Jue 27 Mayo 2021
"Bendito sea Dios Padre, y su Hijo Unigénito, y el Espíritu Santo, porque ha tenido misericordia de nosotros"
LA SANTÍSIMA TRINIDAD
Mayo 30 de 2021
Primera lectura: Dt 4,32-34.39-40
Salmo: Sal 33(32),4-5.6+9.18-19.20+22 (R.cf.12)
Segunda lectura: Rm 8,14-17
Evangelio: Mt 28,16-20
I. Orientaciones para la Predicación
Introducción
El contenido teológico o temático de las lecturas de esta Solemnidad, central en nuestra fe, es abundante y muy amplio, de manera que cada sacerdote podrá darle la centralidad necesaria de acuerdo con la realidad de su propia comunidad. Tres temas posibles:
• La revelación progresiva y ascendente del Misterio de la Santísima Trinidad, se parte del reconocimiento del Dios cercano y presente en la historia, cuya meditación lo descubre como el Dios creador, y que es revelado plenamente por el Hijo – Jesús.
• Un segundo argumento que se puede explorar es el nuevo estatus de los creyentes, a partir de la aceptación de la revelación trinitaria plena que efectos y responsabilidades se concretizan y deben ser vividas por todos y cada uno de los bautizados: hijos de Dios.
• Una tercera mirada, la misión esencial o fundamental del pueblo creyente a partir de la revelación trinitaria: La evangelización, la misión.
1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura?
La primera lectura, del Deuteronomio, libro que narra los grandes discursos de Moisés en forma de testamento, está tomada del primer discurso (1,1 – 4,43), el cual muestra cómo Dios ha guiado de una forma extraordinaria todo el recorrido y existencia de su pueblo. El texto proclamado tiene dos partes, una sección de preguntas a las cuales se responde con la segunda sección a modo de exhortación a reconocer el Único Dios; funciona a modo de epilogo del primer discurso, su función es completar la línea de pensamiento, reconocer desde la historia que hay un único Dios que actúa de manera única, lo que lo hace único, sin otro como Él; quien llega a estas conclusiones descubre que el camino a la auténtica felicidad, ayer como hoy y en el mañana a través de las generaciones que vendrán, está en la vivencia o cumplimiento de las normas y preceptos que el Dios único da.
El salmo 33 (32) es una reflexión sapiencial que se hace oración de alabanza por la acción creadora de Dios, así se convierte en la respuesta a la primera lectura, “pregunta, pregunta al pasado sobre la obra de Dios”, la comunidad de hoy, como el salmista del pasado, alaba porque descubre que la Palabra del Señor es sincera, que Él es el creador, que sus ojos están fijos en sus fieles, que el da la vida y se hace escudo protector, en una palabra, que su amor viene siempre sobre su pueblo.
En la segunda lectura, Pablo ha abordado la vida del cristiano en el Espíritu (Cap. 8), y subraya que esta condición se da gracias a que el creyente ha sido constituido hijo de Dios gracias al Espíritu Santo. El Espíritu no es solo una fuerza interna o maestro interior, sino principalmente el generador propiamente de una vida divina: “hijos de Dios”, “hijos adoptivos”; produce una relación real, a punto que el creyente puede gritar Abba – Padre, expresión que proviene del lenguaje de los niños para decir papá, y que los cristianos, del uso que hizo Jesús, y guiados por el Espíritu, emplean en sus fórmulas de oración o plegarias, expresando así una estrecha relación filial. Hijos adoptivos, pero plenos hijos con todos los deberes y derechos inherentes a tal estatus, pueden llamar a Dios abba, como lo hizo Jesús, y con él coherederos, tanto en el sufrimiento como en la glorificación.
El evangelio corresponde al cierre del evangelio de Mateo, concretamente a la llamada misión universal; el texto puede abordarse en dos partes: Los discípulos (16-17) y Jesús el Resucitado (18-20).
Los discípulos vienen determinados como los Once, periodo intermedio entre la muerte y la comprensión pascual. Ellos regresan de Jerusalén a Galilea, cumpliendo las palabras del mensaje que el ángel ha transmitido por medio de las mujeres: “irá delante de ustedes a Galilea; allí lo verán, como les había dicho” (28,7). Van al “monte que Jesús les había indicado”, referencia que no aparece en ninguna de las narraciones, pero que adquiere un matiz más teológico que indicación geográfica. El monte es el lugar de la revelación de Dios; en el evangelio de Mateo es el lugar de la promulgación del programa del Reino, las Bienaventuranzas (5,2), el espacio donde los discípulos han visto la gloria de Jesús en su manifestación de la transfiguración (17,1). Así los discípulos, del ayer como del hoy, están invitados a leer esta experiencia de encuentro con el Resucitado en la globalidad del anuncio salvador, de la institución del Reino, el cual pasa por la comprensión de la muerte y resurrección de Jesús como lo pide la transfiguración.
Los versículos 18-20 son reservados a Jesús. Mateo no describe su aparición con ningún rasgo físico, absolutamente nada. Lo manifiesta reconocido plenamente, pues los once se “postraron” en actitud de adoración frente a lo divino. Jesús se acerca, actitud propia de Jesús y de Dios totalmente comprometido con los suyos. En este acercarse les confía la misión universal, misión concreta dada por la voz potente, grande. La misión se fundamenta en el poder recibido por Jesús, “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra” y su cercanía permanente, “yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”; todo ello en continuidad con el Dios poderoso que se descubre en la experiencia del pasado, según la primera lectura, al meditar sobre el evento de Egipto. Aquí tenemos un evento superior, la Resurrección es un paso diferente, de la muerte a la vida, un acontecimiento único del Dios único, como no hay otro.
La misión es concreta: hacer que “todos los pueblos” sean discípulos de Jesús el Resucitado; la forma de lograrlo es igualmente precisa, “enseñándoles a guardar todo lo mandado”, elemento común con la primera lectura, “guardar los preceptos y mandamientos”, la novedad aquí se instaura en la relación que se establece con el Misterio de Dios, en el estatus sacramental que se sella con el bautismo: “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. Junto a la misión, el resucitado, entrega el bautismo cristiano, don del resucitado que marca y determina las relaciones del creyente con Dios de una manera única y exclusiva; características que hacen totalmente diferente esta gracia pascual del llamado bautismo del Bautista.
2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad?
Hijos de Dios
Celebrar la Solemnidad de la Santísima Trinidad es un compromiso para mirar y leer el pasado y descubrir en él la acción maravillosa de Dios, y al descubrir al Dios único, meditar en el hoy de forma que se pueda dar una respuesta concreta. Dicha respuesta a la luz de las lecturas se instaura en dos dimensiones. El primer compromiso, es la dimensión orante, como el salmista o los discípulos, que se postran para adorar, creyentes que se dejan guiar por el Espíritu Santo y con su oración entran en relación con el Dios vivo, el Dios que tiene palabras de eternidad, el Dios que se hace cercano y manifiesta su amor. La comunidad creyente manifiesta su condición filial, hijos de Dios, en su relación amorosa y confiada con el Padre Eterno, relación que por el elevado grado de amor y adoración que se le tributa se transforma en oración. Orar es reconocer el amor de Dios presente en cada momento y circunstancia de nuestra vida.
La vida del creyente es un misterio imbuido en el Misterio de la Trinidad, no se trata de un sentimentalismo o idea abstracta, sino que, es una condición real, jurídica con todos sus efectos, es una especie de consanguinidad que permite que guiados bajo la fuerza poderosa del Espíritu Santo se actualice toda la acción salvadora y pueda llamar a Dios Padre, y con Jesús ser hermanos, a tal certeza de ser coherederos, de manera especial en el testimonio de hijos de Dios, como Jesús, en el sufrimiento y la glorificación. Esta vida del creyente con este real estatus de hijo de Dios pide el compromiso ineludible de la evangelización, no se trata de recibir la opción de si acepto o no la misión, sino que ella brota inevitablemente de la condición de hijos de Dios.
Estas dos dimensiones, oración y misión, que se soportan en la condición de hijos de Dios, son las que nos permiten vivir con fidelidad el presente para garantizar un mañana mejor. Nada ni nadie puede hacernos perder de vista el amor de Dios. Ningún mal, del ayer o del hoy, pude diluir nuestra condición de hijos de Dios.
3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo?
Para los sacerdotes celebrantes, el mensaje de las lecturas de hoy nos pide un gran compromiso de manera que nuestras celebraciones eucarísticas sean vividas como un gran momento de oración en la que ejercemos nuestra condición de hijos de Dios. Esto exige nuestra preparación, un sano misticismo y una adecuada preparación. Juntos, pastores y fieles, debemos preocuparnos para que nuestros encuentros sean cada día una verdadera expresión de amor a Dios. Hagamos de este día, Solemnidad de la Trinidad, un momento permanente de oración y contemplación, de manera que cada hora, minuto y segundo, de hoy, lo vivamos pensando, meditando y contemplando al Señor que siempre está cercano a nuestra dura o alegre situación.
II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles
Monición introductoria de la Misa
Hermanos, las circunstancias difíciles de la pandemia de alguna forma nos han distanciado un poco, pero hoy la Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo, nos permiten vivir este encuentro especial para que nos reafirmemos en nuestro compromiso de hijos de Dios. Estamos todos invitados a colocar lo mejor de cada uno en este momento de oración para hacer de él una verdadera adoración a Dios.
Monición a la Liturgia de la Palabra
La Palabra de Dios nos sorprende con su mensaje de revelación. En ella escucharemos como de forma progresiva y ascendente se nos va revelando el Misterio de la Trinidad y como nuestra vida personal y eclesial entra en íntima relación con Dios. Para Aprender a ser, cada día, mejores hijos de Dios, los invito a escuchar con mucha atención.
Oración Universal o de los Fieles
Presidente: Señor, en la confianza de saberte nuestro Padre, cercano y atento a nuestra situación, presentamos como hijos nuestra situación, seguros de ser escuchados y acompañados por tu eficaz acción en nuestro favor. Digamos juntos:
R. Trinidad santa, escúchanos
1. Te pedimos, Señor, por tu Iglesia, para que cada día con mayor claridad y compromiso, todos los bautizados asuman el compromiso de la Nueva Evangelización, que comunique al mundo el mensaje de salvación.
2. Te presentamos, Señor, todos los hermanos que tienen autoridad en nuestra ciudad, departamento y nación, para que su compromiso sea buscar el bien de toda nuestra región.
3. Te suplicamos, Señor, por nuestros hermanos que no han conocido a tu enviado Jesús, para que en medio de sus realidades se abran a la verdad y lo acepten como el Señor de sus vidas.
4. Te entregamos, Señor, esta comunidad que celebra en este día tu Solemnidad, para que cada uno reciba las bendiciones que clama en su corazón con su respetuosa adoración.
Se pueden añadir otras intenciones personales.
Oración conclusiva
Santísima Trinidad,
con la confianza de sabernos hijos de Dios,
alabamos y adoramos tu majestad infinita,
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.