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Lectio Dominical

Jue 1 Nov 2018

Nuestros difuntos están en las manos de Dios

El cristiano debe tener clara su relación con los muertos, eso garantiza paz. Una alteración en ello produce mucha tristeza. Todos tenemos familia, amigos y conocidos que han muerto, lo claro es que ellos resucitan y están en las manos de Dios. El muerto no bebe, no hay que ponerle un vaso de agua, ya no está aquí recogiendo cosas o dando órdenes, él fue al encuentro con el Señor. Qué bueno tener una buena relación con ellos en la fe, por ello vamos al encuentro con Dios, vamos a su casa a vivir eternamente. Tareas: Tome conciencia de sus seres queridos difuntos y haga una oración dando gracias a Dios por ellos. Están en las manos de Dios. Ore por todos los difuntos, pero especialmente por aquellos que no tienen quien ore por ellos. Reafirme su fe en la resurrección. No crea otras cosas como la reencarnación, por eso rece el credo.

Mar 30 Oct 2018

Quien se acerca a Jesucristo, se salva definitivamente

Introducción En el contexto de los últimos domingos del año litúrgico, la Palabra de Dios nos pone en actitud de súplica al Señor para que no se quede lejos y no nos abandone, como bien lo expresa la antífona de entrada en el Misal Romano, pero de igual manera nos pone en camino para seguir esperando en los bienes que Dios nos promete. La liturgia se ve iluminada por la Palabra de Dios y de la riqueza de contenido ofrecemos tres para la reflexión: La fidelidad al Señor hace que el hombre se vea como un administrador de la heredad que Dios pone en sus manos y por eso reconoce que no puede buscar otras seguridades distintas al Señor, ya que es el único Señor. En Jesucristo vemos un sacerdocio diferente, porque es eterno y no pasajero y, sobre todo, porque puede salvar definitivamente a los que se acercan a Él. La parábola de los viñadores asesinos no sólo nos presenta al Jesús perseguido, sino que nos llama la atención sobre nuestra administración frente a los dones y carismas que el Padre nos ha concedido. Primera lectura: Dt 6,2-6 Salmo Sal 18(17),2-3a. 3bc-4. 47+51ab (R. Dt 6,4) Segunda lectura: Hb 7,23-28 Evangelio: Mc 12,28b-34 ¿Qué dice la Sagrada Escritura? El Evangelista Marcos nos pone en contexto de evaluación y al presentar la parábola de los viñadores homicidas, nos regala la posibilidad de iniciar el balance el año litúrgico. Jesús ha entrado en Jerusalén y después de realizar el signo de la higuera y del templo, pronuncia esta parábola de los viñadores, que originalmente iba dirigida a los escribas y a los ancianos como autoridades del pueblo, pero leída en este contexto litúrgico debe ser interpretada para nuestra época. Esta parábola llama la atención sobre la fidelidad en la administración, porque se han apropiado lo que no les pertenece y actúan como si no existiera dueño legítimo que reclame su posesión. En todo su contexto, la liturgia de la Palabra de este domingo se podría identificar con el llamado a la fidelidad en medio de las circunstancias de la vida diaria y de la vida de discípulos. Fidelidad implica saber elegir una posibilidad entre muchas y jugársela todo por esa elección; esto es en pocas palabras lo que ha hecho Dios con su pueblo en la elección, pero no siempre el pueblo ha sabido responder en la misma tónica y se ha entretenido poniendo otras prioridades al lado de Dios, por eso se recordará en la primera lectura que el Señor es el único Señor. Un discípulo que ha hecho la opción de la cruz y ha decidido ponerse en camino, está llamado a ser fiel y perseverante, a producir frutos para no quedarse infecundo como la higuera, pero a producir esos frutos sabiendo que todo es para la mayor gloria de Dios y no el simple provecho personal o la vanagloria humana. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? En una sociedad cada vez más marcada por el individualismo y por la búsqueda del bienestar personal, viene esta liturgia de este domingo a hablarnos de un Dios que no abandona y que socorre (antífona de entrada), que posibilita correr sin tropiezos (oración colecta) para poder ser fieles administradores en la viña del Señor. La Iglesia está llamada a ser viña fecunda, que sabe producir a su tiempo y que genera miles de posibilidades en la sociedad, pero también está llamada a reconocer que la viña tiene dueño y que sólo el Señor es nuestro Dios y nuestro único Señor. Si la parábola habla del respeto al Hijo, nuestras comunidades parroquiales deben crecer en torno a la identidad de discípulos y no como estructuras administrativas y funcionales que ofrecen servicios. La parroquia es el lugar de experiencia de la salvación para una comunidad, es la pequeña porción de la viña que todos trabajamos y en la que todos somos trabajadores, para que nuestra existencia sea fructuosa y entregue a la sociedad resultados de buenas obras y de una elección acertada y coherente. ¿Qué me sugiere la Palabra que debo decirle a la comunidad? El pueblo colombiano ha sufrido el flagelo de la corrupción como una característica que se ha ido generalizando en los funcionarios e instituciones, al menos como lo hemos sabido por los medios de comunicación y eso nos tiene que llamar la atención como cristianos que peregrinamos en esta porción del pueblo de Dios. El Papa Francisco en una de sus respuestas en la rueda de prensa de regreso del viaje apostólico en Colombia, decía al periodista: “Todos somos pecadores siempre y nosotros sabemos que el Señor está cerca de nosotros, que Él no se cansa de perdonar. Pero la diferencia es: Dios no se cansa nunca de perdonar, pero el pecador a veces encuentra la valentía y pide perdón. El problema es que el corrupto se cansa de pedir perdón y olvida cómo se pide perdón: este es el problema grave. Es un estado de insensibilidad frente a los valores, frente a la destrucción, a la explotación de las personas. No es capaz de pedir perdón. Es como una condena, por la que es muy difícil ayudar a un corrupto, muy difícil. Pero Dios puede hacerlo. Yo rezo por esto.” La parroquia, comunidad de comunidades, está hoy interpelada por estas palabras que nos iluminan la liturgia de este domingo, porque debe ser el lugar de la honestidad y de la fidelidad, cosas muy difíciles en una masa que se rige por los falsos valores que propugna la corrupción. Hoy más que nunca, la realidad colombiana escucha esta voz de alerta y debe saber que somos administradores y no capataces, somos parte de un engranaje en el que Dios nos ha puesto misiones diversas para la edificación de esta casa común y del reino, pero no podemos sentirnos dictadores en búsqueda del poder que fortalece el “yo” y destruye el “nosotros”. ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? Esta liturgia nos ha posibilitado un encuentro con el Señor, que nos ha hablado al corazón y nos ha recordado su alianza de amor, sin dejar de llamarnos la atención sobre aspectos no muy claros de nuestra respuesta discipular. Hay cosas muy concretas a las que estamos llamados a partir del encuentro y de la escucha de la Palabra: Reconocer que el primer paso lo ha dado Dios cuando ha preparado para nosotros este mundo inmenso y maravilloso. Aceptar que no somos dueños absolutos, pero que tenemos que empoderarnos de la misión que nos ha sido confiada. Siempre debemos estar listos a dar cuentas y razón de nuestra administración fiel y transparente de lo que Dios ha permitido administrar. Tenemos que ser misioneros de la esperanza, para que el mundo siga creyendo y construyendo un futuro mejor. No podemos quedarnos mudos frente a los gritos de la realidad que nos rodea. Ser misioneros de la unidad y del amor, que saben reconocer el valor y la necesidad del otro, para que juntos construyamos y no para que nos apropiemos de lo que no nos pertenece.

Vie 26 Oct 2018

Para construir la paz debemos dejar la ceguera espiritual

La ceguera no solo es física, sino también espiritual. Muchas veces no vemos lo que acontece, no vemos la relación que debemos tener con Dios, no vemos el valor que debemos dar a las cosas o a los animales, por ello estamos ciegos. Vemos físicamente, pero hay un velo delante nuestro que nos impide ver realmente lo que hay que ver. Este velo nos impide construir paz. Tareas: Ora para ver la verdad Ora por lo que te cuesta comprender Ora para conocer lo que Colombia necesita.

Mar 23 Oct 2018

Jesús cambia nuestra vida

Introducción La liturgia de este domingo nos habla del gozo y la alegría que trae la salvación de Dios y por eso desde la oración colecta se invita a conjugar la promesa con el mandato del Señor, cosa que se ve reflejada de manera muy clara en las lecturas de este día. Es fundamental tener en cuenta para nuestra reflexión estas tres ideas: La salvación de Dios se manifiesta en lo concreto de la vida y por eso la alegría nace del corazón de quien ha experimentado el encuentro con él, viéndose afectado en lo específico de su vida. El Sumo sacerdote debía sentir los dolores y fragilidades del pueblo para poder interceder por él, así nuestro Señor Jesucristo ha asumido nuestra carne y nos ha elevado para ser presentados también ante su Padre. El paso de Jesús por la vida de todo hombre genera un cambio y los efectos deben notarse. Quién realmente se hace discípulo aprende a ver más allá de lo aparente y descubre quién es Jesús en su vida para seguirlo en plenitud. Primera lectura: Jr 31,7-9 Salmo Sal 126(125),1-2ab.2cd-3.4-5.6 Segunda lectura: Hb 5,1-6 Evangelio: Mc 10,46-52 ¿Qué dice la Sagrada Escritura? El Evangelio de este domingo nos sirve de marco de lectura del mensaje de la liturgia, ya que descubrimos en Marcos el final de un camino que Jesús ha venido recorriendo desde Galilea hasta Jerusalén y que podríamos mirar como el proyecto de discipulado, entendido como seguimiento del Mesías crucificado. Lo curioso ha sido que los discípulos no han entendido quién es Jesús, pero los que se acercan en el camino si lo perciben. Este camino se enmarca en 2 ciegos: el de Betsaida y el de Jericó. Para ser discípulo es necesario meterse en el camino y no quedarse en el borde, es necesario pisar sobre las huellas del crucificado para poder experimentar la alegría de la salvación. El Evangelio de Marcos no podemos descontextualizarlo y se hace prioritario ubicarnos como discípulos en la escucha del Maestro, que nos habla en el camino y nos instruye para que podamos ponernos en camino, ya que las instrucciones que ha dado en la casa son para los que ya han empezado la experiencia de discípulos, pero que lastimosamente no han podido entender lo que significa. El ciego Bartimeo no es importante en sí mismo como relato, sino que nos lleva a la dinámica del discipulado: ser discípulo es saber meterse en contexto, saber pisar sobre las huellas de Jesús. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? La Palabra de Dios habla al corazón de cada uno de nosotros y habla de manera directa al corazón de la comunidad cristiana. Hoy hay un llamado para que la comunidad experimente un proceso de fe muy concreto: Es necesario tener el encuentro personal y comunitario con Jesús. Vale la pena dar el salto de nuestra vida: hay que dejar los miedos y seguridades falsas, para arriesgarlo todo en la aventura de la fe que nos propone Jesús. Es necesario abrir los ojos para ver a Jesús en el rostro del otro, para poder callejear la fe, en palabras del Papa Francisco, y así ser coherentes. Por último, es necesario meterse en el camino, hacerse discípulo y no dejar enfriar la fuerza y la alegría del encuentro. Cuando el encuentro ha sido verdadero, los efectos deben notarse en el compromiso discipular. Quien se hace discípulo, debe abrir los ojos para no quedarse en las ilusiones que ofrece la sociedad, ni dejarse deslumbrar por los espejismos de la fama y del dinero. Hacerse discípulo es cargar la cruz y negarse para poder emprender el sendero del seguimiento. ¿Qué me sugiere la Palabra que debo decirle a la comunidad? En la pasada visita del Papa Francisco a Colombia, cuando en Medellín hablaba a los sacerdotes y consagrados expresaba: “El llamado de Dios no es una carga pesada que nos roba la alegría, ¿es pesada? A veces sí, pero no nos roba la alegría. A través de ese peso también nos da la alegría. Dios no nos quiere sumidos en la tristeza —uno de los malos espíritus que se apoderaban del alma y que ya lo denunciaban los monjes del desierto—; Dios no nos quiere sumidos en el cansancio que viene de las actividades mal vividas, sin una espiritualidad que haga feliz nuestra vida y aun nuestras fatigas. Nuestra alegría contagiosa tiene que ser el primer testimonio de la cercanía y del amor de Dios. Somos verdaderos dispensadores de la gracia de Dios cuando trasparentamos la alegría del encuentro con Él.” Este mensaje del Papa, unido a lo que nos propone la Palabra de Dios y la liturgia, tiene que llevarme a ser portador de la alegría y de la luz que da el Señor. No podemos tener comunidades apagadas y ciegas si son verdaderamente cristianas. El gozo del Evangelio debe hacer de nuestras comunidades y parroquias un espacio concreto para vivir la luz, la visión y sobre todo la alegría del discipulado. Vivimos en una sociedad marcada por la indiferencia frente al que sufre, pero también por el rechazo a muchas acciones que tratan de acercarnos a Dios. Si la fe nos mueve y el ser discípulos está configurando nuestra vida, debemos dejarnos tocar por el Señor y aprender a luchar por la dignidad y la alegría, por la igualdad y las oportunidades. ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? Ya el Papa nos ha insistido que el seguimiento no es fácil, pero que debe ser alegre y por eso este camino de discípulos nos lleva a no quedarnos con la alegría que inunda el corazón sino a vivir la experiencia del encuentro con el otro para comunicarle nuestra alegría, que finalmente no es nuestra, es una noticia de salvación, es una persona que habita en nuestro ser. El Evangelio debería llevarnos a identificarnos con Cristo y no con Bartimeo, por eso estamos invitados a ser instrumentos de luz, iluminar la vida y abrir los ojos de aquellos que no han descubierto la felicidad verdadera, aquellos que caminan como ciegos en la vida y no se han dejado iluminar por el Señor. Este ejercicio de misión no es de muchas palabras, pero sí de mucho testimonio y perseverancia. Quien nos vea, debe ver el rostro de Jesús y la bondad del Señor, eso es una misión exigente y seria, pero con muchos frutos.

Vie 19 Oct 2018

De la mano de Dios todo prospera

¿Cuántos planes? ¿Cuántos proyectos? ¿Cuántas cosas queremos realizar? Muchas veces queremos hacer cosas desde nuestra fuerza, eso no construye ni prosperidad, ni realización persona y menos la paz. Cuando colocamos todo eso en las manos y planes de Dios, como decía la lectura, de la mano de Dios prosperará. Aprendamos a confiar en el trono de la sabiduría. Tareas para esta semana: Aprende a pedir en tu oración, deja que Dios sea Dios y no coloques condiciones. Incluye en tus expresiones la frase: ¡Si Dios quiere! Incluyamos en nuestra forma de hablar otras frases bíblicas, como por ejemplo: Que tu misericordia Señor venga sobre nosotros como lo esperamos de ti.

Jue 18 Oct 2018

Seamos una Iglesia en salida misionera

Introducción La Liturgia de la Palabra en el contexto de la Jornada Mundial de las Misiones permite plantear una pregunta: ¿cómo quiero que sea la Iglesia para poder responder al momento histórico que vivimos? La respuesta la encontramos en las enseñanzas del Papa Francisco: “una Iglesia en salida Misionera… una nueva etapa de evangelización marcada por la alegría…” (EG 1). Ideas temáticas que nos ofrece la Palabra de Dios: La alegría del evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús, no es excluyente, es universal. Mantener vivo el espíritu misionero Fe y confianza en el servicio misionero Salmo Sal 66, 2-3.5.7-8 Segunda lectura: Ef 3 2-12 Evangelio: Mc 16, 15-20 Primera lectura: Is 56, 1.6-7 ¿Qué dice la Sagrada Escritura? El texto de Isaías 56, 1.7 se enmarca en la alegría de un pueblo que regresa del destierro de Babilonia y experimenta una nueva realidad socio cultural y religiosa que le plantea desafíos y una pregunta legal: ¿han cambiado las normas antiguas o permanecen? Por ejemplo, era una norma prohibir la participación en la asamblea cultual a los extranjeros y a los eunucos, y se generaba una cultura excluyente que es evidenciada por los autores sagrados en diversos textos (Dt 23, 2-9). El Tercer Isaías responde con la novedad de Dios que no excluye, que sale al encuentro del extranjero, que no juzga, que se hace cercano e invita a vivir y a perseverar en la Alianza, a practicar la justicia y el derecho y a tener un comportamiento cultual auténtico que en el texto está incluido en “guarden el sábado sin profanarlo” (Is 56,6). La gran invitación del texto es a practicar la equidad y la justicia. El Salmo 66, 2-3.5.7-8. El texto expresa un reconocimiento de la acción de Dios, no sólo sobre el pueblo elegido, sino que se abre a la universalidad de un Dios que actúa en la historia y en el cosmos y nada queda exento de su acción. Es una mirada contemplativa de la acción totalizante de Dios y el salmista exhorta a elevar una oración de alabanza, de reconocimiento al Dios que bendice (Num 6,24-27); y el salmista enfatiza que esa bendición incluye a aquellos a quienes la ley antigua excluía de la asamblea de Dios y todos son convocados a unir sus voces en una sola alabanza. Efesios 3, 2-12. La carta a los Efesios ofrece dos grandes temas: Cristo y la Iglesia. Dios tiene un “secreto divino” al que Pablo llama “Misterio de Cristo”. Dios no lo había revelado pero lo ha hecho visible, cercano, presencia viva en la persona adorable de Jesús y es un misterio que no excluye, sino que tiene identidad y fuerza de universalidad, de totalidad y Pablo que “tiene conocimiento” de ese misterio por la gracia de Dios, sabe y entiende que ese misterio se despliega en y por la Iglesia. El apóstol tiene conciencia de la misión que le ha sido confiada: anunciar el misterio de Dios, Cristo, a los paganos, más aún, el misterio de Dios trasciende e involucra al mismo cosmos, a la creación entera. De esta alegría brota la fuerza de la fe que se traduce en plena confianza en el Señor Jesús y da el ímpetu, el coraje para el anuncio misionero (2 Tim 1,12). Marcos 16,15-20. La comunidad apostólica ha experimentado, más aún, han hecho conciencia del sentido y significado que la Resurrección de Jesús ha traído a la vida personal y comunitaria: Ha disipado los sentimientos de frustración, de miedo, fracaso, desolación; el resucitado ha hecho presencia en ellos y han entendido que el mensaje de Jesús no puede quedarse en un pequeño grupo y el Señor, en el texto de hoy, les da una nueva misión: anunciar, predicar, despertar la fe, incorporar a todos en el misterio pascual de Cristo, por la gracia del Bautismo. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? Este momento de la preparación de la homilía es privilegiado. Yo, sacerdote que voy a predicar la Palabra me confronto con ella y me dejo “herir” por la fuerza de la Palabra de Dios; experimento la gracia de ser misericordiado y con docilidad me dispongo a ser instrumento del Señor para los hermanos. a.- Sentirme el más pequeño, como Pablo, y hacer conciencia que el Señor me ha confiado el “misterio de Dios”: “…Dios manifiesta su cercanía y su elección donde quiere, en la tierra que quiere…Él cambia el curso de los acontecimientos al llamar a hombres y mujeres en la fragilidad de la propia historia, personal y comunitaria…” (Papa Francisco, la Macarena, Medellín, septiembre 9 de 2017). ¿Tengo conocimiento sublime (Flp 3,8) del misterio de Dios? ¿Hay en mi ser sacerdotal pasión por el anuncio del evangelio? b.- En la cultura posmoderna se evidencia el fenómeno de la “indiferencia religiosa” en muchos sectores de la sociedad. La alegría del encuentro con Cristo no está llegando a todas las personas. Es urgente una transformación misionera de la Iglesia y de manera especial de los sacerdotes ministros de la Palabra. ¿Hay desidia, pereza e indiferencia en mi ministerio sacerdotal para “salir” al encuentro de los hermanos con la luz del Evangelio? ¿Tu tiempo es de Dios y para Dios en el anuncio gozoso del Señor? c.- Hemos sido llamados y habilitados para hacer presente a Cristo en medio de las comunidades, para que los signos de muerte no se apoderen de los caminos de reconciliación que el Señor Jesús regó con su Sangre. Me pregunto: ¿he permitido que la gracia del Evangelio corte los factores de muerte que anidan en mi vida y distorsionan el llamado? Recordemos: “la intimidad de la Iglesia con Jesús es una intimidad itinerante, y la comunión esencialmente se configura como comunión misionera” (EG 23). ¿Qué me sugiere la Palabra que debo decirle a la comunidad? a.- La mirada misericordiosa de Dios no excluye a nadie, su proyecto de salvación es dado en gratuidad para toda la humanidad en todos los lugares, culturas y circunstancias históricas que el ser humano debe enfrentar, no de cualquier manera, sino con la certeza que el Señor Dios nos ha llamado, ha revelado su misterio de amor en la persona de Jesucristo, acompaña y envía a los llamados a anunciar con alegría el misterio de Dios. b.- El espíritu misionero que habita en el cristiano por la gracia del sacramento del bautismo, se dinamiza, se mantiene vigente cuando se vive en acción contemplativa el accionar de Dios en la cotidianidad de la vida. Quien contempla la acción de Dios no se la pueda guardar para sí, sino que la fuerza de la fe le suscita el entusiasmo por la misión, se hace realidad que “la alegría del Evangelio es para todo el pueblo, no puede excluir a nadie” (EG 23). El evangelio “misterio de Dios” revelado en Cristo es “una Buena Noticia, la eterna, la que él debía anunciar a los habitantes de la tierra, a toda nación, familia, lengua y pueblo” (Ap 14,6). c.- Si la alegría del Evangelio aviva mi espíritu misionero debo encarnar las acciones que caracterizan al discípulo misionero: primerear, involucrarse, acompañar, fructificar y festejar (EG 24). Una verdadera fe se acrisola en la misión. Somos responsables del anuncio del Evangelio y esta responsabilidad que es guiada por el Espíritu Santo requiere discernimiento y planteamiento de nuevos retos que no se pueden estancar en simples planes y tecnicismos que responden más a intereses estadísticos que a procesos de conversión pastoral. La alegría del Evangelio, el espíritu misionero, la fe y confianza en el Señor Resucitado son la garantía del ser y la misión de la Iglesia que se ha de plantear nuevos interrogantes: ¿cómo quiere Dios hacer presente en la cultura de la hiper-posmodernidad la buena nueva de Jesucristo? ¿Cuáles son los signos que nos da Dios para la conversión pastoral que nos permita dar el “segundo paso” al interior de la cultura e impregnarla de la acción de Dios que todo lo renueva y lo transforma? La fuerza del Evangelio nos exhorta a una Conversión Pastoral, a “profundizar en la conciencia de la Iglesia misma…a un anhelo generoso y casi impaciente de renovación que consiste en el aumento de la fidelidad a su vocación…” (EG 26). ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? La Palabra de Dios nos enseña que la vida cristiana es exigente y que no puede ser vivida bajo el lema de la indiferencia misionera. Debo abrir los ojos del corazón a la alegría de ser llamado a la misión que brota del Misterio Pascual de Cristo que suscita coraje y pasión por el anuncio del Evangelio. La novedad de Cristo se siente en el impulso misionero que requiere discernimiento, purificación y reforma (EG 30).

Vie 12 Oct 2018

La vida de cada persona es una misión

La vida de cada persona es una misión, especialmente la del bautizado y esa misión significa realizar una serie de acontecimientos para heredar la vida eterna. Cuando hacemos bien nuestra misión, cuando somos misión estamos construyendo paz y estamos construyendo la Iglesia. Vivamos nuestra misión y alcancemos la vida eterna. Tareas: Suplica y practica la prudencia, es decir: ojo con lo que dices. Examínate acerca de los mandamientos. ¿Cómo los estás viviendo? Reconoce qué cosas te amarran e impiden un auténtico seguimiento de Jesús

Jue 11 Oct 2018

Dios ofrece el tesoro de la sabiduría

En un mundo en el que tantos buscan tesoros que se acaban, Dios nos ofrece el tesoro de su sabiduría. La revelación del amor de Dios está en su palabra que llega a lo más hondo de la vida para transformarla. Cuando se abre el corazón al tesoro del amor de Dios, todo lo demás sobra porque no llena la vida. Primera lectura: Sb 7,7-11 Salmo Sal 90(89),12-13.14-15.16-17 Segunda lectura: Hb 4,12-13 Evangelio: Mc 10,17-30 (forma larga) o Mc 10, 17-27 (forma breve) ¿Qué dice la Sagrada Escritura? La primera lectura nos muestra el único tesoro que ni se acaba ni se extingue: la Sabiduría Divina. El Salmo canta la misericordia porque es la acción de Dios en la propia vida. La Carta a los Hebreos nos desvela el valor de la Palabra que llena el corazón con la luz de la fe. El Evangelio nos recomienda buscar la verdadera riqueza que produce alegría y que nadie nos podrá arrebatar. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? Hay en el mundo una sed insaciable de honores, de glorias efímeras, de cosas que satisfacen momentáneamente, pero que definitivamente no salvan. En el amor de Dios que se nos revela en esta Palabra, hay una invitación que nos ubica, nos aterriza, nos invita a arraigar la vida en lo que de verdad vale y significa. El personaje del Evangelio, apenas sintió que le “tocaban su bolsillo”, prefirió cerrarse al novedoso camino que Jesús le ofreció. Tantas veces nos puede pasar lo mismo. Las cosas nos absorben, nos fabricamos ídolos que son capaces de ocultar las buenas intenciones que pueden darse en nuestra vida, porque encierran a la persona en sus gustos, en sus placeres, en sus bienes, impidiendo que el amor verdadero fluya en la forma siempre nueva y creativa de la misericordia. Es por eso que hemos de recordar qué tesoros nos ofrece Dios, cómo nos muestra que el camino de la humanidad se ha desviado hacia intereses que no llenan, hacia bienes que no sacian, hacia caminos que tienen como destino la oscuridad total del que termina sin amar. Con el don de la Palabra, la que se encarna para hacerse cercana, Dios quiere llegar hasta lo más hondo de las personas, entrar al corazón en el que no faltan las heridas causadas por tantas cosas que rompen la unidad que Dios quiere en nuestras vidas y hace que el corazón humano se ahogue en sus propias vanidades. El remedio a esta cárcel de ilusiones en las que nos encierra el pecado es la libertad que nos ofrece el Evangelio cuando entendemos que todo desprendimiento será colmado luego por la paz infinita y por el gozo que realiza en el creyente el saberse libre para ir en pos de Jesús. ¿Qué me sugiere la Palabra que debo decirle a la comunidad? Como orientador de una familia creyente, debo enseñarle a todos, incluso a mí mismo, que “sólo Dios basta” como lo proclama la espiritualidad carmelitana, que “todo se muda” y Dios siempre permanece, invitándonos a no quedarnos en lo efímero sino a enraizarnos en lo que Es y en lo que da vida. Hay que centrarse, por lo tanto, sólo en Jesús, permaneciendo en Él, palpando su humanidad, como nos lo enseñó el Papa Francisco: Con la mirada y los sentimientos de Jesús, que contempla la realidad no como juez, sino como buen samaritano; que reconoce los valores del pueblo con el que camina, así como sus heridas y pecados; que descubre el sufrimiento callado y se conmueve ante las necesidades de las personas, sobre todo cuando estas se ven avasalladas por la injusticia, la pobreza indigna, la indiferencia, o por la perversa acción de la corrupción y la violencia. Con los gestos y las palabras de Jesús, que expresan amor a los cercanos y búsqueda de los alejados; ternura y firmeza en la denuncia del pecado y el anuncio del Evangelio; alegría y generosidad en la entrega y el servicio, sobre todo a los más pequeños, rechazando con fuerza la tentación de dar todo por perdido, de acomodarnos o de volvernos solamente administradores de desgracias. (Papa Francisco, Encuentro don los Consagrados. Medellín, septiembre 9 de 2017) ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? Nos encontramos con Jesús que es la Sabiduría eterna del padre, la “sapiencia suma del Dios soberano” (gozos de la Novena de Navidad de Colombia) y que en su cercanía se desprendió de todo para asumirnos a todos, para congregarnos en una misma esperanza, para enseñarnos la poquedad de todo lo que no es eterno y de todo lo que perece. Liberados de las cosas, se abre en el corazón el espacio necesario para colmarlo con la experiencia de Jesús y con el gozo de después llevarlo a quien quiera vivir la vida con lo necesario para vivirla y con lo suficiente para compartirla.