Jue 24 Ene 2019
La Palabra de Dios es viva y eficaz
La liturgia e la Palabra de este domingo nos ofrece las siguientes líneas de reflexión:
En primer lugar,en este domingo damos inicio a la lectura continuada del Evangelio de Lucas, que nos acompañará durante todo el año litúrgico. Puede ser oportuno hacer una breve referencia a la intencionalidad de este evangelio. “después de comprobarlo todo exactamente desde el principio, he resuelto escribírtelos por su orden, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido…” Lc. 1,1-4
Hoy la Palabra nos invita a contemplar la acción amorosa de Dios, que reconstruye, salva y libera al hombre que cree y confía en Él.
También, los textos presentan la centralidad que tiene la Palabra de Dios para el pueblo creyente “Tus palabra, Señor, son espíritu y vida” (Aclamación del salmo 18)
Este domingo podemos resaltar el valor que tiene la Palabra de Dios para los creyentes, puesto que “En los sagrados libros el Padre que está en los cielos se dirige con amor a sus hijos y habla con ellos; y es tanta la eficacia que radica en la Palabra de Dios, que es, en verdad, apoyo y vigor de la Iglesia, y fortaleza de la fe para sus hijos, alimento del alma, fuente pura y perenne de la vida espiritual. Muy a propósito se aplican a la Sagrada Escritura estas palabras: “Pues la palabra de Dios es viva y eficaz”, “Que puede edificar y dar la herencia a todos los que han sido santificados”. DV 21
Primera lectura: Nehemías 8,2-4a.5-6.8-10
Salmo: 19(18),8.9.10.15 (R. Jn 6,63c)
Segunda lectura: 1Corintios 12,12-30
Evangelio: Lucas 1,1-4; 4,14-21
¿Qué dice la Sagrada Escritura?
El libro de Nehemías narra un acontecimiento lleno de júbilo. Luego del destierro y el retorno del pueblo de Israel a la tierra prometida, la reconstrucción del templo y la restauración de Israel, no fue una tarea fácil. En este contexto Nehemías regresa y junto con Esdras, emprenden la restauración social y religiosa del pueblo de la alianza.
Hoy leemos un breve resumen, una jornada memorable para el pueblo de Israel; se desarrolla en Jerusalén, es la lectura pública y solemne de la Palabra de Dios, que estaba casi olvidada por el hecho del destierro en Babilonia. La solemnidad de esta celebración, los gestos del pueblo, son expresión del gozo que se siente al ser proclamada públicamente la ley.
El salmo 18 exalta la importancia de la Ley y de la Palabra, “los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón” estas palabras son la exclamación de un pueblo que al ser repatriado, encuentra en la ley, la norma de vida “tus palabras, Señor son espíritu y vida”.
Pablo al dirigirse a los Corintios, después de haber anunciado que en la comunidad cristiana hay diversidad de dones y carismas (segunda lectura del domingo pasado), hoy el apóstol nos recuerda que por el bautismo fuimos injertados a un cuerpo, la Iglesia. Como miembros de ese cuerpo tenemos una misión concreta: la unidad, el trabajo a favor de todo el cuerpo, la comunión entre todos los miembros, en especial con la cabeza, que es Cristo.
Hoy empezamos la lectura del Evangelio según San Lucas, estas primeras líneas son un prólogo construido a partir de los testigos y la tradición viva “de los hechos que se han verificado entre nosotros”, esta es la introducción a todo el libro.
El ministerio de Jesús empieza en Galilea, en la sinagoga de Nazaret, donde Jesús, después de haber leído solemnemente el libro del profeta Isaías, afirma “hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír” y expresa la primera reacción de su oyentes “toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él”. Jesús hace suyas las palabras anunciadas por el profeta, Jesús es el salvador, especialmente de los más débiles, de los que sufren.
¿Qué me dice la Sagrada Escritura?
La Liturgia de la Palabra de este domingo posee una solemnidad muy particular,
no solo por el contenido del mensaje, sino por el modo como se hace la proclamación del texto sagrado. En efecto, tanto Esdras en el libro de Nehemías, como Jesús en el Evangelio de Lucas, proclaman la Palabra desde un estrado, un lugar visible, que reviste solemnidad. El tomar el libro de la Ley o del Profeta, proclamar la palabra y explicarla, son gestos que manifiestan que no es cualquier palabra o discurso la que se proclama, es Palabra de Dios.
La reacción de los oyentes también es muy elocuente; en el libro de Nehemías, Esdras proclama el libro de la Ley, la gente se pone de pie y sigue con atención la lectura, todos se llenan de alegría, lloran y celebran porque oyen nuevamente la voz de Dios, el día consagrado a Él. En el Evangelio la actitud de los oyentes es sugestiva “todos tenían los ojos fijos en él”.
El Evangelio de este domingo presenta a Jesús como enviado de Dios y ungido por el Espíritu Santo, es el que anuncia la salvación a los pobres, los cautivos, los ciegos y oprimidos; y en Jesús se cumple lo dicho por el profeta “me ha ungido y me ha enviado para dar la buena noticia a los pobres”.
Jesús al empezar su ministerio pone de manifiesto cual va a ser su misión entre los hombres, es clarísima su predilección por los más débiles y oprimidos por la sociedad.
En este contexto de la comunidad reunida para escuchar la Palabra, me parece oportuno hacer eco al mensaje de Pablo en la primera carta a los Corintios; estamos unidos a Cristo, Él es la cabeza del cuerpo de la Iglesia, nosotros sus miembros, y la Palabra misma reaviva, cada domingo, cuál es la misión que como bautizados tenemos en la Iglesia.
¿Qué me sugiere la Palabra, que debo decirle a la comunidad?
Dios quiere colocar hoy en nuestro corazón la grandeza e importancia de su Palabra, como fuerza iluminadora y transformadora de la vida, como lo describe el salmista. Hemos escuchado que el pueblo entero lloraba al escuchar las palabras de la ley, pero también hemos escuchado la exhortación “No haganduelo ni lloren. Coman alimentos exquisitos, beban vino dulce y envíen porciones a quien no tiene. Pues este es el día consagrado a nuestro Dios”.
Desde 1965 toda la Iglesia oye la Palabra en su propia lengua, se puede tener en los hogares para su meditación, se forman los lectores, ministros proclamadores, para anunciar y explicar la Palabra de Dios, con el fin de que sea anunciada solemnemente, como luz y alimento espiritual para nuestro camino.
Haremos bien en alegrarnos nosotros mismos, porque para nosotros, Cristo, es la Palabra hecha carne, Él es nuestra salvación y el liberador de nuestros males, como se proclama en el Evangelio.
En la plegaria eucarística IV del Misal,, se da gracias a Dios, por su Hijo Jesucristo, quien “anuncio la salvación a los pobres, la liberación a los oprimidos y a los afligidos el consuelo”, estas expresiones del texto litúrgico son una buena síntesis de la misión del Señor, que ha optado por los pobres y afligidos de nuestra sociedad.
Si Jesús es el cumplimiento de lo anunciado en el Antiguo Testamento, también Él, es para nosotros motivo de plenitud, en el servicio a los más necesitados, Cristo sigue salvando y liberando a los pobres y oprimidos a través de nosotros.
Así como sus primeros oyentes, hoy estamos invitados a poner la mirada en Él, a aprender de Él y asumir su opción preferencial, puesto que en Él esta nuestra alegría y salvación.
¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión?
La Iglesia debe seguir creciendo en el conocimiento de la Palabra, en la atenta escucha y explicación de la misma, de ahí la importancia de la preparación de nuestros catequistas, de los proclamadores de la Palabra, de los agentes de pastoral y en especial de las familias, quienes tienen la responsabilidad de hacer el primer anuncio del Evangelio en sus hogares.
La veneración digna del libro sagrado en nuestra casa, será signo elocuente del aprecio, respeto y obediencia que le debemos a Dios, que se comunica con nosotros mediante palabras que es luz y guía para nuestros pasos.
Todos estamos llamados a colocar nuestra mirada en Jesús, a escucharlo y a poner por obra su mensaje de salvación.
RECOMENDACIONES PRÁCTICAS:
1. Conviene que la Palabra Divina que se va a proclamar, recupere su significación y por ello sería deseable destacar especialmente en el día de hoy el ambón, como espacio sagrado e incluso venerar con el
incienso el Evangeliario, signo de Cristo, palabra hecha carne.
2. Insistir en que no es correcto litúrgicamente pasar en la Misa a proclamar la Palabra de Dios valiéndose simplemente de unas «hojitas», pues esto no respeta ni la dignidad que se le debe a la Palabra, ni el sentido del momento litúrgico; para ello se han elaborado libros litúrgicos propios.
3. Sería oportuno hacer hoy el Rito para la bendición y la aspersión del agua en memoria del Bautismo, que ocuparía el lugar del acto penitencial al comienzo de la Misa, siguiendo lo indicado en el Apéndice I, Formulario I. del Misal, pág. 1053.
4. Se sugiere la Plegaria Eucarística para Diversas Circunstancias IV: Jesús, pasó haciendo el bien, con su prefacio propio.
5. Tener en cuenta que el sábado 2 de febrero, se celebra la Fiesta de la Presentación del Señor en el Templo, nos recuerda que Jesús vino a cumplir lo anunciado y a señalar el camino de la vida y de la paz.
Se debe hacer bendición de los cirios y la procesión.
6. El 2 de febrero: Jornada Mundial de la Vida Consagrada.