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navidad

Mar 15 Dic 2020

Mensaje pastoral de los Obispos de las Diócesis de Antioquia y Chocó

A pocos días del inicio de la Navidad y ante la compleja realidad que aqueja a los pueblos de los departamentos de Antioquia y Chocó, por causa no solo de la emergencia sanitaria, sino por diferentes factores sociales enraizados en estos territorios, los obispos presentes en estas zonas del país han emitido un comunicado para visibilizar una vez más estas problemáticas y solidarizarse con las comunidades que las habitan. “Como pastores del pueblo de Dios, nos siguen preocupando las problemáticas que afectan a esta región del país. Constatamos que crece la destrucción ambiental causada por la minería irresponsable, se multiplica la presencia de actores armados y se incrementa la nefasta cadena del narcotráfico. Nos duelen las vidas que se pierden por la violencia. Lamentamos que la extorsión y otras formas de criminalidad se sigan convirtiendo en graves amenazas para la vida y el desarrollo de las comunidades”, señala el escrito. Igualmente, en su mensaje destacan la valentía de las comunidades al estar enfrentando esta pandemia, resaltando de ellas la fortaleza y solidaridad para asumirla; así también, hacen notar la riqueza de estos territorios en materia de recursos naturales, permitiéndoles con ello enfrentar en su momento múltiples problemáticas. Al recordar y expresar su cercanía con las víctimas de los incendios y de los diferentes desastres naturales, hacen un llamado a la solidaridad del pueblo colombiano y a las instituciones estatales para que se sigan desplegando las ayudas a quienes han padecido con estos hechos. Así mismo, en cuatro puntos, los jerarcas marcan la pauta invitando a vivir esta Navidad con fe y esperanza, siguiendo la invitación que hizo el papa Francisco en su última encíclica, Fratelli Tutti, “seamos capaces de reaccionar con un nuevo sueño de fraternidad y de amistad social que no se quede en las palabras”: Como un momento propicio para reflexionar en el sentido de nuestra vida y en el rumbo que le queremos dar; para hacer compromisos de cambio para el bien propio y de los demás. Como una oportunidad sin igual para fortalecer la vida de familia, porque en ella experimentamos la fuerza del amor, de la unidad, del perdón, de la ayuda mutua, de la comprensión, del diálogo, del cuidado de unos hacia otros. Como una fiesta de encuentro y fraternidad; no de bullicio, excesos y despilfarro. Pensemos en los hermanos que carecen de lo necesario para vivir, y acudamos a ellos con obras concretas de solidaridad. Esta es la vía correcta si queremos lograr que Colombia deje de ser uno de los países más desiguales del mundo. Como un momento privilegiado para asegurar la construcción de la paz en la justicia social. Este tiempo nos pide hacer una opción valiente y decidida para acabar con toda forma de violencia, de corrupción, de deshonestidad y de crimen. Finalmente, evocaron la intercesión de la Sagrada Familia de Nazaret, para que en este tiempo de Navidad la oración de tantos colombianos sea escuchada “que la celebración del nacimiento de Cristo sea luz para los pueblos del Chocó y de Antioquia, y abra horizontes de esperanza para sus comunidades indígenas, afrodescendientes y mestizas”. El mensaje fue suscrito por: Monseñor Ricardo Tobón Restrepo, arzobispo de Medellín; mons. José Mauricio Vélez García, obispo auxiliar de Medellín; mons. Orlando Corrales García, arzobispo de Santa Fe Antioquia; mons. Hugo Alberto Torres Marín, obispo de Apartadó; mons. César Alcides Balbín Tamayo, obispo de Caldas; mons. Juan Carlos Barreto Barreto, obispo de Quibdó; mons. Fidel León Cadavid Marín, obispo de Sonsón – Rionegro; mons. Mario de Jesús Álvarez Gómez, obispo de Istmina – Tadó; mons. Guillermo Orozco Montoya, obispo de Girardota; mons. Elkin Fernando Álvarez Botero, obispo electo de Santa Rosa de Osos, y mons. Noel Londoño Buitrago, obispo de Jericó. [icon class='fa fa-download fa-2x'] Descargar mensaje de los obispos[/icon]

Lun 14 Dic 2020

Navidad en tiempos de pandemia

Por: Mons. Gabriel Ángel Villa Vahos - La Navidad en nuestras legendarias tradiciones, ha sido siempre un tiempo diferente a los demás días del año. Tiempo de luces, de colores, de música y descanso, de alegría, de familia, bueno y también de vida espiritual, de celebración de la fe. Porque, en definitiva, la verdadera Navidad es la celebración cristiana de la encarnación del Hijo de Dios, el cumplimento de la promesa del Padre de venir al encuentro de la humanidad para rescatarnos del pecado y darnos la salvación. La Navidad de este 2020, en muchos aspectos, parece tener otra coloración. Estamos limitados para celebrar la parte cultual, para realizar reuniones, para encontrarnos. Es que la pandemia del Coronavirus nos ha despertado bruscamente del peligro mayor que siempre han corrido los individuos y la humanidad: el del delirio de omnipotencia. Así actúa a veces Dios con nosotros: trastorna nuestros proyectos y nuestra tranquilidad, para salvarnos del abismo que no vemos. Tenemos la ocasión de celebrar este año una inédita Navidad, de recuperar su verdadero sentido cristiano, de vivirla en familia, sin excesos. Es que, como la ha dicho el ahora cardenal Raniero Cantalamessa, “ha bastado el más pequeño y deforme elemento de la naturaleza, un virus, para recordarnos que somos mortales, que la potencia militar y la tecnología no bastan para salvarnos. «El hombre en la prosperidad no comprende —dice un salmo de la Biblia—, es como los animales que perecen» (Sal 49,21). ¡Qué verdad es!” Fruto positivo de la presente crisis sanitaria es el sentido de solidaridad que se ha despertado en muchas personas, actitud que debemos seguir potenciando. Son muchos los que, a raíz de esta crisis, han sacado lo mejor de sí para apoyar espiritual y materialmente a otros hermanos en situaciones de gran dificultad. La pandemia nos ha hecho recordar que todos necesitamos de todos. ¿Cuándo, en la memoria humana, los pueblos de todas las naciones nos hemos sentido tan iguales, tan poco litigiosos, como en este momento de dolor? Nos hemos olvidado de los muros a construir para abrir nuestra mente y nuestro corazón hacia los sentimientos más nobles. El virus no ha conocido fronteras. En un instante ha derribado todas las barreras y las distinciones: de raza, de religión, de poder. Necesitamos cuidarnos y cuidar la salud de los otros. Somos frágiles, somos débiles. Ojalá les lecciones que nos deja esta prolongada crisis, sean para vivir mejor. No debemos volver atrás cuando este momento haya pasado. Como nos ha exhortado el Papa Francisco, no debemos desaprovechar esta ocasión. No hagamos que tanto dolor, tantos muertos, tanto compromiso heroico por parte de los agentes sanitarios haya sido en vano. Esta es la «recesión» que más debemos temer. Junto al pesebre tenemos la oportunidad de contemplar, en palabras del Cardenal Eduardo Pironio, “un Niño débil que nos hace fuertes, un niño pobre que nos hace ricos”. Él es nuestra paz, Él ha destruido con su amor infinito el muro que nos separaba, el odio, el egoísmo, la rivalidad… Vivamos con responsabilidad, en familia y en paz, esta “diferente” Navidad. Para todos santa y feliz Navidad, bendiciones en el año por venir. + Gabriel Ángel Villa Vahos Arzobispo de Tunja

Jue 3 Dic 2020

Predicación Orante de la Palabra / Adviento – Navidad 2020 - 2011

Predicación Orante de la Palabra Tiempo de Adviento – Navidad 2020 - 2011 [icon class='fa fa-download fa-2x'] Descargar predicación orante[/icon]

Mar 1 Dic 2020

Preparad los caminos del Señor, el ADVIENTO

Por: Mons. Víctor Manuel Ochoa Cadavid - Vivimos tiempos difíciles, y en medio de la crisis de salud que ha provocado la COVID-19, la terrible situación invernal que ha hecho sufrir a mu­chos, nos disponemos a iniciar un nuevo Año Litúrgico, ya que el ca­lendario de las celebraciones de la Iglesia se rige, no por la sucesión de días y meses que se registran en el almanaque, sino por una forma muy especial de contar el tiempo, el cual se basa en la fecha de la Pascua y que ordena todas las cele­braciones en un ciclo colmado de signos y celebraciones que cons­tituyen el Año Litúrgico, en este caso ya el 2021. Hemos concluido el Año Litúrgico con la Solemni­dad de Cristo Rey del Universo y comenzaremos este domingo, el santo Tiempo del Adviento. La Iglesia del Señor está llamada a dar gloria a su Dios. Su misión es anunciar con la Palabra, la vida y el culto, la presencia de Dios en la historia, manifestar a Cristo glo­rioso en medio de las realidades del mundo, celebrando visible­mente su triunfo sobre la muerte. Ya lo decimos en nuestras celebra­ciones: Anunciamos tu muerte, proclamamos tu Resurrección, ven Señor Jesús. Este es el centro de nuestra fe y, hacia este anuncio gozoso corre y trabaja todo nues­tro plan pastoral, queremos poner a Jesús en el corazón y en la vida de todos los hijos de la Iglesia. Iniciamos el Año Litúrgico con el tiempo del ADVIENTO, esta vi­vencia de la liturgia, nos pone de frente a las celebraciones con cua­tro semanas que preceden la santa Navidad, que siempre tiene fecha fija: el 25 de diciembre. La pre­paramos con un Tiempo de gracia que va permitiéndonos escuchar en la Palabra y celebrar en la li­turgia diaria, un camino recorrido por los profetas, animado por los consejos sabios de los Apóstoles, e ilustrado con la narración his­tórica de dos acontecimientos: el primero, el nacimiento de Jesús en la historia; el segundo, la segunda venida del Señor, la que espera­mos como consumación de la his­toria humana y victoria definitiva de Dios. El tiempo preparatorio se lla­ma Adviento, se usan vestiduras moradas, se leen los profetas que anuncian a Cristo, se prepara su venida con oraciones que le di­cen al Señor que ven­ga nuevamente: “Ven, Señor Jesús”. Se des­taca en este Tiempo, la Virgen María, que nos enseña a esperar con fe la segunda venida del Señor. Son cuatro domingos de Adviento. En ellos se celebra la esperan­za y la alegría de saber que el Señor llega con su poder y con su paz a inundar los corazones de los que ama con la luz de la vida, con la fuerza renovadora de su amor. El Adviento se celebra en las cua­tro semanas anteriores al 25 de diciembre, comenzando, precisa­mente en esta última semana de noviembre. Nuestro ADVIENTO hemos de vivirlo en la realidad concreta de una sociedad que ne­cesita reavivar la esperanza, pro­mover una experiencia de caridad con tantos signos de dolor como los que vive el mundo, vivir estos días en la promoción de la frater­nidad que, a la luz del Evangelio se llama: caridad. Hay signos muy especiales para este Tiempo: En primer lugar, el mismo tiempo ya es un signo. Cuatro domingos y cuatro semanas que nos recuerdan la preparación del pueblo de Is­rael para la llegada del Mesías, la voz de los profetas que anuncian la presencia del Señor y Salvador, la figura protagónica de San Juan Bautista que va disponiendo el resto de Israel, es decir, los pocos que aún esperaban la salvación, y que quiere advertir sobre la inmi­nencia del inicio de la misión de Jesús. Es central en el adviento la figura de María, la Virgen fiel, la Madre de la esperanza, que se convierte en sigo de fidelidad y en mo­delo de fe para todos nosotros. Nuestro Adviento debe ser una escuela de caridad, iluminada por la fe y la esperan­za, nos debe renovar en el deseo de ser pre­sencia del Señor en el corazón de tantos que sufren, ser signo del amor de Dios en la vida de quienes nos muestran en su ros­tro doliente la llamada del Señor, a vivir más fraternalmente, a es­tar cerca de los enfermos, de los niños, de los ancianos, de tantas realidades en las que este tiempo de celebración y de alegría se ve ensombrecido por el flagelo de la enfermedad y la pandemia. Es tiempo de anuncio de la Palabra en una predicación esperanzadora, en una promoción de muchos y muy significativos momentos de evangelización: la Fiesta de la In­maculada, fiesta de luz y de espe­ranza; la Novena de Navidad, que entre nosotros es “madrugarle a la esperanza” para abrir con el cla­rear del día unas jornadas de anun­cio del Evangelio y de gozosa pro­clamación de una fe que reconoce en Jesús el que nos libra “de la cárcel triste que labró el pecado” y el que quiere ser “consuelo del triste y luz del desterrado”. Desde ahora, los invito a usar con gran alegría, todos, la Novena de Navi­dad que ha preparado el Centro de Comunicaciones de la Diócesis de Cúcuta y que pueden encontrar en sus parroquias. Adviento es entonces una escuela de esperanza, una escuela de con­fianza, unas jornadas en las que adornamos el corazón con la luz de la fe y llenamos nuestras vidas con la certeza del amor de Dios que nunca abandona a sus hijos amados. En este tiempo nos llenamos de luces, de signos externos, que nos tienen que llevar a Jesucristo, que es la “luz de las gentes”, que alum­bra la tiniebla del pecado y del mal en el mundo. Él pone su luz dónde hay tristeza, muerte, desesperan­za. Que vivamos con respeto y si­lencio, con esperanza este tiempo que nos prepara a un encuentro con el Evangelio viviente del Pa­dre, Jesucristo mismo. Miremos al pesebre con espe­ranza, con los ojos puestos en la Santa Virgen y en San José, que se dedican a servir a Dios, esperan­do al Salvador y Redentor. Buen ADVIENTO para todos, para sus familias. + Víctor Manuel Ochoa Cadavid Obispo de la Diócesis de Cúcuta

Vie 27 Nov 2020

"Estén atentos, vigilen: pues no saben cuándo es el momento"

Primer domingo de Adviento Noviembre 29 de 2020 Primera Lectura: Is 63,16b-17.19b; 64,2b-7 Salmo: 80(79), 2ac+3b.15-16.18-19 (R. cf. 4b) Segunda Lectura: 1Co 1,3-9 / Evangelio: Mc 13,33-37 I. Orientaciones para la Predicación Introducción En el inicio del tiempo litúrgico del Adviento, la Palabra de Dios nos alienta a ir con el corazón bien dispuesto al encuentro del Señor que viene: * No se trata sólo de la celebración anual del nacimiento del Salvador, sino también de la espera gozosa de su segunda venida en la gloria. * La conversión a Dios es la primera y fundamental disposición para acoger al Salvador. * El Señor nos reitera la necesidad de permanecer “vigilantes”, es decir, que perseveremos cada día en nuestra vida en Cristo. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Los capítulos 63 y 64 del profeta Isaías, de los cuales están entresacados los versículos que se han proclamado en la primera lectura, conforman una preciosa oración dirigida a Dios, pidiendo su “vuelta” y su acción para la salvación del pueblo, que muy probablemente está atravesando la experiencia del destierro. Estas palabras señalan un itinerario para ir al encuentro del Salvador, en el que aparecen varias disposiciones del orante: * El reconocimiento de la paternidad de Dios, aun teniendo en cuenta las rebeldías del pueblo. Es muy bella la confesión que cierra la lectura: “Tú eres nuestro Padre, nosotros la arcilla y tú el alfarero; somos todos obra de tu mano”. * La confianza en el amor de Dios, que interviene y actúa en la historia, que salva a sus hijos. Este es el significado de la imagen de los cielos rasgados para que Dios baje. * La conciencia de que, para ir al encuentro del Señor, es necesario el esfuerzo de practicar la justicia, acordarse de sus caminos, volver a él desde el corazón. En la segunda lectura se subraya otra convicción: que la perseverancia hasta el final es obra de la gracia divina en nosotros: “Él -Cristo- los mantendrá firmes hasta el final”. No basta el solo esfuerzo humano, aunque éste sea imprescindible; nuestra perseverancia es primeramente obra de la gracia. En el Evangelio, el Señor nos dice reiterativamente: “velen”. Este imperativo claramente tiene en perspectiva los últimos tiempos, la vuelta del Señor, la cual no nos debe sorprender “dormidos” o “descuidados”. De manera obvia, estas alusiones se refieren a la disposición interior de vivir continuamente la voluntad de Dios, de ser siervos que hacen la tarea que nos ha sido confiada, de estar siempre listos para cuando vuelva el Señor. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? A causa de la pandemia del Covid-19 estamos viviendo momentos de incertidumbre y de muchas dificultades. Desde nuestra fe, en este contexto, el Adviento se nos presenta como un camino de esperanza, que nos encamina para ir al encuentro de Cristo Salvador. Para recorrerlo es necesario que tengamos presente: Las dos venidas de Cristo: Iniciando nuevamente el Adviento, tiempo para preparar nuestra espera del Señor, la Palabra nos recuerda que nuestra vida debe ser una continua peregrinación hacia la casa del Padre. En efecto, generalmente vivimos el Adviento como una preparación para el nacimiento del Niño Dios, pero no se nos debe olvidar la dimensión escatológica que nos pide estar vigilantes para recibir al Señor en su segunda venida. La preparación ha de ser ante todo interior: Es bello y bueno que, en este tiempo, se organicen algunas exteriores que crean un ambiente navideño: luces, árbol, pesebre, decoraciones, regalos, etc. Sin embargo, la primera e infaltable preparación ha de ser en el interior de cada persona, donde Cristo quiere nacer, y desde donde salen las buenas acciones para ir al encuentro definitivo con él. La vigilancia como permanencia en el amor de Dios: Es la invitación central que nos hace hoy el Señor: “velen”. Quiere decir que nuestra vida debe estar siempre centrada en el amor de Dios y el deseo de vivir permanentemente su voluntad. Este “velar”, así como queda expresado en la imagen de los servidores que esperan a su Señor, nos exige mantenernos atentos a los signos de los tiempos, esto es a las realidades que reclaman nuestro compromiso de fe. Dicho de otra manera, no nos podemos descuidar o adormecer pensando que el Señor tarda, llevando una vida descuidada o indiferente frente al amor de Dios. La oración de quien espera: La comunidad cristiana ora en este tiempo de Adviento pidiendo que el Señor “vuelva”; que se abran los cielos y baje, que acontezca el amor de Dios entre nosotros, que toda la humanidad vaya al encuentro de la salvación que el Señor nos trae. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? La oración del profeta Isaías que tenemos hoy en la primera lectura es una magnífica plegaria para prolongar la escucha de la Palabra en este tiempo de Adviento. Como comunidad reconocemos a Dios Padre que nos ama y nos salva, le pedimos discernimiento de los signos de los tiempos y la fortaleza para no errar en el camino que nos conduce a él, le pedimos que no nos distraigamos o adormezcamos en el camino, sino que vivamos despiertos en la espera del Señor. En esta liturgia también podemos manifestar nuestro compromiso de celebrar el nacimiento del Señor con verdadero espíritu cristiano, sin dejarnos distraer por las cosas exteriores o materiales del más importante propósito de nuestra vida que es el de ir permanentemente al encuentro del amor del Señor. Monición introductoria de la Misa Queridos hermanos y hermanas, celebramos el primer domingo de Adviento y el inicio de un nuevo año litúrgico. Recordemos que el Adviento es tiempo de esperanza y alegría, preparación y vigilancia. Dejemos que el Padre nos tome como arcilla entre sus manos y moldee nuestra vida, nuestro ser y nuestro hacer, preparándonos para conmemorar y celebrar la venida de nuestro Redentor. Él, quien viene constantemente a nuestras vidas y a cada uno de nosotros, con el corazón pleno de amor, mostrándonos un camino seguro hacia su encuentro. Prepararemos su venida llenos de gozo y esperanza. Participemos con viva devoción en esta celebración eucarística. Monición a la Liturgia de la Palabra En este primer domingo de Adviento, la liturgia de la Palabra nos muestra la fidelidad del Padre que, desde el principio, a pesar de las infidelidades de su pueblo, lo llama a ser partícipe de la gracia divina a través de su Hijo, Jesucristo. Por Jesús hemos sido enriquecidos en todo y hemos sido llamados a la santidad. Y para poder cumplir con la tarea que el Padre nos encomienda, se nos llama a velar pues no sabemos ni el día ni la hora en que vendrá el dueño de la casa. Escuchemos con atención la Palabra de Dios. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Elevemos nuestra oración confiada a Dios Padre, que nos ha enriquecido en todo por medio de su Hijo Jesucristo, diciendo: R. Que brille su rostro y nos salve 1. Por el Papa Francisco y los pastores de la Iglesia para que, con su palabra y ejemplo, en este tiempo de Adviento, vayan adelante, iluminando y señalando el camino que conduce al encuentro del Señor, roguemos al Señor. 2. Por la Iglesia, para que no se canse de proclamar el Evangelio de Cristo y sea como un faro de luz y esperanza en medio de un mundo que sufre, roguemos al Señor. 3. Por los líderes de las naciones, para que Dios les dé la gracia de trabajar unidos durante este tiempo difícil, para promover la justicia y el cuidado especial de los pobres y vulnerables, roguemos al Señor. 4. Por los enfermos, para que puedan experimentar el poder sanador de Dios en cuerpo, mente y espíritu, mediante el amor y el apoyo de los que los cuidan, roguemos al Señor. 5. Por nosotros aquí reunidos, para que veamos y encontremos en Cristo nuestra riqueza, y viéndola la podamos compartir con aquellos que más lo necesitan, roguemos al Señor. En un momento de silencio presentemos al Padre nuestras intenciones personales Oración conclusiva Padre bueno escucha estas plegarias que te presentamos con fe y esperanza, por mediación de tu Hijo Jesucristo. Que vive y reina, por los siglos de los siglos. R. Amén.

Vie 10 Ene 2020

Celebrar la fiesta del Bautismo del Señor reafirma el compromiso misionero

Así lo explica el padre Manuel Hernando Vega León, director de los departamentos de Ministerios Ordenados y Vida Consagrada de la Conferencia Episcopal colombiana, al precisar que al conmemorar este día “reafirmamos nuestra adhesión a Jesús (…) Renovemos en esta fiesta nuestro compromiso misionero y evangelizador de ungidos, enviados y bautizados a proclamar el Evangelio con la vida y nuestro testimonio de fe”. Después de haber celebrado el nacimiento de Jesús en Navidad y su manifestación al mundo como Salvador en la fiesta de la Epifanía, la Iglesia recuerda este domingo el Bautismo del Señor. “En esta fecha se cierra el tiempo litúrgico de la Navidad y se inaugura la primera semana del Tiempo Ordinario, un hermoso recorrido por la vida del Señor Jesús en el Evangelio de San Mateo, podríamos decir que este domingo es un domingo de transición”, subrayó el sacerdote. Aquí el Evangelio “nos presenta a Jesús en el momento de ser bautizado por Juan el Bautista en el Jordán, ungido por el Espíritu Santo y proclamado Hijo de Dios por la voz del Padre del Cielo”, este es un momento en el que la Iglesia invita a redescubrir la gracia del sacramento del Bautismo.

Jue 9 Ene 2020

Año nuevo, en la esperanza

Por: Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez - Primero: Es común que cada que comenzamos el nuevo año hagamos las cábalas y los vaticinios sobre lo que esperamos para el año al que damos inicio, según el calendario civil. Es posible que cada uno reitere los planes de trabajar mejor, de cuidarse con los alimentos, de rebajar peso, de solucionar las desavenencias, etc. Eso está bien. Lo que produce preocupación es que posiblemente son los mismos propósitos de cada año y que seguramente no se han cumplido. Qué importante es que se haga el propósito de cumplir de la mejor manera posible lo que se ha de alcanzar, poniendo la confianza en Dios con una buena dosis de voluntad personal y disciplina. Segundo: Por otra parte, la Iglesia ha comenzado desde semanas atrás el año litúrgico, con el adviento y la navidad. Un propósito clave debemos buscar alcanzar, de la mano de Dios, y es el que los ángeles cantaron en el portal de Belén, la paz: “Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a las personas de buena voluntad”. Tercero: Con la fiesta del Bautismo del Señor comenzamos el tiempo llamado Per annum, o tiempo ordinario en la liturgia de la Iglesia. El color verde será el característico. Es el verde la esperanza, de la confianza, de la fe. Es el color también de la florescencia y de la alegría. Así debería ser la vida de los cristianos católicos; ese debería ser el aporte que como ciudadanos deberíamos dar en momentos de crisis, incertidumbre y dificultades. El Papa Francisco nos dirá: “Comprendo a las personas que tienden a la tristeza por las graves dificultades que tienen que sufrir, pero poco a poco hay que permitir que la alegría de la fe comience a despertarse, como una secreta, pero firme confianza, aun en medio de las peores angustias: «Me encuentro lejos de la paz, he olvidado la dicha […] Pero algo traigo a la memoria, algo que me hace esperar. Que el amor del Señor no se ha acabado, no se ha agotado su ternura. Mañana tras mañana se renuevan. ¡Grande es su fidelidad! […] Bueno es esperar en silencio la salvación del Señor» (Lm 3,17.21-23.26)” (Exhortación Evangelii Gaudium, 6). Cuarto: El cristiano está llamado no a ser promotor de la desesperación, ni profeta de catástrofes, sino que está llamado a ser testigo de la esperanza, porque sabe muy bien que el Señor es el siempre vivo, el siempre actuante, que está con nosotros, está en medio de nosotros, está adelante mostrándonos el camino, y está atrás para protegernos. Alegría y esperanza, dos palabras que se deben traducir, en un estilo de vida alegre y cargada de la confianza, en los tiempos nuevos que nos han sido prometidos. + Luis Fernando Rodríguez Velásquez Obispo Auxiliar de Cali

Dom 5 Ene 2020

Epifanía: Manifestación del Señor

La Epifanía es una de las fiestas litúrgicas más antiguas, más aún que la misma Navidad. Comenzó a celebrarse en Oriente en el siglo III y en Occidente se la adoptó en el curso del IV. Epifanía, voz griega que a veces se ha usado como nombre de persona, significa "manifestación", pues el Señor se reveló a los paganos en la persona de los magos. “Esta celebración en la Iglesia católica también es conocida como la fiesta de los Reyes Magos, quienes representan las razas de la humanidad. Ellos han de resignificar que el pueblo recibe al Hijo de Dios, al Hijo de María que acaba de nacer y es acogido por el pueblo; Él viene a salvarnos y la humanidad le ofrece sus mejores regalos: oro, incienso y mirra”, explica el padre Jorge Bustamante Mora, director departamento de Doctrina y PUB de la Conferencia Episcopal de Colombia. En este sentido, el sacerdote invita para que el día de la Epifanía, que se celebra el 6 de enero, todos los católicos dispongan sus mejores regalos para llevarle al Señor: “Tu corazón, Tu fe y Tu amor”. Los Reyes Magos Mientras en Oriente la Epifanía es la fiesta de la Encarnación, en Occidente se celebra con esta fiesta la revelación de Jesús al mundo pagano, la verdadera Epifanía. La celebración gira en torno a la adoración a la que fue sujeto el Niño Jesús por parte de los tres Reyes Magos: Melchor, Gaspar y Baltazar (Mt 2 1-12), como símbolo del reconocimiento del mundo pagano de que Cristo es el salvador de toda la humanidad.