera en este mundo, nuestra realidad transitoria y por tanto la preparación para la vida eterna. Pensar que la muerte libera al esposo de la esposa o a ella de él, se ha prestado para infinidad de chistes, que nos distraen del verdadero sentido de la vocación al amor a que hemos sido llamados todos los humanos. Aclara aún más esta consideración sobre la terminación del matrimonio a causa de la muerte la enseñanza de Jesús que afirma que en la resurrección no se casarán ni ellas, ni ellos, sino que serán en el cielo como ángeles (Cf Mt 22,30).Escribe un buen autor (tal vez San Agustín...) que “la amistad que se olvida es una amistad que nunca existió”, para decir que el auténtico amor nunca se termina, sino que, por el contrario, como enseñó el Papa Francisco en Amoris laetitia, el amor humano siempre es “perfectible”. Esto, en contra de la idea popular de que el amor de los novios es el ideal y que con el tiempo se gasta y desvanece. En realidad, con la gracia de Dios, el amor (auténtico) tiene la vocación a una permanente perfección. Siendo así, ¿por qué se va a acabar repentinamente con la muerte? Lo que ocurre es que ese amor que los consagró como esposos es tan verdadero, que lo que busca es la santificación del cónyuge, su bien no solo en esta vida sino en la eterna. El amor conyugal lo que busca es la santificación del otro, que sea feliz para siempre. Además, en ese empeño sincero vivido como vocación, el que ama también se perfecciona y se santifica.En resumen, los dos cónyuges buscan la misma meta, quieren llegar juntos al cielo y no solo ellos sino con sus hijos y su descendencia. Así funciona la Iglesia y por eso la familia es la célula vital inicial. Entonces el viudo/la viuda puede contraer nuevas nupcias si ve que hace parte de su camino de santidad y puede suceder, como en tantos casos a lo largo de la historia, que se conforme un nuevo hogar en el que también se busca sinceramente vivir como familia que da testimonio de fe y esperanza. En la eternidad, donde ya no se necesita la unión conyugal para que subsista la humanidad, gozarán los frutos de esta escuela de amor en que nos encontramos en esta vida terrena.Es muy preocupante saber que por ignorancia o por indiferencia sobre estas preciosas verdades de nuestra fe en torno al valor santificador del matrimonio, alrededor del 70% de los hogares católicos en Colombia vivan en unión libre (cifra que algo varía según las regiones). Los pastores y maestros tenemos parte de culpa en esta ignorancia y tibieza de nuestros fieles. La falta de una verdadera catequesis que les permita desde niños tener una visión apropiada de la familia y el matrimonio, la falta de catequesis entre los jóvenes, la poca promoción de parejas de esposos para que se formen y apoyen la pastoral familiar parroquial, son entre otras, las causas de esta grave situación. En nuestro ENCUENTRO NACIONAL DE PASTORAL FAMILIAR que celebramos en Pereira del 23 al 25 del pasado mes de octubre, avanzamos en el estudio y modos de implementación de los Itinerarios Catecumenales Matrimoniales que nos dejó el Papa Francisco como un medio práctico de asumir Amoris laetitia en la vida pastoral. Es esperanzador ver que sí hay avances en esta tarea. Es una labor ardua, pero vale la pena. Se vio la urgente necesidad de seguir formando parejas de esposos que sean competentes en la acogida, acompañamiento y testimonio de vida, para que en verdad animen e iluminen las parejas que desean casarse. Pongamos todos los medios para que nuestros jóvenes llamados a vivir la vocación matrimonial encuentren en sus parroquias el ambiente propicio para encontrarse con Dios y tengan la alegría de comprobar que Dios los conoce y los ama y cuenta con ellos para que sean felices haciendo felices a quienes los aman, HASTA QUE LA MUERTE LOS UNA MÁS. +Miguel Fernando González MariñoObispo de El EspinalPresidente de la Comisión Episcopal de Matrimonio y Familia
Mar 11 Nov 2025
A cuarenta años de la tragedia: San Juan Pablo II en Armero
Por: Mons. Fabián Marulanda López, obispo emérito de Florencia.En la retina de los colombianos quedó muy grabada la imagen del Papa Juan Pablo II, arrodillado ante la cruz de cemento que se levantó en el lugar donde antes existió la "ciudad blanca" de Armero. Aquí se hace realidad aquello de que "una imagen vale más que mil palabras".Cuarenta años después de la tragedia de Armero y 39 de la visita del Santo Padre, pocas cosas han cambiado en la geografía de aquel lugar desolado; la fotografía del Papa que le dio la vuelta al mundo, sigue recordando a los damnificados de la tragedia la figura y el mensaje de este santo hombre de Dios que nos visitó el día 6 de julio de 1986.Allí llegó en la mañana de ese domingo, acompañado de una reducida comitiva y pronunció una conmovedora oración antes de pasar a Lérida donde encontró a los miles de hombres y mujeres que sobrevivieron a la tragedia ocasionada por la erupción del volcán Nevado del Ruiz.Quienes esperábamos al Papa ese día, escuchamos su oración en medio de un silencio que sólo el viento se atrevía a romper.Oración del Papa Juan Pablo II"Padre, rico en misericordia, consuela el dolor de tantas familias, enjuga las lágrimas de tantos hermanos, protege la soledad de tantos huérfanos. Infunde a todos ánimo y esperanza para que el dolor se cambie en gozo y la muerte, por la fe, sea germen de vida nueva.Haz que, mediante la solidaridad, el trabajo y el tesón de las gentes de esta tierra, surja, como de entre las cenizas una nueva ciudad de hijos tuyos y hermanos, donde reine la fraternidad, se renueven las familias, se llenen de pan las mesas y de cantos los hogares y los campos.Bendice esta Cruz alzada aquí como signo de nuestra redención, baluarte de esperanza, símbolo de muerte y de vida, de dolor y de gozo."El viento agitaba los cabellos del Papa que caminaba erguido en aquel valle de tristezas, como un profeta que desafiaba el miedo y el dolor para hablar de resurrección y de esperanza.Mientras tanto, en la explanada de Lérida lo aguardaba la multitud. Y en medio de esa multitud, los damnificados que sobrevivieron a la avalancha de piedra y lodo, pero que quedaron marcados por el horroroso recuerdo de aquella noche infernal.Hoy, me parece ver el rostro de los miles de personas venidas de Ibagué y de los pueblos del norte del Tolima que lo esperaron con un fervor que erizaba la piel.La llegada del Papa fue acogida con pañuelos blancos y gritos de alegría. A pesar del fuerte calor, la gente se agolpaba para verlo más de cerca y participó con entusiasmo en la solemne Eucaristía. En su homilía, el Santo Padre se refirió nuevamente a la tragedia:"La catástrofe que el volcán Nevado del Ruiz provocó en Armero, conmovió profundamente mi corazón”He venido para sembrar en vuestros corazones de creyentes palabras de esperanza.Quisiera llegar con mi condolencia y afecto a cada uno de vuestros hogares.En la visita que acabo de efectuar a Armero he querido orar por los difuntos para que Dios les conceda el descanso eterno. También deseo orar por vosotros, damnificados y familiares de las víctimas, para que Dios os dé comprensión y amor, abriendo vuestras vidas a la perspectiva de un futuro mejor."En este año se cumplen cuarenta años de la histórica visita del Papa. Sus mensajes y sus gestos proféticos siguen iluminando a quienes mantenemos viva la esperanza de que Colombia pueda un día encontrar la Paz y transitar los caminos de la civilización del amor.En relación con Armero, vale la pena recordar que inicialmente esta visita no estaba incluida en el itinerario oficial que seguiría el Santo Padre, pues su encuentro con los damnificados de la tragedia debía realizarse sólo en la ciudad de Chinchiná. ¿La razón? existía el temor de que el Nevado del Ruiz, todavía activo, produjera un nuevo evento como el del 13 de noviembre de 1985 y los organizadores no querían correr con semejante riesgo.Pero dio la casualidad de que el Presidente Belisario Betancur convocó a los Gobernadores y Obispos de los lugares que visitaría el Santo Padre, a una reunión de trabajo en la Casa de Nariño. Se trataba de informar cómo se estaba preparando la visita en cada uno de los lugares previamente fijados por la Comisión Preparatoria. El compromiso para el país era muy grande y no se quería dejar de prever ningún detalle.El Arzobispo de Ibagué, Monseñor José Joaquín Flórez Hernández, debido a problemas de salud, me delegó para asistir en su reemplazo. Y cuando todos los gobernadores rindieron su informe, me arriesgué a pedir la palabra y a solicitar con el alma y el corazón, que se diera a los damnificados de Armero la posibilidad de ver al Papa; este sería el mayor consuelo para quienes todavía lloraban la pérdida de su ciudad y de sus familias. Para nadie como ellos podían ser de tanto alivio la presencia y el mensaje del Santo Padre.La petición fue acogida por el señor Presidente quien al día siguiente dio las instrucciones del caso para incluir esta nueva etapa en el itinerario de la visita.Lo que vino después, lo recuerdan bien los colombianos que fueron testigos de los hechos y también quienes han leído la historia de aquellos siete días blancos en los que San Juan Pablo II peregrinó con la Paz de Cristo por los caminos de Colombia.
Lun 10 Nov 2025
El Espiritismo
Por Mons. Ricardo Tobón Restrepo - El ser humano, como lo percibe en su propia naturaleza y lo demuestra la historia, siente una tendencia hacia lo misterioso y una atracción por experiencias extrañas y ocultas. El espiritismo moderno se basa en esa realidad y se inspira en prácticas antiguas. A partir del siglo XIX fue tomando las diferentes formas y expresiones con las que se presenta hoy. Las principales tesis en las que se sustenta son las siguientes: la posibilidad y conveniencia de tener comunicación con entidades espirituales desencarnadas, la creencia en la reencarnación, la convicción de la pluralidad de mundos habitados, la identificación entre lo natural y lo sobrenatural y entre la religión y la ciencia.Por tanto, el espiritismo sostiene que, mediante personas dotadas de una naturaleza particularmente sensible, es posible una comunicación con los muertos, cuyos espíritus según su grado de evolución habitan diversos mundos. Promueve para ello reuniones en las que los “médium”, después de determinadas invocaciones, dicen recibir mensajes de los espíritus a través de ruidos, voces, escritos o apariciones. En sus rituales mezclan elementos cristianos, supersticiosos y de brujería. Es así como usan imágenes, amuletos, sahumerios, agua bendita, rezos. Es lamentable, por ejemplo, que para estas prácticas se venga utilizando abusivamente la figura de San José Gregorio Hernández.La más grave expresión de la adivinación es precisamente ésta de la necromancia o espiritismo, es decir, recurrir a los espíritus de los muertos para a través de ellos desvelar el futuro o cualquier otro aspecto de la vida. En esto los grupos espiritistas siguen el pensamiento de Allan Kardec o de otros autores que desarrollan doctrinas que no son aceptables desde la fe cristiana. Por ejemplo, no creen en un Dios personal, sino más bien en un concepto panteísta, que unifica a Dios con el conjunto de todas las cosas; al aceptar la reencarnación niegan la obra redentora de Cristo y piensan que todo funciona en el universo por una causa automática.Entre los fenómenos espiritistas o parapsicológicos, que a veces se dan en estas sesiones, se enumeran: el magnetismo o influjo de la energía vital sobre otros cuerpos, la telepatía o proyección a distancia de una influencia sugestiva por medio de la mente, el sueño hipnótico durante el cual la persona responde preguntas con aparente conocimiento de cosas ocultas, la levitación de objetos ligeros bajo el ascendiente del médium, el movimiento de objetos en la ouija o tablero alfabético, la escritura automática, etc. En cada caso debe estudiarse el origen de estos fenómenos, que ciertamente no son producidos por espíritus, sino por cierto magnetismo de las personas o por trucos engañosos.Algunos de estos fenómenos pertenecen al ámbito de la parapsicología y, por tanto, al dominio de la ciencia, aunque siguen siendo de difícil explicación; a veces presentan un cierto halo de misterio que suscita interrogantes sobre la realidad de la vida y de la muerte. Generalmente, se utilizan con fines ambiguos, falsamente religiosos, incluso con propósitos comerciales o de dominio de las personas. Interactúan con estos tipos de adivinación diferentes grupos esotéricos u ocultistas de origen antiguo o reciente, que siempre presumen poder “abrir una puerta” para hacer entrar en el conocimiento de verdades ocultas y adquirir poderes espirituales especiales.Esta práctica de los médium y de los participantes de invocar las almas de los difuntos en sesiones espiritistas introduce una forma de alienación del presente y produce una mistificación de la fe en el más allá. Por tanto, esto genera confusión, miedo y aun ciertas enfermedades mentales en algunas personas; causa, especialmente en los jóvenes, grandes equivocaciones y no pocas veces con consecuencias preocupantes a nivel moral. Es evidente, por tanto, que estas prácticas son inaceptables. En lugar del sentido religioso, de la búsqueda de Dios y de la participación en la vida sacramental, introducen comportamientos incompatibles con la verdad de la fe cristiana.Desde el Antiguo Testamento se condena con severidad esta práctica: No vayan donde nigromantes ni adivinos… ni evoquen muertos… Todo el que practique estas cosas expresa una abominación hacia Dios (cf Dt 18,9-13). Yo soy el Señor, el único Dios de Ustedes (Lev 19,31; Jer 27,9; 29,8; Is 44,25). En el tiempo de los Apóstoles se advierte que al desviarse de la verdadera doctrina se cae en fábulas o se queda a merced de falsos profetas (2 Tim 4,3-4; 1 Jn 4,1). Sólo el conocer y el vivir el Evangelio nos libra de estas formas de neopaganismo, que engañan, desubican de la realidad, traen situaciones preocupantes a nivel psíquico y, sobre todo, alejan de Dios, única fuente de la verdad y de la vida.+ Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín