Mié 25 Jul 2018
La Palabra nos inspira a la solidaridad
Primera lectura: 2R 4,42-44
Salmo Sal 145 (144),10-11.15-16.17-18 (R. cf. Mt 6,11)
Segunda lectura: Ef 4,1-6
Evangelio: Jn 6,1-15
Introducción
La Palabra de Dios en este domingo nos presenta la idea del banquete de la solidaridad, la fraternidad y el compartir de la vida en la fracción del pan y la unidad. Es una oportunidad para reflexionar sobre la fuerza que tiene la Palabra para animar la dimensión solidaria de nuestras comunidades. El mensaje de la Palabra hecha carne, sigue transformando nuestras vidas en acciones concretas y en respuestas ante las adversidades por las que pasan nuestros pueblos. Es oportunidad, entonces, para que, por medio de la oración y el silencio, reflexionemos sobre la dimensión social del evangelio de la que nos habla el Papa Francisco en sus mensajes y reflexiones a la Iglesia y al mundo.
¿Qué dice la Sagrada Escritura?
Ser dóciles a la palabra de Dios, es sintonizar la palabra con la mente, el corazón y la voluntad, así, el libro de los Reyes es una completa inmersión en la historia de una buena parte del legado de Israel como pueblo escogido de Dios. La figura de los profetas es muy importante a la hora de entender el designio de Dios para con su pueblo. El texto que nos ocupa hoy está centrado en la capacidad que tiene el profeta Eliseo de ver la necesidad de la gente, ya que, al recibir las primicias, de inmediato las reparte, como signo de generosidad. Más aún, Eliseo insiste en entregar el pan recordando la promesa y las palabras recibidas: comerán y sobrará, por lo que, en la generosidad del profeta y en la eficacia de su sirviente, se cumple la promesa de Dios para con los más necesitados y hambrientos, aquellos que están y hacen parte del amor entrañable de Dios. La acción generosa del profeta tiene una recompensa en el pueblo, el favor de Dios para quienes reciben las primicias de los frutos de la tierra. De nuevo Eliseo, en medio de sus relatos milagrosos, vuelve a ser el mediador, el puente y canal por el que Dios se manifiesta a su pueblo, cumpliendo la promesa de ser el Dios del pueblo que él se ha escogido.
Por su parte, el Salmo 144 presenta al ser humano que agradece a Dios los dones recibidos, el alimento dado, la justicia divina, la bondad de Dios; por lo que se constituyen, así, en aclamaciones de un ser que se reconoce cuidado y amparado por Dios. Así, la aclamación en este domingo culmina diciendo: “cerca está el Señor de los que lo invocan, de los que lo invocan sinceramente”, v18. Toda una asamblea invoca el nombre de Dios y se complace en la respuesta de Dios ante el clamor del pueblo.
En la segunda lectura, Pablo habla claramente a los habitantes de Éfeso sobre la unidad en la diversidad, el amor ante las imposibilidades generadas por la arrogancia, intolerancia y la falta de comprensión de las situaciones de la vida ordinaria de la comunidad. En efecto, recuerda a los creyentes que hay una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre, para que las primeras comunidades cristianas, en su avidez por comprenderse, busquen en los apóstoles los criterios propios del quehacer y del ser de su vivencia comunitaria.
El evangelio de Juan es una síntesis que recoge el sentir profundo de la palabra en su más íntima naturaleza. El texto hace una introducción por medio de una referencia geográfica o de lugar. En ella, el evangelista Juan quiere dar prioridad a dos figuras muy importantes en el desarrollo de la relación de Dios con su pueblo, ellas son el mar, evocación del éxodo, y la montaña como signo del encuentro de Dios con sus elegidos. De esta forma a Jesús lo vamos a encontrar como el generador de una nueva dinámica en la relación con el Padre.
Dos figuras recurrentes en las acciones realizadas en el texto tienen una mediación directa en la comunidad. De este modo, los apóstoles movidos por Felipe son quienes toman la iniciativa previa al gesto de desborde de solidaridad presente en la comunidad. La atmósfera narrativa del texto del evangelio nos va a dar algunas pautas sobre el quehacer de Jesús en la comunidad: en la primera parte del relato hay una conexión con la perícopa anterior, en dónde un hombre toma su camilla y sale a caminar; la secuencia, puede llegar a ser lógica, todas las acciones, tanto la anterior como está, se van a centrar en la comunidad.
Pero vamos a encontrar, por lo que nos dice el relato, la importancia de los gestos que narra el evangelista, en conexión con el Antiguo Testamento. La primera mención de ello está centra en la subida al monte por parte de Jesús y sus discípulos; una clara alusión a Moisés y todos los patriarcas que tienen la montaña como lugar de encuentro y manifestación de Dios. Sin embargo, en una manera de verlo desde el A.T. vamos a descubrir que allí hay toda una serie de maneras, formas y signos que nos evocarán la eucaristía.
Retomemos esas imágenes en el texto: la ofrenda del pan, la acción de gracias, la repartición y el recoger las migajas; los cuatro momentos, articularán la manera de entender la dimensión eucarística de la narración. La ofrenda del pan hace parte de los discursos del pan de vida. Jesús mismo, en Juan, será el pan vivo bajado del cielo, por lo tanto, cada vez que se menciona el término pan, el evangelista llevará al lector a entender la importancia de la entrega del hijo a la humanidad.
La acción de gracias, en el texto, nos va a narrar la manera en que, Jesús mismo reconoce el don que se repartirá, que proviene del Padre y por ello se agradece el don de haberlo recibido para convertirlo en eucaristía (acción de gracias), don de Dios entregado a la humanidad.
El evangelista Juan, se vale de signos y elementos que nos transmiten directamente una idea fundamental de la experiencia de Dios; figuras como: pastor, luz, vida, vid, entre otras, llevan al lector, a encontrarse con una vivencia que lo vinculará al Señor de una manera real y tangible. Descubramos cómo en la representación del pan, se juntan elementos que son fundamentales para vivir intensamente, una relación íntima de comunión con Dios en la comunidad.