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Actuemos de cara a Dios y al prójimo
Tags: predicación orante reflexión homilía
- Primera lectura: Éx 20,1-17 (forma larga) o Éx 20,1-3. 7-8.12-17 (forma breve)
- Salmo Sal 19(18),8. 9.10.11 (R. Jn 6,68c)
- Segunda lectura: 1Co 1,22-25
- Evangelio: Jn 2,13-25
Introducción
Jesús nos enseña, en este domingo de cuaresma, y es la idea central de reflexión, que Dios Padre nos ha entregado el decálogo, como la síntesis de lo que debemos seguir y cumplir para realizarnos como personas, tanto social como religiosamente. Se trata de llevar un estilo de vida que esté conforme a la voluntad divina y que lleve a que nuestras actuaciones estén de cara a Dios mismo para conocerlo, amarlo y seguirlo, y de cara al prójimo para servirlo.
¿Qué dice la Sagrada Escritura?
La primera lectura nos presenta la solicitud amorosa de un Dios celoso que reclama para sí toda la fidelidad de su pueblo, y que le propone como norma definitiva para su comportamiento un código de leyes con el que, a la vez que le garantiza una sana convivencia, le exige la total adhesión. No tendrás otros dioses y vivirás en el respeto a tu prójimo. La ley, que está inscrita en la conciencia de todos los pueblos y culturas, Dios la hace explícitamente suya para garantizar a los que ama su propia felicidad.
El salmo no es más que la respuesta agradecida del pueblo a las ordenanzas del Señor. Es una invitación a someterse totalmente a los mandatos, pues estos traen buenas consecuencias para la vida, son gozo, remedio, luz, alegría, son claros, son verdad, son más preciosos que el oro y más dulce que la miel.
En la segunda lectura, san Pablo cuando escribe a los Corintios los confronta, en medio de sus tensiones, a poner su esperanza no en un Mesías sabio o poderoso sino en uno débil y crucificado, cuya fuerza y sabiduría está en la Cruz, donde subió por nuestros pecados y se entregó como expresión de su vivencia del mandato del amor.
Y el Evangelio de Juan, en el contexto de la muerte de Jesús, nos lo presenta en un episodio en el que el celo de la casa del Padre lo devora. Él monta en cólera al ver que el Templo es transformado en epicentro de negocios, y hace una declaración solemne que reafirma una de sus enseñanzas centrales: el nuevo Templo es Él mismo, y es en Él donde Dios se revela en Espíritu y en Verdad.
¿Qué me dice la Sagrada Escritura?
Para conocer, amar y seguir a Cristo, a través de los preceptos divinos y de los mandatos de la Iglesia, no basta con un mero cumplimiento legal y sin espíritu. Se trata, por el contrario, de cumplir los mandatos caminando y siguiendo a Cristo. Así nos lo enseña el Papa Francisco, en la homilía pronunciada en Medellín, con motivo de su Visita Apostólica, al referirse al hecho de cómo Jesús les enseña a sus discípulos que cumplir los mandatos es seguirlo a: “el camino de seguimiento supuso en los primeros seguidores de Jesús mucho esfuerzo de purificación. Algunos preceptos, prohibiciones y mandatos los hacían sentir seguros; cumplir con determinadas prácticas y ritos los dispensaba de una inquietud, la inquietud de preguntarse: ¿Qué es lo que le agrada a nuestro Dios? Jesús, el Señor, les señala que cumplir es caminar detrás de Él, y que ese caminar los ponía frente a leprosos, paralíticos, pecadores. Esas realidades demandaban mucho más que una receta o una norma establecida. Aprendieron que ir detrás de Jesús supone otras prioridades, otras consideraciones para servir a Dios”. (Homilía, Aeropuerto Enrique Olaya Herrera, Medellín, 9 de septiembre de 2017).
También afirma el Papa Francisco que Jesús lleva la ley a su plenitud y por eso nos pone en la dirección de seguirlo a Él como los hicieron los discípulos: “Jesús no se queda en un cumplimento aparentemente «correcto», Él lleva la ley a su plenitud y por eso quiere ponernos en esa dirección, en ese estilo de seguimiento que supone ir a lo esencial, renovarse, involucrarse”. (Homilía, Aeropuerto Enrique Olaya Herrera, Medellín, 9 de septiembre de 2017).
Por tanto, esta Palabra santa que estamos reflexionando nos compromete, en este tiempo de cuaresma, a realizar un verdadero y sincero examen de conciencia para revisar cómo estamos viviendo el mandamiento del amor a Dios y al prójimo, que resume la Ley y los Profetas, y de qué es necesario arrepentirnos y cambiar para poder celebrar con fruto en nuestras vidas la Pascua de Cristo que se avecina.
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¿Qué me sugiera la Palabra que debo decirle a la comunidad?
Hoy vivimos en una sociedad que quiere prescindir de Dios, y por tanto de la norma. Al hombre parece estorbarle la ley. Se busca de muchas maneras hacerle el quite a lo establecido. La sana convivencia se ve quebrantada frecuentemente con el comportamiento de los individuos, tanto en la vida familiar, como en la social y en la política. Tenemos muchas dificultades para someternos a las normas, indispensables para vivir en armonía con Dios, con las personas, con la naturaleza y con nosotros mismos; sabiendo que la fuente de dicha armonía está en la ley de comportamiento que Dios, mostrando su grandeza, dio a Moisés para que la transmitiera al pueblo.
Es por eso, entonces, que se quebranta la ley en el santuario del hogar, cuando no se cumple con el compromiso de fidelidad «hasta cuando la muerte separe a la pareja», cuando no se cuida con amor a los padres, o a los hijos, cuando se irrespeta la ley natural con los abusos provocados por la biogenética mal utilizada, con el aborto, con los métodos artificiales para evitar la procreación.
Se quebranta la ley en la sociedad cuando, por ejemplo, no se cumplen las normas, las señales de tránsito, cuando no se llevan con responsabilidad los consejos y las propuestas que se dan en orden a la salvaguarda de la naturaleza, del equilibrio ecológico, y esto no sólo por las personas sino también por los Estados. Justamente por no cumplir con las normas elementales estamos destruyendo el planeta. Y lo que es peor, se rompe con la ley cuando se banaliza la muerte y el hombre se siente el dueño de la vida, que quita como quiere y cuando quiere.
Se quebranta la ley en la política cuando las reglas de juego de la democracia se transgreden con delitos, como la venta, compra y el trasteo de votos, la presión armada contra la población; cuando las normas constitucionales se manejan al antojo de los legisladores, y se quebranta el bien común. Asistimos en Colombia al quiebre del sistema democrático y a la apertura de un modelo político egoísta y partidista, donde la ley que impera es la del más fuerte en astucia, en dinero, en poder.
El papa emérito Benedicto XVI no se cansó de repetir que “sólo un mundo que se abre a Dios puede garantizarse un futuro”. El lema de su visita a Alemania, en el año 2011, lo afirma claramente: «Donde está Dios, allí hay futuro». Debería tratarse del regreso de Dios a nuestro horizonte; ese Dios a menudo totalmente ausente, pero que tanto necesitamos.
Y para buscar a Dios no hay que ir muy lejos, puede estar en tantas personas sencillas que nos rodean; no hay que buscarlo en los sabios o en los poderosos, podemos encontrarlo en los Cristos débiles y crucificados de nuestro tiempo; como lo dijo el mismo papa emérito Benedicto XVI, podemos encontrarlo en «tantas personas sencillas de las que no habla nadie. Y, sin embargo, cuando las encontramos, sentimos que de ellas promana algo de bondad, de sinceridad, alegría, y sabemos que ahí está Dios y que Él también nos toca. Por eso, en estos días queremos comprometernos en volver a ver a Dios, para volver a ser personas a través de las cuales irradie en el mundo la luz de la esperanza, que es luz que viene de Dios y que nos ayuda a vivir».
En definitiva, cuando Dios se nos presenta celoso y exigente no es más que por amor, por solicitud, porque quiere ayudarnos al bien vivir.
¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión?
Este tercer domingo de Cuaresma nos invita a entrar en el ambiente celebrativo de la Pascua. En Jesús, débil y crucificado, estamos invitados a pasar de la no ley -del caos-, a la armonía -a la paz-. Vivamos este domingo, que nos acerca a las celebraciones del Triduo Pascual, volviendo nuestro corazón a Dios y a su Ley, convencidos de que es desde la propia vida como debemos empezar.
En la celebración penitencial estemos atentos a revisar nuestra propia manera de comportarnos: ¿Dios sí cuenta para nuestra vida cotidiana? ¿Lo que contienen las leyes de Dios y de la Iglesia toca nuestra vida familiar, nuestros compromisos laborales, nuestras responsabilidades políticas?
Celebremos el don que Dios nos hace al presentarse solícito por nuestro bienestar y al exigirnos la fidelidad total. Qué bueno saber que tenemos un Dios que solo está preocupado por el hombre. Un Dios para quien su mayor Gloria es el bien del hombre.
"Nuestro pueblo gime de dolor": Pro-Vicario de Guapi
Mar 5 Nov 2024
Sobre “La Paz Total”
Jue 7 Nov 2024
Mié 21 Mar 2018
Semana Santa es hacer una profesión de fe
Celebrar Semana Santa es hacer una verdadera profesión de fe frente a Jesús crucificado. Es hacer una aceptación personal de Jesús en el corazón y acogerlo. Este es el acto más grandioso de Dios. Allí nos mostró el amor cuando dió a su hijo Jesús en la cruz. Tareas: Participa activamente en todas las celebraciones de Semana Santa. Marca de manera especial estos días con tu oración, con tu encuentro con Jesús y con la lectura de la pasión en la Biblia. </p>
Mié 21 Mar 2018
Domingo de Ramos: Morir y resucitar con Cristo
Primera lectura: Is 50,4-7 Salmo Sal 22(21),8-9.17-18a.19-20. 23-24 (R. 2a) Segunda lectura: Flp 2,6-11 Evangelio: Mc 14,1 - 15,47 (forma larga) o Mc 15,1-39 (forma breve) Introducción Al inicio de la semana mayor, en la que la Iglesia se dedica a un tiempo de oración, silencio y meditación en los misterios de la pasión del Señor, la liturgia de la palabra, hace una antología de textos que nos ayudarán a vivir de una manera sobria y profunda, la celebración del Misterio Pascual de Cristo, no solo para conmemorar lo que Él realizó, sino, y sobre todo, para que estemos inmersos en su Misterio para morir y resucitar con Cristo (Cfr. DH 77). La clave para unir los diversos elementos que se presentan en la celebración de este día, nos dice el Directorio Homilético, está en la segunda lectura, en dónde san Pablo, en su Carta a los Filipenses, presenta el resumen de todo el Misterio Pascual (DH 77) También, el Profeta Isaías, en su tercer canto del siervo sufriente, prefigurará la imagen de Cristo y las ignominias por las que pasará en su entrega por la humanidad, llevando al pueblo de Dios a reflexionar sobre la fuerza del siervo de Dios en las horas previas a su entrega final. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Las palabras de Isaías, son de aliento para el pueblo, la representación de la figura del Siervo de Yahvé, es una manera figurada de encarnar el sufrimiento y la ignominia por las que va a pasar, no solo el pueblo, sino el descendiente de la tribu de David que se enfrentará a sus adversarios para que “lo golpeen, lo abofeteen, injurien y calumnien” (Cfr. Is 50,6.). Todas estas expresiones de violencia física, verbal y carnal, serán una prefiguración del cuerpo lacerado de Cristo en los evangelios, como lo leeremos en el relato de la pasión del evangelio de Marcos. La aclamación al salmo 21 “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” será el eco del Hijo en la cruz en el dolor, sufrimiento y desánimo que puede llegar a vivir un discípulo del Señor. La súplica en medio del sufrimiento, deja una sensación de abandono, de soledad y sufrimiento; pero solo al final ese reconocimiento de hondo pesar y dolor, se suple con la súplica: “¡Confía en el Señor, pues que lo libre, que lo salve si le tiene aprecio!”. Pasar del dolor al consuelo, es una manera de experimentar la misericordia de Dios y la incansable anchura de su amor por el ser humano. Solo de esta manera el dolor de la carne sufriente de los más necesitados, se convierte en la carne de nuestro Señor, “cada violencia cometida contra un ser humano es una herida en la carne de la humanidad” (Papa Francisco, Visita Apostólica a Colombia, Encuentro con los obispos de Colombia, Salón del Palacio Cardenalicio, Bogotá, 7 de septiembre de 2017). Esta contemplación del sufrimiento ignominioso del Siervo Sufriente de Dios, es evocación de los rostros sufrientes de la tierra que claman por la justicia y la verdad. Rostros con nombre e identidad concretas, que nos llevan a buscar con afán, la inclusión de los descartados e ignorados, de este mundo, en medio de la cultura del descarte. El apóstol de los gentiles en su carta a los Filipenses, escribirá todo un tratado de: humildad, sencillez y entrega. En una de las páginas más bellas de los escritos de Pablo, él exaltará las virtudes del Hijo amado de Dios y su abajamiento, como enseñanza de obediencia y sumisión a la voz del Padre. Al dejar -Cristo- su condición Divina, renunciar a ella, enseña una nueva manera de ver al ser humano. El sometimiento a la muerte en cruz, es una muestra clara de la fuerza que Cristo le imprimió a su fidelidad al Padre. Pero, sin lugar a dudas, nos va a recordar que el nuevo Adán reconcilia la vida de Pecado, con el abundante don de la Gracia que nos da Cristo resucitado, “de modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es” (Cfr. 2 Cor 5,17.). El vaciamiento total de Cristo en la cruz, es toda una paradoja de Dios entregándose al mundo, elemento fundamental en la narrativa de Pablo para hablar de la manera en que Dios se gasta por la humanidad (kenosis); el cántico va a resaltar la idea de cómo Jesús desde su condición divina, se abaja no solo en carne, sino en su manera de relacionarse, “Pero Dios quiso hacerse vulnerable y quiso salir a callejear con nosotros, quiso salir a vivir nuestra historia tal como era, quiso hacerse hombre en medio de una contratación, en medio de algo incomprensible”; (Encuentro con sacerdotes, religiosos, consagrados, consagradas, seminaristas y sus familias, Medellín, 9 de septiembre de 2017) hasta que se gasta el último suspiro Jesús sigue hasta el final, siendo fiel y misericordioso, asunto que Dios mismo verá agradable a sus ojos en su glorificación. La experiencia teológica adoptada por Marcos, va a tener como esencia y fuente narrativa a Pablo, el vaciamiento de Jesús en la cruz que nos relata una de las escenas más conmovedoras y reveladoras de su evangelio -la pasión del Señor-, es una prolongación de la kenosis de los textos de Pablo. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? En el texto de la pasión de Jesús, Marcos va a cuestionar al lector sobre la obediencia a la voluntad del Padre, quien amando a su Hijo lo entrega por la salvación de todo el género humano, redimiendo al pecado del mundo con la sangre de su hijo amado. El seguimiento de Jesús en Marcos no se entiende sin la experiencia de la Cruz, todo lleva a ella y de ella surge todo. Marcos es el relato de la comunidad, todo el texto está dirigido a la formación de los discípulos en el seguimiento del Señor. Es por ello que al centro del relato (de XVI capítulos), la perícopa de la transfiguración, se convertirá en la manera en que los discípulos atienden el llamado de Jesús a seguirlo en su camino hacia Jerusalén, (camino que se convertirá en la crucifixión). De esta manera, mientras el texto presenta a Pedro, Santiago y Juan, queriendo construir tres tiendas, al final del relato del encuentro de ellos con Jesús transfigurado, en la pasión encontraremos a Jesús crucificado junto a dos salteadores, uno a su derecha y otro a su izquierda, como evocación de la nueva transfiguración del Señor. La cruz se convierte en la nueva tienda de exaltación del Hijo de Dios en la humanidad. La muerte de Jesús no es la última palabra del Padre, ver a su Hijo amado (Cfr. Mt 3,23.) en la cruz como a muchos colombianos, sigue siendo doloroso para Dios y para nosotros, ver su cuerpo herido, nos debe mover a “… no tener miedo de tocar la carne herida de la propia historia de su gente” (Papa Francisco, Visita Apostólica a Colombia, encuentro con los obispos de Colombia, Salón del Palacio Cardenalicio, Bogotá, 7 de septiembre de 2017), es una clara invitación a transformar el dolor en fuente de vida y resurrección. El paso que sigue es convertir el luto en danza, dejar que la profecía de Isaías siga teniendo sentido en la sociedad, “Forjarán sus espadas en arados, y sus lanzas en podaderas” (Cfr. Is 2,4.). La muerte de Cristo en la cruz, es una oportunidad para que entendamos el llamado a transformar los signos de muerte existentes en nuestro país, espacios que promuevan la cultura del encuentro, la semana mayor se convierte en una manera de “… desactivar los odios, y renunciar a las venganzas, y abrirse a la convivencia basada en la justicia, en la verdad y en la creación de una verdadera cultura del encuentro fraterno”, (Papa Francisco, Visita Apostólica a Colombia, gran encuentro de oración por la reconciliación nacional, Parque Las Malocas, Villavicencio, 8 de septiembre de 2017). ¿Qué me sugiera la Palabra que debo decirle a la comunidad? La palabra de Dios en este domingo de pasión, nos está llamando a contemplar la carne del crucificado, en muchos colombianos y hermanos latinoamericanos que están necesitados de sanar las heridas causadas por la violencia fratricida, que ha generado miles de víctimas deseosas de reparación: “El Señor nos insta a tender puentes, limar las diferencias, desactivar los odios, renunciar a la venganza, abrirse a la convivencia basada en la justicia, en la verdad y en la creación de una verdadera cultura del encuentro fraterno” (Papa Francisco, Visita Apostólica a Colombia, gran encuentro de oración por la reconciliación nacional, Parque Las Malocas, Villavicencio, 8 de septiembre de 2017). La palabra de Dios siga disponiendo nuestro corazón y nuestras vidas, para seguir abriendo caminos de reconciliación, amor y paz, como mensaje clave de este domingo en el que conmemoramos la entrada de Jesús a Jerusalén. ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? Cristo, nuestro Señor, quien gobierna nuestros actos y nuestra vida, nos anima, en la conmemoración del domingo de ramos, a reconocer y acoger los signos propios de su entrada en Jerusalén. Cada uno de los actos que evocamos en la Palabra de Dios, hoy, tienen toda una carga simbólica; la unción en Betania es un signo de ello: Vivir la unción de nuestro bautismo, es asociarnos al reconocimiento de los poderes que hemos recibido, al inicio de nuestra vida cristiana, por el Espíritu Santo; bendecir con nuestros actos, es reavivar el sacerdocio común en la comunidad; denunciar los casos de corrupción que aquejan a nuestra sociedad, es fomentar el profetismo y asumir nuestra dimensión de ser protectores de la casa común, es revivir la actitud de reinado de Dios en nosotros y de nosotros hacia nuestro entorno. El gesto de servicio, que recordamos en la última cena, no es otra cosa que renovar la actitud de servicio a nuestro Señor, quien “(…) siendo de condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios” (Cfr. Fil 2, 6.). Cristo nos llama a no buscar acomodarnos a los títulos y reconocimientos de esta sociedad, evocando el momento de la última cena; “…esa primera noche «eucarística», en esa primera caída del sol después del gesto de servicio, Jesús abre su corazón; les entrega su testamento” (Papa Francisco, Visita Apostólica a Colombia, encuentro con sacerdotes, religiosos, consagrados, consagradas, seminaristas y sus familias, Coliseo la Macarena, Medellín, 9 de septiembre de 2017). El testamento de la entrega de Señor, se convierte en una nueva comunidad humana, llamada a ser sensible y atenta a las necesidades de los más frágiles y vulnerables. El encuentro con Cristo nos anima a dejarlo todo en manos del Padre misericordioso. La escena de Jesús, orando en el Huerto de los Olivos, es un acto profundo de discernimiento; luego de haber sido nombrado Rey y acogido por los judíos, Jesús acoge con generosidad la voluntad del Padre, impulsándonos a realizar la misma actitud de docilidad y amor. La palabra de Dios, en este domingo, es un preámbulo a vivir el misterio de la Cruz que es salvación para el creyente. Por ello, el discípulo se forja en la medida en que se dispone a asumir con el maestro la experiencia de la Cruz, aunque ésta no sea fácil de comprenderla dentro de la comunidad. Que el encuentro con Jesús, en su Misterio Pascual de pasión, muerte y resurrección, se convierta para nosotros en un espacio de fortalecimiento de nuestra fe y de renovación para nuestro espíritu cristiano y, así, recordemos que: “Somos verdaderos dispensadores de la gracia de Dios cuando trasparentamos la alegría del encuentro con Él” (Papa Francisco, Visita Apostólica a Colombia, encuentro con sacerdotes, religiosos, consagrados, consagradas, seminaristas y sus familias, Coliseo la Macarena, Medellín, 9 de septiembre de 2017). Cristo nos llama a vivir con amor esta semana mayor y nos invita para que este tiempo sea para todos nosotros la oportunidad de renovar permanentemente nuestro encuentro con Él.
Jue 15 Mar 2018
La obediencia es un valor para construir paz
La obediencia es un valor o cualidad que no se recibe automáticamente, hay que aprenderlo. El valor refleja la aceptación, el compromiso frente a la realidad histórica. Obedecer es bueno para las buenas relaciones, convivencia, para la paz, la armonía con los demás. Tarea: - Analizar cómo está la aceptación de la obediencia frente a la autoridad de los demás, incluida la autoridad de Dios. - Inculcar en su comportamiento y en el comportamiento de los demás una sana obediencia. - Haz el compromiso de obedecer amorosamente a tus padres esta semana.
Jue 15 Mar 2018
Caminemos a la Pascua con un corazón contrito
Primera lectura: Jr 31,31-34 Salmo Sal 51(50),3-4.12-13.14-15 (R. 12a) Segunda lectura: Hb 5,7-9 Evangelio: Jn 12,20-33 Introducción Ya está cerca la Pascua, el camino que se ha recorrido en esta cuaresma, nos ha preparado para vivir a plenitud el misterio de la Pascua de resurrección del Señor. Isaías nos va a recordar que la nueva alianza del pueblo ya no es con la frialdad de las tablas de la ley escritas en piedra, el pueblo llevará la ley grabada en su corazón, esto lo llevará a ser más misericordioso y a descubrir cómo Dios se sigue revelando a su pueblo tal cual es. La actitud cristiana, en la cuaresma, de mantener un corazón contrito, arrepentido y abierto al perdón, nos dispone a encontrarnos con Jesús y acogerlo como el reparador de los corazones lastimados por el pecado. Estos días son, para el creyente, un espacio para estar alerta a no caer en las tentaciones que se nos presentan en la vida espiritual; los mal llamados dioses de la sociedad nos pueden engañar: la idolatría al mercado, al dinero fácil, al relativismo y a otros distractores que pueden alejar nuestra vida de la fidelidad a Dios y del reconocerlo como el Señor único y verdadero. El corazón del cristiano está llamado a mantenerse en permanente estado de reconocimiento de las bondades de la alianza, para no alejarse del amor de Dios. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Una de las características históricas del pueblo de Israel es su relación con Dios, por medio de las alianzas. Es así como lo vamos a encontrar siendo fiel o faltándole al Señor en su noble propósito de mantenerse firme a sus promesas. La profecía de Jeremías, en su tercera parte -libro de la consolación-, va a detenerse en la importancia de renovar la promesa con Dios, de grabar en su interior y en el corazón el reconocimiento de ser uno para el otro: “… yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo”, un juramento inquebrantable, tanto para Dios, como para el pueblo. Esto le lleva a Israel a reconocer al único y verdadero Dios, que para el pueblo de Israel y también hoy para nosotros, se convierte en un llamado constante al discernimiento, al buscar cómo sacar de nuestra mente y del corazón, todo aquello que no nos deja reconocer la primacía del Señor en nuestro camino a la santidad. En consonancia con la aclamación del profeta Jeremías y la fidelidad a Dios, el salmo 51 conocido como “el Miserere”, dispone el corazón a la pureza y a la renovación interior, acción que la misma palabra de Dios hace en la transformación de corazones de piedra a corazones de carne. Pedir en este salmo la pureza de corazón, no es más que disponerse a vivir esa “nueva alianza” que el profeta Isaías nos recordará en la primera lectura. Si con el profeta renovamos el corazón, con el salmista nos disponemos a hacerlo de una manera mucho más efectiva y afectiva. La carta a los Hebreos es una constante evocación de las virtudes de Cristo, como el mesías e Hijo de Dios encarnado en la historia de la salvación. Por ello, va a destacar la manera cómo Jesús se va preparando, para cumplir con la voluntad del Padre. Es, a través de la obediencia que el Hijo va a exaltar la gloria del Padre. Este sermón a los Hebreos, nos evoca el relato de la plegaria de Jesús en el huerto de Los Olivos, lugar en donde Él descubre la voluntad del Padre y se dispone a cumplirla, renunciando a la tentación del poder por la entrega gloriosa en la cruz. La mejor manera de expresar el contenido de esta lectura es afirmando que Cristo aprendió sufriendo a obedecer para entender la voluntad del Padre. En el evangelio de Juan, evocamos un relato en donde se va a reconocer en Jesús el verdadero hijo de Dios, que “ha salido del Padre y vuelve al Padre”. Toda la reflexión teológica del evangelio de Juan está centrada en la glorificación del Padre, a través del Hijo. Jesús, que, en su condición de obediente al Padre, se hace el logos de Dios: “en arkhé en ho logos” prefigura, según el evangelio, la idea fundamental del Dios entre nosotros. Con esto, el evangelista Juan nos introduce a un texto que va a desarrollar en tres pascuas su experiencia divina y cercana con el Padre. Jesús es la palabra del Padre, la manera de expresarse Dios, la forma en que Dios entra en la humanidad, se encarna en los dolores, sufrimientos, alegrías y esperanzas de su pueblo. En la estructura del texto del evangelio de Juan, de este domingo de cuaresma, vamos a encontrar el momento del retorno del Hijo al seno del Padre. Y es, en este texto, con el que meditamos hoy, en el que el anuncio de la glorificación del Hijo de Dios -o el retorno de Jesús a la experiencia del padre-, evidencia la manera cómo Dios le da a su Hijo la potestad sobre todo y en todo. El evangelista Juan, va a señalar una de las paradojas más retadoras para el cristiano, hoy: “quien ama su vida la pierde”. El mensaje del evangelio en este contexto cuaresmal va a marcar una pauta importante, ¿en qué estamos invirtiendo nuestra vida?, ¿cuál es el valor que le damos a ella?, ¿qué estamos dispuestos a perder? En una sociedad, como lo ha denunciado el Papa Francisco, “del descarte”; la vida se ha convertido en vulnerable y frágil. Defenderla es comprender el mensaje del evangelio de la esperanza y del amor para con los más desfavorecidos de la sociedad. La experiencia del evangelio es una vivencia constante, del amor desprendido de Jesús, en el mensaje glorioso de la cruz. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? Es necesario que, ante tantos “cúmulos grises”, generados por la insensibilidad a la vida y a la deshumanización del mundo, el cristiano sea un comprometido con la causa de la defensa de una vida diferente, desprendida, arriesgada, audaz y llena de los valores del evangelio. Aferrarse a esta vida es ponerse en función de una sociedad superflua, que necesita recobrar el sentido de su caminar. Contemplar la vida de Cristo, es reconocer que su existencia no está manchada por el pecado, pero que, tampoco, está libre de sentir las necesidades humanas. Es reconocer en él un Dios humano, cercano y que vive en la carne sufriente de los rostros humanos. Es allí, donde el evangelio invita a todos a ser servidores, unos de otros, para la glorificación del Padre por el Hijo. En medio de un mundo que nos quiere robar la vida y la alegría de amar y ser amados, y siguiendo la enseñanza del Papa Francisco, en su exhortación apostólica “Evangelii Gaudium”, encontramos una invitación, para todos los cristianos, a guardar el tesoro de “la alegría del Evangelio”, pues, en sus palabras, “… llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús”. Y continúa más adelante diciendo: “Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento” (Cfr. EG 1). Contrario al espíritu del mundo, que nos quiere llenar de falsas alegrías. El evangelio es, per se, la alegría desbordante del Hijo en el Padre, que se revela glorificando a Dios, en medio de las necesidades de los miembros del Cuerpo místico de Cristo. ¿Qué me sugiera la Palabra que debo decirle a la comunidad? Dejar caer la semilla del evangelio, para que muera, en la tierra fértil del corazón de un cristiano, no es otra cosa que dejar que la alegría del evangelio y la esperanza, no dejen de dar frutos en la construcción de la paz y la reconciliación de nuestro país. “No se resistan a la reconciliación para acercarse, reencontrarse como hermanos y superar las enemistades. Es hora de sanar heridas, de tender puentes, de limar diferencias. Es la hora para desactivar los odios, y renunciar a las venganzas, y abrirse a la convivencia basada en la justicia en la verdad y en la creación de una verdadera cultura del encuentro” (Papa Francisco, Visita Apostólica a Colombia, gran encuentro de oración por la reconciliación nacional, Villavicencio, 8 de septiembre de 2017). Cada día estamos llamados a renovar nuestro pacto con Dios, “somos su pueblo”: “Él es nuestro Dios”; responder al llamado de la palabra en este domingo es permitir que todo lo que somos anime nuestro ser a dejar que Dios mismo se haga parte de nuestra historia. Esto nos exige un corazón, dispuesto a acoger el don que el Señor nos quiere dar. Dejar caer el trigo hasta que muera en la tierra de nuestra esperanza y de los frutos abundantes para nuestro camino, no es otra cosa que permitirle a Dios ser el sembrador en nuestra tierra, de manera que podamos preguntarnos, ¿qué tipo de tierra soy, y para qué semilla estoy aportando mi tierra? ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? Por medio de tres signos concretos, la palabra de Dios, en este domingo, nos dispone a salir al encuentro con Cristo: El primero es el deseo permanente de querer ver al Señor; “cuando lo hiciste con uno de éstos, -el más pequeño-, lo hiciste conmigo”. El estar con Cristo me anima a salir a encontrarlo en la vida cotidiana, en la fraternidad permanente, en la comunidad que me alienta a reconocerlo. El segundo, nos anima a no tener miedo de perder para ganar a Cristo. Sólo en la medida en que nos dispongamos al servicio, podremos disponer nuestra vida al encuentro con los más frágiles y necesitados; Allí está la ganancia del cristiano. En el tercer signo, Cristo nos anima en su palabra a ser fieles como lo indica el profeta Jeremías. De esta manera daremos Gloria a Dios, dejando que nuestra vida sea agradable a él y, con ella, podamos servirlo en aquellos que hacen parte de las periferias existenciales de nuestra sociedad. En palabras del Papa Francisco, en su Visita Apostólica: “Los invito a no tener miedo de tocar la carne herida de la propia historia y de la historia de su gente. Háganlo con humildad, sin la vana pretensión de protagonismo, y con el corazón indiviso, libre de compromisos o servilismos” (Encuentro con los obispos de Colombia, Salón del Palacio Cardenalicio, Bogotá, 7 de septiembre de 2017).