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Lectio Dominical

Vie 28 Feb 2020

Podríamos pasarnos la vida reflexionando, pero es hora de actuar

Primera Lectura: Gn 2,7-9; 3,1-7 Salmo: Sal 51(50),3-4.5-6a. 12-13.14+17 (R. cf. 3a) Segunda Lectura: Rm 5,12-19 (forma larga) o Rm 5,12.17-19 (forma breve) Evangelio: Mt 4,1-11 Introducción De la Palabra de Dios que se nos ofrece para este domingo presentamos algunos temas para nuestra reflexión: • El origen del pecado y sus consecuencias en la vida del ser humano; • La vivencia de la vida cristiana en el camino de la cuaresma, un itinerario de conversión, escucha de la Palabra de Dios, vivencia de la gracia divina; • Un tercer tema de predicación nace de la confrontación Adán – Cristo, es decir subrayar la superioridad de la gracia y la nueva condición del ser humano, hijo de Dios, para afrontar con altura las tentaciones y consecuencias del pecado. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? En un lenguaje pintoresco y popular, el texto de la primera lectura presenta tres escenas: en la primera, se nos presenta a Dios como un artesano, que da origen a su máxima obra, el hombre, a quien hace partícipe de su vida, lo hace “un ser vivo” (v.7); en la segunda, Dios es un jardinero, y en medio de su jardín dos árboles significativos: el árbol de la vida y el árbol del bien y del mal; aquí en este ambiente coloca su obra máxima llena de vida (vv. 8-9). En estas dos escenas la presencia dominante es Dios. En la tercera escena, el personaje dominante es la figura del “astuto” en forma de serpiente quien, a punta de mentiras, seducirá la mujer, inicia cuestionándola con una mentira “¿Cómo es que Dios les ha dicho que no coman de ningún árbol del jardín? (3,1). La mentira seductora conducirá al fracaso el plan original y se introduce en esta historia la muerte, de la cual Dios había prevenido, pero la serpiente engaña diciendo “de ninguna manera morirán… serán como dioses”. Una mentira que incita al orgullo. Fracaso total, el hombre, obra de Dios, se revela y desobedece a su Creador. Salmo penitencial, de gran alcance popular por su formulación y la historia de David pecador que recurre a la misericordia divina componiendo estas palabras. En sus dos partes refleja la situación del hombre: la oscura realidad del pecado, expresada en la confesión de pecado y suplica de purificación (vv. 1-11); que encuentra una esperanza de cambio gracias a la acción divina (vv. 12-19). Concluyendo con una especie de liturgia nacional (vv. 20-21). La segunda lectura está centrada en un paralelismo de superación entre el fracaso del primer Adán y la reparación sobreabundante del segundo Adán – Cristo. En su desarrollo se abordan diversos temas correlacionados entre sí, como la relación entre el pecado y la muerte en general, la obra de Adán y la obra de Cristo, entre las cuales no se da una proporción de igualdad, pues “no hay proporción entre la gracia que Dios concede y las consecuencias del pecado” (v.15). La conclusión hace de exhortación parenética, por el delito de uno-Adán condena para todos, por la justicia de uno-Cristo la justificación para todos; “por la desobediencia de uno todos se convirtieron en pecadores, así por la obediencia de uno todos se convertirán en justos” (Cf. vv. 18-19). El relato evangélico, está presente en la triple tradición sinóptica (Mc 1, 12-13; Lc 4, 1-13; Mt 4, 1-11), con variantes importantes. Así, Marcos solo refiere que Jesús permaneció allí “siendo tentado por Satanás”; los otros dos evangelis- tas narran las conocidas y clásicas tres tentaciones, pero cambiando el orden; Mateo las concluye con la tentación en el monte, que conecta mejor con el discurso de la montaña que aparece en el capítulo siguiente. Este pasaje se estructura en una introducción (1-2) y luego un relato trimembre, las tres tentaciones (vv. 3 - 11). La iniciativa siempre es del “tentador – del diablo”, quien se acerca (v.3) y “se lleva” a Jesús –sentido del verbo paralambanō en griego (vv. 5.8), lo saca del desierto para llevarlo al Templo y al monte; a las tentaciones Jesús responde siempre con lo que está escrito, es decir, con las Sagradas Escrituras, todas del Deuteronomio (Cf. a la primera: Dt 8, 3 y Sb 16,26; segunda Dt 6,16); a la tercera Dt 6,13). El texto posee los elementos mínimos de la narrativa, dejando que el peso se centre en estas citas bíblicas veterotestamentarias que soportan la argumentación. Por lo que algunos han visto que Jesús aparece reviviendo las tentaciones de Israel en su camino por el desierto durante cuarenta años. Se debe precisar que el texto permite una gran asociación de miradas desde los lectores, por lo que no es necesario polarizarlo solo desde una concepción. El inicio de la perícopa, “Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu…”, conecta con el relato del Bautismo y su teología (3, 13-17), en definitiva, la historia sigue siendo “empujada” por el Espíritu Santo. El diablo presenta sus tentaciones en un crecendo. El diablo no pone en duda la filiación divina de Jesús, él la sabe y la presupone; los endemoniados de Gadarenos le dicen: “¿Qué tenemos nosotros contigo, Hijo de Dios? (Mt 8,9) y es más explícito en Lucas, el endemoniado en Cafarnaúm le dice: “Sé quién eres: el Santo de Dios” (Lc 4, 34). El diablo no desconoce la condición de Hijo de Dios de Jesús, él lo que hace, aquí en las tentaciones, es someter esa identidad a prueba, inducirlo a realizar un milagro espectacular innecesario para el mesianismo. Dos veces se refiere a ella, “si eres Hijo de Dios…” (vv. 3. 6). Las respuestas de Jesús serán una forma de acreditar esta su identidad o filiación divina que se ha puesto de manifiesto desde el Bautismo, “y vino una voz desde los cielos que decía: Este es mi Hijo amado, en quien me complazco” (Mt 3,17). No logrando su deseo de meterlo a la duda, le plantea de manera directa la propuesta de la adoración del diablo, a la que Jesús responde con su rechazo definitivo. El diablo en su intento de seducción ha recurrido a diversas artimañas, como lo hizo en los orígenes de la humanidad, recurre a la mentira, se presenta como el dueño de todo, “le mostró los reinos del mundo”, que se contraponen con el mensaje que Jesús viene a anunciar “el reino de Dios, o el reino de los cielos”. Es un ser astuto, ha aprendió de la primera respuesta de Jesús a usar las Escrituras, las cuales cita de manera manipuladora para inducir al error y que se falte a la filiación divina, por ello cita de memoria las palabras del Salmo 91. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? Adán – Cristo, superioridad de la Gracia La historia de la humanidad se ha jugado en dos creaciones. La primera, es la de los orígenes, con Adán, de donde se concluye el nefasto resultado, entró la muerte a causa del pecado; se da una ruptura en la relación con Dios que se califica como desobediencia, la mentira y el orgullo han reinado, el hombre quiso desconocer a Dios y ser dios; lo único que encontró fue la destrucción, el fracaso total. La segunda, es la de la nueva creación, iniciativa siempre de Dios, es la obrada en su Hijo Jesús, en quien el hombre recobra y recibe de manera mejorada su filiación divina, es nueva creatura, justificada y amada en Jesús. Esta Gracias, en todas sus dimensiones, manifiesta su superioridad respecto al pecado y sus consecuencias. Jesús se acredita en su relación con Dios y en obediencia a las Escrituras, Él es el Hijo de Dios, no un mago dispuesto a realizar “milagritos espectaculares” que desvirtúan la filiación divina. Si bien, las tentaciones de Jesús son de un corte específicamente mesiánico, es decir, se refieren directamente a él, podemos, de una manera parenética, referirlas a toda la humanidad, pero referidas principalmente a las dimensiones fundamentales de la mesianidad de Jesús, profética, sacerdotal y real. Es decir, las tentaciones de Jesús no son una narrativa que sirva de ejemplo para que los creyentes de hoy afronten las tentaciones de cada día. Estas tentaciones fueron directamente a la identidad de Jesús, Hijo de Dios, no porque el diablo la desconociera, sino porque quiso ponerla a prueba. La prueba de la filiación divina no solo se juega en una opción radicalmente opuesta, como la tercera tentación que invita a la adoración del diablo, sino que también se coloca entre dicho mediante aparentes practicas inofensivas que son innecesarias para la vivencia de la filiación divina; no es necesario andar usando el poder de la gracia bautismal como “aprendices de maguitos”. La gracia de la vida cristiana se sitúa en superioridad frente a estos “jueguitos”. Toda la vida Jesús la vivió en esta opción, siempre renunció a demostraciones innecesarias de poder divino, hasta el último momento. Él, como Hijo de Dios, se mostró siempre obediente, hasta en la cruz mediante la expresión de otros se le propuso hacer “milagritos espectaculares”, “si eres Hijo de Dios, baja de esa cruz y creeremos” (Cf. Mt 27, 40. 42), siempre en actitud de poner a prueba su filiación divina, su mesianismo. Jesús no cedió a la tentación de los reinos del mundo, por no haber perdido su filiación, recibe todo poder, Resucitado se aparece a sus discípulos, “Acercándose a ellos, Jesús les dijo: se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra” (Mt 28,18). 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Podríamos pasarnos la vida reflexionando, pero es hora de actuar. ¡No nos limitemos a oír más, leer más, sino a vivir en verdad y sinceridad la superioridad de la gracia que hemos recibido en Jesús, Hijo de Dios! El bautismo, en el orden de la gracia, nos hace superiores al primer Adán, vivamos de corazón la llamada del Espíritu Santo “que nos conduce al desierto” para vivir la identidad de Hijos de Dios. No busquemos milagritos y poderes divinos, sigamos el camino de una autentica espiritualidad cristiana que supera las tentaciones del materialismo, del sensacionalismo, y de un poder sobre el mundo. Es el momento de cerrar los ojos, hacer silencio y contemplar con recogimiento el misterio de la gracia bautismal. Es hora de aprender a responder con la Palabra de Dios. Aceptarla con amor y creerla, porque aprenderla de memoria y rebatir con ella, solo nos hará parecer al diablo, que se la sabe de memoria, pero la usa de manera manipuladora para inducir al error. RECOMENDACIONES PRÁCTICAS: 1. Que en el Templo haya un signo que evidencie el tiempo de Cuaresma. 2. Resaltar en cartelera la frase: “Misericordia, Señor: hemos pecado”. 3. Es muy recomendable que, desde antes de la celebración litúrgica, se guarde silencio en el templo, en la sacristía y en los lugares anexos. De modo que todo se disponga devota y debidamente para la acción sagrada (Cfr. OGMR 45). 4. Este domingo presenta Prefacio propio: “Las Tentaciones del Señor”. 5. Palabras de este tiempo como camino de catecumenado: Oración, silencio, Jesús, gracia, bautismo, caridad, etc. 6. Se podría emplear como oración de bendición sobre el pueblo, la propia para este domingo. 7. Aprovechar este tiempo de cuaresma para el ejercicio del Santo Vía Crucis (en especial los viernes) y de las prácticas de ayuno y abstinencia. 8. En estas cinco semanas de tiempo de cuaresma es, también, ocasión oportuna para motivar, preparar y desarrollar, en el día más oportuno, la jornada parroquial de los enfermos ya que, reuniéndolos en el templo para la celebración eucarística, se les puede ofrecer también los sacramentos de la Reconciliación y de la Unción de Enfermos. De este modo, no programando la llamada “Misa de enfermos” para el jueves santo, se da prelación al grandioso signo de la Sagrada Comunión llevada por el Sacerdote y ministros extraordinarios, dicho jueves, a cada uno de los enfermos de la comunidad parroquial.

Jue 20 Feb 2020

La caridad perfecta crece en el camino de la conversión continua

Primera Lectura: Lv 19,1-2.17-18 Salmo: Sal 103(102),1-2.3-4.8+10.12-13 (R. 8a) Segunda Lectura: 1Co 3,16-23 Evangelio: Mt 5,38-48. Introducción Desde la Palabra de Dios en contemplación, podemos reflexionar: • Invitados a ser santos porque el Señor, nuestro Dios, es santo. • La compasión y la misericordia de Dios nos mueven a ser felices amando a Dios y al prójimo, como a nosotros mismos. • Nuestro compromiso es amar más allá de lo ordinario, de lo legal o lo lógico. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? La Palabra nos invita a mirar nuestros comportamientos y relaciones, las leyes, las costumbres, normas y principios éticos y morales, para reconocer la misericordia, la bondad y la belleza de Dios; y para que aceptemos su invitación a ser santos e ir más allá de lo común, a hacer lo que nos lleva a la perfección: • Ser sencillos, humildes y acogedores; • Amar y servir más, a los enemigos y a los que nos hacen mal; • Evitar los odios, rencores, resentimientos y deseos de venganza. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? Amar y servir, para ser santos, hacer el bien a quienes nos tratan mal o nos exigen más de la cuenta y ser cristianos de verdad. Amar y hacer el bien a todos, es el signo de fidelidad en el seguimiento del Señor Jesús, y de crecimiento en santidad como discípulos servidores. El Señor Jesús nos pide una actitud moral más allá de la ordinaria, para ser santos y poder participar del Reino de los cielos; nos llama a poner por obra la caridad perfecta: se trata de una caridad en la que no caben ni el odio, ni el insulto, ni el renegar de Dios, ni el deseo de lo que es contrario a la voluntad de Dios, a vivir la caridad a medias. La caridad perfecta crece en el camino de la conversión continua; vivir la caridad tiene muchos retos, por eso es exigente y difícil, pero reconfortante y satisfactoria. La meta es llegar a participar del Reino de los cielos, vivir la caridad y ser santos para lograrlo. El medio es amar y servir, mantener la oración para suplicar ardientemente la sabiduría para seguir creciendo en caridad, que nos ayude para que el perdón sea de corazón y para que nuestras luchas y dolores se conviertan en medios y oportunidades que engrandezcan nuestro testimonio de anunciadores del amor de Dios para toda la humanidad. El Papa Francisco en La Alegría del Evangelio 4, nos recuerda que: Todos tienen el derecho de recibir el Evangelio. Los cristianos tienen el deber de anunciarlo sin excluir a nadie, no como quien impone una nueva obligación, sino como quien comparte una alegría, señala un horizonte bello, ofrece un banquete deseable.” 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Señor, ayúdanos a alcanzar la perfección de vida por el ejercicio de la caridad fraterna vivida en familia y comunidad, según el Evangelio. Que el encuentro con el Señor Jesucristo avive el deseo de amar y servir a quienes nos niegan su amor y servicio. RECOMENDACIONES PRÁCTICAS: 1. Se puede resaltar la frasea: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Lv 19,18) 2. Es muy recomendable que, desde antes de la celebración litúrgica, se guarde silencio en el templo, en la sacristía y en los lugares anexos. De modo que todo se disponga devota y debidamente para la acción sagrada (Cfr. OGMR 45). 3. Sería oportuno hacer hoy el rito para la bendición y la aspersión del agua en memoria del Bautismo, que ocuparía el lugar del acto penitencial al comienzo de la Misa, siguiendo lo indicado en el Apéndice I, Formulario I, del Misal, p. 1053. 4. Se sugiere la Plegaria Eucarística “De la Reconciliación II”, Misal, p. 508 5. Propiciar un momento de silencio, después de la oración comunión, para dar gracias a Dios Padre por la presencia de Jesús en la eucaristía y en nuestras vidas. 6. Tener presente que el próximo miércoles, 26 de febrero, es Miércoles de Ceniza, inicio del Tiempo de Cuaresma; día de ayuno, abstinencia y obras de caridad; comienza la Campaña de la Comunicación Cristiana de Bienes. Liturgia de las Horas Tomo II, Salterio 4ª semana. Convendría hacer una adecuada catequesis que disponga al ayuno y a la abstinencia cuaresmales. 7. La ceniza se debe hacer de ramas de árboles o de los ramos bendecidos del año anterior y se impone sobre la frente o sobre la cabeza, directamente con los dedos (no con sellos de corcho u otro material). Se debe corregir o evitar cualquier cosa que pueda llevar a la práctica supersticiosa de la imposición de la ceniza.

Jue 20 Feb 2020

Miércoles de Ceniza

Primera Lectura: Jl 2,12-18 Salmo: Sal 51(50),3-4.5-6a.12-13.14+17 (R. cf. 3a) Segunda Lectura: 2Co 5,20 - 6,2 Evangelio: Mt 6,1-6.16-18 Introducción La palabra de Dios presenta una viva exhortación a la conversión, a reconocer la realidad pecadora del ser humano, pero al mismo tiempo a una absoluta confianza en Dios que es generoso en misericordia. Desde estos textos se pueden abordar las prácticas y actitudes que el creyente debe vivir de manera personal y eclesial en la vivencia de la conversión. Así tenemos: conversión, misericordia de Dios y prácticas para la conversión. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? El libro de Joel es corto, tan solo 4 capítulos, en dos secciones: una invasión de langostas con sus consecuencias (1-2) y la respuesta de Dios como una vuelta a la abundancia (3-4), entre las que se destaca la abundante efusión del Espíritu. Las langostas son percibidas como el ejército de Dios que viene a ejecutar su juicio, del cual uno se puede librar por la penitencia y la oración. Esta sección como respuesta a este desastre motiva una liturgia penitencial de duelo, de súplica, que concluye con la promesa profética del perdón divino. La conversión es un “volver a Dios de todo corazón”, con ayuno, con lágrimas, con dolor, convocando a la comunidad a una asamblea purificadora. Todo el pueblo, desde niños hasta los sacerdotes, está convocado a esta liturgia, “y digan: ¡Perdona, Yahvé, a tu pueblo!”. En la liturgia se reconoce la condición pecadora del hombre y la grandeza de Dios, a quien se descubre como el clemente, compasivo, lento a la cólera, rico en amor, el Dios de la bendición. Sal 51(50). Es uno de los 7 salmos penitenciales (Cf. 6, 32, 38, 51, 102, 130, 143), conocido como el Miserere. La experiencia del orante es su cruel realidad de pecado, pero de otra vertiente el poder de Dios que perdona, limpia, purifica, crea, infunde su Espíritu, devuelve la alegría, lleva a la salvación. No es un canto de simple reconocer el pecado sino ante todo el reconocimiento de Dios creador que vuelve a crear al hombre en la condición de “salvación”. Pablo presentando el ministerio apostólico destaca la responsabilidad de trasmitir la convicción de la reconciliación, y esta consiste fundamentalmente en “déjense reconciliar con Dios”. El cristiano es una nueva creatura, a quienes exhorta a no “recibir en vanagloria la gracia de Dios”, insiste que este es el momento favorable, el día de la salvación. Esto aparece articulado a partir de la convicción que Jesucristo es el centro de la nueva creación, él es el salvador; Dios ha hecho a Cristo solidario con la humanidad pecadora, gracias a su acción es posible la reconciliación. Entre la venida de Cristo al mundo y su segunda venida transcurre un tiempo intermedio que tiene las connotaciones de ser un tiempo apto para la conversión, la reconciliación, en una palabra, es tiempo de salvación. Evangelio: Mt 6,1-6.16-18. Este texto, pertenece al llamado “sermón de la montaña” o discurso inaugural del ministerio de Jesús, en el evangelio de Mateo (Mt 5 – 7); propiamente a la sección de interiorización de los deberes de piedad en el nuevo estatus del cristiano como una expresión del gran mandamiento del amor a Dios y al prójimo. Aborda la vivencia de la justicia, es decir la práctica de las buenas obras que permiten que el hombre sea justo ante Dios. Para un judío los grandes temas de la piedad son los aquí abordados en este pasaje: la limosna (6, 2-4), la oración (6, 5-6) y el ayuno (6, 16-18). Los elementos que se subrayan son una llamada a la verdadera intención, o rectitud de interioridad, a la correspondencia entre lo interior y lo externo; esto evita a proceder de manera hipócrita o por una falsa piedad que simplemente se justifica por ser ostentosa y farandulera; una vanagloria que no lleva a la salvación. Es una invitación a proceder de manera justa en todo para poder recibir la recompensa de Dios que es tu Padre y ve lo secreto del corazón y de las intenciones del proceder humano. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? La homilía podría tener unas dimensiones de una excelente presentación kerygmática, no como explicación sino como anuncio que motive a la respuesta personal y eclesial de adhesión amorosa a Dios. El Dios que describen las lecturas lo muestran como el ser más misericordioso, el Dios del amor, que no se queda en las definiciones abstractas, sino que entra en contacto directo con la realidad del ser humano, en su condición absurda de pecado en las más crueles realidades, pero que no debe desesperar de esta situación, sino que debe mirar con amor y esperanza el cambio, la nueva creación, Dios ya ha actuado y lo sigue haciendo para garantizar la Salvación. El hombre todo lo que tiene que hacer es aprovechar este tiempo de gracia, este momento oportuno, para “volver de todo corazón a Dios”. Este proceso de conversión es un camino para ir hacia el Señor, se necesita actitud interior y compromiso exterior. Es un camino que se recorre de manera personal, pero en el cual no voy solo, me acompaña la Asamblea de creyentes que sigue el mismo itinerario de conversión, de salvación. Caminamos juntos, somos la Iglesia del Señor. Iniciar la Cuaresma, marcados con el signo de la Ceniza, recuerda que somos muchos los marcados con el signo del Señor y que juntos marchamos por esta historia de salvación. El camino se construye paso a paso en la confianza absoluta en Dios, entablando un encuentro personal e íntimo con Jesucristo, el centro de la nueva creación. Hacer de la Cuaresma un camino de encuentro y conversión, de salvación. Estamos convocados, por la Iglesia, como lo hizo Joel, a vivir la liturgia penitencial, a confiar en la respuesta de Dios que nos sorprenderá con la abundancia de su generosidad. Ciertamente tenemos que reconocer que personalmente y como pueblo no somos más que pecador, pero es tiempo de gracia, tiempo de aprovechar el anuncio profético del perdón, de la reconciliación. Este camino tiene un punto de partida, volverse de corazón al Señor; se recorre con la actitud de interioridad sincera y deseo de salvación; se sostiene con las practicas del amor a Dios y al prójimo, con la vivencia de las obras de piedad. La Palabra de Dios y la Iglesia nos lo recuerdan es tiempo de oración, ayuno y “limosna” – caridad. Es tiempo de inversión para recibir la recompensa de Dios Padre que ve el corazón. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Invitemos a un momento de oración reconociendo que somos pecadores, necesitados del perdón, de la misericordia, con sed de sentir la salvación. Hagamos de este momento una oración y contemplación de la acción de Jesús en nuestra vida. Gracias Señor porque has creado este tiempo de gracia para mi salvación, concédenos aprovechar la abundancia de tu amor para consolidar nuestro encuentro con Jesús y desde esos lazos de amor alcanzar la conversión, camino seguro para disfrutar de la salvación RECOMENDACIONES PRÁCTICAS: 1. La Cuaresma es el principal tiempo de penitencia, tanto para los individuos como para toda la Iglesia. Conviene, por consiguiente, que la comunidad cristina sea preparada en este tiempo, por medio de las celebraciones penitenciales, para que participe más plenamente del misterio pascual.6 Dos ejemplos de celebraciones penitenciales adaptadas al tiempo de Cuaresma.7 Otros esquemas de celebraciones penitenciales Ordinarias, con Niños, con Jóvenes y con Enfermos8. 2. Sería oportuno crear un itinerario de Asambleas penitenciales, no solo de carácter sacramental de confesión, las cuales no podrán faltar, sino también de reflexión y oración por el perdón que puedan acompañar todo el camino cuaresmal. 3. Desde el inicio de la Cuaresma se puede programar, cuando mejor convenga, una celebración penitencial, con confesión individual. Igualmente podría preparase, para un día este tiempo de cuaresma, la celebración de la Eucaristía con la administración de la Unción de los enfermos de la parroquia para quienes están en peligro de muerte por enfermedad o por vejez. Esta es la mejor preparación para la celebración de la Pascua. No recomendable pastoralmente el jueves santo en la mañana, como suele realizarse y muchos lugares. 4. Tener en cuenta para este tiempo el Mensaje del Santo Padre Francisco para la Cuaresma 2020. 5. Se recomienda, para los viernes de cuaresma, el ejercicio piadoso popular del santo Viacrucis. 6. Recordar que este día y el viernes santo es de ayuno, abstinencia y obras de caridad. 7. La ceniza se impone dentro de la Misa o en una Liturgia de la Palabra. En la Misa de hoy se omite el acto penitencial, porque luego se tendrá la imposición de la ceniza. La bendición e imposición de la ceniza tiene lugar después de la homilía y antes de la Oración Universal o de los Fieles (cf. Misal, p. 71-74; Ceremonial de los Obispos, nn 253-259). 8. Para la Eucaristía se podría tomar el Prefacio de Cuaresma III, “Frutos de la abstinencia”, Misal, p. 370. Igualmente, puede seguirse la Plegaria Eucarística II. 9. Se podría emplear como oración de bendición sobre el pueblo, la propia para el miércoles de ceniza, Misal, p. 75. Igualmente, se ofrecen para todos los días de este tiempo cuaresmal. 10. Invitar a momentos de oración, ayuno en comunidad. Un día, medio día, en el que se reflexione un salmo penitencial, se haga silencio, se ayune y al terminar un momento oración con la entrega de una ofrenda como expresión de amor. 11. Un cartel con el salmo 51, quizás la versión litúrgica, para que la gente lo vea y lo ore, o se puede prever unas copias para entregar a quienes participan. 12. En un lugar adecuado, disponer adecuadamente una cruz, desprovista de la imagen del señor, adornada con unas cadenas, espinas que inviten al arrepentimiento, dolor y confesión, para lo cual junto a ella se colocará un letrero que diga: ¿Ya, preparó su confesión? 13. Tener presente que: • El Tiempo de Cuaresma abarca desde el Miércoles de Ceniza hasta la Misa de la Cena del Señor, el Jueves Santo, exclusive. • Cada día de Cuaresma tiene Misa propia completa. • Se inicia el uso del Tomo II de la Liturgia de las Horas. • Durante la Cuaresma y hasta la Vigilia Pascual, exclusive, no se dice ni Gloria ni Aleluya (se exceptúan solemnidades y fiestas). • En el Tiempo de Cuaresma no se debe adornar el altar con flores, y se permiten los instrumentos musicales sólo para sostener el canto, como corresponde al carácter penitencial de este Tiempo (se exceptúan de esta norma el domingo IV de Cuaresma –Laetare– y las solemnidades y fiestas). 6 Ritual de la Reconciliación y Penitencia, Conferencia Episcopal de Colombia, Departamento de Liturgia, Bogotá, D.C., 1999, pág. 114ss. 7 Ídem. 8 Ídem. Pág. 144 ss.

Vie 14 Feb 2020

"El Señor Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida"

Primera Lectura: Is 58,7-10 Salmo: Sal 112(111),4-5.6-7. 8a+9 (R. 4a) Segunda Lectura: 1Co 2,1-5 Evangelio: Mt 5,13-16. Introducción A la luz de la Palabra de Dios que se proclama en este día: • El creyente está llamado a ser testigo y reflejo del amor de Dios en el mundo. • La misión del cristiano, como sal y luz, es transformar el mundo en nombre de Dios. • El compromiso creyente y la fuerza de la fe no se basan sólo en las cualidades personales, sino en la disponibilidad para ser sacramento de la misericordia de Dios. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Las lecturas de este Domingo –a poco más de dos semanas de iniciar el camino cuaresmal-, retoman algunos de los signos bautismales que caracterizarán la celebración de la Pascua. Así, el texto de Isaías plantea como un imperativo divino la fraternidad y la solidaridad con los más necesitados. Practicando la misericordia Dios se hace cercano y hace que la luz, signo de vida, brille en medio de la oscuridad. En el mismo sentido el salmo alaba al hombre que teme al Señor y que brilla en medio de las tinieblas como una luz. También alaba al creyente que administra sus bienes con justicia. San Pablo al escribir a la comunidad cristiana de Corinto, a la que había evangelizado unos años antes después de pasar por Atentas y su Areópago, evoca ese encuentro que debió ser bastante difícil: Corinto era una ciudad con mucha riqueza y con una moralidad muy deteriorada. Los valores del Evangelio debieron enfrentar muchas dificultades antes de que se hicieran vida en la vida de los corintios. Cuando Pablo vuelve la mirada sobre este proceso, invita a la comunidad a tomar conciencia de que fue obra de Dios, y no fruto de una astuta estrategia, de la capacidad persuasiva de Pablo o de su hábil oratoria. A pesar de la fragilidad y el temor del apóstol, Dios hace su obra y es él el que funda la fe de los corintios. Finalmente, el Evangelio retoma el sermón del monte para plantear un imperativo: los creyentes deben ser como la sal que da sabor a la tierra y como la luz que ilumina el mundo, para que toda la humanidad pueda experimentar la misericordia del Padre en las buenas obras de los discípulos. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? El contexto de la lectura del profeta Isaías es la práctica del ayuno que realiza el pueblo de Israel al volver del exilio, a finales del siglo V a.C. El profeta critica a los que imponen privaciones al cuerpo, pero no cambian el corazón. El verdadero ayuno es el que orienta la vida a practicar la justicia, la fraternidad y la solidaridad. El profeta no se cansa de insistir en la importancia de ser sensibles frente a quienes pasan necesidad y al final de la lectura introduce el tema de la luz que se retoma en el salmo y en el Evangelio de la lectura de hoy. Es importante pensar en que, ni en la época de Jesús ni en la de Isaías, existía luz eléctrica, ni bombillos ni interruptores, ni fósforos ni encendedores, ni postes ni luminarias, ni pilas o baterías. Mucho menos teléfonos celulares con aplicaciones de linternas. La noche era un verdadero peligro y la luz un preciado tesoro. Cuando Jesús invita a sus discípulos a ser luz del mundo inmediatamente hace venir a su mente las palabras del salmo: “en las tinieblas brilla como una luz el que es honesto, compasivo, misericordioso y justo”. Por eso la meditación del texto completo del salmo 112 (111) nos invita a confrontar nuestra vida para ver si en nuestras acciones estamos siendo misericordiosos o si hemos dejado endurecer el corazón. Esa misión de ser luz del mundo fue confiada a Israel en el Antiguo Testamento y ha sido encomendada con mayor radicalidad a la Iglesia: manifestar, a lo largo de la historia y en todos los contextos y culturas, la misericordia de Dios por medio de obras concretas, verificables. En la misma línea se ubica la misión que Jesús encomienda a sus apóstoles para que sean como “una ciudad puesta en lo alto de un monte” (v. 14). Es común encontrar vestigios de ciudades y construcciones de antiguas culturas en la cima de los montes: la altura no sólo ayudaba a prever los ataques y facilitaba la defensa, sino que se constituía en bastión para toda la región. Pero cuando Jesús hace esta exhortación no invita a asumir un comportamiento llamativo o a tocar la trompeta cuando se practica la justicia o se hace limosna. Lo que hace es evocar la imagen presente en la mente de cualquier judío que proclama a Jerusalén y al monte del templo del Señor como una fuente de bendiciones para todos los pueblos (cf. Is 2, 2-5). A partir de entonces, ya no será Jerusalén sino la comunidad de sus discípulos la que irradiará bendiciones y a la que acudirán todas las gentes que buscan saciar sus necesidades, problemas y angustias. Tal vez la misión más difícil de entender es la primera que señala Jesús cuando indica la misión de ser “sal de la tierra” (v. 13). Aunque hoy en día las prescripciones médicas invitan a reducir su consumo para no afectar la tensión, na de las principales funciones de la sal es dar sabor a los alimentos. Por eso desde siempre la sal ha sido símbolo de sabiduría y en ese contexto Jesús invita a sus discípulos a ser testigos de una sabiduría que llene de sabor la vida de los que les rodean, que alimente sueños y esperanzas, que conforte en los momentos de lágrimas y sufrimientos. Pero cuando no existía energía eléctrica ni se habían inventado las neveras, la sal cumplía otra función imprescindible y era conservar los alimentos. Todavía nos quedan vestigio de ello en el pescado salado y en la carne oreada. En el mismo sentido, el cristiano debe ser sal de la tierra e impedir que el mundo se corrompa, se dañe, se pierda, se descomponga. La proclamación y vivencia de los valores del Evangelio son un testimonio que transforma la realidad y que ayuda a hacer visible el proyecto amoroso de Dios sobre el mundo. Finalmente, la sal también cumplía una función contractual: garantizaba la inviolabilidad de los pactos y servía como medio de pago de los mismos (por eso incluso hoy en día la retribución por un trabajo se llama “salario”). También los cristianos son sal de la tierra en cuanto testimonian con sus obras que Dios es siempre fiel a su amor, cuando a través de nuestras buenas obras hacemos presente la misericordia del Señor. Y es en este contexto que se puede orientar la comprensión de la segunda lectura: así como san Pablo recuerda a los Corintios que a pesar de su fragilidad Dios se hizo presente por medio suyo para transformarles la vida, Dios se sigue haciendo presente en el mundo por medio de cada uno de nosotros. El Señor necesita de nuestra inteligencia, de nuestras manos, de nuestras obras, de nuestras palabras para hacer presente su misericordia, su amor y su ternura. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromi- so la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Hagamos nuestra y hagamos vida las palabras de la oración colecta de la misa del jueves siguiente al miércoles de ceniza: “Que tu gracia, Señor, inspire, sostenga y acompañe nuestras obras, para que nuestro trabajo comience en ti, como su fuente y tienda siempre a ti, como a su fin”. RECOMENDACIONES PRÁCTICAS: 1. Se pueden resaltar las frases: «Ustedes son la luz del mundo» y «ustedes son la sal de la tierra» 2. Es muy recomendable que, desde antes de la celebración litúrgica, se guarde silencio en el templo, en la sacristía y en los lugares anexos. De modo que todo se disponga devota y debidamente para la acción sagrada (Cfr. OGMR 45). 3. Sería oportuno hacer hoy el rito para la bendición y la aspersión del agua en memoria del Bautismo, que ocuparía el lugar del acto penitencial al comienzo de la Misa, siguiendo lo indicado en el Apéndice I, Formulario II, del Misal, p. 1056. 4. Para que favorezca la meditación de la Palabra de Dios, conviene que haya breves momentos de silencio, antes de que inicie la Liturgia de la Palabra, después de la primera y, si hay, segunda lectura, y una vez terminada la homilía. La finalidad de estos silencios es que, con la ayuda del Espíritu Santo, la asamblea medite brevemente lo que escuchó, saboree la Palabra de Dios y se prepare la respuesta más conveniente (Cfr. OGMR 45 y 56). 5. Se sugiere el Prefacio Dominical I: Misterio Pascual y pueblo de Dios, para continuar acentuando el tema de ser luz del mundo. 6. Tener presente que el martes, 11 de febrero, se conmemora a la Bienaventurada Virgen María de Lourdes y se realiza la Jornada Mundial de Enfermo. Es una de las fechas más oportunas para motivar, preparar y desarrollar la Jornada parroquial de los enfermos ya que, reuniéndolos en el templo para la celebración eucarística, se les puede ofrecer también los sacramentos de la Reconciliación y de la Unción de Enfermos.

Vie 7 Feb 2020

Somos llamados a vivir con rectitud y a cumplir la ley plenamente

Primera Lectura: Is 58,7-10 Salmo: Sal 112(111),4-5.6-7. 8a+9 (R. 4a) Segunda Lectura: 1Co 2,1-5 Evangelio: Mt 5,13-16. Introducción A la luz de la Palabra de Dios que se proclama en este día: • El creyente está llamado a ser testigo y reflejo del amor de Dios en el mundo. • La misión del cristiano, como sal y luz, es transformar el mundo en nombre de Dios. • El compromiso creyente y la fuerza de la fe no se basan sólo en las cualidades personales, sino en la disponibilidad para ser sacramento de la misericordia de Dios. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Las lecturas de este Domingo –a poco más de dos semanas de iniciar el camino cuaresmal-, retoman algunos de los signos bautismales que caracterizarán la celebración de la Pascua. Así, el texto de Isaías plantea como un imperativo divino la fraternidad y la solidaridad con los más necesitados. Practicando la misericordia Dios se hace cercano y hace que la luz, signo de vida, brille en medio de la oscuridad. En el mismo sentido el salmo alaba al hombre que teme al Señor y que brilla en medio de las tinieblas como una luz. También alaba al creyente que administra sus bienes con justicia. San Pablo al escribir a la comunidad cristiana de Corinto, a la que había evangelizado unos años antes después de pasar por Atentas y su Areópago, evoca ese encuentro que debió ser bastante difícil: Corinto era una ciudad con mucha riqueza y con una moralidad muy deteriorada. Los valores del Evangelio debieron enfrentar muchas dificultades antes de que se hicieran vida en la vida de los corintios. Cuando Pablo vuelve la mirada sobre este proceso, invita a la comunidad a tomar conciencia de que fue obra de Dios, y no fruto de una astuta estrategia, de la capacidad persuasiva de Pablo o de su hábil oratoria. A pesar de la fragilidad y el temor del apóstol, Dios hace su obra y es él el que funda la fe de los corintios. Finalmente, el Evangelio retoma el sermón del monte para plantear un imperativo: los creyentes deben ser como la sal que da sabor a la tierra y como la luz que ilumina el mundo, para que toda la humanidad pueda experimentar la misericordia del Padre en las buenas obras de los discípulos. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? El contexto de la lectura del profeta Isaías es la práctica del ayuno que realiza el pueblo de Israel al volver del exilio, a finales del siglo V a.C. El profeta critica a los que imponen privaciones al cuerpo, pero no cambian el corazón. El verdadero ayuno es el que orienta la vida a practicar la justicia, la fraternidad y la solidaridad. El profeta no se cansa de insistir en la importancia de ser sensibles frente a quienes pasan necesidad y al final de la lectura introduce el tema de la luz que se retoma en el salmo y en el Evangelio de la lectura de hoy. Es importante pensar en que, ni en la época de Jesús ni en la de Isaías, existía luz eléctrica, ni bombillos ni interruptores, ni fósforos ni encendedores, ni postes ni luminarias, ni pilas o baterías. Mucho menos teléfonos celulares con aplicaciones de linternas. La noche era un verdadero peligro y la luz un preciado tesoro. Cuando Jesús invita a sus discípulos a ser luz del mundo inmediatamente hace venir a su mente las palabras del salmo: “en las tinieblas brilla como una luz el que es honesto, compasivo, misericordioso y justo”. Por eso la meditación del texto completo del salmo 112 (111) nos invita a confrontar nuestra vida para ver si en nuestras acciones estamos siendo misericordiosos o si hemos dejado endurecer el corazón. Esa misión de ser luz del mundo fue confiada a Israel en el Antiguo Testamento y ha sido encomendada con mayor radicalidad a la Iglesia: manifestar, a lo largo de la historia y en todos los contextos y culturas, la misericordia de Dios por medio de obras concretas, verificables. En la misma línea se ubica la misión que Jesús encomienda a sus apóstoles para que sean como “una ciudad puesta en lo alto de un monte” (v. 14). Es común encontrar vestigios de ciudades y construcciones de antiguas culturas en la cima de los montes: la altura no sólo ayudaba a prever los ataques y facilitaba la defensa, sino que se constituía en bastión para toda la región. Pero cuando Jesús hace esta exhortación no invita a asumir un comportamiento llamativo o a tocar la trompeta cuando se practica la justicia o se hace limosna. Lo que hace es evocar la imagen presente en la mente de cualquier judío que proclama a Jerusalén y al monte del templo del Señor como una fuente de bendiciones para todos los pueblos (cf. Is 2, 2-5). A partir de entonces, ya no será Jerusalén sino la comunidad de sus discípulos la que irradiará bendiciones y a la que acudirán todas las gentes que buscan saciar sus necesidades, problemas y angustias. Tal vez la misión más difícil de entender es la primera que señala Jesús cuando indica la misión de ser “sal de la tierra” (v. 13). Aunque hoy en día las prescripciones médicas invitan a reducir su consumo para no afectar la tensión, na de las principales funciones de la sal es dar sabor a los alimentos. Por eso desde siempre la sal ha sido símbolo de sabiduría y en ese contexto Jesús invita a sus discípulos a ser testigos de una sabiduría que llene de sabor la vida de los que les rodean, que alimente sueños y esperanzas, que conforte en los momentos de lágrimas y sufrimientos. Pero cuando no existía energía eléctrica ni se habían inventado las neveras, la sal cumplía otra función imprescindible y era conservar los alimentos. Todavía nos quedan vestigio de ello en el pescado salado y en la carne oreada. En el mismo sentido, el cristiano debe ser sal de la tierra e impedir que el mundo se corrompa, se dañe, se pierda, se descomponga. La proclamación y vivencia de los valores del Evangelio son un testimonio que transforma la realidad y que ayuda a hacer visible el proyecto amoroso de Dios sobre el mundo. Finalmente, la sal también cumplía una función contractual: garantizaba la inviolabilidad de los pactos y servía como medio de pago de los mismos (por eso incluso hoy en día la retribución por un trabajo se llama “salario”). También los cristianos son sal de la tierra en cuanto testimonian con sus obras que Dios es siempre fiel a su amor, cuando a través de nuestras buenas obras hacemos presente la misericordia del Señor. Y es en este contexto que se puede orientar la comprensión de la segunda lectura: así como san Pablo recuerda a los Corintios que a pesar de su fragilidad Dios se hizo presente por medio suyo para transformarles la vida, Dios se sigue haciendo presente en el mundo por medio de cada uno de nosotros. El Señor necesita de nuestra inteligencia, de nuestras manos, de nuestras obras, de nuestras palabras para hacer presente su misericordia, su amor y su ternura. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromi- so la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Hagamos nuestra y hagamos vida las palabras de la oración colecta de la misa del jueves siguiente al miércoles de ceniza: “Que tu gracia, Señor, inspire, sostenga y acompañe nuestras obras, para que nuestro trabajo comience en ti, como su fuente y tienda siempre a ti, como a su fin”. RECOMENDACIONES PRÁCTICAS: 1. Se pueden resaltar las frases: «Ustedes son la luz del mundo» y «ustedes son la sal de la tierra» 2. Es muy recomendable que, desde antes de la celebración litúrgica, se guarde silencio en el templo, en la sacristía y en los lugares anexos. De modo que todo se disponga devota y debidamente para la acción sagrada (Cfr. OGMR 45). 3. Sería oportuno hacer hoy el rito para la bendición y la aspersión del agua en memoria del Bautismo, que ocuparía el lugar del acto penitencial al comienzo de la Misa, siguiendo lo indicado en el Apéndice I, Formulario II, del Misal, p. 1056. 4. Para que favorezca la meditación de la Palabra de Dios, conviene que haya breves momentos de silencio, antes de que inicie la Liturgia de la Palabra, después de la primera y, si hay, segunda lectura, y una vez terminada la homilía. La finalidad de estos silencios es que, con la ayuda del Espíritu Santo, la asamblea medite brevemente lo que escuchó, saboree la Palabra de Dios y se prepare la respuesta más conveniente (Cfr. OGMR 45 y 56). 5. Se sugiere el Prefacio Dominical I: Misterio Pascual y pueblo de Dios, para continuar acentuando el tema de ser luz del mundo. 6. Tener presente que el martes, 11 de febrero, se conmemora a la Bienaventurada Virgen María de Lourdes y se realiza la Jornada Mundial de Enfermo. Es una de las fechas más oportunas para motivar, preparar y desarrollar la Jornada parroquial de los enfermos ya que, reuniéndolos en el templo para la celebración eucarística, se les puede ofrecer también los sacramentos de la Reconciliación y de la Unción de Enfermos.

Vie 31 Ene 2020

¿Mensajeros de luz o hacedores de oscuridad?

Primera Lectura: Ml 3,1-4 Salmo: Sal 24(23),7.8.9.10 (R. cf. Dn 3, 53a) Segunda Lectura: Hb 2,14-18 Evangelio: Lc 2,22-40 (forma larga) o Lc 2,22-32 (forma breve). Introducción La Fiesta de la Presentación del Señor: • Nos invita a mirar nuestra vida y nuestra historia con los ojos de Simeón, para poder percibir con la mirada de fe la acción de Dios y para ver la salvación que sigue ofreciendo cada día por medio nuestro, pues estamos llamados a ser luz de Cristo para que Cristo sea luz del mundo. • Es una motivación para que nosotros imitemos al pueblo judío, que reconocía que todo lo que era y tenía venía de Dios y, en señal de reconocimiento, le ofrecía las primicias de la tierra y los primogénitos de las familias. ¿Cuál es y cómo es nuestra ofrenda? • Es la Fiesta de la Vida Consagrada y es la oportunidad para orar por todos aquellos hombres y mujeres que viven la radicalidad de los valores del Evangelio y entregan su vida al Padre, como Jesús, en las manos de María. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Las lecturas de esta Fiesta presentan un breve texto de uno de los llamados “profetas menores”, Malaquías, el último de los libros del Antiguo Testamento, que aparece en nuestras Biblias. En él se presenta la figura de un mensajero que prepara el camino del Señor que ya viene para entrar en el Templo y purificar a su pueblo. El Salmo invita a alabar al Señor en su Templo y a abrir las puertas de nuestro corazón para que el Señor se siente allí en su trono y ordene nuestras vidas. En la segunda lectura, un fragmento de la Carta a los Hebreos presenta a Jesús como un sumo sacerdote que, además de ser misericordioso, comparte la condición humana y eso le permite ayudar a los que experimentan dificultades y sufrimientos. En el evangelio, San Lucas relata uno de los últimos eventos de la infancia de Jesús: su presentación en el Templo, que da lugar al cántico de Simeón y a la profecía de Ana y que cierra con la descripción de la vida oculta de Jesús en Nazareth. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? Las lecturas de esta Fiesta nos vinculan con la Navidad: ya pasaron cuarenta días desde que celebramos el nacimiento de Jesús y es una buena oportunidad para evaluar los frutos que, de dicha celebración, se manifiestan en la vida de cada uno de nosotros. Esta fiesta es una de las más antiguas de la Iglesia, desde el siglo IV en oriente y desde el siglo VII en Roma. Para recordar las palabras de Simeón, que describió al niño como “luz que ilumina a las naciones”, se organizaba una procesión nocturna con velas, por lo que se llamó también la Fiesta de la Candelaria. Se trata de una buena oportunidad para preguntarnos qué partes oscuras de nuestra vida ha iluminado o quiere iluminar el Señor. Y para cuestionarnos también si estamos siendo, como esas candelas que llevamos, la luz de Cristo para iluminar a las personas que nos rodean y las circunstancias que vivimos. El nombre del libro del que está tomada la primera lectura es Malaquías, que significa “mi mensajero”. Una oportunidad adicional para preguntarnos si somos mensajeros de alegría, de paz, de misericordia, de bondad y de todo aquello que Jesús nos ha revelado del Padre. Porque a veces nos dejamos amargar por las dificultades de la vida y lo que hacemos es contagiar agresividad, violencia, rabia, egoísmo y otros antivalores que debiera evitar el creyente. ¿Mensajeros de luz o hacedores de oscuridad? El texto de Malaquías que critica las ofrendas que presenta el pueblo mientras obran injusticias contra los más necesitados, también nos invita a mirar críticamente la práctica de nuestras ofrendas, porque muchas veces con ellas pareciera que se quiere “comprar” a Dios, porque otras veces son tan mezquinas que se limitan a la moneda de más baja denominación que hay en nuestro bolsillo, porque muchos creen que cumplen cuando dan el diezmo y otros más insensatos creen que todo se reduce a dar plata. Por el contrario, el culto que Dios quiere y la ofrenda que nos pide es una vida íntegra y un comportamiento justo, fraterno, solidario y misericordioso. ¿Cómo estamos ofrendando? La segunda lectura tiene una expresión hermosa: “Dios no tiende la mano a los ángeles” sino a los humanos, que somos frágiles y débiles, que tenemos dificultades y sufrimientos. La tentación de querer ser perfectos, de creer que Dios nos ama porque nos portamos bien, es lo que el Papa Francisco ha criticado en muchas oportunidades con el nombre de “Pelagianismo”. Qué bueno que en esta fiesta podamos experimentar el amor gratuito y generoso de Dios por nosotros, así como somos, sin méritos y sin falsas apariencias. El texto del Evangelio nos permite imaginar, en la monumental explanada del Templo, una multitud incontable de guardias, comerciantes, mendigos y diversos grupos de personas. Casi todos son profundamente creyentes. Y, sin embargo, sólo Simeón y Ana perciben que ese neonato es la luz del mundo. Esa es la maravilla de la fe, que nos permite ver en profundidad, que nos deja percibir lo que no se ve a simple vista, que nos ayuda a descubrir la acción de Dios, cuando otros creen que se trata sólo de casualidades y coincidencias. Preguntémonos si estamos viviendo como verdaderos creyentes, es decir, reconociendo la voz y la acción de Dios en nuestra vida y en nuestra historia. En efecto, no basta con ser personas devotas y religiosas para ver el mundo con una perspectiva de fe. San Lucas presenta a Simeón como un hombre “en el que estaba el Espíritu Santo” (¡como nosotros, bautizados, que hemos sido consagrados como templo del Espíritu!). Ojalá el Espíritu nos de la paz, la serenidad, la bondad que irradiaba Simeón y nos haga testigos de la luz en medio de la oscuridad. Una característica común de Simeón y Ana es que ambos no cesan de “alabar a Dios”. ¡Qué decir de muchos de nosotros que sólo nos comunicamos con Dios cuando tenemos necesidades o para pedirle cosas! Alabemos a Dios y démosle gracias por todas sus bendiciones, siendo nosotros mismos bendición para los demás. Una palabra final en relación con la Fiesta de la Vida Consagrada. No sólo es la oportunidad para orar por todos los religiosos y religiosas que han consagrado su vida para servir con mayor radicalidad al Señor y a sus hermanos, sino también para suplicar al Señor que siembre la semilla de la vocación en el corazón de muchos neños y jóvenes; y que sea él quien se encargue de hacerla crecer y fructificar. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Tratemos de hacer esta semana, todos los días, individualmente o en familia, una oración (o el santo Rosario) a la luz de una vela, para recordar nuestro compromiso de ser, como la Virgen María, luz para los que nos rodean, para llevar la luz de Cristo a todos los rincones de la tierra. RECOMENDACIONES PRÁCTICAS: 1. Esta fiesta de la Presentación del Señor, que está muy en la piedad popular y que tiene un carácter principalmente cristológico, honra a Cristo, en la bendición, procesión y conservación de las candelas, como “luz para alumbrar a las naciones” (Lc 2,32). 2. El segundo aspecto de esta fiesta, es el mariano. En efecto, por el rito de la purificación a que se sometió María, el pueblo en su piedad ha visto una manifestación de la humildad de la Virgen y, por tanto, en esta celebración y en este día, la ocasión para tener presentes a los que realizan los servicios más humildes en las diversas formas de vida consagrada, de ahí la Jornada Mundial de Vida Consagrada. 3. Y un tercer aspecto de esta fiesta percibido en la piedad popular, es la sensibilidad del pueblo por el acontecimiento de la concepción ydel nacimiento de una vida nueva. En efecto, como la Virgen María es madre de Cristo, Cabeza del Cuerpo Místico, las madres cristianas se consideran como tales en el plan de Dios por engendrar nuevos hijos para la Iglesia. Es por esto que también se prevé para este día una bendición para las madres, tanto antes como después del parto. (Cfr. Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia 120 – 123). 4. Tanto la bendición de los cirios y la procesión como la Misa, tienen su esquema propio que conviene preparar para elegir los elementos pastoralmente más apropiados para la celebración de esta fiesta de la Presentación del Señor. 5. Invitación a rezar el Santo Rosario, con ocasión de la Fiesta de la Presentación del Señor. 6. Organizar una presentación y bendición de niños recién nacidos y de madres gestantes 7. Evaluar la posibilidad de organizar una procesión de la Virgen de la Candelaria.

Jue 23 Ene 2020

El ser humano llega a creer en Jesús, no nace creyendo

Primera Lectura: Is 8,23b - 9,3 Salmo: Sal 27(26),1.4.13-14 (R. 1a) Segunda Lectura: 1Co 1,10-13.17 Evangelio: Mt 4,12-23 (forma larga) o Mt 4,12-17 (forma breve) Introducción En la Liturgia de la Palabra de este Domingo podemos encontrar tres temas propuestos para la reflexión: • En la Galilea de los gentiles el pueblo de Israel vio una gran Luz; • La unidad de los creyentes; • Jesús predica el Evangelio en Galilea y nacen las primeras vocaciones. Aunque abordaremos el primero, vale decir que necesariamente tiene relación con las otras dos temáticas. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? En la Galilea de los gentiles el pueblo de Israel vio una gran Luz. Para la comprensión de este versículo (9,1), es necesario ir a 8,23b porque es el versículo que une y esclarece el anuncio dado en esta Palabra. Tal versículo alude a las campañas realizadas por Tiglat-Pilezer III, prominente rey de Asiria, en el siglo VIII antes de Cristo, quien gobernó entre el 745 y 727 a.C. Fue el fundador del imperio Neo-asirio y evoca principalmente la primera deportación israelita en el año 732, de Samaría a Asiria. Tal deportación viene narrada en 2 Re 15,29: “En tiempo de Pecaj, rey de Israel llegó Teglatfalasar, rey de Asiria, que tomó lyón, Abel Bet Maacá, Yanoaj, Cades, Jasor, Galaad, Galilea y todo el País de Neftalí”, ciudades conquistadas por este rey en su campaña contra Filistea el 734. La mención de Galaad y Galilea engloba con estas conquistas las de la campaña del 733-732, principalmente dirigida contra Damasco. La experiencia de esta deportación fue extremadamente dolorosa: “Ultrajó a los países de Zabulón y Nefatlí”; “país abatido y hambriento, y la gente enfurecida por el hambre, maldecirá a su rey y a su Dios. Volverá su rostro hacia lo alto, luego mirará a la tierra y sólo habrá aflicción y tinieblas, angustiosa oscuridad” (Is 8,21-22). En el versículo 23, el tono cambia intempestivamente y de una desolación terrible comienza un anuncio de esperanza: vendrá un “Día del Señor” que traerá la liberación a los deportados, porque llegará el reinado pacífico de un hijo de linaje real, el Emmanuel anunciado ya en el capítulo 7: “El Señor mismo les va a dar una señal: Miren, la joven está embarazada y dará a luz un hijo y lo llamará con el nombre de Emmanuel, es decir: “Dios con nosotros” (14). Este versículo 23 hace cambiar el rostro de la tristeza a la alegría: “Ya no habrá oscuridad allí donde reinaba la angustia”. La aparición del Mesías en Galilea, dará a esta profecía su plena realización; Galilea designa el distrito de los gentiles: “Jesús dejó Nazaret y fue a residir a Cafarnaún, junto al mar, en el territorio de Zabulón y Neftalí, para que se cumpliera lo dicho por el profeta Isaías: Tierra de Zabulón y tierra de Nefatlí, camino del mar, allende al Jordán, Galilea de los paganos” (Mt 4,13-15). Así se comprende entonces Isaías 9,1: “El pueblo que andaba en tinieblas percibió una luz cegadora”. La imagen es como la de un reflector que encandila la vista y así como la luz de la estrella que sólo resplandece en la noche, “a los que vivían en tierra de sombras una luz brillante los cubrió”. Adquiere sentido las palabras de Zacarías que oramos diariamente en el Benedictus: “Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte” (Luc 1,78-79). Jesucristo es esta gran Luz que nace de lo alto y que ha comenzado su ministerio en la tierra de Zabulón y Neftalí, la Galilea de los gentiles, la región semipagana odiada por los judíos desde la devastación del año 734. Cuando veremos a los sacerdotes despreciar a los discípulos de Jesús por el hecho que eran galileos, nuestro pensamiento vuelve necesariamente a este momento de lucidez profética. Jesucristo ha venido para disipar las tinieblas en el ser humano y dar claridad a su existencia, porque “el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado” (GS 22). 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? El evangelista Mateo está de acuerdo con Marcos cuando afirma que Jesús comenzó su actividad en Galilea, después que el Bautista había sido puesto en prisión. Es el Mesías de la Palabra, el predicador que recorre toda la Galilea, enseñando en las Sinagogas y predicando: “Desde entonces comenzó Jesús a predicar y a decir conviértanse porque el Reino de los Cielos ha llegado”. Aparece como Luz esplendorosa: “Yo soy la Luz del mundo, la persona que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la Luz de la vida” (Jn 8,12). Como en aquel momento histórico del año 734 a. C. Israel vivió la devastación por la guerra con Asiria, podemos ver nosotros también la tremenda desolación, tristeza y muerte que ha producido en nuestro País el narcoterrorismo, la corrupción, la violencia intrafamiliar, el aborto, la eutanasia, la ideología de género, la manipulación genética, el robo, los desplazamientos forzados, el crimen organizado, el feminicidio, la venganza, el odio, el trabajo explotado de los niños, la pésima atención en muchos de los establecimientos de salud, la esclavitud con las Eps, el aumento de personas marginadas, la migración venezolana, la interrupción de los diálogos de paz, la mentira, la infidelidad, los negocios torcidos, los préstamos gota a gota, el aumento de divorcio, el miedo a tener hijos, la creciente idolatría a las mascotas; el miedo al sufrimiento, la inseguridad, la depresión, la pérdida del sentido de la vida, el aumento de suicidios, la deplorable situación donde los hijos son tiranos y los padres obedientes, la pérdida de la autoridad en la guía de la familia y de la educación general, el matoneo o bullying a todo nivel, el abandono de los ancianos y tantas otras realidades que descuidan al ser humano atacando su dignidad y causando la pérdida de la paz. En esta situación desértica, podemos decir que también nosotros vivimos en tinieblas y sombras de muerte, en una soledad poblada de aullidos, en una oscuridad densa que impide ver el camino el cual aparece ante nuestros ojos incierto, hostil y amenazante. Pero la Palabra de Dios hoy nos hace cambiar el rostro: “Ya no habrá oscuridad allí donde reinaba la angustia” (Is 8,23) porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado, viene de una virgen en cinta, es el Emmanuel, es decir, Dios con nosotros. Llega con poder y sabiduría, es el príncipe de la paz. Él es el Mesías de la Palabra y la Luz que ilumina a todo hombre; Él ha destruido la muerte y ha despedazado el muro que nos separaba: el odio. Como cordero manso llevado al matadero no abrió la boca, maltratado, varón de dolores, ha padecido la cruz para devolvernos la imagen perdida a causa del pecado, ha resucitado para que todo el que crea en Él tenga la vida en abundancia. Y en este pueblo que habitaba en tinieblas una luz enceguecedora ha brillado: Jesucristo el Señor. Él es el cordero degollado, digno de abrir los sellos; siendo de condición divina no alardeó el ser Hijo de Dios, sino que se anonadó y se hizo como el más esclavo padeciendo la muerte y una muerte de cruz. Es ´por esto por lo que ante Él toda rodilla se dobla en el cielo y en la tierra y toda lengua proclama que Jesús es el Señor para la Gloria de Dios Padre (Cfr. Filp 2,6-11). 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Pidamos al Señor que fortalezca en todos los bautizados el ardor evangelizador. En esta nueva Galilea en medio de un neo paganismo, la Iglesia, cuerpo de Cristo, anuncia con gozo el Evangelio recorriendo todos los lugares para transformarlos desde dentro: “La tarea de la evangelización de todos los hombres constituye la misión esencial de la Iglesia”; una tarea y misión que los cambios amplios y profundos de la sociedad actual hacen cada vez más urgentes. “Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar, es decir, para predicar y enseñar con el ejemplo, los actos y la predicación, ser canal del don de la gracia, reconciliar a los pecadores con Dios, perpetuar el sacrificio de Cristo en la santa Misa, memorial de su muerte y resurrección gloriosa” (San Pablo VI, Evangelii Nuntiandi 14) El ser humano llega a creer en Jesús, no nace creyendo. Es necesario realizar procesos evangelizadores que, empeñando esfuerzos en itinerarios serios de iniciación cristiana, hagan madurar la fe de los bautizados, haciendo que cada uno de ellos llegue a experimentar en su existencia la victoria sobre el miedo y la muerte. Por la fe, lo que antes causaba desesperación, ahora se convierte en una oportunidad para transformar la vida; el dolor adquiere sentido porque encuentra una clara finalidad; los acontecimientos adversos llegan a ser camino de vida y esperanza. Es necesaria la escucha de la Palabra porque de ella viene la fe (Rom 10,17), y “cerca de ti está la Palabra en tus labios y en tu corazón” (Dt 30,14); en efecto, “cuando se cree con el corazón actúa la fuerza salvadora de Dios y cuando se proclama con la boca se obtiene la salvación” (Rom 10,10). Bien vale aplicar este texto de romanos en nuestra época actual: “¿cómo van a invocar a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo van a creer si no han escuchado hablar de Él? ¿Y cómo van a escuchar hablar de Él si nadie les predica? ¿Y quién va a predicar si ninguno es enviado?” (Rom 10,14-15). Es por esto por lo que la Escritura proclama: “Qué hermosos son los pies de quien trae la buena noticia a los hermanos” (Is 52,7). RECOMENDACIONES PRÁCTICAS: 1. En este 3er Domingo del Tiempo Ordinario, del Ciclo A, inicia la lectura continua del Evangelio, según el evangelista Mateo. Al respecto nos dice el Directorio Homilético: …Existe un esquema común que siguen los tres ciclos: las primeras semanas afrontan el inicio de la misión pública de Cristo, las últimas poseen un tema escatológico y las semanas que se encuentran entre ellas presentan, de manera continua, diversos acontecimientos y enseñanzas de la vida de nuestro Señor, 141 “Cada año está bien definido, ya que revela las enseñanzas propias de cada Evangelio sinóptico. El homileta, tendría que resistir la tentación de 74 considerar los pasajes evangélicos dominicales como una entidad independiente; el conocimiento de la estructura global y de los elementos característicos de cada Evangelio puede ayudarle a profundizar su comprensión del texto, 142. Mateo presenta, de manera muy bien organizada, el ministerio público de Jesús. Los discursos son cinco, cada uno los cuales está precedido de un material narrativo. El leccionario es fiel a tal estructura: 1. El discurso de la montaña (del IV al IX domingo) precedido por la llamada de los primeros discípulos (III domingo). 2. El discurso misionero (del XI al XIII domingo) precedido por la llamada de Mateo. 3. El discurso en parábolas (del XV al XVII domingo) precedido por el anuncio de la Buena Noticia revelada a los sencillos. 4. El discurso sobre la vida en la Iglesia (del XXIII al XXIV domingo) precedido por la narración de los milagros, de la confesión de Pedro y del anuncio de la Pasión. 5. El discurso escatológico (del XXXII al XXXIV domingo) precedido por las narraciones de las parábolas y de los acontecimientos que implican la aceptación o el rechazo del Reino. El conocimiento de esta estructura hace que el homileta sea capaz de relacionar cuanto dice a lo largo de las diversas semanas y, además, de ayudar a los fieles a apreciar la relación absoluta entre la vida y las enseñanzas de Jesús, tal como explica el primer Evangelio a través de su esquema de narraciones y discursos, 143. 2. Domingo de la Palabra del Señor: • Se sugiere exaltar el anuncio de la Palabra de Dios con el Evangeliario, inicialmente, llevado con solemnidad en la procesión de entrada y, luego, al momento de la proclamación del Evangelio, tomándolo del altar y llevándolo, precedido por el incensario y los ciriales, al ambón: La finalidad de esta solemnidad es que durante la celebración eucarística los fieles perciban la necesidad insustituible de la escucha y vivencia de la Palabra de Dios para el fortalecimiento de sus vidas (Cfr. OGMR 120,172 y 175). • También se podría “entregar la Biblia, o uno de sus libros, a toda la asamblea, para resaltar la importancia de seguir en la vida diaria la lectura, la profundización y la oración con la Sagrada Escritura, con una particular consideración a la lectio divina” (cfr. Aperuit Illis 3) 3. Se puede resaltar y colocar en cartelera la frase: “En la Galilea de los gentiles el pueblo de Israel vio una gran Luz” o “El Señor es mi luz y mi salvación” u otra apropiada para este domingo de la Palabra del Señor. 4. Es muy recomendable que, desde antes de la celebración litúrgica, se guarde silencio en el templo, en la sacristía y en los lugares anexos. De modo que todo se disponga devota y debidamente para la acción sagrada (Cfr. OGMR 45). 5. Se sugiere el Prefacio Dominical I, Misterio Pascual y pueblo de Dios, Misal, p. 383, por hacer mención a Cristo que llama a salir de las tinieblas para entrar en su luz admirable. 6. Conviene favorecer un momento de sagrado silencio después de la comunión para alabar a Dios en el corazón y darle gracias (Cfr. OGMR 45). 7. Tener presente que el próximo domingo, 2 de febrero, se celebra la fiesta de la Presentación del Señor y por tanto la Jornada Mundial de la Vida Consagrada. Preparar todo lo necesario para la bendición de los cirios, la procesión hacia el templo y la celebración de este evento de la vida de Jesús en la Eucaristía, así como los demás aspectos celebrativos de esta fiesta, de modo que sea ocasión para que el pueblo se acerque más a Dios y se comprometa a ser luz de Cristo en el ambiente en que desarrolla su acontecer.

Jue 16 Ene 2020

Jesucristo, por su muerte y resurrección, ha despedazado las ataduras de la muerte

Primera Lectura: Is 49,3.5-6 Salmo: Sal 40(39),2+4ab.7.8-9.10 (R. cf. 8-9) Segunda Lectura: 1Co 1,1-3 Evangelio: Jn 1,29-34. Introducción Las lecturas de este Domingo encierran tres temas que confluyen en una única finalidad: anunciar a Jesucristo y dar testimonio de Él. Son como un puente que une el tiempo de la Navidad con el tiempo ordinario de este ciclo. • La figura del Siervo que recibe el aval de Dios como Luz de las naciones y portador de su salvación universal. • Pablo se proclama “Apóstol de Jesucristo”. • Juan el Bautista que es presentado como el testigo fiel de la mesianidad y divinidad de Jesús al señalarlo como: “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. Aunque nos centraremos para esta reflexión en la tercera temática, debemos considerar la unidad que constituye con las otras dos, consideradas, la primera, como fuente y la segunda, como concreción de la misión: el bautizado debe llegar a ser apóstol-testigo de Jesucristo, tanto de palabra como de obra. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? El evangelista presenta a Juan el Bautista como testigo cualificado de Jesús y pone en su boca un título que sólo es pensable después de la Pascua y ya definido el acontecimiento “Cristo”: “He ahí el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”. Cristo es el Cordero de Dios. Es la evocación y el recuerdo vivo del cordero pascual, por cuya sangre el pueblo judío fue liberado de la muerte y de la esclavitud en Egipto. Se trata, entonces, de un nuevo éxodo y de una nueva liberación. Jesús es el Siervo de Yahvé sobre quien se posó con plenitud el Espíritu de Dios para abrir nuevos caminos de esperanza y libertad. Jesús es el cumplimiento de la promesa hecha por Dios en Isaías 49,6: “Te voy a hacer luz de las naciones para que mi salvación alcance hasta los confines de la tierra” (Cfr. Jn 8,12). La muerte de Cristo acontece en la misma tarde del viernes cuando venían sacrificados los corderos para la celebración en la noche de pascua (Cfr. Jn 19,14) y la crucifixión sobre el monte calvario nos evoca el sacrificio de Isaac: “Atado sobre el monte como un cordero sobre el altar” (Gen 22, 2. 6-9) el cual interpreta el apóstol Pablo cuando dice: “Si Él no perdonó ni a su propio Hijo (antes bien lo entregó por todos nosotros) ¿Cómo no va a darnos con él gratuitamente todas las cosas? Y el mismo Juan, para quien Isaac es figura de Cristo, afirma: “Porque tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo unigénito, para que todo el que crea en Él, no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3,16). Jesús es el verdadero Cordero pascual: “Eliminad la levadura vieja, para ser masa nueva, pues todavía sois ázimos; porque nuestro cordero pascual, Cristo, ha sido inmolado” (1 Co 5,7) y “No se le quebrará hueso alguno” (Jn 19,36; Ex 12,46). Jesús es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Notemos que la referencia al pecado aparece en singular, este particular refiere al pecado por excelencia que es negarse a reconocer a Cristo como el enviado de Dios que ha venido a revelarnos la verdad: “Si yo no hubiera venido y no les hubiera hablado, no tendrían pecado, pero ahora no tienen excusa que encubra su pecado”; es más, “Si yo no hubiera realizado ante ellos unas obras que ningún otro ha hecho, no serían culpables; pero ahora, a pesar de haber visto estas obras, siguen odiándonos a mi Padre y a mí” (Juan 15,22.24). Este pecado es igualmente “La ceguera”, hasta el punto de no saber cuál es la voluntad de Dios sobre el hombre. Es por esto por lo que el pecado, sería no hacer la voluntad de Dios: “Para un juicio he venido a este mundo: para que los que no ven, vean; y los que ven, es decir, los presuntuosos que se fían de sus propias luces, se vuelvan ciegos, esto es, reconociendo su ceguera se vuelvan humildes” (Cfr. Juan 9,39). El caso difícil es el de los fariseos, quienes al escuchar esta palabra se preocupan y le preguntan a Jesús: “¿Es que también nosotros somos ciegos?” Jesús les responde: “Si fueran ciegos, no tendrían pecado; pero como dicen que ven, su pecado sigue en ustedes” (Juan 9,40-41). Por su muerte, Cristo recibe dominio sobre los hombres y por tanto quita el pecado del mundo: “Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será derribado y cuando yo sea elevado de la tierra, atraeré a todos hacia mí” (Jn 12,31), por eso “Digno es el cordero degollado de recibir el poder, la riqueza y la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza” (Ap 5,12). 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? Jesucristo, por su muerte y resurrección, ha despedazado las ataduras de la muerte; ha destruido el muro que nos separaba: el odio. Como Cordero pascual nos ha entregado la vida eterna amándonos hasta el extremo, derramando la sangre por cada uno de nosotros. Para que seamos salvos y plenamente felices, es necesario incorporarnos a Él y de este modo experimentar la verdadera libertad de los hijos de Dios. Nos incorporamos a Él por medio de los sacramentos de la iniciación cristiana: Bautismo, Confirmación y Eucaristía. Por el bautismo nos hemos sumergido en la vida de Dios y por el don del Espíritu Santo hemos recibido una misión para el testimonio como personas y como grupo de creyentes en Cristo Jesús. La Iglesia, la comunidad cristiana, ha de continuar la obra de la salvación y liberación universal de Cristo y ser, como Él, luz de los pueblos, signo y sacramento del amor redentor en el mundo de hoy. El pecado es una realidad presente en el mundo y dentro de cada uno de nosotros. Basta mirar en rededor para descubrir que en la sociedad tanto nacional como internacional serpentea la explotación, la pobreza, la violencia, el sufrimiento de tantos inocentes, la marginación, el desplazamiento forzado causado por grupos alzados en armas, no obstante, todos los esfuerzos realizados por la paz. La corrupción se acentúa en la búsqueda del tener, del poder y del placer. Los derechos humanos vienen conculcados diariamente, crece la competencia desleal, protestas continuas. En el ámbito de la familia se advierte esclavitud en las redes sociales, dependencia de la tecnología, ausencia de diálogo, soledad creciente, aumento de divorcio, ataques contra la vida naciente y terminal. Se va acentuando cada día una mentalidad de anticoncepción y cada vez nacen menos niños. La soberbia a nivel personal se impone en las actitudes habituales de la persona y por ella la avaricia, la lujuria, la ira, la gula, la envidia y la pereza. Se despierta cada vez más el ansia de dominio y el odio; la práctica de la ley del talión y la venganza. Este cerco de muerte impide realmente el amor. Podríamos decir hoy como San Pablo: ¿Quién nos podrá liberar de esta situación de pecado que nos conduce a la muerte? ¿Quién nos reconciliará con Dios y con los hermanos? La respuesta nos da una sólida esperanza: “Cristo Jesús el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromi- so la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Pidamos al Señor el poder conocerlo. Juan el Bautista decía: “Yo no lo conocía” (Jn 1,38); Pedro, apóstol, en su momento de angustia exclama: “Yo no conozco a ese hombre” (Mt 26,72-74) y el profeta Oseas nos anuncia que: “El pueblo no muere por la ausencia de pan, sino por la falta de conocimiento” (4,6). Este conocimiento del Señor se da por pasos, por etapas. Es necesario que nuestra Iglesia asuma cada día más la tarea evangelizadora con parresía. Urge pensar en procesos de iniciación cristiana, en los cuales desde la infancia y niñez podamos madurar la fe de quienes reciben el sacramento del bautismo. Cada día es perentoria una nueva mentalidad que progrese de una pastoral de mantenimiento y conservación a una pastoral evangelizadora. Aplicar la eclesiología del Concilio vaticano II que presenta una Iglesia en salida como nos lo ha insistido el papa Francisco: “Prefiero una Iglesia accidentada por salir a anunciar el evangelio, que enferma por encerrarse” (Palabras del papa dirigidas a los movimientos eclesiales y nuevas comunidades en la vigilia de pentecostés mayo 18 de 2013). RECOMENDACIONES PRÁCTICAS: 1. Se sugiere exaltar el anuncio de la Palabra de Dios con el Evangeliario, inicialmente, llevado con solemnidad en la procesión de entrada y, luego, al momento de la proclamación del Evangelio, tomándolo del altar y llevándolo, precedido por el incensario y los ciriales, al ambón: La finalidad de esta solemnidad es que durante la celebración eucarística los fieles perciban la necesidad insustituible de la escucha y vivencia de la Palabra de Dios para el fortalecimiento de sus vidas (Cfr. OGMR 120,172 y 175). 2. Resaltar las expresiones, aún en cartelera: Jesús, Cordero de Dios que quita el pecado del mundo y “Aquí estoy para hacer tu voluntad”. 3. Sería oportuno hacer hoy el rito para la bendición y la aspersión del agua en memoria del Bautismo, que ocuparía el lugar del acto penitencial al comienzo de la Misa, siguiendo lo indicado en el Apéndice I, Formulario I, del Misal, p. 1053. 4. Para que favorezca la meditación de la Palabra de Dios, conviene que haya breves momentos de silencio, antes de que inicie la Liturgia de la Palabra, después de la primera y, si hay, segunda lectura, y una vez terminada la homilía. La finalidad de estos silencios es que, con la ayuda del Espíritu Santo, la asamblea medite brevemente lo que escuchó, saboree la Palabra de Dios y se prepare la respuesta más conveniente (Cfr. OGMR 45 y 56). 5. Se sugiere el Prefacio Dominical VII, Misal, p.389, ya que presenta la salvación como fruto de la obediencia de Cristo.