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Tres paradojas, con San Isidro Labrador
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Por: Mons. Fernando Chica Arellano - Llega el 15 de mayo y, con esa fecha, la fiesta de san Isidro Labrador, patrono de los agricultores, especial protector de muchas cooperativas y entidades rurales, modelo de vida cristiana para multitud de personas sencillas, así como fuente de gozo espiritual para numerosos pueblos de España y de América Latina. Su vida se desarrolló principalmente en la España del siglo XII. Fue elevado a los altares en 1622, en la misma ceremonia que Santa Teresa de Jesús, San Ignacio de Loyola, San Francisco Javier y San Felipe Neri. Para este 2022, en el que se cumplen los 400 años de su canonización, el Papa Francisco ha concedido un Año Santo Jubilar, que dará inicio el 15 de mayo próximo y terminará el 15 de mayo de 2023.
Con esta ocasión, quiero invitar a reflexionar sobre ciertas “paradojas” que aparecen en la vida de san Isidro. Aclaro, de entrada, que aquí me inspiro en el cardenal Henri de Lubac, afamado teólogo jesuita del siglo XX, para adoptar una visión positiva de la paradoja. No considero, pues, que este término se refiera a algo contradictorio, confuso o incomprensible. Más bien, pienso que las paradojas ofrecen miradas incompletas que apuntan a la plenitud. Formulan realidades que nos sacuden y nos equilibran. Son polaridades en tensión que nos dinamizan, que expresan la búsqueda en espera de una síntesis mayor.
Lo urbano y lo rural
La primera paradoja se refiere a que san Isidro es el patrón de una gran ciudad como es Madrid, la capital de España. Pero es, al mismo tiempo, un santo eminentemente rural, con ermitas en muchos pueblos pequeños, que en estas fechas salen en procesión pidiendo la intercesión de este insigne amigo del Señor para lograr el agua necesaria y unas buenas cosechas.
Nuestra época está conociendo una evolución demográfica sin precedentes. Por primera vez en la historia, la mayoría de la población mundial (aproximadamente, el 55% del total) reside en ciudades. Se estima que, cada día, la población urbana aumenta en 200.000 personas en todo el mundo y que, para el año 2050, dos tercios de la humanidad vivirán en grandes urbes. Ahora bien, junto a estos datos estadísticos hay que considerar otra realidad cualitativa, más compleja. Se trata del doble fenómeno (paradójico) de la urbanización del campo y de la ruralización de las ciudades.
Por un lado, las condiciones de vida de los pueblos van modificándose por la tecnología, el transporte, los bienes de consumo y los suministros energéticos, de modo que el ritmo y el estilo de vida de esos municipios se parecen más a los de las ciudades de antes. Por otro lado, en las grandes urbes se observa un fenómeno de ruralización del extrarradio, debido a las fuertes migraciones de población del campo que, como estrategia de supervivencia, intentan reproducir en la ciudad sus estilos de vida, ahora desarraigados. Este es un fenómeno muy habitual en África y en América Latina, que plantea serios retos que hay que encarar ofreciendo condiciones de vida dignas (vivienda, salubridad, alimentación, etc.) para millones de personas.
Los medios y los fines
En el llamado “Códice de San Isidro” (escrito a fines del siglo XII y encontrado en 1504) se narra uno de los episodios más conocidos del santo, el llamado milagro de los bueyes. Alguien acusa a Isidro de que abandonaba el trabajo para dedicarse a la plegaria; cuando investigan el asunto, espiando al labrador, descubren que, efectivamente, Isidro se dedica a orar, pero los bueyes siguen arando solos o, más bien, guiados por unos ángeles.
Los ángeles significan, en toda la tradición bíblica y cristiana, los seres mediadores de Dios. Su figura ofrece un modo concreto de expresar el equilibro (siempre paradójico, en cierto sentido) entre medios y fines. En nuestro mundo contemporáneo, sabemos que “la tecnociencia bien orientada no solo puede producir cosas realmente valiosas para mejorar la calidad de vida del ser humano” (Laudato Si’, n. 103), sino que también puede producir efectos perniciosos. Esto ocurre cuando asumimos “la tecnología y su desarrollo junto con un paradigma homogéneo y unidimensional” (Laudato Si’, n. 106), en lo que el Santo Padre ha llamado la globalización del paradigma tecnocrático. Podemos decir que, con frecuencia, “tenemos demasiados medios para unos escasos y raquíticos fines” (Laudato Si’, n. 203). Triste paradoja, bien alejada de los bueyes de san Isidro.
La activa contemplación
Otros episodios conocidos de la vida de San Isidro son el milagro del molino (multiplicando el trigo que ofrece a las palomas), el milagro del lobo (en el que, a través de la oración, defiende a su burro amenazado por el depredador) y el milagro de la olla (logra alimentar a muchos, ampliando la comida disponible, metiendo varias veces el mismo puchero). Todos estos ejemplos son paradójicos, en cierto sentido. Porque todos ellos muestran que la santidad cristiana se edifica sobre un doble cimiento, que siempre ha de mantenerse en tensión creativa y dinámica: la oración y la acción, el entusiasmo y la docilidad, la primacía de lo divino y la radical solidaridad humana, el amor a Dios y el amor al hermano, la confianza en la Providencia y el esfuerzo cotidiano.
Estos binomios han de enmarcar la vida del discípulo de Cristo, que, como dice el refrán popular, ha de andar en un armónico “a Dios rogando y con el mazo dando”. Son estas también las coordenadas que hallamos en las preciosas reflexiones de San Agustín de Hipona, desglosadas en el Oficio de lectura de la liturgia de las horas de la memoria de San Isidro: «Sembrad, aunque no veáis todavía lo que habéis de recoger. Tened fe y seguid sembrando. ¿Acaso el labrador, cuando siembra, contempla ya la cosecha? El trigo de tantos sudores, guardado en el granero, lo saca y lo siembra. Confía sus granos a la tierra. Y vosotros, ¿no confiáis vuestras obras al que hizo el cielo y la tierra? Fijaos en los que tienen hambre, en los que están desnudos, en los necesitados de todo, en los peregrinos, en los que están presos. Todos estos serán los que os ayudarán a sembrar vuestras obras en el cielo» (Sermones 53 A, 5). Eso vivió san Isidro Labrador y eso mismo han captado bien numerosas gentes del campo a lo largo de la historia, a lo ancho de la geografía. Y eso necesitamos encarnar todos nosotros, si queremos llevar una vida plena que nos permita atisbar la fecunda paradoja del Evangelio.
Mons. Fernando Chica Arellano
Observador Permanente de la Santa Sede ante la FAO, el FIDA y el PMA



Pascua y año litúrgico
Lun 7 Abr 2025

Proteger y defender la familia
Jue 27 Mar 2025


Mar 11 Mar 2025
San José, modelo de santidad por la obediencia a la Voluntad de Dios
Mons. José Libardo Garcés Monsalve- Celebramos el próximo 19 de marzo la solemnidad de San José, patrono de la Iglesia universal de nuestra Diócesis y de varias instituciones de nuestra Iglesia Particular. Ese día viviremos la Eucaristía con el jubileo del Seminario Mayor y Menor. Es una oportunidad para reflexionar sobre las virtudes de San José, que vamos descubriendo cada vez que nos adentramos en su misión de custodio de María y del Niño Jesús. Aquí consideramos a San José como modelo de santidad por la obediencia a la voluntad de Dios, ya que escuchó lo que Dios le pedía y en silencio y con corazón limpio y disponible obedeció al plan de Dios.Hoy la obediencia es una virtud poco común en la sociedad, porque cada uno quiere defender su autonomía y su deseo de prevalecer con sus propios planes y proyectos. San José obediente a la voluntad de Dios enseña a entregar la vida, aunque no se entienda el alcance de la misión y de lo que Dios pide. Así lo expresa la Palabra de Dios: “El nacimiento de Jesús, el Mesías, fue así: su madre María estaba prometida a José y, antes de vivir juntos, resultó que esperaba un hijo por la acción del Espíritu Santo. José su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió separarse de ella en secreto” (Mt 1, 18 - 19), manifestando aquí la incertidumbre en la que entró San José, pero con la serenidad que proviene de una vida interior contemplativa, pudo escuchar la voz de Dios.Cuando San José tiene todo decidido y su plan organizado, Dios le pide que entregue su vida a su voluntad, “Después de tomar esta decisión, el ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas aceptar a María como tu esposa, pues el hijo que espera viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados. Cuando José se despertó del sueño, hizo lo que el ángel del Señor le había mandado” (Mt 1, 20 - 24), sin entender obedeció a Dios en actitud contemplativa, orante y silenciosa.En la Palabra de Dios encontramos a San José como el hombre que no habla, sino que obedece. Con su obediencia lleva adelante las promesas de Dios que garantizan la llegada del Salvador al mundo para liberarnos de la esclavitud del pecado. San José habló más con el silencio que con las palabras, él aceptó la misión que Dios le confió y la cumplió totalmente en una actitud de obediencia sin límites. San José el hombre de la fe y de la obediencia, es modelo en nuestro camino de vida cristiana, que exige de nuestra parte hacer y amar la voluntad de Dios.San José con fe firme nos enseña a escuchar la voz de Dios, con la disposición de la obediencia a su voluntad, con docilidad a su Palabra. La misión que se le confiaba no era fácil de entender en el momento, sin embargo, con la simplicidad de su vida interior, supo contemplar al Señor y obedecer sus mandatos desde una vida silenciosa. Al respecto San Juan Pablo II en Redemptoris Custos (Custodio del Redentor) afirma: “El clima de silencio que acompaña a todo cuanto concierne a la figura de José se extiende también a su trabajo de carpintero en su casa de Nazaret. Se trata de un silencio que revela de manera especial el perfil interior de esta figura. Los Evangelios hablan exclusivamente de lo que José ‘hizo’, pero permite descubrir en estas ‘acciones’, envueltas en el silencio, un clima de profunda contemplación del misterio de Dios” (RC 25).La contemplación del misterio de Dios en una actitud silenciosa, refleja en la obediencia a la voluntad de Dios, la limpieza de la vida interior que solamente tiene lugar para las cosas del Señor, reflejando con ello que la gracia de Dios está por encima de cualquier proyecto humano. Desde el primado de la Gracia de Dios y de la vida interior, San José enseña la sumisión a Dios, como disponibilidad para dedicar la vida de tiempo completo a la misión que el Señor confía, logrando hacer su voluntad, desde el ejercicio piadoso y devoto a las cosas del Padre Celestial, que ocupaban el tiempo del Niño Jesús, desde que estaba en el templo en medio de los doctores de la ley escuchándolos y haciéndoles preguntas (Cf. Lc 2, 46-49).San José modelo de santidad por la obediencia a la voluntad de Dios, nos enseña a vivir la Fe sin buscar protagonismos, a vivir la Esperanza con la confianza puesta en Dios aún en los momentos de dolor, a saber, estar como María al pie de la Cruz esperando la promesa de la salvación, y a vivir en cada momento la Caridad como amor total a Dios y al prójimo en una entrega de total donación a la voluntad de Dios.La Iglesia siempre ha mirado a María y a José como modelos y patronos, reconociendo que ellos, no sólo merecieron el honor de ser llamados a formar la familia en la que el Salvador del mundo quiso nacer, sino que son el signo del creyente que se santifica obedeciendo a la voluntad de Dios. Que la contemplación de la figura de San José nos ayude a todos nosotros a ponernos en camino, dejando que la palabra de Dios sea nuestra luz, para que así, encendido nuestro corazón por ella (Cf. Lc 24, 32), podamos ser auténticos discípulos misioneros de Jesús, cumpliendo con el mandato misionero que nos pide: Sean mis testigos, por todos los confines de la tierra.En unión de oraciones, reciban mi bendición.+José Libardo Garcés MonsalveObispo de la Diócesis de Cúcuta

Lun 3 Mar 2025
Bautismo y Cuaresma
Por Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez - El 5 de marzo damos inicio al tiempo litúrgico de la Cuaresma. Como bien se sabe, son 40 días de preparación para la gran solemnidad de la Pascua, a través de la oración, la penitencia y la limosna.Este año coincide con el Jubileo de la Esperanza. En este sentido, las actividades jubilares están en íntima consonancia con el propósito de la Cuaresma, que nos invita a tener la valentía de la conversión de corazón, desde lo profundo de nuestro ser.Sin embargo, desde tiempos inmemoriales, la Cuaresma tiene una dimensión bautismal, que es la que le da sentido a este tiempo de gracia. Durante la Cuaresma, los catecúmenos terminaban su preparación para ser admitidos y bautizados en la noche santa de la Pascua; y los pecadores, tenían -y la siguen teniendo- la oportunidad de reorientar sus vidas y recibir el perdón de sus pecados y poder participar plenamente en la pascua en comunidad.Por eso mismo, abordar el tema del bautismo en este contexto, es necesario y más cuando se vuelve urgente que volvamos todos al amor primero, al bautismo.La XVI Asamblea general ordinaria del Sínodo de Obispos, por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión, que se realizó el mes de octubre de 2024, abordó de una manera especial el tema del bautismo como base importante de la dimensión sinodal del pueblo de Dios, que en nuestro caso, resulta providencial, puesto que en nuestras líneas pastorales hemos puesto en primer lugar el bautismo como el sacramento que estamos llamados a valorar en su justa dimensión, pues los cristianos debemos vivir con coherencia el bautismo recibido.Me permito destacar apartes de la primera parte de las conclusiones que tiene como título “El corazón de la sinodalidad. Llamados por el Espíritu a la conversión”. Aquí se destaca la aproximación a la Iglesia, entendida como pueblo de Dios sacramento de unidad, en donde se afirma que del bautismo brota la identidad del Pueblo de Dios y se realiza la llamada a la santidad y el envío a la misión (cfr. n.15). Luego, en los números 21 a 28, aborda el tema de las raíces sacramentales del pueblo de Dios. Aquí transcribo lo siguiente:24. “No es posible comprender plenamente el Bautismo sino dentro de la Iniciación cristiana, es decir, el itinerario a través del cual el Señor, por el ministerio de la Iglesia y el don del Espíritu, nos introduce en la fe pascual y en la comunión trinitaria y eclesial. Este itinerario conoce una importante variedad de formas, según la edad en la que se emprende, los diferentes acentos propios de las tradiciones orientales y occidentales, y las especificidades de cada Iglesia local. La iniciación nos pone en contacto con una gran variedad de vocaciones y ministerios eclesiales … (sic).25. Dentro del itinerario de la iniciación cristiana, el sacramento de la Confirmación enriquece la vida de los creyentes con una particular efusión del Espíritu con miras al testimonio. El Espíritu que llenó a Jesús (cf. Lc 4,1), que lo ungió́ y lo envió́ a anunciar el Evangelio (cf. Lc 4,18), es el mismo Espíritu que se derrama sobre los creyentes como sello de pertenencia a Dios y como unción que santifica. Por eso la Confirmación, que hace presente la gracia de Pentecostés en la vida del bautizado y de la comunidad, es un don de gran valor para renovar el prodigio de una Iglesia movida por el fuego de la misión, que tiene el valor de salir a los caminos del mundo y la capacidad de hacerse comprender por todos los pueblos y culturas… (sic).26. La celebración de la Eucaristía, especialmente el domingo, es la primera y fundamental forma en la que el Pueblo santo de Dios se encuentra y reúne. Por medio de la celebración eucarística, “se significa y se realiza la unidad de la Iglesia” (UR 2). En la “participación plena, consciente y activa” (SC 14) de todos los fieles, en la presencia de los diversos ministerios y en la presidencia del obispo o presbítero, se hace visible la comunidad cristiana, en la que se realiza una corresponsabilidad diferenciada de todos para la misión. Por eso la Iglesia, Cuerpo de Cristo, aprende de la Eucaristía a articular unidad y pluralidad: unidad de la Iglesia y multiplicidad de asambleas eucarísticas; unidad del misterio sacramental y variedad de tradiciones litúrgicas; unidad de la celebración y diversidad de vocaciones, carismas y ministerios. Nada muestra mejor que la Eucaristía que la armonía creada por el Espíritu no es uniformidad y que todo don eclesial está destinado a la edificación común. Cada celebración de la Eucaristía es también expresión del deseo y de la llamada a la unidad de todos los bautizados, que todavía no es plena y visible. Donde no es posible la celebración dominical de la Eucaristía, la comunidad, deseándola, se reúne en torno a la celebración de la Palabra, donde Cristo sigue estando presente” … (sic).Invito pues a los sacerdotes, diáconos, catequistas y fieles en general, a reflexionar en el valor del bautismo recibido, a evaluar la forma como han asumido sus compromisos, y la manera como el itinerario de formación sacramental, que lleve al crecimiento y madurez de la fe cristiana, se está llevando a cabo. Nuestro propósito es propiciar procesos que permitan adentrarse más y mejor el corazón mismo del Señor y de la Iglesia. Buena Cuaresma bautismal para todos.+Luis Fernando Rodríguez VelásquezArzobispo de Cali

Mié 26 Feb 2025
“El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones” (Rom 5, 5)
Por Mons. José Libardo Garcés Monsalve- Nos encontramos próximos a iniciar el tiempo de cuaresma con el miércoles de ceniza el próximo 5 de marzo, con una invitación concreta a transformar nuestra vida en Cristo, con el llamado del Señor en su Palabra: “Conviértete y Cree en el Evangelio” (Mc 1, 15), que consiste en reorientar la vida hacia Dios y renovar la FE en la buena noticia del Reino de Dios, recordándonos la necesidad de conversión y penitencia que en el tiempo de cuaresma y particularmente en este año jubilar, tenemos que reforzar para purificar nuestra conciencia del mal y el pecado y totalmente purificados recibir la gracia de Dios que nos perdona y nos reconstruye interiormente porque “El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones” (Rom 5, 20).Para reconocer el pecado personal es necesario estar muy cerca de Dios, para poder sentir el dolor por el rechazo a Él por el mal que hace nido en el corazón, descubriendo con el pecado la gran pérdida de la gracia. Así lo expresa el Catecismo de la Iglesia Católica: “El pecado está presente en la historia del hombre: sería vano intentar ignorarlo o dar a esta oscura realidad otros nombres. Para intentar comprender lo que es el pecado, es preciso en primer lugar reconocer el vínculo profundo del hombre con Dios, porque fuera de esta relación, el mal del pecado no es desenmascarado en su verdadera identidad de rechazo y oposición a Dios, aunque continúe pesando sobre la vida del hombre y sobre la historia” (CCE 386).Cuanto más cerca estamos de Dios más podemos sentir el desastre y las heridas que causa el pecado en la vida personal, sin embargo, tenemos la posibilidad en Jesucristo Nuestro Señor de recuperarnos, recibiendo su perdón misericordioso tal como lo hizo con la mujer adúltera cuando le dijo: “Tampoco yo te condeno. Puedes irte, pero no vuelvas a pecar” (Jn 8, 11), indicando con ello que el ser humano pecador no quedó abandonado por Dios, al contrario, como Padre misericordioso siempre va en busca de la oveja perdida. Así lo expresa el Catecismo de la Iglesia Católica: “Tras la caída, el hombre no fue abandonado por Dios. Al contrario, Dios lo llama (Cf Gn 3, 9) y le anuncia de modo misterioso la victoria sobre el mal y el levantamiento de su caída (Cf Gn 3,15)” (CCE410), porque “Donde abundó el pecado, sobre abundó la gracia” (Rm5,20) y en la bendición del Cirio Pascual en la noche santa de la Pascua reconocemos “el amor de Dios que ha sido derramado en nuestros corazones” (Rom 5, 5), cuando cantamos “¡Oh feliz culpa que mereció tal y tan grande Redentor!”.Frente a la realidad del pecado que nos agobia y destruye, tenemos la certeza que es la gracia salvadora de Dios para con toda la humanidad que se nos ha ofrecido desde el madero de la Cruz, donde Jesús entregó su vida en rescate por todos, la que nos purifica y esto es posible por el amor de Dios que es infinito y que Él permanentemente derrama en nuestros corazones. De tal manera que en Jesucristo no todo está perdido, tenemos la esperanza de ser perdonados, que es la certeza que la gracia de Dios sobreabunda en nuestras vidas. De esta realidad nosotros somos testigos y tenemos la misión de anunciarlo a los demás, siendo instrumentos de la misericordia del Padre.El mundo, nuestra región y también muchas de nuestras familias se están destruyendo por causa del pecado. Muchos desesperados en las angustias y tragedias que causa el mal, siguen buscando una salida sin Dios. Desde la Fe damos testimonio que sin Dios es imposible una solución, por eso es hora de volver al Señor, haciendo resonar en el corazón las palabras que escucharemos el miércoles de ceniza y durante este año jubilar: “Conviértete y cree en el Evangelio” (Mc 1, 15), tomando conciencia que: “Ya no pesa, por tanto, condenación alguna sobre los que viven en Cristo Jesús, porque la ley del Espíritu vivificador me ha liberado por medio de Cristo Jesús de la ley del pecado y de la muerte” (Rm 8, 1-2), porque Cristo murió para que nosotros fuéramos perdonados y que en nuestra vida sobreabundara la gracia.La certeza del perdón en Cristo la tenemos que renovar permanentemente en nuestra vida. Todos somos pecadores, pero lo que se espera de todos los cristianos es que no permanezcamos en situación de pecado, sino que frente al pecado busquemos el recurso de la gracia mediante el sacramento de la confesión, que nos reconstruye interiormente y nos devuelve la gracia de Dios.Aprovechemos este año jubilar para revisar nuestra vida en ambiente de oración contemplativa y recibamos las gracias que nos trae el jubileo, para seguir en nuestra vida perdonados, reconciliados y en paz. Que esta cuaresma que estamos prontos a iniciar sea un tiempo para recibir “el amor de Dios que ha sido derramado en nuestros corazones” (Rom 5, 5), donde dejemos que sobreabunde la gracia de Dios en nuestras vidas, para reafirmar nuestra respuesta de Fe, Esperanza y Caridad a la llamada que Dios nos hace a la conversión y a la Santidad, escuchando y leyendo el mensaje del Señor, meditándolo y creyendo en su Palabra y con ello convertir nuestra vida en Cristo para decir con San Pablo: “Ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gal 2,20) y poder cumplir con el mandato del Señor: Sean mis testigos.En este camino espiritual contamos con la protección maternal de la Santísima Virgen María y la custodia del Glorioso Patriarca San José, quienes escucharon la Palabra de Dios y entregaron su vida para hacer su voluntad, viviendo siempre en la gracia de Dios.En unión de oraciones, reciban mi bendición.+José Libardo Garcés MonsalveObispo de la Diócesis de Cúcuta

Lun 24 Feb 2025
Homilía ordenación episcopal monseñor Alexander Matiz Atencio
Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez - “Con la mirada fija en Jesús, el que inicia y perfecciona nuestra fe” (Hb, 12, 2); con la mirada fija en el Cristo milagroso que preside esta basílica, los invito a contemplar el misterio del amor de Dios que nuevamente se desparrama sobre esta Iglesia diocesana de Buga al concederle un nuevo obispo en la persona del presbítero Alexander Matiz Atencio.Recordamos agradecidos y oramos por quienes han sido sus antecesores, hoy, de manera especial por Mons. José Roberto Ospina Leongómez, quien después de más de 12 años de servicio entrega el cayado de pastor de Buga al nuevo obispo, con la tranquilidad del deber cumplido, para la gloria de Dios y el bien de la Iglesia. A monseñor José Roberto lo saludamos y le expresamos nuestra sincera y ferviente gratitud por su generosa entrega a la Iglesia colombiana y de Buga en sus 21 añosde vida episcopal.Hoy la Diócesis de Buga está alegre. Celebra la dedicación de su iglesia catedral y la consagración de la diócesis al patrocinio de San Pedro.La celebración litúrgica de hoy, la Cátedra de San Pedro, es fiesta en Buga, y lo será todavía más, porque en este día su Obispo es consagrado y asume con alegría la misión de ser su padre, amigo y pastor.La diócesis de Buga acoge un presbítero ordenado en la Arquidiócesis de Cali, quese alegra de entregarles un servidor fiel, solidario, amante y servidor de los pobres. Como su arzobispo y ahora su metropolitano, me llena de júbilo y honor poder imponerle las manos, y con mis hermanos obispos, elevar al Pastor de los pastores nuestra oración por el buen éxito de la misión que el Señor, a través del papa Francisco, le ha confiado.Mi saludo y gratitud al señor Nuncio, moseñor Paolo Rudelli por la reiterada confianza que ha tenido en la Provincia eclesiástica de Cali, al llamar recientemente a tres de sus hijos al episcopado en nombre del Papa.Gracias, señor Nuncio por su cercanía y presencia entre nosotros. En esta fiesta de la Cátedra de san Pedro, le pido el favor de hacer llegar al Santo Padre el amor que este pueblo le tiene, así como nuestra oración por su ministerio apostólico y susalud.Todos conocemos diversas facetas de la vida de San Pedro. Todos sabemos cómo a pesar de haberse reconocido pecador, el Señor lo llama; le cambia el nombre de Simón por Cefas (piedra); lo acompaña, comprende y educa en los distintos momentos de su vida; lo va puliendo y formando desde dentro; se le da a conocer y hace posible que en él actúe el poder de Dios, y le ayuda a caer en la cuenta que el conocimiento que va teniendo de su naturaleza divina, al reconocerlo como “el Mesías, el Hijo de Dios vivo”, le es revelado por el Padre que está en el cielo (cfr. Mt. 16, 16 – 17).Así, Jesús lo va transformando de pescador de peces en pescador de hombres; lo va llenando de su fortaleza para que al final se identifique tanto con él, que su triple profesión de amor se hizo testimonio de vida crucificado por ese mismo amor en Roma.Y a lo largo del camino, el pescador y analfabeta Pedro se fue llenando de la sabiduría que viene de lo alto. No solo ejercía el liderato entre los apóstoles y discípulos, sino que los orientaba con su palabra y ejemplo.Si bien es cierto que la fiesta de la Cátedra de San Pedro nos remite a la misión que el Papa tiene de guiar y enseñar al pueblo santo de Dios, y por eso oramos con sincero corazón por el papa Francisco, sucesor de Pedro en nuestros días, también es cierto que esta fiesta nos permite reconocer en el apóstol Pedro y en los sucesores de los apóstoles a los hombres elegidos por el mismo Cristo paraconstituirlos en la roca firme sobre la que se edifica la iglesia de ayer, hoy y mañana. Y en esta misión estamos los obispos. Y para esta misión has sido llamado, apreciado monseñor Alexander.El rito de ordenación recoge la múltiple y variada misión que debe realizar el obispo. Al responder libremente a las preguntas del interrogatorio inicial, el candidato asume el reto de hacer posible que el Reino de Dios, inaugurado por Cristo, se siga expandiendo en el mundo.Es por esto que, dentro de poco, te voy a preguntar, entre otras cosas, si quieres edificar la Iglesia, Cuerpo de Cristo y permanecer en su unidad con el Orden de los Obispos bajo la autoridad del sucesor de Pedro; si Quieres obedecer fielmente al sucesor de Pedro, y si quieres cuidar del pueblo santo de Dios y dirigirlo por el camino de la salvación con amor de padre. En estas tres preguntas encontramos la centralidad de la misión episcopal.Con amor de padre estás siendo llamado a acompañar a tus hijos para que conozcan a Jesucristo, y con Él, hagan posible que el Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, se siga edificando en todos los rincones de tu jurisdicción. Me viene ahora a la mente la promesa de Yahvé al pueblo de Israel a través del profeta Jeremías: “Les daré pastores conforme a mi corazón, que los aparecerán con ciencia y con sabiduría” (Jr. 3,15). Esa promesa se sigue cumpliendo también hoy, aquí en Buga. Es muy significativo que la palabra edificar aparezca en el rito. Ya el apóstol Pablo también dirá que “por la gracia que Dios me ha concedido, yo, como hábil arquitecto, puse los cimientos, pero otro continúa la construcción” (1Cor, 3, 10). Dentro de tus saberes, apreciado Alexander, fuera de los estudios eclesiásticos, eres también arquitecto. Entiendes de sobra lo que significa edificar sobre bases firmes, antisísmicas, se diría hoy. Qué bueno que, en tu misión en Buga, y como obispo al servicio de la Iglesia en Colombia, seas hábil arquitecto, al estilo de Pablo, para que la comunidad que se te confía, pueda resistir los embates de las tormentas o de los sismos que pretenden impedir la construcción de la obra de la fe de la Iglesia o destruirla.La Diócesis de Buga, con la siembra hecha por tus antecesores, tiene bases sólidas; haz que sean realmente antisísmicas a través de la evangelización centrada en la persona de Jesús, animando a tus hijos y colaboradores a perseverar en la fe, aun en medio de la prueba.Para lograr este objetivo, ten presente en todo momento lo que el apóstol Pedro te ha dicho hoy: “Apacienta el rebaño de Dios que te ha sido confiado; vela por él, de buena gana, como quiere Dios; no a la fuerza ni por un interés mezquino, sino con abnegación; no como dueño de aquellos que están a tu cuidado, sino siendo de corazón ejemplo para el rebaño” (1Pe. 5, 2 – 3).En las conclusiones del Sínodo sobre la sinodalidad del 2024, se dice que “la tarea del Obispo es presidir una Iglesia local, como principio visible de unidad en su interior y vínculo de comunión con todas las Iglesias” (n. 69) y que “el servicio del obispo se realiza en, con y para la comunidad, realizado a través de la proclamación de la Palabra, la presidencia de la celebración de la Eucaristía y de los demás sacramentos (n. 70).Apreciado Alexander. Los retos que tiene la Iglesia son enormes y, por tanto, los desafíos del obispo son inmensos. Trabajar por la sinodalidad, fomentar la santidad del rebaño y allanar el camino al cielo, resumen algunos de los aspectos que se espera del obispo de hoy. Por eso mismo, tu lema “Todo lo puedo en aquel que me conforta (Filp. 4,13) tiene pleno sentido porque será el Señor quien realmente haga posible que el edificio crezca. Ten presente en todo momento lo que dijimos con el salmista: “Aunque camine por cañadas oscuras nada temo, porque tú vas conmigo”. Apreciado Alexander: confía, espera y ama.Recibes le ordenación episcopal también en el marco del año santo, cuando el Papa nos ha exhortado a ser peregrinos de la esperanza. Que tu servicio episcopal esté macado por la esperanza que no defrauda (Rom. 5,5), que sirva de aliento y consolación para tus hijos.En el emocionante y espiritual ambiente orante que estamos viviendo en esta basílica, permítanme terminar esta reflexión compartiendo un hermoso soneto - oración, que encontré en una placa ubicada en el exterior de la basílica, junto a la antigua ermita, escrito por el poeta Jorge Robledo Ortiz, que se intitula El Cristo milagroso. A este Cristo encomendamos tu ministerio, a este Cristo inmolado por amor, imploramos el don de la paz y la reconciliación para el Valle del Cauca y el mundo entero.“Este Cristo a los odios enclavado; este Cristo en plegaria suspendido; esteCristo desnudo de pecado, pero en ingratitudes florecido.Este Cristo de dudas coronado; este Cristo de amor desprotegido; este Cristoen los ojos apagado, pero para el perdón siempre encendido.Este Cristo de barro americano; este Cristo de nieve entre el pantano; esteCristo con sed y hambre de paz.Es el guardián del corazón de Buga, el Cristo de la ermita que madruga aencender el amor de la heredad”.Nuestra Señora de las Victorias te ayude a recibir la corona de gloria que no semarchita. Amén.+Luis Fernando Rodríguez VelásquezArzobispo de Cali