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Paz

Vie 20 Ago 2021

‘Verdad Que Podemos’, el mensaje de Semana por la Paz 2021

Este 19 de agosto, el auditorio del Centro de Memoria, Paz y Reconciliación (CMPR), fue escenario de la presentación de la Semana por la Paz en su versión 34. Un evento que se realizó de manera presencial y virtual para visibilizar el esfuerzo de varias organizaciones, personas, colectivos e instituciones que trabajan en la construcción y consolidación de la paz en el país. Dando a conocer el lema de la semana ¡Verdad que podemos!, el cual demuestra que todos pueden aportar a la transformación social a través de la verdad. El encuentro contó con la participación de monseñor Darío Monsalve, arzobispo de Cali; Lucía González y Gerson Arias, Comisionada y Director para el Diálogo Social, respectivamente, de la Comisión de la Verdad; monseñor Héctor Fabio Henao, del Secretariado Nacional de Pastoral Social; Carlos Ruiz Massieu, jefe de la Misión de Verificación de las Naciones Unidas en Colombia; José Antequera, Director del CMPR. Y Luis Emil Sanabria, de Redepaz, Ángela María Jaramillo, de la Universidad Javeriana, y Fernando Sarmiento Santander, de la Redprodepaz, como miembros del comité impulsor de Semana por la Paz; entre otras organizaciones. Durante el lanzamiento, Mons. Héctor Fabio Henao expresó que la semana de la paz es un espacio importante para reflexionar y entender la importancia de la verdad, “La verdad tiene una fuerza muy grande, tiene un poder enorme porque ella es capaz de sanar y necesitamos sanar muchas heridas que tiene nuestra sociedad”. Al mismo tiempo, Mons. Henao resaltó la importancia que tiene la verdad para poder entender un por qué y para qué sucedió y de qué manera se puede superar, es fundamental tener el encuentro con la verdad para superar etapas complejas, para sanar a fondo. En el auditorio se resaltó la importancia de emprender nuevos diálogos, herramientas, negociaciones y medidas para poder materializar la paz en nuestro país. “Se debe mantener la esperanza a pesar de todos los desafíos que persisten”, fue la invitación que realizo Carlos Ruiz Massieu, representante de la Misión de Verificación de las Naciones Unidas en Colombia, donde indicó que se debe continuar con la búsqueda por la paz completa en el país, una paz que sea sostenible y duradera. Así mismo, Luis Emil Sanabria, de Redepaz señaló que la verdad necesita acciones que lleven hacia la paz. La paz necesita ser integral y la verdad posibilita llegar a ese camino, nadie puede detener la fuerza transformadora de La Paz. En la intervención, Ángela María Jaramillo, de la Universidad Javeriana, comentó la creación de una experiencia en donde a través de un juego se puede interactuar y participar de esta Semana Por La Paz. Para concluir Semana Por La Paz es una apuesta generosa llena de esfuerzos de organizaciones sociales, para continuar construyendo la paz en todos los territorios del país, evidenciando que el cambio social necesita un esfuerzo desde la verdad para empezar a deconstruir conductas que nos han alejado de la paz. Finalmente, la invitación es hacer parte de la Semana Por La Paz del próximo 05 al 12 de septiembre y recordar la importancia de la verdad para seguir encontrando el camino correcto para llevar a Colombia hacia un escenario de paz. Fuente: Of. comunicaciones del Secretariado Nacional de Pastoral Social

Mar 27 Jul 2021

Así vive Buenaventura la Jornada por la Vida y la Paz

Una vez más, la Diócesis de Buenaventura se une al clamor de sus habitantes para pedir por la paz y la reconciliación de esta región azotada por la violencia y la desigualdad. Para ello, está adelantando la Jornada en Familia por la Vida y la Paz, que se extenderá hasta el próximo viernes 30 de julio de 2021. “No podemos quedarnos callados” Con estas palabras monseñor Rubén Darío Jaramillo Montoya, obispo de esta Iglesia particular, llama la atención de los violentos para que cesen los actos contra la población que ya manifiesta su cansancio ante tanta desolación y dolor. La jornada ha dicho el prelado, “es animando a las comunidades para que oremos, nos convoquemos y coloquemos nuestra voz en contra de los violentos y en contra de esta situación que nos atormenta”. La violencia sigue azotando a la población Así mismo, monseñor Jaramillo Montoya, observa a través de un video mensaje, que la razón por la cual se convocó a esta jornada, es porque en lo corrido de estos primeros 20 días del mes de julio, son ya 24 los asesinatos que se han presentado, sigue la extorsión, los robos, las desapariciones y los secuestros. Este espacio, ha permitido llegar entre otros sitios, a siete zonas de la municipalidad donde la violencia es más fuerte, allí, la Iglesia acompañada de las principales autoridades está haciendo un recorrido para manifestar a las comunidades su cercanía. Cierre de la jornadaEl viernes, 30 de julio, culmina la jornada con una celebración interreligiosa, donde se convoca a la comunidad para que se una en oración pidiendo por la paz como esperanza de vida. Espacios de oración y reflexión Son varios los momentos que están guiando esta iniciática de la Iglesia en el pacífico. Entre ellos: En los hogares se enciende una vela, representando la luz de Cristo para pedir por sus familias y por la ciudad; jornada interreligiosa a través de las redes sociales para orar por las familias; siembra de 1.000 árboles como señal de esperanza y vida; desplazamiento a siete zonas vulnerables donde sus habitantes portarán prendas blancas, en las casas y negocios se expondrán globos blancos, como signo de paz; reflexiones y momentos culturales y lúdicos sobre la situación de violencia que enfrentan los bonaerenses; jornadas interreligiosas de oración pidiendo por todas las comunidades, las fuerzas vivas del distrito, instituciones públicas y los grupos armados. Esta jornada busca expresar su solidaridad moral con las víctimas de la violencia en estos territorios del pacífico; quiere expresar unidad a través de una alianza entre sus habitantes, mostrando las necesidades de un pueblo que sufre y que seguirá trabajando para aislar a los armados en armas; y llamar la atención de los diferentes estamentos y organizaciones internacionales de derechos humanos para que se atiendan las necesidades de un pueblo que por años ha sido marginado.

Dom 18 Jul 2021

¡No nos dejemos robar la esperanza!

En un comunicado, la Conferencia Episcopal de Colombia ha dicho que frente a los momentos de incertidumbre que vive actualmente el país, es importante no tener miedo y caminar juntos a pesar de las tormentas. "Las verdaderas soluciones no se imponen; por el contrario, nos necesitamos unos a otros, para restablecer el rumbo de la vida hacia los demás, aportando cada quien desde sus capacidades y talentos: instituciones, sociedad civil y cada persona". Advierten del dolor de patria que sienten por el sufrimiento de tantas familias, de enfermos, de aquellos que pasan hambre perdiéndolo todo, la falta de esperanza de los jóvenes a un futuro mejor y de quienes han sido violentados en sus derechos. A esta realidad, invitan "volver la mirada al Señor de la vida, a sentir el abrazo íntimo de su misericordia, y la exigencia de seguir construyendo juntos el proyecto de una nación equitativa e incluyente". Por otra parte, en su comunicado los obispos remarcan, el daño que hace seguir profundizando por los caminos del odio y la división. “El esfuerzo por superar lo que nos divide sin perder la identidad de cada uno, supone que en todos permanezca vivo un básico sentimiento de pertenencia; porque nuestra sociedad gana cuando cada persona, cada grupo social, se siente verdaderamente de casa” (Fratelli Tutti 2. 30). Finalmente, piden unirse en oración para que "Dios dé la gracia de transformar este momento de coyuntura, en historia de salvación para todos". La misiva fue firmada por monseñor Luis José Rueda Aparicio, arzobispo de Bogotá y presidente de la Conferencia Episcopal; monseñor Omar Alberto Sánchez Cubillos, arzobispo de Popayán y Vicepresidente de la Conferencia Episcopal y monseñor Luis Manuel Alí Herrera, obispo Auxiliar de Bogotá y secretario general de la Conferencia Episcopal. [icon class='fa fa-download fa-2x'] Descargar comunicado[/icon]

Vie 16 Jul 2021

Con una eucaristía se conmemora 481 aniversario de Buenaventura

En el marco de la conmemoración de los 481 aniversario de la ciudad de Buenaventura y como parte de las fiestas de su patrono San Buenaventura, el obispo de esta Jurisdicción, monseñor Rubén Darío Jaramillo Montoya, celebró este miércoles 14 de julio, una eucaristía especial en la que hizo una invitación a mirar sagradamente este territorio. “Los invito a dar hasta la última gota de sudor y de sangre si fuera necesario por este territorio. Les animo a ser transparentes en las relaciones y honestos en los negocios, a aprender a ser hermanos y no enemigos, buscando el bien, alejándonos de toda actividad ilícita, engañosa o supersticiosa”, afirmó el prelado. Observó que la actual situación por la que atraviesa esta tierra del pacífico y las nefastas noticias que alterar la tranquilidad de su pueblo, está llevando al aumento de los suicidios, al incremento de la violencia, la depresión y enfermedades físicas y mentales. Ante este panorama llamó la atención de quienes toman decisiones para que piensen más en el beneficio de favorecer a las comunidades. “Hoy quiero provocar una invitación a mirar sagradamente este territorio, a ustedes quienes tienen a su cargo la toma de decisiones para que beneficie el destino del pueblo, de empresas, de sus familias, de las organizaciones y entidades. Recuerden que el dinero de los ciudadanos, así sea solo un peso, es el pan que va a llegar a la mesa de un niño de la escuela más humilde (…) La plata del pobre es sagrada y es para los pobres, no una parte, ni una limosna, porque los recursos bien invertidos alcanzan para las necesidades fundamentales”, asintió. Recordó además como la fiesta de San Buenaventura no es solo una manifestación de alegría y fiesta, sino que tiene que ser una expresión de haber cumplido con los deberes encomendados “es el amor por una tierra que se manifiesta en hecho y no solo con palabras, es la responsabilidad de transformar una realidad donde nuestros jóvenes están pidiendo empleo, formación de calidad, deporte sano, honradez y ante todo ser escuchados como parte de la construcción de una nueva ciudadanía donde todos podamos convivir como hijos de Dios”. Finalmente, pidió la intercesión de San Buenaventura patrono de esta ciudad, para que este pueblo bonaerense se reencuentre por fin con la paz, el amor y la reconciliación. Vea también el video mensaje de monseñor Rubén Darío Jaramillo Montoya en el aniversario de los 481 años de Buenaventura.

Jue 8 Jul 2021

El perdón y la reconciliación que llevan a la paz

Por: Mons. José Libardo Garcés Monsalve - A nivel mundial, particularmente en Colombia y en nuestras fami­lias, el ser humano está pasando por una crisis de convivencia, manifes­tado esto en corazones llenos de odio y resentimiento que generan cada día más violencia y confusión al interno del grupo familiar y de la sociedad. Se escucha desde distintos enfoques que es necesario un proceso de perdón y recon­ciliación para llegar a la paz. Sin embar­go, no se llega a la tan anhelada paz, tan querida por todos, porque en la huma­nidad prevalece el uso de la fuerza y la violencia para resolver sus conflictos, al tiempo que se desea vivir en paz. Al hablar de perdón y reconciliación se está tocando un aspecto central de la fe cristiana. Muchas situaciones persona­les, familiares, sociales, etc., que se viven en conflicto, hacen necesario un proceso de perdón y reconciliación, pero no se concreta quitando a Dios del centro de la vida, de tal manera, que la virtud de la fe es definitiva cuando se quiere hablar de perdón y reconciliación y por eso es que a las comunidades cristianas en Colom­bia, hay que pedirles como primera obra en el trabajo de la reconciliación, que se encuentren para rezar. La oración es el clamor de quien no se resigna a vivir en el odio, el resentimiento, la violencia y la guerra. El perdón y la reconciliación son virtu­des cristianas que brotan de un corazón que está en gracia de Dios, nos permi­te ver la dimensión del don de Dios en nuestras vidas. Nacen estas virtudes de la reconciliación con Dios, mediante el perdón de los pecados que recibimos, cuando arrepentidos nos acercamos al sacramento de la penitencia a implo­rar la misericordia que viene del Padre y que mediante el perdón nos deja re­conciliados con Él. Estar en gracia de Dios, perdonados y reconciliados son características fundamentales de la fe cristiana. El perdón y la reconciliación son gra­cias de Dios y por eso no son fruto de un mero esfuerzo humano, sino que son dones gratuitos de Dios, a los que el cre­yente se abre, con la disposición de reci­birlos, haciéndose el cristiano testigo de la Misericordia del Padre y convirtién­dose en instrumento de la misma, frente a los hermanos. Un cora­zón en paz con Dios, que está en gracia de Dios, es capaz de transmitir este don a los demás, mediante el perdón y la reconciliación en la vi­vencia de las relaciones con los otros. No hay reconciliación y paz sin perdón, y todo tiene su origen en Dios Padre que envió a su Hijo Jesu­cristo, para que nos reconciliara con Él y efectivamente así lo hizo desde la Cruz, cuando nos otorgó su perdón y nos dejó el mandato de perdonar a los hermanos. El origen del perdón es la experiencia que Jesús tiene de lo que es la Misericor­dia infinita del Padre y por eso desde la Cruz lanza esa petición de perdón para toda la humanidad pecadora y necesita­da de reconciliación: “Padre, perdóna­les porque no saben lo que hacen” (Lc 23, 34). Es por esto que ninguna ley civil y nin­gún poder humano podrá obligar a nadie a conceder y pedir el perdón. Solo la ley moral lo hace porque tiene su funda­mento en Dios mismo que siembra en nosotros la semilla del perdón y la re­conciliación, en el perdón que Él mismo nos ofrece, del cual somos testigos y por gracia de Dios y desde la fe, somos instrumentos de la misericordia del Padre. Para los creyentes la reconciliación con Dios es condición básica y necesaria para la reconciliación humana. Hemos de estar reconciliados con Dios si que­remos vivir reconciliados entre los seres humanos, así lo decimos en la oración del Padre Nuestro: “Perdónanos nues­tras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden” (Mt 6, 12). Como cristianos creemos que el agente principal del perdón y la reconciliación es Dios. Orar por el per­dón y la reconciliación es mostrar que estamos convencidos que esto no es una lucha humana, sino un don de Dios. Esto, no declina nuestra dedicación activa por vivir perdona­dos y reconciliados, sino que nos dispone abrien­do el corazón a esta gracia de Dios. La oración estimula nuestra actividad y creatividad en trabajar por un mundo y una Colombia perdonada y reconcilia­da. Siempre en el mundo los grandes ar­tífices y trabajadores de la paz han sido personas de oración ferviente al Señor, pidiendo constantemente el perdón y la reconciliación que nos lleva a la verda­dera paz. Con Dios al centro de la vida y vivien­do en su gracia y en oración fervien­te, un instrumento fundamental en el proceso del perdón y la reconciliación es el diálogo, tan añorado en estos tiempos de violencia y dificultad en nuestra patria, válido para resolver conflictos familiares, vecinales, socia­les, políticos, etc. El diálogo ha evitado muchos enfrentamientos violentos a lo largo de la historia, en todos los sectores sociales. Dialogar implica escuchar de verdad las razones del adversario y estar dispuestos a modificar nuestra posición. Con la gracia de Dios en el corazón, el diálogo que lleva al perdón y la recon­ciliación se busca como un beneficio para el otro, sin Dios al centro se bus­ca el perdón y la reconciliación como un beneficio egoísta para sí mismo. La paz que nos trae el Señor, no como la que da el mundo sino Dios, implica una búsqueda continua del bien del otro, que lleva finalmente a trabajar de manera incansable por el bien común. Esto es un aprendizaje que se hace desde la fe, dejándonos educar por Dios mismo, que quiere que seamos sus hijos y entre no­sotros verdaderos hermanos. Aparecida expresó esta verdad diciendo: “Es necesario educar y favorecer en nuestros pueblos todos los gestos, obras y caminos de reconciliación y amistad social, de cooperación e integración. La comunión alcanzada en la sangre recon­ciliadora de Cristo nos da fuerza para ser constructores de puentes, anunciadores de verdad, bálsamo para las heridas. La reconciliación está en el corazón de la vida cristiana. Es iniciativa propia de Dios en busca de nuestra amistad, que comporta consigo la necesaria reconci­liación con el hermano. Se trata de una reconciliación que necesitamos en los diversos ámbitos, en todos y entre todos los países. Esta reconciliación fraterna presupone la reconciliación con Dios, fuente única de gracia y de perdón, que alcanza su expresión y realización en el sacramento de la penitencia que Dios nos regala a través de la Iglesia” (DA 535). Que Nuestro Señor Jesucristo, por in­tercesión de la Santísima Virgen María y del glorioso Patriarca san José, nos concedan la gracia de vivir en Colombia perdonados, reconciliados y en paz. En unión de oraciones, reciban mi bendición. + José Libardo Garcés Monsalve Obispo de la Diócesis Málaga Soatá y Administrador Apostólico de la Diócesis de Cúcuta

Vie 11 Jun 2021

Presidente CEC: “Del corazón nuevo nacerán nuevos sistemas, nuevas instituciones…”

Este viernes, 11 de junio, en una ceremonia eucarística presidida por monseñor Óscar Urbina Ortega, arzobispo de Villavicencio y presidente del episcopado colombiano, se consagró una vez más las familias católicas y la nación al Sagrado Corazón de Jesús. La solemne celebración, transmitida en directo por los canales RCN, Caracol, Cristovisión, Teleamiga y Tele Vid, tuvo lugar en la Catedral Primada de Colombia, en Bogotá, con presencia de fieles y atendiendo los protocolos de bioseguridad. Concelebraron con monseñor Urbina: el cardenal Rubén Salazar; el nuncio apostólico del papa Francisco en Colombia, monseñor Luis Mariano Montemayor; los arzobispos Luis José Rueda (Bogotá), Ricardo Tobón (Medellín), Omar Sánchez (Popayán) y Gabriel Villa (Tunja); los obispos Francisco Nieto (Engativá), Ramón Rolón (Montería), Juan Vicente Córdoba (Fontibón), Víctor Ochoa (Obispado Castrense); los obispos auxiliares de Bogotá: Luis Manuel Alí, Pedro Salamanca y Germán Medina (electo). También concelebraron sacerdotes de la Nunciatura Apostólica, de la Conferencia Episcopal de Colombia, y los vicarios episcopales y otros sacerdotes de la Arquidiócesis de Bogotá. Mensaje del presidente de la CEC Durante su homilía, monseñor Urbina afirmó que con el corazón de Cristo se busca llegar a todos los rincones de la geografía colombiana, buscando ser un espacio de protección para la vida y haciendo sensibles los grandes valores de la bondad, la verdad, la fraternidad, la justicia y la reconciliación que brota de la persona. “Mirando el corazón maravilloso de Dios, todos tenemos un camino para ser constructores de Colombia consagrada al Corazón de Cristo (…) Del corazón nuevo nacerán nuevos sistemas, nuevas instituciones, nuevos caminos. Un corazón nuevo garantiza una visión nueva, libertad profunda, sentido de la justicia y el respeto de los derechos humanos, la solidaridad con los más desprotegidos y descartados, y la confianza que brota de reconocernos hermanos y hermanas”. Aportes a un desarrollo integral El prelado mencionó que todos somos responsables de aportar a un desarrollo integral sostenible, para ello, dijo, “aunque no es un camino fácil, ni existe una fórmula mágica”, es importante superar los conflictos, las divisiones, las violencias, las injusticias y las inequidades. “Todos somos responsables de esa inmensa tarea, los dirigentes del país, las diversas organizaciones, la educación en sus diversas etapas, que no debe ser una educación para un país ideal sino real. Nosotros los creyentes que participamos de los diversos espacios de la vida familiar, cultural, social, económica y política siendo fermento de paz (...)Solo un corazón nuevo a imagen del Corazón de Cristo, lleno de amor y misericordia, nos comprometerá con toda nuestra fuerza en la construcción fraterna de una nación nueva y en paz”. Estamos llamados a ser artesanos de la paz El prelado recordó que la paz procede de Dios y es un llamado que él hace para que todos seamos artesanos de la paz. Advirtiendo que esta responsabilidad recae en la familia “como espacio insustituible para aprender el abecedario de la paz”; en la escuela, “que tiene la tarea de ayudar a formar el corazón”, y en la sociedad en “sus diversas expresiones sociales, culturales, comunicacionales, económicas y políticas”. “La paz, entonces, queridas y queridos colombianos, es una tarea confiada a nosotros como personas y estará siempre en construcción, es frágil, difícil, por ello todos la buscamos, todos estamos invitados a generar una mentalidad pública, una conciencia de todos que la haga deseable y posible (…) El Señor no dejará de escuchar, entonces, como nos lo dice el grito de hijas e hijos: ‘Señor dadnos la paz, Señor dadnos tu paz’. Renovar este año 2021 la Consagración al amor de Cristo simbolizado en su Corazón, es y queremos que siga siendo un signo de esperanza”. Los niños, jóvenes y adolescentes están en el corazón de Dios Al referirse a este público, monseñor Urbina observó que el futuro de la sociedad depende de las opciones audaces y fundamentales que se tomen con los niños, jóvenes y adolescentes. Advirtió que ellos serán los responsables de la familia y la vida de la nación en un mañana. “Hoy precisamente los vemos deseosos de colaborar para sanar nuestra sociedad herida y débil. Ellos aportarán soluciones nuevas a los problemas viejos. Si ellos abren espacios en su corazón a Dios no serán más instrumentos de división, de guerra y de violencia (…) Los valores que les ayudemos a descubrir y a cultivar acompañarán sus decisiones que afectan no solo su vida personal, sino las políticas y estrategias necesarias para construir la vida social agobiada y doliente de nuestra sociedad”. Afirmó que el mundo de justicia y paz que se añora construir con los jóvenes, no puede “ser creado solo con palabras, ni impuesto por fuerzas externas”, y, agregó: “debe ser fruto del trabajo de todos, que implica ejercerlo con respeto profundo a la dignidad de cada persona y el rescate de la cultura del encuentro”. Significativa participación de los jóvenes Finalizada su homilía, monseñor Urbina introdujo la renovación de la consagración del país y de las familias católicas, recordando que: “El 22 de junio de 1902, al superar la Guerra de los Mil Días, se consagró por primera vez la República de Colombia al Sagrado Corazón de Jesús. Desde aquel día ha venido creciendo en el pueblo colombiano la confianza en el auxilio inefable de Nuestro Señor Jesucristo”. Fue un momento conmovedor, pues catorce jóvenes, representando cada uno a una provincia eclesiástica del país, oraron al Sagrado Corazón de Jesús. Ante este signo el arzobispo Óscar dijo: “A ti, Sagrado Corazón, inflamado en el Amor que nos salva, dirigimos hoy, en la voz de los jóvenes, nuestra súplica incesante y confiada en nombre de todas las comunidades eclesiales de la Nación”. Compartimos estas oraciones para que no cesen las plegarias por la paz, la reconciliación, la justicia y la paz, en Colombia. Oh, Sangre Preciosa de Jesús, lava el pecado social de nuestro pueblo. La Provincia eclesiástica de Bogotá, conformada por la arquidiócesis de Bogotá; las diócesis de Zipaquirá, Facatativá, Girardot, Soacha, Fontibón y Engativá; el obispado castrense de Colombia y el Exarcado Maronita en Colombia, necesitan de ti, para poder ser en medio del egoísmo, la violencia y la corrupción, testimonio de fraternidad y de compromiso social honesto y solidario. Oh, Cristo, siervo doliente del Señor, compadécete del pueblo que a ti clama. La Provincia eclesiástica de Cartagena, conformada por la arquidiócesis de Cartagena; las diócesis de Magangué, Montelíbano, Montería y Sincelejo, y el vicariato apostólico de San Andrés y Providencia, confían en tu mediación ante el Padre eterno; que tus padecimientos por nuestros pecados nos consigan comunidades comprometidas con los más pobres y desfavorecidos, para que los colombianos podamos escribir juntos historias de amor y perdón que nos hablen de vida y esperanza. Santo Corazón de Cristo, atravesado de dolor, confiamos a ti el sufrimiento de nuestro pueblo. La Provincia eclesiástica de Popayán, conformada por la arquidiócesis de Popayán; las diócesis de Ipiales, Pasto y Tumaco; y los vicariatos apostólicos de Guapi y Tierradentro, unen sus padecimientos a los tuyos en la cruz; que tu dolorosa pasión transforme nuestra indiferencia ante el hermano que sufre y nos conceda ser artesanos de paz. Ardorosa llama del Corazón de Cristo, inflama en tu amor al pueblo colombiano. La Provincia eclesiástica de Medellín, conformada por la arquidiócesis de Medellín y las diócesis de Caldas, Girardota, Jericó y Sonsón–Rionegro, buscan amarse unos a otros como tú nos has amado; infunde tu amor divino en nuestros corazones haciéndonos misericordiosos como tú eres misericordioso, para que en nuestra patria “el amor y la verdad se encuentren, la justicia y la paz se abracen” Sagrado Corazón coronado de espinas, ten misericordia de este tu pueblo. La Provincia eclesiástica de Manizales, conformada por la arquidiócesis de Manizales y las diócesis de Armenia, La Dorada–Guaduas y Pereira, buscan tu amparo y protección; recompensa con tu copiosa bendición a todos aquellos que trabajan por la paz y la concordia, para que podamos mirar y caminar juntos hacia adelante con fe, valentía y esperanza. Corazón divino traspasado por la lanza, surtidor de los santos sacramentos para nuestro pueblo. La Provincia eclesiástica de Nueva Pamplona, conformada por la arquidiócesis de Nueva Pamplona y las diócesis de Arauca, Cúcuta, Ocaña y Tibú, queremos recibirte siempre en tu Cuerpo y en tu Sangre preciosos y, así, ser testigos de tu amor en medio de un pueblo que clama salvación y justicia, para romper, desde el perdón y la reconciliación concreta, el ciclo de violencia que ha imperado en nuestra patria. Oh, Santas Llagas de Cristo, acoge a nuestro pueblo que sufre. La Provincia eclesiástica de Tunja, conformada por la arquidiócesis de Tunja; las diócesis de Chiquinquirá, Duitama–Sogamoso, Garagoa y Yopal, y el vicariato apostólico de Trinidad, necesitan de tu amparo y protección; haz que todos los esfuerzos por promover la reconciliación, la justicia y la paz, se vean recompensados con prosperidad y armonía social. Abismo insondable de misericordia, el pueblo colombiano clama justicia y verdad. La Provincia eclesiástica de Cali, conformada por la arquidiócesis de Cali y las diócesis de Buenaventura, Buga, Cartago y Palmira, suplican tu amparo; concede a tu pueblo que ha sufrido los embates de la corrupción y la violencia, verse transformado por la verdadera reparación y sanación de las heridas del alma y del cuerpo, para que, junto a ti, Señor, aprendamos la fuerza del perdón y la grandeza del amor. Oh, Cristo, coronado de espinas, el pueblo colombiano consagrado a ti se siente atormentado por la enfermedad y la despreocupación social. La Provincia eclesiástica de Barranquilla, conformada por la arquidiócesis de Barranquilla y las diócesis de El Banco, Riohacha, Santa Marta y Valledupar, suplican a tu bondad que el dolor de tu agonía en la cruz nos valga la salud de cuerpo y alma, y nos enseñe a transformar el dolor en fuente de vida y resurrección. Santo Corazón de perfecta fidelidad, este, tu pueblo, tropieza y se quiere levantar. La Provincia eclesiástica de Bucaramanga, conformada por la arquidiócesis de Bucaramanga y las diócesis de Barrancabermeja, Málaga–Soatá, Socorro y San Gil y Vélez, confiamos en ti, que eres eternamente fiel y nos sostendrás con tu poderoso brazo ante nuestra fragilidad y pobreza, para descubrir que sólo el amor libera y construye. Sagrado vaso de inefable perfección, apiádate del pueblo colombiano que se rinde en el error de los afanes del mundo. La Provincia eclesiástica de Ibagué, conformada por la arquidiócesis de Ibagué y las diócesis de El Espinal, Líbano–Honda, Garzón y Neiva, suplican de tu sabiduría la capacidad para construir sociedades inspiradas en la promoción de todos los ciudadanos, en la búsqueda de la igualdad y en la integración de los más débiles y vulnerables. Oh, Santo Cristo Negro de Bojayá, compadécete de nuestro pueblo colombiano que sufre bajo el peso de la violencia armada fratricida. La Provincia eclesiástica de Santa Fe de Antioquia, conformada por la arquidiócesis de Santa Fe de Antioquia y las diócesis de Apartadó, Istmina–Tadó, Quibdó y Santa Rosa de Osos, claman tu misericordia; haz que todo esfuerzo por conseguir la paz sea recompensado con comunidades comprometidas con el progreso y la justicia, y, así, “seamos tus pies para salir al encuentro del hermano necesitado, tus brazos para abrazar al que ha perdido su dignidad, y tus manos para bendecir y consolar al que llora en soledad”. Oh, Sagrado Corazón de Jesús, acepta nuestra súplica ferviente, confiamos en tu protección y amparo. La Provincia eclesiástica de Villavicencio, conformada por la arquidiócesis de Villavicencio; las diócesis de Granada y San José del Guaviare, y los vicariatos apostólicos de Puerto Carreño y Puerto Gaitán, necesitan convertirse a ti para comprometerse con la justicia social y el bien común, logrando así construir juntos el futuro y crecer en esperanza. Eterno amor de Cristo, delicia de todos los santos, nuestro país clama por nuevos santos, héroes en las virtudes. La Provincia eclesiástica de Florencia, conformada por la arquidiócesis de Florencia; las diócesis de Mocoa–Sibundoy y San Vicente del Caguán; y los vicariatos apostólicos de Inírida, Leticia, Mitú y Puerto Leguízamo – Solano, te ruegan por nuevas vocaciones a la vida sacerdotal y religiosa; nuestro país urge de santos misioneros que permanezcan en Cristo para vivir en alegría y dar testimonio de un amor que atraiga a todos hacia ti. VIDEO: Arquidiócesis de Bogotá

Mar 8 Jun 2021

Transmisión por televisión de la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús

La Conferencia Episcopal de Colombia (CEC) invita a los fieles católicos de todo el país a participar en la eucaristía de la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, este viernes 11 de junio, a las 11:00 a.m., en la Catedral Primada de Colombia. En esta celebración eucarística, transmitida por televisión gracias a la alianza de los canales: RCN, Caracol, Cristovisión, Teleamiga y Tele Vid, se hará la renovación de la consagración del país y de los hogares católicos al Sagrado Corazón de Jesús, expresando así el anhelo fervoroso de la Iglesia Católica por la unidad, la paz y la reconciliación de Colombia. Los prelados que hasta ahora han confirmado su participación presencial son: el cardenal Rubén Salazar; monseñor Luis Marino Montemayor, nuncio de Su Santidad en nuestro país; monseñor Luis José Rueda Aparicio, arzobispo de Bogotá y primado de Colombia; monseñor Óscar Urbina, arzobispo de Villavicencio y presidente de la CEC; monseñor Ricardo Tobón, arzobispo de Medellín y vicepresidente de la CEC; monseñor Gabriel Villa, arzobispo de Tunja; monseñor Víctor Ochoa, obispo castrense; monseñor Elkin Álvarez, obispo de Santa Rosa de Osos y secretario general del episcopado; y los obispos auxiliares de Bogotá, monseñor Luis Manuel Alí y monseñor Pedro Salamanca. Así, los arzobispos y obispos, junto con los sacerdotes y religiosos asistentes, serán los encargados de consagrar las familias, las comunidades parroquiales y la nación al Sagrado Corazón de Jesús, pidiendo, además, por el fin de la pandemia y la salud del pueblo colombiano. Transmisión por televisión y otros medios A la alianza de canales ya descrita, se unirán también los medios de comunicación tradicionales y digitales de las jurisdicciones eclesiásticas del país (arquidiócesis, diócesis y vicariatos apostólicos), así como de comunidades religiosas, de movimientos apostólicos y de otros organismos de la Iglesia. Historia de la Consagración A finales de 1899 estalló la Guerra de los Mil Días en nuestro país. Los datos históricos reseñan más de cien mil colombianos muertos, en una época en la que Colombia tenía, aproximadamente, cuatro millones de habitantes. Las confrontaciones, que se extendieron hasta finales de 1902, causaron significativos detrimentos económicos y sociales. Por iniciativa del arzobispo de Bogotá, monseñor Bernardo Herrera Restrepo, la Iglesia Católica pidió al entonces Jefe de Estado, José Manuel Marroquín, acudir al Sagrado Corazón de Jesús como forma de unir a los colombianos. Surgió, entonces, la idea de consagrar la República al Sagrado Corazón de Jesús y edificar un templo, que se plasmó en la iglesia del Voto Nacional, situado en el centro de la capital colombiana. Fue así como la consagración se realizó el 22 de junio de 1902 y, ese mismo día, se puso la primera piedra para el templo. Cinco meses más tarde, el 21 de noviembre de 1902, se firmó el Tratado de Wisconsin con el que se dio por terminada la Guerra de los Mil Días. Aunque por la Ley 1ª de 1952 se ordenó la renovación anual de la consagración, encabezada por el Jefe de Estado, la Constitución Nacional promulgada en 1991 estableció el carácter pluralista del Estado colombiano. Más tarde, la Corte Constitucional declaró inexequible aquella norma. Independientemente de esta norma legislativa, es tradicional que la Iglesia Católica, cada año, celebre esta solemnidad y renueve la consagración de las familias y la nación al Sagrado Corazón de Jesús.

Mar 8 Jun 2021

Solidario mensaje de la REPAM al pueblo colombiano

A través de una carta, las directivas de la Red Eclesial Panamazónica (REPAM), al expresar su solidaridad y cercanía al pueblo colombiano, frente a la dolorosa realidad de violencia que vive actualmente, hace una invitación para que se abra un “diálogo honesto, abierto, justo y permanente”, que lleve a la pacificación del país. "Eso implica la voluntad de una escucha atenta que, reconociendo las diferencias, construya nuevos caminos para reconstruir la democracia, fundamento de la coexistencia pacífica de la nación (...) Al solidarizarnos con las formas pacíficas de protesta, instamos a confiar en el camino del diálogo y pedimos que las expresiones ciudadanas sean respetadas y defendidas". En el mensaje, que fue suscrito por el cardenal Pedro Barreto Jimeno, arzobispo de Huancayo (Perú) y presidente de la REPAM, y monseñor Rafael Cob García, obispo de Puyo (Ecuador) y vicepresidente de la REPAM, observan que “la protesta social tampoco justifica actos de violencia de algunos manifestantes denominados “vándalos”, que deslegitiman y desprestigian las reivindicaciones justas de los que se movilizan pacíficamente. No quisiéramos, de ninguna manera, que los estallidos actuales lleven al país a un abismo de violencia que no sea posible de detener". Advierten que la situación en Colombia, al igual que en otros países de la región, ha sido el resultado del descontento de las muchas demandas no satisfechas y de las promesas no cumplidas. "Creemos que, en Colombia, igual que en otros países de la región, la democracia se encuentra en peligro y su futuro está en juego". Finalmente, como Red Eclesial Panamazónica - REPAM, ofrecen sus oficios para acompañar "estos procesos de búsqueda del pueblo colombiano con miras a una auténtica paz y justicia social, esperando que todos y todas podamos ser signos de esperanza en la construcción de una verdadera fraternidad". [icon class='fa fa-download fa-2x'] Descargar carta[/icon]