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predicación orante

Mié 21 Nov 2018

Jesús, Rey del Universo

El majestuoso reinado de Jesús, Rey del Universo, comprendido a la luz de la revelación y el momento culmen de la historia; otro mirada es ver las características de este reinado y compararlas con la dimensión de la vida espiritual; o presentar a Jesús, rey, a quien hay que recibir y aceptar conscientemente en el corazón como fruto de la vivencia del Año Litúrgico. Todos los misterios celebrados, vividos y actualizados a lo largo del Año Litúrgico apuntan a madurar la fe en cada creyente para que cada año haga una aceptación más clara y definitiva por Jesús rey absoluto de todo. Primera lectura:Dn 7,13-14 SalmoSal 93(92),1ab.1c-2.5 (R. cf. Dn 7,14) Segunda lectura:Ap 1,5-8 Evangelio: Jn 18,33b-37 ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Daniel, el capítulo 7 de este libro contiene el “Sueño de Daniel: las cuatro bestias”, estructurado en tres partes: la visión de las bestias (vv. 1-8), la visión del anciano y del ser humano (vv. 9-14) y la interpretación de la visión (vv. 15-28). Los versículos 9-14 presentan una sesión del juicio de Dios. el texto centra la mirada en los vv. 13-14 donde aparece un personaje muy importante con unas características especiales: es un ser humano, “hijo de hombre” y al mismo tiempo trascendente, “viene entre las nubes”, y al entrar en relación con El Anciano recibe de éste: poder, gloria y un reino eterno. Que se manifiestan en su dominio universal, “todos los pueblos, naciones y lenguas le servirán”. Toda esta simbología fuerte de la apocalíptica busca mostrar con esta visión e imágenes que para devolverle el carácter humano a la historia es necesaria una intervención divina, sin ella la historia es pierde toda su comprensión. El salmo, himno que canta la realeza de Dios evidenciando sobre todo su poder. Salmo corto, solo 5 versículos, que presenta tres partes: Dios rey eterno del mundo (vv. 1-2), Dios rey supremo por encima del caos (vv. 3-4) y las leyes de este rey, sus mandamientos (v. 5). El esplendor del reinado de Dios se manifiesta en su majestuosidad, firmeza eterna, sus leyes o valores que eternamente regulan el orden y las relaciones entre Dios y los hombres. En síntesis el salmo deja claro que Dios es rey eterno, rey sobre la creación, y sobre la historia, en una palabra, Dios es el rey supremo. La segunda lectura, Ap 1, 5-8. Esta sección forma parte del llamado saludo del libro, en el cual intervienen el lector que da a conocer el saludo del escritor del mensaje, del Libro del Apocalipsis y la Asamblea que escucha y reacciona con sus respuestas frente al saludo o confesión de fe que se le va proponiendo, los creyentes responden desde su convicción de saberse amados por Dios. Tenemos un pasaje lleno de recuerdos bíblicos que reproducen la escena de la gloriosa venida y entronización del Rey Mesías que a la par describe el misterio de Dios como reminiscencias o recuerdos de algunos salmos, especialmente el salmo 89. Desde el primer versículo (5) se identifica el Rey, es Jesucristo, recordado mediante tres atributos o rasgos que son una confesión de fe, mediante la cual se precisa el misterio de la vida, muerte, resurrección y ascensión del Señor; no ya una narración de los acontecimientos sino la confesión de fe en estos misterios. Primer rasgo o atributo: Testigo fidedigno, Jesús con su vida del inicio al final dio testimonio del mensaje amoroso y salvador de Dios; con este rasgo se acepta que su vida es la irrupción del poder de Dios. El segundo rasgo: Primogénito de los muertos, al confesarlo con esta expresión lo manifiesta victorioso, primicia inigualable que inaugura una nueva forma de existir, de ser. Se trata de un reino que sobrepasa las fronteras de la muerte. Tercer rasgo: príncipe de los reyes de la tierra, con esta expresión se confiesa la recepción del dominio universal. En su misión se subraya el amor con que ama, la purificación del pecado mediante su sangre y la conformación de un reino del todo especial, reino de sacerdotes. Su entronización es descrita como una venida majestuosa e imperiosa, llega en nubes, visible universalmente, nadie puede sustraerse o ausentarse de este momento, la majestuosa ceremonia de coronación o entronización del rey. Jesús, rey, hace su auto-presentación: “Yo soy el alfa y la omega; Aquel que es, q1ue era y que va a venir” en esta presentación queda claro que Él ha recibido todo poder, en Él se dan las cualidades divinas, es Dios, que ejerce su señorío. Evangelio, Jn 18, 33b-37. El evangelio de Juan presenta la historia de Jesús como las vicisitudes del rey para llegar a su coronación y entronización. Como se nota en esta escena de Jesús ante Pilato, donde se detiene en un largo diálogo sobre la realeza de Jesús. Pilato plantea un interrogante a Jesús: ¿Eres el rey…? Jesús responde, situado en otro nivel, se ubica en la confesión de fe y no en una pregunta circunstancial, por ello le pide que responda si tiene claro lo que está preguntando, es decir si está confesando el señorío o realeza de Jesús “por sí mismo o por el decir de otros”. Pilato permanece en el nivel del interrogatorio judicial, y plantea ¿Acaso soy yo judío? (v.35), y plantea una nueva pregunta ¿Qué has hecho? La cual se queda sin una respuesta directa. Jesús responde con una autorevelación de su reino (v.36), de su identidad y misión (v. 37). “su reino no es de aquí” es de otra dimensión. Pilato insiste en la identidad de Jesús, ¿luego tú eres rey? La respuesta no da lugar a dudas: “Sí, soy rey. Rey que da testimonio de la verdad. Desde la más fina ironía se afirma sin vacilación la identidad profunda de Jesús, Él es rey. Pilato ve un judío cualquiera, pero se trata verdaderamente de un rey misterioso. La verdad no es lo que ven los ojos humanos, cortos en su mirar, la verdad es la realidad divina revelada en Jesús. Él es la verdad. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? La Escritura nos hace un llamado acuciante a tener clara la fe, es decir a dar respuesta de nuestra identidad, hacer confesión de fe, la cual exige tener clara la identidad de Jesús y aceptarla de forma que esa identidad identifique también al creyente. Pilato ve solo lo inmediato, la condición de judío, y por eso dice, ¿Acaso soy judío? Quien quiera confesar a Jesús como rey debe reconocerlo como personaje misterioso, humano y divino, Hijo de Dios; al reconocerlo y aceptarlo como Hijo de Dios todo creyente se autodefine también como hijo de Dios, como si dijera: Jesús es Hijo de Dios, también yo soy hijo de Dios. El reinado de Jesús se comprende solo a la luz de su verdadera identidad de los contrario se malcomprenderá. ¿Qué me sugiere la Palabra que debo decirle a la comunidad? Jesús es este personaje misterioso, divino y humano, que todo lo ha recibido de su Padre, por ello ostenta: poder, gloria y reinado; su reinado lo ejerce sobre toda realidad: la creación, la historia, el ser humano… nada escapa a su dominio, pero su dominio lo ejerce mediante el amor, que se manifiesta en el perdón de los pecados. El mal no está en ser gobernados por el Rey Jesús sino en vernos privados de su dominio. Cada vez que una persona hace aceptación consciente, libre y amorosa por vivir las leyes de este reinado, es decir, acepta a Jesús en su corazón, se produce una y otra vez la majestuosa entronización del Rey, que ejerce su poder sobre todo ámbito del ser humano: lo social, religioso, económico, los sentimientos…etc. en todo manda el Señor. Este es el reinado que hay que vivir, pues de nada serviría vivir todos los misterios de Jesús en el Año litúrgico y no llegar a una aceptación de su reinado de manera efectiva, pues todo se quedaría en una repetición de ritos sin importancia. ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? La aceptación de Jesús como rey universal me anima a realizar mi misión evangelizadora con el deseo que otros vivan la experiencia de conocer este rey del todo excepcional y acepten su reinado porque allí reside la verdad y la felicidad del ser humano. No puedo quedarme tranquilo, de brazos cruzados, sabiendo que hay miles y miles que aún no experimentan el amor y el poder purificador de Jesús rey. La proclamación de Jesús rey me invita, como sacerdote, a celebrar bien el Año Litúrgico para ir presentando la figura majestuosa y salvadora de Jesús; cada domingo del nuevo año me pide preparar adecuadamente la homilía y la belleza de la celebración pues el Señor habla a través de cada acción, palabra o elemento, no puedo descuidar nada porque a través de ello voy haciendo mi servicio evangelizador que cautive y enamore a los fieles que participan en mi comunidad. Es un llamado a no dormir sobre los laureles, a no acostumbrarnos a la rutina, hay que presentar, con toda su fuerza, en cada instante, la novedad del evangelio.

Mié 14 Nov 2018

Con Cristo tenemos la esperanza de reinar

Cercanos al final del año litúrgico las lecturas nos invitan a reflexionar sobre las realidades del fin del mundo, podemos fijar la mirada, a manera de sugerencia, en tres temas: La visión apocalíptica de la teología de la historia. La esperanza cristiana y su compromiso frente a la realidad histórica. La victoria definitiva de Dios, Rey absoluto, incluso de la historia. Primera lectura: Dn 12,1-3 Salmo Sal 16(15),5+8.9-10.11 (R.1) Segunda lectura: Hb 10,11-14.18 Evangelio: Mc 13,24-32 ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Las lecturas de este domingo tienen un sabor común, el pensamiento o la llamada literatura apocalíptica, que mediante el recurso de visiones, cifras, imágenes artificiosas (impactantes, llamativas y extrañas), mensajes recibidos o comunicados…etc. intenta llamar la atención del oyente o del lector para mostrarle el sentido último de los acontecimientos históricos, revelar algo sobre Dios y la historia, mostrando la victoria definitiva de Dios sobre todo el acontecer histórico. Ofrece una particular teología de la historia. Género literario, que provoca en unos desorientación y en otros curiosidad, perdiéndose así su intencionalidad, ver las claves de lectura de la historia para comprenderla. El texto de la primera lectura, de Daniel, forma parte de la visión del “Tiempo del fin” (11,40 – 12,13); específicamente de los “tiempos de angustia y la promesa de la resurrección” (12, 1-4). La victoria definitiva se da gracias a la intervención del arcángel “Miguel, quien defiende al pueblo”, se trata del “ángel” tutelar de la nación, quien será ayuda en estos tiempos difíciles como no los ha habido nuca. La victoria está descrita en términos de salvación, aquellos inscritos en el Libro. Daniel no precisa cuál libro, pero a la luz de otros pasajes bíblicos se comprende que se trata de un libro de Dios, “al que haya pecado contra mí, lo borraré Yo de mi libro” (Éx 32, 32-33), Daniel ha hecho ya referencia a “los libros” (Dn 7, 10), llamado también, el Libro de los Predestinados o Libro de la Vida (Cf. Sal 69,29; 139,16; Ap 20,12); el tema de un libro en el cual se inscriben los nombres de los salvados no es extraño, Jesús al regreso de los misioneros y su alegría de ver caer los demonios, Él les advierte: “no se alegren de que los espíritus se les sometan; alégrense de que sus nombres estén inscritos en el cielos”. Aparecer inscrito en este libro misterioso garantiza la participación en el reino de Dios. El versículo 2 de este pasaje de Daniel es un texto muy importante del Antiguo Testamento para hablar de la resurrección de la carne. No se trata todavía con toda precisión de la resurrección, misterio que será anunciado con profundidad por Jesús; pero si plantea desde ya una respuesta clara sobre la suerte de aquellos que se mantienen fieles. Aquí se nos presenta la muerte como un sueño y la resurrección como un despertar para participar del fulgor de la luz por haber vivido en la justicia, o sufrir la vergüenza y horror eterno por no haber sido fieles. El salmo expresa un clima de serena confianza y gozo en el Señor, estos son los sentimientos dominantes. Se subraya la relación con Dios, de su mano depende la suerte del orante, por eso el salmista canta esa presencia permanente de Dios, que ni siquiera la muerte puede detener o cambiar. Dios es el Dios de la vida, de la alegría perpetua. Los cristianos y el Nuevo Testamento han aplicado estas palabras del salmo a la resurrección de Jesús, por lo que se ha llamado “salmo mesiánico”. Hebreos contrapone los sacrificios de la antigua economía salvífica (v.11) con la eficacia del sacrificio de Cristo (vv. 12-14), una eficacia que es real y es suficiente, “un solo sacrificio”, que alcanza a todos los que van siendo consagrados; su eficacia es inmediata y permanente, es deci,r llega en el tiempo y espacio; sin embargo, no significa un gobernar inmediato, pues debe esperar en cierta manera al cumplimiento de los tiempos. Jesús asume el reinado sentado a la derecha de Dios para siempre. La victoria definitiva está asegurada, es de Dios. ¡Este es el destino de la historia! El Evangelio. En la Biblia encontramos libros enteramente apocalípticos como Daniel, el Apocalipsis y otros, pero igualmente algunos libros, sin ser totalmente apocalípticos, en determinado momento una sección asume esta manera de comunicar; este es el caso de Marcos 13. En este capítulo se entre mezclan dos anuncios: la destrucción de Jerusalén y el fin de los tiempos. Atención que el lenguaje apocalíptico es necesario descifrarlo y ver el mensaje que trasmite, no es la información de lo que pasará tal cual se describe. Marcos, describe una trasformación de los elementos cósmicos, para decirnos que la creación entra en una nueva historia; el tiempo final. Dios reina definitivamente y se hace presente, es Él quien cambia la historia. Viene el Hijo del hombre, Jesús regresa. La parábola de aprendizaje sobre la higuera (vv. 28-31) hace referencia a la caída de Jerusalén. Efectivamente no había pasado esa generación cuando, en el año 70 d. C., Jerusalén fue destruida y con ella el Templo, no quedando “piedra sobre piedra”. Luego el v. 32 advierte sobre el fin de los tiempos, fecha sobre la que ninguno sabe nada. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? La Escritura me invita a mantener la esperanza gozosa en la victoria definitiva de Dios, a veces las cosas parecen ir de mal en peor, pero la verdad es que la historia la maneja Dios, en ella está presente la fuerza del sacrificio de Cristo que llega a todos. Las lecturas son un grito de confianza absoluta en Dios, a no fijarme en aquello que puede confundir o producir curiosidad, a elevar mi mirada al poder único de Dios manifestado en el sacrificio único de Jesús. ¿Qué me sugiere la Palabra que debo decirle a la comunidad? La salvación ganada en Cristo Jesús Meditar sobre los misterios de la salvación ofrecidos en la persona de Jesucristo. Ver a Jesús como rey que asume el mando de la historia, misterio que recordaremos el próximo domingo. Jesús reina al lado de Dios Padre, no hay nada que temer, pues Él tiene asegurada la victoria. El destino del creyente no es esta vida, hay algo más. No podemos perder de vista que estamos llamados a la vida eterna, a la resurrección, y que nuestra alegría está en sabernos inscritos en el libro de la vida. La comprensión real de ésta esperanza nos compromete a la vivencia de los valores del Reino desde esta vida para poder gozar de la otra, la espera del futuro glorioso no nos desatiende de la realidad presente del mundo, al contrario nos compromete en su transformación desde Cristo el Señor. Un lenguaje enigmático con un mensaje esperanzador… El lenguaje apocalíptico, como ya se dijo, es necesario descifrarlo, quien anuncia que habrá días de oscuridad, terremotos, guerras, y el sol dejará de brillar, sencillamente no respeta la naturaleza de la Palabra de Dios y la hace decir cosas que ella no dice. El lenguaje apocalíptico trae un mensaje, en éste caso manifiesta que Dios se hace presente y hay un cambio de época, inicia una etapa nueva y totalmente distinta, y eso será la venida de Jesús, el inicio de una nueva etapa. El cristiano católico no debe dar crédito a ciertos mensajes que infunden los hermanos separados atemorizando la gente y llenándolos de miedo para que “se cambien de religión”, recuerde que quien se mantiene firme a pesar de las angustias su nombre será inscrito en el libro de la vida. Cristo reina y espera pacientemente, con la serenidad del salmista confiemos en Dios. Una fecha totalmente desconocida. ¿Cuándo será el fin del mundo? Hay grupos de corriente “apocalíptica” que cada vez que hay un año o fecha con una cifra un poco “misteriosa”, a sus ojos, van anunciando fechas y tiempos fijos para el fin del mundo. Creer en eso es grave error. Hay que creerle a Jesús de Nazaret, en el evangelio de este domingo nos dice, “de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sólo el Padre”. No hay que creer a supuestos anuncios que van diciendo que ya está cercano el fin del mundo; ¿cuándo será? Nadie lo sabe, solo el Padre, y cuando alguien se atreve a colocar una fecha o aproximación se está colocando por encima de Jesús, algo así como si el Padre le tuviera más confianza a esa persona que a Jesús. Aunque con artimañas esos anunciadores intenten anunciar el fin de los tiempos, no hay que creerles. Hay que ser firmes en decirles: Yo le creo a Jesús no necesito creer en sus engaños. Es más con esos ni mucho que hablar. ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? La misión es exigente, nos movemos en tiempos difíciles, de gran angustia, pero en medio de esas realidades vivimos el encuentro con Jesús que nos garantiza la victoria, sale a nuestro encuentro para elevar nuestra mirada un poco más allá de esta realidad, nuestro destino apunta a la vida eterna y este premio nos urge a la tarea evangelizadora. No hay que temer, sí mucho que ganar.

Jue 18 Oct 2018

Seamos una Iglesia en salida misionera

Introducción La Liturgia de la Palabra en el contexto de la Jornada Mundial de las Misiones permite plantear una pregunta: ¿cómo quiero que sea la Iglesia para poder responder al momento histórico que vivimos? La respuesta la encontramos en las enseñanzas del Papa Francisco: “una Iglesia en salida Misionera… una nueva etapa de evangelización marcada por la alegría…” (EG 1). Ideas temáticas que nos ofrece la Palabra de Dios: La alegría del evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús, no es excluyente, es universal. Mantener vivo el espíritu misionero Fe y confianza en el servicio misionero Salmo Sal 66, 2-3.5.7-8 Segunda lectura: Ef 3 2-12 Evangelio: Mc 16, 15-20 Primera lectura: Is 56, 1.6-7 ¿Qué dice la Sagrada Escritura? El texto de Isaías 56, 1.7 se enmarca en la alegría de un pueblo que regresa del destierro de Babilonia y experimenta una nueva realidad socio cultural y religiosa que le plantea desafíos y una pregunta legal: ¿han cambiado las normas antiguas o permanecen? Por ejemplo, era una norma prohibir la participación en la asamblea cultual a los extranjeros y a los eunucos, y se generaba una cultura excluyente que es evidenciada por los autores sagrados en diversos textos (Dt 23, 2-9). El Tercer Isaías responde con la novedad de Dios que no excluye, que sale al encuentro del extranjero, que no juzga, que se hace cercano e invita a vivir y a perseverar en la Alianza, a practicar la justicia y el derecho y a tener un comportamiento cultual auténtico que en el texto está incluido en “guarden el sábado sin profanarlo” (Is 56,6). La gran invitación del texto es a practicar la equidad y la justicia. El Salmo 66, 2-3.5.7-8. El texto expresa un reconocimiento de la acción de Dios, no sólo sobre el pueblo elegido, sino que se abre a la universalidad de un Dios que actúa en la historia y en el cosmos y nada queda exento de su acción. Es una mirada contemplativa de la acción totalizante de Dios y el salmista exhorta a elevar una oración de alabanza, de reconocimiento al Dios que bendice (Num 6,24-27); y el salmista enfatiza que esa bendición incluye a aquellos a quienes la ley antigua excluía de la asamblea de Dios y todos son convocados a unir sus voces en una sola alabanza. Efesios 3, 2-12. La carta a los Efesios ofrece dos grandes temas: Cristo y la Iglesia. Dios tiene un “secreto divino” al que Pablo llama “Misterio de Cristo”. Dios no lo había revelado pero lo ha hecho visible, cercano, presencia viva en la persona adorable de Jesús y es un misterio que no excluye, sino que tiene identidad y fuerza de universalidad, de totalidad y Pablo que “tiene conocimiento” de ese misterio por la gracia de Dios, sabe y entiende que ese misterio se despliega en y por la Iglesia. El apóstol tiene conciencia de la misión que le ha sido confiada: anunciar el misterio de Dios, Cristo, a los paganos, más aún, el misterio de Dios trasciende e involucra al mismo cosmos, a la creación entera. De esta alegría brota la fuerza de la fe que se traduce en plena confianza en el Señor Jesús y da el ímpetu, el coraje para el anuncio misionero (2 Tim 1,12). Marcos 16,15-20. La comunidad apostólica ha experimentado, más aún, han hecho conciencia del sentido y significado que la Resurrección de Jesús ha traído a la vida personal y comunitaria: Ha disipado los sentimientos de frustración, de miedo, fracaso, desolación; el resucitado ha hecho presencia en ellos y han entendido que el mensaje de Jesús no puede quedarse en un pequeño grupo y el Señor, en el texto de hoy, les da una nueva misión: anunciar, predicar, despertar la fe, incorporar a todos en el misterio pascual de Cristo, por la gracia del Bautismo. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? Este momento de la preparación de la homilía es privilegiado. Yo, sacerdote que voy a predicar la Palabra me confronto con ella y me dejo “herir” por la fuerza de la Palabra de Dios; experimento la gracia de ser misericordiado y con docilidad me dispongo a ser instrumento del Señor para los hermanos. a.- Sentirme el más pequeño, como Pablo, y hacer conciencia que el Señor me ha confiado el “misterio de Dios”: “…Dios manifiesta su cercanía y su elección donde quiere, en la tierra que quiere…Él cambia el curso de los acontecimientos al llamar a hombres y mujeres en la fragilidad de la propia historia, personal y comunitaria…” (Papa Francisco, la Macarena, Medellín, septiembre 9 de 2017). ¿Tengo conocimiento sublime (Flp 3,8) del misterio de Dios? ¿Hay en mi ser sacerdotal pasión por el anuncio del evangelio? b.- En la cultura posmoderna se evidencia el fenómeno de la “indiferencia religiosa” en muchos sectores de la sociedad. La alegría del encuentro con Cristo no está llegando a todas las personas. Es urgente una transformación misionera de la Iglesia y de manera especial de los sacerdotes ministros de la Palabra. ¿Hay desidia, pereza e indiferencia en mi ministerio sacerdotal para “salir” al encuentro de los hermanos con la luz del Evangelio? ¿Tu tiempo es de Dios y para Dios en el anuncio gozoso del Señor? c.- Hemos sido llamados y habilitados para hacer presente a Cristo en medio de las comunidades, para que los signos de muerte no se apoderen de los caminos de reconciliación que el Señor Jesús regó con su Sangre. Me pregunto: ¿he permitido que la gracia del Evangelio corte los factores de muerte que anidan en mi vida y distorsionan el llamado? Recordemos: “la intimidad de la Iglesia con Jesús es una intimidad itinerante, y la comunión esencialmente se configura como comunión misionera” (EG 23). ¿Qué me sugiere la Palabra que debo decirle a la comunidad? a.- La mirada misericordiosa de Dios no excluye a nadie, su proyecto de salvación es dado en gratuidad para toda la humanidad en todos los lugares, culturas y circunstancias históricas que el ser humano debe enfrentar, no de cualquier manera, sino con la certeza que el Señor Dios nos ha llamado, ha revelado su misterio de amor en la persona de Jesucristo, acompaña y envía a los llamados a anunciar con alegría el misterio de Dios. b.- El espíritu misionero que habita en el cristiano por la gracia del sacramento del bautismo, se dinamiza, se mantiene vigente cuando se vive en acción contemplativa el accionar de Dios en la cotidianidad de la vida. Quien contempla la acción de Dios no se la pueda guardar para sí, sino que la fuerza de la fe le suscita el entusiasmo por la misión, se hace realidad que “la alegría del Evangelio es para todo el pueblo, no puede excluir a nadie” (EG 23). El evangelio “misterio de Dios” revelado en Cristo es “una Buena Noticia, la eterna, la que él debía anunciar a los habitantes de la tierra, a toda nación, familia, lengua y pueblo” (Ap 14,6). c.- Si la alegría del Evangelio aviva mi espíritu misionero debo encarnar las acciones que caracterizan al discípulo misionero: primerear, involucrarse, acompañar, fructificar y festejar (EG 24). Una verdadera fe se acrisola en la misión. Somos responsables del anuncio del Evangelio y esta responsabilidad que es guiada por el Espíritu Santo requiere discernimiento y planteamiento de nuevos retos que no se pueden estancar en simples planes y tecnicismos que responden más a intereses estadísticos que a procesos de conversión pastoral. La alegría del Evangelio, el espíritu misionero, la fe y confianza en el Señor Resucitado son la garantía del ser y la misión de la Iglesia que se ha de plantear nuevos interrogantes: ¿cómo quiere Dios hacer presente en la cultura de la hiper-posmodernidad la buena nueva de Jesucristo? ¿Cuáles son los signos que nos da Dios para la conversión pastoral que nos permita dar el “segundo paso” al interior de la cultura e impregnarla de la acción de Dios que todo lo renueva y lo transforma? La fuerza del Evangelio nos exhorta a una Conversión Pastoral, a “profundizar en la conciencia de la Iglesia misma…a un anhelo generoso y casi impaciente de renovación que consiste en el aumento de la fidelidad a su vocación…” (EG 26). ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? La Palabra de Dios nos enseña que la vida cristiana es exigente y que no puede ser vivida bajo el lema de la indiferencia misionera. Debo abrir los ojos del corazón a la alegría de ser llamado a la misión que brota del Misterio Pascual de Cristo que suscita coraje y pasión por el anuncio del Evangelio. La novedad de Cristo se siente en el impulso misionero que requiere discernimiento, purificación y reforma (EG 30).

Jue 11 Oct 2018

Dios ofrece el tesoro de la sabiduría

En un mundo en el que tantos buscan tesoros que se acaban, Dios nos ofrece el tesoro de su sabiduría. La revelación del amor de Dios está en su palabra que llega a lo más hondo de la vida para transformarla. Cuando se abre el corazón al tesoro del amor de Dios, todo lo demás sobra porque no llena la vida. Primera lectura: Sb 7,7-11 Salmo Sal 90(89),12-13.14-15.16-17 Segunda lectura: Hb 4,12-13 Evangelio: Mc 10,17-30 (forma larga) o Mc 10, 17-27 (forma breve) ¿Qué dice la Sagrada Escritura? La primera lectura nos muestra el único tesoro que ni se acaba ni se extingue: la Sabiduría Divina. El Salmo canta la misericordia porque es la acción de Dios en la propia vida. La Carta a los Hebreos nos desvela el valor de la Palabra que llena el corazón con la luz de la fe. El Evangelio nos recomienda buscar la verdadera riqueza que produce alegría y que nadie nos podrá arrebatar. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? Hay en el mundo una sed insaciable de honores, de glorias efímeras, de cosas que satisfacen momentáneamente, pero que definitivamente no salvan. En el amor de Dios que se nos revela en esta Palabra, hay una invitación que nos ubica, nos aterriza, nos invita a arraigar la vida en lo que de verdad vale y significa. El personaje del Evangelio, apenas sintió que le “tocaban su bolsillo”, prefirió cerrarse al novedoso camino que Jesús le ofreció. Tantas veces nos puede pasar lo mismo. Las cosas nos absorben, nos fabricamos ídolos que son capaces de ocultar las buenas intenciones que pueden darse en nuestra vida, porque encierran a la persona en sus gustos, en sus placeres, en sus bienes, impidiendo que el amor verdadero fluya en la forma siempre nueva y creativa de la misericordia. Es por eso que hemos de recordar qué tesoros nos ofrece Dios, cómo nos muestra que el camino de la humanidad se ha desviado hacia intereses que no llenan, hacia bienes que no sacian, hacia caminos que tienen como destino la oscuridad total del que termina sin amar. Con el don de la Palabra, la que se encarna para hacerse cercana, Dios quiere llegar hasta lo más hondo de las personas, entrar al corazón en el que no faltan las heridas causadas por tantas cosas que rompen la unidad que Dios quiere en nuestras vidas y hace que el corazón humano se ahogue en sus propias vanidades. El remedio a esta cárcel de ilusiones en las que nos encierra el pecado es la libertad que nos ofrece el Evangelio cuando entendemos que todo desprendimiento será colmado luego por la paz infinita y por el gozo que realiza en el creyente el saberse libre para ir en pos de Jesús. ¿Qué me sugiere la Palabra que debo decirle a la comunidad? Como orientador de una familia creyente, debo enseñarle a todos, incluso a mí mismo, que “sólo Dios basta” como lo proclama la espiritualidad carmelitana, que “todo se muda” y Dios siempre permanece, invitándonos a no quedarnos en lo efímero sino a enraizarnos en lo que Es y en lo que da vida. Hay que centrarse, por lo tanto, sólo en Jesús, permaneciendo en Él, palpando su humanidad, como nos lo enseñó el Papa Francisco: Con la mirada y los sentimientos de Jesús, que contempla la realidad no como juez, sino como buen samaritano; que reconoce los valores del pueblo con el que camina, así como sus heridas y pecados; que descubre el sufrimiento callado y se conmueve ante las necesidades de las personas, sobre todo cuando estas se ven avasalladas por la injusticia, la pobreza indigna, la indiferencia, o por la perversa acción de la corrupción y la violencia. Con los gestos y las palabras de Jesús, que expresan amor a los cercanos y búsqueda de los alejados; ternura y firmeza en la denuncia del pecado y el anuncio del Evangelio; alegría y generosidad en la entrega y el servicio, sobre todo a los más pequeños, rechazando con fuerza la tentación de dar todo por perdido, de acomodarnos o de volvernos solamente administradores de desgracias. (Papa Francisco, Encuentro don los Consagrados. Medellín, septiembre 9 de 2017) ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? Nos encontramos con Jesús que es la Sabiduría eterna del padre, la “sapiencia suma del Dios soberano” (gozos de la Novena de Navidad de Colombia) y que en su cercanía se desprendió de todo para asumirnos a todos, para congregarnos en una misma esperanza, para enseñarnos la poquedad de todo lo que no es eterno y de todo lo que perece. Liberados de las cosas, se abre en el corazón el espacio necesario para colmarlo con la experiencia de Jesús y con el gozo de después llevarlo a quien quiera vivir la vida con lo necesario para vivirla y con lo suficiente para compartirla.

Mié 3 Oct 2018

El matrimonio cristiano cumple al plan divino de la creación

La Palabra Divina hoy nos propone, en primer lugar, el relato de la creación de la mujer; luego, nos ofrece el Salmo en el que se recuerda la inmensa dignidad de la que comparte la existencia y le da sentido, gozo y alegría a la familia humana; por su parte, la Carta a los Hebreos nos “hermana” con el mismo Dios; y, finalmente, el Evangelio vuelve a recordarnos que el matrimonio cristiano une al hombre y la mujer como cumplimiento del plan divino de la creación. Primera lectura: Gn 2,18-24 Salmo Sal 126(127),1-2.3.4-5a.5b-6 (R. cf. 5) Segunda lectura: Hb 2,9-11 Evangelio: Mc 10,2-16 (forma larga) o Mc 10, 2-12 (forma breve) ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? La Palabra de Dios expresa en toda su dignidad y plenitud la familia humana, le da origen divino, la eleva a la altísima categoría de generadora de la vida y la santifica con la gracia sacramental que encuentra su origen en la misma voluntad creadora. La institución familiar así consolidada genera la originalidad de la familia cristiana, procedente de la tradición hebraica, santificando la monogamia, proponiendo en la fidelidad conyugal un signo de la acción de Dios, santificando la unión de los esposos, dando sentido a la originalidad de una familia en la que un hombre y una mujer abiertos a la vida, son co-creadores y comparten con el Autor de la vida el honor de generarla, procrearla, dignificarla. La palabra hogar, no sólo identifica un fuego encendido en el que se encuentra motivación para el encuentro, define en su riqueza expresiva la familia como espacio propio para que la vida surja, para que los esposos den significado a su amor generando comunión de bienes y de esperanzas. La familia es el escenario de la primera formación humana para la vida, el espacio propio del perdón que reconcilia y del amor que genera vida. Superadas las ideas de una sociedad que dividía los roles de los géneros, nos propone una complementariedad que respeta su diversidad y la realiza en la comunión, en la unidad, en la complementariedad creativa y gozosa. ¿Qué me sugiere la Palabra que debo decirle a la comunidad? Más que citar un párrafo específico del magisterio del Papa Francisco en su visita, debemos recordar el gozo esperanzador que iluminó su corazón al ver que le acogían las familias, al ver el orgullo con el que los padres pedían para sus hijos una mirada y una bendición. En el camino de encuentro y reconciliación que se ha emprendido, ha de rescatarse la institución familiar tan amenazada por las tendencias sociales, por la imposición de una ideología de género que quiere sustituir la originalidad de la voluntad creadora. Hay que reiterar el llamado eclesial que reconoce en la mujer un signo irrefutable del amor de Dios y la pone delante del hombre no para que le sirva sino para que sea amada en su grandeza, en su altísima dignidad, en su misión generadora de vida, en su identidad como madre, en su misión de formadora de la vida, en su carácter de constructora y de determinante de los valores sociales. La invitación a valorarla, a darle su auténtico papel en la sociedad, fue expresada en el discurso del Papa Francisco al CELAM, en el que resaltó la dignidad de la mujer en la gesta evangelizadora y en la creación de la identidad de la actual sociedad humana. ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? Cristo santifica y da la dignidad sacramental a la unión del hombre y la mujer, retomando y bendiciendo la experiencia ya consagrada en la voluntad del Creador. Ser “una carne” es aprender a sentir en comunión, a vivir en comunión, a dignificar la procreación de la vida, a defender la familia, santuario y realidad no negociable, a prevenir para que no se impongan ideologías que desconocen la voluntad creadora y el original designio de la creación.

Mié 19 Sep 2018

El verdadero discípulo está dispuesto a la cruz

Primera lectura: Sb 2,12.17-20 Salmo Sal 54(53),3-4.5.6+8 (R. 6b) Segunda lectura: St 3,16–4,3 Evangelio: Mc 9,30-37 Introducción. Hoy la Palabra ilumina nuestra vida y nos confronta distinguiendo, en primer lugar, entre el justo y el impío; entre quien posee la sabiduría de Dios o quien posee la sabiduría del mundo. Quién es verdaderamente importante en el Reino de los cielos. En segundo lugar, la Palabra nos hace mirar al interior de la comunidad: la envidia destruye las sanas relaciones y coincide con el tema de la sabiduría del mundo. En tercer lugar, la Palabra nos lleva a descubrir al verdadero discípulo de Jesús, aquel que está dispuesto a compartir su mismo destino: la cruz. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? El libro de la Sabiduría en su capítulo 2, reproduce los sentimientos y las actitudes de los impíos de frente a la existencia humana, a la vida presente, a los justos y a su conducta. Los impíos y los justos que se enfrentan en los vv. 10-20 son hombres concretos. Los justos son los fieles que viven en la ciudad de Alejandría, en el primer siglo antes de Cristo, circundados de paganos y de judíos que han caído en la indiferencia; estos dos últimos grupos son los impíos. La razón principal que coloca a los unos contra los otros es de orden religioso: los primeros tienen fe, los segundos no la tienen. Los justos resultan incómodos ante la presencia de los impíos porque: a) se enfrentan a nuestro modo de obrar; b) nos echan en cara faltas contra la ley; c) nos culpan de faltas contra nuestra educación; d) se glorían de tener el conocimiento de Dios; e) se llaman a sí mismos hijos del Señor. En los vv. 17-20, los impíos emprenden contra los justos una despiadada persecución conduciéndolos hasta la muerte. El apóstol Santiago en su carta ayuda a mirar las características de quien posee la sabiduría divina y de quien no la posee. En relación con lo que se ha dicho de los impíos y los justos, nos ayuda a entender que el impío tiene en su corazón amarga envidia y espíritu de contienda; pero esta sabiduría no proviene de lo alto, sino que es terrena, natural y demoníaca (St 3,15). En cambio el justo posee otra sabiduría que viene de lo alto, es pura, pacífica, complaciente, dócil, llena de compasión y buenos frutos, imparcial, sin hipocresía. Hace pensar en los bienaventurados, los felices, porque producen frutos de justicia y procuran la paz. En el Evangelio, Jesús anuncia su muerte: “El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres; le matarán y a los tres días de haber muerto resucitará”. Se relaciona este acontecimiento con lo que decía antes el libro de la Sabiduría donde los impíos dicen: “Pues si el justo es hijo de Dios, él le asistirá y le librará de la mano de los enemigos. Sometámosle al ultraje y al tormento, para conocer su temple y probar su entereza. Condenémosle a una muerte afrentosa, pues, según él, Dios le visitará” (Sab 2, 18-20). Aquí ya estamos pensando en Jesús como el Justo, sometido al ultraje de los que no le conocen: los impíos. Conviene mirar la actitud de los discípulos. Dice el vv. 32: “No entendían lo que les decía”. Llama la atención el diálogo que realizaban mientras Jesús viene hablando de su muerte: “Habían discutido entre sí quién era el mayor”. La enseñanza de Jesús es totalmente novedosa frente a la mentalidad de la época: “Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos”. Para comprender el mensaje de Jesús, y recibirlo a Él, es necesario transformarse en pequeños, como los niños. El soberbio, no tiene la capacidad ni de entender su mensaje ni recibir a Jesús mismo. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? Los discípulos de Jesús reflejan también una mentalidad similar a la nuestra. Esperaban un Mesías poderoso y guerrero, capaz de liberar al pueblo judío del yugo romano. Tenían pretensiones y querían también escalar en la búsqueda de “puestos” y honores. Así que, mientras Jesús está hablando de su misión: “el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán, y después de muerto, a los tres días resucitará”, algunos de sus discípulos conversan sobre ¿quién era el más importante entre ellos? El Maestro entra a corregir la mentalidad y a dar la clave de la vida y de la felicidad, para que quienes le sigan las puedan alcanzar: “Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”. Esta mentalidad es contraria a nuestra común manera de pensar: Hacerse el último, sin buscar reconocimientos y títulos, sin esperar alabanzas y recompensas por lo que hacemos, no buscando sino en todo “Amar y servir”, más bien actuar considerando superiores a los demás, sin vanagloria, es decir, buscando únicamente la gloria de Dios en todo momento. Entonces seremos “pequeños”, seremos los “pobres” según el Evangelio del Reino, quienes colocan la confianza en Dios mismo y no en sus propias fuerzas; seremos como los niños que transparentemente y sinceramente reconocen sus límites, perdonan rápidamente y se olvidan del mal causado, viven alegres en toda circunstancia y se alegran con el triunfo del otro. La soberbia hace que, contrario a las actitudes del pequeño, se suscite en nosotros la envidia. Y dice el apóstol Santiago en la lectura de hoy, que: “Donde hay envidias y peleas, hay desorden y toda clase de males”. Además nos revela de dónde vienen las guerras y los conflictos entre nosotros: “De los deseos de placer que combaten en nuestro cuerpo”. La verdad es que “codiciamos lo que no podemos tener” y es por esto por lo que terminamos asesinando, matando al otro para obtener lo que nosotros queremos. Ambicionamos tantas cosas y no podemos alcanzarlas, entonces ¡litigamos! ¿Qué me sugiere la Palabra en lo que debo decirle a la comunidad? Analizando un poco nuestra sociedad: ¿quién es el más importante? Nuestros padres frecuentemente nos han colocado medidas y tallas procurando suscitar en nosotros el deseo de “ser alguien en la vida”. En el fondo de esta motivación se esconden, unas razones que circulan en el común de las personas: tener comodidades para vivir; dinero suficiente para gastar y satisfacer todos los placeres que le vienen ofrecidos por el mundo; no pasar necesidades; no tener angustias por la precariedad. Estas “justificaciones” hacen que pasemos toda la existencia luchando por alcanzar estas “metas” y…por ser tan elevadas, con frecuencia se experimenta la frustración, el desaliento, la decepción y el fracaso. ¿Qué tal que la medida o la talla fuese un poco más baja para ir subiendo por escalas los niveles experimentando felicidad a cada momento que pasa? Si nuestra manera de pensar correspondiera a la que nos ofrece Jesús: ¿Cómo sería nuestra vida? ¿Qué lograríamos al hacernos servidores de los demás? Haciéndonos los últimos, ¿qué alcanzaríamos? ¿Por qué nos cuesta tanto hacernos pequeños? La Palabra nos revela un secreto para alcanzar la verdadera felicidad: hacernos como los niños. El pequeño no siente envidia y se alegra por el bien que le sucede al otro. El impío, es decir, quien no conoce a Dios, se confronta con aquel que sí le conoce y le ama y termina detestándole porque, el creyente, con su manera de vivir le denuncia su misma existencia. Dice Jesús: “Pues todo el que obra el mal aborrece la luz y no va a la luz, para que no sean censuradas sus obras; pero el que obra la verdad va a la luz, para que quede de manifiesto que sus obras están hechas según Dios” (Jn 3, 20-21). ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? El Señor Jesús, “siendo de condición divina no alardeó de su categoría de Dios, sino que se anonadó, despojándose de sí mismo…se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y una muerte de cruz” (Filp 2,6-8). El Señor se hace pequeño, humilde. La imagen del niño, es muy apropiada para comprender la intención de Jesús: enseñar que la autoridad de la Iglesia no viene por el poder, sino por el servicio. El primero es el siervo de todos. Así nos ha manifestado Dios Padre su amor misericordioso: “No se ha reservado para sí mismo a su Hijo único, sino que nos lo entregó para que todos por Él obtuviéramos la Vida eterna (Rom 8,32) Jesús es la misma verdad, es el verdadero Justo, Él es nuestra Paz. En la cruz ha perdonado a los impíos que le están matando, porque “no saben lo que hacen”. Quien llega a perdonar, es porque ha llegado a hacerse pequeño, ha dejado destruir en él su soberbia. Por Cristo, con Él y en Él, hemos obtenido la victoria sobre la muerte; Él se ha hecho tan pequeño como para quedarse en un pedazo de pan y en un poco de vino, para que nosotros, comiendo y bebiendo del mismo pan y del mismo vino pudiéramos tener la máxima felicidad, la vida en plenitud. Sólo en Jesús, la “Misericordia y la Verdad se encuentran, la Justicia y la paz se abrazan”.

Mié 12 Sep 2018

¿Quién dicen que soy yo?

Primera lectura: Is 50,5-9a Salmo Sal 115 (114),1-2.3-4.5-6.8-9 (R. cf. Lc 9,57) Segunda lectura: St 2,14-18 Evangelio: Mc 8,27-35 Introducción El encuentro con la Palabra que vamos reflexionar en esta celebración dominical, entre otras, nos ofrece las siguientes ideas temáticas: Reconocimiento y seguimiento de Jesús en una vida manifestada con la Fe y con las obras. Concientizarnos que para vivir hay que morir para resucitar a una vida nueva; tomar la cruz y seguir a Jesús. Ser discípulo misionero implica ser consecuente con la misión de Jesús para alcanzar la herencia prometida de la resurrección. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? La liturgia de la palabra, particularmente el Evangelio presenta una especie de confrontación entre lo que la gente pensaba de Jesús, y lo que pensaban sus discípulos, respecto a lo que El proponía para verdaderamente ser sus discípulos. El Evangelio de hoy muestra la diversidad de prospectivas entre Jesús y Pedro, en las cuales, comúnmente nos encontramos nosotros mismos. Nos dice el evangelista Marcos: “En aquel tiempo Jesús partió con sus discípulos hacia una ciudad en torno a Cesarea de Filipo, y por la vía interrogaba a sus discípulos diciendo: “¿quién dice la gente que soy yo?”. Y ellos respondieron: unos dicen que “Juan el Bautista, otros que Elías y otros uno de los profetas”. Pero ustedes replico: ¿y ustedes quién dicen que yo sea? Pedro le responde: “tú eres el Cristo”. Y les impide a ellos de no hablar ello con ninguno. Da la impresión que Jesús, conociendo los pensamientos y la profundidad del corazón de los suyos, con firmeza los saca de los falsos sueños y de las falsas expectativas que tienen a cerca de Él, sorprendiéndolos con su verdadera visión de Mesías: “Y comenzó a enseñarles que el hijo del hombre debía sufrir mucho, ser condenado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, para luego ser asesinado y a los tres días resucitar”, Jesús pronunciaba abiertamente este discurso. Pedro lo llevo aparte y comenzó a reprenderle. Pero Jesús se volvió, miró a los discípulos y reprendió a pedro diciéndole: “apártate de mí satanás, tú piensas como los hombres no como Dios”. No tenía todavía una perspectiva de vida del Maestro: una visión divina, eterna, de grande valentía para difundir el evangelio, sobre todo no podía tener la disposición de poner en riesgo la misma vida terrena, por la vida eterna, como acontecerá después de la venida del Espíritu Santo, en pentecostés. Podemos comprender la perplejidad de los discípulos, que terminará en el miedo y la fuga, el día del arresto de Jesús y durante su pasión y muerte… cómo fueron caídas las esperanzas que habían cultivado. ¿Qué me dice la sagrada Escritura? Será el Espíritu Santo que clarificará el verdadero plan de Dios sobre los discípulos, al punto que, después de pentecostés, serán hombres diversos, de verdad seguidores del Maestro: dejando el miedo, afrontarán todo tipo de obstáculos, de sufrimiento, de persecución, de prueba, hasta el martirio. Tal vez los apóstoles veían en Jesús, que tenía palabras de verdad ligada a la potencia de los milagros, un mañana aquí en la tierra lleno de gloria. Eran de verdad pobres los apóstoles: pescadores sin un mañana… se parecían a tanta gente de hoy que no tenían ni siquiera la fuerza de “soñar”, conscientes de que estos sueños muchas veces son sólo castillos en el aire, golpeados por la fatiga del día a día o, como otros, guiados por un sueño de grandeza humana, sin escrúpulos, marginando la posibilidad de una actitud simple de los apóstoles, que termina siempre en dejar un sin sabor en la boca. Sólo quien ha tenido la fortuna de nacer y vivir en familia, donde la fe estaba en el primer puesto, sin falsas ambiciones, puede entender la belleza de no tener sueños simplemente humanos, sino deseos de la realidad eterna. Hoy la Sagrada Escritura me invita a formular diversas preguntas existenciales para la vida: Aparece la pregunta fundamental que nos podrimos formular personalmente: ¿Quién es Jesús para mí?, ¿cuáles son los tiempos mejores para mí como ser humano? ¿Considero los tiempos en los cuales los sueños terrenos no van más allá de la belleza física, del estar bien y contar humanamente en la sociedad o del tiempo de la simplicidad evangélica, que da espacio a Dios, a las virtudes, a la generosidad en el amor? ¿Qué me sugiere la Palabra que debo decirle a la comunidad? Nos sucede también a nosotros, a veces, de concebir nuestra fe, como una serie de “seguridades” que vienen de Dios, pero como una “garantía” contra las dificultades de la vida. Frente a esta tentación humana, Jesús dice a sus discípulos, y hoy a nosotros: “el que quiera ser mi discípulo, olvídese de sí mismo, cargue con su cruz y sígame”. Sabemos que ningún ser humano puede escapar del sufrimiento y del dolor, o también a momentos de grande angustia, ligados a nuestro ser de creaturas frágiles, sujetos a los límites y a las precariedades de nuestra vida terrena, que se manifiesta de tantos modos. Aparece, en la liturgia de la palabra, el verdadero sentido del “poner a prueba nuestra fe”, confirmar la presencia de Dios en nuestra vida, el amor personal y fiel de cada uno por Jesús. En reiteradas ocasiones Jesús les pedía a sus Discípulos: “Meteos bien esto en la cabeza”. Jesús trata de hacer caer en cuenta a sus discípulos de la novedad de su propuesta de salvación. Debe ser que Jesús sabía bien que sus discípulos eran cabeciduros. O simplemente les pasaba lo que nos puede pasar nosotros, que a veces hay cosas que no nos gusta oír, y que, por lo tanto, no las oímos. Los discípulos, animados por Pedro, habían tomado conciencia de que Jesús es el Mesías, el enviado de Dios para liberar al pueblo de Israel de la opresión y la injusticia. Esto lo sabe Jesús. Como buen maestro y pedagogo sabe que los discípulos han dado un paso al frente. Ahora saben que él es el Mesías, pero no tienen idea de qué tipo de Mesías es Jesús. Más bien tienen muy claro cómo les gustaría a ellos que Jesús fuese Mesías.Cuando Jesús les da esta trágica noticia: “Al hijo del hombre deberá sufrir mucho y ser entregado en manos de los ancianos y morir”, esta afirmación de Jesús les cambia por completo el horizonte. Por eso, sabía Jesús que les iba a costar comprender su peculiar manera de ser Mesías: estar cerca de los pobres y sencillos, siendo testigo del amor de Dios para los marginados y excluidos y encontrándose con los poderosos sin armas, renunciando a toda violencia. Asumiendo que al final las fuerzas del mal podrían ganar la batalla (¡pero no la guerra!). La muerte no tiene la última palabra. Jesús les anuncia también que al tercer día resucitará. ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? Como es natural, los discípulos no entendían. Tampoco querían entender algo que estaba tan lejos de sus expectativas. Sentían que lo que decía Jesús era verdad, pero les daba miedo asumir esa verdad. A ellos, como tantas veces a nosotros, les costaba entender que la resurrección pasa por la muerte y que no puede ser de otra manera. La invitación de Jesús sigue vigente para nosotros: “El que quiera salvar su vida la perderá, pero el que pierda su vida por causa mía y el Evangelio la salvara”. El Papa Francisco continuamente nos invita a ser discípulos misioneros del Evangelio con alegría y venciendo los miedos y temores que puede suscitar la misión, aunque, si a veces, esto implique correr la misma suerte del maestro.

Mié 5 Sep 2018

Cristo acoge e integra a los excluidos

Primera lectura: Is 35,4-7a Salmo Sal 146(145),7.8-9a.9bc-10 (R. 1) Segunda lectura: St 2,1-5 Evangelio: Mc 7,31-37 Introducción Partiendo del Evangelio que se nos ofrece para nuestra celebración en este domingo, presento tres idas temáticas de reflexión: Con la llegada de Jesús se inicia una nueva creación. Jesús inaugura un nuevo tiempo de Salvación, hace oír a los sordos y hablar a los mudos. Frente a la cultura del descarte Jesús manifiesta una nueva cultura de la acogida y de la integración, restaurando la vida de los excluidos por la enfermedad y el abandono. Jesús, con sus signos de amor y misericordia, capacita al ser humano para ser oyentes del mensaje de salvación, y para anunciar el Evangelio en medio de la mudez insensata del mundo que rechaza la verdad y plenitud de vida en el Señor. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? El Evangelista San Marcos, relata cómo a Jesús le presentan un sordo que además hablaba con dificultad. Lo presentan no pidiéndole que lo cure, sino que imponga las manos sobre él. Jesús reacciona a la solicitud metiéndole sus dedos en los oídos y tocando la lengua con su saliva. Los gestos de Jesús con el sordo mudo, muestran su deseo de comunicar con alguien que no oye y no puede hablar. Es el lenguaje de los gestos. Se podría pensar que, el sordomudo, representa el mundo pagano: es sordo respecto al proyecto de Dios y mudo porque es incapaz de alabarlo. También para estos llega el poder salvador de Jesús. Nos encontramos con un pasaje exclusivo de Marcos. Con un hecho milagroso situado en un territorio pagano, cerca al lago donde Jesús permanece por algún tiempo, el mar de Galilea, atravesando por la Decápolis, de población pagana, abarcado por la cultura helenista. La multitud reacciona proclamando que Jesús ha venido a inaugurar un tiempo nuevo. En el libro del Génesis (1, 31) al hablar de la creación, se decía “y vio Dios que todo aquello que había hecho era muy bueno” y aquí de nuevo la gente dice: “todo lo ha hecho bien”. Con Jesús estamos al inicio de una nueva Creación. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? En la tradición profética, la sordera o la ceguera eran figura de la resistencia al mensaje de Dios como lo relata el profeta (Isaías 6, 9), pero aquellos que lo padecían no eran conscientes de esto, son otros los que se lamentan del defecto y van donde Jesús. En la primera lectura, el termino sordomudo aparece en Isaías 35, 6, donde se trata del éxodo de Babilonia. En realidad, sordomudos son los discípulos, que no aparecen en la escena, y que no habían comprendido las últimas palabras de Jesús (7, 18). La palabra “balbuciente” indica, en el relato, un individuo que no habla normalmente, en el plano simbólico alude a hablar de los discípulos, que transmiten un mensaje diferente de aquel de Jesús. El obstáculo, que impide a los discípulos aceptar el mensaje de Jesús (sordera) que sugiere el verdadero mensaje (balbuciente) es la ideología nacionalista y exclusiva del judaísmo: creen todavía en la superioridad judía y no quieren aceptar la igualdad de todos los pueblos en relación al Reino. ¿Qué me sugiere la Palabra que debo decirle a la comunidad? El Papa Francisco, continuamente manifiesta su rechazo a la cultura del descarte, proponiendo una actitud incluyente. La liturgia de la Palabra invita a valorar esta dimensión universal de la propuesta salvadora de Cristo. Jesús aprovecha, esta petición de imponer las manos sobre el enfermo, ante la actitud excluyente de los discípulos. Al entrar en contacto con los otros pueblos (la rivera pagana del lago) los discípulos muestran un total rechazo a todo aquello que no es judío. El verbo suplicar, indica una mayor insistencia que el simple “pedir”, y señala el gran interés de los intermediarios por el sordo. No suplican a Jesús que lo cure, sino que le imponga la mano, gesto que es símbolo de la transmisión de la fuerza vital; con esto bastaría para cambiar la situación. En esta curación se resalta la materialidad de la acción de Jesús (signos y contacto material), la clandestinidad con la cual circunda la acción es la expresión de los sentimientos de Jesús. La acción de Jesús es doble, según el doble defecto del hombre: primero le mete los dedos en el oído, indicando que, no obstante, la resistencia que presentan los discípulos, es capaz de hacer llegar a ellos el mensaje del universalismo. Después le toca la lengua con su saliva. El dedo transmite poder; penetra y abre el oído (salmo 40, 7: has hecho el modo que te escuchara). Los antiguos atribuían a la saliva cualidades curativas: la de Jesús es milagrosa. Alzando los ojos al cielo indica “de donde viene la ayuda” (salmo 121,1; 123,1). Marcos expresa la orden de Jesús con el término arameo, indicando con esto, de nuevo, que el hecho o acción es referida a Israel (Mc. 5,41; 7,11, etc.), en este caso al nuevo Israel, representado por los doce. De hecho, el oído se abre y su hablar es ya sin defectos, en el doble sentido, narrativo y figurado. ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? Todos y cada uno de los bautizados, han recibido la triple misión de ser sacerdote, profeta y rey; lleva en su ADN espiritual la impronta de ser discípulo misionero. Hemos sido creados por Dios y para Dios en la perfección de todo lo creado. El evangelio de hoy termina diciendo “todo lo ha hecho bien”. Los presentes, extraordinariamente impresionados, lanzan una exclamación que recuerda la acción creadora del Génesis 1, y de la profecía de Isaías 35, 5-6 propuesta en la primera lectura. El creador todo lo ha hecho bien, el redentor recrea con su bondad. Jesús prohíbe divulgar el hecho porque sabe que esta apertura no es definitiva (Mc 8,18). Sin embargo, el reiterado aviso de Jesús, los presentes son optimistas, piensan que todo se encuentra en orden. La impresión es enorme. Algunas veces se exagera la importancia que el evangelio de Marcos atribuye a la prohibición de divulgar la curación, como si Jesús tuviera un secreto para esconder. Cuando pide silencio, obtiene el resultado contrario; cuando más lo prohíbe, más la buena noticia se difunde (Mc 1,28.45). El mensaje se va universalizando sin fronteras y sin exclusión de raza, pueblo y nación. El plural “sordos y mudos”, de la frase final, que se refiere a la única curación precedente, se podría pensar que, insinúa de nuevo que el sordo es una figura representativa. El sordomudo es, por lo tanto, una imagen de toda la humanidad, que tiene necesidad de ser curada. Todo el pueblo es sordomudo. El profeta Isaías anunció un tiempo de salvación, cuando “se abrirán los oídos de los sordos y la lengua de los mudos gritarán de júbilo” (Is. 35,5). Jesús es el salvador esperado. Aquello que era anuncio, ahora es realidad. Una realidad, que se realiza en territorio pagano, porque la misericordia de Dios es para todos los hombres y todos los pueblos.