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Lectio Dominical

Mié 7 Feb 2018

Dios no excluye de su amor y siempre nos acompaña

¿Qué dice la Sagrada Escritura? Uno de los aspectos más curiosos del evangelio de hoy, es la de este leproso, que se acerca a Jesús, no para pedirle ser sanado. En efecto no le dice “si quieres, puedes sanarme”, sino “si quieres, puedes limpiarme”, en otras palabras, puedes restituirme la pureza. Y Jesús, efectivamente, le responde: “lo quiero, ¡quedas limpio!”. Este dialogo entre el leproso y Jesús nos invita a cuestionarnos sobre esta virtud, tan importante, como es la pureza. Es importante entender qué significa verdaderamente esta noción de pureza para la salvación. Cabe preguntarnos también el significado bíblico de la pureza, la podemos deducir de la primera lectura, en la cual se nos dice, en qué incurre la persona que se vuelve impura. El libro del Levítico refiere que, cuando alguno manifestaba los síntomas que podían desencadenar en lepra, porque la lepra era una enfermedad contagiosa, inmediatamente venia declarado por el sacerdote “impuro.” La consecuencia era que la persona debía estar aislada, fuera del campamento. La impureza, por lo tanto, desde el punto de vista espiritual, era la separación del leproso de la comunidad y de Dios. La incapacidad, la imposibilidad de estar en comunión con Dios y por lo tanto la incapacidad de adorarlo. El leproso no podía entrar en el templo, no podía participar de la oración, era separado de los hermanos. La concepción de la pureza es algo que se ha convertido, muchas veces, en un concepto equívoco en nuestra imaginación, en nuestra concepción de lo que realmente nos hace puros, de lo que nos hace verdaderamente íntegros, de los que nos hace realmente sanos. Para los judíos, en la época de Jesús, por lo general, ser puro o impuro, tenía unas consecuencias, para bien o para mal, en el comportamiento social y cultural de la época. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? Cuando pensamos en la pureza, nos imaginamos algo abstracto, como una virtud sólo de los ángeles, como exclusividad para las personas impecables, o como de las personas capaces de dominar todas las perturbaciones irracionales, como de las personas dotadas de una belleza extraordinaria, fuera del tiempo. En muchas personas hay esta tendencia al “angelismo”, este deseo de una pureza ideal. Pero el “angelismo”, lejos de ser una cosa que nos hace crecer y que nos motiva al bien, puede transformarse en una peligrosa tentación de huir de nuestra realidad terrestre, de nuestra realidad de seres encarnados. En la historia de la Iglesia se pueden constatar estas tendencias de “puritanismo”. Ha habido diversos momentos en la historia que han buscado esta pureza ideal, como por ejemplo los Donatistas del tiempo de San Agustín, o los Cátaros, (cátaro significa propiamente puro), en el medioevo o todavía algunos movimientos con tinte carismático de los años “80 y 90”. En estos movimientos de espiritualidad, muchas veces se han verificado los excesos más sorprendentes de rigorismos en búsqueda de “integridad”. Desde el punto de vista psicológico, la búsqueda de esta pureza ideal, que raya en el extremo de un “angelismo”, causa problemas graves, muchas veces una fuga de la realidad. La pureza es ante todo una virtud, no un simple “angelismo” para convertirnos en lo que no somos. Nosotros fuimos creados del barro, como narra el libro del Génesis, somos una unidad de cuerpo y espíritu, fuimos creados a imagen y semejanza de Dios. Llevamos una realidad espiritual en nuestra corporeidad. Somos hechos de carne y esta carne es caracterizada por toda una serie de aspectos, que posiblemente no nos gustan, pero que debemos aceptar, asumirlos y portarlos serenamente para llegar a ser personas verdaderamente equilibradas, verdaderamente maduras, verdaderamente sanas. ¿Qué me sugiera la Palabra que debo decirle a la comunidad? Este orden de ideas nos permite tener una mirada analógica entre la enfermedad de la lepra y la realidad del pecado. El pecado es esta separación de Dios, esta separación de los hermanos. La pureza es la posibilidad de reencontrar la comunión con Dios, de poder alabar a Dios, agradecer a Dios, ofrecer la propia vida en sacrificio, en acción de gracias a Dios. La pureza es la posibilidad de ofrecer al Señor, no solo, nuestras oraciones, sino también nuestros cuerpos, como sacrificio agradable a Dios y como oportunidad para vivir después en comunión con nuestros hermanos. Dice el discurso de las bienaventuranzas en Mateo 5: “beatos los limpios de corazón porque ellos verán a Dios”. Aquí tenemos otra connotación bíblica de la pureza. La pureza en el Nuevo Testamento, la enseña Jesús, como algo interior. No se es puro simplemente si se lava, si se hacen las abluciones rituales, típicas de la religiosidad hebrea. No se es puro o impuro simplemente a causa de una enfermedad, que no depende de nuestra voluntad. Se es puro si el corazón está orientado a Dios, si el corazón está en paz, en relación con los hermanos. No basta sólo no matar, no robar, no cometer adulterio; para ser puros se necesita eliminar del corazón todo sentimiento de odio hacia al hermano, eliminar el deseo de las cosas de los demás, de la mujer del otro, etc. Somos justos, somos “puros” solamente si esta justicia está enraizada en lo profundo del corazón. Somos puros solo cuando nuestro corazón esta direccionado hacia Dios, en paz con Dios y con nuestros hermanos. Como afirma Jesús, no es lo que entra lo que hace impuro al hombre, sino lo que sale de su corazón. En este orden de ideas, cambia por completo la concepción de la pureza, se podría afirmar que es el modo justo de estar en relación con Dios y con nuestros hermanos. Como el leproso del Evangelio, estamos también nosotros llamados a ir a Jesús y pedirle: “si quieres puedes purificarme”. “si quieres Señor”, puedes restituirme la capacidad de adorarte y de ofrecerme todo mi ser, mi espíritu, mi alma, mi cuerpo en todos sus aspectos, así como es, como sacrificio agradable a Ti. “Si quieres Señor”, purifícame; si lo quieres puedes devolverme la serenidad del corazón, la mirada limpia que me permita mirar a las personas con respeto, que me permita entrar en una lógica del perdón, de misericordia, sin exclusión alguna. El corazón puro es el corazón que tiene las características anunciadas en las Bienaventuranzas: es un corazón pobre en el espíritu, un corazón manso, un corazón misericordioso, un corazón que busca la paz. Beato, por lo tanto, los limpios, los limpios de corazón, o sea los que son purificados por Cristo, porque verán a Dios. Solo el Señor nos podrá dar esta gracia, sólo Él puede hacernos puros de corazón. ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? “Todo lo puedo en aquel que me fortalece”, dice San Pablo. Para este enfermo fue determinante el encuentro con Jesús. A Jesús debemos dirigirnos con la misma audacia, con la misma humildad, con la misma tenacidad del leproso del evangelio de hoy. Este grito puede convertirse en nuestra oración: “si quieres, Señor, puedes limpiarme”. Naturalmente Jesús quiere. Su voluntad, como dice san Pablo a los tesalonicenses, es nuestra santificación y nuestra purificación. “Lo quiero”, ¡quedas purificado!” nos responde Jesús. Esto nos permitirá ver a Dios, reconocerlo, tener una mirada limpia. Esto nos permitirá a la luz de la fe, de la esperanza, abrir nuestros ojos del corazón para ayudarnos a reconocer a Dios presente, activo, en todas las circunstancias de nuestra vida. Nos fortalece para la misión continua, para ver a Dios en nuestros hermanos y hermanas, especialmente los más necesitados de salud del cuerpo y de alma. “Si lo quieres Señor, puedes limpiarme”. “lo quiero, ¡quedas limpio!”.

Lun 29 Ene 2018

Jesús capacita para el servicio cuando sana y libera

Primera lectura: Jb 7,1-4.6-7 Salmo Sal 147(146),1-2.3-4. 5-6 (R. Cfr. 3) Segunda lectura: 1Co 9,16-19.22-23 Evangelio: Mc 1,29-39 Introducción En el evangelio propuesto en este domingo, se continúa con la descripción del tránsito de Jesús a Cafarnaúm. Después de haber causado estupor por su nueva enseñanza, llena de autoridad, inmediatamente saliendo de la sinagoga, llega a la casa de Simón y Andrés, con Santiago y Juan. Se acerca a la suegra de Simón la toma de la mano y la fiebre se le paso y se puso a servirles. Jesús capacita para el servicio cuando sana y libera. Dice el evangelio que le traían a Jesús todos los enfermos y endemoniados y Él curaba a muchos que se encontraban mal de diversas enfermedades y expulsó muchos demonios. Una nueva autoridad al servicio del reino, un reino de amor y servicio. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? El Evangelio de Marcos narra que, Jesús “acercándose a una mujer la alzó tomándola de la mano y la fiebre la dejó”. He aquí su nueva enseñanza con autoridad, no sólo de palabras, Jesús se hace próximo, es su amor que abajándose enaltece, su tomar de la mano, es su caminar junto con su amor, que alzando libera. Como bellamente lo expresa el primer libro de Samuel: “el levanta del polvo al desvalido, alza de la basura al pobre, para hacer que se siente entre príncipes y que herede un trono glorioso” (2,8). El encuentro de Jesús con la fragilidad humana es una fuerza que transforma interiormente y salva. También el Papa Francisco invita a tocar la carne del que sufre, compartir sus sufrimientos y ayudarle en su restauración. Ahora Marcos dice, que la suegra de Simón, alzada por Jesús, los servía. Su vida nueva es el servicio. Mientras los escribas no querían ser servidos por las mujeres, Jesús, que “enseñaba con autoridad y no como los escribas”, levanta la mujer, y ella “le sirve”. Entonces podrimos preguntarnos ¿qué significa esta diaconía? La suegra de Simón, inmediatamente entra en el dinamismo de vida que es propio de Dios, el del amor y el servicio, que se abaja para ser fuerza, que hace vivir: está anticipado el camino recorrido y encontrando el resucitado, para comprender que el servicio es la participación intima de la vida de Dios. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? El Evangelio de Marcos nos anima continuamente, con su estilo sencillo especial. Como lectores podríamos desear una mayor abundancia de detalles y de datos particulares para entender mejor el sentido de lo que se nos narra. Pero da la impresión de que Marcos quiere, precisamente esto, quiere involucrarnos personalmente en los acontecimientos que narra, de una manera sencilla. No le interesa tanto informarnos con precisión sobre los hechos, sino hacernos vivir, hacernos sentir que Jesús nos encuentra hoy; entra en relación con nosotros, de modo que los hechos precisos del acontecimiento, que hoy leemos, son los nuestros, Jesús nos da la mano y nos levanta. En la casa de Simón y Andrés, todo aparece significativo, estaba la suegra que tenía fiebre, la humanidad sufriente, la fragilidad de la mujer, condicionada tal vez de cual fiebre. La fiebre, tal vez, de la marginación machista de la época. En cuanto entra Jesús a la casa, interesante el dato de Marcos, “inmediatamente hablan de ella”. Esto ya indica que cosa debe hacer la comunidad de los discípulos de Jesús en toda situación de la vida. Podríamos preguntarnos ¿Qué cosa debemos hacer hoy nosotros, llamados a afrontar nuevos problemas y fragilidades de la humanidad? “Hablarle a Jesús de Ella”, significa aprender a dejar que la experiencia del encuentro con Jesús ilumine los problemas existenciales de la vida. Lo que han iniciado a hacer los primeros discípulos, es a lo que nosotros estamos llamados a continuar. ¿Qué me sugiera la Palabra que debo decirle a la comunidad? La palabra de Dios para este domingo es una oportunidad para preguntarnos ¿Quién es Jesús para nosotros?, ¿Cuál es la novedad de su mensaje?, Este cuestionamiento aparece continuamente en la narración de Marcos; plantea el problema de la identidad de Jesús, no como pregunta “teológica”, sino con el deseo de una autentica relación interpersonal. Marcos nos ayuda, haciéndonos encontrar a Jesús, liberándonos de la ilusión de poderlo reducir fácilmente a nuestros pensamientos, a nuestros criterios. El encuentro con Jesús es el sentido de nuestra existencia, Él desborda continuamente nuestras pretensiones de conocerlo. Antes de haberse dejado guiar por los discípulos, donde la suegra de Simón, Él quiere conducirnos para revelarnos quién es Él. En el evangelio propuesto en este domingo, se continúa con la descripción del tránsito de Jesús a Cafarnaúm. Después de haber causado estupor por su nueva enseñanza, llena de autoridad, inmediatamente saliendo de la sinagoga, llega a la casa de Simón y Andrés, con Santiago y juan. Hasta ahora la narración de marcos aparece como una obra breve, todo aparece normal, pero todo en realidad es nuevo. En efecto, marcos ha recibido de la tradición, la noticia del encuentro de Jesús con la suegra de Simón, pero cuando escribe el evangelio, esta alegre noticia de este encuentro, se convierte ya en un escrito. Toda esta experiencia, vivida por la nueva comunidad que está naciendo, vive del Resucitado, de Jesús, que, saliendo de la sinagoga, entró en la casa de Simón y de Andrés. Aquí está la gran novedad, la comunidad no vive más de la ley explicada por los rabinos, sino de Jesús resucitado, que entra en la trama normal de la vida, en la casa de Simón y Andrés con Santiago y Juan; los primeros eslabones de una cadena de aquellos que Jesús continúa a llamar. La novedad cualitativa de la comunidad que está naciendo es que Él, Jesús Resucitado, con su nueva autoridad, es su nueva vida, que deriva de su muerte y resurrección. No es un poder de autoridad jurídica, sino la plenitud y fuerza de vida que se comunica y que da vida, es decir, una verdadera vocación de servicio. Son signos de la inauguración de un nuevo orden de cosas, de la novedad del Reino de Dios presente en medio de la gente. El Papa Francisco, en su visita a Colombia, el año pasado, ha invitado a la Iglesia Colombiana, a redescubrir esa cultura del encuentro, que pasa por la integración de todos los actores de la sociedad, en la cual ninguno se debe sentir excluido de la oportunidad de salvación. Todo bautizado es discípulo misionero del evangelio, que está llamado a comunicar esta buena nueva del Evangelio siendo servidores del Reino. Sólo con una visión incluyente, aun de los marginados y excluidos, pobres y enfermos, se podrá afrontar la cultura del descarte, tantas veces denunciada por el Santo Padre, de manera especial descrita en la exhortación Evangelii Gaudium 1, cuando hace referencia a las cuestiones sociales, y culturales. ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? Jesús que sana y libera, capacita para la misión. El servicio es la verdadera condición para ser hijo de Dios, para degustar la vida de un Dios que se abaja para donar amor. La suegra de Simón ha anticipado aquello que Jesús, el “siervo de Dios”, mostrará hasta la plenitud de su “servicio” que es la cruz. Es el misterio incomprensible de la novedosa identidad de Jesús, el amor que se abaja para per divino, que Jesús primero busca en la prolongada soledad de la oración, no adhiriéndose a la búsqueda equivocada de la gente y tampoco a la interesada mediación de los discípulos: Jesús es libre y el encuentro con Él es liberador. A quien lo busca, él responde con una pregunta: “¿por qué me buscabais?”, invitando a un camino de verdad interior, para que el encuentro con Jesús sea la acogida de la alegre noticia por la cual él ha venido. La misión del bautizado queda enunciada en la segunda lectura como un imperativo. El apóstol san pablo hace caer en cuenta de esta dimensión, que anunciar el evangelio, no es solo motivo de gloria, es más bien un deber, “hay de mi si no predico el evangelio”. En este contexto también el Evangelio de Marcos muestra la novedad del mensaje de Jesús, la verdadera vocación de servicio del cristiano, una verdadera diaconía. La autoridad con la que Jesús enseña, no sólo de palabras, es principalmente hacerse próximo, caminar junto a los demás, particularmente a los más necesitados, enfermos y excluidos, con esta vivencia del amor de Jesús que levanta y libera, como sucede con la suegra de Simón. Jesús nos invita a una misión de servicio. [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link=''] DESCARGA LAS ORIENTACIONES [/icon]

Lun 22 Ene 2018

Jesús con sus palabras, testimonia la autoridad que le viene del Padre

Primera lectura: Dt 18,15-20 Salmo Sal 95(94),1-2.6-7ab. 7c-9 Segunda lectura: 1Co 7,32-35 Evangelio: Mc 1,21-28 Introducción La Palabra de Dios que se nos ofrece para este domingo, sugiere tres temas que pueden orientar la reflexión: 1. La elección del profeta que comunica la Palabra de Dios, libre de contaminarse con otros dioses e ideas que confunden y desvían al pueblo. 2. El hombre y mujer que se consagran a Dios pueden hacerlo en la libertad de dedicarse tiempo completo al servicio del Señor, o sentirse divididos frente a los deberes con el mundo. 3. La autoridad de Jesús quien, con gestos y palabras, expulsa al demonio inmundo que se encuentra dentro de la sinagoga y que lo reconoce como el santo de Dios. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? En la primera lectura del Libro del Deuteronomio, Yahveh Dios habla a través de Moisés al pueblo de Israel sobre las disposiciones de quienes han de ejercer la vocación profética. Dios pondrá sus palabras en la boca del profeta y le comunicará sus mandatos. Dios juzgará al profeta por su obediencia en la comunicación de su palabra al pueblo, pero si el profeta no es fiel a sus palabras y se desvía hablando en nombre de otros dioses, será reo de muerte. El apóstol San Pablo recomienda y forma a la comunidad de Corinto en la libertad de preocupaciones del mundo para servir al Señor en santidad de cuerpo y espíritu, procurando el trato digno y asiduo con el Señor sin división. Distingue entre el hombre y la mujer casados o no casados, pues, quien está casado está dividido, ya que se preocupa de las cosas del mundo; mientras, quien no está casado es más libre de estas preocupaciones para servir al Señor. Todo bautizado es un profeta, que discerniendo su vocación dedica su tiempo al servicio del Señor sin ataduras, ni compromisos con las cosas del mundo que lo dividen, distraen y le quitan tiempo para dedicarse a las cosas del Señor. En el Evangelio, Jesús llega a Cafarnaúm con los apóstoles y comienza a enseñar el sábado. En la sinagoga hay un hombre de espíritu inmundo que lo reconoce como el Santo de Dios. Cuando Jesús expulsa el espíritu inmundo del hombre; la gente estupefacta y sorprendida percibe en Él, una doctrina nueva, expuesta con autoridad: Manda los espíritus inmundos y le obedecen. Jesucristo, El Profeta por antonomasia, sorprende porque su autoridad es totalmente coherente entre lo que dice (palabras) y lo que hace (gestos). ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? La Palabra de Dios interroga nuestra vocación como sacerdotes, profetas, religiosos, religiosas, laicos, esposos, esposas y laicos en la misión de anunciar y denunciar la verdad a nuestro pueblo. Advierte sobre la necesidad de no acomodarnos a la Palabra de Dios porque ya hemos sido consagrados, o porque participamos frecuentemente de los sacramentos o acudimos regularmente al templo. No creer que, por ser sacerdotes, religiosos, o consagrados, ya tenemos garantizada la salvación. Aún dentro de la misma Iglesia y en el mismo templo podemos estar poseídos del espíritu del mal, pues este, también acude al templo y reconoce la presencia de Dios. Igualmente, la Palabra nos advierte sobre las doctrinas atractivas y mundanas que nos pueden confundir y alejar de la recta doctrina. Hay que permanecer fiel al Dios único y verdadero, manifestado en su Hijo Jesucristo. La autoridad con que nosotros hablamos debe proceder de la humildad y caridad en el servicio a los demás, las palabras convencen, pero el testimonio arrastra. La autoridad, es la coherencia de una vida que testimonia a Jesucristo, más que con nuestras palabras, con la vida ofrecida en servicio a los demás, especialmente a los enfermos, pobres y más vulnerables de nuestra sociedad. ¿Qué me sugiera la Palabra que debo decirle a la comunidad? No todo quien va al templo tiene garantizada la salvación, pues los espíritus inmundos también acuden a las celebraciones litúrgicas, van a misa, comulgan y reconocen a Dios. Cuidado con sentirnos seguros de nosotros mismos; pretender medir nuestra conversión por los actos externos, el número de obras de caridad o creer que la gracia de Dios la podemos adquirir o comprar mediante la fuerza del mérito propio. Hay que evitar el espíritu mundano que nos lleva a caer en la falsedad, la hipocresía y la doblez de corazón, creyéndonos justificados. Igualmente, la Palabra invita a renovar nuestro compromiso profético adquirido en el bautismo, que nos advierte sobre el cuidado de no emigrar hacia dioses falsos que engañan y nos separan de la recta doctrina de la salvación. La sociedad moderna está llena de sutiles y variadas formas de espíritus inmundos, de ofertas esotéricas, sectas y nuevos movimientos religiosos, que tergiversan la recta enseñanza de la Iglesia y nos pueden desviar hacia caminos tortuosos de engaño y perdición. Hay que cultivar nuestra formación en la fe, mediante la catequesis, la fe, el amor y el servicio en nuestros grupos y comunidades parroquiales. Frente a las dudas e incertidumbres que siembran otros en nuestros corazones, no asustarse, reflexionar, orar, buscar al sacerdote o la comunidad que me puede orientar, explicar y llevar hacia la auténtica y correcta comprensión de la Palabra, de la Iglesia y su magisterio. La Palabra de Dios de este domingo, nos invita a vivir al servicio de la palabra de Dios y de la Iglesia, de acuerdo con la vocación a la que hemos sido llamados como casados, consagrados, sacerdotes o laicos. Ejerciendo todos la dimensión real, profética y sacerdotal que hemos recibido en el bautismo. En las palabras que el Papa Francisco dirigió durante el encuentro con sacerdotes, religiosos, consagrados, consagradas, seminaristas y sus familias, resaltamos varias ideas que van en coherencia con la temática que nos invita a reflexionar la Palabra de Dios en este domingo: “Conocer a Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado nosotros es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer con nuestra palabra y obras es nuestro gozo, el gozo de evangelizar”… “Las vocaciones de especial consagración mueren cuando se quieren nutrir de honores, cuando están impulsadas por la búsqueda de una tranquilidad personal y de promoción social, cuando la motivación es ¨subir de categoría¨, apegarse a intereses materiales, que llegan incluso a la torpeza del afán de lucro” ... “Con los gestos y palabras de Jesús, que expresan amor a los cercanos y búsqueda de los alejados; ternura y firmeza en la denuncia del pecado y el anuncio del Evangelio… ¿cuántas veces escuchamos hombres y mujeres consagrados que parece que, en vez de administrar gozo, alegría, crecimiento, vida, administran desgracias, y se la pasan lamentándose de las desgracias de este mundo? Es la esterilidad, de quien es incapaz de tocar la carne sufriente de Jesús”. (Encuentro con sacerdotes, religiosos, consagrados seminaristas y sus familias, Coliseo La Macarena, Medellín, 9 de septiembre de 2017). ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? La presencia de Jesucristo en la sinagoga sorprende por la autoridad con que ejerce su palabra y la coherencia con que actúa. Al paso de Jesucristo por nuestras vidas, no debemos ser indiferentes, sino que nos debe ayudar a construir el mundo, dando la prioridad a Él, y creciendo en el servicio a los demás de acuerdo con nuestra vocación de consagrados. El encuentro con Jesucristo vivo, hace que sus gestos y palabras estimulen nuestra misión y el servicio a los demás con caridad y verdad, para ayudar en la sanación de tantas formas inadecuadas de fe que nos pueden perder y confundir en el camino que conducen a la auténtica salvación, aun estando dentro de la Iglesia. 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Vie 19 Ene 2018

Convirtámonos y sigamos a Jesucristo

Primera lectura: Jon 3,1-5.10 Salmo Sal 25(24),4-5ab.6+7bc.8-9 (R. Cfr. 18) Segunda lectura: 1Co 7,29-31 Evangelio: Mc 1,14-20 En el Tercer Domingo del tiempo Ordinario, se sugieren tres temas para reflexionar y profundizar. El primero tiene que ver con el llamado a la conversión universal, que traspasa las fronteras. El profeta Jonás se resiste a obedecer a Dios, quien lo envía a un pueblo pagano a predicar la conversión de sus pecados e idolatrías, un pueblo que no es judío, por lo tanto, diferente a su cultura, religiosidad y costumbres. El segundo, se relaciona con el desapego a los bienes materiales y la invitación a asumir una actitud de indiferencia hacia los valores que presenta el mundo temporal. Y el tercero, es el llamado que Jesucristo hace a los primeros apóstoles a seguirlo, dejándolo todo. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Jonás profeta, después de atravesar la etapa de discernimiento y resistencia de su vocación, acepta la misión que Dios le encomienda: predicar la conversión a un pueblo pagano. El profeta obedece en contra de su voluntad. El autor sagrado pone al Señor en ¨actitud de arrepentimiento¨, frente a la reacción del pueblo, que escucha, obedece y se convierte. El pueblo Ninivita asume gestos propios de conversión: escuchar, ayunar, dejar de obrar el mal, vestirse de saco, son señales de arrepentimiento. El Apóstol San Pablo, frente a la inminente llegada del Señor y la brevedad del tiempo, recomienda unas actitudes de desapego y relativización hacía los valores de este mundo que son pasajeros: los que tienen mujer, los que lloran, los que están alegres y los que disfrutan la vida, les recomienda vivir en una actitud de indiferencia, frente a los sentimientos, sufrimientos y alegrías del mundo. El Evangelista san Marcos, muestra a Jesús en continuidad con el llamado a la conversión del pueblo ninivita en el primer testamento, así invita a arrepentirse de los pecados y a caminar en la presencia de Dios. Sin embargo, el Evangelio observa un plus, que modifica y cualifica el esquema anterior del profetismo veterotestamentario. En efecto, en Jesucristo, Dios cualifica y altera el resultado de la conversión a través del llamado y elección de los primeros apóstoles, es decir, haciendo presente la vocación y el Reino de Dios no solo en el pueblo ninivita, sino dentro de cada uno; no solo en los pecadores y humildes de manera genérica, sino en la persona de cada apóstol o discípulo que decide dejarlo todo para comenzar una nueva vida en el Señor. Así, la vocación del apóstol y el discípulo se convierte en sí misma, en un llamado de conversión. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? La Palabra pone al ministro que es un discípulo de Jesucristo, a reflexionar sobre la misión y el llamado a la conversión, mediante el testimonio de su vida. Cuando se leen estos tres testimonios de Jonás, san Pablo y de nuestro Señor Jesucristo, interroga el mismo testimonio sacerdotal. El profeta anuncia y denuncia la Palabra de Dios en la vida personal, comunitaria, en la Iglesia y en el mundo actual. Invita a la conversión mediante la confesión y reparación de los pecados propios y del pueblo, y empuja a ofrecer, como miembro de la Iglesia, el perdón, el amor y la reconciliación de Dios consigo mismo, con los hermanos, con la comunidad y con la creación entera. Sugiere revisar el contenido de la predicación, el mensaje de salvación, las injusticias que se ven y quizá se omiten por temor a sufrir las consecuencias de un anuncio profético. Pone a pensar, cómo la Palabra que se anuncia y se denuncia, se convierte para el sacerdote mismo, no solo en palabra externa, sino en tarea y compromiso de vivir con convicción, siendo testigo de una realidad que involucra y no deja pasar indiferente al ministro que la proclama. Finalmente, entusiasma a ser testigo, discípulo amado, que, con la palabra y el testimonio de conversión, ayuda a construir el Reino de Dios. ¿Qué me sugiera la Palabra que debo decirle a la comunidad? Como pueblo de Dios, y comunidad en formación, la Palabra sugiere considerar tres dimensiones: 1. Nuestra vocación de hijos de Dios, a través del Sacramento del Bautismo, nos constituye en sacerdotes, profetas y reyes. Esta vocación profética, hace que la Palabra de Dios penetre en nuestro corazón, anuncie y denuncie lo que hay que cambiar en nuestra vida personal, para generar dinámicas de conversión que partan desde nuestra realidad. 2. El contenido del mensaje profético es el Reino de Dios manifestado en Jesucristo. Dios que se encarna para nuestra salvación y cuyo Reino se inaugura cuando nos abrimos a la conversión, nos pide despojándonos de todo aquello que no nos ayuda a caminar en la presencia del Señor. 3. Dios manifestado en Jesucristo, nos elige para ser un pueblo santo, que inicia a caminar desde el llamado a la conversión personal para seguirlo en el cuerpo que es la Iglesia; nos invita a desprendernos de todo aquello que no nos ayuda a construir el Reino de Dios en nuestras vidas. Dios que es Padre, lleno de ternura y misericordia, lento a la ira y rico en clemencia para los que lo invocan, nos motiva a reconocer con humildad que siendo pecadores, podemos caminar en su presencia para ser acompañados y ayudados en nuestro diario acontecer. ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? El encuentro con Jesucristo, cambia y transforma nuestra existencia de una condición pecadora a una renovación permanente de nuestra vida. Jesús nos llama, nos convierte, nos convoca, nos elige para le sirvamos y caminemos en su presencia, para hacernos discípulos misioneros que llevemos su palabra por doquier y nos envía a dejarlo todo para seguirlo y hacer comunidad saliendo al encuentro de todas las personas que Él pone en el camino de nuestra existencia. El encuentro con Jesucristo vivo nos convierte en testigos de su amor. Las palabras del Papa Francisco en su visita a Colombia nos ayudan a reflexionar en este camino de conversión. En efecto, nos animó no solo a dar el primer paso para la paz y la reconciliación, sino a seguir caminando y dando pasos de verdadera conversión con la verdad, la justicia el amor y la reconciliación: “La palabra de Jesús tiene algo especial que no deja indiferente a nadie; su Palabra tiene poder para convertir corazones, cambiar planes y proyectos. Es una Palabra probada en la acción, no es una conclusión de escritorio, de acuerdos fríos y alejados del dolor de la gente, por eso es una Palabra que sirve tanto para la seguridad de la orilla como para la fragilidad del mar”. (Homilía, Parque Simón Bolívar, Bogotá, 7 de septiembre 2017). [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link=''] DESCARGA LAS ORIENTACIONES[/icon]

Dom 14 Ene 2018

Dios llama de modo personal y con nombre propio

Primera lectura: 1S 3,3b-10.19 Salmo Sal 40(39),2+4ab.7. 8-9.10 (R. Cfr. 8a.9a) Segunda lectura: 1Co 6,13c-15a. 17-20 Evangelio: Jn 1,35-42 Hemos iniciado el Tiempo Ordinario en donde la Iglesia nos introduce en el gran misterio de Cristo en toda su amplitud. La Palabra de Dios de este domingo nos presenta cómo Dios, a lo largo de la historia, siempre ha llamado a personas concretas para que cooperen en su misión de salvar a la humanidad. Otro tema iluminador, unido al de la vocación, es la respuesta que ha de dar cada uno al llamado de Dios y que se concreta en la obediencia a la Palabra. Y un tercer tema es el de la misión, pues, cuando Dios llama es para preparar a su elegido y enviarlo, en su nombre, a predicar el Evangelio. Desarrollaremos el tema de la vocación que emerge naturalmente al abordar los textos de la primera lectura y del Evangelio, Dios llama de modo personal y con nombre propio. DESCARGA: Presentación Predicación y Moniciones

Lun 20 Nov 2017

Será tu cruz nuestra bandera y tu evangelio nuestra ley

La Iglesia celebra hoy la solemnidad de Jesucristo, Rey universal. No es una fiesta de triunfalismo ni ostentación. Es, al contrario, una paradoja como las bienaventuranzas: proclamamos rey al que se hizo obediente hasta la muerte y al que no quiso ser servido sino servir a todos. En medio de un mundo que rinde culto al dinero, al poder, a la fama y a las apariencias, proclamamos que el verdadero Rey Mesías es el Siervo de Dios, Jesucristo nuestro Pastor que nos invita a reinar con Él si cargamos su cruz. Primera lectura: Ez 34,11-12.15-17 Salmo: Sal 23(22),1-3a.3b-4.5.6 (R. 1) Segunda lectura: 1Co 15,20-26.28 Evangelio: Mt 25,31-46. El Papa Pío XI instituyó (11 diciembre 1925) la fiesta de Cristo, Rey del Universo, que debía celebrarse el último domingo de octubre. Después de la Reforma Litúrgica del Concilio Vaticano II se estableció que debía celebrarse el último domingo del año litúrgico. Contexto bíblico ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Un rey en el contexto bíblico y hasta la edad media era dueño y señor de la vida y de la muerte, autoridad indiscutible sin otra norma porque él es la ley. Sin apelación posible porque sobre él sólo está Dios. Cuando la Iglesia estableció esta fiesta ya casi nadie tomaba muy en serio a los reyes. Menos aún entre nosotros, que nunca hemos tenido rey. Por eso hay que recuperar el significado de ese título en la Biblia. Hay que releer 1Samuel 8,10-20 para recordar el poder del rey y comprender lo que significó, que, pasado el tiempo, el pueblo de Israel, desilusionado de los reyes malos e injustos, empezara a decir “El Señor es nuestro rey”. Así lo proclama el Salmo 92 en el que los judíos repatriados, que no querían más reyes malos o ineptos cantan “El Señor reina, vestido de majestad.” La lectura de Ezequiel nos invita a entender que el ungido esperado, ese rey es pastor que se encarga de nosotros “como se encargan de su rebaño los pastores cuando las ovejas se les dispersan… Buscaré la oveja perdida, recogeré a la lisiada…. Las apacentaré como es debido.” El evangelio nos asegura, de otra parte, que el Señor, en su gloria, hará justicia; pero su ley es de misericordia, ternura y amor. Cuando Cristo “vuelva glorioso…cuando entregue su reino a Dios Padre” (2ª lectura) “se sentará en su trono glorioso” para juzgar (Evangelio). Y nos revela de antemano el cuestionario de evaluación. “A la tarde de la vida te examinarán en el amor”, resumió bellamente San Juan de la Cruz. Y aclara que se evaluará el amor a Jesús por lo que hacemos o dejamos de hacer a cualquier persona, así sea de “los más pequeños”, es decir, a los más limitados, más discriminados o a los más invisibilizados, los desechados o descartados en nuestro mundo. Contexto situacional: ¿Qué me sugiere la Palabra que debo decir a la comunidad en su realidad concreta? “Es necesario que Cristo reine” (2ª lectura 1 Co) En nuestra sociedad, en nuestro país, en el mundo actual, ¿quién reina? Mirando lo que pasa aquí y en todas partes, lo que gobierna el mundo no es muy diferente del tiempo de Pilato: frente al poder de las grandes potencias, del imperio del dinero y las trampas, la manipulación de los medios y los juegos políticos y financieros, resulta loco creer en un rey humillado, coronado de espinas y luego crucificado. San Pablo dice que es una locura y un escándalo. Jesús dice que vino no para ser servido sino para servir. Que vino para dar testimonio de la verdad. Servir a los demás y ser testigo de la verdad es implantar su Reino. Es entrar en una lógica distinta de la del poder (o de aparentar, que hoy es tan importante), la ganancia y la dominación. Es vivir en la lógica de servir y entregar la vida, la opción de la verdad y del amor. El Reino de la justicia y el perdón, a la medida del amor del Padre. Cada vez que ponemos en práctica las bienaventuranzas, que son como la Carta Magna del Reino de Dios, Jesús reina en nosotros y en nuestro mundo. “Será tu cruz nuestra bandera y tu evangelio nuestra ley.” El Reino se hace realidad en nuestro mundo cuando trabajamos para promover los valores evangélicos que son la paz, la justicia, el amor y la verdad. Cuando ponemos por obra la misericordia (Obras de misericordia). Cada vez que favorecemos el diálogo y evitamos la discordia, cada vez que logramos justicia sin odio y violencia, somos constructores del Reino de Jesús. “Tú reinarás, dulce esperanza… habrá por fin paz y bonanza, felicidad habrá doquier.” Contexto celebrativo: ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? Cada vez que celebramos la Eucaristía estamos proclamando el reinado de Dios, uniéndonos a Jesucristo en el sacrificio reconciliador de su muerte y resurrección, de modo que “por Cristo, con Él y en Él” sea glorificado el Padre. Reconocer a Jesús como Rey es acompañarlo hasta que “entregue el reino a Dios Padre”. (1Corintios 15,24) Al enseñarnos el Padre nuestro, Jesús nos enseñó a ofrecer al Padre nuestra sumisión a su Reino: “Venga tu reino, hágase tu voluntad”. Y todos los días aclamamos diciendo: “Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria por siempre, Señor.” Recomendaciones prácticas El himno Tú reinarás es muy oportuno como canto de entrada, destacando el sentido de la segunda estrofa. Otra posibilidad sería utilizarlo como homenaje especial después de la homilía. O en la comunión. El canto “Al atardecer de la vida” de Cesáreo Gabaraín, puede ser utilizado en la presentación de los dones o en la comunión. Tener presente que el formulario de la Misa es propio En este domingo y su correspondiente semana, termina el año litúrgico 2017. Es bueno que los fieles comprendan el año litúrgico y su dinámica. Vamos a comenzar el año litúrgico 2018 el próximo domingo, iniciando el ciclo del Adviento como preparación a la Navidad. Desde el próximo domingo se utiliza el Leccionario dominical Ciclo B. Lecturas bíblicas del tiempo Ordinario y del Oficio de lectura Año II (par).. Liturgia de las Horas Tomo I. Tener presente que el jueves 30 de noviembre, es la fiesta de San Andrés, apóstol.

Mar 14 Nov 2017

Dios nos llama a valorar los dones que hemos recibido

A veces una mujer o un hombre sienten que su vida no tiene importancia o sentido. Dios en cambio nos llama a valorar los dones que hemos recibido, sea en lo material, en capacidades u oportunidades para hacerlos fructificar. No quiere que seamos siervos inútiles o perezosos. En la imagen de una mujer ama de casa hacendosa o de un buen negociante de valores nos llama a prepararnos, son buenos frutos para rendir cuenta al Señor. Primera lectura: Pr 31,10-13.19-20.30-31 Salmo: Sal 128(127),1-2.3.4-5 (R. 1a) Segunda lectura: 1Ts 5,1-6 Evangelio: Mt 25,14-30 (forma larga) o Mt 25,14-15.19-21 (forma breve). Contexto bíblico ¿Qué dice la Sagrada Escritura? La Liturgia elige, para los últimos domingos del año litúrgico, los temas de los “novísimos”, el final de nuestra vida y de los tiempos. El domingo anterior se habló de la resurrección que nos espera con Cristo. Hoy se habla de lo que debemos hacer mientras llega el Señor “como llega un ladrón en la noche” El apóstol (2ª lectura) dice que en la espera del Señor no podemos entregarnos al sueño, sino permanecer en vela y con la mente lúcida. El elogio de la mujer ejemplar en la 1ª lectura (Proverbios) destaca la laboriosidad, el aprovechamiento de los talentos, la generosidad, la productividad, cualidades con las que esa ejemplar mujer trae felicidad, merece confianza y finalmente recompensa. El evangelio nos indica que mientras vuelve el Señor, quedamos “encargados de sus bienes”. Cada uno es diferente, pero cada uno ha recibido los talentos de acuerdo con sus capacidades. Es interesante que la palabra “talento” que se menciona originalmente en la parábola, término que designaba una medida de peso en plata, en el lenguaje corriente, por el texto de esta parábola, haya venido a significar don, capacidad, destreza particular. El señor de la parábola reconoce a quienes han sabido hacer producir el ciento por ciento de lo que habían recibido. Pero fija su atención especial en aquel que fue perezoso, mal sirviente. El mismo señor reconoce que es muy exigente y no acepta que su plata no produzca réditos. La sanción para el perezoso es perder lo que había guardado inútilmente, mientras los buenos servidores se ven recompensados con creces: al que supo producir le darán más. "Vengo presto, y conmigo mi recompensa, para dar a cada uno según sus obras. Yo soy el alfa y la omega, el primero y el último, el principio y el fin" (Ap 22,12-13). ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? Todos hemos recibido de Dios talentos, de los cuales el primero es la vida, con cada uno de sus años y sus días. Esta enseñanza nos lleva a despertar en cada persona la conciencia de su propio valor. El señor de la parábola confió en cada uno, sin excepción, y le confió, al menos, un talento. Contexto situacional: ¿Qué me sugiere la Palabra que debo decir a la comunidad en su realidad concreta? Más de una persona, en nuestra sociedad, se siente inútil y, lo que es peor, rechazada: “sin trabajo, sin horizontes, sin salida. Se considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar.” (EG, 53) Debemos suscitar en nosotros y en los demás, el sentido del valor de nuestra vida. Cada uno ha sido, como en la parábola, mirado por el Señor y juzgado digno de confiarle una misión, de la cual se esperan rendimientos valiosos. Conscientes de ello, tenemos que animarnos a una gestión creativa y productiva de nuestros talentos. El Papa Francisco nos ha dicho que es muy grave la tendencia a la acedia o al pesimismo. Jesús en la parábola elogia la astucia de la gestión financiera de los buenos servidores. Y al otro le dice: “Debías haber puesto mi plata en el banco, para que … me la devolvieras con la ganancia”. “Nadie puede emprender una lucha si de antemano no confía plenamente en el triunfo. El que comienza sin confiar perdió de antemano la mitad de la batalla y entierra sus talentos. Aun con la dolorosa conciencia de las propias fragilidades, hay que seguir adelante sin declararse vencidos, y recordar lo que el Señor dijo a san Pablo: «Te basta mi gracia, porque mi fuerza se manifiesta en la debilidad»” (2 Co 12,9). (EG, 85) El hombre, “con su acción no sólo transforma las cosas y la sociedad, sino que se perfecciona a sí mismo. Aprende mucho, cultiva sus facultades, se supera y se trasciende. Tal superación, rectamente entendida, es más importante que las riquezas exteriores que puedan acumularse. El hombre vale más por lo que es que por lo que tiene.” (GS, 34) “Más los dones del Espíritu Santo son diversos: si a unos llama a dar testimonio manifiesto con el anhelo de la morada celestial y a mantenerlo vivo en la familia humana, a otros los llama para que se entreguen al servicio temporal de los hombres, y así preparen la materia del reino de los cielos. Pero a todos les libera, para que, con la abnegación propia y el empleo de todas las energías terrenas en pro de la vida, se proyecten hacia las realidades futuras, cuando la propia humanidad se convertirá en oblación acepta a Dios.” (GS, 38). Contexto celebrativo: ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? La participación en la liturgia de la Palabra nos da una oportunidad que no tuvieron los siervos de la parábola: un llamado en mitad del camino para que avivemos la conciencia de los tesoros que nos ha confiado el Señor y la responsabilidad que tenemos, no sólo por el temor de la rendición de cuentas ante el Señor exigente, sino por la alegría de sentirnos valiosos, útiles, importantes en la realización del Reino de Dios. En la Eucaristía presentamos al Padre, unidos a Cristo, el hoy de nuestra vida como ofrenda agradable. Convertidos de la pereza, la desidia o el pesimismo inmovilizantes, nos alimentamos con el Pan de los débiles para fortalecernos en las nuevas etapas de nuestro camino hacia la rendición definitiva de cuentas en la Jerusalén celestial. Recomendaciones prácticas: Subrayar el sentido de las palabras: fin, muerte, juicio, eternidad, resurrección. Es aconsejable utilizar el Prefacio Dominical VI: "Prenda de nuestra pascua eterna", p. 388 del Misal, que destaca el sentido escatológico de la historia. Tener presente que el próximo domingo, es la Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo.

Vie 10 Nov 2017

Para llegar a una vida plena busquemos al Señor

Búsqueda, vela, espera, son palabras que marcan hoy nuestro encuentro con la Palabra. Abramos nuestro espíritu para que la Palabra sea nuestro juez y nos lance a la conversión verdadera para saber esperar al Señor. Primera lectura: Sb 6,12-16 Salmo: Sal 63(62),2.3-4.5-6.7-8 (R. 2b) Segunda lectura: 1Ts 4,13-18 (forma larga) o 1Ts 4,13-14 (forma breve) Evangelio: Mt 25,1-13. Contexto bíblico ¿Qué dice la Sagrada Escritura? “Mi alma está sedienta de ti, Dios mío”, resonaba en la proclamación del salmo y de esa manera se convierte en instrumento eficaz para entrar en la comprensión apropiación de esta Palabra. Tanto el libro de la Sabiduría como el texto del Evangelio de Mateo nos presentan la idea de la búsqueda, de la espera y de la vigilia, como categorías existenciales de la vida cristiana. La búsqueda del Señor, como la búsqueda de la sabiduría, son el camino para un resultado que lleve a una vida en plenitud; en este camino ambos (Jesús y la sabiduría) se dejan encontrar y son esperados con vigilancia. En la tónica del final del año litúrgico, esta Palabra se convierte en lámpara para saber esperar y saber buscar. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? Apropiarse de la Palabra y dejarla resonar en el corazón implica tener un encuentro personal y comunitario con un mensaje que toca aspectos fundamentales de la existencia. Como ayuda pueden plantearse los siguientes interrogantes: ¿Me siento preparado para el encuentro con el Señor? ¿Qué cosas concretas estoy haciendo para estar en vela y preparado? ¿Con qué tipo de aceite estoy preparando mi lámpara? Contexto situacional: ¿Qué me sugiere la Palabra que debo decir a la comunidad en su realidad concreta? En medio de los afanes y circunstancias actuales, muchas veces parece que los seres humanos se creen eternos en esencia y de lo que más se huye es de la muerte y por ello, del encuentro con el Señor. Hoy es una oportunidad para insistir en la necesidad de estar preparados y dispuestos, porque en cualquier momento puede llegar el fin de nuestra vida, tal cual como nos lo han dejado ver los desastres naturales que hemos vivido en nuestro país en el último año. Contexto celebrativo: ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? Estamos en el domingo XXXII del tiempo Ordinario y ya se ha hecho explícito el mensaje escatológico y la necesidad de saldar las deudas y abrocharse los cinturones en la seriedad de la vida cristiana. La eucaristía es la Cena del Señor y en ella pregustamos la gloria, por ello debemos saber entrar en este banquete al que hemos sido invitados. Recomendaciones prácticas: Se podría proponer a los grupos pastorales que en clima de evaluación pastoral del año, presenten, junto a las intenciones y ofrendas de la Misa, los logros de este año, las personas catequizadas, las obras de bien realizadas. Para este domingo puede resaltarse en la cartelera o en un sitio especial expresiones como: “Ya llega, salgan a recibirlo”, “Busquen la sabiduría”. Puede usarse el Prefacio Dominical I: “Misterio Pascual y pueblo de Dios”, p. 383 del Misal.