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predicación orante

Vie 14 Jun 2019

Que la Eucaristía despierte en mí la sensibilidad de Jesús por los demás

Primera lectura: Pr 8,22-31 Salmo: 8,4-5.6-7.8-9 (R. 2a) Segunda lectura: Rm 5,1-5 Evangelio: Jn 16,12-15 Introducción La Palabra de Dios en esta gran solemnidad de la Santísima Trinidad nos ofrece estas ideas significativas para nuestro crecimiento espiritual: • La sabiduría es don de Dios que como realidad divina y trascen- dente está en Dios y es obra de Dios. Esa sabiduría el Señor se la regala al hombre en su inteligencia siempre y cuando la pida y la deje actuar. • San Pablo reafirma la acción trinitaria en la vida del creyente: habiendo recibido de la fe nuestra justificación, estamos en paz con Dios, por medio de Jesucristo y el Espíritu Santo que ha sido derramado en el corazón del creyente. • La salvación es trinitaria: la iniciativa parte del Padre, quien envía a su Hijo Jesús; la realización se da en la obediencia de Jesús al plan del Padre Dios; y la acción del Espíritu Santo actualiza esa salvación habitando en cada creyente para que dé testimonio en la Iglesia de ese camino hacia la Salvación. El Espíritu Santo nos enseñará la verdad del amor de Dios revelado en Jesucristo y esta verdad nos guiará a nuestra salvación donde será plenificada. Ya está disponible en la librería de la Conferencia Episcopal Predicación Orante de la Palabra. II De la Santísima Trinidad a Cristo Rey | Ciclo C . 2019 [icon class='fa fa-download fa-2x'] Más información[/icon]

Vie 7 Jun 2019

“Como el Padre me envío, también YO los envío”

Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 2,1-11 Salmo: 104(103),1ab+24ac.29bc-30.31+34 (R. cf. 30) Segunda lectura: 1Corintios 12,3b-7.12-13 Evangelio: Juan 20,19-23 Introducción Hay una riqueza temática, no se puede abordar toda; el tema elegido depende de las lecturas y la realidad más sentida de la comunidad, un tema bien abordado propiciará el crecimiento de la comunidad, se avanza paso a paso, no es necesario abordar todo. Algunos posibles enfoques pueden ser: El Espíritu Santo en la revelación; la acción del Espíritu Santo en la Iglesia; el primer Pentecostés cristiano; El permanente Pentecostés en la Iglesia; El don del Espíritu y el Sacramento de la Reconciliación; la fiesta de Pentecostés. 1. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Los textos narran la experiencia del Espíritu santo en la comunidad de los creyentes de Jesús de Nazaret, en ellos se cumple la Promesa del Padre, promesa que es destinada a todos. Hch 2, 1-11 narra lo acontecido en la fiesta de Pentecostés de aquel año de la muerte y resurrección de Jesús de Nazaret. Los discípulos permanecen reunidos, “Todos perseveraban en la oración, con un mismo espíritu, en compañía de María la Madre de Jesús” (Hch 1, 14), y en este ambiente de oración, acontece el cumplimiento de la Promesa, la venida del Espíritu Santo. Su llegada se describe con unos signos sensibles: “ruido de ráfaga de viento, lenguas de fuego, hablar lenguas”, signos que anuncian y hacen visible que algo novedoso y extraordinario está aconteciendo. Los vv. 5-13 narran el principal efecto del Espíritu sobre aquellos a quienes les fue concedido: La evangelización en la propia lengua. El Espíritu, Promesa del Padre, “Fuerza de lo alto” produce unos efectos extraordinarios que la comunidad experimentó y fue necesario profundizar en su comprensión. Muchos textos dan testimonio de ello. El apóstol Pablo, en la Primera carta a los corintios, aborda el tema de los dones del Espíritu Santo, especialmente en los capítulos 12 al 14. Precisa: “con relación a los dones espirituales, no quiero, hermanos, que vivan en la ignorancia” (1 Cor 12,1), abre un llamado a la reflexión y comprensión. Sobre los efectos extraordinarios, el apóstol establece unos criterios claros: 1. Hay diferentes dones, servicios o actividades; 2. Todos tienen el mismo origen, proceden del mismo Espíritu; 3. Su objetivo práctico es la edificación de la Iglesia, “el Espíritu se manifiesta para provecho común”; 4. La conformación de la Iglesia no solo es “carismática”, ella se origina por el bautismo y los dones del espíritu ayudan a mantener la unidad, “un solo cuerpo”; 5. No existe una confrontación entre don y ministerio, pues los “ministerios” provienen del mismo Señor. Para hacer comprensible su enseñanza, el Apóstol, echa mano de la imagen del cuerpo, formado por distintos miembros pero todos en unión y orientados al provecho común del mismo y de todo el cuerpo. El Evangelio muestra como el Espíritu es fruto del misterio Pascual de Jesús. Jn 20, 19-23 nos habla del encuentro del Resucitado con sus discípulos al atardecer del día de la Resurrección. El punto de partida narra la situación de los discípulos sin la presencia del Resucitado: encerrados, llenos de miedo. El Resucitado se hace presente y cambia esta realidad, saluda varias veces con el “don de la paz”, se identifica mostrando los rastros de la cruz y pasión, ante lo cual los discípulos se llenaron de alegría. Este encuentro está lleno de regalos y motivos de gozo y alegría: Ven al Resucitado, reciben la fuerza del Espíritu Santo, reciben un mandato nuevo con autoridad, “como el Padre me envío, también YO los envío”, y les encomienda la misión del perdón de los pecados, “Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonen los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengan, les quedan retenidos”. El salmo 104 (103) invita a cantar la obra divina de la creación; en este contexto es una sugestiva indicación a ver la acción del Espíritu en toda la creación, por eso la creación es motivo de alabanza y bendición. 2. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? La Escritura me invita a interiorizar el cumplimiento de la Promesa, es decir la presencia del Espíritu Santo, fuerza dinamizadora de la Iglesia. Así como al inicio de la creación, el Espíritu Santo actuaba en ella y/o sobre ella, ahora debo ver que la comunidad de creyentes en Jesús de Nazaret es la nueva creación en la que actúa el Espíritu Santo con sus manifestaciones extraordinarias. Entre las manifestaciones más evidentes me invita a experimentar la alegría, la paz, la reconciliación con el perdón de los pecados, la unidad de la Iglesia, la presencia del Resucitado de manera misteriosa en medio de la comunidad. 3. ¿Qué me sugiere la Palabra, que debo decirle a la comunidad? Un primer elemento a compartir con la comunidad es la importancia y el papel dinamizador del Espíritu Santo en medio de la nueva comunidad. El Espíritu Santo, Promesa del Padre, es fruto del misterio Pascual de Jesús, Él actualiza o hace presente este misterio en la vida de cada creyente a través de los Sacramentos, en ellos actúa el poder del Espíritu y se renueva el misterio Pascual de Jesús. Con los sacramentos se vivifica la Iglesia; la segunda lectura habla del Bautismo, el Evangelio narra el origen pascual de la Penitencia, es decir del perdón de los pecados de forma sacramental y no solo en la dimensión cotidiana y espiritual. Hay que evidenciar a la comunidad este estrecho vínculo existente entre Misterio Pascual, que ya incluye el don del Espíritu Santo, y la vivencia de los sacramentos. Ellos son una manifestación súper – extraordinaria del poder del Espíritu Santo. Un segundo elemento a compartir son los diferentes dones del Espíritu Santo; no solo los siete dones conocidos, sino las diferentes manifestaciones del espíritu en manera concreta en cada creyente, no hay que acentuar lo misterioso, incomprensible y hasta llamativo de algunos de ellos, sino subrayar la importancia de algunos dones o frutos del Espíritu que evidencian la correcta recepción espiritual y ayudan al objetivo de edificar la Iglesia, como son la alegría, el gozo cristiano, la paz, el perdón sacramental, la unidad misma de la Iglesia, el “hambre” por vivir los sacramentos; manifestaciones del Espíritu que debe caracterizar al discípulo del resucitado. Bajo esta premisa se comprende la insistencia del Papa Francisco sobre la alegría que marca el evangelio, la vivencia de un gozo altamente cristiano que busque siempre la unidad de los creyentes en Jesús, que se esté al servicio de la evangelización. Un tercer elemento que se puede colorear es la profunda vinculación del Espíritu con la Iglesia. Sus dones y carismas son para la edificación de la Iglesia, para el provecho común, para dar solidez y UNIDAD al cuerpo de Cristo que es su Iglesia. El Espíritu suscita diversos dones, carismas… movimientos pero nunca suscita división o separación del Cuerpo de Cristo. Una norma clara para mantener la unidad es “nada sin el párroco”, “nunca y nada sin el obispo”, y desde luego en respeto y unidad efectiva con el Vicario de Cristo, el Papa, ellos por el ministerio recibido, don del Espíritu Santo, son garantía y fuente de la unidad y de la Comunión con toda la Iglesia, cuerpo de Jesús. Tener el Espíritu Santo o uno de sus dones no puede ser fuente para dividir la Iglesia. Un breve apunte, la Promesa del Padre es una realidad que garantiza la evangelización, el Espíritu Santo es la fuerza dinamizadora de la Iglesia. Todo discípulo, en su propia lengua y bajo el influjo del Espíritu Santo debe “hablar de las maravillas de Dios”, siempre en unidad con toda la Iglesia, nunca por encima o en contraposición con los ministros de la Iglesia, pues ya no sería un don del Espíritu Santo. La Evangelización en unidad eclesial es tarea de todos los bautizados. 4. ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? Mi encuentro con Jesús se realiza gracias a la acción del Espíritu Santo en mi vida, presencia eficaz sobre todo en los sacramentos, los cuales no debo realizar de manera mecánica o robótica, como repitiendo gestos o expresiones de exigencia social o de costumbre. Los Sacramentos, aquellos que yo vivo, son celebraciones íntimas y eclesiales en las cuales me encuentro de forma personal y comunitaria con Jesús Resucitado. El sacramento es una experiencia personal, pero no privada, yo vivo mi encuentro con Jesús, recibo la acción del Espíritu Santo, pero todo ello, aunque para provecho personal tiene también un objetivo común o eclesial, mi experiencia es para el bien de toda la Iglesia, la gracia que recibo y los dones que se me conceden son en beneficio de todo el cuerpo de Cristo: su Iglesia. Nada me autoriza apropiarme mezquinamente de una dimensión tan universal. Los Sacramentos son una creación de Jesús Resucitado, quienes se oponen a ellos se oponen y contradicen a Jesús de Nazaret. Un Sacramento que ha sido devaluado en los últimos tiempos es el de la confesión, la reconciliación, por eso el encuentro con Jesús me anima a la misión e compartir la riqueza de este sacramento fruto y acción del Espíritu Santo. Este Sacramento del Perdón de los pecados, sin ambigüedad hay que decir: El Señor lo creó, Él nos lo entregó. El católico no puede dejarse llenar de la “basura” que los enemigos de la fe proponen y difunden diciendo “no es necesario confesarse con otro hombre, quizás más pecador que quien se confiesa”. Si fuera así el responsable sería el Señor que fue quien lo inventó. Al respecto se debe precisar: 1. El sacramento es creación del Resucitado. ¿A quién vas a creer y obedecer? ¿a Jesús que lo creó y lo entregó a la Iglesia o a un “iluminado” que se opone a este mandato de Jesús? 2. La condición del sacerdote no es la que garantiza el perdón del pecado. Jesús dice que es fruto del ministerio recibido, del poder que el resucitado da, el efecto depende del Espíritu Santo y la autoridad dada “Como el Padre me envió, así Yo los envío a ustedes”, es decir con autoridad. Recuerde que a Jesús mismo se le criticó y se le condenó diciendo que Él no tenía poder para perdonar pecados, “Los escribas y fariseos empezaron a pensar. ¿Quién es éste, que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?” (Lc 5, 21). Hoy todavía hay muchos fariseos que siguen criticando a Jesús porque sigue perdonando a través del sacerdote. RECOMENDACIONES PRÁCTICAS: 1. Podría tenerse como signo o ambientación para la celebración un mensaje en torno a los dones o a los frutos del Espíritu Santo. 2. Como sugerencia: se podría dar relieve a la Secuencia, que en la mayoría de las partes se hace como un rito mecánico y a veces sin sentido: Se podría preparar fotocopias con la secuencia y a su momento, se proclame por toda la Asamblea, dando un espacio entre estrofa y estrofa, para la meditación o interiorización. 3. Tener presente que esta Solemnidad tiene formulario propio para la Misa de la Vigilia y la Misa del día, pp. 279-287 del Misal. Es conveniente seguir el Canon Romano o Plegaria Eucarística I, con el “Reunidos en comunión” propio. 4. Darle el verdadero valor a la Vigilia de Pentecostés, con su identidad litúrgica propia, sin prolongarla innecesariamente o recargarla con demasiados signos o fraccionar la asamblea. 5. Para la Misa Vespertina de la Vigilia: “En esta Misa la Liturgia de la Palabra se puede celebrar o de forma breve o bien de forma extensa: • Forma breve de la Liturgia de la Palabra: se escoge como primera lectura una de las cuatro lecturas de aparecen en el leccionario, y como salmo de respuesta el último (salmo 104 (103), pág. 190. • Forma extensa de la Liturgia de la Palabra: se pueden leer las cuatro lecturas o algunas de ellas, seguida cada una de su respectivo Salmo”, (Leccionario Dominical C, páginas 199 ss.) 6. Hoy inicia la Semana de Oración por la Unidad de los Cristiano. 7. Para tener en cuenta: hoy termina el Tiempo Pascual. Después de la última Misa, en la noche, se apaga el cirio pascual y se retira del presbiterio; conviene colocarlo decorosamente en el bautisterio para que arda durante la celebración del Bautismo y poder encender en él los cirios de los bautizados; igualmente, en las exequias se prefiere el cirio pascual cerca al féretro (cf. Ritual de Exequias, edición 2001, pág. 27, al referirse a la ubicación del féretro en el templo). El lunes y el martes siguientes, en las Misas con participación del pueblo, se puede celebrar la Misa del día de Pentecostés o una de las votivas del Espíritu Santo.

Mar 4 Jun 2019

Acerquemos la Palabra de Dios, adquiere la Predicación Orante

La Conferencia Episcopal de Colombia, a través del Departamento de Liturgia, pone a disposición de ministros ordenados, religiosos y laicos laPredicación Orante de la Palabra y las Moniciones y Oración Universal de los Fieles. [tabs class="horizontal"][tab title="PRESENTACIÓN" icon="Icon name 1"] Estas orientaciones para La Predicación Orante de la Palabra y las Moniciones y Oración Universal, que presenta el Secretariado Permanente del Episcopado Colombiano (SPEC), coordinado por el Departamento de Liturgai, están elaboradas siguiendo la forma comcreta de escuchar lo que el Señor quiere decir en su Palabra y permitir que el Espíritu Santo transforme a todo aquel que sea tocado por esta Palabra. Igualmente, motiva para que todo el que se acerque a este subsidio también ofrende un tiempo prudente de oración, a la lectura de la Palabra de Dios para que ella hiera al predicador y, a través de él, al pueblo de Dios que participa en la celebración litúrgica. Como tema de profunidazación sobre esta importancia y necesidad del encuentro privilegiado del ministro de la homilía con la Palabra que será proclamada y predicada, se ofrece la reflexión "Primero Comunicarnos con Dios, para luego Comunicarnos con la Asamblea". El II Tomo comprende desde el inicio de la Solemnidad de la Santísima Trinidad hasta la Solemnidad de Cristo Rey, con el que se cierra el Año Litúrgico del Ciclo C Departamento de Liturgia Conferencia Episcopal de Colombia [/tab][tab title="DETALLE" icon="icon name 2"] Autor(a): Departamento de Liturgia Catálogo: Liturgia Idioma: Español Número de Páginas:151 Editora: . Año de publicación:Mayo 2019 Dimensiones: 17cm x 24cm [/tab][tab title="COMENTARIOS" icon="Icon name 1"] [/tab][/tabs] Mayores informes: PBX: 437 55 40 Ext. 264 Correo electrónico: libreria@cec.org.co

Vie 24 Mayo 2019

¿Realmente obedezco a Cristo o sigo mis caprichos y mis intereses?

Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 15,1-2.22-29 Salmo: 67(66),2-3.5.6+8 Segunda lectura: Apocalipsis 21,10-14.22-23 Evangelio: Juan 14,23-29 Introducción El Evangelio de hoy nos propone la perfección del amor que consiste en obedecer a Cristo, pues él mismo dijo: el que me ama, guardará mi Palabra. Podemos identificar tres temas: • La obediencia amorosa a Cristo. • La necesidad de acoger al Espíritu Santo, pues es Él quien nos recordará lo que Cristo quiere de nosotros y nos dará la fuerza para cumplirlo. • La apostolicidad, es decir, el estar fundados en el cimiento de los Apóstoles, condición necesaria para entrar a la Nueva Jerusalén cuyo cimiento son los Doce Apóstoles. El amor obediente de acoger al Espíritu Santo y de estar unidos a los Apóstoles, está ambientado por el gozo del Tiempo Pascual y, más aún, se acerca Pentecostés, esa experiencia que viene de lo alto y que transforma a los discípulos en valientes apóstoles, es cuando los apóstoles comienzan a vivir esta radicalidad del amor a Jesucristo que se traduce en obediencia exquisita al Espíritu Santo, en amor fraterno hasta dar la vida por Jesús y por sus hermanos, o mejor aún, el amor que lleva a morir a sí mismo y, si es el caso, dar la vida para que los hermanos tengan la vida de Cristo, esto es la plenitud del amor. 1. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Hoy el libro de los Hechos de los Apóstoles nos cuenta que en la misión hay misioneros “miopes”, aferrados a sus puntos de vista o a tradiciones humanas, como es el caso de algunos judíos conversos al cristianismo que pensaban que los no judíos que creyeran en Cristo tenían que hacerse circundar para salvarse. En la misión el Señor suscita santos misioneros como Pablo y Bernabé que vieron con claridad que Dios no exige la circuncisión a los paganos que se convertían. En este contexto acaece, entonces, el Concilio de Jerusalén, en donde los Apóstoles, en ambiente de oración y de comunión con los presbíteros, determinan no imponer más cargas que las necesarias y dejan claro que Dios no pide la circuncisión sino una conducta recta según el Evangelio. La Iglesia ve en los Apóstoles a aquellos varones a quienes Cristo confió pastorear su Iglesia en comunión con Pedro, cabeza de ellos y de toda la Iglesia. En el salmo se ve claramente la voluntad de Dios que quiere que todos los pueblos lo conozcan y le den gracias, o como lo dice san Pablo: “Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1Tim 2,4). En el Apocalipsis, en continuación con el domingo anterior, se nos muestra la belleza del Cielo con la imagen de la Nueva Jerusalén en donde resplandece la gloria de Dios y donde su fundamento son los Doce Apóstoles. El Evangelio es también continuación del domingo anterior que nos pedía vivir el mandamiento nuevo de amarnos los unos a los otros como Jesús nos ha amado. La particularidad del Evangelio de hoy es doble: el que ama obedece al amado, y para amar así necesitamos al Espíritu Santo. 2. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? El Evangelio nos dice que amar a Cristo es lo mismo que obedecerlo, pues, quien dice que lo ama y no lo obedece es un mentiroso. Es muy fácil decir que amamos a Cristo, que rezamos, que somos buenas personas, que no somos criminales, etc. Pero a la hora de la verdad, si somos sinceros, no amamos a Cristo porque no siempre le obedecemos. En este sentido, el Papa Francisco ha hablado de la corrupción como un modo de hacer el mal de forma deliberada, de forma consciente. Esto es lo peor que le puede suceder a una persona, saber que obra mal y seguir así, sin ningún remordimiento y sin ningún deseo sincero de conversión, eso nos lleva a la condenación eterna. En la práctica podemos ir a misa el domingo, hacer algunas oraciones y algunas obras buenas, hasta obras de caridad, pero si llevamos al mismo tiempo una vida de vicios y pecado, eso es lo que llama el Papa Francisco mundanidad espiritual, que se traduce en una búsqueda de bienestar personal, en un querer contentar a todos, tanto a Dios, como a los demás, y eso es imposible, pues Cristo nos pide buscar solo a Dios, agradar solo a Dios y obedecer solo a Dios. La Iglesia es Cristo mismo en la historia y todo lo que ella, iluminada por el Espíritu Santo, nos pide lo debemos hacer. En síntesis toda la fe, y todo lo que nos pide Cristo por medio de la Iglesia, está en el Catecismo de la Iglesia Católica. Mejor aún, Jesús mismo resumió todo en el mandamiento del amor fraterno, que consiste en amar a los hermanos como Cristo nos amó. Sólo que para amar así necesitamos del Espíritu Santo que Dios nos da en los sacramentos y en la vida de la Iglesia, pues el Espíritu Santo no actúa en un corazón egoísta sino en un corazón eclesial, es decir, en un corazón que busca la comunión. 3. ¿Qué me sugiere la Palabra, que debo decirle a la comunidad? Algo muy sencillo que hoy la Palabra nos pide a cada uno y a cada comunidad eclesial es que le hagamos caso a Cristo, pues si queremos saber si de verdad amamos a Cristo es muy fácil, basta ver si cumplimos su mandamiento nuevo de amar a los demás como él los ama. ¿El esposo ama a su esposa como Cristo amó a su Iglesia y se entregó en la cruz por ella? ¿La esposa también ama a su esposo de igual forma? ¿Cada uno ama a los demás como Cristo nos ama a nosotros? Mejor aún, ¿He experimentado el amor de Cristo en mi vida? ¿Cómo respondo al amor que Cristo me tiene? ¿Realmente obedezco a Cristo o sigo mis caprichos y mis intereses? El Papa Francisco en su visita a nuestro país nos pidió en Medellín privilegiar “el encuentro con la Sagrada Escritura, especialmente el Evangelio, donde Cristo nos habla, nos revela su amor incondicional al Padre, nos contagia la alegría que brota de la obediencia a su voluntad y del servicio a los hermanos” (Francisco, Discurso a los sacerdotes, consagrados, seminaristas y sus familias. Medellín, Coliseo La Macarena. 9 de septiembre de 2017). Es necesario favorecer nuestro encuentro con la Palabra de Dios para que Cristo nos hable y nos contagie “la alegría que brota de la obediencia a su voluntad” (ibid.). Nadie puede obedecer a Cristo sin la ayuda del Espíritu Santo. Acoger al Espíritu Santo es tarea permanente de todo cristiano y de toda comunidad eclesial, pues sólo Él “nos lo enseñará todo y nos recordará todo lo que Cristo nos ha dicho y dará testimonio de Él; nos conducirá a la verdad completa y glorificará a Cristo” (CEC 729). 4. ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? La misión es el termómetro que mide nuestro grado de amor a Jesucristo (cf RM 11). Se trata de la misión según Cristo, con sus criterios, no según el parecer de cada uno. Se requiere la experiencia real de Cristo, de vivir en su amistad, de amar lo que él ama y de rechazar lo que él rechaza. Como misioneros que somos por el bautismo, debemos alimentar la convicción de fe de que necesitamos ser conducidos por el Espíritu Santo que Dios da a quienes le obedecen (cf Hch 5,32). Una característica que define al misionero y a toda comunidad eclesial es su obediencia a Cristo y a su Iglesia. Cristo nos dejó su mandamiento nuevo de amarnos unos a otros con el mismo amor que él nos tiene. La misión, lo han dicho los últimos papas, es cuestión de amor. ¿Cuál es el tema principal de nuestras conversaciones, de nuestros pensamientos y de nuestros deseos? Si no es Cristo, es porque todavía no lo amamos ni le obedecemos. RECOMENDACIONES PRÁCTICAS: 1. Educar a niños, adolescentes y a todos en la obediencia cristiana. 2. Resaltar la dimensión eclesial como ambiente en el que se vive el amor a la Palabra y a los hermanos. 3. Felicitar hoy a los trabajadores y orar por ellos y por quienes no tienen trabajo. 4. Podría emplearse el Prefacio de Pascuas IV, “Restauración del universo por el misterio pascual”, Misal, pág. 378. 5. Comienza la novena de preparación a Pentecostés

Vie 17 Mayo 2019

Jesús es el Buen Pastor que tiene conocimiento de cada una de sus ovejas

Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 14,21b-27 Salmo: 145(144),8-9.10.11-12.13ab (R. cf. 1b) Segunda lectura: Apocalipsis 21,1-5a Evangelio: Juan 13,31-33a.34-35 Introducción En este Quinto Domingo de Pascua, la Palabra de Dios nos presenta la meta para la cual ha sido creado al ser humano y motivo por el cual Cristo murió y resucitó: participar de la vida eterna en la plena comunión con Dios, de su amor perfecto y eterno, de vivir en la Nueva Jerusalén, en el cielo. Nuestra meta es Dios. De ahí que la liturgia nos propone 3 temas conexos entre sí: • El mandamiento nuevo del Señor Jesús, Jn 13,34. • El cielo, Ap. 21,2. • El anuncio el Evangelio a todos los pueblos, Hch 14,27. Los tres temas tienen como hilo conector el amor de Cristo vivido por los creyentes, pues ese amor llega por la predicación realizada de quienes, a su vez, han experimentado el amor de Cristo en sus vidas; esto es lo que nos comunica el libro de los Hechos de los Apóstoles. Jesús mismo, en la Última Cena, ama a sus discípulos hasta el extremo y les da su mandamiento nuevo de amarse fraternalmente siguiendo su ejemplo, es decir, amar como Jesús amó, dándose a sí mismo por el bien de sus hermanos. El cielo nuevo, la tierra nueva, la Nueva Jerusalén, bajada del cielo, son figuras del Cielo, de la vida eterna, en donde sólo hay amor de Dios, ausencia de muerte y de todo mal, todo es belleza en plenitud, la experiencia de la dicha sin fin que sobrepasa nuestra mente y desborda nuestra capacidad, la vida del amor perfecto y eterno con Dios y con nuestros hermanos en Cristo. 1. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? En la primera lectura, tomada del libro misionero de los Hechos de los Apóstoles, se nos narra cómo los diversos pueblos paganos, es decir no judíos, al escuchar la predicación de los misioneros, se convierten a Cristo y se introducen en la vida nueva del Evangelio. Es de resaltar la admiración de los apóstoles y de las comunidades cristianas al enterarse de la conversión de los pueblos que antes vivían en las tinieblas del pecado. Es la alegría misionera de la cual habla el Papa Francisco, una alegría que brota del amor de Cristo que quiere que todos se salven; este gozo por la conversión de los demás es un signo auténtico de que el amor de Cristo habita en nosotros, pues no hay envidia, sino gozo por el bien de los demás, y el mayor bien es conocer a Cristo, vivir en Cristo. En esta línea del amor, se nos revela en el salmo cómo es Dios, es bueno con todos y por eso pide, por boca del salmista, que se anuncie a todos la gloria de su reinado, es decir, que evangelicemos, que compartamos su Buena Noticia que es Jesucristo para que en Él tengamos la vida verdadera, la vida nueva y eterna, es decir, la vida del Amor. En la segunda lectura del libro del Apocalipsis, se nos muestra claramente cuál es nuestra meta: el Cielo. Allí no habrá muerte, ni llanto, ni dolor, ni mal alguno, todo es belleza, felicidad, alegría si fin porque todas las personas vivirán unidas a Dios de un modo nuevo, pleno y para siempre. Una característica especial es que se habla del cielo nuevo y de la tierra nueva, es decir que la creación entera también se transformará y participará de la restauración definitiva de los hijos de Dios, esto lo afirma san Pablo: “en efecto, toda la creación espera ansiosamente esta revelación de los hijos de Dios” (Rm 8,19). Para ir al Cielo necesitamos vivir y morir en unión con Cristo, de allí que el distintivo de los cristianos sea precisamente el amor fraterno, como lo dice hoy Jesús mismo al final del Evangelio: “en esto conocerán que son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros” (Jn 13,35). Se trata de acoger el amor de Cristo y de amar a los demás con ese mismo amor de Cristo, es decir, amar como Jesús amó. Si así vivimos y morimos entonces viviremos para siempre en la dicha sin fin del Cielo como lo dice de un modo hermoso el Catecismo de la Iglesia Católica: “Los que estén unidos a Cristo formarán la comunidad de los rescatados, la Ciudad Santa de Dios (Ap 21,2), “la Esposa del Cordero” (Ap 21,9). Ya no será herida por el pecado, por las manchas, el amor propio, que destruyen o hieren la comunidad terrena de los hombres. La visión beatífica, en la que Dios se manifestará de modo inagotable a los elegidos, será la fuente inmensa de felicidad, de paz y de comunión mutua” (1045). 2. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? Ante todo hoy la Escritura nos habla fuerte y claro por medio de nuestro Señor Jesucristo, que en el contexto de la Última Cena, un poco antes de su entrega en la muerte de cruz, nos da su testamento espiritual sintetizado en su mandamiento nuevo de amarnos unos a otros así como él nos ha amado. El cristianismo es la religión del amor, un amor que tiene forma de cruz, es decir, un amor de donación total de la persona, un morir a sí mismo, un morir al pecado, un morir a todo egoísmo, para que viva Jesús en nosotros y para que Él ame en nosotros a los demás. Se trata de la vida nueva que es Cristo viviendo en nuestros corazones. Sólo así se comprende y se vive lo que san Pablo vivió y expresó cuando dijo: “ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí” (Gal 2,20). Nadie puede amar como Cristo ama si no está unido al mismo Cristo, entonces, amar así es un don que viene de lo alto. Por lo tanto, lo más propio para alcanzar ese don del amor de Dios es pedirlo y procurarlo, esta es la parte que nos corresponde a cada uno: orar y procurar. Las dos cosas, orar y procurar, hay que hacerlas con sinceridad, con deseo de vivir la amistad de Jesús y de seguir sus mandatos. Todos los mandatos del Señor y toda la biblia se resumen en el mandamiento nuevo del amor. Así como un vaso limpio contiene el agua limpia que se vierte en él, así también debemos dejarnos limpiar por el Señor, dejarnos reconciliar por él, confesarle sinceramente todos nuestros pecados sin excusarnos. Luego, como vasos limpios, dejarnos llenar de su amor, surge entonces por gracia de Dios, un manantial, el vaso se convierte en fuente de agua viva que vivifica todo lo que toca. Sólo el amor llena y desborda el corazón del hombre, sólo el amor sana, resucita y vivifica, solo el amor es eterno. Quien ama ha conocido a Dios, dice san Juan, “porque Dios es amor” (1Jn 4,8). Sólo existe un amor verdadero, el de Dios, Cristo mismo es el Amor. Todo lo demás son falsificaciones del amor, fácilmente se llama amor a lo que en verdad es egoísmo, Cristo desenmascara los ídolos y toda mentira y pecado. 3. ¿Qué me sugiere la Palabra, que debo decirle a la comunidad? Para amarnos los unos a los otros con el amor de Cristo es siempre indispensable estar unidos a Cristo, ya que él es la fuente del amor de Dios. ¿Qué hacer para amar como Cristo? Lo primero es cuidar todo lo que nos une y propicia nuestro encuentro con Cristo: la oración sincera y diaria, la lectura de la Palabra de Dios, la participación en los sacramentos y la realización de los propios deberes por amor a Cristo y a las personas que Él nos ha confiado, ejercitando, de este modo, la caridad en la búsqueda del bien de los demás. El Papa Francisco en Villavicencio dijo que “basta una persona buena para que haya esperanza. No lo olviden: ¡basta una persona buena para que haya esperanza! ¡Y cada uno de nosotros puede ser esa persona buena!” (Homilía en la Misa de beatificación de los mártires Monseñor Jesús Emilio Jaramillo Monsalve y del Padre Pedro María Ramírez Ramos. Villavicencio, 8 de septiembre de 2017). Recordemos que Jesús dijo que sólo Dios es bueno, pues sólo Dios es el Amor verdadero. Quien ama hace todo por el bien de los que ama, hasta dar su propia vida por el bien de los demás, un ejemplo de ello es que Cristo murió en la cruz por amor a nosotros; otro ejemplo es el de san Maximiliano María Kolbe que, en la prisión durante la segunda guerra mundial, dio su vida por otro prisionero que era padre de familia; un ejemplo más, el de la joven madre Chiara Corbella que, en estado de embarazo riesgoso, dio su vida con fe y amor para que su hijo naciera vivo y sano, y así tantos ejemplos de padres de familia que se sacrifican por el bien de sus hijos, de personas que con fe se interesan y buscan el bien de los demás, permitiéndoles vivir el amor de Cristo. Para vivir el amor de Cristo es necesario dejarnos reconciliar por Cristo continuamente, vivir en estado de conversión permanente y de misión permanente, no solo recibir la misericordia de Dios, sino también compartirla con los de casa y con los demás. 4. ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? Todo encuentro real con Jesucristo me sana de mi egoísmo y me impulsa a amar, de modo que el amor no es egoísta, pues “el amor no obra con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” (1Cor 13,5-7). La misión es el fruto del amor a Cristo, es la respuesta natural que surge de encontrarse con el Señor, un ejemplo de ello es lo que le pasó al apóstol Andrés, que una vez que se encontró con Jesús, fue a buscar a su hermano Pedro y lo llevó a Jesús (cf Jn 1,41-42). Nadie puede amar con el amor de Cristo si primero no ha experimentado el amor de Cristo en su propia vida. Muchas veces queremos ser misioneros sin habernos encontrado realmente con el Señor, esto es un gravísimo error. De allí que san Juan Pablo II dijera con claridad que “el verdadero misionero es el santo” (RM 90). Y el santo es el que se deja sanar y guiar por el Señor. Como también es cierto que el amor cubre multitud de pecados, entonces, es necesario obrar con misericordia, viviendo con fe lo que el Jesús mismo dijo que cuando practicamos la misericordia especialmente con los pobres, los enfermos, los encarcelados y los más necesitados: “les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo” (Mt 24,40). RECOMENDACIONES PRÁCTICAS 1. Motivar la creación o fortalecimiento de la pastoral parroquial de la salud que busca atender a los necesitados por medio de la vivencia del domingo, día de la caridad. 2. Resaltar con algún signo la apertura del mensaje de Jesús a otros pueblos, colocando en lugar apropiado algunos elementos que nos identifiquen y recuerden a los hermanos indígenas, afros, campesinos, habitantes urbanos de las periferias… Y colocar en un cartel la frase: “El AMOR es el distintivo de los discípulos del Señor” 3. Sería oportuno hacer hoy el Rito para la bendición y la aspersión del agua en memoria del Bautismo, que ocuparía el lugar del acto penitencial al comienzo de la Misa, siguiendo lo indicado en el Apéndice I, propio para la cincuentena pascual, Misal, p. 1058. 4. Podría emplearse el Prefacio de Pascuas III, “Cristo vive e intercede por nosotros”, Misal, pág. 377.

Vie 10 Mayo 2019

¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión?

Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 13,14.43-52 Salmo: 100(99),1-2.3.5 (R. 3c) Segunda lectura: Apocalipsis 7,9.14b-17 Evangelio: Juan 10,27-30 Introducción • Los Hechos de los Apóstoles nos recuerdan que, una vez han sido evangelizados los judíos, la Palabra de Dios se dirige también a los paganos. • El libro del Apocalipsis nos presenta algunas acciones del pastor: apacentar, guiar y enjugar las lágrimas de los ojos. • El Evangelio de San Juan nos habla de la relación íntima entre el rebaño y el Pastor que genera escucha, seguimiento y vida eterna. 1. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? El evangelista San Juan después de presentar una catequesis sobre el Buen Pastor nos habla de la relación del pastor con su rebaño. En los versículos que nos presenta el evangelio de este domingo, Jesús habla en primera persona, “mis ovejas” y con esto nos indica la pertenencia que tiene con su rebaño, pues el Padre es quien le ha dado este rebaño y Él da la vida por sus ovejas. Hay algunos verbos que nos hablan de esa unión entre el pastor y el rebaño: Escuchar, seguir y dar vida. Escuchar la voz del pastor: La escucha genera seguridad y conocimiento. Las ovejas no siguen la voz de un extraño porque la desconocen, mientras que la voz del pastor la identifican fácilmente por la familiaridad que han adquirido con él. La voz del pastor es la Palabra de Dios, una palabra que da vida a todo aquel que la escucha. Algo curioso sucede en los rebaños que durante la noche se les dificulta la visión pero se les facilita la audición. Las ovejas pueden identificar los sonidos que emite el pastor y eso les da seguridad en medio de la oscuridad de la noche. El mismo salmo 23,4 así lo expresa: “Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tu vas conmigo; tu vara y tu cayado me sosiegan”. Sí la escucha genera identidad y seguridad, ambas posibilitan el seguimiento del pastor. Seguir al pastor: Sí hay conocimiento entre el rebaño y el pastor, se suscita el seguimiento, pues las ovejas no siguen la voz de los extraños porque no la conocen. La voz del pastor la identifican como la de aquel que cuida y ofrece confianza y estabilidad. El pastor es el que da la vida por las ovejas, por lo tanto lo siguen como aquel que protege y defiende de los peligros. El seguimiento del pastor es lo que da identidad al verdadero discípulo de Jesús. Seguir a Jesús significa entrar en una relación de armonía con él. Es un seguimiento que implica el compromiso de parte del discípulo y este se de mediante la permanencia y la fidelidad a la voz de su Palabra. Dar la vida eterna: La seguridad que el pastor ofrece al rebaño es presentada por el evangelista Juan como la capacidad para vencer la muerte: “Yo les doy vida eterna y no perecerá́ jamás, y nadie las arrebatará de mi mano”. Vida eterna en este evangelio no se refiere a la longevidad, sino a la vida que se vive en la presencia de Dios. Esto solo es posible en la medida en que el rebaño permanece unido a su pastor. Esa vida eterna es la que el pastor ofrece al rebaño, pues con su entrega y muerte en la cruz nos devolvió la vida que habíamos perdido por causa del pecado, de modo que Jesús es el Buen Pastor que ha resucitado para darnos vida en abundancia. 2. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? Jesús es el Buen Pastor que tiene conocimiento de cada una de sus ovejas, no es cualquier pastor, por eso recibe el calificativo de “bueno”. Con esto ya se identifica su tarea a diferencia de los asalariados que sólo buscan su propio bienestar y comodidad. Jesús es Buen Pastor porque cuida de su rebaño y conoce a cada una de las ovejas, ninguna pasa bajo el anonimato, pues del mismo modo que el pastor las conoce y las llama, así debe ser rebaño que escucha la Palabra del pastor que le habla y lo conduce hacia la verdad. Jesús es un pastor que ama a su rebaño y por eso se entrega para darle la vida que necesita. El conocimiento que Jesús tiene del rebaño permite que se genere la cercanía entre ambos. También se espera que el rebaño conozca al buen pastor y escuche su voz que lo guía y le muestra el camino correcto. La escucha posibilita la obediencia y el seguimiento; es aquí donde se genera una relación de intimidad y cercanía entre el rebaño y el pastor. Es la Palabra de Dios la que pide docilidad de parte del rebaño, ya que no es una palabra cualquiera sino la Palabra que da vida y que salva. La escucha del pastor pide que el rebaño tenga la atención puesta en quien lo guía, de modo que pueda rechazar otras voces que no vienen del pastor sino de los asalariados. Los verdaderos discípulos son los que escuchan la voz de su maestro, del mismo modo el verdadero rebaño es el que escucha la voz de su pastor y lo sigue. El seguimiento del pastor posibilita la seguridad y la confianza del rebaño pues el pastor que va delante conoce el trayecto y aparta los peligros para que el débil rebaño avance seguro sin perderse del camino. El rebaño con el pastor está siempre seguro, ya que el pastor provee todo lo necesario para que sus ovejas tengan vida y permanezcan en ella. Esa vida que ofrece el pastor no es algo pasajero, pues con la gracia sacramental, el pastor da su misma vida al rebaño, una vida que ya le otorgó en la cruz donde se entregó plenamente para rescatar al rebaño. La oración colecta de este día nos recuerda la necesidad de que el débil rebaño se deje conducir en medio de la asamblea hacia donde encuentra la fortaleza de su pastor. La unidad de Jesús con el Padre pide la unidad del pastor con el rebaño, pues un rebaño dividido se destruiría, mientras que unido a su pastor puede tener la seguridad de permanecer en la vida que el pastor le otorga. “La señal de pertenencia al rebaño de Cristo es la escucha atenta de la Palabra y el ser pronto para obedecer lo mismo que él, no ir tras las voces extrañas. Para nosotros el escuchar es lo mismo que creer lo que se nos dice. Por lo tanto, somos conocidos de Dios quienes le escuchamos; y ser conocido es lo mismo que estar unido a Él; ciertamente del todo conocido por Dios sino es mediante la constante cercanía y fidelidad a su Palabra. Así, cuando Cristo afirma: “Conozco a mis ovejas, es como si dijera: “Las abrazaré y las uniré conmigo mística y perfectamente” (San Cirilo de Alejandría, comentarios al evangelio de Juan 7,1). 3. ¿Qué me sugiera la Palabra que debo decirle a la comunidad? El amor del Padre ha sido tan grande con la humanidad que ha querido entregar a su Hijo para dar su vida en rescate por todos. Jesús como Buen Pastor cuida de su pueblo y lo conduce hacia la casa del Padre. Nosotros que somos el rebaño escogido por el Señor, debemos tener una relación de cercanía y amistad con Jesús, esa intimidad será lo que nos garantice la posibilidad de escuchar, conocer y seguir al maestro. El Papa Francisco nos invita a una relación de familiaridad con el Señor: “Jesús no habla de un conocimiento intelectual, sino de una relación personal, de predilección, de ternura mutua, un reflejo de la misma relación íntima de amor entre Él y el Padre. Esta es la actitud a través de la cual se realiza una relación viva y personal con Jesús: dejándonos conocer por Él. No cerrándonos en nosotros mismos, abrirse al Señor, para que Él me conozca. Él está atento a cada uno de nosotros, conoce nuestro corazón profundamente: conoce nuestras fortalezas y nuestras debilidades, los proyectos que hemos logrado y las esperanzas que fueron decepcionadas. Pero nos acepta tal como somos, nos conduce con amor, porque de su mano podemos atravesar incluso caminos inescrutables sin perder el rumbo. Nos acompaña Él. A nuestra vez, nosotros estamos llamados a conocer a Jesús. Esto implica buscar un encuentro con Él, que despierte el deseo de seguirlo abandonando las actitudes autorreferenciales para emprender nuevos senderos, indicados por Cristo mismo y abiertos a vastos horizontes. Cuando en nuestras comunidades se enfría el deseo de vivir la relación con Jesús, de escuchar su voz y seguirlo fielmente, es inevitable que prevalezcan otras formas de pensar y vivir que no son coherentes con el Evangelio” (Regina Coeli, Roma, 22 abril de 2018). 4. ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? Durante este año el Papa Francisco nos invita a celebrar el mes misionero extraordinario el mes de octubre, a la luz de esta Palabra de Dios debemos ponernos en actitud de misión para atraer a aquella parte del rebaño que aún no camina bajo el pastoreo de Jesús, esto solo se logra mediante la cercanía y el cuidado de la Iglesia en la tarea del pastoreo. La voz del pastor es para todo el rebaño, pero tal vez muchos no la han identificado porque no la han escuchado. Nuestra tarea es hacer eco de esa Palabra de Dios para posibilitar que las ovejas alejadas conozcan a Jesús Buen Pastor. RECOMENDACIONES PRÁCTICAS: 1. Hoy la homilía tiene como figura protagonista al Buen Pastor: puede elaborarse una cartelera alusiva al pastor colocar en ella imágenes del Papa, los obispos y presbíteros. 2. Este domingo, Día del Buen Pastor, es la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones Sacerdotales. Conviene tener en cuenta el mensaje del Santo Padre para esta ocasión y orar de manera más especial por las vocaciones al ministerio ordenado; así como por todos los ministros, para que sean fieles al encargo recibido. 3. Podría seguirse el Prefacio de Pascua V: «Cristo sacerdote y víctima», Misal, pág. 379, por resaltar el papel oferente de Cristo, sacerdote, víctima y altar

Jue 2 Mayo 2019

¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión?

Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 5,27-32.40b-41 Salmo: 30(29),3-4.5-6.12ac-13 (R. 2a) Segunda lectura: Apocalipsis 5,11-14 Evangelio: Juan 21,1-19 Introducción Las lecturas de este domingo proporcionan una riqueza temática que permite plantear tres temas: • Después de la Resurrección se muestra la Iglesia naciente, con la predicación activa de los Apóstoles, perseverando en la enseñanza, obedeciendo a Dios antes que a los hombres y sufriendo las persecuciones por causa de predicar a Jesucristo vivo. • La experiencia de Dios en el creyente que, a pesar de las contradicciones de la vida diaria, las angustias, persecuciones, dolores, sufrimientos, lágrimas, es capaz de perseverar en el Señor; y puede convertir el luto en danza, la debilidad en fortaleza, el dolor y el sufrimiento en alegría y esperanza. • El encuentro de los discípulos con Jesucristo Resucitado transforma la desolación en consolación, renace la alegría y la esperanza, y convierte a los apóstoles en misioneros, continuadores de la obra de construcción del Reino de Dios. 1. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? La primera lectura de los Hechos de los Apóstoles muestra como el Sanedrín en cabeza del Sumo sacerdote, les prohíbe a los Apóstoles “enseñar en nombre de ese” y los acusan de haber “llenado a Jerusalén con esa doctrina”. Los Apóstoles a su vez les responden: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”. Cómo ellos se convierten en testigos de la resurrección de Jesucristo y cómo salen contentos por haber sido considerados dignos de sufrir los ultrajes por el Nombre de Jesucristo. El Salmo 30 (29), resalta la súplica del creyente que clama y llama a Dios, sana su herida, saca su alma del abismo. A partir de esta experiencia el creyente, hace una lectura de la experiencia de Dios que es capaz de visitarlo en medio del sufrimiento con las lágrimas; pero pasado el tiempo, ese sufrimiento se convierte en gozo. Es así, como Dios es capaz de transformar el luto en danza, por estas proezas, el creyente, alaba a Dios por siempre. La segunda lectura tomada del libro del Apocalipsis, refleja mediante los órganos del oído y de la visión, la experiencia de Dios. El creyente que ve y escucha a Dios vive recibiendo la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza para Adorar permanente a Dios. La perícopa del Evangelio, manifiesta tres momentos sublimes en la experiencia de Jesucristo resucitado en la vida de los Apóstoles: 1. Un primer momento de desolación. Los Apóstoles no saben qué hacer, tratan de volver al lugar donde el Maestro los había llamado y escogido. Ante la muerte de Jesús, se pierde la esperanza, y se quiere volver atrás mediante el trabajo cotidiano, a las redes y a la barca. Es una forma de mitigar la tristeza que le ha causado la muerte del Señor. 2. El segundo momento, está iluminado por la pesca milagrosa, los Apóstoles en cabeza del discípulo amado, descubren la presencia del Señor, escuchan y obedecen la Palabra del Señor, y de las aguas vuelven a la tierra, sabiendo que El Señor no ha muerto, está con ellos, renace la esperanza y esto los llena de ilusiones y alegría. 3. Un tercer momento, en el cual el Señor les encarga la misión de continuar predicando el Evangelio y la Buena Nueva de la salvación, se ratifica el amor y el seguimiento del Señor. 2. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? La narración evangélica evoca la celebración de la Eucaristía. Así, como en el Evangelio de este domingo se pueden observar tres momentos sublimes, de la misma manera, se pueden vivir estos tres momentos en la Misa: El momento de la desolación; de la consolación; y de la misión. Así, pues, en la Eucaristía, memorial de la Nueva alianza, podemos observar los tres momentos, así: 1. El momento de la desolación, cuando en la primera parte de la Eucaristía, llegamos de la vida en ocasiones cargados con nuestras contradicciones, desesperanzados, tristes y agobiados por los problemas cotidianos y por la carga de nuestros pecados. En el acto penitencial se nos pide hacer memoria de nuestros pecados y pedirle perdón al Señor, por todos estos momentos de sufrimiento y dolor. 2. En la Liturgia de la Palabra y de la Eucaristía propiamente dicha, nuestros sentidos se abren para que escuchando nos dejemos iluminar por la Palabra del Señor. Como Pedro llegamos a la misa desnudos, desprotegidos y desvencijados, y una vez, que escuchamos al Señor, empezamos a descubrir que Él está allí con nosotros, que no tengamos miedo, que nos revistamos de su gracia, nos cubre y protege. Él nos invita a salir de las aguas que inundan y amenazan nuestra existencia, y nos invita a aterrizar, Él en la Eucaristía, nos prepara el Banquete de la Alianza, su Cuerpo y su Sangre, nos alimenta, nos fortalece, nos invita a hacer comunidad. En comunidad se fortalecen nuestros vínculos, renace en nosotros la alegría y la esperanza. En comunidad permite que escuchemos al Señor en su Palabra. La comunidad permite que trabajemos juntos por una pesca abundante, donde a cada uno no le haga falta el alimento; en este sentido, la comunidad fortalece la fraternidad y se vive la caridad. 3. Tercer momento: Una vez que el Señor nos ha alimentado con su Cuerpo y con su Sangre, salimos de la misa entusiasmados, llenos de alegría y esperanza, el Señor camina con nosotros, como camina con Pedro, ratifica con cada uno de los creyentes su pacto de amor, nos invita a perseverar en el camino de la caridad, y nos encarga la misión de continuar su obra de amor a través de los tiempos y de las naciones. El Señor, nos envía, como envió a sus discípulos. Cada Eucaristía, cuando salimos es a vivir lo que hemos experimentado en comunidad, al salir del templo, cada cristiano, debe sentir que el Señor camina con él, que ratifica su amor por nosotros y nos hace sus discípulos misioneros en el camino de la vida en la edificación del Reino de Dios. 3. ¿Qué me sugiere la Palabra que debo decirle a la comunidad? Cristo resucitado que nos hace discípulos misioneros que construyen su reino con el amor y la paz; a través de las palabras del Papa Francisco, en la reciente Exhortación Apostólica Gaudete ed Exultate, el llamado que nos hace a la santidad, comentando las bienaventuranzas, dice: ¨dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios¨. Al final del numeral 89 de esta exhortación, acuña una frase, que sin duda alguna pudo haber aprendido de la visita en Colombia, pues nos invita a ser artesanos de la paz, y dice textualmente: “Se trata de ser artesanos de la paz, porque construir la paz es un arte que requiere serenidad, creatividad, sensibilidad y destreza. Sembrar paz a nuestro alrededor, esto es santidad”. En esta misma línea del mandato que hace el Señor a Pedro y a los discípulos y a través de ellos, a toda la Iglesia, el Papa Francisco exhorta a la comunidad creyente a que seamos discípulos misioneros al encuentro de Jesucristo vivo. “Para un cristiano no es posible pensar en la propia misión en la tierra sin concebirla como un camino de santidad, porque «esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación» (1 Ts 4,3). Cada santo es una misión; es un proyecto del Padre para reflejar y encarnar, en un momento determinado de la historia, un aspecto del Evangelio. Se trata entonces de un camino de santidad que se construye con la Gracia que Cristo resucitado infunde en sus apóstoles, discípulos, misioneros, y en toda la Iglesia. 4. ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? El encuentro con Jesucristo resucitado se parece a ese camino que realizó el Señor con Pedro. Tres veces le pregunta el Señor si lo ama, y tres veces le responde Pedro que, sí lo quiere, y en la tercera, Pedro se entristece, pero el Señor lo ratifica en el amor. Varias interpretaciones sugieren que el número tres en la Biblia, es significativo, porque es la forma de ratificar un compromiso, y sellar un pacto; pero también es la forma de recordar las tres ocasiones en que Pedro negó al Señor. De alguna manera, se ve en esta triple pregunta que, por encima de las negaciones, está el amor que consolida el sello de la alianza con el Señor. Así, nosotros, podemos recordar momentos en que con nuestras actitudes, conductas o pecados hemos negado al Señor. Así, como en la Cruz el cayó tres veces, tres veces se levantó; de esta forma, nosotros debemos ratificar ese amor, no nos quedemos anclados en la negatividad del pasado sino que levantándonos de nuestras contradicciones y pecado, podamos con la Gracia del Señor, animarnos a seguirlo, a ser discípulos, a continuar caminando por el camino de la vida, llenos del amor que Él nos regala. El Señor no nos condena, ni se alegra de nuestras contradicciones, sino que nos amina a seguirlo amorosamente en el camino de la vida. No nos cansemos de levantarnos, no nos cansemos de decirle Señor, tu lo sabes todo, tu sabes que te amo, no nos dejemos inundar de desesperanza en el camino de la vida, sino que sigamos diciéndole, sí, Señor, hágase en mí según tu palabra. RECOMENDACIONES PRÁCTICAS: 1. Se sigue en el Tiempo pascual, cuyo tiempo se expresa en la alegría de los cantos, orientados al seguimiento y discipulado misionero. 2. Cuidar los signos propios de este Tiempo Pascual: manteles, luces, flores, ornamentos festivos, 3. Sería oportuno hacer hoy el Rito para la bendición y la aspersión del agua en memoria del Bautismo, que ocuparía el lugar del acto penitencial al comienzo de la Misa, siguiendo lo indicado en el Apéndice I, propio para la cincuentena pascual, Misal, p. 1058. 4. Debido a la temática del amor que presenta la Palabra de Dios, se recomienda tomar la Plegaria Eucarística para Diversas Circunstancias IV, con su Prefacio: “Jesús, que pasó haciendo el bien”. 5. Recordar que el viernes 3, es en Colombia la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz y día de la Reconciliación. 6. En este día se celebra la Jornada Mundial de la Infancia Misionera.

Vie 26 Abr 2019

¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión?

Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 5,12-16 Salmo: 118(117),2-4.22-24.25-27a (R. 1) Segunda lectura: Apocalipsis 1,9-11a.12-13.17-19 Evangelio: Juan 20,19-31 Introducción Las tres ideas temáticas que engloban la interpretación de los textos bíblicos litúrgicos de este segundo Domingo de Pascua, se pueden enmarcar en torno a: • La Acción de Dios que infunde Cristo resucitado soplando el Espíritu Santo a los discípulos, hace que realicen señales y prodigios. • Jesucristo en medio de los Apóstoles infunde en ellos el don de ver (creer) y testimoniar esta experiencia mediante la Escritura. • La presencia de Jesucristo Resucitado que sopla el Espíritu Santo, disipa las dudas, hace que se perdonen los pecados y les trae la paz. 1. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? La primera lectura de los Hechos de los Apóstoles, dice que los Apóstoles tenían un mismo Espíritu y realizaban muchas señales y prodigios. Nadie de los otros se atrevía a juntarse a ellos; aunque el pueblo hablaba de ellos con elogio. El salmo responsorial 118 (117) recalca la importancia de la alegría y el gozo, por la Resurrección del Señor. Se encuentra un tetraedro inclusivo en cuanto que Yahveh Dios, es Quien da la salvación, el éxito, Quien ilumina y Quien otorga la salvación. La segunda lectura destaca la paciencia en el sufrimiento; de allí que el Apóstol San Juan testimonie por escrito la fraternidad y el compañerismo en medio de las tribulaciones. El Evangelio narra las apariciones de Jesucristo a los discípulos, donde se resaltan algunos elementos que ayudan a la hermenéutica reflexiva: el día primero de la semana, Jesucristo que se presenta en medio de ellos y siempre los saluda con la paz, los discípulos que se llenan de alegría porque ven al Señor. Cristo resucitado sopla el Espíritu Santo y les concede el poder perdonar los pecados. Tomás que no estaba con los demás discípulos, no cree al principio y luego expresa Señor mío y Dios mío. Se manifiesta, de esta forma, el contraste entre el ver físico y de la fe, la paradoja entre creer y la incredulidad. Resalta el Evangelista que muchos prodigios no han sido escritos, y que la finalidad de que hayan sido escritos es para creer que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y creyendo tengamos vida en su nombre. 2. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? Se quiere mediante esta herramienta homilética hacer reflexionar a los miembros de las comunidades en el segundo punto que se propone dentro de los tres temas planteados: Jesucristo crucificado y resucitado en medio de los Apóstoles les da la Gracia de Ver (creer) y testimoniar mediante Las Sagradas Escrituras la presencia de Dios vivo en medio de su pueblo. San Juan Evangelista, autor también del libro del Apocalipsis, crea un puente entre el cuarto Evangelio y el último libro de la Biblia. Juan testifica en el Apocalipsis que recibe de Jesucristo el mandato. “Escribe en un libro lo que veas”, y más adelante vuelve a repetir la frase: “Escribe lo que has visto”. En el Evangelio, Juan cierra su libro con estas palabras: “Otras muchas señales que no están escritas en este libro, han sido escritas para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios y creyendo tengáis vida en Su Nombre”. Al mismo tiempo, el Apóstol San Juan, junto al verbo escribir, pone particular énfasis en el verbo: VER, que progresivamente se va volviendo CREER; presentando el contraste entre quien no ve no cree. Hace parte del estilo redaccional del Evangelista, evangelizar pedagógicamente, mediante círculos concéntricos, donde juega con los términos, en una forma repetitiva, pero que poco a poco, va hilando el discurso, usando el término, pero a la vez progresando en su contenido. Así, lo podemos constatar con VER- CREER- ESCRIBIR. Hay que distinguir el VER del Mirar y a su vez del observar. El mirar, parece ser una capa superficial, que no implica la totalidad de la persona. Evoca la persona que, al pasar mira de forma distraída, sin detenerse y sin que esa mirada, llame la atención, a fin de que haga que la persona se detenga, o cambie a partir deesa mirada. Mirar, por tanto, es pasajero, superficial, y no implica compromiso; como quien cruza las calles, mira las vitrinas de un almacén, pero nada lo detiene en su caminar. Mira distraídamente y sin responsabilidad alguna. Observar, implica mayor profundidad, quien observa, se detiene para investigar, analizar. Fija su atención de manera particular sobre el objeto deseado. Contrario al mirar que es externo, observar busca profundidad en el conocer, de una manera más racional, científica; sin que implique un compromiso de la persona que observa. El observar es objetivo, en cuanto, que busca conocer y analizar el objeto de manera científica. El ver, implica la persona, es una mirada profunda, que transforma a la persona que se pone en actitud de ver. Quien ve se compromete, y da un paso más en el observar científico y racional, puesto que quien ve, cree. Es un ver de confianza, que se fía, que implica una relación entre la persona que ve y lo que es visto. En efecto, el Evangelista San Juan describe “hemos visto al Señor”, y este testimonio produce en los Apóstoles alegría, gozo, paz, fortaleza, esperanza y entusiasmo para ir a hablar y testimoniar al Señor. También, se observa en los Sinópticos que consecuencia del ver está el creer: “vio y creyó”. Así, la experiencia de Jesús crucificado y resucitado implica para los Apóstoles tres movimientos dinámicos: VER – CREER- ESCRIBIR. 3. ¿Qué me sugiere la Palabra, que debo decirle a la comunidad? La Iglesia en Latino América durante la II Conferencia del Episcopado Latinoamericano (CELAM) celebrada hace cincuenta años en Medellín distinguió un método teológico propio, que tiene sus fundamentos bíblicos. El Apóstol San Juan, es invitado a ver. Hoy hay que ver la realidad, de nuestros pueblos sumidos entre los desafíos pastorales que interpelan nuestra fe; frente a la violencia, miseria, corrupción… hay que discernir los signos de los tiempos. Quien ve, debe hacerlo con una mirada de fe, es decir, juzgar con criterios de fe. Para creer que esa realidad es transformadora, Juan se encuentra exiliado en la Isla de Patmos, es invitado a ver, contemplar con ojos de fe; para juzgar con la mirada del Señor, los acontecimientos que suceden en su tiempo. Solo quien ve, juzga con ojos de fe y cree que la realidad por muy contradictoria que sea, contiene un ver que transforma dicha realidad con esperanza y caridad. Finalmente, el evangelista, una vez que ve la realidad, cree, porque sus ojos se iluminan con la fe en el Jesús Crucificado y Resucitado; puede entonces, dar el tercer paso: escribir, es decir, actuar, según el método teológico latinoamericano. 4. ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? Dice la misma Escritura “Lo escrito, escrito está” (Cfr. Mt 4,4; 21,13), como una forma de ratificar un compromiso, que se hace perenne en el tiempo. Quien escribe ha pasado por una experiencia de fe que ha interpelado su existencia. Cuando se pone por escrito el pensamiento, se fija la idea y se concretiza en el tiempo y el espacio. Cuando se escribe la experiencia se vuelve perenne y se eterniza el tiempo. Latino América después de quinientos años entre descubrimiento, conquista y evangelización, ha puesto por escrito la experiencia de Dios que peregrina en este continente; y esa historia se vuelve historia de salvación cuando se ve con los ojos de la fe y se juzga a partir de criterios del Magisterio eclesial que ayuda a discernir los signos de los tiempos. Es un recuerdo vivo (anamnesis) que se vuelve la memoria viva de un acontecimiento que cambia la historia y transforma al ser humano. Leíamos en el Salmo 118 “Da Yahveh, Dios, da la salvación, da Yahveh Dios el éxito, Yahveh Dios nos ilumina”. En la Eucaristía es el Hosanna, Dios bendice a su pueblo, y actualiza el memorial de la Nueva alianza. Poner el pensamiento, la experiencia por escrito no solo testimonia la verdad de Jesucristo Crucificado y Resucitado; sino que se transmite y conserva esta verdad; y se sucede en la historia de salvación, una infinidad de interpretaciones personales y comunitarias que transforman la vida, a partir del acontecimiento de Cristo Crucificado y Resucitado que penetra las almas y transforma las historias de los pueblos. Jesucristo es el acontecimiento liberador y transformador que nos permite leer la historia con otros ojos, juzgarla con criterios evangélicos y señalar caminos que nos permiten actualizar y vivir Las Sagradas Escrituras. Cada persona miembro de una comunidad está llamada a ver los signos y prodigios de Cristo muerto y resucitado en su vida y en su historia. A confiar, creyendo para tener vida en su nombre, pero también, como persona y comunidad escribir los prodigios y acciones de Cristo Muerto y resucitado en su propia vida. Las interpretaciones hermenéuticas permiten que la infinitud de lecturas de cómo Jesús crucificado y resucitado ha transformado sus vidas, son una muestra del poder de Dios en Cristo transformando las vidas y las historias de los pueblos y ratifica la experiencia con los ojos de fe que viven los Apóstoles. Así, como Tomás,permite una lectura creyente, que favorece la bienaventuranza en el tiempo y el espacio traspasa el umbral de las tinieblas y de la increencia, se vuelve testigo del Crucificado resucitado. RECOMENDACIONES PRÁCTICAS: 1. Por ser un día en el que se privilegia la Misericordia, sería bueno colocar en lugar visible las obras de misericordia, junto a ellas un mensaje que diga: Si queremos la paz practiquemos la misericordia. 2. Se sugiere llevar en Alto la Palaba de Dios en la procesión de entrada, como la Palabra Escrita que testifica la Acción del Espíritu Santo y de los Apóstoles que pusieron por escrito la experiencia de la Resurrección. 3. Seguir el Prefacio Pascua I: «El Misterio Pascual», con la parte propia: «en este día glorioso». Convendría seguir el Canon Romano o Plegaria Eucarística I, con las partes propias que contiene. 4. Tener presente que para la Bendición final de la Misa se puede usar la fórmula solemne de la Vigilia Pascual, Misal, pág. 219. Para despedir al pueblo se agrega el doble Aleluya. Con las segundas Vísperas de este domingo termina la Octava de pascua. 5. Desde el Papa san Juan Pablo II ha tomado fuerza el segundo domingo con especial énfasis en Jesús de la Misericordia. Si se tiene la imagen, se recomienda exponerla en el templo, y si se ve oportuno, explicar su sentido desde la orientación pascual del costado de Cristo, del que brota sangre y agua como los signos sacramentales que fundan la Iglesia en el Bautismo y la Eucaristía.