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predicación orante

Jue 30 Ago 2018

Conjuguemos la ley y el amor

Primera lectura: Dt 4,1-2.6-8 Salmo Sal 15(14),2-3a.3bc-4ab.5 (R. 1a) Segunda lectura: St 1,17-18.21b-22.27 Evangelio: Mc 7,1-8.14-15. 21-23 Introducción Anotemos tres ideas temáticas que ofrecen las lecturas que se nos ofrecen para esta domínica: Cercanía de Dios a su creatura humana y justicia de la Ley Divina. Escuchar la Palabra de Dios para ponerla en práctica. Saber conjugar la ley y el amor. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Las lecturas de hoy siguen la línea exhortativa. En la primera, aparece Moisés ejerciendo su liderazgo y exponiendo una serie de leyes y normas que preparan al pueblo para tomar posesión de la tierra que les ha dado Yahvé. Leyes para poner en práctica, crecer en sabiduría y cultivar una sana convivencia que abra caminos para el progreso de la nación, pero, ante todo, leyes y normas para sentir la cercanía permanente de Dios. Se trata, pues, de hacer tomar conciencia al pueblo de que Dios los liberó de la esclavitud de Egipto y los acompaña ahora en su camino hacia una absoluta libertad en una tierra que será propia. Un Dios cercano, justo y fiel. Por su parte, Santiago centra a sus lectores en la necesidad de atender la Palabra de Dios para ponerla en práctica y no contentarse sólo con escucharla. Califica la Palabra de Dios como “ley perfecta de la libertad” que le permite al hombre alcanzar una religiosidad auténtica que agrada a Dios. “Si alguno piensa que se comporta como un hombre religioso y no solo no domina su lengua, sino que conserva pervertido su corazón, su religiosidad es falsa.” Asimismo, en el evangelio de Marcos propuesto para hoy se cuestiona la coherencia religiosa de los discípulos de Jesús, lo que permite al Señor indicar que la salvación del ser humano no tiene su fuente en la observancia legalista, de apariencia externa e hipócrita como la han venido presentando los fariseos con su estilo de vida y práctica de la fe. Propone Jesús, más bien, una observancia al ‘mandamiento de Dios’ desde el corazón del hombre, pues es ahí, en la intimidad de cada ser humano, donde se forman las grandes maldades que manchan al mismo hombre y le impiden ser un instrumento de Dios entre sus semejantes. El corazón humano: fuente de pureza e impureza. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? La Palabra, contenida en los textos de este domingo, nos anima a descubrir la cercanía de Dios en la cotidianidad de nuestra realidad humana y comunitaria. Las leyes y normas propuestas por Dios como camino de salvación deben comprenderse como el deseo del Padre Bueno de estar cerca de sus hijos para que de los corazones de éstos siempre broten sentimientos y deseos de amor, esperanza, justicia, reconciliación, perdón y paz. Para esto, tenemos que abrirnos a la escucha de la Palabra y llevarla a la práctica en la realidad del día a día. Se trata de una apertura permanente y total que nos conduzca a la conversión para, así, acoger en nuestro corazón la luz del Evangelio. Es en el corazón humano donde nacen la pureza y la impureza. ¿Qué me sugiere la Palabra que debo decirle a la comunidad? Vale la pena insistirle a la comunidad en la necesidad de escuchar la Palabra de Dios con actitud propositiva, es decir, siempre dispuestos a nutrirnos de ella para poder ser mensajeros de paz y progreso en nuestras comunidades, líderes de inclusión y defensores de la vida. Ser auténticos y alegres discípulos misioneros del Señor. Es decir, que no basta escuchar la Palabra, comprenderla, reflexionar o predicarla; sino que es “justo y necesario” convertir esa Palabra en estilo de vida, en motor de conversión y en alimento que nutre la esperanza en la vida eterna. Que la Palabra nos conmueva, nos estremezca y hasta nos haga entrar en crisis existencial, para sentirnos necesitados de Dios y, aún más, sentir la necesidad del Señor de querernos cerca de Él. Muy acordes a este tema están las palabras del papa Francisco en su reciente visita a Colombia: “Me dirijo ahora a todos, niños, jóvenes, adultos y ancianos, como quien quiere ser portador de esperanza: que las dificultades no los opriman, que la violencia no los derrumbe, que el mal no los venza. Creemos que Jesús, con su amor y misericordia que permanecen para siempre, ha vencido el mal, el pecado y la muerte. Sólo basta salir a su encuentro. Los invito al compromiso, no al cumplimiento, en la renovación de la sociedad, para que sea justa, estable, fecunda. Desde este lugar, los animo a afianzarse en el Señor, es el único que nos sostiene y alienta para poder contribuir a la reconciliación y a la paz.” (Saludo del Santo Padre al pueblo colombiano, Bogotá, 7 de septiembre de 2017). ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? Crecer en conciencia sobre el anhelo del Señor de querer estar siempre cerca a todos y cada uno de nosotros, debe animarnos a retomar el camino de la vida con mayor alegría y espíritu de conquista por un proyecto de vida que se extienda hasta la eternidad.

Jue 16 Ago 2018

Jesús es el alimento, el perdón y el verdadero camino a seguir

Primera lectura: Pr 9,1-6 Salmo Sal 34(33),2-3.10-11.12-13.14-15(R. cf. 9a) Segunda lectura: Ef 5,15-20 Evangelio: Jn 6,51-58 Introducción Existe, en nuestra cultura y en las sociedades de hoy, un hecho que nos puede introducir a la comprensión del Evangelio de este domingo, y son las encuestas y el sondeo de las opiniones. Se practica un poco por todas partes, pero sobre todo en el ámbito político y comercial. También ante la predicación del Señor Jesús aparece un sondeo de diversas opiniones, con fines educativos y de exhortaciones: estaban entre los que lo oían personas que lo aceptaban y otros que les costaba entenderlo en su discurso del Pan de Vida. En los Proverbios el Señor nos llama a ser sensatos, sabios e inteligentes para que gustemos de su bondadosa presencia. Invitación que nos repite el salmo 33: ¡Gusten y vean qué bueno es el Señor! Igual San Pablo, en su carta a los Efesios, nos recuerda que debemos ser agradecidos y estar atentos para descubrir cuál es la voluntad de Dios y a ser dóciles a su Espíritu que nos conduce por el camino del bien y nos advierte cómo rechazar el mal. Continúa el Señor Jesús el discurso del Pan de Vida y ahora enfatiza que se nos da como pan vivo, su “carne entregada para que el mundo tenga vida.”-cordero-; en lugar del maná, comida que sostuvo temporalmente al pueblo en el desierto. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Nuestro Dios, por su inmenso amor y misericordia, nunca nos abandona, sino que nos cuida siempre y nos da lo que más necesitamos: la vida presente y el alimento para sostenerla; la sabiduría, la inteligencia y la luz del Espíritu que nos permite descubrir su voluntad. Al Señor Jesús, lo celebramos en la Eucaristía, memorial de su entrega, y lo vivimos día a día en la comunión con los otros y con preferencia en la vida fraterna y solidaria cuando compartimos el pan y el amor. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? La Sagrada Escritura me dice que el pueblo de Dios se vio liberado de la esclavitud del Faraón en Egipto gracias a la sangre y a la carne del cordero que les salvó la vida y les dio fuerzas para iniciar por el desierto el camino de la libertad. El acontecimiento del éxodo dio al pueblo de Dios una vida y libertad limitadas. Ahora el Señor Jesús se hace presente como el liberador y salvador definitivo, por eso se me presenta como el nuevo cordero que da su carne como alimento y su sangre como bebida salvadora para que todo el que lo reciba y tenga vida en plenitud, vida eterna: “el que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna vida eterna y yo lo resucitaré en el último día.” El Señor Jesús es el pan que me sostiene en el diario caminar, me comunica la paz y me fortalece en las debilidades y carencias cotidianas. Me motiva a trascender y mirar más allá, a nunca desanimarme en medio de la lucha y a rechazar toda situación de desánimo o depresión, de relativismo e indiferencia donde da igual vivir que morir. Cristo me anima a unirme a Él e imitarlo, a escucharlo y recibirlo porque es Él quien sostiene mi vida histórica y me garantiza vida eterna. En la medida que cada uno recibamos al Señor Jesús y dejemos que se haga vida en nuestra vida, viviremos la alegría de construir comunidades de fe, paz y amor. Cristo nos capacita para esta misión, pues Él mismo nos ha: «Yo soy el pan de la vida… El que cree tiene vida eterna». ¿Qué me sugiere la Palabra que debo decirle a la comunidad? El Señor Jesús al hacernos parte de su cuerpo y de su sangre salvadora anima nuestra vida, tanto para el tiempo presente, como para el futuro. Por tanto, también Él se hace parte de mis preocupaciones, alegrías y esperanzas, de mis problemas, luchas y logros, a la vez que su voz ilumina toda la realidad de mi historia. Él es el alimento, el perdón y el verdadero camino a seguir. Él es también la voz que nos mueve a rechazar la violencia, el engaño, el aborto y todos los males que atentan contra la vida humana y la casa común, voz de salvación “que debe llegar con fuerza al corazón del hombre para interpelar su libertad, invitándolo a un éxodo permanente desde la propia autoreferencialidad, hacia la comunión con Dios y con los demás hermanos”, como nos lo recuerda el papa Francisco en su vista a Colombia (Encuentro con el Comité Directivo del CELAM, jueves 7 de septiembre de 2017). La violencia es inhumana y todas las actitudes que van contra la persona y la naturaleza nunca construyen y por tanto en nada pueden ser aprobadas por la Iglesia. Al destruir, destruyen el amor, la paz, la fraternidad y, sobre todo, las esperanzas de luchar y mejorar, mientras que la Iglesia debe seguir invitando al bien y predicando los valores del Reino, paz y justicia, vida y verdad, amor y libertad…, sin condenar a nadie. Se puede, aquí, hacer alusión a algunas expresiones de Monseñor Oscar Romero, quien decía: “Cuando se construye así la historia -qué hermoso- coincide con la historia de la salvación; hay paz. Pero esto es muy profundo y no todos lo comprenden, y por eso, dice Cristo, que lo que va a surgir inmediatamente ante esta doctrina es la crítica y la división… una de las cartas más bonitas que llegan en esta semana es aquella que dice: "Lo que más me admira de la Iglesia de estos días es que, a pesar de haber sufrido tantos atropellos y hasta asesinatos, nunca se le ha oído una palabra de odio ni de venganza, sino siempre una palabra de amor y de conversión". ¡Qué bien captan las almas humildes las intenciones de la Iglesia! Y yo me alegro de que así se sienta, mientras que otros siguen tercos en acusar a la Iglesia de violenta y que es causa de los males. Los que escuchan sin perjuicios, sin intereses egoístas, escuchan el verdadero lenguaje de la Iglesia: No a la violencia; un llamamiento a la conversión de los pecadores, como dije aquí el día de las exequias del Padre Grande, "¿Quién sabe si los asesinos de esta víctima me están escuchando por radio? Sepan que no los odiamos, que pedimos a Dios que se arrepientan" y vengan con nosotros un día a recibir el pan que Dios da con un beso de amor, aun a los pecadores, aun a los asesinos. Qué alegría sentiría la Iglesia el día en que todos los que han escrito o pagado escritos o usado armas, a humillar pueblos, o torturando gente con un sentido tan brutal de la vida, se convirtieran, vieran que eso no puede ser y volvieran arrepentidos a pedirle perdón a Dios, que todavía los está esperando. Desde luego que Dios les da vida a los pecadores; es porque está esperando. Ojalá, queridos amigos que me están escuchando (tal vez humillados de lo que han hecho, porque la violencia nunca es un orgullo, y el que golpea a otro hombre siempre siente la vergüenza; él está más humillado que el mismo golpeado) sientan de veras que eso es vergonzoso, sobre todo en un país que se llama civilizado y que si de veras le queremos dar un rostro bello a nuestra patria, lavémosla en la conciencia íntima sobre todo de los que son culpables, causantes, patrocinadores, tolerantes, alcahuetes, de esta situación de muerte que no puede seguir” (Homilía, 14 de agosto de 1977). ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? El Señor Jesús al dar su vida, comunicó la vida a la humanidad y a todo el mundo y la sigue comunicando. Hoy al hablarme me anima y me fortalece, me pide aceptarlo y recibirlo para tornarse uno conmigo y hacer que le encuentre sentido a mi vida. Su voz de ánimo y fuerza me comunica su vida abundante, vida que sólo Dios da en el tiempo presente y que, al encontrarle gusto a mi vida, al experimentar la libertad y el deseo de ser feliz en plenitud, me lleva a compartir y servir a los demás, y, al mismo tiempo a querer resucitar el último día, ir más allá de la historia: llegar a mi realización humana, a mi felicidad y vida en plenitud.

Jue 9 Ago 2018

El Señor Jesús se nos ofrece como “el pan vivo que ha bajado del cielo.”

Primera lectura: 1R 19,4-8 Salmo Sal 34(33),2-3.4-5.6-7.8-9 (R. cf. 9a) Segunda lectura: Ef 4,30–5,2 Evangelio: Jn 6,41-51 Introducción La vida de fe del cristiano se manifiesta mediante el testimonio de su palabra que acoge y perdona; mediante sus actitudes de bondad, misericordia y compasión y mediante el seguimiento del Señor con espíritu de fidelidad. Las luchas, angustias y dolores, que acompañan a todo ser humano, nos impulsan a confiar más en Dios, quién es el único capaz de vencer el mal y hasta la muerte. 1. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? El libro primero de los reyes nos relata cómo Dios acompaña al profeta Elías en su huida por el desierto y lo sostiene con pan y agua para que reconforte sus fuerzas cuando siente que va a desfallecer y quiere claudicar. San Pablo en carta a los Efesios, nos invita imitar a Dios quien nos perdona, nos salva, nos tolera y nos ama sin medida, hasta entregar a su Hijo en sacrificio por nosotros. En los domingos que hemos transcurrido y en los siguientes venimos escuchando, amasando y gustando el pan del cielo que nos presenta al Señor Jesús y nos comunica felicidad y vida eterna. La afirmación “‘Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo”, indica la persona de Jesús que es el centro de la vida histórica y trascendente de todo ser humano. 2. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? Al decir el Señor Jesús “Yo soy el pan de la vida…”, nos invita a reconocerlo como centro de nuestra vida toda: presente y futura; de toda vida humana; a ver que en Él están las respuestas a todas nuestras necesidades auténticas, tanto materiales como espirituales, a sentir cómo en el Señor Jesús se cumplen nuestros grandes anhelos y deseos humanos: la felicidad y la paz en plenitud. La mayor misericordia de Dios se manifiesta en el regalo que nos ofrece y que recibimos del Señor Jesús: su propio Cuerpo y Sangre en la Eucaristía donde se nos da como perdón y salvación, como alimento y comunión con Dios y con la comunidad. Por lo que nuestro primer sentimiento es exclamar: ¡Gracias Señor, qué bueno eres! Es maravilloso disfrutar de la misericordia y la bondad de Dios. Él siempre nos da y siempre quiere lo mejor para todos sus hijos: nos creó, nos liberó, nos salvó y se ha quedado con nosotros en el insondable misterio del pan y vino, su Cuerpo y su Sangre, que nos alimenta para la vida y la Vida eterna. Por eso cantamos con regocijo: “Eucaristía milagro de amor, Eucaristía presencia del Señor” 3. ¿Qué me sugiere la Palabra que debo decirle a la comunidad? Jesús nos ha hablado ya de los que comieron de los cinco panes y de los dos peces hasta saciarse; ahora nos encamina para que nos encontremos con otro alimento más necesario y valioso: el Pan que da vida eterna a todo el que crea en Él y lo reciba. Es el Señor Jesús quien le da gusto y sentido a nuestra vida y nos fortalece en los momentos de desánimo y de desierto, de desilusión y desencanto. Nuestra vida limitada e histórica, en la que nos asaltan constantemente el dolor, la violencia y la tragedia, cuando buscamos la paz y la justicia, cuando anhelamos compasión y verdad, sólo encuentra con Él y en Él plenitud, Él la convierte en vida definitiva, plena y feliz. Recordemos que el Santo Padre Francisco, en su visita a Colombia, en el Parque Las Malocas, en Villavicencio, hacía alusión a esta realidad, decía: “Estoy conmovido. Son historias de sufrimiento y de amargura, pero también y, sobre todo, historias de amor y perdón que nos hablan de vida y esperanza; no dejar que el odio y, la venganza o el dolor se apoderen de nuestro corazón.” Y mencionaba el salmo 85, enfatizándolo en cuanto oráculo final: “El amor y la verdad se encontrarán, la justicia y la paz se abrazarán…” Siempre hay una esperanza, una humilde y valiente palabra de vida. Si volvemos nuestra mirada a los profetas vemos que anunciaban desgracias, que llegaron; pero también anunciaban una esperanza de vida y salvación. Por tanto vivamos en la presencia de quien nos ha dado la Vida, nos la sostiene y nos promete llevarnos a la vida eterna. 4. ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? El encuentro con el Señor Jesucristo me impulsa a disfrutar de la bondad del Señor, a saciarme de su presencia que nos garantiza que está en y con nosotros y que con Él y en Él ya hemos comenzado nuestra vida definitiva: Él es el Pan y es el Camino que nos lleva a “una vida más plena y feliz.”

Vie 3 Ago 2018

Yo soy el pan de vida

Primera lectura: Ex 16,2-4.12-15 Salmo Sal 78 (77),3+4bc.23-24.25+54 (R. cf. Jn 6,32) Segunda lectura: Ef 4,17.20-24 Evangelio: Jn 6,24-35 Introducción: La palabra de Dios para este Domingo nos a plantea tres líneas de reflexión; en la primera, el pueblo de Israel sigue clamando ayuda y Dios sigue respondiendo con amor misericordioso. En la segunda línea, Pablo sigue insistiendo a los efesios en la importancia de alcanzar la configuración con el amor de Cristo en un espíritu renovado, la comunidad debe ser fiel a los principios propios de la vida en el Espíritu; y la tercera línea, es guiada por Juan en el evangelio, que presenta a Jesús que se auto denomina “el pan de vida”. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? El pueblo de Israel, en su camino a la tierra prometida, sentía que las vicisitudes apremiaban y las carencias aparecían, lo que llevó a los Israelitas a sublevarse contra su líder y padre Moisés. El hambre y la sed se convierten en más que una necesidad apremiante, en una realidad que lleva al pueblo al sufrimiento. Israel es un pueblo que vive de los recuerdos, por ello añoran volver a comer las cebollas amargas de Egipto como un signo del malestar por el que estaban atravesando. Pero es allí donde sale a relucir que, una de las expresiones más grandes del amor de Dios en el Antiguo Testamento, está centrada en la figura de un Dios clemente y misericordioso, que, al escuchar el clamor del pueblo, acude con respuestas concretas a satisfacer las necesidades de sus creaturas. La primera lectura del libro del Éxodo presenta al pueblo israelita en el desierto que ante el hambre que padece, no solo murmura contra Moisés, sino que añora la amargura de la esclavitud en el país de Egipto y en signo de rechazo a lo que están viviendo, piensan en la miseria en la que vivían y orquestan una irrupción. Pero, Dios se adelanta a los acontecimientos y en un gesto de bondad, le habla al gran patriarca de la ley, a Moisés, y le promete, después de ver la aflicción de su pueblo, una lluvia copiosa de alimento que cae del cielo. Es así como el texto nos narra, la manera en que Dios responde a su pueblo y cumpliendo su palabra, da de comer a los mismos que alzaban su voz contra él. El pueblo después de ser saciado, frena su ímpetu y posteriormente, aclama sobre él la clemencia de su Dios y Señor. Pero ese mismo pueblo como muestra de su fidelidad al Señor, está llamado a la alabanza, por los dones recibidos, en especial aquellos que sacian las necesidades básicas de aquel que alaba a Dios. En una manifestación del amor que el pueblo de Israel siente por su Dios y Señor, se canta la historia, el legado y el trasegar de la acción de Dios a su pueblo. Las alabanzas a Yahvé por las maravillas que ha realizado, casi que, evocando literalmente las acciones de Dios por sus elegidos, cuando en la travesía por el desierto, encontraron la paz y pudieron suplir sus necesidades por la fidelidad que mantuvieron al Dios de sus generaciones. Por su parte, Pablo apóstol de los gentiles, sigue recomendándole a los Efesios, la importancia de la renovación en el Espíritu y que ello, será la manera de ser hombres nuevos, dispuestos a participar del gran banquete del amor que Jesús nos trae en su manifestación como pan bajado del cielo. Continuando la reflexión sobre las palabras del gran discurso del pan de vida, presentado por evangelio de Juan, se encuentra la razón del porqué se puede hacer de Jesús, el verdadero pan para vivir en abundancia. Para penetrar más en esta reflexión y para acercar a la comunidad a participar en el banquete prometido por Jesús en el evangelio, el Papa Benedicto XVI, en la exhortación apostólica Sacramentum Caritatis, nos invita a contemplar la eucaristía como misterio que se ha creer, misterio que se ha de celebrar y misterio que se ha de vivir En efecto, dice el Papa Benedicto XVI que la eucaristía es un misterio que se ha creer: La obra de Dios es que crean en quien él ha enviado… para participar de la abundancia del alimento que nos viene del cielo en la persona de Jesús, nos hace un llamado a centrarnos en el creer, y ello se realiza en la medida en que sigamos en nuestras vidas las obras que realiza Jesús; no podemos desconocer la fuerza que nos da el saber que en la persona Divina de Jesús encontramos la fortaleza para ser verdaderos testigos de sus obras. Si tenemos fe, la celebración de la eucaristía se nos convierte para nosotros en un verdadero banquete en el que Dios se entrega en su Hijo amado en bien de la humanidad. Celebrar la eucaristía sin creer, se convierte en un signo de religiosidad sin compromiso alguno. La celebración dominical es una ruta, es un mapa espiritual en la vida del creyente. Por ello el creer en el misterio de un Dios que se hace pan para alimentar a su pueblo, es evocar al pueblo de Israel saciándose del pan del Cielo. Ya no es pan celeste, ahora es Cristo mismo, quien ha bajado del Cielo y se queda en el corazón de la comunidad que se nutre de su palabra, su ejemplo y amor. Continúa también afirmando Benedicto XVI que la eucaristía es un misterio que se ha de celebrar: Señor danos siempre de ese pan… Nuestra actitud de cara a la eucaristía debe estar centrada en una experiencia profunda de alegría y fraternidad, el cristiano está llamado a optar por la vida, pues la eucaristía celebra la vida. Como todos los sacramentos tienen una dimensión social/comunitaria, la eucaristía va más allá del rito, ella es un compromiso real con la fe del otro. Celebrar es acoger con amor aquello de lo cual hacemos memoria. Finalmente, expresa el Papa Benedicto XVI que la eucaristía es un misterio que se ha de vivir: Yo soy el pan de vida… El mismo Jesús en el texto de Juan, nos da una respuesta a muchos interrogantes. La proclamación de Jesús como el pan de vida, es mucho más que una metáfora, Dios es el pan de vida, en medio del sin sentido de la vida, que las comunidades muchas veces experimentan, la evocación reiterada al Éxodo, nos hace conectarnos con el nombre de Dios; de nuevo resuena en el corazón de los creyentes la respuesta de Yahvé: “Yo soy el que soy”, Dios es el que es, y en esa dimensión lo descubrimos cercano, dando vida en el pan. El Papa Francisco insiste también, en que la esencia de nuestra fe debe estar centrada en la alegría de acoger con amor el gozo del evangelio y celebrar esa experiencia del amor en la eucaristía.

Mié 25 Jul 2018

La Palabra nos inspira a la solidaridad

Primera lectura: 2R 4,42-44 Salmo Sal 145 (144),10-11.15-16.17-18 (R. cf. Mt 6,11) Segunda lectura: Ef 4,1-6 Evangelio: Jn 6,1-15 Introducción La Palabra de Dios en este domingo nos presenta la idea del banquete de la solidaridad, la fraternidad y el compartir de la vida en la fracción del pan y la unidad. Es una oportunidad para reflexionar sobre la fuerza que tiene la Palabra para animar la dimensión solidaria de nuestras comunidades. El mensaje de la Palabra hecha carne, sigue transformando nuestras vidas en acciones concretas y en respuestas ante las adversidades por las que pasan nuestros pueblos. Es oportunidad, entonces, para que, por medio de la oración y el silencio, reflexionemos sobre la dimensión social del evangelio de la que nos habla el Papa Francisco en sus mensajes y reflexiones a la Iglesia y al mundo. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Ser dóciles a la palabra de Dios, es sintonizar la palabra con la mente, el corazón y la voluntad, así, el libro de los Reyes es una completa inmersión en la historia de una buena parte del legado de Israel como pueblo escogido de Dios. La figura de los profetas es muy importante a la hora de entender el designio de Dios para con su pueblo. El texto que nos ocupa hoy está centrado en la capacidad que tiene el profeta Eliseo de ver la necesidad de la gente, ya que, al recibir las primicias, de inmediato las reparte, como signo de generosidad. Más aún, Eliseo insiste en entregar el pan recordando la promesa y las palabras recibidas: comerán y sobrará, por lo que, en la generosidad del profeta y en la eficacia de su sirviente, se cumple la promesa de Dios para con los más necesitados y hambrientos, aquellos que están y hacen parte del amor entrañable de Dios. La acción generosa del profeta tiene una recompensa en el pueblo, el favor de Dios para quienes reciben las primicias de los frutos de la tierra. De nuevo Eliseo, en medio de sus relatos milagrosos, vuelve a ser el mediador, el puente y canal por el que Dios se manifiesta a su pueblo, cumpliendo la promesa de ser el Dios del pueblo que él se ha escogido. Por su parte, el Salmo 144 presenta al ser humano que agradece a Dios los dones recibidos, el alimento dado, la justicia divina, la bondad de Dios; por lo que se constituyen, así, en aclamaciones de un ser que se reconoce cuidado y amparado por Dios. Así, la aclamación en este domingo culmina diciendo: “cerca está el Señor de los que lo invocan, de los que lo invocan sinceramente”, v18. Toda una asamblea invoca el nombre de Dios y se complace en la respuesta de Dios ante el clamor del pueblo. En la segunda lectura, Pablo habla claramente a los habitantes de Éfeso sobre la unidad en la diversidad, el amor ante las imposibilidades generadas por la arrogancia, intolerancia y la falta de comprensión de las situaciones de la vida ordinaria de la comunidad. En efecto, recuerda a los creyentes que hay una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre, para que las primeras comunidades cristianas, en su avidez por comprenderse, busquen en los apóstoles los criterios propios del quehacer y del ser de su vivencia comunitaria. El evangelio de Juan es una síntesis que recoge el sentir profundo de la palabra en su más íntima naturaleza. El texto hace una introducción por medio de una referencia geográfica o de lugar. En ella, el evangelista Juan quiere dar prioridad a dos figuras muy importantes en el desarrollo de la relación de Dios con su pueblo, ellas son el mar, evocación del éxodo, y la montaña como signo del encuentro de Dios con sus elegidos. De esta forma a Jesús lo vamos a encontrar como el generador de una nueva dinámica en la relación con el Padre. Dos figuras recurrentes en las acciones realizadas en el texto tienen una mediación directa en la comunidad. De este modo, los apóstoles movidos por Felipe son quienes toman la iniciativa previa al gesto de desborde de solidaridad presente en la comunidad. La atmósfera narrativa del texto del evangelio nos va a dar algunas pautas sobre el quehacer de Jesús en la comunidad: en la primera parte del relato hay una conexión con la perícopa anterior, en dónde un hombre toma su camilla y sale a caminar; la secuencia, puede llegar a ser lógica, todas las acciones, tanto la anterior como está, se van a centrar en la comunidad. Pero vamos a encontrar, por lo que nos dice el relato, la importancia de los gestos que narra el evangelista, en conexión con el Antiguo Testamento. La primera mención de ello está centra en la subida al monte por parte de Jesús y sus discípulos; una clara alusión a Moisés y todos los patriarcas que tienen la montaña como lugar de encuentro y manifestación de Dios. Sin embargo, en una manera de verlo desde el A.T. vamos a descubrir que allí hay toda una serie de maneras, formas y signos que nos evocarán la eucaristía. Retomemos esas imágenes en el texto: la ofrenda del pan, la acción de gracias, la repartición y el recoger las migajas; los cuatro momentos, articularán la manera de entender la dimensión eucarística de la narración. La ofrenda del pan hace parte de los discursos del pan de vida. Jesús mismo, en Juan, será el pan vivo bajado del cielo, por lo tanto, cada vez que se menciona el término pan, el evangelista llevará al lector a entender la importancia de la entrega del hijo a la humanidad. La acción de gracias, en el texto, nos va a narrar la manera en que, Jesús mismo reconoce el don que se repartirá, que proviene del Padre y por ello se agradece el don de haberlo recibido para convertirlo en eucaristía (acción de gracias), don de Dios entregado a la humanidad. El evangelista Juan, se vale de signos y elementos que nos transmiten directamente una idea fundamental de la experiencia de Dios; figuras como: pastor, luz, vida, vid, entre otras, llevan al lector, a encontrarse con una vivencia que lo vinculará al Señor de una manera real y tangible. Descubramos cómo en la representación del pan, se juntan elementos que son fundamentales para vivir intensamente, una relación íntima de comunión con Dios en la comunidad.

Jue 19 Jul 2018

"Yo mismo reuniré el resto de mis ovejas"

Primera lectura: Jr 23,1-6 Salmo Sal 23(22),1-3a.3b-4.5-6 (R. 1) Segunda lectura: Ef 2,13-18 Evangelio: Mc 6,30-34 Introducción: Identifiquemos tres ideas temáticas en esta dominica: Las cualidades del Pastor, El descanso y la profunda razón del reunir Ser solidarios entre los hombres. El tema que hoy hemos elegido y es fontal a todas las lecturas de este Domingo se sintetiza en la palabra reunir. "Yo mismo reuniré el resto de mis ovejas", dice Dios (primera lectura). Jesús ve la multitud con compasión y exclama: "son como ovejas que no tienen pastor" (Evangelio), pero El, buen pastor, las reunirá en un solo rebaño (Jn 10,16). Jesús, buen pastor, reúne también en un solo rebaño a los que "estaban lejos" (paganos) y a los que "estaban cerca" (judíos) por medio de su sangre derramada en la cruz (segunda lectura).

Jue 12 Jul 2018

La Palabra nos da tres claves: elección, envío y misión

Primera lectura: Am 7,12-15 Salmo Sal 85(84),9ab+10.11-12.13-14 (R. cf. 9b) Segunda lectura: Ef 1,3-14 (forma larga) o Ef 1, 3-10 (forma breve) Evangelio: Mc 6,7-13 Las ideas temáticas de esta dominica las podemos sintetizar en tres palabras: La elección El envió La misión. En este decimoquinto domingo del Tiempo Ordinario el punto de encuentro de las lecturas que hemos elegido para la lectura orante de la Palabra es la acción misionera. El Evangelio habla de la misión que Jesús da a los Doce: "Comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus inmundos". El profeta Amós, en la primera lectura, subraya que profetiza, no por voluntad o iniciativa personal, sino "porque el Señor le agarró y le hizo dejar el rebaño diciendo: ´Ve a profetizar a mi pueblo Israel´". El himno cristológico de la carta a los Efesios (segunda lectura), canta los frutos de la misión en la conciencia de los cristianos: la bendición de Dios Padre, la elección en Cristo, la adopción filial, la redención y el perdón de los pecados, la revelación de los designios de Dios sobre la historia, el bautismo en el Espíritu Santo. Es importante anotar que a partir de hoy, y durante siete domingos, seguiremos, como segunda lectura, la carta de Pablo a los Efesios, una alegre visión global de la Historia de la Salvación, como una gran bendición de Dios, a la que corresponde que nosotros también le dediquemos unos espacios de meditación y oración. En el Evangelio también damos inicio a una nueva etapa en la misión de Jesús. Los domingos 15 y 16 leemos el envió de los doce a predicar y curar por los diversos pueblos y también su vuelta, al parecer, con bastante éxito. Hasta ahora Jesús había predicado él solo, aunque con la presencia de los apóstoles. Ahora son ellos los que son enviados a colaborar con él. Que estás dos anotaciones nos ayuden a darle unidad a las celebraciones de estos dos domingos que nos propone la liturgia de la Iglesia.

Mié 4 Jul 2018

El sacerdote es instrumento en las manos de Dios

Primera lectura: Ez 2,2-5 Salmo Sal 123 (122),1-2a.2bcd.3-4(R. 2d) Segunda lectura: 2Co 12,7b-10 Evangelio: Mc 6,1-6 Introducción La Palabra de Dios, dentro de toda su riqueza, para este XIV tiempo ordinario, nos proponen tres temas para meditar: La identidad de Jesús La identidad del profeta y el Apóstol La identidad de la comunidad ¿Qué dice la Sagrada Escritura? La gente no sabe quién es Jesús y se sorprende de su sabiduría divina que contrasta con su origen humano y sencillo. El profeta Ezequiel, es rechazado por el mensaje que viene de Dios; y el Apóstol San Pablo, conforma su vocación desde la debilidad y contradicción de su carne. El pueblo no escucha la Palabra de Dios; el Pueblo no acepta a sus profetas; sino que buscan justificaciones para no seguir la Palabra de Dios. Se hará una aproximación a la vocación del profeta Ezequiel y del Apóstol San Pablo desde la óptica de Jesús.