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Perdónales porque no saben lo que hacen
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DOMINGO DE RAMOS - EN LA PASIÓN DEL SEÑOR
Abril 13 de 2025
En la Pasión del Señor: Lucas 19,28-40
Primera Lectura: Isaías 50,4-7
Salmo: 22(21),8-9.17-18a.19-20.23-24 (R. 2a)
Segunda Lectura: Filipenses: 2,6-11 Evangelio: Lucas 22,14 - 23,56
I. Orientaciones para la Predicación
Introducción
El domingo de Ramos es el pórtico que nos otorga la liturgia para la actualización del misterio de la redención humana: en la pasión muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Propongo tres líneas temáticas para la reflexión de la liturgia de la palabra en este domingo:
• La entrada de Jesús a la ciudad santa genera un cambio que pervive hasta hoy.
• El Mesianismo de Jesucristo se traza desde la perspectiva del servicio, del sacrificio de la donación.
• La humildad del Señor no es un gesto externo, epidérmico, sino una opción radical de amor que lleva la Divinidad al abajamiento en el misterio sublime de la encarnación.
1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura?
Los relatos de la pasión de Jesús nos resultan familiares desde la etapa de nuestra infancia. Sin embargo, en estos días de la Semana Santa adquieren una relevancia singular.
En la celebración eucarística del Domingo de Ramos en la Pasión del Señor de este año 2025 leemos el texto de la pasión de Jesús según San Lucas. La narración coincide esencialmente con lo transmitido por los otros dos evangelios sinópticos, pero contiene algunos pasajes propios que presento en el siguiente decálogo:
1. San Lucas nos transmite un relato de la institución de la eucaristía (Lc 22, 15) que guarda mucho parecido con el que San Pablo escribía a los fieles de la comunidad de Corinto (1 Cor 11, 23-25). Es evidente que la fuente debe de ser la misma, hay gran afinidad entre el enfoque Lucano y Paulino.
2. Es sugestiva la predicción de las negaciones de Simón Pedro (Lc 22, 31-34) en la proximidad de la pasión (Lc 22, 35-38). Lucas es el único en anotar que, tras las negaciones del apóstol, el Señor se volvió y dirigió una mirada a Pedro (Lc 22, 61). Es un detalle que concuerda bien con el estilo Lucano de la gracia y la compasión.
3. En el escenario del huerto de Getsemaní, Lucas recuerda la presencia de un ángel, al tiempo que constata el sudor de sangre de Jesús (Lc 22, 43-44). Es el único que transmite las palabras que Jesús dirige a Judas: “¿Con un beso entregas al hijo del hombre?” (Lc 22, 48) y también su comentario ante los que llegan a detenerlo: “Ésta es su hora y el poder de las tinieblas” (Lc 22,5 3), sin hacer referencia al cumplimiento de las Escrituras.
4. En el proceso judicial de Jesús, las autoridades judías lo acusan ante Pilato, diciendo: “Hemos encontrado a este agitando a nuestro pueblo e impidiendo dar tributos al César y diciendo que él es el Cristo rey” (Lc 23,2). Se nos indican los motivos por los que había sido detenido Barrabás (Lc 23,19.24). Se insiste por tres veces en que Pilato no encuentra en Jesús una causa de muerte (Lc 23,20-22; 23,15; 23,4). Tampoco Herodes encuentra culpable a Jesús (Lc 23,6-12). Y curiosamente, Lucas omite las burlas a las que lo someten los soldados en el pretorio. Es como si el evangelista tratara de suavizar la responsabilidad y la culpa de los protagonistas de la pasión tendiendo un velo de comprensión, propio de la misericordia de este evangelio.
5. Este evangelio, que había presentado a un grupo de mujeres entre los discípulos de Jesús en Galilea (Lc 8,1-3), es el único que describe, y con generosidad, el encuentro de Jesús con las mujeres de Jerusalén que lloran al verlo caminar cargado con la cruz camino del Calvario (Lc 23,26-32).
6. El evangelio de San Lucas recoge la blasfemia de uno de los ladrones, condenado y ajusticiado junto a Jesús. Es el único que recoge también la súplica que le dirige el otro ladrón, así como la respuesta acogedora de Jesús que le promete su compañía inmediata en el paraíso (Lc 23,39-43).
7. Este mismo evangelio, que tanta importancia ha concedido a la oración filial de Jesús, es el único que incluye su intercesión por los que lo condenan y escarnecen: “Padre, perdónales, pues no saben lo que hacen” (Lc 23,34). Nos ofrece también su oración final: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23,46).
8. La pasión de San Lucas no sólo se recogen las palabras del centurión, asombrado ante la figura de aquel hombre “justo”, sino también la reacción de la gente que ha asistido a la muerte de Jesús: “Toda la gente que estaba presente a este espectáculo, al observar las cosas que sucedían, se volvió golpeándose el pecho” (Lc 23,48).
9. De José de Arimatea San Lucas no menciona que fuera un discípulo rico -como subraya Mateo (Mt 27,57)- sino que era un hombre bueno que no había estado de acuerdo con la decisión del Consejo de los judíos (Lc 23,50-51). Así pues, Jesús que había sido recibido de niño por un hombre “justo” como Simeón (Lc 2,25), recibe, ya muerto, el cuidado de otro hombre justo.
10. Respecto a las mujeres que estuvieron al pie de la cruz, Lucas las reconoce como aquellas que habían seguido y acompañado a Jesús desde Galilea (Lc 23,55). Después de volver del Calvario, prepararon perfumes y ungüentos y según el precepto de la Ley, descansaron durante el sábado (Lc 23,56). Se insinúa que habían servido a Jesús durante su vida y lo sirven ya muerto. El seguimiento y el servicio las identifican como verdaderas discípulas del Señor.
Estos sencillos pero significativos detalles nos revelan los sentimientos humanos y el dolor de la agonía del Maestro. Se vislumbran además a través de los anteriores rasgos algunas características que recorren todo el evangelio de Lucas: la importancia de la oración y de la misericordia de Dios, la presencia de las mujeres como seguidoras del Señor y la majestad e inocencia de Jesús.
2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad?
La entrada de Jesús en Jerusalén para asumir el cierre de su ministerio mesiánico genera un giro sublime en la perspectiva de la fe. El pueblo judío esperaba la entrada procesional de la torah para rendirle el respectivo homenaje, pero irrumpe Jesús en medio de la ciudad montado en un asno, imagen que con toda seguridad evocaba en el pueblo los momentos de paz. El caballo es la cabalgadura dispuesta para las batallas, el asno se utilizaba cuando se quería manifestar a un rey que proponía la paz o la percibía en el entorno. La entrada de Jesucristo en el asno reavivaba el cumplimiento de las promesas mesiánica (Zac 9,9) y colmaba de esperanza el corazón del pueblo de Dios.
La propuesta mesiánica de Jesús es diversa, llena de amor, de comprensión de bondad, de cercanía especialmente con los más vulnerables, esto impacto profundamente un sector del pueblo que explotó en alegría y acogieron a Jesús con ¡vivas! y cánticos de júbilo. Cuando Jesús entró en Jerusalén la ciudad cambió y este cambio fue definitivo o es recordado y actualizado es misterio del ingreso victorioso del Señor. Cuando Jesús entra en nuestra vida y halla acogida nuestra vida cambia.
Ingresa el Señor a la ciudad santa encarnando la figura el siervo sufriente descrito por Isaías en la primera lectura, no hace una aparición imponente, cargada de artilugios, sino todo lo contrario, silencioso consciente del enorme sacrificio que implica la salvación, y con una propuesta que rompe las lógicas de este mundo donde vence el más fuerte, el más poderoso, el que más se muestre, el enfoque de Cristo es paradójico se vence desde la pequeñez, desde la bondad desde le compromiso serio y profundo de amor.
Finalmente, la auténtica humildad de Jesucristo se percibe en la segunda lectura con el himno del abajamiento, siendo Dios asume la condición de siervo. Es la ruptura de la soberbia inicial del hombre siendo creatura queríamos ser dioses la perspectiva de Cristo es otra. Muchos podrán quedarse reflexionando sobre la humildad de Jesús solo por la cabalgadura que utiliza “un asno”, sería reducir la humildad a algo meramente externo, la actitud de la decisión libre, amorosa, y comprometida de la segunda persona de la Santísima Trinidad al encarnarse, despojándose nos muestra que la humildad viene desde dentro, de las entrañas sublimes del misterio de Dios. Iniciar la semana santa implica despojo, vaciamiento de todo aquello que acumulamos y que definitivamente no viene del Señor y por el contrario abrirnos para tener en el alma los mismos sentimientos de Cristo.
3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo?
Padre Santo, te damos gracias por el testimonio de no-violencia dado y enseñado por tus profetas y, sobre todo, por tu Hijo Jesús. Te rogamos que vengas en nuestra ayuda, despierta en nosotros cada mañana el deseo de escuchar tu Palabra, enséñanos con tu Espíritu de paciencia. Que sepamos reconfortar a aquellos que no pueden sufrir más.
Cristo Jesús, te adoramos y bendecimos: Tú, que eres de condición divina, te despojaste de ella y te hiciste servidor de todos. Padre, te glorificamos, porque a tu Hijo humillado hasta el extremo por la humanidad, lo elevaste por encima de todo. Te pedimos por nuestra humanidad que continúa sufriendo y haciendo sufrir: levántala y cúrala por tu Espíritu de resurrección. Que el descenso de Dios contribuya al ascenso de lo humano.
Jesús, Hijo de Dios vivo, te bendecimos por esta revelación admirable que has hecho en el ladrón arrepentido, y por la cual fortaleces nuestra esperanza: “hoy mismo estarás conmigo en el paraíso”. En nombre de todos nuestros hermanos triturados por el dolor y por la infelicidad, te pedimos: “En tu Reino, acuérdate de nosotros, Señor.
II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles
Monición introductoria de la Misa
Hermanos, hemos sido congregados como comunidad de fe para iniciar la celebración de la Semana Santa recordando aquella entrada de Jesús a Jerusalén. Hoy, nosotros aclamaremos a Cristo, nuestro Rey y Redentor, igual que los hebreos, con palmas y ramos, símbolo de vida y de victoria; que nuestra alabanza sea una profesión de fe y un compromiso para seguir al Señor en su camino hacia la cruz a través de ella hacia el triunfo definitivo.
Monición a la Liturgia de la Palabra
La palabra de Dios contribuye de manera eficaz a la actualización del misterio salvífico, dispongamos el oído y el corazón para acoger el mensaje sagrado que será proclamado, que la voz de Dios se haga fecunda en nuestra realidad cotidiana.
Oración Universal o de los Fieles
Presidente: Adoremos a Cristo, que, al entrar en Jerusalén, fue aclamado por las multitudes como rey y mesías; acojámosle también nosotros con gozo, diciendo:
R. Por tu pasión, escúchanos Señor.
1. Padre Santo Tú que has hecho subir a Jesucristo a Jerusalén para sufrir la pasión y entrar así en la gloria, fortalece al papa Francisco a los obispos y conduce a tu Iglesia a la Pascua eterna.
2. Señor Tú que has querido salvarnos desde una propuesta de humildad y amor extremo, ayuda a nuestros gobernantes a involucrarse en el dolor del pueblo y así actuar con pertinencia.
3. Salvador nuestro, que viniste a salvar a los pecadores, conduce a tu reino a los que en ti creen, esperan y te aman.
4. Padre de bondad te pedimos por todos nosotros que iniciamos la celebración de semana santa que estos días de gracia contribuyan a la solidez de nuestra fe y nuestra conversión permanente.
Oración conclusiva
Padre, pon en nuestra alma sentimientos de misericordia para recorrer, cada uno, el camino de nuestra salvación. Por Jesucristo Nuestro Señor.
R. Amén.
Vie 28 Nov 2025
Estén también ustedes preparados, porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que menos esperan
PRIMER DOMINGO DE ADVIENTONoviembre 30 de 2025Primera lectura: Is 2, 1-5Salmo: Sal 122 (121), 1bc-2. 4-5. 6-7. 8-9 (R. cf. 1bc)Segunda lectura: Rm 13, 11-14aEvangelio: Mt 24, 37-44I.ORIENTACIONES PARA LA PREDICACIÓNIntroducciónHoy comenzamos un nuevo año litúrgico. Así como hay que atravesar una puerta para entrar a una casa y acceder a sus espacios, el Adviento es la puerta de entrada para vivir con mayor profundidad el misterio de los tiempos litúrgicos.El Señor, en su infinita misericordia, nos ilumina con sus promesas en este tiempo de Adviento, promesas que se asemejan a faros encendidos en medio de la oscuridad, iluminando el sendero que recorremos como hijos suyos. Caminar a la luz de Yahvé y revestirnos de la luz de Cristo implica una transformación que solo puede darse bajo la guía del Espíritu Santo.La vigilancia, actitud propia de este tiempo litúrgico y de nuestro caminar por la vida, nos interpela y nos invita a confrontar nuestra vida a la luz del Espíritu. Se nos llama a no ceder terreno a los “ladrones” que, al acecho, buscan el descuido para irrumpir y arrebatarnos lo más valioso.1.Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura?La primera lectura, tomada del profeta Isaías, nos permite contemplar la casa de Yahvé, que se eleva por encima de los montes para enseñar el camino justo a quienes se acercan a ella. Es figura de Aquel que fue exaltado y se llamó a sí mismo la Palabra.Las palabras del profeta resuenan con fuerza y esperanza inextinguible: “una nación no levantará la espada contra otra, y no se adiestrarán más para la guerra”. Estas palabras se hacen actuales en la oración de quienes claman cada día por la paz.Desde la antigüedad, el Señor nos ofrece la promesa de un mundo sin guerras ni enemistades. Pero para que esa promesa se cumpla, nos da una clave: caminar a la luz del Señor, reconocer los signos de luz en nuestras vidas y en las de los demás.Pablo, por su parte, describe al ser humano como adormecido, incapaz de comprender el tiempo que está viviendo. Por eso exclama con urgencia: “¡Es hora de despertar!” No mañana ni más adelante. ¡Ahora!Estamos llamados a hacer visibles las obras de la luz, obras que se convertirán en guía para otros que aún viven en la oscuridad de sus deseos y egoísmos.El evangelio nos presenta dos imágenes que nos invitan a vivir en vigilancia. La primera recuerda los tiempos de Noé, cuando muchos, despreocupados, no percibieron la inminencia del diluvio. No darse cuenta es como vivir ciegos, dormidos o indiferentes.La segunda imagen es la del dueño de casa, que ignora cuándo llegará el ladrón. Si lo supiera, estaría preparado. Jesús nos invita a estar atentos, porque todo acontecerá cuando menos lo esperemos.2.Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad?Cada nuevo año litúrgico inicia con un Adviento siempre actual y lleno de esperanza para el cristiano. Es un tiempo que nos invita a profundizar en el misterio de Cristo, a acercarnos más, a mirar con mayor claridad y a vivir con mayor vigilancia.El Adviento nos llama a recorrer senderos: algunos por primera vez, otros de manera más profunda y definitiva. Todos, sin embargo, caminos de paz, unidad, esperanza y perdón. Esta travesía hacia la casa del Señor implica una transformación personal.La luz de Cristo nos seduce y configura, y aquello que en nosotros era causa de división –con Dios, con los otros o con nosotros mismos– se transforma por la gracia del Espíritu en comunión, en verdad y en vida nueva.¿Cuántas guerras, no solo políticas, nos pide hoy el Señor que desarmemos? ¿Cuántas armas hemos usado para atacar o defendernos que hoy debemos dejar?Despojarnos de aquello que nos hiere y daña es signo auténtico de Adviento. Por eso, una señal de que vivimos este tiempo con autenticidad será nuestra orientación clara hacia la construcción de la paz.San Anselmo nos exhorta así: “¡Oh hombre, lleno de miseria y debilidad! Sal un momento de tus ocupaciones habituales; ensimísmate en ti mismo, lejos del tumulto de tus pensamientos.Arroja lejos de ti tus preocupaciones agobiadoras, aparta tus trabajosas inquietudes.Busca a Dios un momento, descansa en su presencia. Entra en el santuario de tu alma y búscalo en el silencio de tu soledad.¡Oh corazón mío!, di con todas tus fuerzas: ‘Busco tu rostro, Señor; busco tu rostro’” (Proslogion, cap. I).Este tiempo que comienza nos invita a abrir nuestro corazón para comprender lo incomprensible: el misterio de un Dios hecho niño, la humildad del pesebre, el escándalo de la cruz.Solo si vivimos este tiempo alejados del ruido, de la superficialidad y de las distracciones del mundo, podremos descubrir al Señor que viene a nuestro encuentro en lo cotidiano, en quien sufre, en quien pide ayuda, en quien camina a nuestro lado.Adviento es, pues, un llamado a vivir con una espiritualidad sensible, con una fe que ve más allá de las apariencias y se prepara para el Adviento definitivo.3.Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo?“Nuestra salvación está ahora más cerca que cuando llegamos a la fe”.La vigilancia debe ser el signo distintivo del cristiano en este tiempo. Actuar a la luz de las promesas de Dios, confiar en su misericordia, ser constructores de paz y permitir que Cristo se transfigure en nosotros es señal de que caminamos hacia su casa.La esperanza de la salvación definitiva ilumina nuestro camino. Nuestra oración, confiada en las promesas de Dios, y nuestro deseo sincero de revestirnos del evangelio nos animan a clamar por una paz verdadera y duradera.OraciónSeñor, al comenzar este tiempo santo, abrimos nuestros corazones para que tu luz disipe toda tiniebla, tu gracia nos transforme y sean derribadas todas las armas que han sembrado enemistad entre hermanos.Que durante estos domingos nuestra vida se configure cada vez más con la tuya; que podamos comprender el misterio de tu primera venida y estar atentos a tu venida definitiva.Que nuestra mirada permanezca fija en ti, único Dios verdadero, para que nada ni nadie tenga poder para desviar nuestro corazón de tu camino.Que en nuestras familias, todos unánimes, podamos decir:¡Ven, Señor Jesús!_______________________Recomendaciones prácticas:•Para preparar una buena homilía, los sacerdotes, además de la Lectio Divina en un contexto de oración, pueden leer los numerales 93-96 de la Introducción del Leccionario de la Misa.•Bendecir la corona de Adviento, precedida de una catequesis sobre su sentido litúrgico. Para ello, recurra al Bendicional, nn. 1235-1242.II.MONICIONES Y ORACIÓN UNIVERSAL O DE LOS FIELESMonición introductoria a la misaUna vez más, el camino de la fe nos invita a vivir con alegría el tiempo de Adviento, iniciando un nuevo año litúrgico. Es tiempo de preparar nuestra vida para el advenimiento definitivo del Señor Jesús.La vigilancia, la luz, su Palabra y sus promesas señalarán el camino que cada creyente debe recorrer para estar preparado y disponible para su encuentro definitivo con el Señor. Que esta Eucaristía nos acerque más a ese acontecimiento de esperanza.Monición a la liturgia de la PalabraLa riqueza de la Palabra en este primer domingo de Adviento nos sumerge en la grandeza de un Dios que camina con su pueblo, escucha su clamor y quiere conceder la paz a sus hijos. A la vez, nos interpela sobre nuestra actitud de vigilancia ante la inminente venida del Reino de Dios.Oración universal o de los fielesPresidente: Dios nos invita a volver a su casa y a construir senderos de paz. Confiados en su fidelidad, elevemos nuestra oración, seguros de que cumplirá sus promesas.R/. Instaura tu paz entre nosotros, Señor.1.Por el Papa León, para que su ministerio apostólico nos inspire a desarmar nuestros corazones y a vivir con la esperanza del Adviento. Oremos.2.Por la Iglesia, que se prepara para celebrar la Navidad, para que viva este tiempo con entrega profunda y permanezca vigilante ante la venida del Señor. Oremos.3.Por nuestros gobernantes, para que, dejando atrás las guerras, vuelvan su mirada hacia los más vulnerables y promuevan planes justos y solidarios. Oremos.4.Por todos los cristianos que hoy comienzan a vivir este tiempo de gracia, para que, dejando de lado el ruido y la dispersión, se revistan de Cristo y hagan visible el Reino con sus obras cotidianas. Oremos.5.Por quienes han perdido la esperanza y viven en la oscuridad, para que este Adviento, como luz resplandeciente, disipe sus tinieblas y renazca en ellos la alegría. Oremos.Oración conclusivaDios de infinita bondad, escucha las súplicas que, al comenzar este tiempo de Adviento, te dirigimos. Que tu Palabra ilumine nuestro camino y despierte nuestro corazón para vivir siempre en tu amor. Por Jesucristo, nuestro Señor.R/. Amén.
Vie 21 Nov 2025
Señor, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino
TRIGÉSIMO CUARTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIOSOLEMNIDAD NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO REY DEL UNIVERSONOVIEMBRE 23 DE 2025Primera lectura: 2S 5,1-3Salmo: 122(121),1-2.4-5 (R. cf. 1)Segunda lectura: Col 1,12-20Evangelio: Lc 23,35-43.I.Orientaciones para la PredicaciónEl Reinado de la EsperanzaIntroducción“Mientras haya vida hay esperanza” (Dum vita spes est), decía el poeta Virgilio en sus Eneidas (Liber II). El reinado de Jesucristo es sin duda, el reino de la vida y por lo mismo el reino de la esperanza permanente. El Resucitado ha vencido la muerte y, por lo tanto, la potencia de las imposibilidades, de la desesperanza. Este Domingo último del tiempo ordinario y del año litúrgico que como Iglesia hemos celebrado, nos evoca el nuevo comienzo. En el movimiento de Dios como principio y fin de todo, nada termina, todo vuelve a ser nuevo. Su reinado es la actuación continua de su poder salvador en la comunidad creyente y en la humanidad entera. La palabra de este día tiene la potencia de la esperanza cristina que permite la continuidad de la vida, que evoca el paroxismo de proclividad, es decir, la fuerza intensa que mueve al hombre siempre hacia Dios.1.Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura?El segundo libro de Samuel nos presenta una escena muy corta, pero llena de significación. El reinado de Saúl ha terminado, todos sus partidarios han sido exterminados y comienza para David la época de reinar. Ahora todas las tribus se han reunido para aceptar al nuevo rey, cuando antes, sólo una lo había hecho (Judá). Ciertamente, cuando los poderíos se vuelven inservibles, la tendencia es acomodarse a la única opción. No se acepta la propuesta Divina, ya que no se considera realmente proveniente de Dios, sino porque las otras tendencias ya no funcionan. Esta totalidad del pueblo que se reúne para aceptar a David como rey, lo han hecho posteriormente a la decadencia de Saul. La esperanza está ahora puesta en lo que Dios ha establecido, así debería ser, y no simplemente porque las posibilidades se han terminado. David aparece como un rey necesario para el nuevo comienzo: será pastor y príncipe. Tendrá el cuidado de su pueblo y al mismo tiempo el poder de quien sucede en su puesto al anterior rey. Aceptarlo, implica entonces, dejarse guiar y gobernar por quien Dios ha establecido con nuevo pacto. Jesús, el rey pastor, está figurado en este David, un rey no muy aceptado, pero que es la mejor propuesta de Dios para las esperanzas del mundo.El salmo 122 evoca la alegría de la subida al monte del Señor, a su casa y al palacio de David. El segundo verso de este salmo habla de la casa de David, como familia continuadora del gobierno. En la casa de David está la promesa de un reino sin fin, de una continuidad de la bendición de Dios. Por eso, la justicia impartida desde los tronos será permanente. Es la justicia para el pobre, el indigente, el huérfano, la viuda y todo aquel que no tiene protector (salmo 71). La alegría de llegar a la casa del Señor para recibir su cuidado, se vuelve inigualable.La carta a los Colosenses le pone un acento soteriológico al ser cristianos. Nuestra condición como creyentes es una capacidad dada. No se trata del esfuerzo personal, sino del don dado por Dios. La herencia compartida es en la luz; El reino de las tinieblas ha sido vencido, es un poderío más que ha perdido su continuidad cuando las aguas bautismales nos han sacado de su dominio. Cristo, imagen de Dios, cabeza de la Iglesia, principio y fin de todo, el resucitado, tiene todas las características necesarias para haber hecho esta gran obra salvífica, pero es en la cruz, derramando su sangre, como nos ha salvado. El trono del rey salvador, la cruz, es el lugar de la nueva justicia, la de la misericordia, es el lugar donde el nuevo David redime de los pecados. ¡Ave crux, spes unica! No hay más esperanza que la cruz sobre la que el redentor devuelve la salud. Es allí donde la agonía se vuelve oportunidad.El evangelio de Lucas sintetiza todo este itinerario de la palabra. La cruz, la agonía, el momento final. Todos estos elementos hacen pensar en que todo ha terminado. No hay nada más. Pero la disputa entre los malhechores, vuelve a ser imagen de la guerra entre el bien y el mal. Jesús, el crucificado, abre desde el sufrimiento de la cruz, la delicia del paraíso. Decía san Ambrosio: “Él es crucificado en nosotros, a fin de que nuestros pecados sean purificados por él” (De Paenitencia II,9). La batalla contra las tinieblas, en la cruz, genera que uno sea trasladado al reino de la luz. Aquel que ha reconocido que Jesús, crucificado con él, es quien llega con su reinado, ese entra en su esplendor. La esperanza de la cruz se ha abierto. El reinado del crucificado ha abierto las puertas eternas. Todo es posible para quien, a pesar de su sufrimiento, mira al Crucifijo y reconoce que Él puede abrir nuevas puertas, nuevas posibilidades, nuevas vidas. La Esperanza está en la vida, pero, sobre todo, en la vida plena que Jesús nos da. El reino de la esperanza sólo está en Él.2.Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y qué me sugiere para decirle a la comunidad?La mirada en Jesús, el Rey del universo, coloca a toda la Iglesia en el camino de la esperanza. El vencedor de la muerte tiene las llaves que abren toda posibilidad incluso para aquel que cree que su única alternativa esta en su presente, en su desgracia o en sus éxitos. El llamado es a mirar al crucificado y su corona como la opción más real y certera de Dios para nuestra salvación. No hay otro nombre por el que seamos salvados, más que en Jesús (Hch. 4,12). Él es el nuevo David ungido, el Gólgota es el nuevo Hebrón donde el rey consagrado es aceptado o rechazado. ¡Qué gran esperanza hay en Jesús! Es necesario que Cristo se presente, no como alternativa, sino como opción única y fundamental de la vida del creyente, que se debate en los reinos pasajeros de este mundo y sus múltiples opciones. Descubrir a Jesús rey y aceptarlo llena la vida, transforma las realidades, abre la Esperanza.3.Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo?Necesitamos sinceridad de corazón para reconocer que las tendencias del mundo son pasajeras. Ver el reinado de Dios no cómo una opción, sino como el plan de Dios establecido para siempre, que no miente, porque es reino de verdad; que no destruye, porque es reino de vida; que no condena, porque es reino de justicia; que no atormenta, porque es reino de paz.“El reino de Dios está dentro de ustedes” (Lc 17,21). No se puede reflejar el reino sin la plena consciencia de que está ya establecido dentro de mí. Se manifiesta en el gozo, la justicia y la paz (Rom 14,17). Las virtudes humanas y las teologales vividas con conciencia, no sólo muestran el reino de Dios, sino que lo hacen presente.Señor Jesús, nos presentamos frente a tu cruz, donde te consagras rey de gloria, te reconocemos como pastor y príncipe de nuestras vidas. Acuérdate de nosotros pecadores, danos hoy tu reino, paraíso de paz. Amén.II. MONICIÓN INTRODUCTORIA DE LA MISA Y ORACION DE LOS FIELESIntroductoria de la Misa¡Viva Cristo Rey! Este grito de alabanza nos motiva esta Eucaristía, para celebrar la presencia del Reino de Dios entre nosotros. Cristo es el Reino de Dios, es quien mejor refleja el resplandor de la gloria. Celebremos que Dios está reinando en nuestras vidas, y que reinará en las intenciones que traemos como Iglesia, de la cual Él es la cabeza. En la comunión de los hermanos cantemos, oremos y recibamos sacramentalmente al rey de reyes.A la liturgia de la PalabraEs el momento de la escucha atenta de la Palabra de Dios. Esta palabra nos explica cómo el reinado de Dios es esperanza para todo el que lo acoge con alegría. Por eso, reunidos como el pueblo de Israel en Hebrón, aceptemos al rey y como el malhechor crucificado, escuchemos la palabra de salvación que nos traslada de las tinieblas a la luz.Oración Universal o de los Fieles Presidente: Queridos hermanos, la esperanza del reino se manifiesta en la oración suplicante, que aguarda el cumplimiento de las promesas de Dios en la vida. Oremos con fe diciendo:R. Venga tu reino Señor.1.Padre santo, que has puesto a Cristo como cabeza de la Iglesia; concede al Papa, los obispos, sacerdotes y religiosos, anunciar con alegría, el Evangelio del reino para que todos los hombres se salven, roguemos al Señor.2.Padre Eterno, que los gobernantes de las naciones reconozcan la autoridad recibida de lo alto, para que puedan establecer la justicia y la paz, roguemos al Señor.3.Padre de bondad, te rogamos por todos los hombres y mujeres de este tiempo que aún no han conocido tu amor y tu misericordia, para que el testimonio de los creyentes y su caridad constante les abran nuevas esperanzas, roguemos al Señor.4.Padre misericordioso, te suplicamos por nosotros aquí reunidos en comunidad orante; danos la gracia de vivir en gozo, justicia y paz para dar al mundo la esperanza de tu reino, roguemos al Señor.Oración conclusiva Padre celestial, acoge compasivo las preces de tu pueblo que confía en ti. No permitas que las dificultades de este mundo, opaquen las esperanzas de alcanzar de ti, cuanto conviene. Por Jesucristo nuestro Señor.R. Amén.
Vie 14 Nov 2025
Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas
TRIGÉSIMO TERCER DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIONOVIEMBRE 16 DE 2025Primera lectura: Ml 3,19-20aSalmo: 98(97),5-6.7-8.9 (R. cf. 9)Segunda lectura: 2Ts 3,7-12Evangelio: Lc 21,5-19.I.Orientaciones para la PredicaciónLa Esperanza de la salvaciónIntroducciónLa esperanza no puede surgir más que en medio de la crisis. El punto de partida de ella, no es un falso optimismo que mira la vida con la idea de que todo simplemente va a estar bien. El mensaje de la Palabra de Dios de este penúltimo domingo del año litúrgico nos impulsa a la comprensión de la esperanza como fuerza de salvación. Ciertamente, ella no va desligada de la fe y de la caridad como virtudes complementarias, sino que se alimenta y al mismo tiempo, les aporta. La esperanza de la salvación, porque la salvación es una esperanza, no anima al cristiano a una ilusión de que nada le va a pasar, al contrario, está ofrecida para que en medio de las cosas que suceden él se entienda como salvado, como quien, a pesar de todo, permanece en pie sin ser derrotado. 1.Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura?El profeta Malaquías, unos cien años después de que el pueblo había regresado del destierro, denuncias la infidelidad de quienes ahora, acomodados y poco piadosos, se habían olvidado de la ley de Dios y de su templo. Dios ha decidido retirar su cuidado a este pueblo que no ha comprendido su historia. Peor aún, no ha aprendido nada de lo vivido en el pasado ni en el presente. Parece que las experiencias críticas de sus antepasados no dicen nada a este pueblo, que habiendo sido nuevamente liberados, han caído en el pecado. Es aquí donde, Malaquías (Mi Mensajero), en el capítulo tercero del que hemos escuchado unos pocos versículos, lanza una sentencia de juicio: Dios purificará a su pueblo. De esta acción de limpieza, permanecerá un remanente, un pequeño pueblo piadoso que tendrá como guía “el libro memorial” (3,16), que es la palabra de Dios. Este libro de memorias le recordará no sólo su pecado, sino cómo Dios salva a su pueblo. He aquí la fuerza que tienen los versículos que hemos proclamado. Los salvados son aquellos que temen al Señor. Los justos tienen una esperanza de salvación posterior a la crisis e incluso en medio de ella. Ella sirve para refinar la existencia de quien es fiel a Dios. Sólo puede haber esperanza si hay fidelidad, es decir, constancia.El salmista nos introduce en la mirada real de Dios. Dios llega para regir la tierra con justicia y rectitud. No cabe duda que el poder de Dios restaura, renueva. Sólo destruye el mal, pero potencia el bien. Este salmo es un preámbulo a la solemnidad del próximo domingo, en el que la realeza de Cristo se manifestará en su esplendor. Tañer y aclamar son las acciones del pueblo, que se suman al retumbar, aplaudir de lo que contiene el mar y la tierra. Hombre y cosmos saben quién es el Señor que sostiene todo. San Pablo, en la carta a los Tesalonicenses, impulsa el apagamiento de la vida cristiana de sus contemporáneos. La demora del regreso del Señor, no puede ser motivo ni de desánimo, ni tampoco de descuido. No se puede anhelar la presencia del Señor (Parusía) con una esperanza inactiva. La porfía como la desidia son enemigas de la esperanza. La esperanza cristina implica la acción. No es un opio momentáneo ni un simple deseo. La mejor forma de aguardar al Señor es viviendo la existencia y no en un sentimiento de “desistencia”, o lo que es lo mismo, unas ganas de no vivir, de no ser, de no hacer. La salvación sólo se logra en el resistir, en la resiliencia capaz de soportar la crisis, en la permanencia y la constancia. Ningún momento difícil puede detener nuestra vida y sus quehaceres. El creyente sabe que Dios viene y por eso no detiene nada, sino que continúa hasta que se realice su redención.El Evangelista Lucas, por su parte, nos pone el mismo lenguaje esperanzador y como lo hemos dicho, más allá de una mirada positiva de la vida. Todos los fenómenos universales de magnitud catastrófica, pueden llegar a ser una oportunidad de confusión. Así reacciona el instinto humano ante cualquier eventualidad fortuita. Sin embargo, el creyente tiene la serenidad del Dios de su salvación; analiza las circunstancias, trata de comprender sus causas, mira sus consecuencias, pero, sobre todo, encuentra en ello una finalidad transformadora. Como el pueblo de Malaquías, podemos pensar que Dios no actúa, y siempre esperamos que Dios detenga todo fenómeno de maldad humana o de la naturaleza, pero no queremos que Dios intervenga en el corazón. Que Dios detenga las catástrofes, pero que no actúe en la vida. De frente a toda crisis posible, el creyente asume sólo el último mensaje del texto de hoy: “Con su perseverancia salvarán sus vidas”. El verbo “ktaomai” usado por Lucas, significa ganar, poseer, adquirir. Lo cual indica el resultado de un esfuerzo. La esperanza de la salvación es el resultado del esfuerzo paciente de quien no se deja confundir. La vida que se gana es la “psyché”, es decir, la capacidad de mantener la consciencia, el aliento vital, el deseo de continuar. Son necesarios los hombres con esperanza de vivir y continuar. 2.Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y qué me sugiere para decirle a la comunidad?El mensaje escatológico de este domingo, como siempre, resplandece en las realidades del mundo de hoy. Podríamos pensar que el anuncio del fin es simplemente una noticia catastrófica que tienen como finalidad convertir con la fuerza del temor. Por el contrario, encontramos que el Evangelio, que es Cristo, es al final, la meta más certera de la vida del creyente. Él es la finalidad misma de nuestro itinerario de fe. Por eso, nuestra esperanza es Jesucristo. En él se cumplen las promesas, pero al mismo tiempo se encuentra la salvación definitiva. La vida misma de Jesús es una paradoja que se realiza entre la vida y la muerte, entre la alegría y la tristeza, entre el dolor y el consuelo. Jesucristo es la garantía de una vida auténticamente ganada. La ganancia de la vida no está en el mundo, sino en Dios. El problema no es ganar la vida, el problema es para quién la ganamos.El mensaje esperanzador, a punto de terminar este año litúrgico, no se difumina en un año jubilar, sino que se renueva. Comprender con mayor fuerza que la esperanza es al mismo tiempo una paradoja. Que las tragedias humanas son un llamado a revisar la vida, a permitir que ella se purifique, a disponer el corazón. La conversión será entonces, fruto de la esperanza en la salvación y no como miedo al desastre. En esperanza fuimos salvados (Rom 8,24), no fuimos salvados en el miedo. El llamado definitivo que Dios nos hace es a mirar hacia la redención. No existe nada de Dios que no proceda del amor. Incluso, en la tragedia humana, el amor esperanzador posibilita la continuidad. El mundo puede acabar, pero la vida permanece y se vuelve eterna en Cristo.3.Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo?Dios no tiene principio ni fin. Es la garantía de que en él todo comienza y en él todo termina. Te escuchamos Señor, en medio de nuestro pecado, de nuestro desorden, de nuestra maldad. Queremos permanecer en ti. Que nada nos separe de tu amor, que ninguna adversidad o amenaza nos difumine la esperanza de tu salvación. Necesitamos ser mensajeros de buenas nuevas. Que ni lo negativo ni un exceso de positividad nos hagan perder la auténtica esperanza.El cristiano ha sido salvado en la esperanza, para ser esperanza en el mundo. Su capacidad de ver la realidad con los ojos de Cristo, genera infinidad de posibilidades que, hacen de la vida un espacio para la salvación de Dios. No puede haber palabra de condena en un salvado, menos, palabra de resignación. Es necesaria la palabra de la esperanza que oriente la existencia propia y ajena; Orienta, trascendiendo el mundo. Y aunque el mundo de tambalee, el que tiene esperanza pisa tierra firme.Recomendaciones prácticas:-Jornada Mundial de los Pobres.-Jubileo de los Pobres.-22 – 23 de noviembre. Jubileo de los Coros y CoralesI.Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa ¡Es domingo, es día de fiesta! Estamos reunidos en comunidad de fe para celebrar el sacramento de la fe, que fortalece la caridad y nos abre a la esperanza. Celebremos, reconociendo que aquí está presente Cristo, en la comunión de los hermanos y en la comunión Eucarística. Que las realidades que nos conmueven a diario, se vuelvan la única súplica y alabanza a Cristo, que está a la puerta y llama, para cenar con nosotros.Monición a la Liturgia de la Palabra En este día la escucha de la palabra de Dios requiere mayor atención. Dios trae buenas noticias de salvación y espera nuestra respuesta de renovación, pues lo que escucharemos, en medio de palabras de juicio y destrucción, la última palabra es la que debe anidarse en el corazón: “Si perseveran se salvarán”. Escuchemos y meditemos.Oración Universal o de los Fieles Presidente: Queridos hermanos, confiemos nuestras peticiones a Dios, nuestro refugio y digamos con esperanza:R. Oh Señor, escucha y ten piedad1.Padre Santo, te pedimos por la Iglesia, cuerpo de Cristo, para que el mensaje de la esperanza que anuncia día a día, sea aceptado en el corazón de los hombres que Dios quiere que se salven, roguemos al Señor.2.Padre Eterno, te suplicamos por los que dirigen las naciones, especialmente por nuestro gobierno nacional, para que ni el temor, ni la violencia sean medios de lograr la paz y la reconciliación, roguemos al Señor.3.Padre de bondad, te rogamos por todos los hombres que han perdido la esperanza en medio de sus tragedias, para que, a la luz de la palabra y la predicación de sus cercanos, encuentren sosiego y ayuda, roguemos al Señor.4.Padre de amor, te pedimos por todos los pobres que hoy se encuentran alejados de ti, para suscites en nuestros corazones el deseo y la prontitud para servirles, roguemos al Señor.5.Padre omnipotente, te pedimos por todos aquellos que sirven a tu Iglesia con el canto, que la celebración del Jubileo de los Coros y Corales sea una oportunidad para afianzar su ministerio, roguemos al Señor.6.Padre misericordioso, te pedimos por esta comunidad, congregada por tu amor, para que mantenga la esperanza de haber recibido la Palabra de salvación y la vivan intensamente, roguemos al Señor.Oración conclusivaPadre fiel y bondadoso, escucha atentamente las oraciones de tu pueblo; que la esperanza de alcanzar lo que piden, esté confiada a recibir lo que sea de provecho salvífico. Por Jesucristo nuestro Señor.R. Amén.
Vie 7 Nov 2025
Destruid este templo, y en tres días lo levantaré
TRIGÉSIMO SEGUNDO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIODEDICACIÓN DE LA BASÍLICA DE LETRÁNNOVIEMBRE 9 DE 2025Primera lectura: Ez 47,1-2.8-9.12Salmo: 46(45),2-3.5-6.8-9 (R. 5)Segunda lectura: 1Co 3,9c-11.16-17Evangelio: Jn 2,13-22.I.Orientaciones para la PredicaciónIntroducciónEl celo por la casa de Dios, la purificación del santuario santo y Cristo como el nuevo templo de Dios, cuyo cuerpo es la Iglesia son algunas ideas que resaltan en el evangelio escuchado, en la celebración de la dedicación de la basílica de Letrán, donde la cátedra de Pedro sirve como principio visible y garante de la unidad de toda la Iglesia.1.Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura?Jesús muestra celo amoroso y amor celoso por la casa de Dios, tal como lo habían hecho profetas como Isaías (56,7), Jeremías (7,14) y Malaquías (3,1). Se presenta a sí mismo como el nuevo templo de Dios, es decir, el lugar donde Dios puede encontrado, escuchado, donde Dios se revela. La relación entre el Divino y el humano se da ahora en Jesús, Verbo de Dios humanado, rostro humano de Dios y rostro divino del hombre.El Cordero de Dios, el nuevo templo de Dios, echa fuera las ovejas, víctimas del sacrificio en el antiguo culto. Él es el sacrificio por excelencia, único capaz de garantizar vida redimida y redención viva, de manera que los animales ya son inútiles. “Destruid este templo y en tres días lo levantare”; “él hablaba del templo de su cuerpo” (Jn 2,19.21). El templo era el santuario de la presencia divina, pero es Cristo ahora la presencia de Dios, la morada de Dios con los hombres.El templo era el lugar en el cual se encontraban Dios y el hombre; pero es Cristo el verdadero templo, en el cual Dios y el hombre están en comunión. El templo era considerado la puerta del cielo, pero es Cristo la verdadera puerta del cielo.El templo era pensado como manantial de vida bendita y bendición viva. Es la enseñanza de Ezequiel, quien ve salir debajo del umbral del templo agua en dirección a oriente, la cual impregnaba de vida fecunda y fecundidad viva todo lo que tocaba, renovando la creación (Ez 47,1-2. 8-9: primera lectura). Ahora es Cristo la fuente de vida abundante y abundancia bendita para el pueblo de Dios.El templo era concebido como el centro y el fundamento del mundo; ahora es Cristo, templo nuevo, el fundamento y centro de la humanidad nueva, del mundo nuevo. 2.Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad?Cristo es el nuevo templo y el cuerpo de Cristo es la Iglesia, de manera que ella es el lugar de la presencia de Dios en el mundo: “¿no sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él, porque el templo de Dios es santo y ese templo sois vosotros” (1Cor 3,16-17: segunda lectura). Como escribió san Agustín: “el templo de Dios, es decir, de la Trinidad, es la santa Iglesia” (Enchirid., 56,15).El celo purificador, restaurador y perfeccionador de Cristo hacia el templo ha de inspirarnos celo por la Iglesia, “casa de Dios, columna y fundamento de la verdad” (1Tim 3,15), a quien Cristo amó y por la cual se entregó, “para presentársela resplandeciente, sin mancha ni arruga, ni cosa parecida, sino santa e inmaculada” (Ef 5,27). También nosotros estamos llamados a amar a la Iglesia y a entregarnos por ella con el amor que dona y la donación que ama, para que sea como la quiere el Señor.El divino Maestro instituye su única Iglesia sobre la roca de Pedro, garantizándole que “las puertas de la muerte no prevalecerán contra ella” (Mt 16,18). Para que su Iglesia subsista por siempre encomienda a Pedro y sus sucesores la misión de confirmar en la fe a sus hermanos (Lc 22,31-32) y el pastoreo de su grey: “apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas” (Jn 21,15-17).De ahí la importancia de la dedicación de la basílica de Letrán, la catedral del Papa, sucesor de Pedro, quien “preside la asamblea universal de la caridad, protege las diferencias legítimas y simultáneamente vela para que las divergencias sirvan a la unidad en vez de dañarla (LG 13). El obispo de Roma, principio y fundamento de la unidad de la Iglesia (LG 23) es el garante de la sinodalidad” y de la “unidad en la diversidad”, “tiene un papel único en la salvaguardia del depósito de la fe y de las costumbres”. Todo proceso sinodal articula “la implicación de todos” (el pueblo de Dios), el ministerio de algunos (Colegio episcopal) y la presidencia de uno (el Sucesor de Pedro)” (Sínodo de la sinodalidad 131-132. 136).3.Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo?El Señor nos conceda celo ardiente por su Iglesia, para edificarla en comunión, participación y misión, bajo el pastoreo del Papa, Sucesor de Pedro, cuya cátedra celebramos en la dedicación de la basílica de Letrán.Que en comunión con el Papa avancemos en sinodalidad misionera y misionariedad esperanzadora de manera que la Iglesia sea un signo de esperanza para el mundo de hoy.II.Moniciones y Oración Universal o de los FielesMonición introductoria de la Misa Como asamblea litúrgica nos unimos a toda la Iglesia para celebrar la dedicación de la basílica de Letrán, un gesto de comunión con el sucesor de Pedro y con toda la Iglesia. Participemos festiva y activamente.Monición a la Liturgia de la Palabra La Palabra inspirada nos induce a contemplar a Cristo como el nuevo templo de Dios, lugar del encuentro del humano con el Divino y manantial de gracias incesantes.Oración Universal o de los Fieles Presidente: Presentemos a Dios nuestras súplicas respondiendo: Jesús, esposo de la Iglesia, escúchanos.1.Padre Santo, escucha nuestra oración por el Papa, Sucesor de Pedro; sostenlo en su servicio a la unidad de la Iglesia.2.Padre eterno, concede prudencia a nuestros gobernantes, para que dirijan el camino de los pueblos por sendas de paz y justicia3.Padre compasivo, mira con misericordia a los que sufren, para que encuentren en la Iglesia una tienda de campaña que les brinda la medicina de Dios4.Padre santo, bendice a tu pueblo santo, para que, en comunión con toda la Iglesia, pastoreada por el Sucesor de Pedro, sea un signo de esperanza para el mundo de hoyOración conclusivaEscucha, Padre, la oración de tu pueblo, que confía en tu bondad y espera en tus promesas. Por Jesucristo nuestro Señor.R. Amén.