SISTEMA INFORMATIVO
La acogida de la semilla empieza por la escucha atenta de la Palabra
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Predicación Orante de la Palabra
XV Dom TO – XVI Dom TO [1]
DECIMOQUINTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Primera lectura: Is 55,10-11
Salmo: 65(64),10.11.12-13. 14
Segunda lectura: Rm 8,18-23
Evangelio: Mt 13,1-23
I. Orientaciones para la Predicación
Introducción
• La Palabra de Dios es un don que cae en el corazón del hombre y los frutos dependen de su respuesta.
• La Palabra es una semilla que posee vida interna y necesita de un ambiente propicio para crecer.
• La acogida de la semilla empieza por la escucha atenta de la Palabra.
1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura?
En Isaías nos encontramos con los dos últimos versículos de la perícopa que inicia en el versículo 1. Todo el pasaje es una invitación a participar en el banquete escatológico-mesiánico donde los que están hambrientos y sedientos serán saciados en abundancia, por eso, Dios da su Palabra para que todos puedan recibirla y ella llega a toda la tierra y produce su acción eficaz; la única condición es la escucha, por eso, se insiste en la necesidad acoger con compromiso la Palabra.
Isaías utiliza imágenes tomadas de los ciclos naturales de la lluvia y las nevadas que traen agua en abundancia para renovar y fecundar la tierra produciendo vegetación. Esta imagen nos habla de la vida que se genera en la tierra mediante el agua que cae; así mismo sucede con la Palabra de Dios que cae en el corazón del hombre y tiene la capacidad para producir la vida, pero los frutos dependen de la acogida que el hombre le dé a la Palabra.
En el Evangelio de Mateo la semilla son los granos producidos por los vegetales, poseen vida interna y al caer en la tierra y disponer de un ambiente vital germinan y dan lugar a plantas que, a su vez, producen frutos. Esto nos enseña que la Palabra de Dios, en este caso, es la semilla que posee vida propia, pero necesita de un lugar apto para germinar y crecer, este espacio es el corazón del hombre en donde la semilla puede caer y generar vida con unos frutos que se pueden visibilizar exteriormente.
El pasaje del Evangelio insiste varias veces en la necesidad de la escucha, esta es la condición inicial para la acogida de la Palabra, que al igual que la semilla cae en varios terrenos y según sea la acogida o el rechazo se dan o se pierden los frutos que deberían percibirse después de la siembra. Un detalle importante de la parábola es la forma en que el sembrador realiza la siembra, ya que el evangelista no dice de qué forma se prepara el terreno, pero del análisis de los diversos tipos de terrenos que se mencionan en el relato, deducimos que la siembra se realizaba a voleo, es decir, que el sembrador sale y toma una cantidad de semillas en su mano para esparcirlas por todos lados y ellas van cayendo al suelo de modo uniforme y, según sea el terreno en el que caen, se pueden reproducir o se pueden secar, como es caso de las semillas que cayeron en terreno pedregoso. Esa forma de realizar la siembra nos habla de la confianza del sembrador que se arriesga y espera que toda la semilla produzca su fruto.
2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad?
Cada domingo la Palabra de Dios se nos sirve en abundancia y, al igual que en la primera lectura del profeta Isaías, ella es como el agua que cae y empapa la tierra para renovarla y darle fecundidad. La Palabra de Dios es viva y eficaz y por esta razón, el profeta nos recuerda que al salir de la boca de Dios no vuelve a él sin obtener resultados. En este año se nos recuerda la importancia que tiene la Palabra de Dios en la vida del creyente y que los resultados de su siembra dependen de la acogida que inicia con la escucha atenta y acogida sincera del mensaje. Estos días en familia son oportunidad para escuchar con mayor atención la Palabra de Dios y para acogerla con más amor en nuestra vida.
El evangelio nos presenta varias clases de terreno en los que cae la Palabra esparcida por el sembrador y, en ellos, cada uno debe mirar en qué actitud está de frente al mensaje de la Palabra de Dios. En efecto, la semilla que cae al borde del camino nos recuerda la Palabra de Dios que cae en la vida del hombre mediocre, que no la acoge y, por esta razón, termina perdiéndose; es la Palabra que se pierde porque cae en la vida del hombre superficial y no la coge por causa de la cerrazón del corazón. La semilla que cae en terreno pedregoso hace referencia a todos los obstáculos que impiden que pueda germinar y crecer en el corazón humano, pues, aunque el hombre la recibe con alegría no tiene la capacidad para dejarla echar raíz y, por lo tanto, se seca. La semilla que cae entre los abrojos o espinos se puede comparar con el hombre que está entretenido y ocupado en tantas cosas que las preocupaciones del mundo sofocan y ahogan la semilla de la Palabra que cayó y echó raíces, pero al salir se secó y no pudo crecer lo suficiente para dar el fruto que se esperaba.
Nuestro corazón es el terreno apto para el crecimiento de la semilla, pero necesita disponibilidad y capacidad para permitir el crecimiento de la Palabra mediante su escucha y acogida atenta. El Sembrador deposita su confianza en el terreno que considera apto para el crecimiento de la semilla, por eso, a su debido tiempo, regresará para percibir sus frutos.
Al comentar esta parábola del sembrador, el Papa Francisco nos recuerda que “los primeros tres terrenos son improductivos: a lo largo del camino las aves se comen la semilla; sobre el terreno pedregoso los brotes se secan rápidamente porque no tiene raíces; en medio a las zarzas la semilla viene sofocada por las espinas. El cuarto tipo de terreno es el terreno bueno, y solamente ahí la semilla germina y da fruto”.
Cada uno de nosotros debe examinar qué clase de terreno es y la disposición que hay en su corazón para recibir la Palabra de Dios.
Al respecto, San Cesareo de Arlés nos recuerda la importancia del cuidado del corazón que es el terreno para recibir la Palabra, así, afirma: “En efecto sabéis cómo se cultiva la tierra. En primer lugar, arrancamos las zarzas, echamos las piedras bien lejos, luego aramos la tierra, empezamos de nuevo una segunda vez, una tercera, y por fin sembramos. De igual manera en nuestra alma: en primer lugar, desarraigamos las zarzas, es decir los malos pensamientos; luego quitamos las piedras, es decir toda malicia y dureza”.
Conociendo la confianza que ha depositado en nosotros el sembrador, es necesario quitar del corazón todos los obstáculos que se interponen para la escucha de la Palabra.
3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo?
Padre bueno, tu Hijo es el sembrador generoso que con abundancia nos entrega su Palabra y, como la semilla buena, confía en nosotros para que la recibamos en nuestro corazón y le permitamos crecer y dar frutos en abundancia. Ayúdanos a escuchar el mensaje y recibirlo con alegría sin poner obstáculos que le impida crecer y germinar para dar una cosecha en abundancia, según lo que tú esperas.
Nuestro compromiso este domingo debe ser el de una mayor apertura a la escucha y acogida de la Palabra, en lo posible diariamente, mediante la lectura del Evangelio, para que éste caiga en tierra buena y produzca fruto abundante. Al mismo tiempo, debiéramos comprometernos a difundir el mensaje de la Palabra mediante los medios de comunicación para que, en casa y en familia, se pueda seguir diariamente la liturgia de la palabra.
II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles
Monición introductoria de la Misa
Cristo, como el buen sembrador, nos convoca cada domingo para sembrar su Palabra en abundancia en el surco de nuestro corazón. Hoy como pueblo de Dios nos reunimos en asamblea litúrgica en torno a la mesa de la Palabra y la fracción del pan. Participemos con alegría de esta celebración.
Monición a la Liturgia de la Palabra
La Palabra de Dios es viva y eficaz, más cortante que espada de doble filo, y en ella se nos recuerda que Dios siempre nos la entrega de modo abundante y generoso y, al igual que el sembrador, confía y espera que nosotros la acojamos y la hagamos fructificar en nuestra vida. Escuchemos con atención.
Oración Universal o de los Fieles
Presidente: Al Padre bueno y generoso acudamos en suplica ferviente y presentemos nuestra oración llena de confianza:
R. Padre bueno, escúchanos
1. Por la Iglesia para que, en medio de las pruebas y dificultades de la humanidad, siga dando testimonio de la cercanía del amor de Dios.
2. Por todos los gobernantes para que, frente a las problemáticas de nuestros pueblos, tomen decisiones encaminadas a la búsqueda del bien común.
3. Por quienes, en sus hogares y lugares de trabajo, anuncian la Palabra de Dios para que continúen dando testimonio de la presencia del reino de Dios en medio del mundo.
4. Por quienes vivimos la crisis generada por la pandemia para que no perdamos la fe y la confianza en la misericordia del Señor.
5. Por el sector de la salud y quienes trabajan en la atención y cuidado de los enfermos del COVID-19 para que el Señor los fortalezca y recompense sus esfuerzos y desvelos.
6. Por todos los enfermos y quienes sufren en el cuerpo o en espíritu para que reciban la fuerza de Dios en momentos de prueba y tribulación.
Oración conclusiva
Acoge Padre
las súplicas que te hemos dirigido con fe
por mediación de Jesucristo Nuestro Señor.
R. Amén
[1] Elaborado por el Secretariado Permanente del Episcopado Colombiano (SPEC) y Coordinado por el Dpto. de Liturgia. (2020). Predicación Orante de la Palabra, II. Santísima Trinidad a Cristo Rey, Ciclo A.
Vie 28 Nov 2025
Estén también ustedes preparados, porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que menos esperan
PRIMER DOMINGO DE ADVIENTONoviembre 30 de 2025Primera lectura: Is 2, 1-5Salmo: Sal 122 (121), 1bc-2. 4-5. 6-7. 8-9 (R. cf. 1bc)Segunda lectura: Rm 13, 11-14aEvangelio: Mt 24, 37-44I.ORIENTACIONES PARA LA PREDICACIÓNIntroducciónHoy comenzamos un nuevo año litúrgico. Así como hay que atravesar una puerta para entrar a una casa y acceder a sus espacios, el Adviento es la puerta de entrada para vivir con mayor profundidad el misterio de los tiempos litúrgicos.El Señor, en su infinita misericordia, nos ilumina con sus promesas en este tiempo de Adviento, promesas que se asemejan a faros encendidos en medio de la oscuridad, iluminando el sendero que recorremos como hijos suyos. Caminar a la luz de Yahvé y revestirnos de la luz de Cristo implica una transformación que solo puede darse bajo la guía del Espíritu Santo.La vigilancia, actitud propia de este tiempo litúrgico y de nuestro caminar por la vida, nos interpela y nos invita a confrontar nuestra vida a la luz del Espíritu. Se nos llama a no ceder terreno a los “ladrones” que, al acecho, buscan el descuido para irrumpir y arrebatarnos lo más valioso.1.Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura?La primera lectura, tomada del profeta Isaías, nos permite contemplar la casa de Yahvé, que se eleva por encima de los montes para enseñar el camino justo a quienes se acercan a ella. Es figura de Aquel que fue exaltado y se llamó a sí mismo la Palabra.Las palabras del profeta resuenan con fuerza y esperanza inextinguible: “una nación no levantará la espada contra otra, y no se adiestrarán más para la guerra”. Estas palabras se hacen actuales en la oración de quienes claman cada día por la paz.Desde la antigüedad, el Señor nos ofrece la promesa de un mundo sin guerras ni enemistades. Pero para que esa promesa se cumpla, nos da una clave: caminar a la luz del Señor, reconocer los signos de luz en nuestras vidas y en las de los demás.Pablo, por su parte, describe al ser humano como adormecido, incapaz de comprender el tiempo que está viviendo. Por eso exclama con urgencia: “¡Es hora de despertar!” No mañana ni más adelante. ¡Ahora!Estamos llamados a hacer visibles las obras de la luz, obras que se convertirán en guía para otros que aún viven en la oscuridad de sus deseos y egoísmos.El evangelio nos presenta dos imágenes que nos invitan a vivir en vigilancia. La primera recuerda los tiempos de Noé, cuando muchos, despreocupados, no percibieron la inminencia del diluvio. No darse cuenta es como vivir ciegos, dormidos o indiferentes.La segunda imagen es la del dueño de casa, que ignora cuándo llegará el ladrón. Si lo supiera, estaría preparado. Jesús nos invita a estar atentos, porque todo acontecerá cuando menos lo esperemos.2.Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad?Cada nuevo año litúrgico inicia con un Adviento siempre actual y lleno de esperanza para el cristiano. Es un tiempo que nos invita a profundizar en el misterio de Cristo, a acercarnos más, a mirar con mayor claridad y a vivir con mayor vigilancia.El Adviento nos llama a recorrer senderos: algunos por primera vez, otros de manera más profunda y definitiva. Todos, sin embargo, caminos de paz, unidad, esperanza y perdón. Esta travesía hacia la casa del Señor implica una transformación personal.La luz de Cristo nos seduce y configura, y aquello que en nosotros era causa de división –con Dios, con los otros o con nosotros mismos– se transforma por la gracia del Espíritu en comunión, en verdad y en vida nueva.¿Cuántas guerras, no solo políticas, nos pide hoy el Señor que desarmemos? ¿Cuántas armas hemos usado para atacar o defendernos que hoy debemos dejar?Despojarnos de aquello que nos hiere y daña es signo auténtico de Adviento. Por eso, una señal de que vivimos este tiempo con autenticidad será nuestra orientación clara hacia la construcción de la paz.San Anselmo nos exhorta así: “¡Oh hombre, lleno de miseria y debilidad! Sal un momento de tus ocupaciones habituales; ensimísmate en ti mismo, lejos del tumulto de tus pensamientos.Arroja lejos de ti tus preocupaciones agobiadoras, aparta tus trabajosas inquietudes.Busca a Dios un momento, descansa en su presencia. Entra en el santuario de tu alma y búscalo en el silencio de tu soledad.¡Oh corazón mío!, di con todas tus fuerzas: ‘Busco tu rostro, Señor; busco tu rostro’” (Proslogion, cap. I).Este tiempo que comienza nos invita a abrir nuestro corazón para comprender lo incomprensible: el misterio de un Dios hecho niño, la humildad del pesebre, el escándalo de la cruz.Solo si vivimos este tiempo alejados del ruido, de la superficialidad y de las distracciones del mundo, podremos descubrir al Señor que viene a nuestro encuentro en lo cotidiano, en quien sufre, en quien pide ayuda, en quien camina a nuestro lado.Adviento es, pues, un llamado a vivir con una espiritualidad sensible, con una fe que ve más allá de las apariencias y se prepara para el Adviento definitivo.3.Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo?“Nuestra salvación está ahora más cerca que cuando llegamos a la fe”.La vigilancia debe ser el signo distintivo del cristiano en este tiempo. Actuar a la luz de las promesas de Dios, confiar en su misericordia, ser constructores de paz y permitir que Cristo se transfigure en nosotros es señal de que caminamos hacia su casa.La esperanza de la salvación definitiva ilumina nuestro camino. Nuestra oración, confiada en las promesas de Dios, y nuestro deseo sincero de revestirnos del evangelio nos animan a clamar por una paz verdadera y duradera.OraciónSeñor, al comenzar este tiempo santo, abrimos nuestros corazones para que tu luz disipe toda tiniebla, tu gracia nos transforme y sean derribadas todas las armas que han sembrado enemistad entre hermanos.Que durante estos domingos nuestra vida se configure cada vez más con la tuya; que podamos comprender el misterio de tu primera venida y estar atentos a tu venida definitiva.Que nuestra mirada permanezca fija en ti, único Dios verdadero, para que nada ni nadie tenga poder para desviar nuestro corazón de tu camino.Que en nuestras familias, todos unánimes, podamos decir:¡Ven, Señor Jesús!_______________________Recomendaciones prácticas:•Para preparar una buena homilía, los sacerdotes, además de la Lectio Divina en un contexto de oración, pueden leer los numerales 93-96 de la Introducción del Leccionario de la Misa.•Bendecir la corona de Adviento, precedida de una catequesis sobre su sentido litúrgico. Para ello, recurra al Bendicional, nn. 1235-1242.II.MONICIONES Y ORACIÓN UNIVERSAL O DE LOS FIELESMonición introductoria a la misaUna vez más, el camino de la fe nos invita a vivir con alegría el tiempo de Adviento, iniciando un nuevo año litúrgico. Es tiempo de preparar nuestra vida para el advenimiento definitivo del Señor Jesús.La vigilancia, la luz, su Palabra y sus promesas señalarán el camino que cada creyente debe recorrer para estar preparado y disponible para su encuentro definitivo con el Señor. Que esta Eucaristía nos acerque más a ese acontecimiento de esperanza.Monición a la liturgia de la PalabraLa riqueza de la Palabra en este primer domingo de Adviento nos sumerge en la grandeza de un Dios que camina con su pueblo, escucha su clamor y quiere conceder la paz a sus hijos. A la vez, nos interpela sobre nuestra actitud de vigilancia ante la inminente venida del Reino de Dios.Oración universal o de los fielesPresidente: Dios nos invita a volver a su casa y a construir senderos de paz. Confiados en su fidelidad, elevemos nuestra oración, seguros de que cumplirá sus promesas.R/. Instaura tu paz entre nosotros, Señor.1.Por el Papa León, para que su ministerio apostólico nos inspire a desarmar nuestros corazones y a vivir con la esperanza del Adviento. Oremos.2.Por la Iglesia, que se prepara para celebrar la Navidad, para que viva este tiempo con entrega profunda y permanezca vigilante ante la venida del Señor. Oremos.3.Por nuestros gobernantes, para que, dejando atrás las guerras, vuelvan su mirada hacia los más vulnerables y promuevan planes justos y solidarios. Oremos.4.Por todos los cristianos que hoy comienzan a vivir este tiempo de gracia, para que, dejando de lado el ruido y la dispersión, se revistan de Cristo y hagan visible el Reino con sus obras cotidianas. Oremos.5.Por quienes han perdido la esperanza y viven en la oscuridad, para que este Adviento, como luz resplandeciente, disipe sus tinieblas y renazca en ellos la alegría. Oremos.Oración conclusivaDios de infinita bondad, escucha las súplicas que, al comenzar este tiempo de Adviento, te dirigimos. Que tu Palabra ilumine nuestro camino y despierte nuestro corazón para vivir siempre en tu amor. Por Jesucristo, nuestro Señor.R/. Amén.
Vie 21 Nov 2025
Señor, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino
TRIGÉSIMO CUARTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIOSOLEMNIDAD NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO REY DEL UNIVERSONOVIEMBRE 23 DE 2025Primera lectura: 2S 5,1-3Salmo: 122(121),1-2.4-5 (R. cf. 1)Segunda lectura: Col 1,12-20Evangelio: Lc 23,35-43.I.Orientaciones para la PredicaciónEl Reinado de la EsperanzaIntroducción“Mientras haya vida hay esperanza” (Dum vita spes est), decía el poeta Virgilio en sus Eneidas (Liber II). El reinado de Jesucristo es sin duda, el reino de la vida y por lo mismo el reino de la esperanza permanente. El Resucitado ha vencido la muerte y, por lo tanto, la potencia de las imposibilidades, de la desesperanza. Este Domingo último del tiempo ordinario y del año litúrgico que como Iglesia hemos celebrado, nos evoca el nuevo comienzo. En el movimiento de Dios como principio y fin de todo, nada termina, todo vuelve a ser nuevo. Su reinado es la actuación continua de su poder salvador en la comunidad creyente y en la humanidad entera. La palabra de este día tiene la potencia de la esperanza cristina que permite la continuidad de la vida, que evoca el paroxismo de proclividad, es decir, la fuerza intensa que mueve al hombre siempre hacia Dios.1.Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura?El segundo libro de Samuel nos presenta una escena muy corta, pero llena de significación. El reinado de Saúl ha terminado, todos sus partidarios han sido exterminados y comienza para David la época de reinar. Ahora todas las tribus se han reunido para aceptar al nuevo rey, cuando antes, sólo una lo había hecho (Judá). Ciertamente, cuando los poderíos se vuelven inservibles, la tendencia es acomodarse a la única opción. No se acepta la propuesta Divina, ya que no se considera realmente proveniente de Dios, sino porque las otras tendencias ya no funcionan. Esta totalidad del pueblo que se reúne para aceptar a David como rey, lo han hecho posteriormente a la decadencia de Saul. La esperanza está ahora puesta en lo que Dios ha establecido, así debería ser, y no simplemente porque las posibilidades se han terminado. David aparece como un rey necesario para el nuevo comienzo: será pastor y príncipe. Tendrá el cuidado de su pueblo y al mismo tiempo el poder de quien sucede en su puesto al anterior rey. Aceptarlo, implica entonces, dejarse guiar y gobernar por quien Dios ha establecido con nuevo pacto. Jesús, el rey pastor, está figurado en este David, un rey no muy aceptado, pero que es la mejor propuesta de Dios para las esperanzas del mundo.El salmo 122 evoca la alegría de la subida al monte del Señor, a su casa y al palacio de David. El segundo verso de este salmo habla de la casa de David, como familia continuadora del gobierno. En la casa de David está la promesa de un reino sin fin, de una continuidad de la bendición de Dios. Por eso, la justicia impartida desde los tronos será permanente. Es la justicia para el pobre, el indigente, el huérfano, la viuda y todo aquel que no tiene protector (salmo 71). La alegría de llegar a la casa del Señor para recibir su cuidado, se vuelve inigualable.La carta a los Colosenses le pone un acento soteriológico al ser cristianos. Nuestra condición como creyentes es una capacidad dada. No se trata del esfuerzo personal, sino del don dado por Dios. La herencia compartida es en la luz; El reino de las tinieblas ha sido vencido, es un poderío más que ha perdido su continuidad cuando las aguas bautismales nos han sacado de su dominio. Cristo, imagen de Dios, cabeza de la Iglesia, principio y fin de todo, el resucitado, tiene todas las características necesarias para haber hecho esta gran obra salvífica, pero es en la cruz, derramando su sangre, como nos ha salvado. El trono del rey salvador, la cruz, es el lugar de la nueva justicia, la de la misericordia, es el lugar donde el nuevo David redime de los pecados. ¡Ave crux, spes unica! No hay más esperanza que la cruz sobre la que el redentor devuelve la salud. Es allí donde la agonía se vuelve oportunidad.El evangelio de Lucas sintetiza todo este itinerario de la palabra. La cruz, la agonía, el momento final. Todos estos elementos hacen pensar en que todo ha terminado. No hay nada más. Pero la disputa entre los malhechores, vuelve a ser imagen de la guerra entre el bien y el mal. Jesús, el crucificado, abre desde el sufrimiento de la cruz, la delicia del paraíso. Decía san Ambrosio: “Él es crucificado en nosotros, a fin de que nuestros pecados sean purificados por él” (De Paenitencia II,9). La batalla contra las tinieblas, en la cruz, genera que uno sea trasladado al reino de la luz. Aquel que ha reconocido que Jesús, crucificado con él, es quien llega con su reinado, ese entra en su esplendor. La esperanza de la cruz se ha abierto. El reinado del crucificado ha abierto las puertas eternas. Todo es posible para quien, a pesar de su sufrimiento, mira al Crucifijo y reconoce que Él puede abrir nuevas puertas, nuevas posibilidades, nuevas vidas. La Esperanza está en la vida, pero, sobre todo, en la vida plena que Jesús nos da. El reino de la esperanza sólo está en Él.2.Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y qué me sugiere para decirle a la comunidad?La mirada en Jesús, el Rey del universo, coloca a toda la Iglesia en el camino de la esperanza. El vencedor de la muerte tiene las llaves que abren toda posibilidad incluso para aquel que cree que su única alternativa esta en su presente, en su desgracia o en sus éxitos. El llamado es a mirar al crucificado y su corona como la opción más real y certera de Dios para nuestra salvación. No hay otro nombre por el que seamos salvados, más que en Jesús (Hch. 4,12). Él es el nuevo David ungido, el Gólgota es el nuevo Hebrón donde el rey consagrado es aceptado o rechazado. ¡Qué gran esperanza hay en Jesús! Es necesario que Cristo se presente, no como alternativa, sino como opción única y fundamental de la vida del creyente, que se debate en los reinos pasajeros de este mundo y sus múltiples opciones. Descubrir a Jesús rey y aceptarlo llena la vida, transforma las realidades, abre la Esperanza.3.Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo?Necesitamos sinceridad de corazón para reconocer que las tendencias del mundo son pasajeras. Ver el reinado de Dios no cómo una opción, sino como el plan de Dios establecido para siempre, que no miente, porque es reino de verdad; que no destruye, porque es reino de vida; que no condena, porque es reino de justicia; que no atormenta, porque es reino de paz.“El reino de Dios está dentro de ustedes” (Lc 17,21). No se puede reflejar el reino sin la plena consciencia de que está ya establecido dentro de mí. Se manifiesta en el gozo, la justicia y la paz (Rom 14,17). Las virtudes humanas y las teologales vividas con conciencia, no sólo muestran el reino de Dios, sino que lo hacen presente.Señor Jesús, nos presentamos frente a tu cruz, donde te consagras rey de gloria, te reconocemos como pastor y príncipe de nuestras vidas. Acuérdate de nosotros pecadores, danos hoy tu reino, paraíso de paz. Amén.II. MONICIÓN INTRODUCTORIA DE LA MISA Y ORACION DE LOS FIELESIntroductoria de la Misa¡Viva Cristo Rey! Este grito de alabanza nos motiva esta Eucaristía, para celebrar la presencia del Reino de Dios entre nosotros. Cristo es el Reino de Dios, es quien mejor refleja el resplandor de la gloria. Celebremos que Dios está reinando en nuestras vidas, y que reinará en las intenciones que traemos como Iglesia, de la cual Él es la cabeza. En la comunión de los hermanos cantemos, oremos y recibamos sacramentalmente al rey de reyes.A la liturgia de la PalabraEs el momento de la escucha atenta de la Palabra de Dios. Esta palabra nos explica cómo el reinado de Dios es esperanza para todo el que lo acoge con alegría. Por eso, reunidos como el pueblo de Israel en Hebrón, aceptemos al rey y como el malhechor crucificado, escuchemos la palabra de salvación que nos traslada de las tinieblas a la luz.Oración Universal o de los Fieles Presidente: Queridos hermanos, la esperanza del reino se manifiesta en la oración suplicante, que aguarda el cumplimiento de las promesas de Dios en la vida. Oremos con fe diciendo:R. Venga tu reino Señor.1.Padre santo, que has puesto a Cristo como cabeza de la Iglesia; concede al Papa, los obispos, sacerdotes y religiosos, anunciar con alegría, el Evangelio del reino para que todos los hombres se salven, roguemos al Señor.2.Padre Eterno, que los gobernantes de las naciones reconozcan la autoridad recibida de lo alto, para que puedan establecer la justicia y la paz, roguemos al Señor.3.Padre de bondad, te rogamos por todos los hombres y mujeres de este tiempo que aún no han conocido tu amor y tu misericordia, para que el testimonio de los creyentes y su caridad constante les abran nuevas esperanzas, roguemos al Señor.4.Padre misericordioso, te suplicamos por nosotros aquí reunidos en comunidad orante; danos la gracia de vivir en gozo, justicia y paz para dar al mundo la esperanza de tu reino, roguemos al Señor.Oración conclusiva Padre celestial, acoge compasivo las preces de tu pueblo que confía en ti. No permitas que las dificultades de este mundo, opaquen las esperanzas de alcanzar de ti, cuanto conviene. Por Jesucristo nuestro Señor.R. Amén.
Vie 14 Nov 2025
Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas
TRIGÉSIMO TERCER DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIONOVIEMBRE 16 DE 2025Primera lectura: Ml 3,19-20aSalmo: 98(97),5-6.7-8.9 (R. cf. 9)Segunda lectura: 2Ts 3,7-12Evangelio: Lc 21,5-19.I.Orientaciones para la PredicaciónLa Esperanza de la salvaciónIntroducciónLa esperanza no puede surgir más que en medio de la crisis. El punto de partida de ella, no es un falso optimismo que mira la vida con la idea de que todo simplemente va a estar bien. El mensaje de la Palabra de Dios de este penúltimo domingo del año litúrgico nos impulsa a la comprensión de la esperanza como fuerza de salvación. Ciertamente, ella no va desligada de la fe y de la caridad como virtudes complementarias, sino que se alimenta y al mismo tiempo, les aporta. La esperanza de la salvación, porque la salvación es una esperanza, no anima al cristiano a una ilusión de que nada le va a pasar, al contrario, está ofrecida para que en medio de las cosas que suceden él se entienda como salvado, como quien, a pesar de todo, permanece en pie sin ser derrotado. 1.Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura?El profeta Malaquías, unos cien años después de que el pueblo había regresado del destierro, denuncias la infidelidad de quienes ahora, acomodados y poco piadosos, se habían olvidado de la ley de Dios y de su templo. Dios ha decidido retirar su cuidado a este pueblo que no ha comprendido su historia. Peor aún, no ha aprendido nada de lo vivido en el pasado ni en el presente. Parece que las experiencias críticas de sus antepasados no dicen nada a este pueblo, que habiendo sido nuevamente liberados, han caído en el pecado. Es aquí donde, Malaquías (Mi Mensajero), en el capítulo tercero del que hemos escuchado unos pocos versículos, lanza una sentencia de juicio: Dios purificará a su pueblo. De esta acción de limpieza, permanecerá un remanente, un pequeño pueblo piadoso que tendrá como guía “el libro memorial” (3,16), que es la palabra de Dios. Este libro de memorias le recordará no sólo su pecado, sino cómo Dios salva a su pueblo. He aquí la fuerza que tienen los versículos que hemos proclamado. Los salvados son aquellos que temen al Señor. Los justos tienen una esperanza de salvación posterior a la crisis e incluso en medio de ella. Ella sirve para refinar la existencia de quien es fiel a Dios. Sólo puede haber esperanza si hay fidelidad, es decir, constancia.El salmista nos introduce en la mirada real de Dios. Dios llega para regir la tierra con justicia y rectitud. No cabe duda que el poder de Dios restaura, renueva. Sólo destruye el mal, pero potencia el bien. Este salmo es un preámbulo a la solemnidad del próximo domingo, en el que la realeza de Cristo se manifestará en su esplendor. Tañer y aclamar son las acciones del pueblo, que se suman al retumbar, aplaudir de lo que contiene el mar y la tierra. Hombre y cosmos saben quién es el Señor que sostiene todo. San Pablo, en la carta a los Tesalonicenses, impulsa el apagamiento de la vida cristiana de sus contemporáneos. La demora del regreso del Señor, no puede ser motivo ni de desánimo, ni tampoco de descuido. No se puede anhelar la presencia del Señor (Parusía) con una esperanza inactiva. La porfía como la desidia son enemigas de la esperanza. La esperanza cristina implica la acción. No es un opio momentáneo ni un simple deseo. La mejor forma de aguardar al Señor es viviendo la existencia y no en un sentimiento de “desistencia”, o lo que es lo mismo, unas ganas de no vivir, de no ser, de no hacer. La salvación sólo se logra en el resistir, en la resiliencia capaz de soportar la crisis, en la permanencia y la constancia. Ningún momento difícil puede detener nuestra vida y sus quehaceres. El creyente sabe que Dios viene y por eso no detiene nada, sino que continúa hasta que se realice su redención.El Evangelista Lucas, por su parte, nos pone el mismo lenguaje esperanzador y como lo hemos dicho, más allá de una mirada positiva de la vida. Todos los fenómenos universales de magnitud catastrófica, pueden llegar a ser una oportunidad de confusión. Así reacciona el instinto humano ante cualquier eventualidad fortuita. Sin embargo, el creyente tiene la serenidad del Dios de su salvación; analiza las circunstancias, trata de comprender sus causas, mira sus consecuencias, pero, sobre todo, encuentra en ello una finalidad transformadora. Como el pueblo de Malaquías, podemos pensar que Dios no actúa, y siempre esperamos que Dios detenga todo fenómeno de maldad humana o de la naturaleza, pero no queremos que Dios intervenga en el corazón. Que Dios detenga las catástrofes, pero que no actúe en la vida. De frente a toda crisis posible, el creyente asume sólo el último mensaje del texto de hoy: “Con su perseverancia salvarán sus vidas”. El verbo “ktaomai” usado por Lucas, significa ganar, poseer, adquirir. Lo cual indica el resultado de un esfuerzo. La esperanza de la salvación es el resultado del esfuerzo paciente de quien no se deja confundir. La vida que se gana es la “psyché”, es decir, la capacidad de mantener la consciencia, el aliento vital, el deseo de continuar. Son necesarios los hombres con esperanza de vivir y continuar. 2.Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y qué me sugiere para decirle a la comunidad?El mensaje escatológico de este domingo, como siempre, resplandece en las realidades del mundo de hoy. Podríamos pensar que el anuncio del fin es simplemente una noticia catastrófica que tienen como finalidad convertir con la fuerza del temor. Por el contrario, encontramos que el Evangelio, que es Cristo, es al final, la meta más certera de la vida del creyente. Él es la finalidad misma de nuestro itinerario de fe. Por eso, nuestra esperanza es Jesucristo. En él se cumplen las promesas, pero al mismo tiempo se encuentra la salvación definitiva. La vida misma de Jesús es una paradoja que se realiza entre la vida y la muerte, entre la alegría y la tristeza, entre el dolor y el consuelo. Jesucristo es la garantía de una vida auténticamente ganada. La ganancia de la vida no está en el mundo, sino en Dios. El problema no es ganar la vida, el problema es para quién la ganamos.El mensaje esperanzador, a punto de terminar este año litúrgico, no se difumina en un año jubilar, sino que se renueva. Comprender con mayor fuerza que la esperanza es al mismo tiempo una paradoja. Que las tragedias humanas son un llamado a revisar la vida, a permitir que ella se purifique, a disponer el corazón. La conversión será entonces, fruto de la esperanza en la salvación y no como miedo al desastre. En esperanza fuimos salvados (Rom 8,24), no fuimos salvados en el miedo. El llamado definitivo que Dios nos hace es a mirar hacia la redención. No existe nada de Dios que no proceda del amor. Incluso, en la tragedia humana, el amor esperanzador posibilita la continuidad. El mundo puede acabar, pero la vida permanece y se vuelve eterna en Cristo.3.Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo?Dios no tiene principio ni fin. Es la garantía de que en él todo comienza y en él todo termina. Te escuchamos Señor, en medio de nuestro pecado, de nuestro desorden, de nuestra maldad. Queremos permanecer en ti. Que nada nos separe de tu amor, que ninguna adversidad o amenaza nos difumine la esperanza de tu salvación. Necesitamos ser mensajeros de buenas nuevas. Que ni lo negativo ni un exceso de positividad nos hagan perder la auténtica esperanza.El cristiano ha sido salvado en la esperanza, para ser esperanza en el mundo. Su capacidad de ver la realidad con los ojos de Cristo, genera infinidad de posibilidades que, hacen de la vida un espacio para la salvación de Dios. No puede haber palabra de condena en un salvado, menos, palabra de resignación. Es necesaria la palabra de la esperanza que oriente la existencia propia y ajena; Orienta, trascendiendo el mundo. Y aunque el mundo de tambalee, el que tiene esperanza pisa tierra firme.Recomendaciones prácticas:-Jornada Mundial de los Pobres.-Jubileo de los Pobres.-22 – 23 de noviembre. Jubileo de los Coros y CoralesI.Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa ¡Es domingo, es día de fiesta! Estamos reunidos en comunidad de fe para celebrar el sacramento de la fe, que fortalece la caridad y nos abre a la esperanza. Celebremos, reconociendo que aquí está presente Cristo, en la comunión de los hermanos y en la comunión Eucarística. Que las realidades que nos conmueven a diario, se vuelvan la única súplica y alabanza a Cristo, que está a la puerta y llama, para cenar con nosotros.Monición a la Liturgia de la Palabra En este día la escucha de la palabra de Dios requiere mayor atención. Dios trae buenas noticias de salvación y espera nuestra respuesta de renovación, pues lo que escucharemos, en medio de palabras de juicio y destrucción, la última palabra es la que debe anidarse en el corazón: “Si perseveran se salvarán”. Escuchemos y meditemos.Oración Universal o de los Fieles Presidente: Queridos hermanos, confiemos nuestras peticiones a Dios, nuestro refugio y digamos con esperanza:R. Oh Señor, escucha y ten piedad1.Padre Santo, te pedimos por la Iglesia, cuerpo de Cristo, para que el mensaje de la esperanza que anuncia día a día, sea aceptado en el corazón de los hombres que Dios quiere que se salven, roguemos al Señor.2.Padre Eterno, te suplicamos por los que dirigen las naciones, especialmente por nuestro gobierno nacional, para que ni el temor, ni la violencia sean medios de lograr la paz y la reconciliación, roguemos al Señor.3.Padre de bondad, te rogamos por todos los hombres que han perdido la esperanza en medio de sus tragedias, para que, a la luz de la palabra y la predicación de sus cercanos, encuentren sosiego y ayuda, roguemos al Señor.4.Padre de amor, te pedimos por todos los pobres que hoy se encuentran alejados de ti, para suscites en nuestros corazones el deseo y la prontitud para servirles, roguemos al Señor.5.Padre omnipotente, te pedimos por todos aquellos que sirven a tu Iglesia con el canto, que la celebración del Jubileo de los Coros y Corales sea una oportunidad para afianzar su ministerio, roguemos al Señor.6.Padre misericordioso, te pedimos por esta comunidad, congregada por tu amor, para que mantenga la esperanza de haber recibido la Palabra de salvación y la vivan intensamente, roguemos al Señor.Oración conclusivaPadre fiel y bondadoso, escucha atentamente las oraciones de tu pueblo; que la esperanza de alcanzar lo que piden, esté confiada a recibir lo que sea de provecho salvífico. Por Jesucristo nuestro Señor.R. Amén.
Vie 7 Nov 2025
Destruid este templo, y en tres días lo levantaré
TRIGÉSIMO SEGUNDO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIODEDICACIÓN DE LA BASÍLICA DE LETRÁNNOVIEMBRE 9 DE 2025Primera lectura: Ez 47,1-2.8-9.12Salmo: 46(45),2-3.5-6.8-9 (R. 5)Segunda lectura: 1Co 3,9c-11.16-17Evangelio: Jn 2,13-22.I.Orientaciones para la PredicaciónIntroducciónEl celo por la casa de Dios, la purificación del santuario santo y Cristo como el nuevo templo de Dios, cuyo cuerpo es la Iglesia son algunas ideas que resaltan en el evangelio escuchado, en la celebración de la dedicación de la basílica de Letrán, donde la cátedra de Pedro sirve como principio visible y garante de la unidad de toda la Iglesia.1.Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura?Jesús muestra celo amoroso y amor celoso por la casa de Dios, tal como lo habían hecho profetas como Isaías (56,7), Jeremías (7,14) y Malaquías (3,1). Se presenta a sí mismo como el nuevo templo de Dios, es decir, el lugar donde Dios puede encontrado, escuchado, donde Dios se revela. La relación entre el Divino y el humano se da ahora en Jesús, Verbo de Dios humanado, rostro humano de Dios y rostro divino del hombre.El Cordero de Dios, el nuevo templo de Dios, echa fuera las ovejas, víctimas del sacrificio en el antiguo culto. Él es el sacrificio por excelencia, único capaz de garantizar vida redimida y redención viva, de manera que los animales ya son inútiles. “Destruid este templo y en tres días lo levantare”; “él hablaba del templo de su cuerpo” (Jn 2,19.21). El templo era el santuario de la presencia divina, pero es Cristo ahora la presencia de Dios, la morada de Dios con los hombres.El templo era el lugar en el cual se encontraban Dios y el hombre; pero es Cristo el verdadero templo, en el cual Dios y el hombre están en comunión. El templo era considerado la puerta del cielo, pero es Cristo la verdadera puerta del cielo.El templo era pensado como manantial de vida bendita y bendición viva. Es la enseñanza de Ezequiel, quien ve salir debajo del umbral del templo agua en dirección a oriente, la cual impregnaba de vida fecunda y fecundidad viva todo lo que tocaba, renovando la creación (Ez 47,1-2. 8-9: primera lectura). Ahora es Cristo la fuente de vida abundante y abundancia bendita para el pueblo de Dios.El templo era concebido como el centro y el fundamento del mundo; ahora es Cristo, templo nuevo, el fundamento y centro de la humanidad nueva, del mundo nuevo. 2.Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad?Cristo es el nuevo templo y el cuerpo de Cristo es la Iglesia, de manera que ella es el lugar de la presencia de Dios en el mundo: “¿no sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él, porque el templo de Dios es santo y ese templo sois vosotros” (1Cor 3,16-17: segunda lectura). Como escribió san Agustín: “el templo de Dios, es decir, de la Trinidad, es la santa Iglesia” (Enchirid., 56,15).El celo purificador, restaurador y perfeccionador de Cristo hacia el templo ha de inspirarnos celo por la Iglesia, “casa de Dios, columna y fundamento de la verdad” (1Tim 3,15), a quien Cristo amó y por la cual se entregó, “para presentársela resplandeciente, sin mancha ni arruga, ni cosa parecida, sino santa e inmaculada” (Ef 5,27). También nosotros estamos llamados a amar a la Iglesia y a entregarnos por ella con el amor que dona y la donación que ama, para que sea como la quiere el Señor.El divino Maestro instituye su única Iglesia sobre la roca de Pedro, garantizándole que “las puertas de la muerte no prevalecerán contra ella” (Mt 16,18). Para que su Iglesia subsista por siempre encomienda a Pedro y sus sucesores la misión de confirmar en la fe a sus hermanos (Lc 22,31-32) y el pastoreo de su grey: “apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas” (Jn 21,15-17).De ahí la importancia de la dedicación de la basílica de Letrán, la catedral del Papa, sucesor de Pedro, quien “preside la asamblea universal de la caridad, protege las diferencias legítimas y simultáneamente vela para que las divergencias sirvan a la unidad en vez de dañarla (LG 13). El obispo de Roma, principio y fundamento de la unidad de la Iglesia (LG 23) es el garante de la sinodalidad” y de la “unidad en la diversidad”, “tiene un papel único en la salvaguardia del depósito de la fe y de las costumbres”. Todo proceso sinodal articula “la implicación de todos” (el pueblo de Dios), el ministerio de algunos (Colegio episcopal) y la presidencia de uno (el Sucesor de Pedro)” (Sínodo de la sinodalidad 131-132. 136).3.Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo?El Señor nos conceda celo ardiente por su Iglesia, para edificarla en comunión, participación y misión, bajo el pastoreo del Papa, Sucesor de Pedro, cuya cátedra celebramos en la dedicación de la basílica de Letrán.Que en comunión con el Papa avancemos en sinodalidad misionera y misionariedad esperanzadora de manera que la Iglesia sea un signo de esperanza para el mundo de hoy.II.Moniciones y Oración Universal o de los FielesMonición introductoria de la Misa Como asamblea litúrgica nos unimos a toda la Iglesia para celebrar la dedicación de la basílica de Letrán, un gesto de comunión con el sucesor de Pedro y con toda la Iglesia. Participemos festiva y activamente.Monición a la Liturgia de la Palabra La Palabra inspirada nos induce a contemplar a Cristo como el nuevo templo de Dios, lugar del encuentro del humano con el Divino y manantial de gracias incesantes.Oración Universal o de los Fieles Presidente: Presentemos a Dios nuestras súplicas respondiendo: Jesús, esposo de la Iglesia, escúchanos.1.Padre Santo, escucha nuestra oración por el Papa, Sucesor de Pedro; sostenlo en su servicio a la unidad de la Iglesia.2.Padre eterno, concede prudencia a nuestros gobernantes, para que dirijan el camino de los pueblos por sendas de paz y justicia3.Padre compasivo, mira con misericordia a los que sufren, para que encuentren en la Iglesia una tienda de campaña que les brinda la medicina de Dios4.Padre santo, bendice a tu pueblo santo, para que, en comunión con toda la Iglesia, pastoreada por el Sucesor de Pedro, sea un signo de esperanza para el mundo de hoyOración conclusivaEscucha, Padre, la oración de tu pueblo, que confía en tu bondad y espera en tus promesas. Por Jesucristo nuestro Señor.R. Amén.