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Iglesia

Mar 9 Mar 2021

Monseñor Luis Adriano Piedrahita: En la muerte de un gran servidor de la Iglesia

Por: P. José Antonio Díaz Hernández - Para quienes tenemos fe en Jesucristo, sabemos que, como dice San Pablo, todo sucede para bien de los que aman a Dios (cf. Rm 8,28). Sin embargo, existen episodios en nuestra vida que nos recuerdan que aceptar esta verdad no siempre es fácil. Uno de estos episodios ha sido la muerte de nuestro Obispo. La muerte de una persona cercana, querida, entregada y eficiente nos causa muchos interrogantes: "¿Por qué Señor? ¿Por qué ahora? ¿Por qué él, si era un Obispo que tanto bien podía hacer aún en esta vida? El lunes 11 de enero, por la tarde, Monseñor Luis Adriano Piedrahita Sandoval, gran pastor y amigo, moría, víctima del coronavirus, tras permanecer varios días en la clínica Avidanti, de Santa Marta. Ante este acontecimiento, sometemos confiadamente nuestras preguntas al misterio de Dios, en quien creemos y esperamos. Él es el Padre del cielo, nuestro origen y nuestra meta, nuestro creador y salvador, nuestro compañero de camino y nuestro descanso eterno. Sólo Dios, insondable en sus juicios e infinito en su misericordia, puede dar la respuesta a las preguntas que dolorosamente suscita la muerte de Monseñor Luis Adriano. Los caminos de Dios son impenetrables. Sus planes no son nuestros planes y sus caminos no son los nuestros (cf. Is 55,8). Este hombre, que se fue de este mundo, desarrolló su actividad sacerdotal propagando, fundamentalmente, la Palabra de Dios, y su legado y enseñanzas siempre estarán presentes en la vida de todos aquellos que fuimos sus discípulos. Toda su vida, toda entera, en los diversos ministerios que como sacerdote y luego como Obispo le encomendó la Iglesia, los vivió con esa pasión misionera que le caracterizó, con el fin de dar a conocer a nuestro Señor Jesucristo y de meter en la vida de la Iglesia esa fuerza que tiene que tener también la Iglesia del Señor para anunciar siempre a Jesucristo y su Palabra. En todo lo que hizo, en lo que dijo, en lo que manifestó con su vida y criterio, fue esa pasión por dar a conocer al Señor. Toda su vida fue, sin lugar a dudas, una afirmación del sacerdocio y de la fe. Como Obispo estuvo vinculado estrechamente a las Diócesis donde sirvió, primero como Obispo Auxiliar de Cali, y luego como Obispo de la Diócesis de Apartadó y Santa Marta (El 19 de julio de 1999 Su Santidad Juan PabloII lo nombró Obispo Titular de Centenaria y Auxiliar de Cali, recibió su ordenación episcopal el 8 de septiembre de 1999. El 3 de julio de 2007 Su Santidad Benedicto XVI lo nombró Obispo de la Diócesis de Apartadó. El 5 de agosto de 2014 el Papa Francisco lo nombró como obispo de la Diócesis de Santa Marta, tomandoposesiónde la jurisdicción el 9 de octubre del 2014en la CatedralBasílicamenor de Santa Marta, el Sagrario y San Miguel). Como Obispo de nuestra Iglesia Particular se dedicó a la labor apostólica como testigo de Cristo, no sólo interesándose por los que ya siguen a Jesús, Buen Pastor, sino consagrándose totalmente a los que ya de cualquier modo perdieron el camino de la Verdad o desconocen el Evangelio o la misericordia salvadora de Cristo. Monseñor Luis Adriano se esforzó por llevar su ministerio como un verdadero maestro de la fe a través de la predicación en las celebraciones en la Iglesia catedral o en las continuas presencias en las diferentes parroquias de la Diócesis y con diferentes grupos, a través de cartas o comunicados dirigidos a los sacerdotes o a los fieles en general con motivo de circunstancias especiales, de artículos y entrevistas de prensa, en las reuniones y retiros del clero, y especialmente a través de las visitas pastorales que las llevó de manera ordenada y exhaustivamente, cubriendo toda la geografía de la Diócesis, y en las que tuvo la ocasión de entrar en comunicación con agentes de pastoral, grupos parroquiales, comunidades educativas, asociaciones cívicas, autoridades, etc. Además de las visitas a las diferentes parroquias y centros de evangelización que el Obispo realizó frecuentemente con motivo de la celebración del sacramento de la Confirmación o de otros sacramentos, o con motivo de las fiestas patronales, que en nuestra Iglesia particular es una costumbre bastante arraigada. Las relaciones de Monseñor Luis Adriano con los sacerdotes de la Diócesis se dieron de manera cordial y fraterna. Fue un pastor cercano. De nuestra parte, como sacerdotes, guardamos con el Obispo una actitud de amistad y de respeto. Son varias las maneras como se relacionó con los sacerdotes, a través de las reuniones del clero que suman unas cinco al año, y de los retiros espirituales anuales. En ambos encuentros se esforzó por estar siempre presente. Las visitas pastorales fue una oportunidad muy adecuada de compartir cercanamente con los sacerdotes, conviviendo con cada uno de ellos por espacio de cuatro días, además de las visitas esporádicas a las parroquias por alguna necesidad. De manera especial se relacionó con los sacerdotes por medio del contacto personal, del celular o de los medios virtuales, que ahora son tan útiles. Siempre estaba dispuesto a atender por cualquiera de estos medios los requerimientos y necesidades de sus presbíteros. Es de destacar, que en este tiempo de pandemia, Monseñor Luis Adriano estuvo cercano a su presbiterio atendiendo, incluso, las necesidades espirituales y materiales de cada sacerdote. Su partida ha dejado entre nosotros los frutos abundantes de quien, como san Pablo, ha “corrido bien la carrera” (cf. 2 Tm 4,7). Sus casi cincuenta años de sacerdocio, estuvieron marcados por una profunda vida de oración, la devota celebración de la Santa Eucaristía y la infatigable atención a las necesidades espirituales de tantos hombres y mujeres que acudían a él para reconciliarse con Dios mediante el sacramento de la confesión o buscar consuelo y sabiduría mediante la dirección espiritual y la formación teológica. No hay palabras para expresar nuestro dolor y consternación, y el de todos sus compañeros y amigos, por su fallecimiento. Es increíble pensar que ya no le volveremos a ver y a tener entre nosotros; pero Dios no se equivoca, le tenía una mejor misión allá con Él, le necesitaba junto a Él, y no cabe duda que el cielo lo recibió con aplausos. Sin mayores pretensiones, Monseñor Luis Adriano, nos mostró a lo largo de su vida, la autenticidad de una vida sacerdotal que es modelo a seguir. Pasando por altos y bajos, éxitos y aparentes fracasos; pero sin perder el entusiasmo de amar a Dios y a los demás, en un servicio desinteresado y rico en frutos de vida eterna. Esta fe que compartimos con él, no nos evita el dolor y el sufrimiento, como no le evitó a Cristo en la cruz. En este punto, me permito remitirme a unas palabras del Evangelio, citadas por Monseñor, unos minutos antes de ser intubado, y que estoy seguro que se identificó con ellas. Me dijo, “José Antonio acércate: puedo expresar la oración de Jesús en Getsemaní: ‹‹Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa, pero no sea como yo quiero, sino como quieras tú››” (Mt 26,39). La humanidad de Jesús se estremece ante la muerte. El amor a la vida, connatural a la naturaleza humana, le hace reaccionar violentamente contra la muerte. Pero por encima de esto, obra en Él la absoluta confianza que ha puesto en su Padre, y resuelve el trance con su obediencia filial a la voluntad de quien lo ha enviado al mundo para mostrar un amor que no se detiene ni ante la muerte para salvar a todos sus hijos e hijas. Que la Eucaristía, que es el sacramento de la Pascua de Jesucristo, nos una a todos en una plegaria por este maravilloso pastor. Él fue ungido por el sacramento del Orden para bendecir y perdonar, anunciar la esperanza y acoger a los desalentados. Dios le dé ahora su recompensa. La Madre de Dios, muestre ahora a Monseñor Luis Adriano el fruto bendito de su seno. ¡Que María custodie nuestra esperanza! P. José Antonio Díaz Hernández Presbítero de la Diócesis de Santa Marta

Mar 9 Mar 2021

Iglesia lamenta asesinato de sacerdote colombiano en Angola

Este lunes, 8 de marzo, el padre Germán Mazo Mazo, Superior General del Instituto de Misiones Extranjeras de Yarumal y su Consejo General, confirmaron la noticia del fallecimiento del sacerdote Manuel Ubaldo Jáuregui Vega, asesinado en Luanda, capital de la República de Angola, Africa. En un comunicado, lamentaron estos hechos y pidieron oración por el eterno descanso del padre Jáuregui, por su comunidad misionera de Yarumal, a la que pertenecía el religioso, y por la familia del sacerdote. Cercanía del episcopado colombiano Por su parte, monseñor Francisco Múnera Correa, obispo de la diócesis de San Vicente del Caguán y presidente de la Comisión Episcopal de Misiones, en unión con el Centro Nacional Misionero y las Obras Misionales Pontificias (OMP), expresaron su tristeza por el asesinato de este religioso, quien llevaba 5 años prestando su servicio sacerdotal en la República de Angola. El prelado ofreció un saludo de solidaridad y cercanía a los Misioneros Javerianos de Yarumal y a la familia Jáuregui Vega por el fallecimiento del padre Manuel Ubaldo Jáuregui, mxy. Padre MANUEL UBALDO JÁUREGUI VEGA Nació en Cúcuta, Norte de Santander, el 10 de agosto de 1984, fue ordenado sacerdote el 3 de diciembre de 2015, y sus cinco años de ministerio sacerdotal misionero, los ejerció en Angola. [icon class='fa fa-download fa-2x'] Descargar comunicado[/icon]

Mar 9 Mar 2021

Mensaje del CELAM ante la visita del Papa Francisco a Irak

Con ocasión de la histórica visita del Papa Francisco a Irak, el presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano y del Caribe (CELAM), monseñor Miguel Cabrejos, emitió un comunicado en nombre de la Institución, donde expresa su agradecimiento al Pontífice por su testimonio valiente de haber visitado estas tierras que por décadas han sido golpeadas por la violencia. En el texto, monseñor Cabrejos expresa su agradecimiento, en nombre del Celam, por “el testimonio valiente de nuestro querido Papa Francisco”, visitando a quienes “sufren las consecuencias del radicalismo religioso, incluso llegando hasta el martirio”. Siguiendo las palabras del propio Papa Francisco, que a su llegada se presentaba como “como Peregrino de la fraternidad universal”, destaca la importancia de su visita como instrumento que “sin duda, alentará y animará la fe de esta Iglesia perseguida y sufriente”. [icon class='fa fa-download fa-2x'] Descargar comunicado[/icon]

Lun 8 Mar 2021

A un gran amigo y misionero, nuestra eterna gratitud

La pandemia no fue impedimento para que el padre Constantino Gutiérrez (q.e.p.d) continuara cumpliendo con la misión encomendada por Dios en la tierra: servir y acompañar a los más necesitados, de manera particular a los indígenas y comunidades afro. De esto dan fe muchas personas que tuvieron la oportunidad y el privilegio de compartir con él como amigo, compañero de trabajo o con algún vínculo por su trabajo pastoral. A un mes de su partida, compartimos apartes de algunos mensajes que expresan la tristeza propia de la muerte y, a la vez, la certeza de saber que el padre Constantino ya se encuentra descansando en el Reino de los Cielos. Monseñor Medardo Henao, vicario apostólico de Mitú y presidente de la Comisión Episcopal de Etnias “La luz del Señor, que en la Pascua ha triunfado por encima de la muerte, ha brillado para el padre Constantino. Durante 36 años de ministerio dedicó sus esfuerzos en forma incondicional al servicio de las comunidades que tuvieron la bendición de compartir con él y de evidenciar el profundo amor que sintió hacia el pueblo indígena, afro, mestizo, en cuyo corazón encontró a Jesucristo y al cual se enfocó, especialmente, por medio de la búsqueda de su formación y promoción a través del Instituto Misionero de Antropología (IMA) y en el Departamento de Etnias de la Conferencia Episcopal, catequizando por medio de ellos el evangelio a estas tierras misioneras de nuestra nación”. Monseñor Joselito Carreño, vicario apostólico de Puerto Inírida “Querido hermano Constantino, ve con todos los frutos que cosechaste en esa gran labor misionera que realizaste, en especial en pro de los pueblos indígenas del Vaupés y del Guainía. Descansa por siempre en la casa del Padre Dios tú que fuiste un infatigable operario del Señor Jesucristo aquí en la tierra”. Mons. Carlos Correa, vicario apostólico de Guapi “Nuevamente somos testigos de cómo la enfermedad y este virus nos ha ido quitando personas muy cercanas. La Iglesia colombiana ha ofrecido la vida de muchos sacerdotes, religiosas y un obispo, hoy damos gracias porque hablamos de un sacerdote que ya no nos acompaña, con una fe muy sencilla; un hombre silencioso, pero con una gran capacidad de escucha; no le asustaba nada, porque su personalidad y su fe se conjugaba en una absoluta confianza en Dios. El hombre del equilibrio y la armonía… A él le debemos agradecer su interés por la formación académica, intelectual, cultural de muchos jóvenes de nuestros territorios olvidados de Colombia”. Padre Ramiro López, director del Departamento de Animación Misionera de la CEC “Se distinguió por su generosidad en el trabajo con la misión, realizó un trabajo abnegado, silencioso, siempre buscando la defensa de los indígenas y afrodescendientes, sirvió con alegría al anuncio del Evangelio”. Luz Marina Peña, coordinadora del Departamento de Etnias de la CEC “Su sabiduría, prudencia, silencio, sencillez, pasión por la misión, servicio, amor desinteresado por los menos favorecidos, marcaron mi vocación misionera. Sus enseñanzas perdurarán por siempre en mi vida y bregaré a continuar su obra misionera que amaba desde sus entrañas”. Casa Provincial Misioneros Javerianos de Yarumal “El padre Constantino se caracterizó por ser un misionero a carta cabal, que amó profundamente las comunidades indígenas y afrodescendientes a quienes servía generosamente en los dos trabajos que realizaba con pasión y dedicación”. Ilda Rosa Sánchez Quintana, docente en Inírida “Siempre se destacó por la promoción de los pueblos indígenas y afros de la mano de los pueblos campesinos. Podía ver a Dios en el que sufría y esto le permitió ser un sacerdote muy cercano a su gente a quien se entregaba con amor”. Doctor Carlos Martínez, director de la Maestría de Paz, Desarrollo y Ciudadanía en Uniminuto “El padre Constantino fue un hombre entregado a los demás, convencido de que la paz de este país pasa por integrar y dar oportunidad a las personas que están protegiendo la vida en los territorios, por eso nos contactó para desarrollar la maestría de paz, desarrollo y ciudadanía, durante dos años aprendimos de él, de la gente con que él trabajaba y aún seguimos aprendiendo. Esperamos que desde donde esté, nos ayude a seguir vinculando a más personas a conocer sus historias, a fortalecer sus esperanzas”. Padre Harold Castilla, rector general de Uniminuto “Recuerdo mucho su permanente venida a la universidad, buscando mucho que sus comunidades y líderes indígenas pudieran estudiar. Tuve la oportunidad de apoyarlo en este sueño y estoy seguro que cada uno de esos hombres y mujeres están desarrollando su proyecto curricular a través de lo que estudian en la Universidad Minuto de Dios, ellos estarán hoy también muy agradecidos con el padre Constantino”. Familia Giraldo Villegas “El padre Constantino fue un hombre del hacer, del servir, siempre con la otra persona a flor de piel; un ser del que aprendimos cómo se evangeliza con profundo respeto por el otro, aprendiendo y creciendo con el otro. Un hombre sabio”.

Lun 8 Mar 2021

Las mujeres desde Fratelli Tutti

Por: Mons. Fernando Chica Arellano - Aprovechando la ocasión que nos brinda el Día Internacional de la Mujer, vamos a acercarnos en estas páginas a algunas reflexiones que, al respecto, realiza la encíclica Fratelli Tutti. Se inscribe así en la consistente aportación de la Iglesia, que siempre ha afirmado, en su doctrina, la dignidad inviolable de la mujer y siempre ha apostado, en su práctica, por la promoción de las mujeres. Efectivamente, el Papa Francisco recuerda que “así como es inaceptable que alguien tenga menos derechos por ser mujer, es igualmente inaceptable que el lugar de nacimiento o de residencia ya de por sí determine menores posibilidades de vida digna y de desarrollo” (FT 121). Por eso, “si toda persona tiene una dignidad inalienable, si todo ser humano es mi hermano o mi hermana, y si en realidad el mundo es de todos, no importa si alguien ha nacido aquí o si vive fuera de los límites del propio país” (FT 125). El análisis de la realidad nos muestra que “la organización de las sociedades en todo el mundo todavía está lejos de reflejar con claridad que las mujeres tienen exactamente la misma dignidad e idénticos derechos que los varones. Se afirma algo con las palabras, pero las decisiones y la realidad gritan otro mensaje. Es un hecho que doblemente pobres son las mujeres que sufren situaciones de exclusión, maltrato y violencia, porque frecuentemente se encuentran con menores posibilidades de defender sus derechos” (FT 23). En ese sentido, destaca de manera particular la situación de las mujeres rurales, que tantísimo sufrimiento acumulan en sus quehaceres, y que, al mismo tiempo, tantísima energía, esfuerzo, creatividad y audacia encarnan en sus vidas. Logran, de esta manera, abatir el pesimismo, hacer germinar por doquier la fraternidad y abrir horizontes de novedad en nuestros pueblos. Sobre sus hombros de jóvenes, madres, esposas, viudas o abuelas, alentadas por el entusiasmo o revestidas de sabiduría y experiencia, consiguen derrotar el egoísmo, no arredrarse ante las contrariedades y sostener a quienes vacilan, beneficiando de ese modo a sus comunidades, sacando adelante a sus familias e infundiendo en las nuevas generaciones la esperanza en un futuro mejor. Junto a ellas camina y a ellas sirve la Iglesia, la mayoría de las veces de una manera tan silenciosa como eficiente. Como señala la encíclica, “la afirmación de que todos los seres humanos somos hermanos y hermanas, si no es solo una abstracción, sino que toma carne y se vuelve concreta, nos plantea una serie de retos que nos descolocan, nos obligan a asumir nuevas perspectivas y a desarrollar nuevas reacciones” (FT 128). Porque, lamentablemente, “mientras muchas veces nos enfrascamos en discusiones semánticas o ideológicas, permitimos que todavía hoy haya hermanas y hermanos que mueran de hambre o de sed, sin un techo o sin acceso al cuidado de su salud” (FT 189). Para evitar la abstracción necesitamos acercarnos a las personas concretas, con sus historias y sus sufrimientos. “Preguntemos a las víctimas. Prestemos atención […] a las mujeres que perdieron sus hijos, a los niños mutilados o privados de su infancia. Prestemos atención a la verdad de esas víctimas de la violencia, miremos la realidad desde sus ojos y escuchemos sus relatos con el corazón abierto” (FT 261). Esta actitud nos abrirá a la verdad, de la mano de la justicia y la misericordia. “Verdad es contar a las familias desgarradas por el dolor lo que ha ocurrido con sus parientes desaparecidos. Verdad es confesar qué pasó con los menores de edad reclutados por los actores violentos. Verdad es reconocer el dolor de las mujeres víctimas de violencia y de abusos” (FT 227). En esa verdad encontramos no solo sufrimiento y desgarro, sino también espíritu de superación y un creativo anhelo por la vida, que en numerosas ocasiones y de mil formas diversas logran plasmar tantas mujeres en el mundo, y muy especialmente las que se encuentran en contextos de pobreza y marginación. Muchas de ellas simbolizan la actitud y las acciones del Buen Samaritano; en medio del dolor y de la herida “la parábola nos muestra con qué iniciativas se puede rehacer una comunidad a partir de hombres y mujeres que hacen propia la fragilidad de los demás, que no dejan que se erija una sociedad de exclusión, sino que se hacen prójimos y levantan y rehabilitan al caído, para que el bien sea común” (FT 128). Así pues, “cuidemos la fragilidad de cada hombre, de cada mujer, de cada niño y de cada anciano, con esa actitud solidaria y atenta, la actitud de proximidad del buen samaritano” (FT 79). Por ello los cristianos necesitamos volver una y otra vez a “la música del Evangelio” y permitir que suene “en nuestras casas, en nuestras plazas, en los trabajos, en la política y en la economía”. De lo contrario, “habremos apagado la melodía que nos desafiaba a luchar por la dignidad de todo hombre y mujer” (FT 277). Esta música del Evangelio renueva “la convicción de que cada mujer, cada hombre y cada generación encierran en sí mismos una promesa que puede liberar nuevas energías relacionales, intelectuales, culturales y espirituales” (FT 196). Al comienzo de su encíclica, el Papa recuerda que la expresión “Fratelli Tutti” fue empleada por San Francisco de Asís “para dirigirse a todos los hermanos y las hermanas, y proponerles una forma de vida con sabor a Evangelio” (FT 1). Con esa música y ese sabor a Evangelio la verdadera caridad cristiana se expresa “en el encuentro persona a persona” y, a la vez, “es capaz de llegar a una hermana o a un hermano lejano e incluso ignorado, a través de los diversos recursos que las instituciones de una sociedad organizada, libre y creativa son capaces de generar” (FT 165). “Reconocer a cada ser humano como un hermano o una hermana y buscar una amistad social que integre a todos no son meras utopías. Exigen la decisión y la capacidad para encontrar los caminos eficaces que las hagan realmente posibles. Cualquier empeño en esta línea se convierte en un ejercicio supremo de la caridad” (FT 180). También en esto son modélicas muchas mujeres empobrecidas, que saben combinar la ternura y la política, la cercanía y la firmeza, con una imaginación y tenacidad admirables. “Es el amor que se hace cercano y concreto. Es un movimiento que procede del corazón y llega a los ojos, a los oídos, a las manos. […] La ternura es el camino que han recorrido los hombres y las mujeres más valientes y fuertes” (FT 194). Que el Señor nos conceda avanzar en esta dirección. Y que la Virgen María, Mujer fuerte y Consuelo de los afligidos, interceda por nosotros. Fernando Chica Arellano Observador Permanente de la Santa Sede ante la FAO, El FIDA y el PMA

Lun 8 Mar 2021

El Presidente del CELAM reconoce la labor de las mujeres

Este 8 de marzo, en el marco del Día Internacional de la Mujer, el presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), monseñor Miguel Cabrejos Vidarte, ha expresado su reconocimiento y gratitud “a todas las mujeres de nuestros pueblos latinoamericanos y caribeños, especialmente por su singular don de ser fuente de vida y su coraje para defenderla”. No es solo un día, es toda una existencia “En la Iglesia consideramos que este homenaje no es solo de un día, sino de toda una existencia”, ha dicho Cabrejos Vidarte, sin ahorrar elogios para agradecer a Dios por cada una de las mujeres del continente, “por ser mujeres que tejen una Iglesia sinodal y en salida misionera en los más variados escenarios donde ‘primerean’ llevando la buena nueva del Evangelio”. Ya desde la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y Caribeño, en Aparecida, los obispos del continente han manifestado que “urge que todas las mujeres puedan participar plenamente en la vida eclesial, familiar, cultural, social y económica, creando espacios y estructuras que favorezcan una mayor inclusión”, como recuerda el Presidente del CELAM en su mensaje. El liderazgo de la mujer en la Iglesia En este sentido, siguiendo el ejemplo del Papa Francisco, que en múltiples oportunidades ha subrayado el papel fundamental de la mujer en la Iglesia, el CELAM, en su actual proceso de renovación y reestructuración, está dando “pasos decisivos para reconocer y promover el liderazgo de la mujer en la Iglesia”. Así lo expresan las instancias de participación del camino sinodal de la reforma del CELAM, lo mismo que el logo de la próxima Asamblea General en el cual, como asevera Mons. Cabrejos, “sobresale la presencia de la mujer en nuestro propósito de continuar tejiendo sueños, renovando compromisos”. El agradecimiento de los obispos “Queridas hermanas, los obispos de este continente les agradecemos su entrega y compromiso con las comunidades. Ustedes también son el rostro materno de Dios en la Iglesia, que es Madre y Maestra”, destaca el Presidente del CELAM, al final de su mensaje, alentándolas a continuar caminando bajo la inspiración de Santa María, “mujer llena de sabiduría” y “Estrella de la evangelización”. “Imploramos la bendición de Dios sobre sus vidas y la intercesión de Santa María de Guadalupe, patrona de nuestro continente, para que sigan siendo fieles a su vocación de tejer sinodalidad, en salida misionera”, concluye Mons. Cabrejos, con una cálida felicitación en el Día de la Mujer. Fuente: Departamento de Comunicaciones del CELAM [icon class='fa fa-download fa-2x'] Descargar comunicado[/icon]

Vie 5 Mar 2021

Conviértete y cree en el Evangelio

Por: Monseñor José Libardo Garcés Monsalve - Durante el tiempo de gracia ini­ciado el Miércoles de Ceniza, que conocemos como la Cua­resma, es muy oportuno, sobre todo para reafirmar la fe en Nuestro Señor Jesucristo, fortalecer la gracia de Dios y reafirmar nuestra vocación cristiana a la santidad. Con los medios espiritua­les y las prácticas cuaresmales, apo­yados por la Palabra de Dios, la Euca­ristía, la oración y la caridad, podemos profundizar en la respuesta al llamado que Dios nos hace a ser santos como Él, tal como lo meditamos en la Pala­bra de Dios: “Ustedes sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto” (Mt 5, 48; Cfr. 1Pe 1, 16), el primer paso es volver a Dios mediante una auténtica y sincera conversión. Al recibir la Ceniza hemos escuchado las palabras: “Conviértete y cree en el Evangelio” (Mc 1, 15), somos invita­dos a reorientar la vida hacia Dios y renovar la fe en la Buena Noticia del Reino de Dios. Se nos recuerda la ne­cesidad de conversión y penitencia que en el Tiempo de Cuaresma tenemos que reforzar para purificar nuestra con­ciencia del mal y el pecado, así puri­ficados, podamos recibir la gracia de Dios, que nos sostiene y alienta en el combate espiritual de cada día. La conversión es ir hacia adelante en el seguimiento de Jesús, sabiendo que, en un primer momento, estamos llamados a dejar un pecado, un vicio dominan­te que va arruinando nuestra vida, pero en un nivel superior es transfor­mar la vida en Cristo, para decir con san Pablo: “Ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gál 2, 20). De tal manera, que todo nuestro actuar, sentir y vivir es en Cristo, como lo ex­presaba San Pablo en su experiencia espiritual: “Para mí la vida es Cristo” (Fil 1, 21). El momento actual está marcado por la CO­VID-19, pandemia que ha golpeado a toda la hu­manidad y ha dejado por tierra muchos proyectos políticos, económicos, sociales y también per­sonales. Sin embargo, en Jesucristo Nuestro Señor, tenemos la espe­ranza puesta y estamos seguros que es esperanza que no defrauda porque: “sabemos, además, que todo contribuye al bien de los que aman a Dios, de los que Él ha llamado según sus planes” (Rom 8, 28). Este momento también es un tiempo de purificación. Así como después del diluvio universal, Dios comenzó algo nuevo con la humanidad, así comenza­rá en este presente histórico, algo reno­vado, cuando decidamos renovar nues­tro corazón con la gracia de Dios, que se ofrece gratuitamente en este tiempo de salvación y de gracia que estamos viviendo con la Cuaresma, en camino de auténtica y sincera conversión. Conversión y fe en el Evangelio de Jesucristo, significa arrodillarnos frente al Santísimo Sacramento y con humildad pedir perdón a Dios por nuestros pecados y Él, con su amor misericordioso desde la Cruz nos per­dona, para que volvamos a Dios. Pero también, es tiempo para perdonar a nuestros hermanos por las ofensas que nos han hecho, “perdónanos nuestras ofensas, como también nosotros per­donamos a los que nos ofenden”, re­petimos con frecuencia en la oración del Padre Nuestro, sabiendo que el perdón es un beneficio para quien lo recibe, pero es sobre todo una gracia para quien lo ofrece. El perdón nos pu­rifica de odios, resentimientos, renco­res y venganzas, que son veneno para nuestra alma, siendo el perdón, la me­jor medicina, gracia de Dios y paz para nosotros. De esta manera, podemos aspirar a vivir en este tiempo de reflexión y de gracia en familias perdo­nadas, reconciliadas y en paz, porque la gracia de Dios llega a cada cora­zón que se deja renovar por el regalo del perdón. Ofreciéndolo también al prójimo, empezando por el núcleo familiar, como una oportu­nidad para volver a Dios en esta hora de incertidumbre y de cruz por la que pasamos todos, pero que nos ayudará a sanar y purificar nuestro corazón y vivir renovados por la fuerza que viene de lo alto. Conviértete y cree en el Evangelio, es también hacer presente la caridad de Cristo en los hermanos, que es un mandamiento para todos nosotros, sa­biendo que la puerta de entrada al cielo es la caridad, tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de be­ber, estuve necesitado y me auxiliaron, vengan benditos de mi padre a poseer el Reino eterno, la gloria del cielo, (Cfr. Mt 25, 31 - 46). Como cristianos, como Iglesia Católica actuamos en el nombre del Señor y lo hacemos con la misma fuerza de su amor para con nosotros, que hace que todos nos sintamos her­manos, hijos de un mismo Padre. En la Diócesis de Cúcuta, este año queremos hacer presente la caridad de Cristo para con los más pobres, mediante la Campaña de Comu­nicación Cristiana de Bienes, que promueve darle de comer a más de cinco mil familias, como lo hizo Jesús cuando sintió compasión de la multi­tud. Los cristianos católicos de Cúcuta queremos a través de la Diócesis y del Banco de Alimentos, dar de comer a familias necesitadas. Por eso, la meta son cinco mil mercados para compar­tir con los más pobres de un sector de la ciudad. Ponemos en las manos de Dios esta misión y animo a todos los fieles de las parroquias a compartir desde lo poco o mucho que tengan, con otros más pobres, haciendo reali­dad en la vida personal y familiar esas palabras del tiempo cuaresmal: Con­viértete y cree en el Evangelio. Que esta Cuaresma que hemos iniciado sea un tiempo de gracia para reafir­mar nuestra respuesta de fe, espe­ranza y caridad a la llamada que Dios nos hace a la conversión y a la santi­dad, escuchando y leyendo el mensaje del Señor, meditándolo y creyendo en su Palabra y con ello convertir nuestra vida, siguiendo las palabras del Evan­gelio y comunicando esa buena noticia a los hermanos, transmitiendo su men­saje con nuestras palabras y obras de caridad. En este proceso contamos con la pro­tección maternal de la Santísima Vir­gen María y del Glorioso Patriarca San José, nuestro patrono, quienes escucharon la Palabra de Dios y entre­garon su vida para hacer su voluntad. Con María y San José queremos reno­var nuestro deseo de conversión para transformar nuestra vida en Cristo. Para todos, mi oración y bendición. + José Libardo Garcés Monsalve Administrador Apostólico de la diócesis de Cúcuta

Vie 5 Mar 2021

“Narrando paz, tejiendo esperanza desde el departamento de Sucre”

Este es el nombre de la campaña bajo la cual, este jueves 4 de marzo, la Comisión de Conciliación Nacional (CCN), acompañó a la diócesis de Sincelejo en el desarrollo del segundo módulo del taller regional de comunicaciones para la reconciliación y la paz. Durante la jornada, que contó con la presencia de monseñor José Clavijo Méndez, obispo de esta jurisdicción eclesiástica, se desarrollaron diferentes espacios prácticos de reflexión grupal, análisis sobre lenguajes y narrativas audiovisuales, que sirvieron para que los asistentes expresaran algunas propuestas de cómo comunicar la paz. Fruto de este ejercicio, los participantes elaboraron productos comunicativos en formato de video, donde hacían narraciones sobre reconciliación y construcción de paz en sus territorios. Al taller asistieron cerca de 20 periodistas, comunicadores, sacerdotes, religiosas y agentes de pastoral de la ciudad de Sincelejo y municipios aledaños, esta vez, en modalidad presencial y guardando los cuidado de bioseguridad. Fuente: Of. comunicaciones CCN