SISTEMA INFORMATIVO
Sobre la situación social y la violencia
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Por: Mons. Víctor Manuel Ochoa Cadavid - Un repaso de las enseñanzas del Papa Francisco en su visita a Colombia. Estos días hemos experimentado situaciones muy complejas y dolorosas en el país, con la muerte violenta de muchas personas, con el ataque indiscriminado de estructuras y personas que sirven a la comunidad, como lo son los comandos de Policía y los lugares cercanos a nuestras viviendas que cuidan de nosotros.
Las imágenes, el dolor de muchas personas que lloran a sus muertos, las imágenes de los servidores de la Policía Nacional, el sufrimiento de muchas personas que han tenido que vivir las limitaciones del transporte, especialmente en la ciudad capital, Bogotá, en otras importantes ciudades, incluidos los desórdenes de nuestra ciudad de San José de Cúcuta, nos hacen reflexionar profundamente en cuanto ha sucedido y retomar elementos que nos ayuden a releer y explicar nuestra realidad social.
Ha coincidido este fenómeno social de desorden y violencia, con la Semana por la Paz, que cada año nos invita a celebrar la Iglesia colombiana, por medio de la Conferencia Episcopal de Colombia y el Secretariado Nacional de Pastoral Social. Esta semana coincidía exactamente con los tres años de la Visita Pastoral que realizó el Santo Padre FRANCISCO a Colombia en el año 2017 (del 6 al 11 de septiembre 2017) y que nos ha dejado un magisterio muy valioso, interesante y casi que profético para leer las situaciones que vivimos.
El Papa FRANCISCO nos invitó, con un sugestivo lema DEMOS EL PRIMER PASO a caminar hacia la PAZ que Colombia tanto necesita. Nos invitaba a dejar de lado la violencia armada y a “encontrar caminos de reconciliación”. Ponía este objetivo como un camino de esperanza, en el que “la búsqueda de la paz es un trabajo siempre abierto, una tarea que no tiene tregua y que exige el compromiso de todos. Trabajo que nos pide no decaer en el esfuerzo por construir la unidad de la nación y, a pesar de los obstáculos, diferencias y distintos enfoques sobre la manera de lograr la convivencia pacífica, persistir en la lucha para favorecer la cultura del encuentro, que exige colocar en el centro de toda acción política, social y económica, su altísima dignidad, y el respeto por el bien común” (Encuentro con las Autoridades, el Cuerpo Diplomático y algunos Representantes de la sociedad civil, Palacio de Nariño, 7 de septiembre 2017).
Pasados los días y los meses, vemos que este camino de reconciliación aparece como algo difícil de encontrar, sobretodo porque no tenemos la vivencia de caminos de reconciliación y no se logra una convivencia pacífica. Si bien existe un gran error y una gran falta, al excederse en la fuerza y matar a una persona humana sin razones, ello ha sido reconocido por las autoridades, nada nos puede llevar a una violencia generalizada que suscita más violencia. Es importante cuanto nos recuerda el Papa, es necesario que en el centro de las acciones políticas, sociales y económicas se ponga como horizonte el respeto del bien común y, especialmente de la vida humana.
En ese mismo encuentro, el Papa nos decía: “Cuanto más difícil es el camino que conduce a la paz y al entendimiento, más empeño hemos de poner en reconocer al otro, en sanar las heridas y construir puentes, en estrechar los lazos y ayudarnos mutuamente”. En este momento es necesario el entendimiento, la serenidad, para sanar heridas y buscar todos ayudarnos mutuamente.
Para la Iglesia Católica, existe un compromiso irrenunciable e inaplazable para la construcción de la paz, para buscar que, en el respeto de la vida humana, se pueda construir una sociedad libre de enfrentamientos y dolor, donde se derrame sangre humana que lo único que produce es la creación de más violencia y más dolor. A este propósito las palabras del Papa son bien significativas y nos hacen reflexionar ampliamente: “La Iglesia, en fidelidad a su misión, está comprometida con la paz, la justicia y el bien de todos. Es consciente de que los principios evangélicos constituyen una dimensión significativa del tejido social colombiano y por eso pueden aportar mucho al crecimiento del País; en especial, el respeto sagrado de la vida humana, sobre todo la más débil e indefensa, es una piedra angular en la construcción de una sociedad libre de violencia” (Gran encuentro de oración por la Reconciliación nacional, 8 de septiembre 2017).
Es necesario en este momento una gran responsabilidad de parte de las autoridades, también en la defensa de la ley y el orden, para evitar más derramamiento de sangre y suscitar más violencia en el entorno social de Colombia. Un apartado del discurso el Papa en el encuentro con las autoridades nacionales y el cuerpo diplomático: “El lema de este País dice: «Libertad y Orden». En estas dos palabras se encierra toda una enseñanza. Los ciudadanos deben ser valorados en su libertad y protegidos por un orden estable. No es la ley del más fuerte, sino la fuerza de la ley, la que es aprobada por todos, quien rige la convivencia pacífica. Se necesitan leyes justas que puedan garantizar esa armonía y ayudar a superar los conflictos que han desgarrado esta Nación por décadas; leyes que no nacen de la exigencia pragmática de ordenar la sociedad sino del deseo de resolver las causas estructurales de la pobreza que generan exclusión y violencia. Sólo así se sana de una enfermedad que vuelve frágil e indigna a la sociedad y siempre la deja a las puertas de nuevas crisis. No olvidemos que la inequidad es la raíz de los males sociales (cf. ibíd., 202).” (Encuentro con las Autoridades, el Cuerpo Diplomático y algunos Representantes de la sociedad civil, Palacio de Nariño, 7 de septiembre 2017).
En las condiciones excepcionales que estamos viviendo es necesario conservar el orden, además de garantizar las condiciones de vida de los colombianos, allí se encuentra un camino de gran responsabilidad para quienes detentan las armas del derecho que garantizan el bien común, pero es necesaria también la responsabilidad y el respeto desde la fuerza de la ley. Tampoco podemos ver imágenes de gran dolor y ataque desmedido a quienes representan y deben fortalecer la convivencia pacífica. Todos, ciudadanos, autoridades civiles, fuerza pública tenemos que mantener la cordura y hacer respetar la dignidad de la persona humana y evitar episodios de confrontación. Ninguna situación de injusticia, puede garantizar o defender escenas de guerrilla urbana y destrucción.
Las escenas de violencia y de muerte que hemos presenciado quedarán marcadas en la historia del país, en lustros no las habíamos vivido. Precisamente el Papa FRANCISCO, en su Visita Apostólica, refiriéndose a otro acontecimiento muy doloroso, la muerte de muchas personas, adultos, jóvenes y niños en Bojayá (Departamento del Chocó), nos decía palabras que iluminan y hacen reflexionar ampliamente sobre cuanto hemos vivido: “Nos reunimos a los pies del Crucificado de Bojayá, que el 2 de mayo de 2002 presenció y sufrió la masacre de decenas de personas refugiadas en su parroquia. Esta imagen tiene un fuerte valor simbólico y espiritual. Al mirarla contemplamos no sólo lo que ocurrió aquel día, sino también tanto dolor, tanta muerte, tantas vidas rotas, tanta sangre derramada en la Colombia de los últimos decenios. Ver a Cristo así, mutilado y herido, nos interpela. Ya no tiene brazos y su cuerpo ya no está, pero conserva su rostro y con él nos mira y nos ama. Cristo roto y amputado, para nosotros es «más Cristo» aún, porque nos muestra una vez más que Él vino para sufrir por su pueblo y con su pueblo; y para enseñarnos también que el odio no tiene la última palabra, que el amor es más fuerte que la muerte y la violencia. Nos enseña a transformar el dolor en fuente de vida y resurrección, para que junto a Él y con Él aprendamos la fuerza del perdón, la grandeza del amor.” (Gran encuentro de oración por la reconciliación nacional, Villavicencio, 8 de septiembre 2017).
Reflexionemos delante de tantas vidas rotas, delante de tanta violencia. Es la hora de la PAZ, de la reconciliación, donde, como dice el Papa “Es la hora para desactivar los odios y renunciar a las venganzas y abrirse a la convivencia basada en la justicia, en la verdad y en la creación de una verdadera cultura del encuentro fraterno. Que podamos habitar en armonía y fraternidad, como desea el Señor. Pidámosle ser constructores de paz, que allá donde haya odio y resentimiento pongamos amor y misericordia” (Idem).
Que retomar estas enseñanzas del Papa FRANCISCO, en estos momentos, nos sirva para crecer en nuestra opción segura y clara por la paz, rechazando la violencia, arropando a los familiares de quienes han muerto con el consuelo cristiano, arropando a los heridos, laicos y policiales, siendo solidarios y caritativos con los que sufren. Es la hora de la paz y de la reconciliación, es la hora de la serenidad y de un gran diálogo social. Tenemos que dar nuevos pasos hacia la paz: “Si Colombia quiere una paz estable y duradera, tiene que dar un paso en esta dirección [el encuentro personal con Cristo] que es aquella del bien común, de la equidad, de la justicia, del respeto de la naturaleza humana y de sus exigencias” (Francisco, Homilía en Cartagena, 10 septiembre 2017). Concluyo con las bellas palabras del Romano Pontífice en la sentida despedida de Cartagena de Indias: “Colombia, tu hermano te necesita, ve a su encuentro llevando el abrazo de paz, libre de toda violencia, esclavos de la paz, para siempre” (Francisco, Despedida, Cartagena de Indias, 10 de septiembre 2017). Seamos todos esclavos de la paz que nos regala el encuentro personal con Jesucristo.
+ Víctor Manuel Ochoa Cadavid
Obispo de la Diócesis de Cúcuta
Mar 18 Nov 2025
La vocación del cristiano es sanar las heridas del prójimo
Por Mons. José Libardo Garcés Monsalve - En este día celebramos la jornada mundial de los pobres, que tiene como propósito sensibili-zar a todos los cristianos, para vivir la caridad como el fruto maduro de la fe en Jesucristo y de la esperanza en Él, que no defrauda. La caridad es la puerta de entrada al cielo a participar de la gloria de Dios: “vengan benditos de mi Padre, tomen posesión del reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber; era un extraño, y me hospedaron; estaba desnudo, y me vistieron; enfermo y me visitaron; en la cárcel, y fueron a verme” (Mt 25, 34 - 36); concluyendo que cada vez que un cristiano hace esto por un hermano necesitado, lo está haciendo por el mismo Jesucristo y por esta razón es llamado a participar de las moradas eternas en la presencia de Dios.La vocación del cristiano es sanar las heridas del prójimo, es mirar el dolor, el sufrimiento, la enfermedad y la herida del otro que está tirado en el camino y tenderle una mirada de amor, como manifestación del amor que viene de Dios. Jesús lo enseña en la parábola del buen samaritano, cuando le responde al experto en la ley que le pregunta quién es el prójimo (Cf. Lc 10, 30 - 36), invitándolo a hacer otro tanto haciéndose prójimo del que sufre sin preguntar por su identidad política, social o religiosa. Así lo indicó el Papa Francisco en Fratelli Tutti: “la propuesta es la de hacerse presentes ante el que necesita ayuda, sin importar si es parte del propio círculo de pertenencia. En este caso, el samaritano fue quien se hizo prójimo del judío herido” (FT 81), invitándonos a todos a hacernos prójimos y a “dejar de lado toda diferencia y, ante el sufrimiento, volvernos cercanos a cualquiera” (Ibid). Esto es lo que enseña Jesús sobre la caridad y lo reitera en el evangelio diciendo: “vete y haz tú lo mismo” (Lc 10, 37), así lo ha retomado el Papa León XIV en el mensaje para la jornada de los pobres para este año: “todos estamos llamados a crear nuevos signos de esperanza que testimonien la caridad cristiana, como lo hicieron muchos santos y santas de todas las épocas”.Vivir la caridad cristiana no es un aprendizaje que se recibe en las academias donde se llena el cerebro de la ciencia humana, sino que es fruto de la fe en Dios que nos enseña a amar al prójimo con el corazón de Jesús, sin cálculos humanos, reconociendo al mismo Jesucristo en todos los que sufren, tal como nos lo ha enseñado en el Evangelio al hablar de la ayuda que damos a los demás (Cf. Mt 25, 31 - 46), descubriendo que “para los cristianos, las palabras de Jesús implican reconocer al mismo Cristo en cada hermano abandonado o excluido, porque quien cree puede llegar a reconocer que Dios ama a cada ser humano con un amor infinito y que con ello le confiere una dignidad infinita” (FT 85), dignidad que nosotros en la vivencia de la caridad le reconocemos y le devolvemos en el nombre del Señor.De esta manera, entendemos que el cristiano tiene vocación a la caridad porque está en unión íntima con Dios, que lo mueve desde dentro a ser un instrumento en sus manos para realizar su obra con los que están caídos en el camino de la vida. La caridad nace de un cristiano contemplativo, que se pone de rodillas frente al Señor y allí encuentra la motivación más profunda para volverse prójimo del que sufre. El Papa Francisco expresó esta verdad cuando dijo: “la altura espiritual de una vida humana está marcada por el amor, que es ‘el criterio para la decisión definitiva sobre la valoración positiva o negativa de la vida humana’. Todos los creyentes necesita¬mos reconocer esto: lo primero es el amor, lo que nunca debe estar en riesgo es el amor, el mayor peligro es no amar (Cf. 1Cor 13, 1- 13)” (FT 92). Concluyendo así que la caridad es el fruto maduro de un cristiano que tiene un camino de perfección cristiana muy fortalecido, porque se relaciona con Dios a través de la oración y se mantiene en la gracia y en la paz del Señor; por eso, la transmite a los que están en su entorno a través de la ayuda a los más pobres y necesitados, mediante el ejercicio sincero y desinteresado de la caridad.Todos estamos clamando hoy por la paz en el mundo, pero tenemos que entender que la paz es un don de Dios que brota de la caridad y desde la caridad que es amor de entrega total puede lograr que el corazón del hombre se sane, para que pueda transformar la sociedad. La caridad como expresión más alta de la fe y la esperanza, en un creyente que vive en gracia, transforma el entorno en el que vive, ya que “la caridad, con su dinamismo universal, puede construir un mundo nuevo, porque no es un sentimiento estéril, sino la mejor manera de lograr caminos eficaces de desarrollo para todos” (FT 183). De tal manera, que la caridad no es solamente el centro y la corona de todas las virtudes, sino que es también “el corazón de toda vida social sana y abierta” (FT 184).Al celebrar en este día la jornada mundial de los pobres, desde las parroquias y familias estamos llamados a tener gestos de caridad para con los más necesitados, pero no podemos quedarnos en una jornada de este domingo, sino que tenemos que entender que la vocación del cristiano es la caridad, que significa agacharse para sanar las heridas del prójimo. Fieles al mandato del Señor: sean mis testigos, busquen la santidad, hagámoslo desde la vivencia de la caridad, como vocación del cristiano a mirar al que sufre con los ojos de Jesús. Que la Santísima Virgen María, madre de la caridad y el Glorioso Patriarca San José custodien la fe y esperanza en nosotros, que produce el fruto maduro de la caridad que nos abre las puertas del Reino de los cielos.En unión de oraciones,reciban mi bendición.+José Libardo Garcés MonsalveObispo de la Diócesis de Cúcuta
Mar 18 Nov 2025
Hasta que la muerte nos una más
Por Mons. Miguel Fernando González Mariño - “Tú me amarás, yo te amaré, hasta que la muerte nos una más”, dice la hermosa canción de la hermana Glenda sobre ese misterio del amor humano que se “diviniza” con la presencia del Espíritu Santo en los esposos cuando están unidos por el sacramento del matrimonio. A primera vista parece contradecir el “hasta que la muerte los separe”, que se apoya en Mateo 19,6 donde el mismo Jesús expresa el plan Divino original sobre la unidad y la indisolubilidad matrimonial: “lo que Dios ha unido no lo separe el hombre”.En el mes de Noviembre la Iglesia nos invita a tener más presente nuestra vida pasajera en este mundo, nuestra realidad transitoria y por tanto la preparación para la vida eterna. Pensar que la muerte libera al esposo de la esposa o a ella de él, se ha prestado para infinidad de chistes, que nos distraen del verdadero sentido de la vocación al amor a que hemos sido llamados todos los humanos. Aclara aún más esta consideración sobre la terminación del matrimonio a causa de la muerte la enseñanza de Jesús que afirma que en la resurrección no se casarán ni ellas, ni ellos, sino que serán en el cielo como ángeles (Cf Mt 22,30).Escribe un buen autor (tal vez San Agustín...) que “la amistad que se olvida es una amistad que nunca existió”, para decir que el auténtico amor nunca se termina, sino que, por el contrario, como enseñó el Papa Francisco en Amoris laetitia, el amor humano siempre es “perfectible”. Esto, en contra de la idea popular de que el amor de los novios es el ideal y que con el tiempo se gasta y desvanece. En realidad, con la gracia de Dios, el amor (auténtico) tiene la vocación a una permanente perfección. Siendo así, ¿por qué se va a acabar repentinamente con la muerte? Lo que ocurre es que ese amor que los consagró como esposos es tan verdadero, que lo que busca es la santificación del cónyuge, su bien no solo en esta vida sino en la eterna. El amor conyugal lo que busca es la santificación del otro, que sea feliz para siempre. Además, en ese empeño sincero vivido como vocación, el que ama también se perfecciona y se santifica.En resumen, los dos cónyuges buscan la misma meta, quieren llegar juntos al cielo y no solo ellos sino con sus hijos y su descendencia. Así funciona la Iglesia y por eso la familia es la célula vital inicial. Entonces el viudo/la viuda puede contraer nuevas nupcias si ve que hace parte de su camino de santidad y puede suceder, como en tantos casos a lo largo de la historia, que se conforme un nuevo hogar en el que también se busca sinceramente vivir como familia que da testimonio de fe y esperanza. En la eternidad, donde ya no se necesita la unión conyugal para que subsista la humanidad, gozarán los frutos de esta escuela de amor en que nos encontramos en esta vida terrena.Es muy preocupante saber que por ignorancia o por indiferencia sobre estas preciosas verdades de nuestra fe en torno al valor santificador del matrimonio, alrededor del 70% de los hogares católicos en Colombia vivan en unión libre (cifra que algo varía según las regiones). Los pastores y maestros tenemos parte de culpa en esta ignorancia y tibieza de nuestros fieles. La falta de una verdadera catequesis que les permita desde niños tener una visión apropiada de la familia y el matrimonio, la falta de catequesis entre los jóvenes, la poca promoción de parejas de esposos para que se formen y apoyen la pastoral familiar parroquial, son entre otras, las causas de esta grave situación. En nuestro ENCUENTRO NACIONAL DE PASTORAL FAMILIAR que celebramos en Pereira del 23 al 25 del pasado mes de octubre, avanzamos en el estudio y modos de implementación de los Itinerarios Catecumenales Matrimoniales que nos dejó el Papa Francisco como un medio práctico de asumir Amoris laetitia en la vida pastoral. Es esperanzador ver que sí hay avances en esta tarea. Es una labor ardua, pero vale la pena. Se vio la urgente necesidad de seguir formando parejas de esposos que sean competentes en la acogida, acompañamiento y testimonio de vida, para que en verdad animen e iluminen las parejas que desean casarse. Pongamos todos los medios para que nuestros jóvenes llamados a vivir la vocación matrimonial encuentren en sus parroquias el ambiente propicio para encontrarse con Dios y tengan la alegría de comprobar que Dios los conoce y los ama y cuenta con ellos para que sean felices haciendo felices a quienes los aman, HASTA QUE LA MUERTE LOS UNA MÁS. +Miguel Fernando González MariñoObispo de El EspinalPresidente de la Comisión Episcopal de Matrimonio y Familia
Mar 11 Nov 2025
A cuarenta años de la tragedia: San Juan Pablo II en Armero
Por: Mons. Fabián Marulanda López, obispo emérito de Florencia.En la retina de los colombianos quedó muy grabada la imagen del Papa Juan Pablo II, arrodillado ante la cruz de cemento que se levantó en el lugar donde antes existió la "ciudad blanca" de Armero. Aquí se hace realidad aquello de que "una imagen vale más que mil palabras".Cuarenta años después de la tragedia de Armero y 39 de la visita del Santo Padre, pocas cosas han cambiado en la geografía de aquel lugar desolado; la fotografía del Papa que le dio la vuelta al mundo, sigue recordando a los damnificados de la tragedia la figura y el mensaje de este santo hombre de Dios que nos visitó el día 6 de julio de 1986.Allí llegó en la mañana de ese domingo, acompañado de una reducida comitiva y pronunció una conmovedora oración antes de pasar a Lérida donde encontró a los miles de hombres y mujeres que sobrevivieron a la tragedia ocasionada por la erupción del volcán Nevado del Ruiz.Quienes esperábamos al Papa ese día, escuchamos su oración en medio de un silencio que sólo el viento se atrevía a romper.Oración del Papa Juan Pablo II"Padre, rico en misericordia, consuela el dolor de tantas familias, enjuga las lágrimas de tantos hermanos, protege la soledad de tantos huérfanos. Infunde a todos ánimo y esperanza para que el dolor se cambie en gozo y la muerte, por la fe, sea germen de vida nueva.Haz que, mediante la solidaridad, el trabajo y el tesón de las gentes de esta tierra, surja, como de entre las cenizas una nueva ciudad de hijos tuyos y hermanos, donde reine la fraternidad, se renueven las familias, se llenen de pan las mesas y de cantos los hogares y los campos.Bendice esta Cruz alzada aquí como signo de nuestra redención, baluarte de esperanza, símbolo de muerte y de vida, de dolor y de gozo."El viento agitaba los cabellos del Papa que caminaba erguido en aquel valle de tristezas, como un profeta que desafiaba el miedo y el dolor para hablar de resurrección y de esperanza.Mientras tanto, en la explanada de Lérida lo aguardaba la multitud. Y en medio de esa multitud, los damnificados que sobrevivieron a la avalancha de piedra y lodo, pero que quedaron marcados por el horroroso recuerdo de aquella noche infernal.Hoy, me parece ver el rostro de los miles de personas venidas de Ibagué y de los pueblos del norte del Tolima que lo esperaron con un fervor que erizaba la piel.La llegada del Papa fue acogida con pañuelos blancos y gritos de alegría. A pesar del fuerte calor, la gente se agolpaba para verlo más de cerca y participó con entusiasmo en la solemne Eucaristía. En su homilía, el Santo Padre se refirió nuevamente a la tragedia:"La catástrofe que el volcán Nevado del Ruiz provocó en Armero, conmovió profundamente mi corazón”He venido para sembrar en vuestros corazones de creyentes palabras de esperanza.Quisiera llegar con mi condolencia y afecto a cada uno de vuestros hogares.En la visita que acabo de efectuar a Armero he querido orar por los difuntos para que Dios les conceda el descanso eterno. También deseo orar por vosotros, damnificados y familiares de las víctimas, para que Dios os dé comprensión y amor, abriendo vuestras vidas a la perspectiva de un futuro mejor."En este año se cumplen cuarenta años de la histórica visita del Papa. Sus mensajes y sus gestos proféticos siguen iluminando a quienes mantenemos viva la esperanza de que Colombia pueda un día encontrar la Paz y transitar los caminos de la civilización del amor.En relación con Armero, vale la pena recordar que inicialmente esta visita no estaba incluida en el itinerario oficial que seguiría el Santo Padre, pues su encuentro con los damnificados de la tragedia debía realizarse sólo en la ciudad de Chinchiná. ¿La razón? existía el temor de que el Nevado del Ruiz, todavía activo, produjera un nuevo evento como el del 13 de noviembre de 1985 y los organizadores no querían correr con semejante riesgo.Pero dio la casualidad de que el Presidente Belisario Betancur convocó a los Gobernadores y Obispos de los lugares que visitaría el Santo Padre, a una reunión de trabajo en la Casa de Nariño. Se trataba de informar cómo se estaba preparando la visita en cada uno de los lugares previamente fijados por la Comisión Preparatoria. El compromiso para el país era muy grande y no se quería dejar de prever ningún detalle.El Arzobispo de Ibagué, Monseñor José Joaquín Flórez Hernández, debido a problemas de salud, me delegó para asistir en su reemplazo. Y cuando todos los gobernadores rindieron su informe, me arriesgué a pedir la palabra y a solicitar con el alma y el corazón, que se diera a los damnificados de Armero la posibilidad de ver al Papa; este sería el mayor consuelo para quienes todavía lloraban la pérdida de su ciudad y de sus familias. Para nadie como ellos podían ser de tanto alivio la presencia y el mensaje del Santo Padre.La petición fue acogida por el señor Presidente quien al día siguiente dio las instrucciones del caso para incluir esta nueva etapa en el itinerario de la visita.Lo que vino después, lo recuerdan bien los colombianos que fueron testigos de los hechos y también quienes han leído la historia de aquellos siete días blancos en los que San Juan Pablo II peregrinó con la Paz de Cristo por los caminos de Colombia.
Lun 10 Nov 2025
El Espiritismo
Por Mons. Ricardo Tobón Restrepo - El ser humano, como lo percibe en su propia naturaleza y lo demuestra la historia, siente una tendencia hacia lo misterioso y una atracción por experiencias extrañas y ocultas. El espiritismo moderno se basa en esa realidad y se inspira en prácticas antiguas. A partir del siglo XIX fue tomando las diferentes formas y expresiones con las que se presenta hoy. Las principales tesis en las que se sustenta son las siguientes: la posibilidad y conveniencia de tener comunicación con entidades espirituales desencarnadas, la creencia en la reencarnación, la convicción de la pluralidad de mundos habitados, la identificación entre lo natural y lo sobrenatural y entre la religión y la ciencia.Por tanto, el espiritismo sostiene que, mediante personas dotadas de una naturaleza particularmente sensible, es posible una comunicación con los muertos, cuyos espíritus según su grado de evolución habitan diversos mundos. Promueve para ello reuniones en las que los “médium”, después de determinadas invocaciones, dicen recibir mensajes de los espíritus a través de ruidos, voces, escritos o apariciones. En sus rituales mezclan elementos cristianos, supersticiosos y de brujería. Es así como usan imágenes, amuletos, sahumerios, agua bendita, rezos. Es lamentable, por ejemplo, que para estas prácticas se venga utilizando abusivamente la figura de San José Gregorio Hernández.La más grave expresión de la adivinación es precisamente ésta de la necromancia o espiritismo, es decir, recurrir a los espíritus de los muertos para a través de ellos desvelar el futuro o cualquier otro aspecto de la vida. En esto los grupos espiritistas siguen el pensamiento de Allan Kardec o de otros autores que desarrollan doctrinas que no son aceptables desde la fe cristiana. Por ejemplo, no creen en un Dios personal, sino más bien en un concepto panteísta, que unifica a Dios con el conjunto de todas las cosas; al aceptar la reencarnación niegan la obra redentora de Cristo y piensan que todo funciona en el universo por una causa automática.Entre los fenómenos espiritistas o parapsicológicos, que a veces se dan en estas sesiones, se enumeran: el magnetismo o influjo de la energía vital sobre otros cuerpos, la telepatía o proyección a distancia de una influencia sugestiva por medio de la mente, el sueño hipnótico durante el cual la persona responde preguntas con aparente conocimiento de cosas ocultas, la levitación de objetos ligeros bajo el ascendiente del médium, el movimiento de objetos en la ouija o tablero alfabético, la escritura automática, etc. En cada caso debe estudiarse el origen de estos fenómenos, que ciertamente no son producidos por espíritus, sino por cierto magnetismo de las personas o por trucos engañosos.Algunos de estos fenómenos pertenecen al ámbito de la parapsicología y, por tanto, al dominio de la ciencia, aunque siguen siendo de difícil explicación; a veces presentan un cierto halo de misterio que suscita interrogantes sobre la realidad de la vida y de la muerte. Generalmente, se utilizan con fines ambiguos, falsamente religiosos, incluso con propósitos comerciales o de dominio de las personas. Interactúan con estos tipos de adivinación diferentes grupos esotéricos u ocultistas de origen antiguo o reciente, que siempre presumen poder “abrir una puerta” para hacer entrar en el conocimiento de verdades ocultas y adquirir poderes espirituales especiales.Esta práctica de los médium y de los participantes de invocar las almas de los difuntos en sesiones espiritistas introduce una forma de alienación del presente y produce una mistificación de la fe en el más allá. Por tanto, esto genera confusión, miedo y aun ciertas enfermedades mentales en algunas personas; causa, especialmente en los jóvenes, grandes equivocaciones y no pocas veces con consecuencias preocupantes a nivel moral. Es evidente, por tanto, que estas prácticas son inaceptables. En lugar del sentido religioso, de la búsqueda de Dios y de la participación en la vida sacramental, introducen comportamientos incompatibles con la verdad de la fe cristiana.Desde el Antiguo Testamento se condena con severidad esta práctica: No vayan donde nigromantes ni adivinos… ni evoquen muertos… Todo el que practique estas cosas expresa una abominación hacia Dios (cf Dt 18,9-13). Yo soy el Señor, el único Dios de Ustedes (Lev 19,31; Jer 27,9; 29,8; Is 44,25). En el tiempo de los Apóstoles se advierte que al desviarse de la verdadera doctrina se cae en fábulas o se queda a merced de falsos profetas (2 Tim 4,3-4; 1 Jn 4,1). Sólo el conocer y el vivir el Evangelio nos libra de estas formas de neopaganismo, que engañan, desubican de la realidad, traen situaciones preocupantes a nivel psíquico y, sobre todo, alejan de Dios, única fuente de la verdad y de la vida.+ Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín